Que tal, queridos lectores. Aquí trainer reportándose con una nueva historia la cual he venido pensando desde hace mucho :3.
Realmente esperó que les guste.
Enjoy :D
Apocalipsis
Capítulo 1: El día cero.
Para Clamsy, la liga pokémon se había vuelto un trabajo que no le traía la misma diversión que cuando era joven. Su primer combate como campeona fue de lo más emocionante en su momento, recordaba lo épico que era enfrentarse a diferentes tipos de entrenadores que buscaban arrebatarle el título de campeona de Kanto, y las múltiples veces que tuvo que leer las mentes de sus rivales para poder asegurar una victoria. Sin embargo, luego de diez años recibiendo retadores, Clamsy ya veía las finales como un mero trámite del que no esperaba demasiado más que la paga por parte del comité.
Su habilidad de poder leer la mente de los entrenadores hizo que su pasión por los combates desapareciera, por lo que, cuando un retador lograba llegar a ella, solo tenía que fingir una sonrisa de emoción, derrotar al afortunado que haya sobrevivido al alto mando y dar un mensaje emotivo para que más gente llegara en la siguiente edición.
—Fue un buen combate, pero debes entrenar mejor a tus pokémon —dijo con una sonrisa fingida al aspirante que había caído frente al poder de su Porygon-Z.
El protocolo no cambiaba en lo más mínimo, incluso se le había regañado al notar que repetía la misma frase una y otra vez. Al parecer, al comité de la liga solo le importaba que su evidente apatía no fuera tan visible.
Luego de las fotos, las felicitaciones y las entrevistas del magno evento, Clamsy fue a descansar a su oficina dentro de la Meseta Añil. Se sirvió un poco de vodka y miró con curiosidad su teléfono, como si buscase un mensaje que no había llegado.
—¿Ya estás tomando de nuevo? —dijo un chico entrando a la oficina.
—Sabes que es lo único que me baja el estrés.
El comité de la liga también le había prohibido beber alcohol en su oficina, pero la campeona tenía sus métodos para meter bebidas sin que nadie lo supiera. Nadie, salvo Topaz, su compañero y miembro de la Elite Cuatro.
Además, no es como si no le hicieran un favor al despedirla como campeona, en este punto ya no le importaba nada más que el mensaje que buscaba con desesperación en su teléfono. Sin embargo, el comité no se atrevería a destituir a una campeona, jamás lo habían hecho, aunque lo desearan.
—Sabes, hay una nueva facultad en el Frente de Batalla de Johto, podrías intentar superarla.
—Sabes que no me dejan participar mucho en esas competiciones, nada de combates fuera de la liga. Ustedes no tienen esa cláusula en su contrato —la chica hizo una pausa y agarró con fuerza su teléfono—. Ya mándame un mensaje, maldita sea.
—¿Lipsi no te contesta?
—Más bien no me habla, se supone que esta noche tendríamos una linda cita, pero la nerd está en su laboratorio espacial, o como quiera que se llame.
—Laboratorio de Viajes Interdimensionales —corrigió Topaz—. Seguramente está investigando algún nuevo objeto, no tardará en llamar.
A Clamsy no le importaba el trabajo de su novia, ahora prometida, le importaba que no le hubiese marcado como lo había prometido. Ya era la tercera vez que la investigadora le había prometido llevarla a una cita linda por Hoenn, pero la noche se acercaba y ni siquiera se habia conectado a su aplicación de mensajería.
Clamsy dio otro shot de vodka mientras arrojaba el teléfono al piso, Topaz intentó tranquilizar a su amiga, pero este solo recibió gritos y reclamos. El trabajo de Lipsi era muy importante, pero no podía ser más importante que su amor, amor que se veía interrumpido cada que la investigadora daba con un universo nuevo.
—¿No crees que tal vez exageras un poco? No creo que ella te deje de amar o algo así, es solo que su trabajo…
—Oye, yo soy campeona de esta maldita región, todos los días me la paso en entrevistas y publicidad de mil cosas, y aun así tengo el tiempo para enviarle un mensaje, ¿y ella no puede?
—Bueno, sí, pero…
—Yo renuncié a ser esclava de mi trabajo hace mucho tiempo, pero ella no, solo está hablando de universos, organizaciones y no sé qué tantas cosas —reclamó, tomando más vodka—. ¿Acaso no puede tomarse unos minutos y contestar mis mensajes? He leído su mente miles de veces, y solo piensa en las estúpidas cosas que encuentra es su puto trabajo.
Topaz no supo que contestarle a su amiga. Él también era amigo de Lipsi y sabía que no tenía la misma responsabilidad afectiva que Clamsy. Pero, el estar trabajando en el mayor descubrimiento de la humanidad le hacía sentir que ella podía tener un pase para ser un poco desobligada. Siendo hijo de una científica y un psicólogo, el chico no estaba seguro de en qué lugar posicionarse de todo.
Luego de que la luna se posó en el horizonte, Clamsy se levantó con enojo y se dispuso a ir con Lipsi. Topaz intentó negociar con ella para que mejor se fuera a su casa, había tomado demasiado y se le notaba en su caminar. Sin embargo, la chica solo bufó y se paró frente a él.
—No tienes las agallas suficientes para detenerme, nadie puede —dijo, con enojo— Estúpidos debiluchos, tú, Lipsi y toda la maldita liga, ya déjenme en paz.
Topaz no pudo evitar sentirse mal al escuchar aquellas palabras, pero no era tristeza, era más bien rabia al sentir cómo quería apoyar a su amiga y esta le despreciaba. Sin embargo, no podía permitirse el dejarla sola en un taxi o que tomara su auto, y como no tenía pokémon voladores, le pidió a su Talonflame que la llevara con Lipsi.
