El auto estaba, exageradamente, silencioso, con una tensión demasiado densa en la atmósfera que se generaba entre los 2 y no nos permitía respirar con gusto.
Mi hija mantenía su mirada, llena de enojo, en la ventana. Mientras la veía por el retrovisor, la ira en mí, crecía como llamas ardientes que simplemente querían ser expulsadas de mi ser, y me obligue a mí mismo, apretar con fuerza el volante en un intento de mantener la calma.
Negué con la cabeza mientras volvía a recordar aquella imagen con la que me encontré en la pequeña playa, y me generaba una furia incesante, difícil de calmar.
—¿Que hacías ahí? —Pregunté con firmeza mientras la observaba por el retrovisor.
—¿Tu qué crees? —Respondió a regañadientes, con desinterés y sin si quiera voltear a verme. Yo gruñí ante su comportamiento.
—Sabes que tu madre está muy preocupada por ti. ¿A qué hora pensabas volver?
—¡Agh, no lo sé! No es para tanto. —Dijo eso último casi a susurros.
Bluey consiguió colmarme la paciencia al punto de apretar con más fuerza el volante. Frené de inmediato, hacia un lado de la carretera, de manera tan abrupta que Bluey casi choca contra el asiento delantero.
—¡¿Que no es para tanto?! —Exclamé con rabia mientras volteaba a verla— ¡Bluey son las 11 de la noche! Tu madre y yo estábamos preocupados por ti, temíamos que Jean Luc te hubiera hecho daño o algo peor.
A Bluey no le gusto, para nada, mis palabras y se puso a la defensiva. Me devolvió esa misma mirada que yo tenía: una rabiosa que me daba a entender lo decepcionada y frustrada que estaba. Creo que, en ese punto, ella deseaba irse a casa caminando, o es lo que pienso.
—¡Corrección!, solo tú piensas eso. Jean Luc es un buen chico, no hizo nada malo.
Intente calmar los humos de mi cabeza que no paraban de emerger, y tener un buen panorama de la situación. Me tome unos segundos para pensarlo 2 veces y aceptar los sucesos.
—Es verdad...
La imagen de ellos 2 volvía a mi mente y yo la sentía como si fuera un horrible jarrón al que es difícil de mirar. Analice bien las cosas, mientras que Bluey recostaba su espalda en el espaldar del asiento, casi como si estuviera cantado victoria.
— Los dos, hicieron mal. —Dije mientras desviaba la mirada hacia las penumbras de la calle. Iluminadas por las tenues luces de los focos y la luna.
Los ojos de Bluey se abrieron como platos mientras apretaba los puños por la furia que le generaron mis palabras.
—¡¿QUE?! —Exclamo con cierta desconciertes.
—¿Que? —Le respondí con sarcasmo y una mueca— Hacerlo en medio de una playa no es apto para ustedes. —Dije mientras volvía a mi mente aquella imagen de mi hija y ese maldito labrador, besándose sobre la marea del mar.
—¡ESTABAMOS BESANDONOS! —Corrigió con furia.
El escucharla decir eso como si nada, fue el carbón necesario para que la furia dentro de mí se intensificará, al punto de querer poner en marcha el auto, ir hasta la casa del canadiense, y partirle los dientes hasta dejarlo sin hocico.
—¡ES MAS, YO LO LLEVÉ AHÍ! ¡YO FUI QUIEN LO AGARRO A BESOS!
—¡Y ES POR ESO QUE ESTAS CASTIGADA!
—¡PAPÁ!
Puse en marcha el auto, posando mis ojos rabiosos en las calles y terminando de una vez por todas la discusión. La ira iba aumentando a medida que avanzaba por las penumbras de las calles. El frío intentaba congelarme y, de alguna manera, bajar esa rabia que sentía por dentro, pero, ni ese clima gélido, lograba enfriar mi ardido cuerpo, que parecía estar trabajando con una flama intensan que no hacía nada más que expandirse, y siendo Jean Luc el carbón que lo mantenía vivo.
