Los personajes de Ranma no me pertenecen, escribo esta historia sin ánimo de lucro y por el mero hecho de entretener

Lost in my memories

Capítulo 14


Como si le hubieran estado golpeando la cabeza con un martillo durante horas, así despertó Ranma. Se sentía totalmente desorientado, había perdido la noción del tiempo, todo a su alrededor estaba oscuro, lo último que recordaba es que lo rodearon los militares y a continuación un pinchazo en el cuello. ¿Qué cojones le habían hecho?, ¿le habían drogado?, ¿dónde estaba? Se incorporó como pudo y caminó a tientas hasta que poco a poco los ojos se acostumbraron a la oscuridad. Cayó de rodillas al suelo porque todo comenzó a dar vueltas y más vueltas, haciendo que perdiera el equilibrio.

—Vaya, vaya… ¿Ya se ha despertado de su siesta? —Escuchó una voz cerca suyo, bastante conocida para él, se trataba del teniente Saffron, y una carcajada a lo lejos que poco a poco se acercaba, esa risa no la reconoció.

—¿Qué me habéis hecho? ¿Dónde estoy? —dijo apretando los dientes mientras se incorporaba con dificultad.

—Poco para lo que te mereces, asesino —El segundo hombre, el que se había reído, escupió en el suelo cerca de donde se encontraba Ranma.

—No soy ningún asesino, yo no he matado a Hibiki… Me habéis drogado y me habéis encerrado sin siquiera dejarme hacer una llamada. ¡Exijo hablar con el general Wáng! —gritó Ranma perdiendo los nervios.

—¿Qué exige qué? ¡Nuestro país le acogió como a un igual, en el cuartel se le respetó a sabiendas del informe que nos habían mandado donde nos ponía sobre aviso de su conducta y, a pesar de eso, ha matado a sangre fría a Ryoga! ¡Un compatriota y amigo! ¡No tiene derecho a una mierda!

Ranma hizo amago de su rapidez y logró sujetar a Saffron, acercándole a él a través de las rejas de la celda —¡Yo no he matado a nadie! ¡Me han tendido una trampa!

El segundo militar sacó su arma y apuntó a Ranma con manos temblorosas, se notaba a leguas la falta de experiencia —¡Suéltale ahora mismo!

Ranma hacía caso omiso de lo que le gritaba, se enfocó en el hombre que tenía agarrado de la chaqueta del uniforme, el cual le mantenía la mirada fría como un témpano de hielo —¡Llama al general y dile que venga hacia aquí, me da igual si tiene el pijamita puesto y tiene que salir de la cama! ¡Tengo unos derechos que os estáis pasando por alto!

Un fuerte mareo hizo que Ranma soltara a Saffron, se tambaleó hacia atrás pero pudo mantenerse en pie.

El hombre se alejó de la celda con paso parsimonioso, sacudiéndose la chaqueta —Lo único que hace es empeorar las cosas —dijo con la voz áspera—. ¿Quién en su sano juicio va a creer en su inocencia? ¡Llevaba el cadáver de Hibiki en el maletero! ¡Todos fuimos testigos de cuando le amenazó! Y dado su historial nadie pone en duda que haya sido capaz de hacerlo.

El segundo hombre, que seguía apuntando a Ranma habló a Saffron :—Vámonos, pondremos en el informe lo que acaba de pasar, este no se libra de la horca.

Ambos se alejaron y Ranma se acercó de nuevo a los barrotes de la celda —¡Llamad a Wáng ahora mismo! ¡Lo que estáis haciendo no es legal! ¡Eh! ¡Teniente Saffron! —pero nadie respondió, Ranma se acercó a la pared y dio un puñetazo acompañado de un gruñido de pura frustración. ¿Cómo había sido tan descuidado para que le metieran el cuerpo de Hibiki en su coche y no se percatara de nada? La cosa no pintaba bien, estaba solo en un país que no era el suyo, acusado de un delito que no había cometido y sin posibilidad de recibir un juicio justo. Nadie sabía que estaba encerrado y seguramente se asegurarían de que así fuera. Se tumbó de nuevo en el camastro y se pasó las manos por la cara. Tenía que pensar y rápido.

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¡Ranma, Ranma! ¡Nooooo! —Akane se incorporó de la cama en mitad de la noche, se tocó la frente, la cual se encontraba perlada en sudor. Ya había pasado una semana desde que ingresó en el hospital. Al segundo día fue dada de alta por la doctora que, como habían decidido, la instaló en su casa. Desde la primera noche que pasó después de recuperar la memoria, una pesadilla la hacía despertar de madrugada, siempre era la misma; Ranma caminaba por un largo pasillo, el ejército chino formaba una hilera por donde él pasaba pero todos estaban de espaldas. Ella intentaba ver a través de una muchedumbre de militares pero solo alcanzaba a verlo escasamente debido a su altura. Cuando por fin se abrió paso a través de aquellas personas veía cómo Ranma subía unos peldaños y, en ese momento distinguía a la perfección que iba maniatado. Al llegar al final de los peldaños lo esperaba Ryoga, que nada más aproximarse a él le cubría la cabeza con una especie de bolsa de tela negra. Akane intentaba gritar y abrirse paso para poder llegar hasta él porque se daba cuenta del destino que iba a padecer el amor de su vida, pero en el sueño jamás le salía la voz y no conseguía avanzar. La última parte del sueño era la peor, ver cómo le colocaban a Ranma en el cuello una soga y lo lanzaban al vacío, a éste se le caía la bolsa de tela de la cabeza y lo último que veía al despertar eran los ojos azules y sin vida de Ranma mirándola a través del gentío que aplaudía alborotado después de su muerte.

Decidió levantarse a refrescarse un poco, camino al baño escuchó a la doctora, que mencionó a Ranma mientras hablaba con su esposo, sabía que no estaba bien escuchar a escondidas pero después de tener esas pesadillas quería saber si estaba bien sin necesidad de preguntarle a ella.

—¿Y eso no es bueno? Es decir, era lo que ella quería, ¿no? —Escuchó la voz del señor Feng.

—Sí, pero es muy extraño que él no dé señales. Cariño, si lo hubieras conocido estos meses, cómo la miraba, siempre pendiente de ella… daba la sensación de que se interpondría entre una bala y Akane sin pensárselo dos veces. Yo sabía antes de que me lo confirmara hace una semana que estaba enamorada de ella hasta el tuétano.

A la chica se le cortó la respiración al escuchar a la doctora.

—Pero a los militares se les enseña a cumplir y a obedecer órdenes —replicó el marido—. Si tú le dejaste claro que ella no quería saber nada de él, ¿por qué te extraña tanto que lo cumpla? Seguimos en guerra con Corea, quizá haya salido de misión o algo, dices que es coronel, ellos tienen que gestionar muchas cosas, papeleo incluido.

—Sí… quizá tengas razón pero sabes que yo calo muy bien a las personas y, a pesar de lo que le dijera, sé que Saotome no es de los que se rinden y estaba esperando a que tarde o temprano contactara conmigo para preguntarme por ella… pero hasta el día de hoy no tengo noticias suyas…

—No te alteres mujer, siempre puedes llamarle tú aunque creo que ya te estarías implicando demasiado, es más, ya lo estás haciendo. Y no me malinterpretes, estoy encantado de que esté aquí. Pobre chiquilla, qué mal lo ha pasado en lo poco que lleva de vida, tú entiendes a lo que me refiero con que no te metas más.

—Ya, sé a lo que te refieres, seguramente tengas razón y esté muy ocupado ahora…

Akane ya había escuchado suficiente, se alejó despacio de regreso a su habitación y cerró la puerta nada más entrar. Apoyó la espalda en la pared y se dejó caer hasta sentarse en el suelo. No sabía qué pensar, el no querer saber nada de Ranma, a pesar de haber sido decisión suya, le dolía; que él no intentase al menos saber cómo estaba, aunque fuera a través de la doctora, le dolía aún más, demasiado. Si tan enamorado estaba como acababa de escuchar, ¿por qué no se preocupaba de su estado de salud? De nuevo esa horrible sensación, ¿y si le había pasado algo malo?, ¿y si Ryoga le había hecho daño? No, no, no, no…. no podía continuar así, ella había decidido seguir su vida sin él y así lo haría. Necesitaba una dosis de la que había sido su zona de confort todos estos años, intentaría dormir y mañana se pasaría por allí.

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Taro pidió un vaso de baijiu después de terminar la pelea, el primero de muchos que le seguirían, como las otras noches, si no lograba evadirse de su realidad le era incapaz dormir luego, toda su cabeza estaba llena de ella, del sabor amargo de haber sido derrotado una vez más por aquel extranjero. Le humilló aquella noche venciéndole en su medio natural y también le había quitado el amor de Akane. Maldito fuera…

Se dio la vuelta y observó a la gente del Black Ahiru, la habitual de cada noche, que volvía a apostar para la siguiente pelea. Inconscientemente sus ojos buscaron a una persona, la única que siempre conseguía reconfortarlo, que le hacía olvidar por unos instantes su mierda de vida, pero desde hacía una semana notó que le esquivaba, si él intentaba acercarse a ella, al instante estaba en la otra punta coqueteando con cualquier miserable del local. También se percató de que Mousse estaba más encima de ella que de costumbre. La vio a lo lejos, parecía un espectro andante, había adelgazado de manera vertiginosa, su mirada se encontraba vacía, sin vida. Ella siempre era atenta con los clientes y cualquier otro no notaría la diferencia pero él la conocía demasiado bien, algo le pasaba, quizá Mousse la estaba maltratando de alguna manera. Desde que Shampoo vendió a Akane para salvar su pellejo pasó un largo tiempo hasta que volvió a acercarse a ella, pero muy a su pesar la necesitaba, y que le estuviera dando esquinazo lo enfurecía cada día más.

Se tomó de golpe lo que quedaba del vaso de licor y avanzó en su dirección con cuidado de que ella no lo viese porque huiría como en las demás ocasiones, se colocó estratégicamente al lado de un oscuro pasillo, cuando escuchó cómo se despedía de un cliente del local y pasó por su lado, la sujetó del brazo y la arrinconó contra la pared, tapándole la boca con su fuerte mano, ya que la chica se había asustado e hizo amago de gritar.

