Formalmente entramos en la tercera parte de la historia, el último gran tramo hasta el final. A pesar de la gran confianza que tengo en mi escritura, siento algo de ansiedad por todo lo que sigue y cómo las cosas serán resueltas. Es mi primer fanfic largo y por ende la primera vez lidiando con nuevas perspectivas como escritora.

En fin, espero les guste! De todas formas también me emociona completar este SasuHina ❤️

Advertencias: descripción de escenas sexuales (+18).

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Sabía que debía arrepentirse por la muerte del padre de la joven, no porque él lo hubiese mandado a matar sino porque cuando su muerte acontenció habían surgido rumores de envenenamiento y él en su inamovible cargo como Emperador nunca había aprobado por una investigación.

Años después de eso también otra fuerte figura del clan Hyūga había fallecido. Sobre este último caso, Madara le había hablado sobre ser un mal menor, una lamentable pero necesaria pérdida que muy bien se había interpretado como una advertencia del Palacio hacia la rebeldía de afuera y que por tanto había bastado según los altos consejos para que cualquier accionar antipatriótico se extinguiera, pero no resultaba más allá de ser un accionar con tintes de criminalidad, a pesar de que objetivo resultante fue un mayor control de la ciudad.

Madara mismo, luego del deceso de Neji Hyūga —digno sucesor de su clan—, había sido quien mandó como autoridad a buscar por el supuesto asesino que había apuntado con su arma contra el joven noble. La caza por supuesto había sido infructuosa, ésto porque no había sido realmente necesario dar con el transgresor —posiblemente un miembro de ANBU, Minato no sabría decirlo— ya que poco después de los toques de queda y la presencia más fuerte de militares como promesa de mayor seguridad en la capital, entre las mentes de los mismos habitantes de Konoha el acontecimiento no había resonado con gran ímpetu, además que desde luego el Palacio no actuaría internamente a favor del nombre de alguien señalado como un posible traidor o aliado de éstos.

Neji Hyūga, por muy heredero sobresaliente que hubiese sido, había pertenecido a un clan cuya más reciente historia sólo les otorgaba que fuesen vistos por encima del hombro. Más allá de su luto y el comunicado público por parte del Palacio, su nombre al final había servido para los propósitos del Imperio.

Así, para Minato Namikaze no podría crearse ninguna clase de revuelta o corazones agitados dentro de la gran población por la muerte de un Hyūga, algo evidente hasta ahora luego de casi dos meses del noble Neji.

Era injusto, si lo pensaba desde una muy neutral perspectiva. Superficialmente todos en aquel clan eran perfectos y toda la historia previa a su desgracia también demostraba que contaban con valores y capacidades que llegaban a la excelencia. No había sido una vana suerte la compañía de Hiashi Hyūga al lado del Emperador por tanto tiempo antes de ser tachado de traición.

Sí, quizá Minato debió haber ordenado una investigación ante la muerte de Hiashi a pesar de los sentimientos que había tenido por éste; quizá el más reciente accionar de Madara había sido algo extremo; aún así no había espacio en la cabeza del Emperador para demostrar empatía ante recuerdos que le eran dolorosos. Hiashi había afirmado no haber cometido tan terrible orden al príncipe heredero, había jurado no haber enviado a Naruto al Bosque Oscuro y había intentado aclamar de rodillas que por largos años él le había servido fielmente a su Majestad. El hombre se había visto por momentos con una desfigurada expresión en su rostro ante la sorpresa de su señalamiento como traidor y todo lo que eso implicaba para su clan a partir de entonces, pero Madara le había susurrado al poderoso rubio acerca de evidentes incongruencias, de cómo alguien que se proclamaba tan fiel no había evitado una tragedia como esa que sacudió a todo el Imperio. De cómo, incluso aunque hubiese dicho la verdad, no había estado haciendo bien su trabajo.