Clamsy aceptó la oferta, alejándose de su amigo mientras le gritaba y maldecía por ser débil. Topaz solo pudo apretar sus puños y alejarse, preguntándose si realmente seguía valiendo la pena seguir con una amistad como esa.
[…]
La doctora Lipsi Berlitz revolucionó el campo de la astrofísica al demostrar de manera práctica no solo la existencia del multiverso, sino también en ser la primera humana en desarrollar la tecnología para transportar materia viva y muerta entre universos. Se le denominó la mujer la inteligente que jamás haya existido en el planeta.
Sin embargo, la chica no estaba interesada en los títulos, le interesaba más el descubrir más sobre los múltiples universos a los que podía viajar. Aunque seguía un protocolo estricto para poder viajar entre ellos, se divertía como niña cada vez que le exploraba e investigaba sobre el folklore y la cultura de las diferentes tierras. Ya había visitado 98 planetas, y había vuelto de su viaje número 99, del cual se trajo algunos objetos.
Luego de esterilizar los objetos y de despedirse de sus compañeros investigadores, la doctora se sentó en su escritorio y comenzó a escribir en su computadora los hallazgos de su última expedición. Había recolectado tanta información que no se detuvo ni un momento mientras escribía en su próximo libro.
Sin embargo, antes de terminar, la llamada de un agente de seguridad la interrumpió. Se trataba de Clamsy, la cual estaba a las afueras del laboratorio y exigía entrar, amenazando a todos los guardias. Lipsi salió de inmediato a calmar a su prometida, la cual ya había derrotado a tres guardias y estaba a punto de dejar fuera de combate a uno.
—Por amor a Arceus, Clamsy, ¿podrías calmarte? —reclamó Lipsi, saliendo del laboratorio.
—¿Cómo demonios quieres que me calme? No me has mandado un puto mensaje en toda la mañana.
El olor a alcohol de Clamsy hizo que Lipsi pusiera un rostro de desagrado, provocando un enojo en ambas. La doctora le recriminó que se hubiera vuelto a alcoholizar, que estuviera haciendo un escándalo siendo que ella era la campeona y debía poner el ejemplo; sin embargo, esto tuvo poco peso en la chica que solo le importaba una cosa.
—¿A la señora importante se le olvidó nuestro maldito compromiso?
—¿Te refieres a la cita? Por Arceus, Clamsy, sabes que estuve ocupada…
—Tres putas veces has estado ocupada, tres estúpidas veces has preferido tu estúpido trabajo antes que a la persona que más amas, me prometiste que cambiarías.
—Tú me prometiste que dejarías de beber, y ahora estás aquí, haciendo un espectáculo.
—Y aun así tu promesa rota es peor que esto.
La situación se puso más tensa, los reclamos comenzaron a aumentar hasta que los ojos de Clamsy comenzaron a emanar lágrimas. Por más que Lipsi buscara sentir empatía, el estar bajo los constantes gritos de su pareja solo le hacían querer devolverle los insultos que ambas se lanzaban. Sin embargo, la doctora tuvo que calmarse un minuto para intentar llegar a una solución.
—Mira, lo siento, sé que te prometí que saldríamos, pero en serio estuve trabajando en algo importante, te juro que esta vez valdrá la pena…
—¿Se te olvida que puedo leer tu mente? ¿Por qué demonios no tienes la valentía de decirme lo que piensas a los ojos? —dijo, acercándose a ella—. Mírame a los putos ojos y dime todo lo que tu mente piensa de mí.
Esos ojos azules, Lipsi no recordaba la última vez que había visto esos ojos sin expresar odio, rencor, y una profunda tristeza. La amaba, realmente la amaba con locura, pero estos eran los momentos en los que realmente la odiaba al mismo tiempo que la amaba. Al saber aquello, Clamsy simplemente rio.
—Ni siquiera eres capaz de decirlo.
—Clamsy, yo te amo, pero algunas veces…
—Púdrete —replicó la campeona.
Lipsi se quedó de una pieza, mientras que Clamsy caminó hasta donde estaba el Talonflame de su amigo para que la llevara a su departamento, lo había hecho tantas veces que se sabía el camino al derecho y al revés.
La doctora se quedó en silencio por unos segundos, mirando a su novia alejándose por el horizonte. Cuando el frío de la noche comenzó a sentirse en sus piernas, caminó en silencio hasta su oficina. Se sentó por unos segundos, clavando su mirada en su computadora y preguntándose una y otra vez la misma pregunta que Clamsy le hizo.
¿Realmente prefería su trabajo? ¿Por qué no pudo responderle fácilmente? Amaba pasar el rato con Clamsy, amaba abrazarla y jugar juntas en el departamento hasta que la noche llegara y se durmieran juntas. Sin embargo, también le odiaba cada que se ponía así. ¿Acaso era incapaz de comprender lo importante que era para ella su trabajo? ¿Era muy difícil pedir su apoyo?
Fue en ese momento, mirando su computadora, que una idea llegó a su cabeza. Ya había contemplado la idea en su cabeza por mucho tiempo, pero tal vez esta sería el mejor momento para hacerlo. Después de todo, si esto no funcionaba, no habría nada más que hacer.
Luego de tomar la decisión, Lipsi buscó las coordenadas del universo que necesitaba en su máquina.
[…]
Clamsy despertó en medio de su sala, el dolor de cabeza la mantuvo en el piso unos minutos hasta que tomó la fuerza suficiente para levantarse y lavarse. Había olvidado la última vez que durmió tranquilamente en su cama, tanto así que sus sabanas mantenían una pequeña capa de polvo.
Su Porygon-Z y su Tangrowth le ayudaron a preparar algo de comer. Aunque solo pusieran un poco de pizza en el horno, era comida suficiente para calmar el apetito de la campeona. Luego de cambiarse con sus ropas de siempre, y darles un poco de comida a sus pokémon, la chica procedió a desayunar.