—Shampoo, soy yo, no te asustes —dijo en el tono más tranquilo que pudo.

La joven asintió y él le quitó la mano lentamente —Taro, ¿qué haces? ―miró intranquila hacia ambos lados.

―¿Que qué hago? Llevas una semana esquivándome, justo desde que llegué del hospital, ni siquiera me has preguntado por Akane, creía que ella te importaba, ¿o es que estás celosa? Porque ya hemos hablado de este tema varias veces.

La chica se puso rígida ―No estoy celosa, siempre he sabido dónde está mi lugar en nuestra relación y no te confundas, quiero muchísimo a Akane y me alegro de que esté bien, pero yo también tengo mis… ―Shampoo cayó de pronto e intentó escabullirse pero el luchador la detuvo―. Taro, por favor déjame marchar…

El castaño la sintió temblar, no era capaz de mirarle a los ojos y constantemente ella observaba a la gente, como esperando que en algún momento pudiera aparecer alguien.

―¿Es Mousse?, ¿O Hibiki? ―dijo de pronto, la joven de larga melena violeta esta vez sí lo miró directo a los ojos, pero los de ella estaban totalmente abiertos, Taro jamás le había visto esa mirada de terror, bueno una vez, cuando le confesó lo que habían planeado hacerle a Akane. Algo malo pasaba pero esta vez ella no parecía dispuesta a abrirse a él. Tuvo que sujetarla para que no perdiera el equilibrio, el temblor de su cuerpo aumentó y el luchador sintió la necesidad de abrazarla para reconfortarla pero ella, contrariamente a lo que siempre hacía, no le devolvió el abrazo. El castaño se acercó y le susurró al oído―. Si te están haciendo daño de alguna forma, dímelo…

—Por favor… no te metas, yo estoy bien…

—Estás mintiendo —respondió Taro—. Mírame a los ojos y dime qué está pasando.

―¡Aquí estás! ―La voz de Mousse resonó de pronto al lado de la pareja. Shampoo volvió a su intento de separarse de Taro pero él la mantenía firmemente sujeta de la cintura― Siento interrumpir esta escena tan tierna pero Shampoo, bombón, ¿por qué no estás trabajando? El señor Wù lleva esperando tu atención toda la noche.

—S-sí, lo siento… enseguida voy con él.

—Está trabajando —interrumpió Taro—. Quédate con el dinero que he ganado esta noche, la quiero a ella.

Mousse enarcó una ceja —No sabía que te iba tan bien en el negocio de Mao para rechazar tus ganancias por ella.

—Eso no es asunto tuyo.

Mousse se ajustó sus gruesas gafas pasando por alto el tono en el que Taro le había contestado —He oído que Akane ha aparecido, ¿no prefieres estar con ella o se ha vuelto a largar para no verte? ―dijo mordaz.

Taro dio un paso hacia Mousse apretando el puño y con el ceño fruncido, dispuesto a golpearle con todas sus fuerzas pero Shampoo se interpuso —Voy a refrescarme y enseguida estoy con el señor Wù, ¿vale Mousse? —Se giró hacia Taro—. Esta noche no estoy disponible. Tendrás que buscarte a otra —El luchador comprendió que de alguna manera la chica estaba intentando protegerlo, ¿pero por qué?, ¿qué había cambiado desde hacía una semana?

—Ya la has oído Ling, sé que también haces buenas migas con Rouge, le diré que se prepare para ti.

—No quiero a Rouge, la quiero a ella… Hoy has ganado mucho dinero gracias a mí, déjame escoger mi premio.

Esta vez fue Mousse el que dio un paso al frente, acercándose a Taro —Sé de sobra que Shampoo hace las mejores mamadas de toda China y que su coño vale oro, pero creo que me conoces lo suficiente para saber que cuando digo algo me jode mucho que se me replique. Me haces ganar dinero pero no eres imprescindible, nadie lo es… ―Le lanzó a Shampoo una mirada significativa que ella entendió a la perfección―. Así que si quieres celebrar tu victoria con Rouge o con otra de las chicas estupendo, invita la casa, fíjate cuán generoso estoy hoy, pero si te acercas a Shampoo de nuevo esta noche atente a las consecuencias.

—¿Me estás amenazando? —replicó el castaño.

—Claro que no, aquí todos somos colegas —La sonrisa de Mousse le produjo escalofríos—. Hoy necesito a mi diosa, tengo que cerrar un negocio con ese hombre pero en otra ocasión será toda tuya. Que disfrutes de la noche.

Mousse agarró a Shampoo del brazo, ésta miró de reojo a Taro suplicando que no la siguiera cuando el luchador hizo amago de moverse. Cuando se alejaron un poco el hombre de larga melena azabache le susurró a la joven —Espero que recuerdes nuestro trato, como le cuentes a tu querido Taro algo sobre lo que tú sabes te despellejo viva, pero antes le mataré a él de la forma más horrible y dolorosa que puedas imaginar y tú serás testigo absoluto de ello, ¿me entiendes preciosa?

La chica asintió intentando no derramar las lágrimas que amenazaban con salir —Haré todo lo que me pidas pero por favor no le hagas daño… Jamás diré nada.

—Por tú bien y el de tu amante seguro que lo harás —Apretó sus mejillas con los dedos e hizo que lo mirara, le dio un beso en los labios y la soltó con desprecio—. Ahora a trabajar.

Shampoo respiró profundo y, sacando fuerzas de donde no tenía, se acercó al señor Wù con su habitual bamboleo de caderas que hipnotizaba a todos los hombres acompañada de una gran sonrisa.

Taro observó en la distancia, intentado averiguar qué estaba pasando allí y dilucidando por qué de repente le afectaba tanto todo lo relacionado con Shampoo.

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Akane desayunó en silencio, metida en su propio mundo, reviviendo una y otra vez la pesadilla que se había vuelto tan habitual en sus noches. La doctora la observaba intentando averiguar qué pasaba por su mente. Desde que recuperó la memoria, esa chica alegre y con inmensas ganas de vivir que conoció había pasado a estar muerta en vida. Comía y respiraba automáticamente, bebía agua por simple necesidad de sobrevivir, por lo demás se pasaba las horas mirando al vacío. Lo único que parecía motivarla un poco eran las ganas de aprender; cuando cogía un libro su expresión cambiaba, se concentraba tanto que a veces la doctora la llamaba varias veces hasta que respondía. Aunque su concentración duraba poco, de repente algo hacía click en su cabeza, la giraba y se volvía a quedar absorta mirando una ventana o una pared hasta que volvía a retomar la lectura.

—Akane —La doctora Feng llamó su atención, la joven enseguida miró en su dirección—, ¿estás bien? No has probado el arroz.

—¿Qué? Ah, sí… —tomó los palillos y comenzó a comer.

—¿Quieres hablar de lo que te preocupa? —dijo con voz muy suave.

—Es solo que llevo unas noches sin dormir muy bien —comentó esbozando una sonrisa para tranquilizar a la doctora, no le apetecía nada hablar de su sueño en ese momento, solo necesitaba salir de allí, aunque fueran unas horas.

—¿Es por el futón? —Ella sabía que no era debido a algo físico pero aún así comprendió que Akane no quería hablar, al menos por ahora.

—No, no… Es muy cómodo, supongo que me siento extraña por todo esto. Doctora Feng…

—Te he dicho muchas veces que me llames Lía —dijo con una cálida sonrisa.

—Es verdad… pero no me acostumbro —Akane se rascó la mejilla, nerviosa—. Esto… ¿Puedo salir a dar una vuelta?

La doctora parpadeó un par de veces —Akane, no tienes que pedirme permiso para salir, no eres una prisionera —esbozó una sonrisa divertida—. Es más, creo que te vendrá muy bien despejarte un poco.

—Me apetece caminar un rato.

—¿Sólo caminar o quieres ir a algún sitio en concreto? —preguntó intencionadamente.

Akane lo pensó un instante, no sabía si decirle a dónde quería ir pero la doctora se había portado tan bien con ella que sentía muy mal ocultándole las cosas —Pues… me gustaría ir al gueto… —bajó la cabeza y observó de reojo la reacción de la doctora Feng.

—Entiendo que quieras ir, hoy tengo el día libre, ¿quieres que te acompañe? —su tono era de preocupación, sabía que Akane se había criado allí pero no le gustaba la idea de que fuera sola.

La chica movió la cabeza, negando —No se preocupe, todos me conocen allí, no me pasará nada. Saben que si me hacen daño se las verán con Taro —intentó sonreír.

La doctora guardó silencio, meditando, no podía impedirle ir, ella era libre de coger la maleta en ese momento y largarse, era mayor de edad —Está bien, solo ten mucho cuidado y si necesitas algo me llamas e iré a recogerte —tomó un trozo de papel y un lápiz y comenzó a escribir—. Este es mi número de teléfono, guárdalo bien.

Akane asintió, se tomó lo que restaba de desayuno con otra energía, recogió la mesa y se dispuso a asearse para salir.

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—Señorita, ¿está segura de querer bajarse en esta parada? —dijo el conductor de autobús a Akane cuando llegaron cerca del gueto.

—Completamente segura —le sonrió y se bajó.

Se quedó unos instantes quieta, mirando con calma a su alrededor, debería sentirse en casa pero su interior sabía que su casa estaba con Ranma. Suspiró melancólica, solo esperaba que esa agria sensación desapareciera lo antes posible, ahora iba a empezar una nueva vida.

Con paso decidido comenzó a andar sin dirección alguna, a medida que avanzaba la gente se volvía al verla y se acercaban para saludarla.

—¡Akane, has vuelto!

—¡Qué alegría verte de nuevo!