Así, la gracia del Palacio y su apoyo en riqueza y reputación habían sido eliminados de esa historia centenaria del clan Hyūga.

Minato pensó ahora entonces que quizá la primogénita Hyūga estaba mejor allí dentro del Palacio que afuera con un clan que lo manejaba un anciano líder en decadencia.

Ella era un flor que resaltaba, lo suficiente para obviar, al menos dentro de íntimas labores con ella, que era hija de un traidor.

Además la joven ni nadie más podía señalar a su Majestad de ser un hombre que pronunciara ordénes tales como: «Esta es la ley del Emperador: ¡maten a todos en esa casa!» como castigo a alguien o ante la más mínima provocación; o un hombre que se hubiese atrevido a no temer a los cielos diciendo, mientras observaba con disgusto a otro, «Si es considerado un traidor, no se ocupen de su entierro y arrojen su cuerpo bajo el sol para calmar a cuervos y bestias».

No era realmente ese tipo de hombre cruel porque no había ordenado ninguna de esas cosas cuando había sentido la mayor traición de todas.

El padre de Hinata, Hiashi Hyūga, no había sido objeto de tales órdenes reales. Era posible entonces para Minato, luego de ocho días desde que la joven había pasado a ser su concubina, ser lo suficientemente egoísta para no ponderar en cualquier incordia o inoportuna consideración que le evitara tenerla desnuda bajo su cuerpo, incluso aunque haber ordenado que estuviera ahí con él era desde luego toda una contradicción: el éxtasis que obtenía de estar con una mujer, de entrar y salir de ella, o probar o morder su piel, algo que le ayudaba a vaciar su mente, a no recordar el desdichado hombre que era y el indiferente gobernante en el que podía admitir se había convertido, lo lograba ahora con el encantador cuerpo de alguien que tenía los mismos ojos que él había despreciado; y ella no había pataleado ni había rogado porque no fuese tocada, por el contrario le había facilitado llegar su satisfacción cada noche, y él parecía aún no tener suficiente de ella, no aburrirse de ella, especialmente cuando a través de su comportamiento, suave voz y maneras le recordaba lo dulce que podían ser las personas.

Sin embargo, Minato había resuelto ya hace días que ella no se convertiría en alguien en especial. Ninguna lo había sido. Sí, era una Hyūga, pero tal y como siempre habían sido las mujeres de ese clan era superficialmente perfecta, y en cama era lo idónea para ofrecerle lo que él buscaba como amante.

De tal forma, antes de ingresar al salón donde era esperado para firmar papeles que requerían de su autorización y escuchar largas propuestas de cercanos funcionarios de la Corte, el Emperador Minado decidió por tomarse un descanso de la atractiva joven con la que había estado compartiendo su dormitorio todas esas noches.

Quizá simplemente un respiro de esos opacos ojos.

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Cuando la tarde pasó Hinata aún no había sido requerida a llevar su presencia ante el Emperador.

Ella había esperado ansiosa durante todo el día, desde que había abierto sus claros ojos. Ese día Sasuke había prometido ir por ella, visitarla, y ese día Hinata había implorado internamente porque si alguna dama de compañía venía a guiarla nuevamente hasta los aposentos del Emperador, le creyese que estaba indispuesta y que no se trataba de una mentira, tampoco que fuese remitida para ser valorada por la opinión de un médico de la Corte.

Hinata no podría estar segura de que aparentar estar enferma realmente la apartara por ese día de sus íntimas labores con el Emperador. Éste era, después de todo, el hombre que dirigía su vida dentro de los muros del Palacio, y quizá enferma o no pediría por su compañía aunque los apartara un separador entre ellos.

La suerte, no obstante, parecía congraciarse con ella.

Cuando cayó la noche, cuando en el cielo oscuro la luna no era visible reflejando nada de luz hacia la pequeña ventana de su dormitorio, el Emperador no la había llamado.