El primer mordisco de pizza vino acompañado del incesante sonido de su teléfono. Decidió ignorarlo y seguir comiendo, hasta que el ruido le hartó lo suficiente para contestar de golpe. Al otro lado del teléfono le habló el presidente de la asociación pokémon, quien le pedía explicaciones sobre el alboroto de anoche.
Su memoria estaba un poco perdida, solo recordaba haber discutido con Lipsi, el sentimiento de decepción y coraje se sobreponían y le hacían ignorar los regaños y reclamos del presidente. Se limitó a decirle que le pediría a su asesor que preparara un discurso y ella lo diría en la tarde, pero que la dejara de molestar.
Su asesor le contactó después, enviándole un discurso qué tendría que decir en unas horas. La parte más tediosa de los discursos era tener que memorizar cada palabra y fingir arrepentimiento delante de las cámaras.
Los mensajes no pararon de llegar a su teléfono mientras ella memorizaba su discurso. De todos sus contactos, Lipsi y su padre eran quienes más les interesaban contactarla. A Lipsi no pensaba verla en un buen tiempo, y su padre había sido tan distante desde la muerte de su madre que Clamsy simplemente perdió el interés.
Clamsy no entendía por qué todo parecía ser tan aburrido. En qué momento dejó de disfrutar de las batallas, del tiempo en familia, de disfrutar estar con sus amigos. Lo único que le mantenía alegre eran las pocas veces que pasaba con su prometida, pero aquello ya era muy escaso.
Tal vez Lipsi ya no la amaba, su pasión por el trabajo la mantenía más entretenida que estar con ella, su investigación y su trabajo resultaba ser más importante que cualquier relación. Mientras ella se la pasaba alegremente investigando sobre otros universos, Clamsy debía estar en medio de voraces reporteros, fingiendo estar arrepentida y repitiendo un discurso que ni siquiera ella creía.
Cuando lo hacía leía las mentes de los reporteros. Antes solía sentir la admiración de los medios en cada pregunta, pero más recientemente sentía cómo todos ellos deseaban que dijera algo mal para tener una nota. Incluso en esta ocasión solo buscaban el más mínimo error para poder destrozarla en las noticias.
Si ellos querían una nota, ella les daría una nota. Esta vez las cosas no serían como siempre. No habría más discursos planeados, ni disculpas falsas. No le importaba su título, no le importaba manchar el prestigio de una institución que terminó odiando. Ella quería estar sola, quería salir de ahí.
—¿Saben qué? Estoy harta de fingir esto —dijo Clamsy, dejando sorprendido al director de la liga y a los medios—. Estas disculpas no son mías, las escribió un estúpido muchacho al cual le pagan una miseria para que la liga se vea bien. Estoy harta de fingir que estoy feliz de estar aquí, de campeona en una liga mediocre, con entrenadores mediocres y directivos estúpidos. Simplemente, me he cansado, y estoy harta de esperar que algún entrenador me derrote cuando todos son unas malditas basuras. Estos bastardos no me dejan renunciar a un manto que ya no me significa nada, y si con esto no me quitan este estúpido manto, entonces ustedes no deberían aspirar a esta mierda. Así que ahí tienen su nota, bestias insaciables. Váyanse al demonio.
Clamsy tiró la capa de campeona al piso, sacó a su Porygon-Z y desapareció del lugar, huyendo al único lugar donde no la podrían encontrar y dejando a todos los medios con hambre de más.
El volcán inactivo de Isla Canela proporcionaba un lugar tranquilo donde Clamsy podía descansar y relajarse de todo. Finalmente lo había hecho, se había deshecho de una liga a la cual seguramente la terminarían corriendo de manera definitiva. Ya no tendría que aparentar, ya no tendría que estar obligada a hacer algo que ya no disfrutaba, podía ser libre.
Tirando su teléfono al agua, Clamsy se recostó en la poca yerba que comenzaba a brotar y cerró sus ojos. La paz que sentía en aquel momento le hizo querer dormir. Respiró profundamente, sintiéndose libre por completo. La brisa marina y el viento golpeando su cara le arrullaban lo suficiente como para dejar su mente en blanco.
De un momento a otro pudo sentir que ya no se encontraba ahí. Estaba en medio de un campo de flores, corriendo alegremente hacía sus padres. El hombre rubio la sujetaba con fuerza y la cargaba en su hombro, mientras que una mujer de pelo castaño le hacía una corona de flores y la colocaba en su pelo.
—Eres muy hábil con las flores, mamá —dijo Clamsy, sintiéndose verdaderamente como una niña pequeña.
—Es natural, tu madre es buena con las manualidades —dijo su padre con una radiante sonrisa.
Clamsy podía sentir el calor que emanaban las sonrisas de sus padres, y cómo la abrazaban con fuerza. Su madre se acercó lentamente, y le dio un beso en la mejilla, para después susurrarle.
—Busca siempre ser feliz, Clamsy.
Luego de decir eso, la escena se desvaneció, oscureciéndose por completo y dejando a Clamsy confundida. De pronto, una voz le habló por detrás.
—¿Realmente crees que mereces la libertad?
Al voltear pudo ver a Lipsi, sobresaliendo de las sombras y dejando sin palabras a Clamsy.
—¿Piensas que alguien como tú merece la libertad? ¿Merece ser feliz?
—Lipsi, ¿por qué me dices…?
Al intentar acercarse, Lipsi se alejó de manera precipitada. Clamsy corría para intentar tomarle la mano, pero Lipsi se alejaba más y más.
—Una chica soberbia y egoísta como tú no merece eso, solo estás interesada en tu sentir, y nada más —la voz de Lipsi comenzaba a desvanecerse—. No mereces ser feliz, no mereces a nadie, y nunca lo harás.
Clamsy se despertó de golpe, agitada y sudando. La noche había llegado y ella se había quedado hasta tarde. Luego de recuperar la calma, la chica se levantó y miró al mar.