La chica respondió amablemente al cariño de la que había sido su familia durante tantos años, sin darse cuenta había llegado a la puerta del refugio, su antiguo hogar. Tragó en seco, no sabía si entrar o no, quería hablar con Taro, hacerle comprender su decisión, pero por otro lado no quería enfrentarse de nuevo a él, no más peleas, solo deseaba recuperar su antigua relación antes de ese suceso que lo cambió todo, algo que jamás debería de haber consentido, pero que lamentablemente no había vuelta atrás. Armándose de valor entró. Miles de recuerdos agolparon su mente en esos instantes, tanto buenos como malos, la pequeña cabaña estaba vacía, el futón de Taro se encontraba revuelto y sin recoger aún. Igual estaba duchándose. Salió y miró hacia ambos lados, no había nadie.

Se acercó a unos matorrales con la esperanza de que ella aún estuviera por allí —Luna, soy yo. ¿Estás aquí? —Al no obtener respuesta se sintió desilusionada a la par que preocupada, esperaba que estuviera bien, que nadie le hubiera hecho daño. Pero cuando se iba a dar la vuelta un sonido entre los matorrales hizo que su corazón diera un vuelco. Una gatita salió maullando alegre en su dirección—. ¡Luna! —La felina negra comenzó a restregarse entre sus piernas sin dejar de maullar y ronronear. Akane se agachó para poder acariciarla—. Me alegro tanto de verte y de que estés bien… Voy a buscar trabajo, un hogar decente y te llevaré conmigo, y a tus bebés si aún están por aquí. No volverás a pasar fatigas nunca más.

—¿Akane?

La joven se giró para encontrarse con una figura masculina muy conocida para ella —¡Yan! —se levantó y corrió hacia él. El joven automáticamente abrió sus brazos para recibir a su mejor amiga.

—¡No me lo creía! ¡Me habían dicho que andabas por aquí pero tenía que verlo con mis propios ojos! —Se separaron y él la sujetó de los hombros, observándola de arriba a abajo—. Vaya… estás espectacular… —dijo tartamudeando.

La chica sonrió —Tú también estás genial, ¿has crecido?

—O tú has menguado —respondió sacando la lengua.

—¡Idiota! —le dio un golpecito en el brazo simulando enfado.

—Pareces una burguesa, ¿y esa ropa?, ¿dónde has estado? Escuché que perdiste la memoria, ¿es cierto?

La chica suspiró y movió la cabeza afirmativamente —Ya hablaremos de eso, te lo contaré, pero ahora mismo no me apetece demasiado.

—Por supuesto —El joven volvió a abrazarla—. No me puedo creer que estés aquí, te he echado mucho de menos.

—Yo diría que también pero no me acordaba de nadie.

Se miraron serios y luego estallaron a carcajadas.

—Podría decir que eres mi Akane de siempre pero algo ha cambiado en ti… Tus ojos están tristes a pesar de estar sonriendo, te conozco y también sé que no vas a contarme nada ahora mismo.

—Tendremos tiempo de ponernos al día —Akane se agachó y recogió a Luna, que no hacía más que maullar a su alrededor.

—Ella también te ha echado de menos —dijo Yan—. Yo me he estado ocupando de darle de comer y cuidarla en tu ausencia.

—Eres el mejor, muchas gracias. Oye… ¿has visto a Taro? —preguntó dudosa.

—¿A la bestia del gueto? Desde ayer no.

—¿Bestia del gueto? —preguntó Akane.

—Desde que desapareciste su carácter se volvió horrible, busca pelea con todo el mundo, sale con Mao casi todas las noches, excepto cuando combate en el Black Ahiru, no se relaciona con nadie de por aquí… Te visitó en el hospital, ¿no?

—Sí… aunque la visita no fue del todo bien, por eso quería hablar con él.

—Akane…

—Dime.

—Tú… eh… me pareció verte una vez por el centro… Shu me dijo que estaba desvariando, que te veía por todos lados. Ibas con un hombre… pero no se lo dije a Taro, Shu me contó que le escuchó hablar con Shampoo, desde ese día se volvió más loco que nunca.

Akane se tensó.

—¿Eras tú?

—Bueno… no lo sé —sonrió nerviosa—. He estado por el centro varias veces pero no sé si… Yan, tengo que irme.

El chico se acercó maldiciendo haber hablado de más pero su respuesta a medias le confirmó que había estado con un hombre —Lo siento, no quería meterme en tu vida… no te vayas.

Akane dejó a la gata en el suelo.

—Vendré a buscarte en cuanto pueda. —le dijo a la felina. Miró a Yan de nuevo—. Me ha encantado verte, necesito hablar con Shampoo, iré al Black Ahiru.

—¿¡Al Black Ahiru!? ¿¡Piensas volver de nuevo a ese antro de mala muerte!? —dijo irritado.

La chica se acercó y le dio un golpecito suave en la mandíbula —Menosprecias mis dotes ninjas.

Yan se vio obligado a reír —No empieces con eso otra vez —. El joven suspiró, conocía demasiado a Akane para saber que era imposible frenarla—. Iré contigo, seré tu guardaespaldas.

La chica enarcó una ceja —Te recuerdo que he sido yo la que te ha sacado más de una vez de un apuro, ¿acaso no recuerdas quién fue mi sensei?

El chico exhaló aire frustrado —Por favor, ten cuidado.

Akane asintió y dándole un abrazo, que a Yan le supo a despedida, se alejó en dirección al Black Ahiru.

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Shampoo se tumbó en la cama y se hizo un ovillo, tenía claro que se encontraba a total merced de Mousse. Ahora mismo solo estaba más pendiente de ella de lo normal pero, qué pasaría en el momento que él sintiera que era más un estorbo que una ayuda. No era la primera vez que tenía esa sensación pero sí era distinta, mucho más fuerte, como si su vida realmente corriera peligro. Esa angustia no la dejaba apenas probar bocado, sentía el estómago completamente cerrado y, por ese motivo, estaba perdiendo peso de manera vertiginosa. Todas las noches aplicaba dos capas de maquillaje a su desmadejado rostro y bastante corrector para camuflar sus acuciantes ojeras provocadas por su insomnio. Y todo eso en solo una semana. Mousse ya le había llamado la atención porque no sólo estaba cambiando su físico, también se había vuelto bastante taciturna y parecía estar ausente. Afortunadamente los clientes solo admiraban su belleza, si estaba más callada no les importaba.

Pensó en Taro, en cómo había intentado cuidar de ella y en lo furioso que se puso con Mousse, intentando protegerla. Alejó esos pensamientos que siempre la hacían hundirse en la miseria, él jamás la miraría de otra forma, puede que fuera más importante para Taro que cualquiera de las demás pero nunca estaría por encima de Akane. Ahora era la morena la que ocupó su mente, supo que Taro por fin la encontró y la llenó de alivio al saber que estaba bien.

Dos golpecitos en el cristal la hicieron sobresaltarse y sentarse en la cama como un resorte, con el corazón latiéndole a mil por hora se acercó, no debía abrir, si Mousse se enterara de que Taro estaba en su cuarto no sabría qué sería de ella, o peor aún, no quería que le hicieran daño a él por su culpa. Pero cuál fue su sorpresa que cuando despejó las cortinas se encontró a Akane al otro lado. Abrió rápido y la joven entró sin pensárselo dos veces.

—Shampoo… —dijo la chica de morenos cabellos.

La nombrada no habló, la atrajo hacia sí y la estrechó fuerte entre sus brazos.

—Dios mío, me alegro tanto de que estés bien… —susurró la mujer de ojos carmesí. Acto seguido la tomó de los hombros y la retiró unos instantes para poder verle la cara—. Pero es muy peligroso que estés aquí y lo sabes.

—Sí, pero tenía que verte.

Shampoo volvió a abrazarla —¿Son ciertos los rumores? ¿Perdiste la memoria y estuviste con el extranjero que peleó con Taro?

Akane asintió —No sabía que era él, jamás me lo dijo… No me habló de vosotros, me lo ocultó todo el tiempo. —Sintió un pinchazo en el corazón, era inevitable cada vez que hablaba de él o recordaba todos los momentos que habían vivido juntos.

—Vaya… así que por fin sabes lo que es estar enamorada, la pequeña Akane se ha hecho una mujer —sonrió maternal mientras le acariciaba el pelo.

—No sabía que el amor doliera de esta manera —sollozó la chica.

—Eres muy joven, seguro que pasarás página y todo esto no será más que un mal recuerdo. ¿Piensas regresar al gueto?

Akane negó —Mi sitio ya no está allí, pienso que nunca lo estuvo, solo fue una etapa de mi vida y ahora me toca vivir la siguiente. Aún no tengo muy claro lo que hacer pero seguro que algo se me ocurrirá.

Se escuchó ruido fuera y Shampoo se puso rígida.

—¿Qué ocurre? —preguntó Akane.

—No es seguro que estés aquí, debes irte.

—He venido a verte porque me gustaría que vinieras conmigo, empezar una nueva vida, lejos de Mousse y de Ryoga.

—¿Q-qué…?

—Shampoo, ¿qué está pasando? Te has puesto blanca cuando te los he mencionado. Soy yo, Akane, siempre nos hemos contado todo.

—Esta vez es distinto, si te implico tu vida puede estar en peligro. —La miró con tristeza—. Me encantaría irme y empezar desde cero pero no puedo…

—Sí que puedes, yo puedo ayudarte, si intentas protegerme es porque estás en un verdadero apuro. Si no me cuentas qué ha pasado no me moveré de aquí.

Shampoo sonrió melancólica —Sigues siendo muy cabezota pero no me vas a convencer.

—Pues bajaré a hablar con Mousse para…

Akane se disponía a abrir la puerta pero Shampoo se interpuso.

—¿Estás loca?

—No es la primera vez que me lo dicen hoy.

Shampoo suspiró —Siéntate. —Akane obedeció sin rechistar, ella se sentó a su lado. Tomó aire antes de hablar—. Hace… una semana más o menos… presencié algo que no debía…

Akane permaneció en silencio pensando que si la interrumpía se echaría para atrás y dejaría de contarle.

—Entré al despacho de Mousse y… —se tapó la boca—. Ryoga estaba muerto, Mousse lo mató…

Los ojos de Akane se abrieron de tal manera que estuvieron a punto de salirse de sus órbitas —Q-q-qué… Eso, eso no puede ser… ellos son amigos…

—Mousse no tiene amigos, solo piezas que mueve a su antojo hasta que dejan de ser útiles.