Incluso, el mero hecho de nombrarlo me enfada, ya que, vuelve a mí, la imagen de mi hija, recostada en el mar, y siendo besada por aquel muchacho que se encontraba inclinado sobre ella.
Bluey se limitó a apoyar su espalda en el asiento y cruzarse de brazos, mientras desviaba su mirada, nuevamente, hacia la ventana. Podía escucharla murmurar y gruñir, pero no podía entender lo que decía, como si tratar de ser sigilosa con sus palabras.
Los recuerdos de este sentimiento, se remontan en mis días más antiguos. Días en el que mis padres intentaban ser lo más estrictos posibles ante mi comportamiento, pero yo siempre respondía, ya sea con un berrinche, o, con palabras fuertes...
Al llegar a casa, Bluey no espero en bajarse del auto y cerrar, con mucha fuerza, la puerta, para después, irse con los puños apretados y una mirada fulminante, que a cualquiera que la viera pasar, lo haría estremecer.
—¡Controla esa rabia Bluey! —Ordene desde el auto.
—¡Lo mismo digo, papá! —Exclamo a la par que abría la puerta. Yo gruñí y, con mala gana, apagué el auto y me dirigí a casa. Bluey ni siquiera dudo en cerrarme la puerta frente a mis narices, ni si quiera pareció importarle si me golpeo con ella o no.
—¡BLUEY! —Exclamé. Forcejeé con la cerradura por unos segundos hasta poder abrirla y adentrarme a mi hogar. Al estar adentro, me encontré con Chilli, quien inspeccionaba a Bluey de pies a cabeza, identificando la arena entre su pelaje y el aroma salado que este desprendía.
—Por fin llegas querida. ¿Por qué no respondías mis mensajes? —Pregunto preocupada.
—Tranquila mamá, estoy bien, solo que no estuve pendiente del celular.
—Hay Bluey, fue lo primero que te pedí antes que salieras.
—Lo siento, lo olvidé, es que estuve muy distraída hoy.
Era obvio que Bluey no iba a contar lo sucedido con el labrador. Pero por algo estoy yo ¿No?
—Haciéndolo en medio de la playa.
—¡PAPÁ! —Exclamo con enojo y vergüenza, mientras mi esposa empezaba a juzgar a Bluey con su mirada, aunque, por dentro, estaba algo desconcertada. Volteó a ver a su madre, quien se encontraba desconcertada— ¡No es cierto! Solo nos besamos, es todo. —Aclaro Bluey, logrando cambiar el semblante de mi esposa.
Bluey siempre ha sido una chica espontánea, y creo saber de quién lo heredó, pues, a mi esposa se le escapó un "oooh" cariñoso por sus labios. Acción que a mí me desconcertó.
—¡Chilli! —Reclame.
—Si, lo siento. La emoción. —Volvió a retomar su seriedad.
Mientras nosotros nos encontrábamos discutiendo con Bluey, ninguno de nosotros notamos que orejas ajenas a las nuestras, escuchaban nuestra conversación.
—¿Besándose? —Pregunto Bingo desconcertada a lo que escuchaba. Tomó asiento en las escaleras, y se quedó perpleja, con la mano puesta en su pecho. Parecía que le habían dado en la misma herida, a la que todavía le costaba cicatrizar.
Me puse al frente, firme, y con una mirada desafiante, miré los ojos de mi hija, y dije.
—No quiero que te acerques a ese muchacho de nuevo.
—¡¿Que?! —Pude ver la preocupación reflejada a través de sus ojos, el dolor que sintió, como si se tratase de una punzada al corazón que la dejo sin aliento.
—¡Bandit! —Exclamo mi esposa, desaprobando por completo esa decisión, pero yo no la escuché.
—No puedes... —Bluey intento hablar. Pero yo no sé lo permití.
—No quiero verlo cerca de la casa, ni dentro de esta.
—¡Pero...!
—¡Y si te encuentro cerca de él en la secundaria, o en algún otro lado, considérate castigada!