—Maldita sea, necesito hablar con ella —dijo, sacando a su Porygon-Z—. Debes llevarme cerca de su laboratorio, ya sabes cómo.
Sin embargo, antes que su pokémon le obedeciera, un gran resplandor apareció al norte. Una enorme luz blanca había aparecido en lo que debía ser Ciudad Azafrán. Para estar tan lejos, la luz podía apreciarse sin problemas, iluminando la mayoría del cielo nocturno.
Clamsy recordó que el color de aquella luz era similar al de los portales que Lipsi creaba en su laboratorio. Sin embargo, su tecnología jamás había sido usada fuera de su trabajo, y menos de aquella forma tan repentina. Algo no le sonaba bien, y el solo pensar que Lipsi estuviera en peligro le hizo asustarse, por lo que le pidió a su Porygon-Z que la teletransportarla de inmediato.
[…]
En pleno corazón de Ciudad Azafrán se alzaba una enorme grieta suspendida en el aire. Toda la gente se hizo presente alrededor de la inquietante grieta y la luz fría que emanaba de ella. Del otro lado de la grieta apenas era visible un extraño cielo nocturno.
La gente se preguntó qué era aquello, los más curiosos se acercaban a la grieta con incertidumbre, pero conforme más se acercaba el frío se volvía tan insoportable que congelaba la humedad en el aire. No tardó mucho tiempo para que la líder de gimnasio, Nancy, llegara al lugar y con la ayuda de la policía acordonara el área. La líder quería estar segura de qué cosa se estaban enfrentando antes de hacer un movimiento.
Clamsy llegó de repente. A pesar de la enorme grieta, la aparición de la campeona no fue percibida de buena manera por los ciudadanos, ni siquiera la líder de gimnasio se vio inmune al lanzarle una mirada de desprecio a la chica.
—Solo me faltaba lidiar contigo —admitió Nancy, cruzándose de hombros.
Clamsy la ignoró y se acercó a la grieta. La líder de gimnasio intentó detenerla, pero la campeona mantuvo paso firme y avanzó lo suficiente hasta sentir el enorme frío que emanaba.
—Este frío me recuerda demasiado al de Articuno —admitió, sacando a su Magmortar.
—Brillante deducción para la campeona más engreída del planeta —dijo con sarcasmo.
—¿Y a la líder más lista no se le ha ocurrido evacuar a esta gente o solo se quedará viendo esta cosa como estúpida?
Nancy se molestó lo suficiente como para buscar pelea de la campeona, sin embargo, la grieta comenzó a vibrar ligeramente, lanzando pequeñas ondas de frío ligero.
—Deben evacuar esta área —dijo Clamsy—. Sé que no les agrado, pero esto puede ser peligroso.
—Tiene razón, vuelvan a sus hogares, nosotros nos…
—¡Magmortar, Llamarada!
De la grieta emanó una potente y segadora luz blanca que cubrió por completo la ciudad y cegó a todos. En un segundo, Clamsy y Nancy sintieron cómo la temperatura bajó de golpe, provocando que el aire se congelara al instante en toda la ciudad. El ataque de Magmortar logró crear una pequeña cúpula que evitó el punto de congelación, sin embargo, no fue suficiente para frenarlo.
Cuando las chicas recuperaron la visión, toda la ciudad se había cubierto por una enorme capa nieve y cristales de hielo. Ellas solo estaban cubiertas por poca nieve, pero toda la gente a su alrededor se volvieron estatuas de hielo.
—¡Por Arceus! —gritó Nancy, asustada.
Las pupilas de Clamsy se contrajeron al ver a todas las personas congeladas por completo. Su cuerpo tembló, pero no era por el frío, era por los pasos que escuchó por detrás de ella.
De la grieta salió un pokémon blanco que tenía espadas por colmillos y cuyos pasos provocaban cristales de hielo. Le acompañaba una mujer de largos cabellos, armadura blanca y de sus ojos alcanzaba a sobresalir una extraña runa. La mujer avanzó unos metros e hizo aparecer un libro frente a ella.
—¿Quién rayos eres tú? —preguntó enojada Clamsy.
La mujer no habló, simplemente alzó la mano y su pokémon lanzó un Rayo Hielo a quemarropa. Sin embargo, el Armarouge de Nancy recibió el golpe directamente para proteger a la campeona. A pesar de ser tipo fuego, el frío que había en el ambiente no solo provocó que se congelara el brazo de Armarouge, sino que el de Magmortar se apagara por completo, debilitándolos en el proceso.
—Por amor de Arceus —dijo Nancy al ver a su pokémon debilitado—. Este frío es capaz de debilitar a los tipos fuego con solo estar presentes.
¿Qué clase de mujer era aquella? Cuando Clamsy intentó leer su mente, solo pudo escuchar un ruido blanco que le provocara un gran dolor de cabeza que le hizo caer al suelo. La mujer no pareció inmutarse al ver a Clamsy caer. Abrió su libro y buscó una página específica, luego extendió ambos brazos y habló.
—Regocijaos, que han sido escogidos para ser salvados, que los ecos de esta oración hagan eco en la tierra y el cielo, pues Diark los salvará —gritó la mujer en coro.
El ruido de su voz fue lo suficientemente fuerte como para hacer eco no solo en toda la región, sino que en todo el planeta, provocando un breve terremoto que sacudió la tierra, reventando las estatuas de hielo de los que alguna vez fueron los habitantes de Ciudad Azafrán.
Cuando la nieve se manchó de sangre congelada, Nancy lanzó un grito de miedo, mientras que Clamsy se quedó de piedra. El ver los cuerpos congelados le hizo paralizarse por completo, su ritmo cardiaco aumentó y un calor emanó del centro de su cuerpo hacia sus hombros.