—P-pero, no entiendo… ¿Te ha amenazado?

—Sí, Taro sospecha que me pasa algo pero ni se imagina lo que es, Mousse me ha dicho que cómo se lo cuente lo mata, por eso no quería implicarte.

—Pero no sabe que estoy aquí, Shampoo, ahora más que nunca debes venir conmigo, ¿quién te dice que en algún momento Mousse crea que ya no le eres útil y corras la misma suerte que Ryoga?

—Si huyera ahora sentenciaría a Taro y no podría perdonármelo nunca. Aparte… hay algo más…

Akane la miró dándole toda su atención.

—Tu extranjero… estuvo aquí reclamando por la bomba que os pusieron en el coche…

—¿Fue Mousse? —dijo aterrorizada.

—Sí, creo que ese coronel está investigando algo muy turbio del pasado de Mousse y él lo descubrió y aprovechó para meter el cadáver de Ryoga en el maletero de su coche, hace poco escuché que los militares lo tienen preso, que nadie ha llamado a los japoneses, van a ejercer la justicia por su mano. Seguramente acaben ejecutándolo sin que nadie se entere… Lo siento…

Akane se puso en pie y dirigió su mano al pecho, sentía que le faltaba el aire, su pesadilla acudió a su mente, ¿significaba que era una premonición?

—Akane… —Shampoo se acercó después de intentar llamar su atención varías veces, fue en ese momento cuando pareció reaccionar.

—Tengo que ayudarle… quizá sí logró una confesión de Mousse…

—No hay nada que hacer.

Akane se apartó cuando Shampoo intentó abrazarla.

—¡Él me salvó la vida! ¡Que no estemos juntos no significa que vaya a dejar que muera por una injusticia! ¡Seguro que algo se podrá hacer! ¡Tienes que ayudarme!

—Tchss, baja la voz, te van a oír.

—Por favor… ayúdame a demostrar que es inocente… —Las lágrimas comenzaron a recorrer el compungido rostro de Akane.

Shampoo permaneció en silencio, sopesando todas las posibilidades, hacía tiempo que una le rondaba la cabeza pero no se había atrevido a realizarla. Caminó hacia su armario, cogió una caja del fondo y sacó una camisa blanca salpicada de sangre.

—Es la camisa que llevaba aquel día, me dijo que me deshiciera de ella pero la guardé porque pensé que podría resultarme útil. Sé dónde guarda su arma, quizá pueda darle el cambiazo por alguna otra. No sé cómo sigue teniendo tan buena puntería cuando apenas ve debido a un accidente que tuvo combatiendo. Seguramente no distinguiría su arma de otra. La de Ryoga es de la misma marca y calibre, tenía una escondida de Mousse pero también sé dónde la ocultaba.

Akane sintió una pequeña esperanza —Si conseguimos esas pruebas sería posible liberar a Ranma.

Pero Shampoo seguía dubitativa —No sé si nos harían caso, lo más probable es que destruyeran las pruebas, ¿quién va a tener en cuenta a una puta y a una adolescente?

—Encontraré la manera —. La firmeza de Akane hinchó de orgullo a Shampoo.

—Está bien, esta noche intentaré…

—No, lo haré yo, ahora.

—¿Ahora? —replicó temerosa.

—Mousse no suele estar a estas horas, siempre me has dicho que es tu momento favorito, ni él, ni clientes… Las demás chicas suelen estar descansando, ¿qué mejor ocasión? Además el tiempo apremia, quizá no le quede mucho tiempo a Ranma.

Shampoo pareció sopesarlo unos instantes, desde luego el momento en que el local estaba menos vigilado era a esas horas, se ocuparía de convencer a Taro para escapar o algo pero no podía quedarse más tiempo de brazos cruzados pensando si cada día sería el último de su vida.

—De acuerdo, saldré primero y me aseguraré de que no haya nadie.

Akane asintió, Shampoo abrió la puerta despacio, al cabo de unos instantes volvió a asomarse y le indicó con la mano que se acercara lentamente. La joven de cortos cabellos avanzó detrás de Shampoo. Bajaron las escaleras con sumo cuidado y llegaron al despacho de Mousse, la meretriz tocó un ladrillo y lo giró levemente sacando una llave, abrió la puerta y Akane entró, a continuación Shampoo volvió a cerrar y depositó la llave en su sitio. Se alejó un poco para hacer guardia.

—Por favor Akane date prisa.

Akane no podía dar un paso, una vez que entró y escuchó la llave de la puerta cerrarse el recuerdo de Ryoga le invadió haciéndole temblar de la cabeza a los pies. Allí fue donde pasó, por su estupidez, no debió confiar, Taro siempre se lo advertía pero ella se sentía muy capaz de todo. Luego miró al suelo y se imaginó a Ryoga muerto, tal como le había contado Shampoo y sintió que le faltaba el aire. Intentó respirar con calma, tenía que recuperarse rápido, la vida de Ranma dependía de ella. En ese momento sus piernas parecieron obedecer las órdenes de su cerebro y comenzaron a moverse, primero al lugar donde Shampoo le dijo que estaba el arma de Ryoga, efectivamente allí se encontraba, sacó un pañuelo que le había dado la china y la cogió con miedo, temiendo que se disparara en cualquier momento. Luego se dirigió al escondite de Mousse, abrió el cajón que le había dicho Shampoo y encontró el arma del dueño del Black Ahiru, la que podía ayudar a Ranma. Hizo el cambio acordado, envolvió la pistola en el pañuelo y cerró el cajón, cuando se disponía a salir escuchó voces al otro lado de la puerta.

—Qué temprano has venido hoy —La voz de Shampoo le llegó clara y concisa.

—¿Qué haces aquí abajo? ¿No deberías estar descansando para esta noche? Viene un hombre para hacer negocios conmigo y necesito que estés al 100% —Cuando escuchó la otra voz se le puso el vello de punta, Mousse, contra todo pronóstico, apareció en el Black Ahiru a una hora poco habitual.

—Me quedé sin agua y me moría de sed. —Shampoo mostró una botella que llevaba en la mano.

—Pues sube ya y duerme un poco, no quiero que vuelvas a aparecer con las ojeras con las que llevas toda la semana —dijo despectivamente. El hombre cogió la llave de su escondrijo y abrió la puerta de su despacho.

—Ya que estoy aquí… ¿Necesitas algo antes de que me vaya? —Shampoo se acercó coqueta, el hombre enarcó una ceja y sujetó su barbilla con sus dedos índice y pulgar.

—¿Qué tramas? —su voz sonó firme. Shampoo tragó en seco.

—Y-Yo… siento haber estado tan ausente estos días —Acarició su larga y oscura cabellera—, quiero compensarte… —Bajó su mano y comenzó a tocar el miembro de Mousse, que al instante se puso duro como una piedra, ella sabía que a pesar de todo seguía siendo su debilidad.

Mousse le sujetó la muñeca y la retiró —No sabes cuánto me gustaría follarte ahora mismo contra mi escritorio pero no tengo tiempo y además necesito que lo des todo esta noche, y más te vale que ese pulgoso no se te acerque.

Caminó con decisión hacia la mesa de su despacho, Akane estaba escondida debajo, cuando vio las piernas de Mousse se encogió y se tapó la boca para evitar que se escuchara su respiración agitada.

El hombre abrió un cajón y sacó una carpeta —¿Qué haces ahí parada?

—Bueno… es que…

—Mousse, necesito que vengas un segundo, tenemos que hablar de lo de esta noche. —Rouge apareció oportunamente en ese instante.

—¿Qué cojones os pasa hoy? Deberíais estar las dos en vuestras habitaciones.

Rouge miró por una décima de segundo a Shampoo y ésta comprendió que le estaba echando un cable.

—Ahora te hablo como encargada del Black Ahiru, hay un problema con las bebidas.

Mousse cerró el cajón con fuerza y se levantó bruscamente dirigiéndose hacia las chicas —Que sea rápido, tengo que irme. —Le lanzó las llaves a Shampoo—. Cierra el despacho y vete a tu cuarto.

—Sí… —respondió la susodicha. En cuanto Mousse y Rouge se perdieron de vista, Shampoo entró a hurtadillas en el despacho y susurró—. Akane…

Se agachó y encontró a la chica temblando debajo de la mesa, le tendió la mano despacio y sonrió de forma tranquila —Tienes que salir ya, si Mousse te encuentra aquí nos matará a las dos.

La joven de cortos cabellos extendió su brazo y tomó la mano que Shampoo le ofrecía, ésta tiró suave de ella hasta que quedó fuera, al momento Akane se abrazó a su amiga.

—¿Pudiste hacerlo?

Akane asintió muda.

—Pues vamos, no perdamos más tiempo.

—Gracias… ―musitó la joven.

Shampoo se asomó al pasillo, comprobó que no había nadie y salió de allí, seguida muy de cerca por Akane, camino a las escaleras, subieron intentando hacer el menor ruido posible, afortunadamente ninguna de las otras chicas salió en ese momento. Una vez dentro del cuarto, Shampoo escondió el arma junto con la camisa y los colocó en el lugar acordado por ambas. Akane quería haberse llevado las pruebas ese mismo día para poder sacar a Ranma de prisión pero Shampoo la convenció de no hacerlo, alegando que las destruirían y seguramente su vida correría peligro. Akane decidió confiar en ella, salvo aquel espantoso incidente, siempre la había protegido, incluso lo hizo también esa vez, contándole a tiempo a Taro lo que Ryoga preparaba.

―Me pondré en contacto contigo en cuanto mueva ficha, ¿de acuerdo?

Akane inhaló profundo y asintió, la joven de ojos carmesí le dio un fuerte abrazo y la instó a que bajara de nuevo por la ventana.

―Ten cuidado… ―Una vez que Shampoo se quedó a solas volvió a hacerse un ovillo en la cama, ¿cómo iba a hacerlo para que la creyeran y no destruyeran la única oportunidad de salvar al coronel de Akane?

Estaba sumida en sus cavilaciones cuando escuchó un golpe suave en su puerta, se incorporó asustada pensando que podría ser Mousse pero la voz al otro lado la tranquilizó.