No me detuve por nada del mundo, y hubiera continuado con el griterío, si no fuera por mi esposa, quien posó su mano en mi brazo y me lanzo esa mira, seria y juzgadora. Mirada que me dejo sin palabras.
—Bandit —Hablo Chilli con firmeza—, tienes que tranquilizarte, al igual tú Bluey.
—Díselo a papá. Él es quién está exagerando las cosas. —Respondió apuntando con el dedo.
—¡¿Que esperabas?! ¡¿Que les aplaudiera?! ¡Que les gritara "vivan los novios"! —Cuestionaba con dramatización.
—No, pero...
—Chilli, créeme, ese muchacho no es bueno. —Empecé— No lo conocemos por completo. Qué tal si es alguien agresivo.
Mis palabras parecían aumentar el enojo de Bluey, pues, ella apretó los puños mientras me mostraba aquellos colmillos en forma de amenaza. Como si de un animal salvaje se tratase.
—¿Agresivo? —Pregunto con sus ojos llenos de determinación— Por lo que YO vi, el único agresivo y a quien le falta clases de manejo de ira. ¡Eres tú!
Sus palabras fueron aquel balde de agua que apagó el enojo dentro de mí, y, en vez, erizaron mi pelaje por completo. En ese momento, como si se tratase de una estrella fugaz, retorno a mí el recuerdo de lo siguiente que había ocurrido al encontrármelos en la pequeña playa.
Fue entonces que Chilli notó mi cambio de semblante, y con eso pudo confirmar que Bluey no mentía.
—Bandit. —Llamo mi esposa— ¿Qué fue lo que hiciste?
Los nervios parecían dominar mi cuerpo.
—Yo, yo... Solo le advertí que no se acercara más a Bluey. —El cambio abrupto de mi enojo a alguien nervioso, me hiso parecer un idiota.
—¡Ahorcándolo y empujándolo al mar! —Dijo Bluey, con sus brazos cruzados y fulminándome con su mirada.
La mirada de Chilli fue lo que más me impacto. Eh visto antes sus expresiones, pero se me eriza el pelo verla asustada, desconcertada, estupefacta en pocas palabras, de mí.
—No es lo que piensas Chilli. No lo ahorque, solo lo tome del cuello y se lo advertí.
—¡Lo amenazaste papá! —Combatió Bluey.
—¡No fue una amenaza!
—¡SUFICIENTE LOS 2! —La voz de mi esposa, a todo volumen y agobiada por la situación, se hiso presente en medio de la discusión. Y parece ser que ella tiene más poder que nosotros, ya que su simple semblante, junto con esa voz tan firme, nos dejó mudo, y puedo procurar, que nos asustó un poco— Bluey, ve a tu cuarto, estás castigada.
—¡¿Que?! —Exclamo con sorpresa— Pero...
—Estas castigada por no llegar a tiempo. Ambos nos preocuparon, pensé que algo malo les había pasado a ti y a Jean.
Bluey suspiro con decepción.
—¿Por cuánto tiempo?
—No lo sé, lo pensare después.
Bluey negó con la cabeza. Tanto, mi esposa y yo, percibimos lo decepcionada que ella estaba, y nos empezaba a juzgar con su mirada, lleno de rabia.
Esa mirada, esa pose que tenía, no hiso más que despertar los tormentos de mis acciones cuando era joven. Un joven muy irresponsable...
—¡Son lo peor! —Exclamó antes de darnos la espalda y subir por las escaleras a toda velocidad.
Sacudí la cabeza en modo de desaprobación, pero, muy en el fondo, había sentido como esa palabra se transformaba en la aguja que traspaso mi corazón.
—No puedo creerlo. —Hablo Chilli antes de posar las yemas de sus dedos en la frente.
—Ni yo. —Respondí con cierta tristeza.
Al verla apretar los puños, sentí un gran escalofrío que recorrió toda mi columna vertebral. Con eso predije que se acercaba un regaño muy severo para mí.
