Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Desaparición para expertos" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 32
Me pone enferma.
Eso es lo que decía el mensaje de Daphne Greengrass.
Bella se sentó en la cama e hizo clic en la foto que le había mandado.
Era una captura de pantalla de Facebook. Una publicación de Nancy Tangotits: el perfil de Mike Newton. Había una foto de él, su madre, su padre y el abogado, Marcus Lestrange. Estaban en la mesa de un restaurante de lujo. En el fondo, columnas de mármol y una jaula para pájaros de color azul grisáceo.
Mike estaba sujetando el teléfono para que entraran todos en el encuadre. Y estaban sonrientes, todos, con copas de champán en las manos.
Se trataba del hotel Savoy, en Londres, y el pie de foto decía: «De celebración…».
La habitación empezó a encogerse, a cerrarse alrededor de Bella. Las paredes dieron un paso hacia dentro y las sombras de las esquinas se estiraron para alcanzarla. No podía estar allí. Tenía que salir o se ahogaría.
Caminó torpemente hasta la puerta, con el teléfono en la mano, y pasó de puntillas por delante del cuarto de Jake hasta las escaleras. Su hermano ya estaba en la cama, pero había ido a verla antes, para susurrarle:
—He pensado que a lo mejor tenías hambre. —Y le había dejado una bolsa de patatas fritas que había cogido de la cocina—. No se lo digas a papá y a mamá.
Bella escuchó a sus padres viendo la tele en el salón, esperando a que empezara su programa favorito a las nueve. Estaban hablando, era un murmullo amortiguado al otro lado de la puerta, pero pudo escuchar claramente una palabra: su nombre.
Se puso los tenis en silencio, cogió sus llaves y se escabulló por la puerta, cerrándola con mucho cuidado al salir.
Estaba lloviendo, mucho, las gotas caían con fuerza sobre la acera y le salpicaban los tobillos. Le daba igual, no pasaba nada. Tenía que salir para aclararse las ideas. Puede que la lluvia ayudara a apaciguar la rabia hasta que dejara de arder y solo quedaran las brasas.
Atravesó la carretera, corrió hacia el bosque. Estaba oscuro, no se veía nada, pero estaba más protegida del aguacero. Y aquello también estaba bien, hasta que algo que no vio crujió entre la maleza y la asustó. Volvió a la carretera, a salvo en la acera iluminada por la luna, empapada. Debía de tener frío —estaba tiritando—, pero no lo notaba. Y no sabía adónde ir. Solo quería andar, estar fuera, donde nada pudiera encerrarla. Así que caminó hasta el final de Martinsend Way y dio la vuelta; se paró antes de llegar a su casa y giró y volvió a recorrer otra vez la calle. Arriba y abajo, una y otra vez, persiguiendo sus pensamientos, intentando desenredarlos.
A la tercera vuelta ya le goteaba el pelo. Se paró de golpe. Había movimiento. Alguien caminaba por la acera de la casa de Theo. Pero ya no era la casa de Theo. La figura era James Green y llevaba una bolsa negra llena hacia los contenedores.
Dio un brinco cuando la vio salir de la oscuridad.
—Ay, Bella, disculpa —dijo riéndose, tirando la bolsa en el contenedor—. Me has asustado. ¿Estás…? —Hizo una pausa y la miró—. Jolines, estás empapada. ¿Por qué no te has puesto una chaqueta?
No sabía qué responder.
—Bueno, ya casi estás en casa. Anda, entra y sécate —dijo amablemente.
—N-n…. —tartamudeó tiritando—. No puedo ir a casa. Todavía no.
James inclinó la cabeza para intentar mirarla a los ojos.
—Ah, bueno —dijo incómodo—. ¿Quieres venir un rato a la nuestra?
—No. Gracias —añadió cortante—. Prefiero quedarme fuera.
—Entiendo. —James se quedó pensando, mirando hacia su casa—. Y… ¿te apetece sentarte en el porche y así te resguardas de la lluvia?
Bella estuvo a punto de negarse, pero ya estaba empezando a notar el frío.
Asintió.
—Vale, genial —dijo James haciéndole un gesto para que lo siguiera. Subieron los escalones y él se detuvo—. ¿Te apetece algo de beber? ¿Una toalla?
—No, gracias —dijo Bella sentándose en un escalón seco.
—Como quieras. —James asintió y se apartó el pelo rubio de la cara—. ¿Estás bien?
—He… —empezó Bella—. He tenido un mal día.
—Ah. —Él se sentó un escalón más abajo que ella—. ¿Quieres que lo hablemos?
—No sé muy bien cómo.
—He escuchado tu pódcast, incluso los nuevos episodios de Jamie Potter—comentó—. Se te da muy bien. Y eres muy valiente. Sea lo que sea lo que te inquieta, estoy seguro de que lo solucionarás.
—Hoy han declarado inocente a Mike Newton.
—Ah. —James suspiró estirando las piernas—. Joder. Qué mal.