―Soy Rouge.

Shampoo abrió la puerta y su amiga entró —Gracias —dijo sin más.

—Espero que sepas lo que estás haciendo, sea lo que sea, y además involucrando a la chica Ling —respondió Rouge.

—Lo tengo todo bajo control ―mintió.

―Taro está muy preocupado por ti.

Al escuchar su nombre los ojos se le humedecieron ―No le cuentes nada por favor…

―Mis labios están sellados pero tampoco puedo hacer nada si decide intervenir, ya sabes la cabeza tan dura que tiene.

Shampoo sonrió melancólica ―No dejes que se acerque a mí esta noche.

―Lo intentaré pero no puedo prometerte nada.

La joven asintió y Rouge salió de la habitación, dejándola hecha un mar de lágrimas.

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Llegó la noche, Shampoo se vistió con sus mejores galas, se maquilló consiguiendo ocultar a la perfección sus ojeras, se miró en el espejo y quedó satisfecha con el resultado. Ensayó una bonita y seductora sonrisa, inspiró de nuevo y decidió que ya era hora de hacer acto de presencia.

Desde la planta de arriba pudo ver con claridad el bullicio de gente que había, estaban los habituales pero también gente nueva. Sin poder evitarlo sus ojos hicieron contacto con los de Taro, que parecía pendiente de que ella llegara. Rápidamente apartó la vista y bajó, por el rabillo del ojo pudo ver cómo Rouge se acercaba a Taro y se interponía en su camino, éste parecía molesto e insistía en que le dejara pasar. Casi había llegado al final cuando Mousse salió en su busca.

―Y aquí tenemos a la flor más bonita de Shanghai ―El dueño del Black Ahiru tomó la mano de Shampoo y la ayudó a descender el último escalón.

La joven sonrió como una verdadera actriz y miró al extraño anciano que se encontraba al lado de su jefe; era un hombre canoso que la observaba con lascivia.

―Querida, te presento a Rakkyosai Tanaka.

Shampoo hizo una reverencia discreta pero sutil, juntando sus pechos a medida que se inclinaba, asegurándose de que el invitado de Mousse tuviera la mejor de las vistas ―Bienvenido a Shanghai, si usted me lo permite seré su acompañante esta noche.

―Desde luego no mintió cuando me dijo que me estaba reservando a la mejor, señor Tzu ―dijo el anciano pasándose la lengua por los labios, algo que a Shampoo le repugnó pero no tenía más remedio que aceptar lo que Mousse le había impuesto, aunque si todo salía bien pronto no tendría que volver a soportar a esos babosos.

―Es usted todo un adulador, señor Tanaka ―dijo Shampoo con una sonrisa traviesa―. ¿Me invita a tomar una copa?

―Una y las que quieras cariño, aunque no pretendo emborracharte porque te quiero lúcida y en plenas condiciones luego.

―No le decepcionaré… ―Avanzó moviendo las caderas, giró la cabeza brevemente y vio que Mousse asintió aprobando su actuación.

Pasada una hora, Shampoo subía de nuevo las escaleras con el señor Tanaka tocándole el trasero, lo último que pudo ver fue a Mousse reteniendo a Taro que volvía a intentar acceder a ella.

Abrió la puerta del dormitorio dejando pasar a su invitado, que apenas podía dar un paso después de todo lo que había tomado, Shampoo pensó que con suerte ese viejo asqueroso se dormiría antes de hacer algo con ella.

Cuando cerró la puerta se giró y se quedó apoyada en ella ―¿Qué le gustaría que le hiciera? ―su voz era pura sensualidad.

―Necesito hablar contigo. ―De pronto ese hombre dejó de tambalearse y su dicción era impoluta, no como hacía dos segundos que apenas se le entendía al hablar por la borrachera que supuestamente llevaba.

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Akane no hacía más que dar vueltas en su habitación, solo había pasado un día desde que estuvo en el Black Ahiru pero el no tener noticias de Shampoo la estaba matando por dentro, ¿estaría bien?, ¿Y Ranma? No era capaz de soportar esa incertidumbre por mucho tiempo. Se esforzó por comer pero casi siempre acababa vomitando porque el nudo del estómago no dejaba que pasara ningún alimento sólido. No sabía qué hacer, le prometió a Shampoo que esperaría a que contactara con ella pero no sabía el tiempo que le quedaba a Ranma.

Decidió que no iba a esperar más, iría al cuartel general para preguntar por Ranma y tendrían que darle una respuesta sí o sí.

—¿A dónde vas? —preguntó la doctora que justo abría la puerta, llegando a casa después de su guardia, a la par que Akane se disponía a salir.

—Y-yo… tengo que hacer un recado…

—¿Un recado? —La observó perspicaz—. Ya mismo anochecerá, ¿no puede esperar a mañana?

—No voy a tardar, estaré aquí para la cena, lo prometo.

Hubo unos instantes algo tensos pero finalmente la doctora accedió.

—No puedo imponerte que no salgas, solo te pido que tengas cuidado y, si algo te tiene preocupada y necesitas ayuda, sabes que puedes contar conmigo.

Akane se sentía muy culpable por no decirle lo que pretendía pero, por otro lado, no quería causar problemas, bastante hacían con darle una cama caliente para dormir y alimento a diario.

—Gracias, lo sé… —Esbozó una ligera sonrisa y salió apresurada.

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No tardó demasiado en encontrarse a las puertas del cuartel general, miró el edificio y contuvo la respiración, era enorme, ¿estaría Ranma encerrado en alguna de las dependencias?

Caminó con paso decidido pero fue obstaculizada por dos guardias que custodiaban la entrada.

—Señorita, no puede pasar, esto es un edificio militar.

—Necesito hablar con el general Wàng, es muy importante, la vida de un hombre depende de ello —Sólo recordaba ese nombre de alto cargo cuando Ranma le hablaba del trabajo.

Los hombres se miraron extrañados —Sin autorización no puede, lo siento mucho.

—¡¿Es que no les importa que un inocente pueda morir?! ¡Necesito hablar con él!

Intentó abrirse paso a la fuerza, corrió para pasar entre los soldados, la consiguieron sujetar pero poco les duró porque ella fue más astuta, Taro le había enseñado una técnica inflamable para escabullirse cuando alguien te tenía sujeto.

—¡Alto! ¡Si no se detiene me veré obligado a disparar!

Pero la joven solo podía pensar en Ranma y en que si se detenía en ese momento su oportunidad para hablar con el general se esfumaría. Miró un segundo hacia atrás, pudo ver cómo los soldados apuntaban con sus rifles en su dirección, se distrajo un momento, lo justo para no ver que otros militares salieron a su paso, rodeándola.

—¿A qué juega, señorita? No debería estar aquí —dijo Saffron malhumorado, estaba comiendo cuando escuchó a sus compañeros dar el alto a alguien pero jamás se imaginó que pudiera ser a una cría.

—¡Por favor, necesito hablar con el general, es muy urgente!

—Espera, espera…. Yo la he visto antes…. —comentó Kirin mientras alzaba la mano frenando a los soldados que venían corriendo hacia ellos—. Tú eres la chica que Hibiki me dijo que siguiera… Él tenía una obsesión rara contigo, ¿a qué vienes?, ¿es que eras su novia o algo parecido?

—¿Q-qué? N-no… sólo quiero hablar con…

—Ya lo sé —respondió cansinamente—, quieres hablar con el general. ¿De qué si puede saberse? ¿Tiene algo que ver con Ryoga? Porque sabes que fue asesinado, ¿no? y por uno de los tuyos.

La cara de Akane palideció pero aún así encontró fuerzas para mantenerse firme —¡Están cometiendo un error! ¡El coronel Saotome es inocente!

Saffron entrecerró los ojos —¿Y cómo sabes tú…? ¿Eres una espía? ¿Colaboras con él para hundir a nuestro imperio? ¿También eres su putita o eso no viene incluido en el espionaje?

—¡No le consiento que me hable así! ¡Yo no soy ninguna espía!

—¡Yo soy la autoridad aquí y hablaré como me dé la gana! ¡Si proteges a un traidor también se te juzgará por traición! ¡Apresadla!

Los soldados se abalanzaron sobre Akane, ésta los fue esquivando con maestría, y uno de ellos logró sujetarla por la cintura pero la chica consiguió girar hacia atrás y soltarse del agarre. Cada vez más soldados se aproximaban hacia ella, sabía que no iba a aguantar mucho más y, si conseguían apresarla, perjudicaría a Ranma más que ayudarlo. ¿En qué pensaba al presentarse allí sin pruebas? ¿Creía que iban a recibirla tranquilamente a escuchar su versión y que lo liberarían? Shampoo tenía razón, tenía que huir y ella era más rápida que todos juntos.

—¡Maldita sea! —bramó Kirin al verla correr y perderse entre la multitud.

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—Me han dicho que quería verme, coronel.

Ranma estaba sentado con la cabeza prácticamente metida entre las piernas, al oír la voz del general se incorporó como pudo.

—Llevo días reclamando su presencia. ¿A qué cojones está jugando, general? —El azabache caminaba pesadamente hacia los barrotes—. Lleva sedándome desde que me apresó, si no va a avisar a Japón y su finalidad es matarme, ¿a qué está esperando?

Wàng sonrió de medio lado —El sedarle es por su bien, se pone demasiado nervioso y no queremos que se autolesione. ¿Y por quién me toma? Tendrá un consejo de guerra interno, ¿qué se piensa que somos? ¿Bárbaros?

Ranma se rio con sarcasmo —¿Interno? Se refiere a sin intervención de los japoneses, ¿no?

—Bueno, ya han intentado intervenir por usted según me han contado.

Ranma lo miró extrañado —¿De qué habla?

—Kirin me ha informado de que ha venido una chica japonesa a hablar conmigo, alegando que usted era inocente. Demasiado sospechoso, nadie sabe que está aquí, ¿cómo es posible que ella esté informada? Quizá le suene; de pelo corto, oscuro, muy mona pero una traidora al igual que usted.