No era la primera vez que veía morir a alguien, pero sí el ver despedazada de esa forma a la gente que hace escasos segundos la había mirado con odio. En esos momentos podría jurar que se había congelado como aquellas estatuas de hielo que se habían roto.
Cuando el dolor de cabeza se calmó, Clamsy pudo ver cómo Nancy intentó atacar a la mujer, pero su pokémon quedó debilitado al primer movimiento del legendario que había cruzado por el portal. En ese momento, Clamsy la tomó del hombro y la agitó.
—¡Tienes que ir por ayuda, llama a Lipsi! —gritó Clamsy.
—¿Pe-pero, no puedes...?
—Tú sabes que si te quedas a pelear aquí morirás, ve por ayuda ahora —dijo, temblando—. Yo pelearé con esta cosa, ve por ayuda. Lipsi sabrá que es esto.
Sin pensarlo mucho, Nancy aceptó y huyó junto a sus pokémon. La mujer no evitó su escape, solo se limitó a hojear su libro una vez más.
—No temáis, pues yo y mis hermanos os traemos la purificación de vuestro universo, celebrar con nosotros la llegada del salvador, del único dios.
Clamsy no sabía cómo reaccionar o qué decir. Sus manos se negaban a tomar una de sus pokéball y lanzarlas contra el enemigo. Jamás en su vida, ni siquiera cuando enfrentó al Team Raindow Rocket, se había sentido tan paralizada.
La mujer cerró su libro, y se acercó lentamente a Clamsy. La campeona solo adoptó una posición defensiva mientras buscaba el valor de tomar su pokéball.
—A-aléjate, soy la campe…
—Campeona original de Kanto, y campeona de esta tierra, Clamsy, hija de Blue y Pearl Jericó. Conocemos quién eres, sabemos qué es lo que deseas.
—¿Cómo demonios sabes mi nombre?
—Diark lo sabe todo, Diark lo ve todo y quiere ayudarte a ti, y a tu planeta. Acepta el regalo que Diark le hace a tu universo, acepta la paz que él te ofrece.
—¿Paz? Aca-acabas de matar a un montón de personas.
—Sacrificios en nombre de Diark, sus almas serán bendecidas por su divino acto.
Aquello fue lo que le dio el valor a Clamsy de tomar su pokéball y mandar a su Gholdengo al campo de combate. Si su enemiga veía a las personas como meros sacrificios, significaba que nada la detendría a seguir asesinando, y no podía permitirse dudar ante eso. La mujer solo se hizo a un lado, alzando la mano para que su pokémon atacara.
Clamsy conocía a este pokémon. Chien-Pao, un pokémon de la ruina. Sin embargo, este ejemplar era mucho más rápido, más resistente y muchísimo más fuerte. Uno solo de sus ataques de hielo fueron más que suficientes para derrotar de un golpe al pokémon de Clamsy.
Esto estaba lejos de ser una batalla ordinaria. No solo Chien-Pao atacaba con ferocidad a cada pokémon que Clamsy lanzaba al campo, sino que la mujer no tardó en sacar una espada y atacar de manera directa a Clamsy.
—¿Qué demonios te sucede? —preguntó Clamsy asustada.
—Todos aquellos que se opongan a Diark deberán ser purgados.
Esto no estaba bien. El intenso frío, el filo de la espada y el poder de su enemigo le imposibilitaban poder pensar con claridad sobre cómo salir de esta. Sus clases de lucha le sirvieron para evadir algunos golpes, pero la nieve y el hielo eran un estorbo que le dificultaba moverse, por lo que la espada logró realizarle cortes en brazos y piernas.
¿En qué clase de infierno se había metido? ¿Quién era esta tipa y por qué deseaba matarla? ¿Acaso este era su final? La pérdida de sangre comenzaba a volverse un problema cuando su vista comenzaba a nublarse y el sonido a su alrededor se volvía un chillido molesto.
La espada logró incrustarse en su hombro, haciéndola caer al suelo y lanzar un enorme grito de dolor. Porygon-Z era su último pokémon en el campo, intentó ayudarle cuando escuchó el grito de su entrenadora, pero Chien-Pao logró dañarlo gravemente con un simple Mordisco, dejándole casí debilitado.
La mujer retiró su espada y Clamsy sintió cómo su garganta se cerraba y el dolor le hacía recostarse en la nieve. Cuando pudo sentir su carne desgarrada, llegó a la inevitable conclusión de que la muerte la había reclamado. Aunque no podía moverse, la chica comenzó a llorar con fuerza y suplicar por su vida.
—No-no por favor, no, no quiero mo-rir.
Suplicó por piedad, las lágrimas se mezclaban con la sangre y sus sollozos se perdían mientras su enemigo alzaba su espada. Clamsy le rogaba a Arceus no morir. Al ver el filo de la espada dirigiéndose hacia ella, solo cerró los ojos y pidió por ayuda a Arceus, a su madre, e incluso a Lipsi. Lipsi debía ayudarla. ¿Dónde estaba ella? ¿Acaso la había dejado morir? De un momento a otro, todo se volvió negro.
[…]
La noticia del incidente se hizo eco rápidamente en todos los rincones del planeta. Los medios cubrieron al completo la noticia y todos los gobiernos tomaron acciones de inmediato para ayudar a Kanto.
Ciudad Azafrán no fue la única que quedó bajó la nieve. Toda la región de Kanto se vio azotada por un frío invernal en menos de un día. La región quedó repleta de estatuas de hielo de las personas que no alcanzaron a refugiarse. Los ciudadanos y pokémon que sobrevivieron se resguardaron en sus casas o comenzaron a emigrar a pie hacia Johto, pues todo transporte quedó inutilizado al estar congelado el combustible.
El gobierno de Kanto tuvo que trasladarse a Johto, pidiendo ayuda a la región hermana para brindar refugio a la gente. Las fuerzas armadas intentaron enfrentarse a la mujer que había aparecido, pero fueron aniquiladas en minutos. En solo dos días, Kanto había sido destruida por completo.