El hecho había logrado que sonriera por largo tiempo, dejándole en claro lo mucho que prefería la sola esperanza de volver a ver a Sasuke que el placer que había recibido de Minato Namikaze. Ese poco de auto condescendencia le servía también para mitigar en algo la culpa que quería crepitar fuera de su mente.

Ya había pasado más días en lujuriosa compañía con otro hombre que los que había pasado en parecidas circunstancias con su esposo, incluso aunque por norma tuviese que considerar al Emperador por encima de la unión clandestina que tenía con Sasuke.

Hinata, aún esperando, sacudió su cabeza ligeramente, apartando de ella el reconocimiento de ser infiel según sus obvios principios morales. Valoraba el lazo que tenía con Sasuke, tan real luego de esa primera noche en que las palabras de un sacerdote habían sido pronunciada y luego de su primera vez con él. Saberse su esposa casi que era una conexión con el exterior del Palacio más fuerte que reconocerse como la primogénita de un clan, y ahora había llegado a un punto en el que al menos ya no sentía culpa de haberlo elegido a él, de haberlo obligado a contraer nupcias con ella.

Así, sólo quería seguir esa noche esperando, incluso aunque eso significara pasar de largo sin dormir y recibir el sol de la mañana siguiente en decepción. Ciertamente tampoco quería sentir otra culpa crepitando en ella, la de que aunque hubiese pasado relativamente poco tiempo —ocho días— no había ejecutado nada de lo que se suponía debía hacer como extendida ayuda al grupo que buscaba por la derroca del Emperador y su mano derecha.

De hecho, si se dispusiera por fin a reflexionar más en ello, Hinata no podría admitir si su falta de acción era hasta ahora porque inconscientemente estaba saboteando tal propósito o sólo se trataba de una simple cuestión de tiempo, de esperar a que una real oportunidad ocurriese y aprovechar un resquicio de libertad lejos de la cama del Emperador, del hombre que estaba en lo más alto de toda una cadena de mando que había resultado en un hombre asesinando a su primo, ¿cierto? No directamente, lo sabía ella, quizá nunca había dado esa orden y quizá Hinata era aún demasiado blanda para imaginar o querer ver la rubia cabeza de su Majestad rodando por el suelo.

Inevitable entonces cada última palabra que Sasuke le había dicho fue recordada, sacándola de su silenciosa espera nocturna. Recordaba el cómo le había hablado de hacer más que estar pendiente de libros o relicarios, de rumores y de noticias; de crear desacuerdos, incluso una división entre el Emperador y la mano derecha de éste, todo a través de ella convertirse en algo que pudiese atesorar su Majestad. No obstante, había pasado muy poco tiempo para lograr algo como eso, y Hinata no brillaba más allá que ser simplemente la nueva mujer que retozaba sobre o bajo el cuerpo del Emperador.

Quizá sólo se necesitaba tiempo, tanto para cometer aquellos pequeños actos de traición que podrían valer mucho afuera del Palacio, como aquellas instrucciones de Sasuke.

Por ahora, sin embargo, Hinata simplemente esperó por él.

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La corta información dada por Shikamaru el día anterior había sido más que suficiente para Sasuke.

«Su dormitorio está en el salón cerca a los jardines de jazmines... Sólo trata de no perderte.»

Sasuke sonrió un poco, la última línea claramente había sido una escueta broma por parte del noble Nara; Sasuke, por mucha incredulidad que aún les resultaba a algunos hombres mayores su conocimiento sobre pasillos y rincones del Palacio, tenían en su memoria cada recoveco intacto, con muy poco cambios ahora que había vuelto a poner un pie dentro después de tantos años. No se perdería, guiado por sus recuerdos y demás información recolectada en su cabeza, sabía cuántos rincones, escaleras y paredes superar hasta llegar a la misma distancia desde la pequeña compuerta de la cocina de los sirvientes por la que había ingresado hasta los jardines de jazmines que había aludido Shikamaru.