—A-Akane… —musitó Ranma—. ¿¡Qué le han hecho!? —zarandeó los barrotes intentando abrirlos.

—Así que la conoce… El teniente Saffron me informó de que podía ser una espía de Japón.

—¡Ella no es ninguna espía! ¡Le juro que como le pongan la mano encima me los llevo por delante antes de que acaben conmigo!

—Cálmese Saotome o tendremos que sedarle de nuevo. No hace falta tanta agresividad. ¡Esto es lo que nos envían nuestros supuestos aliados! ¡Un perturbado para que dirija a nuestras tropas! Me consta que la chica ha escapado pero sepa que tengo orden de que si la ven la apresen y ya veremos lo que hacemos con ella.

Ranma apretó los dientes tan fuerte que chirriaban —Se lo juro general… tóquele un pelo y es hombre muerto…

—¿Eso fue lo que le dijo a Hibiki, no? ¿Fue también por esa chica? Anoten en los cargos de coronel Saotome amenaza de muerte a un superior.

—¡Yo no maté a Hibiki! ¡General Wàng! ¡Exijo que me dejen hacer una llamada! ¡General!

Pero era inútil, Wàng salió de las celdas sin echar la vista atrás.

—¡Joder! —Ranma dio un puñetazo en la pared, su vida no le importaba pero la de Akane sí y estando encerrado no podría protegerla. La rabia volvió a apoderarse de él cuando sintió de nuevo un pinchazo en su brazo, se quitó el dardo tranquilizante y buscó el camastro, sabía que era cuestión de segundos que perdiera el conocimiento. Su última visión fue la de Akane sonriéndole.

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Fue la vez que más le costó abrir los ojos a Ranma, seguramente le aumentaron la dosis del sedante. No sabía cuánto tiempo había dormido, ¿unas pocas horas? ¿Un día entero? Desde que lo encerraron había perdido la noción del tiempo, nadie quería decirle los días que llevaba encerrado pero sabía que ese tiempo estaba a punto de expirar. Su sentencia de muerte estaba dictada desde el primer minuto pero Wàng quiso torturarle antes. Nunca había sido de su agrado y no dudaba en demostrárselo.

—Eh, tú… Vete espabilando que hoy es tu último día aquí. En breve vendrán a recogerte así que aséate para el general —dijo el carcelero de manera grosera.

Entonces había llegado el día, ¿podría ingeniárselas para escapar de allí? Estaba casi sin fuerza pero le quedaba la suficiente para encargarse de unos cuantos hombres, había estado en situaciones límite en muchas ocasiones y siempre había encontrado una vía de escape, confiaba en su instinto de supervivencia, nunca le había fallado y esperaba que esta vez no fuera una excepción.

Como había dicho el carcelero en una media hora entraron algunos militares escoltando al general Wàng, entre ellos Saffron y Kirin.

—Vaya coronel, esta vez se ha echado una buena siesta, casi creí que lo habíamos perdido, pero no… En fin, es la hora de su consejo de guerra —habló el general—. Apunten al coronel Saotome y ante cualquier movimiento extraño por su parte no duden en disparar.

El soldado que estaba de guardia en las celdas abrió la de Ranma, los demás apuntaban al azabache atentos a cualquier maniobra de escape por su parte. Saffron entró junto con Kirin, este último era el encargado de esposarle. Ranma se encontraba sentado en el camastro, Kirin avanzó con miedo. El flequillo despeinado de Ranma enmarcaba su mirada que estaba fija en su antiguo subordinado, A Kirin le recordó al día que lo recogió en el aeropuerto; esa mirada fría, desafiante y vacía, como aquel que no tiene nada que perder. Su rostro demacrado y su cabello enmarañado lo hacían parecer aún más peligroso.

—¿A qué esperas? —le instó Saffron a su compañero—. No te va a morder.

Kirin tragó en seco y avanzó con cautela, Ranma no se movía pero tampoco perdía detalle de los movimientos del oficial, y él lo sabía, estaba convencido de que a pesar de lo maltrecho que se encontraba estaría elaborando una estrategia para poder escapar. Esperaba que los sedantes y la falta de alimento lo hubieran dejado lo suficientemente débil para actuar.

―A-A-Andando, asesino ―tartamudeó Kirin—. Extiende los brazos…

Ranma obedeció y subió sus manos para darle un mejor acceso a Kirin para colocarle las esposas. En cuanto este fue a ponérselas, el azabache se levantó y, con un ágil e imperceptible movimiento, le robó el arma mientras lo sujetaba por el cuello, poniéndole de escudo entre él y los demás soldados, apuntando directamente a Saffron, que se disponía a intervenir para ayudar a su compañero.

—Yo que usted ni lo intentaba, teniente. Puedo romperle el cuello antes de que me abatan a tiros.

―Saotome, sólo está empeorando la situación, suéltelo, no tiene nada que hacer ―dijo el general muy tranquilo y en tono burlesco.

―No le temo a la muerte pero no voy a ponérselo fácil, yo no maté a Hibiki y no voy a pagar por un crimen que no he cometido, y usted está tomando la justicia por su mano, ¿cree que en mi país no se van a enterar de que va a juzgarme sin defensa posible? Después de esto las relaciones entre China y Japón van a pender de un hilo, ¿quiere ser el causante de entrar en guerra con el imperio japonés?

―No me haga reír coronel, si los coreanos no les han masacrado todavía es porque hemos sido sus niñeras, miles de chinos han perdido la vida en una guerra que no les correspondía. Usted ha traicionado a China y por eso se le va a juzgar, y los japoneses lo entenderán perfectamente ―espetó el general.

―Los japoneses no están tan seguros de eso Wàng ―. Una voz al fondo hizo que todas las armas apuntaran ahora en esa dirección. Un anciano de pelo canoso, muy bajito y con bigote se adentró tranquilamente en la sala con las manos a la espalda ―. Maldita sea chico, ¿no podías quedarte quieto como te pedí? ―regañó a Ranma, que seguía sujetando con fuerza a Kirin, que cada vez estaba más azul.

―Happosai… ―musitó Ranma, jamás se había alegrado tanto de ver al viejo.

―General Chen… Cuánto tiempo, ¿qué le trae por Shangai?

―Sigues siendo un chico malo, Wáng, ¿no ibas a avisarnos de que tenías encerrado a un coronel del ejército imperial?

Wáng comenzó a sudar, conocía perfectamente a Happosai y sabía que no venía sin un plan premeditado ―¿Quién ha dicho que no he avisado y que les ha importado una mierda lo que le pase al coronel Saotome? Sabe de sobra que estaban deseando quitárselo de encima, por eso lo mandaron aquí y él nos lo ha agradecido masacrando a uno de los nuestros.

―Wáng, no me mientas, sabes que tengo ojos y oídos en todos lados. El coronel Saotome es inocente, tengo pruebas que lo demuestran.

Ranma exhaló aire y el general Wáng enarcó una ceja ―¿Pruebas? Él trajo el cadáver del capitán Ryoga Hibiki en un coche oficial que yo mismo le presté, ¿cree que esas no son suficientes?

El azabache volvió a contener la respiración.

―Bueno, a priori el coronel Saotome parece culpable en toda regla, salvo que yo poseo el arma homicida, la camisa del autor manchada con la sangre de Hibiki y una serie de bonitas fotos de cómo los secuaces del que fue mayor de su ejército, Mousse Tzu, meten el cadáver de Hibiki en su coche oficial, el que amablemente prestó al coronel Saotome.

―¿Fotos? ―comentó Ranma asombrado.

―Sabía que meterías la pata porque sigues siendo demasiado impulsivo y mandé que te siguieran a todas partes. También tenía vigilado a ese Mousse desde que me contaste tus sospechas.

―Eres un viejo zorro ―dijo el azabache esbozando una sonrisa de medio lado.

―Ah, general… ―continuó Hapossai― ¿Le interesa saber por qué el mayor Tzu se tomaría tantas molestias en culpar al coronel Saotome? Porque le estaba investigando, a él y al capitán Hibiki, por una alta traición cometida cuando estuvieron destinados en Corea. Tengo grabaciones telefónicas del mayor Tzu negociando con el general Park, vendiendo la posición de nuestro ejército y secretos militares a cambio de dinero, sin importarle si los que morían eran los nuestros o los suyos con tal de llenarse los bolsillos. Aquí podrá ver los extractos de la cuenta bancaria, claro que estaba a nombre de un tal Hikaru Gosunkugi pero, yo le demostraré que esa persona y Tzu eran la misma. Además todo pasaba por su local, el Black Ahiru, si quiere hablamos más tranquilos en su despacho pero no se crea que Japón se va a quedar de brazos cruzados si no resuelven este tema pronto, y en cuanto a su actuación con el coronel Saotome no tenga duda alguna de que habrá represalias. Puede que yo ya no esté en el ejército, pero sigo teniendo mucho poder e influencia y esto me lo voy a tomar como algo muy personal.

El general se quedó rígido y pensativo durante unos instantes ―Bajad las armas ―ordenó finalmente a sus hombres.

Happosai hizo un gesto a Ranma para que liberara a Kirin, que salió a gatas tosiendo para poder volver a respirar con normalidad, Saffron le ayudó a incorporarse dirigiendo una mirada de odio y resentimiento hacia el azabache.

―Siempre tienes que ganar, ¿verdad? ―habló Wàng a Happosai entrecerrando los ojos―. No pretendo entrar en conflicto con Japón, colaboraremos, enséñame esas pruebas, las analizaremos y, si resulta conveniente, liberaremos al coronel Saotome… ―dijo apretando los dientes.

―Detrás de usted, general ―Happosai se echó a un lado y Wàng pasó con la vista al frente. Antes de seguirle señaló con el dedo a los presentes―. Más les vale que me encuentre al coronel Saotome en perfecto estado cuando regrese a por él ―Le dirigió una última mirada a Ranma y pudo leer un gracias en los labios de su protegido, Happosai sonrió con orgullo y salió.

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Mousse se encontraba en su despacho revisando unos papeles, hacía tres días que no tenía noticias del viejo, ¿se habría echado atrás en el negocio que le propuso? Se regañó a sí mismo por confiar en un japonés, seguramente le habría tomado el pelo para disfrutar de la noche que el Black Ahiru le ofreció.

