Constance apartó un mechón de pelo del rostro de Maura y tiró un poco de la manta para cubrirla hasta el cuello. Maura se había calmado al verla, y el doctor pudo ponerle el yeso en el brazo derecho y tratar pequeñas heridas en la frente y mejilla, causadas por los vidrios.

Uno de los doctores de emergencia la había buscado unas horas antes para darle la mala noticia que su marido había fallecido durante la cirugía. Recuerda vagamente que llamó y habló con Elizabeth, la madre de Arthur, pero si le preguntaran qué fue lo que se dijo durante esa conversación, no podría decir con exactitud. Aldo las había visitado para dar su pésame, y Constance le agradeció y lo envió a casa para que descansara con su familia.

Él y Maura habían tenido suerte. Mucha suerte.

Un toque en la puerta llamó su atención y cuando se giró vio que Elena estaba del otro lado, haciéndole un gesto con la mano para que saliera.

-No quería entrar y despertarla -explicó cuando la morena cerró la puerta y se apoyó en la pared al lado.

-En este momento creo que nada podría hacerlo. ¿Alguna noticia de Eliana?

Elena negó con la cabeza y se apoyó en la pared a su lado.

-Aún está en cirugía. Su cerebro está muy inflamado y tendrán que inducir el coma para que se pueda recuperar. Terminarán la cirugía en un par de horas más y esperarán hasta mañana para determinar si su cuerpo puede aguantar otra o si habrá que esperar.

-No debí haberla enviado al—

-No. No hagas eso. No te culpes de lo ocurrido.

-No quería ir. Estoy segura de que solo lo hizo por Maura. ¿Sabes que renunció?

-¿Qué? -Elena se rio y sintió un alivio y un peso al mismo tiempo, lo que la desconcertó-. No pensé que tuviera los cojones, perdona el lenguaje. Para ser honesta, estoy sorprendida de que no lo haya hecho el primer mes. De verdad la pusiste a prueba muchas veces.

-Y las pasó todas -admitió Constance, con la mirada perdida.

-El policía me dio los detalles del accidente -comentó Elena después de unos instantes en silencio y cruzó los brazos-. No me hacía sentido la gravedad de las heridas de Ella, comparado con los demás pasajeros.

-¿Qué dijo?

-No creo que sea buena idea.

La mirada de Constance fue suficiente para hacer que Elena tragara en seco.

-El policía dijo que no estaba usando el cinturón de seguridad. Y los que vieron el accidente en la intersección confirmaron que… que Ella salió disparada por la ventana y terminó a varios metros del auto. -Cerró los ojos al escuchar la bocanada de aire que dio la mujer a su lado.

-Eso no es posible, siempre lo usa. Es hasta… quisquillosa con eso.

-Lo sé, por eso le pedí que me explicara en detalles -concordó Elena.

-Tuvo que tener alguna razón…

-No sabremos hasta que despierte.

Las dos se miraron, y en sus miradas comunicaron lo que no se atrevían a decir. ¿Despertará?

-Iré por Izzy y Noah. No sé cómo les explicaré todo esto, y querrán verla…

-Pueden quedarse en la habitación de Maura. Estoy segura de que la compañía les hará bien a todos.

-Gracias, Constance. -Elena colocó una mano sobre el hombro de la morena y la retiró de inmediato cuando Constance dio un respingo-. Siento mucho la muerte de tu marido… sé que ya te dije, pero si necesitas cualquier cosa—

-Solo espero que Eliana y Maura se recuperen. No creo que pueda soportar otra pérdida…


Fueron días, de eso estaba segura. Nunca antes había perdido la noción del tiempo como lo hizo durante esa semana. Todos los eventos estaban interconectados en sus recuerdos: Rafael estaba al mando de Ciao durante su ausencia, dos días antes, tal vez tres -ya no estaba muy segura- había enterrado a su marido. Lo único que la mantenía conectada a este mundo era Maura.

Maura que no hablaba, que sufría de pesadillas y despertaba en llanto preguntando cuándo volverá papá.