La oscuridad quizá había sido el desafío más grande aunque su mayor aliado a la vez, y en ningún momento Sasuke se detuvo para reconsiderar sus acciones, incluso aunque sus expectativas pudiesen arruinararse al llegar a su destino y encontrara sólo un dormitorio vacío. Aún así estaba preparado para eso, para esperar todo un día hasta que Hinata volviese a su rincón o idease una forma de dejarle en claro sólo para el conocimiento de ella que sí había estado allí.

De tal forma Sasuke cumplió su promesa, escabulléndose tal cual niño a través de túneles y resquicios que bien conocía del Palacio, logrando llegar hasta donde la mujer que tenía el título de ser su esposa residía. No obstante la última distancia que podría estar separándolos, un largo pasillo en medio de ventanas y cuadros, era lo último a superar entre la oscura abertura en la pared en la que estaba Sasuke y la habitación que debía servir de dormitorio para Hinata.

Dicho dormitorio no contaba con una conexión hacia pasillos secretos, o al menos Sasuke aún no sabía ni podía afirmar si era así, pero con el corazón sonoramente palpitando el joven Uchiha atravesó el pasillo, por primera vez pisando fina madera esa noche y exponiéndose quizá más de lo debería. Aún así, justo por esa noche su sombra no era fácilmente advertida, la luna casi que siendo su cómplice.

No habían guardias ni jóvenes mujeres fuera de la habitación, probablemente porque su turno había acabado hace horas atrás dejando a una Hinata durmiendo o un espacio vacío si acaso ella estaba con el Emperador. Regresarían, sin duda, temprano al siguiente día, tal y como dictase su trabajo, pero por ahora sólo era una noche oscura en el Palacio, Hinata lejos de ser considerada una amenaza a la cual vigilar también durante horas de sueño.

Así, cuando Sasuke deslizó la puerta se detuvo por un instante. Ella estaba ahí, esperándolo, su bonito rostro batallando contra el sueño pero iluminándose tan pronto puso sus claros ojos en los oscuros de él.

Ninguno dijo algo por el momento y a pesar de la cálida imagen que daba la expresión de ella, Sasuke no pudo evitar volver a pensar, tal y como había sido en su primer noche juntos, que no se merecía estar en donde se encontraba ahora, lo sabía muy bien. Pesados sentimientos se apoderaron de él, la imagen de la espalda de un muy joven Naruto apartándose de él resurgió como una memoria llena de culpabilidad.

Sasuke esa vez ni los siguientes días que pasaron después de que el príncipe se había acercado más al Bosque Oscuro, se lo había comentado a alguien, que probablemente había sido él la última persona en ver al rubio. Sabía, desde luego, incluso ahora, que era improbable que algún tipo de conversación hubiese ocurrido entre el padre de Hinata y el joven rubio en ese entonces, algo que hubiese servido de motivación para que Naruto hubiese hecho la decisión de tener una juvenil aventura en dirección de tal lugar. Sólo debió haber sido la enérgica mente de Naruto, la convicción de conocer todo sobre su Imperio, no el señalamiento de un adulto sobre lo que podría encontrar allí.

Así también, Sasuke en ese tiempo no habría podido saber el desespero en que el Palacio había entrado tan pronto en una primera noche Naruto no había regresado a ellos, ni los señalamientos y murmullos a posibles culpables que partieron de ahí, la dinámicas de poder revolotéando como un avispero buscando a otros caer o queriendo sobrevivir.

Había sido días después, luego de confesarlo a su hermano Itachi, que Sasuke entendió la gravedad del asunto y que Naruto Namikaze, príncipe a heredar la posición del Emperador, no había regresado. Luego de eso y con total discreción, la familia Uchiha se encargó de su testimonio, de manejar la información que entregaba un adolescente de su clan acorde a una solicitada reunión urgente entre sus más importantes cabezas, y de esa forma Madara Uchiha fue el encargado de llegar al Palacio y señalar al Bosque Oscuro como punto de interés para todos. Hasta ahora, Sasuke aún no sabía lo que la ingeniosa mente de Madara había comunicado al Emperador, pero el hombre se había internado en tal lugar y había regresado con una cabeza y reclamado más poder, y ninguna culpabilidad recayó en un miembro del clan Uchiha.