—¡No! ¡No puedo creer lo que hiciste! —Su mirada lograba generar terror dentro de mí— ¿Amenazarlo? Es enserio. ¡¿En qué estabas pensando?!
—Solo estaba pensando en proteger a nuestra hija.
—¿De quién? ¿Su novio?
Novio, esa palabra alimentaban las pequeñas flamas que empezaban a arder mi cuerpo.
—¡¿Novio?! —Repetí con cierto fastidio.
—¡Bandit! —Volvió a llamar. Sus ojos se centraron en los míos, y con firmeza, continuo— Nosotros no tenemos el derecho de controlar su vida. Ellas van a tener que manejarse solas en algún punto.
—¡¿Ellas?! ¿Bingo también?
Mis palabras parecían empeorar aún más la situación, y lo sé, porque, mi esposa soltó un suspiro en donde me dio a entender lo decepcionada que estaba. Podría decirse, que estaba impactada por ver ese lado mío, otra vez...
Se tomo un momento para respirar y decirme.
—Déjalas crecer Bandit. Déjalas tropezarse, y que aprendan a ver por donde pisan.
Mi corazón se encogió al ver el rostro de mi esposa, llena de decepción y cansancio. Me sentí mal cuando me regaño, pero, ahora me siento como un idiota, al generarle problemas y algo de estrés.
Ella se dio la vuelta y me dejo solo en el pasillo de la entrada. Con la culpa en la garganta, la vi una vez más, y, sentía que debía hacer, o, decir algo. Pero no sabía que exactamente.
—Espero que te disculpes con Jean. —Dijo a lo lejos.
Resople con decepción mientras posaba mi mirada al suelo. Simplemente, se me es complicado aceptar eso, y en el fondo, sabía que estaba mal, que el labrador no tenía la culpa de nada, pero... Me aterra que ese muchacho me separe por completo de mi hija, que la abandone a su suerte, que la engañe o haga algo peor con ella.
A la mañana siguiente. Bluey no nos dedicó una sonrisa, ni un "buenos días", solo se limitó a hacer acto de presencia en el desayuno. Lo extraño era, que la tensión no solo parecía ser generada por la mayor, también parecía provenir de mi hija menor, Bingo. Parecía sentirse mal, decepcionada y... ¿Enojada?
—Entonces... ¿Tienen algo planeado para hoy? —Pregunto Chilli, en un intento de cortar aquella tensión
—Lo tendría si no me hubieran encerrado. —Hablo Bluey, mientras jugueteaba con el omelette. Moví mis labios, preparado para responder, pero Bingo fue más rápida en tomar la palabra.
—Típico, siempre eres la víctima. —Se veía enfadada. Bluey no se lo esperaba y empezó a juzgarla y cuestionarla con su mirada, mientras Bingo tomaba un bocado de su plato y la veía de reojo, con un ligero fastidio.
De pronto, nos vimos interrumpido por el timbre de nuestro hogar.
—Yo iré. —Me ofrecí. Volví a ver a Chilli, quien mantenía todavía su enfoque en la comida.
Realmente está molesta.
El abrir la puerta, era similar a invitar a un demonio a mi casa, solo que este iba a querer tomar el control al ver quien se encontraba esperando a la puerta. Jean Luc.
Parecía algo nervioso y traía consigo un pequeño canasto lleno de condimentos y demás. El labrador lucio nervioso ante mi presencia, pero eso no lo detuvo para mantener su frente en alto, con su espalda erguida totalmente. Vladimir no mentía en como lo educo.
Con tan solo verlo, sentía las ganas de mandarlo al diablo, como si mi boca fuera la boquilla de un lanzallamas. Deseaba que se fuera, para no volver a verlo nunca más cerca de mi hija. Y si no lo hice, fue por Chilli, es gracias a ella que Jean Luc todavía no recibirá mis gritos.
—Señor Heeler. —Hablo con una voz serena.