Constance no sabía qué hacer, cómo sentirse o qué decir. Rafael había sido el único en atreverse a preguntar más de lo que cualquier otra persona hizo, incluyendo la madre de Arthur.

"Estoy… me siento entumecida" había dicho, admitido, porque no encontraba otra palabra que describiera cómo se sentía. Y si era honesta, realmente no tenía mínima idea de lo que estaba sintiendo o pasando por su cabeza. Era como si hubiera tenido una sobrecarga de emociones y dejado de funcionar. Vivía en limbo.

-No he vuelto a trabajar. ¿Lo puedes creer? -Susurró sentada al lado de la cama. Aquella habitación era el único lugar donde se sentía extrañamente tranquila-. No lo creerías -dedujo con un tono apenas audible.

Eliana yacía sobre la cama, entubada a un respirador y con tantos cables conectados a su cuerpo que apenas quedaba espacio para más. Elena le había explicado sobre las fracturas, la lesión cerebral, el trauma y sangrado interno que resultó en la pérdida de un riñón. El cuerpo de Eliana había soportado las cirugías, pero aún no despertaba.

Constance reunió valor y dirigió la mirada hasta el rostro inflamado que, como Maura, tenía un raspado en la mejilla, pero mucho más grave. No se había atrevido a mantener la mirada por tantos segundos sobre el rostro que apenas era reconocible por las vendas, la inflamación y heridas.

-Hasta mañana, Eliana -volvió a susurrar con un nudo en la garganta.

-¿Te gusta dibujar, Maura? -Preguntó Elena, acercándole un marcador permanente.

Maura asintió, sentada sobre las piernas de su madre, aceptando el marcador.

-Puedes dibujar lo que quieras en su yeso, como Izzy y Noah han hecho en el tuyo. Le encantará verlo cuando despierte -aseguró y le señaló el yeso en la pierna de Ella.

Maura miró los varios pingüinos que los mellizos habían dibujado a lo largo de su pequeño yeso y, sin decir nada, se acercó y comenzó a dibujar.

Constance sonrió levemente y articuló un "Gracias" a la doctora que asintió antes de mirar de reojo a los mellizos que se habían quedado dormidos sobre el sofá.

Diez días y Eliana aún no despertaba.

"Despertará cuando se cure" Había explicado Elena a los niños, que habían estado al borde de las lágrimas -otra vez- porque extrañaban a su madre. Elena fue sensible al explicarles, diciéndoles que mami estaba durmiendo como la Bella Durmiente. Lo intentó lo mejor que pudo -torcer la verdad para hacerlo manejable para los niños-, pero la misma Eliana los había preparado para ser conscientes de la realidad, por muy confusa y dolorosa que esa pudiera llegar a ser para ellos en ese momento.

Elena confesó a Constance que había estado insegura de permitir que los niños vieran a Eliana en esa condición, pero aseguró que habría sido lo que ella habría deseado.

Eliana siempre ha sido honesta con sus hijos, de eso Constance se había dado cuenta de inmediato. A veces hasta se sorprendía, pero era como si su asistente -ex asistente- estuviera preparándolos para la vida real.

-¿Un tiburón o un delfín? -Preguntó Constance y Maura negó con la cabeza.

-Un tiburón, ¿cierto, Maura? -Preguntó Elena con un tono más animado al dirigirse a la niña.

-Es su favorito… -dijo Maura en voz baja, y Constance no pudo contener su emoción. Maura había comenzado a hablar un poco más: pequeñas oraciones y una que otra palabra. Los mellizos también la han estado ayudando enormemente.

Constance ladeó la cabeza al escuchar aquello y luego miró el rostro de Elena, buscando alguna explicación.

-Es cierto -confirmó la doctora-. ¿Sabías que los tiburones no tienen huesos, Maura? Yo solo lo sé porque mi hermana no dejaba de decírmelo. Primero fueron los tiburones y luego las ballenas.

-Me recuerda a alguien -susurró Constance, colocando un mechón de pelo de Maura detrás de la oreja.