De la esfera de poder pokémon, la elite cuatro y solo cinco líderes de gimnasio habían sobrevivido, los cuales se alistaron para ayudar a la evacuación masiva de la región por tierra y por mar. De la campeona no se tuvo noticias hasta la madrugada del cuarto día. Una señal de radio del hospital del Bosque Verde alertó a Topaz. Ese hospital había sido evacuado desde el primer día, pero alguien decidió quedarse a cuidar de la que todos consideraban muerta.
Clamsy se despertó levemente en la cama de un hospital completamente oscuro. Su cabeza estaba demasiado mareada como para poder levantarse por completo, además de un profundo dolor en el hombro izquierdo que le hizo quejarse. Al hacerlo llamó la atención de una doctora un poco avejentada. La doctora le dio un vaso de agua y un poco de medicamento, mientras que el Rapidash que estaba al fondo de la habitación avivaba su llama para aumentar el calor de la habitación. Fue ahí que Clamsy pudo reconocer a su doctora.
—¿Ye-Yellow? —preguntó Clamsy al verla.
Yellow le dijo que se calmara, aún estaba demasiado débil y necesitaba un poco más de tiempo para recuperarse. Luego de darle un poco de comida, Clamsy se sintió lo suficientemente consiente para preguntarle qué había pasado. ¿Por qué no estaba muerta?
—Te encontré cerca de mi hogar, desangrándote y te traje al hospital. Tuviste mucha suerte.
Clamsy no entendió cómo había llegado hasta ese lugar. Su herida era lo suficientemente grave como para no aguantar viva el traslado hasta el hospital. La única forma de haberlo hecho era mediante la teletransportación de su Porygon, sin embargo, ni él ni ninguno de sus pokémon estaban con ella. Clamsy le exigió a Yellow que le dijera qué había pasado. La holder intentó ocultarle la verdad, pero al sentir el cosquilleo en su cerebro de cuando Clamsy lee tu mente decidió decirle la verdad.
Su equipo entero no eran más que estatuas de hielo en Ciudad Azafrán. Su equipo entero estaba en el centro de la destrucción de Kanto.
Su amado equipo. Aquellos que la habían acompañado desde niña, ahora flotaban en medio del enorme cristal de hielo de la ciudad. Clamsy se negó a creer en aquello. Sus amigos siempre estaban con ella, pero ya no más. Los gritos y reclamos contra Yellow, por no haber salvado a su equipo también, no pudieron ser contestados cuando Topaz llegó al hospital junto a miembros del ejército, listos para trasladarlas aún lugar seguro.
Topaz solo reafirmó lo que había ocurrido mientras se movían a Ciudad Iris. El enojo de Clamsy lentamente se convirtió en tristeza al contemplar la muerte de sus pokémon, de sus amigos. Topaz intentó consolarla, pero Clamsy se mantuvo llorando el resto del camino sobre los enormes Mamoswine que los movieron.
Al llegar a Johto, Topaz le contó sobre cómo Yellow decidió quedarse, sola, a cuidar de ella. Todos se marcharon en cuanto el frío llegó, pero la doctora, y madrina de Clamsy, decidió cuidarla hasta que se recuperara lo suficiente para poder evacuarla, momento en el cual usó la señal de emergencias.
Clamsy agradeció sin mucha emoción. Estaba demasiado enfocada en la muerte de sus pokémon como para darle palabras genuinas a Yellow. Aunque la mujer pareció entender a la campeona al momento de dejarla sola, Topaz no hizo lo mismo.
—¿Cómo demonios puedes ser tan mal agradecida? —reclamó con enojo— El puto mundo se está desmoronando y tú sigues siendo igual.
—No recuerdo haber pedido tus regaños —dijo Clamsy con desinterés—. Déjame en paz.
—Oh sí, claro —dijo con sarcasmo—. La gente da la vida por ti y no te importa, sigues siendo la misma mocosa egoísta que solo puede pensar en sí misma. Yellow pudo haber muerto, pero se arriesgó para no dejarte morir y ¿aun así le respondes de esa forma?
Clamsy no respondió, solo se quedó en silencio, mirando su reflejo en la ventana de su habitación.
—Escucha, sé que estás pasando por un mal momento, pero nadie de esta sala la está pasando bien, así que podrías dejar de ser una maldita perra por solo una vez.
Aquello le hizo girar su cabeza hacia su compañero. No era la primera vez que alguien le llamaba maldita, perra, estúpida o algún que otro insulto. Pero esa era la primera vez que su mejor amigo le decía aquello. De golpe se levantó y se paró frente a él.
—Es la primera vez que tienes los huevos para decirme así —dijo, con enojo—. Y sí, lo soy, soy una maldita perra engreída que no es capaz de agradecer el estar aquí. Perdí a mis compañeros, a mis únicos amigos realmente fieles en este mundo por esa cosa. Así que perdóname si no soy capaz de ser una estúpida perra feliz en este puto momento. Es más, ¿por qué no me dejaron morir junto a mi maldito equipo? Debieron dejarme ahí.
Topaz se quedó callado por unos segundos. Sin embargo, el tipo solo suspiró y la miro con más enojo.
—¿Ahora te harás la victima que más ha sufrido?
—Oh, sabes qué, púdrete —dijo con enojo—. ¡Vete a la mierda tú, Lipsi y todas y cada una de las personas de este puto planeta y ojalá esa cosa nos mate a todos!
Topaz no dijo nada, simplemente dio media vuelta y se fue de la habitación. Dejando a Clamsy completamente sola. No quería ver a nadie ni hablar con nadie. Solo deseaba estar sola y dormir. El alcohol no estaba disponible, por lo que dormir le permitía acallar a los sentidos por un tiempo.