Así, quizá si Sasuke simplemente hubiese abierto su boca el mismo día en que Naruto le había dado la espalda, el nombre de Hiashi Hyūga no estaría atado al de la traición.

Y algún día debía decírselo a Hinata, ¿no era cierto? Y recibir de ella algo de odio, por mucho que los razonamientos de alguien como Shikamaru Nara, el único a quien Sasuke se lo había comentado, hicieran más peso por el lado de haber sido una suma de circunstancias que partieron de la ignorancia e inocencia de dos jóvenes.

Pero ahora Sasuke no sabía cómo alejarse de ella y Hinata se levantó de su lugar en el piso, acercándose a él mientras que en total quietud él volvió a cerrar la entrada del dormitorio. No había nadie con ella, ni compartía espacio con alguien más. Sólo era Hinata esperándolo y reduciéndose a cero la baja posibilidad de tener que enfrentarse a alguien o usar una daga.

Ella entonces se puso sobre las puntas de sus pies tan pronto cortó la distancia entre ellos, buscando por un beso que Sasuke de inmediato correspondió. Él quería susurrarle cosas, quizá secretos que aún no podía decirle y prometerle desde ya que a la siguiente luna brillante regresaría. Antes de venir había afirmado consigo mismo no mencionarle nada de las últimas palabras que le había dicho, ni le preguntaría si ya tenía conveniente información sobre el Emperador, Madara o cualquier otra figura importante de la Corte. Desde luego no le haría mención de amargos recuerdos. Sasuke no quería nada de eso ahora, no era su propósito, había dejado incluso a salvo en casa el relicario que Shikamaru le había hecho entrega.

Hinata fue la primera en apartarse del beso y susurrar.

—Estoy tan feliz que estés aquí, Sasuke —dijo en su voz suave y observádolo a través de la casi extinta luz de una vela que ella había puesto en todo el centro de la habitación. Sasuke sólo asintió levemente, acariciando una de las mejillas de ella, en silencio porque ahora que la tenía de nuevo frente a él más sentimientos querían apoderarse de él y quizá incluso terminara preguntándole sobre cada una de las cosas que Minato Namikaze había hecho en el cuerpo de ella—. Estuve esperando todo el día.

La besó de nuevo, un lento gesto transmitiéndole cuánto le agradaba escucharla decir eso. Así, cuando el segundo beso acabó Hinata soltó un leve suspiro y tomando la mano de él que se encontraba aún en su mejilla, intentó guiarlo hacia la cama de ella; por tanto Hinata giró sobre sus talones, halando de la mano de Sasuke, no obstante apenas dio dos pasos él la detuvo, soltándose de su agarre y por el contrario llevando ambas de sus manos a los hombros de ella. Sin poder ella cuestionar nada, fue presionada contra la superficie de una pared, Sasuke manteniéndola allí con su propio peso.

Sasuke no quería pensar.

Las manos de él entonces se deslizaron a cada lado de ella, sobre las largas mangas de su vestido de dormir y por sobre cada lado de su cintura y caderas, cada vez más ansiosas ante cada segundo que pasaba, Hinata ahogando un pequeño grito sorprendido cuando su esposo se apropió de su trasero y enterró sus dedos a cado lado de sus generosos glúteos.

Ambos sintieron un escalofrío correr desenfrenado a lo largo de su columna, sus cuerpos correspondiendo el posesivo llamado que la sola cercanía con el otro hacía.