Constance regresó al trabajo. Diez días habían sido más que suficientes para enloquecer, y necesitaba una distracción. Algo que la hiciera olvidar que era una viuda, que Eliana estaba tendida en una cama, deteriorándose día tras día, y que su hija había sufrido un trauma que la había cambiado.

-Buenos días, Constance -saludó Aldo al abrirle la puerta trasera del auto.

Aldo había vuelto al trabajo -por insistencia propia- cuatro días después del accidente. Él la había llevado y traído del funeral de Arthur, y había respetado su silencio.

-Aldo -llamó Constance y se quitó los lentes oscuros para encontrarse con la mirada del hombre a través del retrovisor-. Quiero preguntarte algo.

-Claro. Esperaba a cuando estuviera lista -dijo con naturalidad, como si hubiera estado esperando por ese momento.

-Quiero saber, con honestidad, qué pasó ese día. ¿Recuerdas algo? Hay algo que la hermana de Eliana ni yo entendemos. Tú sabes mejor que yo lo estricta que es Eliana con los cinturones de seguridad y, aun así, no lo tenía puesto.

-¿De verdad quiere honestidad?

-Sabes que nunca pido las cosas en vano, Aldo.

El chófer asintió en silencio y Constance vio como sus hombros subieron y bajaron al respirar con fuerza y soltar un largo suspiro.

-Se lo quitó para acercarse a Arthur. Estaban discutiendo… -pausó al notar la expresión incrédula en su jefa.

-Continua.

-Ella, digo Eliana, se notaba muy distraída. La verdad es que estaba llorando cuando subió al auto, aunque lo disimuló bastante bien. Ahora que lo pienso no creo que lo haya logrado, disimular digo, porque Maura le preguntó si estaba bien.

Constance apretó los labios y tragó en seco.

-¿Por qué discutían?

-Porque la llamó Eliana. Arthur insistió que era su nombre y que tú la llamas de esa forma.

-Sé que prefiere Ella, pero nunca se ha enojado -al menos ya no- por llamarle por su nombre.

Aldo se rio, asintiendo.

-Pero ella le dijo que solo tú la podías llamar de esa forma. Aquello desató una conversación que no creo que te sientas cómoda—

-Por favor, Aldo. Necesito saber qué ocurrió. No importa qué.

-Intenté advertirla para que se detuviera, pero a Ella no le parecía importar las consecuencias de sus palabras.

Porque había renunciado pensó Constance con la mirada perdida sobre la ventanilla, viendo el mundo borroso pasar.

-Ella le dejó claro que sabía sobre su abuso -dijo el hombre con cautela.

La mirada de Constance volvió de inmediato al espejo retrovisor, encontrando que Aldo ya estaba mirándola.

Claro que Aldo lo habría notado… Por mucho que intentara ocultarlo, Aldo -al igual que Eliana- eran unas de las pocas personas cercana a ella que podían ver más allá de la fachada que había creado cautelosamente para que el mundo viera. Los dos podían asomarse por las murallas que había construido, aunque Eliana había saltado e infiltrado con facilidad.

-¿Eso es todo?

Aldo volvió su atención al tráfico, pensando si debía mencionar algo sobre las últimas palabras de Arthur. ¿Cómo podría decirle algo sobre la insinuación de Arthur? Y que Ella había quedado tan perpleja, con una expresión tan expuesta que hasta él mismo estuvo de acuerdo con Arthur.

-Nada más. -No estaba en su lugar exponer los sentimientos -los que fueran- de Ella.

-¿Seguro?

-Sí, Constance.

La morena pareció satisfecha con su respuesta y asintió, volviendo la mirada hacia la ventanilla y colocarse los lentes oscuros.


N/A: Los que leyeron "Tú y Yo" sabían que algo tenía que pasar con Arthur :) Mi madre leyó este capítulo y no estuvo nada feliz con la decisión de Aldo de no comentar nada sobre la reacción de Ella. Qué les pareció a ustedes? xD