Pero sus sueños no le mostraban nada, solo una pantalla negra entre la noche y el día. El resto de su rehabilitación pensaba en sus pokémon, en las aventuras que habia tenido y los retos afrontados. Todas esas historias, todos esos combates, todo se había ido para siempre. Entre lágrimas, Clamsy sintió que debió morir ahí. Tal vez ese debía ser su destino, morir sola, sin sus padres, sin sus pokémon, sin su prometida.
Luego de unos días, Topaz volvió a la habitación. Clamsy ni siquiera volteó a verlo. Ya se sentía mejor como para moverse, pero no deseaba levantarse de la cama aun cuando su amigo se acercó a ella.
—Clamsy, ha pasado algo, sobre Lipsi.
La campeona no respondió, seguía lo suficientemente hundida en sus pensamientos como para responder algo. Además, no tenía ganas de ver a aquella que no estuvo con ella y la dejó sola cuando se enfrentó a esa cosa. Sin embargo, Topaz continuó.
—¿Sabes si ella podría seguir en su laboratorio?
Eso era nuevo. Clamsy volteó a ver a su compañero con una ceja levantada. Se supone que ella debía ser la primera mujer que estaría al pie de cañón en esta crisis, pero según Topaz no se le había visto desde el día uno. En un principio se pensó que ella se encontraba ayudando al gobierno, o eso pensaba Topaz hasta que el propio gobierno pidió su paradero. El laboratorio se encontraba desconectado y sumergido en un gran bloque de hielo.
Topaz estaba planeando una expedición para investigar el laboratorio. Sin embargo, quería que Clamsy le acompañara a investigar. Aunque la mujer al principio se negó al no tener nada de equipo, el mal presentimiento que sintió le hizo aceptar. Después de todo ya podía valerse lo suficiente por ella misma.
[…]
En todo el camino, Topaz y Clamsy se quedaron completamente callados. No había mucho que decir cuando la campeona solo deseaba encontrarse con Lipsi. Pensó en varias posibilidades, la que más le hacía sentido era que ella había huido a otro universo.
Aquello no era una idea nueva. Luego de su primer viaje por el multiverso, Lipsi le contó a su novia sobre las diferentes oportunidades que ofrecía el viajar entre universos. Visitar una realidad mucho mejor que la suya era algo muy plausible.
En su mente podía imaginar a una Lipsi asustada al ver el hielo huyendo a otro universo. Puede que ella supiera qué era aquella cosa que llegó a Ciudad Azafrán. Una vez le habló sobre los peligros que aguardaban del otro lado. Por eso no había ido a verla o ayudarla.
"Todo lo bueno y todo malo ocurren al mismo tiempo" recordó Clamsy mientras el laboratorio se encontraba al fondo del camino de hielo. ¿Podría Lipsi ser tan cobarde para huir a otro universo? No había nada realmente que se lo impidiera. Después de todo ya no había nada ni nadie que la atara a este universo. O al menos eso pensaba Clamsy luego de recordar su última pelea.
¿Y si huyó por qué lo que vino es algo que nadie podrá detener? Fue en ese momento que recordó el nombre que repitió la mujer; Diark. Nunca había escuchado eso antes, ni Lipsi lo había mencionado. ¿Pero qué tal si ella si lo conocía? Y si en realidad Lipsi dio con una secta que le ofreció mayor conocimiento a cambio de vender su universo. La pequeña bastarda lo haría, pensaba Clamsy, viendo aquello la solución más viable luego de que el equipo de exploración lograran entrar al laboratorio.
Mientras Topaz y Clamsy investigaban en las ruinas del laboratorio, este decidió hablar.
—Oye, Clamsy, yo quisiera…
—¿Te parece que este es el mejor momento para finalmente hablar? —preguntó Clamsy, molesta de que interrumpieran sus pensamientos.
—Lo siento, solo no quiero que todo se ponga peor si…
—¿Cuándo nos enteremos de que Lipsi huyó? No me sorprendería —admitió Clamsy con enojo—. Ahora, solo busquemos su oficina y veamos a qué universo huyó, la muy estúpida.
Lipsi huyó. Lipsi debió huir. La única explicación de su desaparición era que ella hubiese escapado. En la mente de Clamsy esa era la única opción, y estaba dispuesta a seguirla para reclamarle el que la hubiese dejado sola. Topaz no dijo nada más, solo alumbró con su linterna hasta que encontraron la oficina.
Un olor que quemaba la nariz se hizo presente, por lo que Topaz se cubrió y le pidió a Clamsy que no entrara, pero ella le ignoró y alumbró la abandonada oficina. Conforme la luz se filtraba en la habitación se pudo apreciar los diferentes muebles tirados por todas partes, la mayoría de aparatos que Lipsi habia creado fueron robados y sus libros habían desaparecido.
Lo único que había en el escritorio de la científica era la sangre seca del cuerpo de una mujer cuya carne se había secado, dejando un caldo orgánico que provocó el vomitó de Topaz. Clamsy no vomitó, solo se quedó de piedra al ver cómo el cuerpo de su prometida, de aquella a la que le juraba amor eterno y cuya sonrisa le alegraba el alma, había sido atravesado por una gigantesca lanza de oro en lo que alguna vez fuera su corazón.
Luego de recomponerse, Topaz se acercó a su amiga.
—Clamsy, y-yo lo siento.
Clamsy no respondió, solo se acercó al cadáver para verificar que el collar que le habia dado seguía en su sitio, sujeto de la mano donde yacían dos boletos que invitaban a algún extraño lugar que Clamsy desconocía.
No, esto no podía ser. Lipsi debía haber escapado, debió huir como una cobarde, no morir como una. Esto no podía ser verdad, Clamsy debía estar soñando para ver el cuerpo que alguna vez besó, tocó y amó en aquel estado.