—Por favor, Sasuke… —rogó ella no muy segura de qué. ¿Detenerse antes de obligarla a hacer un ruido que levantara sospechas en alguien cerca? ¿Ayudarla a quitarse sus ropas? ¿Entrar en ella fuese ahí presionada contra una dura superficie o sobre la suavidad de la cama a pocos metros?

—No sabes cuánto te he extrañado —gruñó Sasuke y deslizó sus manos hacia arriba de nuevo a las atractivas caderas de ella, arrugando entre sus manos la tela de su vestido, llevando entonces sus manos hacia el estómago de ella. Los labios de Sasuke luego rozaron con delicadeza su hombro por encima de la suave tela, logrando de ella una exhalación.

Iba a quitarle el vestido, era seguro, incluso ante la ira que podría provocarle ver posibles marcas de otro hombre en ella.

Así, los dedos de Sasuke se arrastraron por la piel desnuda bajo la falda, cada uno de sus toques dejando huellas ardientes en el camino. Quiso morder su hombro pero sería mucho riesgo para ella dejar una marca que el Emperador o incluso alguien que le sirviera a Hinata notara más adelante. Estar él ahí no debía implicar un peligro para ella, y lo que ya estaban haciendo era bastante atrevido.

Con eso en mente se inclinó más hacia adelante, presionando sus cuerpos juntos. Bajo la tela, desde el estómago de ella hasta la piel de sus senos Sasuke deslizó hacia arriba sus hábiles dedos, el hecho haciendo que ambos soltaran casi en silencio un gemido. La sensación de volver a apoderarse de aquello senos llevó a Sasuke a reaccionar con gran codicia por ella, encantándole sentir un sinuoso movimiento de caderas por parte de ella contra él inmediatamente cuando Sasuke apretó sus manos en la generosa piel que ahora agarraba, oprimiendo en sus palmas los duros pezones de ella.

La frente de Hinata entonces se pegó contra la pared y la cabeza de Sasuke cayó sobre el hombro de su esposa; una maldición casi silenciosa había sido soltada por parte de él en su siguiente exhalación.

—Silencio —dijo ella pero Sasuke entendió que era una broma, una pequeña diversión como nunca le había escuchado; ella misma estaba ahogando los ruidos que provenían de lo más profundo de su garganta, ambos estaban en igual responsabilidad de hacer silencio.

Sasuke no respondió, sólo se limitó a chasquear levemente la lengua y la presionó aún más fuerte, ofreciéndole a ella poco espacio para seguir moviendo sus caderas. Hinata contempló entonces seriamente si rogarle porque la llevara a la cama, pedirle porque le arrancase por fin del todo su vestido de noche; no obstante quizá él no quería realmente eso. ¿Qué hombre quisiera estar con una mujer que probablemente había abierto las piernas horas antes? ¿O todos los días anteriores a su visita? Así, Hinata sin poder evitarlo tomó una temblorosa inhalación, no obstante decidió ahogar la siguiente y movió una mano al punto donde sus cuerpos estaban más en contacto, así incluso a través de la ropa. Rozó la muy probablemente dolorosa erección de él ganando un siseó ahora justo a la altura de su oreja.

En poco tiempo, totalmente desnuda aún contra la pared y una mano de él sobre su boca, Hinata sentía cada embestida de Sasuke mientras entraba y salía de ella, su interior acogiéndolo como si no hubiesen pasado los días.

Hinata arqueó la espalda cuando una ola de placer recorrió su cuerpo y sus claros ojos se llenaron de lágrimas. No podían jadear como otros días habían hecho debido al placer, pero las sensaciones eran igual de electrizantes.

—¿Puedo venirme dentro? —preguntó él gutural, la mano en la cadera de ella quizá no lo suficientemente fuerte como él quería y sus vaivenes contra ella quizá más simples a como habían sido cuando ella había sido sólo de él, sin embargo arremeter con más vigor podría generar húmedos y secos ruidos bastante comprometedores o sonoros. Pero, aún así, se sentía envuelto por el calor, el sudor, la perfecta piel de ella y un millón de otras cosas que mantenían su mente sentirse en el cielo.