—Por decirlo suavemente. —Sorbió por la nariz y se secó el agua de la lluvia que le caía por la punta.
—Bueno —continuó él—, si te sirve de algo, el sistema judicial es un gran proveedor del bien y del mal. Pero, a veces, se equivoca tanto como acierta. He tenido que aprenderlo a la fuerza y es difícil de aceptar. ¿Qué tienes que hacer cuando quienes deberían protegerte te fallan?
—He sido una ingenua —dijo Bella—. Prácticamente les he servido a Mike Newton en bandeja después de todo lo que salió a la luz el año pasado. Y de verdad creí que había sido una especie de victoria, que el mal recibiría su castigo. Porque era la verdad, y la verdad era lo más importante para mí. Era en lo único en lo que creía, lo único que me importaba: descubrir la verdad, costara lo que costase. Y la verdad era que Mike era culpable y se enfrentaría a la justicia. Pero la justicia no existe y la verdad no importa en el mundo real, y ahora lo han soltado.
—La justicia sí existe —la contradijo James mirando hacia la lluvia—. Puede que no la que tiene lugar en las comisarías de policía o en los tribunales, pero existe. Y, si te paras a pensarlo, esas palabras (bien y mal, correcto e incorrecto) no importan en el mundo real. ¿Quién decide qué significan? ¿Las personas que no han entendido nada y han dejado a Mike en libertad? No. — Negó con la cabeza—. Creo que todos podemos decidir qué significa para nosotros el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, no debemos dejar que nos digan qué tenemos que asumir. Tú no has hecho nada mal. No te atormentes por los errores de los demás.
Ella lo miró con el estómago encogido.
—Pero ya no importa. Mike ha ganado.
—Solo gana si tú se lo permites.
—¿Qué puedo hacer yo? —preguntó.
—Después de escuchar tu pódcast, me parece que hay muy poco que no puedas hacer.
—No he encontrado a Jamie. —Se puso a pellizcarse las uñas—. Y ahora la gente cree que no ha desaparecido de verdad, que me lo he inventado todo. Que soy una mentirosa, y que soy mala y…
—¿De verdad te importa? —preguntó James—. ¿Le das importancia a lo que piense la gente cuando tú sabes que tienes razón?
Ella se quedó callada un instante, con la respuesta deslizándose en su garganta. ¿Por qué le importaba? Estaba a punto de decir que le daba igual, pero ¿no era ese el origen del agujero que había tenido en el estómago todo este tiempo? El vacío que llevaba seis meses creciendo. La culpa por lo que había hecho la última vez, por su perro muerto, por no ser buena, por poner a su familia en peligro y por ver la decepción cada día en los ojos de su madre. Por sentirse mal por los secretos que tuvo que guardar para proteger a Tori y a Daphne. Sí que era una mentirosa, esa parte era verdad.
Y, lo que es peor, para sentirse mejor con todo eso, dijo que esa no era ella, que nunca volvería a ser aquella persona. Que había cambiado…, que era buena.
Que casi se había perdido la última vez y que no volvería a ocurrir. Pero no había sido así, ¿verdad? No se había perdido. De hecho, probablemente se había conocido a sí misma. Y estaba cansada de sentirse culpable por eso. Cansada de avergonzarse de quién era. Seguro que Mike Newton no se había avergonzado ni un solo día de su vida.
—Tienes razón —concluyó. Y conforme se levantó, al estirarse, se dio cuenta de que el agujero de su estómago, que llevaba meses tragándosela desde dentro, empezaba a desaparecer. A llenarse hasta que apenas fue perceptible—. A lo mejor no tengo que ser buena, o lo que los demás piensan que es ser bueno. Y puede que no tenga que caer bien. —Se giró hacia él con movimientos rápidos y ligeros pese a la ropa pesada por la lluvia—. Que le den por culo al qué dirán. ¿Sabes quién cae bien? La gente como Mike Newton, que entra en un tribunal con unas gafas de pega y encandila a todo el que pase por su lado. No quiero ser así.
—Pues no lo seas —la animó James—. Y no te rindas por su culpa. La vida de una persona depende de ti. Y sé que lo vas a encontrar. Encuentra a Jamie. —Le sonrió—. Puede que haya gente que no cree en ti, pero, si te sirve de algo, tu vecino, el de dos puertas más abajo, sí.
Fue consciente de cómo aparecía en su cara una sonrisa. Pequeña, fugaz.
Pero ahí estaba. Y era real.
—Gracias, James.
Necesitaba escuchar eso. Todo. Igual no habría prestado atención si se lo hubiera dicho alguien más cercano a ella. Habría estado demasiado enfadada, se habría sentido demasiado culpable, habría habido demasiadas voces. Y la voz en su cabeza también le dio las gracias.
—No hay de qué.
Bella se levantó y salió al chaparrón. Se quedó mirando la luna, cuya luz titilaba entre las cortinas de agua.
—Tengo que hacer una cosa.