Lentamente las lágrimas comenzaron a salir, momento en el que Topaz se acercó a intentar consolar a Clamsy. La campeona lloraba incluso más fuerte que cuando perdió a su equipo. Esto se había convertido en la broma más cruel que le habían jugado. Clamsy intentó indagar en los pensamientos de Lipsi, pero solo encontraba silencio. Nadie respondía.
La chica siguió insistiendo en todo momento, pero no había respuesta, ni siquiera cuando el cuerpo de su amada fue envuelto para ser llevado, junto a todo lo demás que había sobrevivido en su laboratorio. Topaz se sentó un rato con ella, pero una llamada le hizo salir del laboratorio, dejándole sola.
—Si necesitas tiempo, podremos esperar un poco —dijo, alejándose.
Clamsy no respondió, se quedó viendo al vacío. Ya no había nada, ya no quedaba nadie. Se quedó completamente sola en el frío de aquella habitación que solo le recordaba todo lo que había perdido en tan poco tiempo. No había nada más que dos boletos en aquella habitación.
Los boletos que cargaba Lipsi antes de morir eran sobre una película en otro universo. Clamsy conocía la película, Lipsi alguna vez le había contado de ella y quedó fascinada al instante. Antes de ser asesinada por quién sabe qué cosa, ella planeaba llevarla a otro universo.
Luego de apretar los boletos con fuerza, la chica comenzó a caminar hacia la salida, donde el equipo la esperaba. Lipsi se había ido, su equipo pokémon había muerto, y su mejor amigo ahora la odiaba. El mundo se había acabado para ella. ¿Para qué serviría seguir luchando? ¿Qué sentido tenía seguir en un mundo enloquecido? Tal vez aquel era el momento de acabar con todo. O tal vez, ¿de volver a comenzar?
La decisión fue tomada cuando se acercó a Topaz y escuchó que había aparecido otra grieta. Otro demonio llegando a ese universo. Clamsy no estaba dispuesta a soportar más de esto. No se quedaría a ver qué más podría perder.
Usar el aparato teletransportador no fue complicado. Después de todo, Lipsi alguna vez le había explicado el cómo usarlo. Fue un momento repentino en el que Topaz ni se dio cuenta al momento que su amiga desapareció. Había huido, y cuando ella se fue, la lanza que había matado a Lipsi también se desvaneció.
[…]
El viaje entre universos no estaba del todo perfeccionado. Lipsi había logrado programar coordenadas especiales, después de todo cada universo tenía un rastro espacial específico. La científica solo necesitaba identificarlo y podría mapearlo para viajar.
El viaje no era instantáneo, tardaba algunos minutos en una cueva cósmica donde Clamsy tuvo tiempo de pensar lo que había hecho. No sabía qué podía esperar del otro lado. Si Lipsi tenía razón, tal vez encontraría un universo nuevo donde empezar de nuevo. Tal vez uno donde ella pueda conocer a otra versión de su amada de la cual enamorarse. Un futuro prometedor o un destino cruel podrían aguardar del otro lado, pero a Clamsy no le importaba. Solo quería despertar de aquel sueño.
El viaje terminó en una región completamente diferente. El Monte Corona le hizo localizarse rápidamente, pero había algo extraño en la arquitectura de las ciudades cercanas. Parecían verse mucho más antiguas. Al girarse pudo ver a una pareja de ropas rojas que la vieron aparecer de la nada. Al intentar leer sus mentes, solo pudo sentir su miedo. Intentó acercarse, pero estos huyeron gritando un nombre; Allium.
Aunque confundida, a Clamsy solo le interesó acercarse a la ciudad Puntaneva que se miraba a lo lejos. En su caminata, siguió pensando en Lipsi. Las imágenes de su muerte no podía dejar su cabeza, sustituyendo sus pensamientos sobre su equipo pokémon. Tal vez en este universo podría empezar de nuevo, tal vez encontraría una nueva Lipsi. Si era así entonces debía llegar a Alola en los próximos días.
Sin embargo, antes de poder llegar a la ciudad, dos pequeñas grietas se abrieron frente a ella. Ese color, ese blanco opacó le hizo recordar de inmediato lo que vivió en Ciudad Azafrán. No, otra vez no podía ser posible, ¿acaso esas cosas la estaban siguiendo? Cuando vio una figura humanoide acercarse, su decisión fue clara.
—Doctora Lipsi, es un placer volverla a… —dijo la mujer del otro lado.
Aquella mujer no esperó que Clamsy se abalanzara contra ella y la lanzara al suelo. Al tenerla en el suelo, la campeona no se contuvo y comenzó a atacarla en la cara, gritando. En ese momento dos hombres que estaban junto a la extraña tomaron a Clamsy y la separaron.
—¡Déjenme en paz, malditas escorias! —gritó con enojo— Déjenme ser feliz, déjenme volver a ver a mi amor, déjenme.
Mientras la castaña recuperaba el aliento y tocaba sus heridas, Clamsy se zarandeó para intentar liberarse.
—Si van a matarme, háganlo de una vez, malditas porquerías —reclamó.
—¿Cómo demonios lograste viajar? Solo la doctora Lipsi está autorizada para viajar entre universos.
—No te atrevas a mencionar su… —al girarse, Clamsy pudo ver bien de quién se trataba— ¿Mamá?
Con una mirada confusa, Blue pidió a los guardias que llevaran a la prisionera consigo. Clamsy intentó leer la mente de aquella mujer, pero no lograba entender nada de los pensamientos de esa mujer cuyo rostro era el de su madre. Antes de que pudieses decir algo más, uno de los guardias la noqueó de un solo golpe.
Una cosa más antes de que se vayan, les recuerdo que este fic tiene versión audiofic :000
Si quieren escucharlo, busquen el canal de "El aspirante a escritor" en Youtube y Spotify, ahí lo encontraran uwu.
Muchas gracias por leer :D