Hinata por su lado pareció no entender de inmediato lo que le preguntaba, su cabeza nublada dejando pasar valiosos segundos antes de que ambos llegaran a su orgasmo. Sasuke repitió la pregunta entonces, llevando la mano que tenía sobre la boca de Hinata a agarrar un mechón de su cabello para intentar hacer girar su cabeza y que le observara.

La locura volvió a despertar, la misma que era demasiado y le aclamaba a Sasuke y a ella recibir todo lo que le ofrecía el otro, hacer de Hinata sólo de él y a Hinata pedir que nunca más mirase a otra mujer.

—S-sí —por fin respondió ella, casi sin que realmente pudiese haberla escuchado.

Podía acabar en ella por esta vez, pintar su interior e imaginarse que así la hacía completamente suya. Cumplir con su labor de esposo y dejarle un niño con el mismo cabello de él y los ojos de ella. No obstante no era lo que sucedería, la medicina que recibía del médico personal del Emperador era lo suficiente para evitar un embarazo, por muchas veces que el Emperador se hubiese venido dentro de ella o Sasuke lo hiciera ahora.

Aún así podía fantasear, adorar que por primera vez luego de alcanzar su orgasmo, lo seguiría sintiendo dentro, que Sasuke seguiría conectado a ella incluso después de calmar sus respiraciones.

Hinata entonces llevó una de sus manos al mismo pequeño nudo de nervios en su intimidad, aquella pequeña porción rosada que ante el tembloroso roce de ella la llevó de nuevo al abismo, y tuvo por tanto que morder sus labios entre sus dientes para no soltar un grito.

Sasuke se enterró luego más profundamente antes de correrse, silenciando un gemido casi lastimero y el nombre de ella entre sus dientes.

Así, sudorosa y habiendo estado con Sasuke, Hinata entonces entendió que las expertas caricias del hombre con quien había pasado los anteriores días no habían sido más que experiencias que a su cuerpo le habían agradado recibir, que su secreto de que lo que había sentido cada anterior noche había sido lo mejor que ella había sentido jamás no era algo exclusivo de ser la amante de Minato Namikaze, que rozar su particular nervio en medio de su entrepierna era infinitamente mejor con Sasuke pegado a ella.

Su corazón ahora no pudo calmarse pronto cuando imaginó a Sasuke sorbiendo también aquel especial punto de ella, dejándola a merced de él y cualquier toque de su lengua o labios en su parte más íntima.

No obstante por ahora no podían hacer más.

Con un último suspiro Sasuke salió de ella, la elevó entre sus brazos y caminó hasta ubicarla con delicadeza sobre la suavidad de su cama.

—¿T-te irás ya?

De él recibió una sonrisa ladeada y Hinata buscó por agarrar la mano de él.

—Estoy feliz también —decidió Sasuke responder omitiendo la pregunta de ella, haciendo referencia a las palabras con las que ella lo había recibido. Sasuke dio un entonces un corto beso en el dorso de la mano de ella.

—Trataré siempre de esperarte, tal como hoy —prometió ella aunque no fuese fácil asegurar algo como eso.

Sasuke no dijo nada ante eso, y sólo poco tiempo después de mantenerse ambos en silencio, se acercó lo suficientemente a ella para darle otro corto beso esta vez en su mejilla. Así volvió a decir algo más:

—Tengo que revisar algo —dijo él en otro murmuro, en la forma en la que al parecer se comunicarían de ahora en adelante cada vez que se viesen, no obstante Sasuke no se apartó de su lado de inmediato, se quedó vigilando los claros ojos de su esposa que cada vez se hacían más pesados con tan sólo verlo.

El ultimo murmullo que escuchó Hinata de Sasuke fue su petición de que no se olvidara de él y la promesa de que regresaría de nuevo.

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Muchas gracias por llegar hasta aquí!