No todo lo que brilla es oro

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.

Esta historia participa del Reto Multifandom #68: "Las estaciones del año" del foro "Hogwarts a través de los años".

Estación elegida: Primavera.


10

Jacaerys Targaryen

(In)satisfecho

El rey no estaba satisfecho de todo.

Era cierto que el beso con su hermano había avivado el fuego entre los dos, pues él le dejó que lo despojara de la seda que lo cubría y le recorriera el pecho, el abdomen y los muslos con los labios, pero cuando Jacaerys sumergió un dedo en su interior, Luke cerró las piernas con brusquedad y le obligó a separarse.

«Durmamos solo por esta vez ―le pidió. Ahuecó el almohadón de plumas y suavizó las mantas para que se tumbara a su lado. Cuando Jace se acomodó, le rodeó la cintura con el brazo―. Como lo hacíamos en Rocadragón, ¿recuerdas?»

La invocación de aquellos recuerdos tan dulces fue suficiente para aplacar su contrariedad.

Por supuesto que recordaba las noches en la antigua fortaleza de los Targaryen cuando no eran más que niños. Luke le temía a la oscuridad y, por más que su madre encendiera antorchas para alejar a los monstruos, él terminaba en su habitación, descalzo, con el pelo revuelto, pidiéndole un lugar a su lado.

E, incluso, cuando su hermano creció y su madre desaconsejó esa práctica, aduciendo a que estaban en una etapa de curiosidad y descubrimiento, Lucerys la desobedeció y siguió frecuentando su lecho.

Con catorce días de nombre cumplido, Lucerys era apenas más bajo que él, lo hacía sudar en los entrenamientos y tenía una sonrisa que encandilaba a doncellas y mozos de cuadra por igual. Y a Jace se le removían las entrañas cada vez que lo observaba corresponder dichas atenciones. Un instinto primitivo, corrosivo, se apoderaba de él y en lo único que podía pensar era en: «mírame solo a mí».

Y cuando la oscuridad teñía la isla y Luke acudía a su encuentro, Jacaerys hacía acopio de todas sus fuerzas para reprimir lo que se desataba en su interior. Pero qué difícil era cuando Lucerys trazaba círculos concéntricos debajo de su ombligo y apoyaba la cabeza en el latido de su corazón.

«Mamá tiene razón. Ya no podemos dormir juntos», le dijo.

«Sé lo que sientes por mí ―le interrumpió Luke, muy cerca de su boca―. Piensas que lo ocultas, pero tus ojos no mienten. Y quiero descubrir sí siento lo mismo.»

A su primer beso le siguió un segundo y un tercero; y antes que pudieran darse cuenta, la ropa estorbaba y lo único que importaba era la piel que pudieran acariciar y succionar. Pero, aunque el deseo lo desbordaba cada vez que su hermano lo tocaba, Jacaerys no era capaz de tomarlo en cuerpo y alma. Si lo hacía, nunca más lo dejaría ir, y una parte de él no quería entregarse a esa dicha egoísta.

Y, aun así, lo tenía arraigado en su corazón como las raíces de una planta en una maceta.

Lucerys se arrebujó en su pecho y apretó el brazo en torno a su cadera. A Jace le gustaba el color dorado que su piel había adquirido en Marcaderiva. También el aroma a limpio que su pelo emanaba constantemente. Lo aspiró una y otra vez, dejando que sus pulmones se llenaran con el olor de Luke.

¿Cómo había sobrevivido cinco años lejos de él? ¿Cómo le había permitido estar lejos de él? Era el legítimo Rey de los Siete Reinos, ¿sus deseos no debían ser órdenes?

Con los ojos abiertos en medio de la oscuridad, escrutando la solemnidad que emanaba la habitación, se dijo que encontraría la forma de retener a Luke para que nunca volviera a irse.

Y fue en ese instante de intimidad que se sintió débil, vulnerable, capaz de confesar los oscuros secretos de su alma.

―La tarde que te pedí que rompieras tu compromiso con Rhaena, no estaba mintiendo. Yo también iba a dejar a Baela ―narró el rey. Su hermano estaba profundamente dormido, pero eso no importaba. Necesitaba exorcizar esos pensamientos que lo invadían―. Pero algo sucedió, Luke. De alguna forma, mamá nos descubrió. No sé cómo lo hizo, pero nos descubrió.

»Y me prohibió hacerte lo mismo que Daemon le había hecho a ella. Mamá era solo una niña cuando Daemon la sedujo y manchó su reputación. Ella más que nadie sabía lo que significaba desvivirse por una relación prohibida, por eso no pudo ser feliz ni con ser Laenor ni con nuestro padre. Y no quería que tú pasaras por algo similar…

»Yo no pude desobedecerla. Me aterraba que te enviara con la Serpiente Marina en su próximo viaje o que escuchara la petición de lady Arryn de tener un dragón en el Valle y te mandara como su protector. ¿Y qué iba a hacer sin ti?

»Intenté decírtelo después de la cena, pero no quisiste escucharme. Y no te culpo, Luke. Yo tampoco lo habría hecho. De todos los errores que he cometido a lo largo de mi vida, el traicionarte fue el peor de ellos.

Lo besó una vez más en los labios y se deshizo de su abrazo para ponerse de pie. Qué más quisiera él que quedarse a pasar la noche, pero tenía que un deber con el cual cumplir.

Descalzo y a medio vestir, recorrió los pasillos desolados de la Fortaleza Roja hasta los aposentos reales. Allí, la habitación también estaba sumida en penumbras, pues la vela se ahogaba en un charco de cera. Se dirigió a la cama donde su esposa se encontraba.

―Mi señora, ¿estás dispuesta?

Helaena asintió, adormilada.

Jace le subió el camisón hasta la cintura, enterró el rostro en sus muslos y la humedeció con la boca y la lengua. Cuando su tía estuvo empapada y temblorosa, la penetró. El interior, cálido y húmedo, lo asfixió. Estaba yaciendo con su esposa, pero seguía impregnado del olor de su hermano.

Ese pensamiento y tres embestidas más fueron suficientes para llenarla con su semilla. Se retiró y se tumbó a su lado. Le acarició el pelo y el vientre; luego, cerró los ojos.

El rey Jacaerys Targaryen se durmió con la firme convicción de que esa noche había engendrado a su heredero.