—¿Qué quieres? —Pregunte con frialdad. No le quite los ojos de encima, e intentaba amenazarlo con mi mirada solo para ver si lograba hacer que se fuese. Jean Luc persistía.
—Yo, vine a disculparme por lo de ayer. —Alce una ceja— Y también, traje esto para usted y su familia.
—No los quiero.
Jean Luc retiro el canasto, creo que empezó a sentir escalofríos. Parecía pensar en varias soluciones para arreglar este problema. Pero ya era muy tarde. Después de haberlo visto con mi hija, y generar preocupación en nosotros, pues, yo no veía forma alguna de perdonarlo.
—Papá ¿Quién es? —Escuchamos preguntar a Bingo desde la mesa.
—No es nadie. —Respondí sin dudar. Volví a posar mis ojos en el muchacho, quien tenía las cejas enarcadas por la impresión— ¿Solo viniste a eso? —Susurre con desinteres.
—También... Vine a decirle que no fue culpa de Bluey haber llegado tarde, fue mía.
—Ya lo sé, y eso me deja en claro que eres una mala influencia para mi hija. —No tendría problemas para arrojarlo de nuevo— No te quiero ver cerca de ella. ¿Entendiste?
Él se sorprendió ante mi petición. Y yo deseaba acabar con esta discusión de una vez por todas. No dude en cerrarle la puerta frente a sus narices, solo que, no esperaba que Jean Luc se mostrará aún más persistente ante mí, y, al parecer, sin dudarlo, llevo su pie a la rejilla de la puerta, llevándose el impacto al cerrar.
—¡Au! —Lo escuché gemir de dolor, parecía que se mordió el labio para canalizar el dolor en su pie, y, es que, lo cerré con tal fuerza, que la puerta podría haberse rota. Por mi parte, aligere un poco la puerta, pero no la suficiente para liberar el pie del labrador—Realmente lo lamento señor Heeler. Déjeme compensar el error o permítame demostrar que soy apto para su hija. —Se notaba que trataba de ser fuerte e ignorar el dolor que sentía en el pie.
—¡Besar a mi hija fue tu mayor error! —Dije con los ojos entre la rejilla.
—¡Bandit! —Los pelos se me erizaron al escuchar la voz de mi esposa, quien volvía a verme con negación y fastidio.
—¡Jean Luc! —Exclamo Bluey. Mi hija no dudó en apartar mis manos de la puerta y liberar, de la agonía, el pie de aquel labrador—¡¿Qué diablos te ocurre papá?!
—Yo... —La mirada de mi esposa bastó para dejarme mudo.
—Pasa Jean. Buscaré una crema para la hinchazón.
—Estaré bien. No quiero darles más problemas. —Dijo Jean Luc con timidez.
—No seas tonto. Ven, pasa. —Bluey tomó el brazo del labrador y se lo llevó al cuello para darle soporte y ayudarlo a caminar hacia la sala, dejándonos por unos minutos a mi esposa y a mí solos.
Sabía que vendría un regaño, podía sentirlo con tan solo ver su cuerpo algo tensado.
Mi esposa me vio una vez más, y, con firmeza, dijo.
—No te voy a obligar a disculparte. Ya veo que se te hace imposible. —Esas palabras fueron las llaves que cayeron a mis pies, y que le abrieron la puerta a la culpa que empecé a tener al recordar mis épocas de adolescencia— Pero espero que tomes en cuenta de lo mal que estas actuando.
Y una vez más, logré enfadarla.
El enfado no me deja pensar con claridad, y cada vez que intentó calmar esas flamas, la imagen de mi hija creciendo y alejándose para siempre, generaba un temor gigantesco en mí...
Pero la ira no me ayudara en nada, al contrario, revivió ese aspecto inmaduro que yacia muerto en mi pasado, y que volvía para tratar de domarme. Pero no pienso cometer ese error de nuevo, no lo hare y el primer paso que debo hacer es inhalar y exhalar.
Veo mis manos y me pregunto si, ¿Mi madre se habrá sentido de la misma forma?
