EPÍLOGO
Dossemanas después.
Me alegra mucho que estés de vuelta en la ciudad —dijo Temari mientras Sakura y ella deambulaban juntas por el rutilante salón de baile, tal y como solían hacer.
—Bueno, yo también me alegro de ver que tus primas se están comportando de nuevo.
—Sí, es sorprendente la celeridad con la que cambian —repuso con sequedad—. Debo reconocer lo mucho que he disfrutado viéndolas hacerte reverencias y arrastrarse ante ti, marquesa.
Sakura rió entre dientes.
—Tal vez pueda encontrar un marqués para ti, querida. Por descontado, hay que tener siempre presente al nuevo y soltero duque de Holyfield. —Sakura señaló sutilmente con la cabeza hacia Hidan, que estaba apoyado en una de las columnas del salón, con el mismo aspecto insatisfecho de costumbre.
Hidan parecía muy diferente desde la muerte de su hermano: había sustituido los vistosos colores del estilo dandi por el sobrio negro de luto.
Cuando vio a Sakura le dirigió una despectiva sonrisa falsa y se dio media vuelta. La joven se sacudió de encima el desagrado que le provocaba su antiguo pretendiente y le dio un empujoncito a Temari.
—¿Quieres visitar conmigo a los huérfanos antes de que partamos para Worcestershire?
Dejaremos que los niños decoren la casa para Navidad.
—No me lo perdería por nada del mundo.
—Itachi ha comprado un pianoforte usado para los pequeños, ¿te lo había contado? Vamos a cantar villancicos e, incluso, puede que les dé la primera lección de música a las niñas más mayores.
—Aún no puedo creer lo bien que tocas.
—Me encanta. Ojalá no hubiera dejado de hacerlo durante todos estos años. Antes me resultaba demasiado doloroso. Siempre fue algo que compartía con mi madre.
—Bueno, es obvio que no has perdido tu don. Ah, mira, ahí está tu esposo. Ay, Dios. —Temari frunció el ceño—. ¿Qué hace hablando con otra dama en aquel rincón apartado?
Sakura siguió la mirada de Temari y sonrió acto seguido.
—Es su hermana, lady Thurloe.
—¿Los acompañamos?
Sakura sacudió la cabeza, conmovida al ver que su marido por fin le había tendido la mano a su devota hermana.
—Es mejor que los dejemos tranquilos por ahora. Tienen mucho de qué hablar.
—Hace tiempo que tengo un mensaje de nuestro padre que transmitirte, Itachi. Algo que dijo en su lecho de muerte y que deseaba que tú supieras.
Itachi miró fijamente a los ojos a su hermana. Después de ver lo dolorosa que a lady Westwood le resultaba la ausencia de Yahiko, había comenzado a darse cuenta de que su propia familia podría haber padecido un sufrimiento semejante a causa de su partida. De modo que, no sin cierta cautela, había buscado a Beatrice. Suponía que estaba preparado para escuchar lo que ella tuviera que decir.
—Itachi, no tienes idea de lo orgulloso que papá estaba de ti —dijo—. Estuve con él varios días al final de su vida. Hablamos muchísimo. Has de saber que estaba furiosa contigo por no estar allí cuando se estaba muriendo. Sentía que nos habías abandonado en tu búsqueda de riqueza o placer. Pero papá no quería que estuviera furiosa contigo. Hizo que le jurase que guardaría el secreto y entonces, en su lecho de muerte, me contó la verdadera razón de que siempre estuvieras ausente. Me dijo lo noble que era lo que estabas haciendo y me hizo prometer que nunca renunciaría a ti. No te preocupes, no se lo he contado a nadie. Ni siquiera a mi esposo. Nuestro padre me hizo jurarlo y he cumplido con mi palabra.
—Bien.
—Itachi, lo más importante es que, cuando le pregunté si se arrepentía de algo, me dijo que solo de una cosa, que lo que más le pesaba era no haberse permitido acercarse a ti —declaró en voz baja—. Dijo que eras el mejor hijo que podía tener un hombre, pero que nunca te demostró su amor porque sabía que vendrían a llevarte. Sabía que tendría que renunciar a ti y cuantos menos lazos te unieran a nosotros, menos doloroso sería para ti cuando llegara el momento de marcharte.