Levantó la cabeza al escuchar escándalo fuera, se incorporó malhumorado, mataría a quien estuviera organizando semejante follón, abrió con furia y se encontró de bruces con varios rifles apuntándole a la cara.

―¡Mayor Mousse Tzu! ¡Queda usted detenido por alta traición hacia China y su aliado, Japón! ¡Y por el asesinato del capitán Ryoga Hibiki! ¡Al haber pertenecido al ejército se le hará un consejo de guerra! ¡Acompáñeme sin oponer resistencia! ¡Ponedle las esposas!

―¿¡Q-qué cojones es esto!? ¡No pienso ir a ningún lado!

―¡Mayor, es una orden directa del general Wàng!

Entre varios oficiales le pusieron las esposas a la espalda y lo obligaron a caminar.

―Mousse… ―Shampoo apareció a su lado.

―¡Esperen un momento! ―gritó el hombre de larga melena azabache―. Shampoo, llama ahora mismo a mis abogados y diles que…

La joven china se acercó y lo besó en los labios, éste se quedó algo extrañado ante su reacción.

―Sólo espero que si no te sentencian a muerte te pudras en la cárcel el resto de tu vida ―Le dijo la chica de ojos carmesí.

La cara de Mousse se descompuso de pura rabia ―Hija de puta… ¿me has traicionado? ¿Sabes que desde donde sea puedo hacer que te maten de la manera más cruel posible, verdad? No te va a valer esconderte porque te encontraré…

―Sólo acuérdate de mí cuando te estés retorciendo de dolor… ―Shampoo se fue alejando para colocarse al lado de Rouge.

―¡Zorra! ―continuó gritando Mousse.

―¡Se acabó la cháchara! ¡Vámonos! ―ordenó el soldado.

―¡Recuérdalo! ¡No tienes dónde huir! ―vociferó mientras lo arrastraban hacia el furgón militar.

Shampoo no perdía detalle de por dónde había desaparecido Mousse, sólo se percató de la presencia de Rouge a su lado cuando le extendió un pañuelo para que se limpiara un hilillo de sangre que caía de sus fosas nasales, acto seguido le ofreció un pequeño frasco, Shampoo tomó ambas cosas, se tomó el contenido del frasco y se limpió la sangre, pasándose el pañuelo a su vez por los labios.

―Te echaré de menos ―dijo Rouge.

―No tienes por qué, vente conmigo ―respondió la joven volviendo a mirar hacia la puerta.

―No me imagino la vida fuera de Shangai.

―¿Qué vas a hacer ahora?

―Tengo unos ahorros y algo en mente, incluyendo a las chicas, quiero alejarlas de esta mierda.

Esta vez Shampoo volvió a mirar a la que fue su compañera de fatigas todos estos años.

―Siempre has sido la más inteligente. Te deseo lo mejor y gracias por la ayuda.

Rouge sonrió y entró en el despacho de Mousse, Shampoo inspiró fuerte y subió a hacer su maleta. Ese viejo japonés, después de proponerle ayudarle a detener a Mousse le prometió una nueva vida en Japón como dueña de un restaurante, el Neko-Hanten, si no recordaba mal. La llamarían por otro nombre, una oportunidad para empezar desde cero y enmendar todos sus errores. Echaría muchísimo de menos a Akane y a Taro pero necesitaba dejar atrás su anterior yo. Abrió el pasaporte y leyó en voz alta. Cologne Ling… siempre había querido llevar el apellido de Taro como su esposa y ahora lo llevaría por pura casualidad, no había puesto objeciones, así una parte de Taro siempre estaría con ella.

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El furgón militar se estaba acercando al cuartel, el cerebro de Mousse echaba humo debatiendo en qué momento había sido tan descuidado. En el fondo siempre supo que Shampoo sería su perdición de alguna manera pero jamás imaginó que ella fuera a traicionarle, él se había encargado de que le temiera y se lo pensara dos veces antes siquiera de que se le pasara por la cabeza.

Comenzó de pronto a sentir un sudor frío por todo el cuerpo, necesitaba desesperadamente desabrocharse algunos botones de la camisa, pero al tener las manos en la espalda le era imposible. Junto a los sudores se unió un calor abrasador que empezó a emanar dentro de su cuerpo, poco a poco el aire empezó a faltarle.

―¿Qué le pasa al traidor? Parece que no se encuentra bien ―dijo uno de los militares que le custodiaban.

―Se habrá dado cuenta de lo que le viene encima ―respondió otro.

Mousse emitió un gruñido de dolor, se retorció intentando cubrirse el estómago, algunos militares sacaron sus armas y le apuntaron ―A-ayuda… ―apenas podía vocalizar.

―Creo que tiene algo.

―Está fingiendo.

Hablaban entre los militares.

Un grito de dolor extremo les alarmó aún más, seguían sin soltar las armas, no teniendo claro si se trataba de alguna estrategia para escapar o de si estaba sufriendo alguna clase de ataque.

―¡AHHHHHHHH! ¡JODERRRRRR! ―Las palabras de Shampoo acudieron a su mente de inmediato, esa puta le había hecho algo. De pronto, una imagen del beso que le dio, ¡le había envenenado! ¿¡Pero cómo!?

Mousse empezó a retorcerse, se echó al suelo y notaron cómo le salía espuma por la boca, los ojos parecían que se le salían de las órbitas, aparte de notarse todas las venillas que parecían a punto de estallar.

―¡Teniente, ¿qué hacemos?!

―¡Y yo qué mierda sé! ¡Parece estar sufriendo un ataque de algo! ―dio un golpe fuerte a la parte delantera del furgón― ¡Acelera! ¡Hay que llegar al cuartel lo antes posible!

Mousse comenzó a convulsionar, los soldados se agacharon intentando inmovilizarle pero las convulsiones eran demasiado fuertes, Mousse parecía tener la fuerza de un toro. Lo llamaban pero no respondía. Se le cayeron las gafas y descubrieron con horror que los ojos estaban cubiertos de sangre.

―¡Joder, joder, joder! ¡Más rápido, más rápido! ―gritó el teniente al conductor.

Llegaron al cuartel y frenaron de golpe al llegar a la puerta, abrieron la parte trasera del furgón y solicitaron ayuda para bajar a Mousse, que yacía inerte en el suelo del vehículo.

―¡Tómale el pulso! ―Uno de los soldados que apareció, encargado en ocasiones de la enfermería se aproximó y le puso dos dedos en la arteria carótida del cuello. Bajó y acercó su rostro a los labios de Mousse para comprobar si respiraba.

El soldado miró a su teniente y negó con la cabeza ―Su sentencia se ha cumplido antes de tiempo.

El teniente se frotó la cara con las manos pensando en cómo iban a explicar lo ocurrido a Wáng, ya que ni ellos mismos sabían lo que acababa de pasar.

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Ranma salió de la ducha después de casi una hora, Happosai lo estaba esperando sentado en un sillón del hotel donde se habían hospedado tomando una copa de whisky.

―Creía que te habías ahogado, chico.

―Necesitaba pensar y, después de días sin asearme, no me apetecía dejar la ducha tan pronto ―Se sentó en frente y echó la cabeza hacia atrás―. Desde luego no dejas de sorprenderme, viejo.

―Siempre te digo que tienes mucho que aprender de mí. Y cada vez que te diga que te quedes quietecito es que te quedes quietecito, ¿me oíste bien? Después de una hora bajo el agua las orejas se te habrán quedado tan limpias como una patena, ¿no?

―Perfectamente. Jamás voy a volver a dudar de ti…

Happosai sonrió de medio lado mientras le daba otro trago al vaso de licor ―Bueno… nos vamos mañana, la noche es joven igual que nosotros, después de haber estado en la cárcel, ¿no te apetece que salgamos a por unas guapas señoritas? Hace mucho que no visito Shanghai, ¿por qué no me haces de guía?

Ranma levantó la cabeza y enarcó una ceja ―No cuentes conmigo.

―Tú sólo tendrías que hacerme de escudero, ya sé que sólo tienes a una chica en mente pero debes olvidarla, ella no quiere nada de ti.

―¡Pero vino al cuartel! ¡Sé que fue ella! ¡No sé cómo se enteró pero se arriesgó para poder salvarme! ¡Estoy seguro! ―El azabache se levantó y comenzó a dar vueltas por la habitación.

―Eso no lo sabes seguro. Las mujeres son la perdición de los hombres, olvídate de ella, hay muchos peces en el mar, eres más o menos guapo, no tanto como yo lo era, aunque sigo conservando mi atractivo. Sal a divertirte y seguro que cuando menos te lo esperes ni siquiera te acordarás de su nombre.

Ranma miró por la ventana del hotel la puesta de sol ―Jamás podré olvidarla…

Happosai negó con la cabeza, se levantó y se acercó a él ―Pues haz lo que te dicte el corazón porque parece que a la cabeza y a las canas con experiencia no le vas a hacer caso. Yo voy a darme una vueltecita por ahí. No me esperes despierto, ju ju ju.

—Ten cuidado en ese distrito porque… —Ranma se cayó de repente, ¿que Happosai tuviera cuidado? Si ni siquiera él era capaz de vencerle—. No he dicho nada.

Cuando el anciano salió por la puerta Ranma descolgó el teléfono ―¿Hospital Jiahui internacional? Sí, ¿me podría decir si la doctora Feng está de guardia? Es urgente.

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.

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Akane estaba en su habitación, mirando al vacío, se había vuelto casi una rutina diaria en su vida. Su mejor compañía era Luna, la gatita del gueto que ronroneaba sin parar en su regazo; regresó a por ella y a por sus bebés y la doctora decidió adoptar a Luna, sus bebés fueron adoptados por personal del hospital, por fin tendrían un verdadero hogar como les había prometido.

La chica acababa de regresar del Black Ahiru pero Shampoo no estaba allí. El local se encontraba precintado, no sabía lo que había pasado, sólo esperaba que se hubiera hecho justicia y que Mousse hubiera recibido su castigo por su crimen. Antes de irse, a través de una ventana pudo distinguir la figura de Rouge y se las arregló para poder hablar unos instantes con ella. Sólo le dijo que todo había salido bien, que Shampoo ya no se encontraba allí y que no iba a volver, que siguiera con su vida y que no se preocupara.

