Fantasía
Escruté a la multitud con desinterés. Esta noche no había nada fuera de lo normal. Todos los clientes habituales estaban en el bar. No quería estar allí. No cuando tenía otras y más importantes cosas que podría estar haciendo. Como dormir. Reprimí el impulso de rodar mis ojos. Los asesinos no rodaban los ojos. Al menos no donde pudieran ser vistos.
"¿Una noche larga?" Me volví hacia la voz. Sano.
Asentí. "Sí."
"Lo siento, hombre," se disculpó entre risas. "Pero Misao dijo algo de que traería una chica más tarde, así que tal vez las cosas se animen."
¿Chica? me pregunté. Interesante. Nada interesante había sucedido aquí por mucho tiempo. Lo que me llevaba a preguntarme por qué seguía parado aquí. Solía ser un antro del grupo rival yakuza, pero lo habían abandonado semanas atrás. Y ahora mi asignación ya no tenía sentido.
"Lo espero con ansias," dije al fin, cruzando los brazos y apoyándome contra la pared.
"Me imaginé que sí," me respondió. "Sabes, deberías tomarte un descanso, Kenshin. Trabajas demasiado."
Si tan sólo supiera. Siempre estaba de servicio, incluso en casa. No había descanso en mi trabajo.
"Lo sé. Lo intentaré," le prometí.
Sano asintió y se dirigió a la barra, diciendo que tenía que volver al trabajo. Le devolví el gesto, pero ya se había ido. Suspiré e hice un nuevo recorrido por el bar y la pequeña pista de baile. Nada emocionante. Todavía no, al menos.
La chica nueva apareció alrededor de la medianoche. Llegó con Misao, parecía aburrida y ligeramente disgustada. Se acercó a la otra joven y le susurró algo al oído para hacerla reír. Se alejó con una sonrisa y me vi a mí mismo interesado en ella.
Tenía un largo cabello negro atado a una cola de caballo, dejando su rostro despejado. Sus ojos azules me recordaban al océano. Mientras los miraba, sentía que me ahogaba. Qué extraño. Despegué mi mirada de sus ojos y me dediqué a contemplar su cuerpo. Lucía un corto vestido negro con algunas tonalidades azules.
Antes de terminar con mi examen, Misao se dirigió hacia mí, con la chica a cuestas. Me sonrió y empujó a su amiga hacia adelante para estar ambos frente a frente. Una sonrisa se formó en su rostro y sus ojos bailaron con picardía. Empecé a sospechar de inmediato.
"Kaoru, este es Kenshin. Kenshin, esta es Kaoru," nos presentó Misao.
Asentí y extendí mi mano. Ella la estrechó, pero su expresión no cambió. En todo caso, se volvió más divertida.
"Eres fácil de leer," dijo, todavía sonriendo mientras soltaba mi mano. "Me gusta."
Fruncí el ceño. "¿Qué?"
Misao rio, pero lo hacía tan a menudo que casi no le presté atención esta vez.
"Tus sueños," me explicó, haciendo un gesto con la mano. "Tus fantasías," murmuró, acercándose más a mí.
Si fuera el tipo de hombre que se quedara paralizado en situaciones como esta, hubiera tragado grueso y me alejaría de ella y sus ojos. Sus palabras no tenían sentido. Odiaba admitirlo, pero estaba confundido.
"¿Disculpa?"
Misao rodó los ojos y se alejó. "Estaré en la barra con Aoshi para cuando terminen de jugar, ¿está bien, Kaoru?"
"Sí, sí," respondió ella, distraída, con sus ojos aún fijos en los míos. Intenté desviar la mirada, pero había algo en esa mujer que me impedía hacerlo. En cambio, permanecieron clavados en ella.
"¿A qué te refieres?" pregunté al fin.
Ella sonrió con malicia y, por primera vez desde que nos presentaron, rompió el contacto visual. "Yo soy una fantasía," respondió como si aquello aclarara las cosas.
No fue así.
"¿Qué es eso?"
Ella se apartó el flequillo de los ojos con un movimiento de cabeza. "Puedo ver las fantasías de todos," me explicó, lamiéndose los labios. "Incluso si ellos no son conscientes de su propia fantasía."
Sentí la boca seca.
"Y tú, Kenshin," continuó, ronroneando mi nombre de una manera que me encantó, "eres una lectura muy interesante." Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos, y, de repente, se acercó demasiado a mí.
"¿Y eso está bien?" pregunté con calma. Sólo calma exterior. Ella causaba confusión en mi cuerpo.
"Sí." Sus brazos rodearon mi cuello y mis propios brazos, como si tuvieran vida propia, se enroscaron alrededor de su cintura sin darme cuenta. "¿Eres consciente de lo que quieres?"
"Tengo una vaga idea," logré decir.
Podía sentir su sonrisa contra mi oreja mientras se acercaba. "Puedo convertir tu fantasía en realidad, si me dejas," susurró con voz ronca, sus labios rozaban el borde de mi oreja con cada sílaba.
Mis brazos se apretaron alrededor de ella. "Me encantaría."
.