Itachi cerró los ojos durante largo rato.
—También has de saber cuánto le avergonzaba a papá el dinero que la Orden nos dio para poner nuestros asuntos en orden. Pero lo aceptó por el bien de mamá y por el mío. Eso fue un duro golpe para su orgullo, pero no tanto como saber que no tenía forma de protegerte de esta carga que pesa sobre nuestro linaje. No podía hacer nada al respecto y se sentía impotente. Creo que era uno de los principales motivos de que bebiera.
Itachi asintió con gravedad. No le costaba creerlo. Hasta el momento no había sido capaz de ponerse en la piel de su padre, pero como padre protector de un futuro agente de la Orden ya podía comprender cómo debió de sentirse su padre al tener que dejar que Hagoromo se lo llevase consigo. Debió de ser aún peor para su padre, pensó Itachi, porque al menos él tenía el adiestramiento y los medios para plantar batalla y, de ese modo, Dios mediante, poder evitarle aquello a su hijo.
—Seguro que recuerdas que el hábito de beber de papá se agravó después de que te marcharas. Se encerraba en sí mismo cada vez más. Solo yo, entonces en todo mi esplendor infantil, era capaz de sacarlo de su depresión de vez en cuando. Pero al menos ya no jugaba. Me dijo que los altos cargos de la Orden habían establecido esos términos con él y que si alguna vez los violaba y jugaba de nuevo, jamás volvería a verte. Ni siquiera permitieron que regresaras a casa durante las breves vacaciones escolares que tenías a veces.
Itachi la miró asombrado.
—¿Dejó de jugar por mí? Ella sintió.
—Él te amaba, Itachi. Algunas personas no saben demostrarlo, y no es que lo esté excusando, pero nuestro padre poseía un corazón bondadoso. —Hizo una pausa—. Ni siquiera alcanzo a imaginar todo lo que has pasado, o lo que debiste sentir cuando, siendo niño, te arrancaron de tu hogar para ser convertido en guerrero sabiendo que tu familia había recibido un pago a cambio. Debiste pensar que te habíamos vendido. Y tal vez fuera así, no lo sé. No creo que tu amigo el escocés les diera a nuestros padres mucho donde elegir. Pero quiero que sepas que tu sacrificio no fue en vano.
—¿A qué te refieres? —se obligó a preguntar, casi sin poder hablar por el nudo que le atenazaba la garganta.
—Cuando cumplí diecisiete años, el dinero que habíamos recibido costeó mi temporada en Londres. Gracias a la cual conocí a mi Kiba, el amor de mi vida. Y ahora tenemos dos preciosos hijos, por los que sentimos verdadera adoración, y esperamos que vengan más. Mi querido hermano, me diste la oportunidad de encontrar la felicidad y tengo que darte las gracias por todo.
Hinata sacudió al cabeza.
—Santo cielo, si no lo hubieras hecho, si no hubieras ido con la Orden... si no nos hubieran dado ese dinero y hubiéramos continuado en la pobreza, jamás habría tenido mi temporada ni conocido a mi esposo. Me hubiera visto obligada a quedarme en el campo, en Worcestershire, y seguramente habría acabado casándome con alguno de los hijos de nuestros vecinos. ¡Con uno de los hermanos Mibun!
Itachi frunció el ceño y comprendió la verdad de sus palabras.
—Debido a mi posición, posiblemente me habría casado con el mayor, Shin. ¿No lo entiendes? Su esposa, la que se ahogó en Francia... de no ser por ti, hermano, podría haber sido yo.
Itachi inspiró bruscamente, aturdido por aquella revelación.
Hinata lo abrazó y, esta vez, él le devolvió el abrazo, estrechándola con mayor fuerza al cabo de un momento. La cabeza le daba vueltas mientras el pasado, que siempre había visto de una forma, adoptaba un cariz del todo nuevo y diferente.
Siempre había interpretado la actitud distante de su padre como decepción o desaprobación.
Ahora comprendía que ese no era necesariamente el caso.
—Gracias por contarme todo esto. Lo cambia realmente todo.