Estaba confundida, ¿Shampoo se había marchado sin despedirse de ella?, ¿por qué lo haría?, ¿habría tenido que huir después de hacer lo que hizo? Se encontraba sumida en sus pensamientos cuando llamaron a la puerta.

―Adelante.

―Akane, soy yo ―dijo la doctora, que recién regresaba de su guardia.

La joven puso a Luna en la cama y se levantó ―Ni siquiera he oído la puerta de entrada, lo siento. Espero que haya tenido un buen día.

―Ha sido un día con sorpresa incluida ―. Akane la observó extrañada―. Siéntate, por favor.

―¿Ocurre algo malo? ―preguntó con temor.

―No, bueno, no sé si lo será… No sabía qué hacer pero mi conciencia no estaría tranquila.

La doctora le sacó de su bolso una carta y se la entregó.

―¿Qué es esto?

―Antes de terminar mi guardia recibí una llamada… Era el coronel Saotome.

Akane se quedó sin aliento, como cada vez que alguien pronunciaba el nombre de Ranma.

―Entonces significa que está bien… ―pronunció exhalando un suspiro de tranquilidad―

¿Y q-qué le dijo?...

―Me contó que por fin iba a poder cumplir una promesa que te hizo, averiguar quién eras en realidad. Quedé con él después de mi guardia, por eso llegué algo más tarde, me dijo que dentro de este sobre está la documentación necesaria para corroborar que eres Akane Tendo.

Akane se tapó la boca con las manos y los ojos comenzaron a humedecérsele.

―No es eso lo que me preocupaba darte, es una noticia estupenda y me alegro mucho por ti, dentro hay una carta suya. Sé que te prometí que jamás te haría saber algo sobre él pero tienes que perdonarme. Que la leas o no ya es decisión tuya.

―N-no tengo nada que perdonarle… Usted ha hecho mucho por mí…

La mujer le acarició la cabeza, tomó a Luna en brazos y salió para dejarle intimidad.

Akane sostenía el sobre pero le seguían temblando las manos, respiró hondo y por fin decidió abrirlo. Primero miró su documentación, no lo podía creer, tenía una familia en Japón, unas primas llamadas Nabiki y Kasumi Tendo y un tío, el hermano de su padre… sonaba tan extraño decir aquello… No tenía los documentos oficiales pero sí lo necesario para que en la embajada japonesa le arreglaran todo. Y entonces lo vio, un papel plegado, dudó si leer esa carta o no, ya había decidido pasar página pero en su interior deseaba volver a saber de él, así que sin más preámbulos la desplegó. Una sonrisa incontrolada escapó de sus labios al ver de nuevo su horrible caligrafía.

Querida Akane: No sé ni cómo empezar esta carta, lo primero y lo más fácil es decirte lo mucho que me alegro de que nuestras sospechas fueran confirmadas. Por fin vas a conocer a tu verdadera familia, que según me han contado está deseando reencontrarse contigo. Tienes todo lo necesario para que en la embajada, que ya saben tu historia y te están esperando, te arreglen lo necesario para poder regresar a tu país de origen, si así lo deseas.

Lo segundo es pedirte perdón por no haberte contado que ya te conocía y que sabía dónde encontrar a Taro, lo siento… nunca debí decidir por ti pero tenía tanto miedo de perderte que no razoné. Sé que no es excusa, sobre todo cuando decidimos que no nos mentiríamos. Si pudiera retroceder sólo cambiaría eso, porque del tiempo que he pasado contigo no cambiaría absolutamente nada. Me has hecho el hombre más feliz del universo sólo con verte sonreír cada mañana… Igual es tarde pero necesito que sepas que te quiero… Te quiero como jamás pensé que se pudiera querer a alguien. Me odio por no habértelo dicho cuando te tenía entre mis brazos, fui un cobarde.

Sé que me dijiste que no querías saber nada más de mí, sólo espero que estés leyendo esto porque te voy a pedir algo, por favor, perdóname, y si sientes lo mismo que yo regresa conmigo a Japón… Te haré la mujer más feliz del mundo, como tú has hecho de mí el hombre más afortunado mientras has estado a mi lado.

Mañana sale mi vuelo así que si decides perdonarme y darme una oportunidad, ven al aeropuerto, yo cancelo el viaje y me quedo contigo hasta que arreglen tu visado y podamos volver juntos a Japón. El avión sale a las 8 a.m. desde Pudong.

Si decides no venir lo entenderé perfectamente y ya no te molestaré ni me interpondré más en tu camino.

Espero verte allí… Te amo más que a nada. Siempre tuyo, Ranma Saotome.

Akane dejó la carta a un lado porque estaba empapándola con sus lágrimas, ¡era un idiota! ¡¿Habían pasado meses juntos y tenía que decirle por escrito que la amaba?! Su cabeza estaba hecha un verdadero lío, ¿en serio era tan grave lo que había pasado para no poder perdonarle? Aunque esa no era la pregunta, ¿podría confiar en que jamás volvería a mentirle? Ahora mismo la confianza tan grande que le tenía se había resquebrajado pero… él la amaba… y ella le amaba a él.

Se levantó y corrió hacia la cocina, donde la doctora le estaba echando de comer a Luna.

―Doctora Feng…

―Dime Akan… ¿has estado llorando? ―chasqueó la lengua―. Quizá solo debería de haberte dado la documentación y esconder la carta…

―No, estoy bien de verdad… sólo quería decirle que mañana voy a ir a buscarle al aeropuerto… Quiero estar con él, en mi interior siempre lo he tenido claro pero el daño que me había hecho me impedía verlo.

La doctora sonrió y se acercó a abrazarla ―Mañana estoy libre así que déjame llevarte.

―No quiero molestarla… Usted ha sido demasiado buena conmigo…

―Pues permíteme que haga una última cosa, sobre todo si hace que tengas de nuevo esa sonrisa.

Akane la miró agradecida y asintió. Mañana lo vería de nuevo, ojalá las horas pasaran rápido.

.

.

.

―¿Estoy bien? ―preguntó Akane antes de salir.

―Estás preciosa ―respondió la doctora―. ¿Lista para salir?

―¡Sí!

Bajaron al garaje y se subieron al coche, el trayecto no era muy largo, unos tres cuartos de hora aproximadamente. Salieron con tiempo por si se encontraban tráfico, algo habitual. todo iba fluido hasta que, a los diez minutos de camino, tuvieron que detenerse justo por la cantidad de coches parados en la carretera.

Quince minutos después la cola seguía sin avanzar, Akane movía la pierna nerviosa ―¿Por qué no se mueven los coches?

―No lo sé, normalmente hay tráfico pero nunca estas retenciones tan grandes ―La doctora vio cómo la gente comenzaba a bajar de sus vehículos―. Quédate aquí.

Se bajó y caminó un poco hacia delante, Akane no perdía de vista su tutora, la vio hablar con el hombre que llevaba el coche justo delante del de ellas. Al cabo de unos minutos regresó.

―¿Qué ocurre?

―Parece que ha habido un accidente, están reorganizando el tráfico pero no se sabe cuánto vamos a estar parados. Lo siento… No podemos hacer otra cosa más que esperar.

―¿Q-qué…? Si no llego a tiempo va a creer que no le he perdonado… No sé cómo contactar con él, no sé dónde vive en Japón… Lo voy a perder… ―Se sujetó la cabeza con las manos en una acción desesperada.

La doctora le tomó la mano y se la apretó ―Llegaremos a tiempo… y si no, moveremos cielo y tierra para dar con él.

.

.

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―Caballero, no podemos esperar más, tiene que embarcar ahora.

Ranma miraba a todos lados esperanzado en que el amor de su vida apareciera para poder abrazarla y no soltarla nunca más.

―¡Sólo un minuto más! ―bramó el coronel.

―Ranma, hijo… No podemos esperar más, ella no va a venir ―Happosai lo observó con tristeza.

―Sé que vendrá… Tiene que venir… ―musitó el azabache.

―Lo siento pero vamos a cerrar ya la puerta de embarque, hagan el favor de pasar o se quedarán en tierra ―repetía la azafata.

―Ranma…

El azabache cerró los ojos, volvió a abrirlos para echar una última ojeada a la multitud, pero nada… si ella estuviera cerca seguro que la habría sentido, como siempre le pasaba. Inspiró, se dio la vuelta y entró con decisión, sabía perfectamente cuál sería su próximo paso cuando llegara a Japón.

Continuará…


Hace 84 años desde que publiqué el capítulo 13… Lo sé y lo siento, podría dar mil excusas pero la verdad es que me costaba horrores sentarme a escribir, no avanzaba nada pero… también prometí que nunca abandonaría el fic y eso podéis asegurar que lo cumpliré.

¡Ya solo queda un capítulo! No me lo puedo creer… Éste será bastante más corto así que espero no tardar en publicar.

Bueno, ¿qué os ha parecido? Sé que ahora os estaréis acordando de toda mi familia pero pobrecitos, ellos no tiene la culpa :P ¿Y esa muerte de Mousse a lo juego de tronos? Es que cuando decidí que iba a morir a manos de Shampoo se me vino esa escena a la cabeza y ya no podía vislumbrar otra.

Estoy deseando leer vuestras opiniones y doy gracias anticipadas por los reviews que me dejéis. Como ya sabéis de sobra nos hace mucha ilusión leeros después del esfuerzo que supone escribir, que quien no lo sepa le invito a hacerlo, sobre todo este tipo de capítulos tan intensos que te roban la energía. De verdad que es agotador pero merece la pena.

Muchísimas gracias a mis betas que siempre me ayudan con los pequeños detalles que se me pasan. Os quiero mil! Sailordancer7, Lucitachan, LumLumLove y SusyChantilly.

Gracias a mis loquillas que saben que la adoro.

Solo me queda desearos que tengáis un buen inicio de semana. Nos leemos :)

Sakura Saotome :)