—Creías que no le importabas a nadie. Él asintió en silencio.
Lady Thurloe sacudió la cabeza y le sonrió con los ojos empañados por las lágrimas.
—Bueno —gimoteó, poniendo las emociones bajo control—. Al menos no tengo que preocuparme tanto por ti ahora que te has casado con Sakura. —Hinata dirigió la mirada hacia el salón de baile—. Seguramente se estará preguntando a dónde has huido.
Itachi divisó a su hermosa dama, que miraba hacia ellos con manifiesta curiosidad por lo que estaban hablando. Lo compartiría con ella más tarde. Le brindó una sonrisa desde el otro lado de la estancia cuando ella lo saludó de forma coqueta.
—Sí —murmuró—, parece que me requieren.
Aquellas palabras en apariencia despreocupadas encerraban una verdad que resonó en las profundidades de su alma.
—¡Ah! Ve con ella. —Hina lo dejó ir después de darle una palmadita afectuosa en la mejilla—. La latosa de tu hermana ya te ha monopolizado bastante por el momento. —Dicho eso, se giró y saludó a Sakura con la mano.
—Latosa. Supongo que sí. —Itachi rió suavemente y le dio a su hermana un beso en la frente, diciéndole que la vería más tarde.
Rotherstone fue a reunirse de nuevo con su encantadora esposa.
Sakura dejó escapar una exclamación muda cuando Itachi se inclinó de repente y le besó los nudillos con una florida reverencia al estilo europeo.
—¡Milady! —declaró con una entonación formal—. Según recuerdo, me debes un baile desde hace ya tiempo.
Una radiante sonrisa se dibujó en el semblante de Sakura. Itachi podía ver la emoción que se adueñó de ella al sentir su proximidad y supo que era amado.
—Deuda que saldaré gustosa, milord —adujo con igual entusiasmo.
Los risueños y siempre atentos miembros de la alta sociedad les abrieron paso cuando el marqués escoltó a su dama hasta la pista de baile. Sakura tenía posados sus delicados dedos enguantados sobre la palma de Itachi, que mantenía la otra mano cerrada flojamente a la espalda con una actitud formal. La joven irguió la cabeza y avanzó con paso grácil. El vaporoso vestido de color azul real que llevaba moldeaba las esbeltas curvas de su cuerpo.
El resto de los presentes ni siquiera se molestó en unirse a ellos, sino que se mantuvieron apartados observando mientras la orquesta comenzaba a tocar un vals.
En el centro de la reluciente pista de baile, Sakura le hizo una reverencia a su pareja que Itachi correspondió con otra.
La joven posó la delicada mano derecha sobre el hombro izquierdo de Rotherstone, con los ojos azules brillando con adoración. Asimismo, Itachi colocó la mano izquierda en la cintura de su esposa y, mientras la miraba fijamente, estiró el brazo derecho y abrió la palma como había hecho con su corazón.
Ella deslizó la mano en la palma de su esposo con una leve caricia. Aquella maravillosa familiaridad, el mero contacto de Sakura, le hacía sentir como si hubiera regresado al hogar, estremeciendo su cuerpo de deseo.
La vibrante y grácil música los envolvió y comenzaron a bailar. Se dejaron llevar, giraron y dieron vueltas bajo la parpadeante luz de las arañas.
Ella lo miraba con ternura y Itachi clavó los ojos en su esposa hasta que todo a su alrededor dejó de existir. Solo existía Sakura, la auténtica luz de su vida, su verdadero amor.
Mientras la guiaba por todo el salón de baile en un vals eterno, Itachi supo que ambos estaban de acuerdo en que ese baile, al fin, bien había merecido la espera.
DESPEDIDA
Hemos llegado al final, muchas gracias a todos los lectores y lectoras que se tomaron el tiempo de leer y comentar, espero que les gustara esta linda historia. Les recuerdo que no me pertenece, la historia se llama "Mi perverso Marqués" del cual la autora es Gaelen Foley, la adaptación la realice con el fin de compartir con todos una magnifica historia.
Espero volver a leer sus comentarios en mis historias y en los próximos proyectos que tenga.
