No todo lo que brilla es oro
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.
Esta historia participa del Reto Multifandom #68: "Las estaciones del año" del foro "Hogwarts a través de los años".
Estación elegida: Primavera.
11
Lucerys Velaryon
Té y pastelitos de limón
Lucerys Velaryon no despertó hasta que el amanecer se deslizó por los tejados de Desembarco del Rey y, cuando finalmente lo hizo, tenía un sabor amargo asentado en el paladar.
No había sido su intención que la visita de Jacaerys se prolongara tanto, pero las palabras llevaron a los besos y los besos a las caricias, y mientras que ellos se desnudaban y compartían el lecho, su tío lo observaba todo desde el armario.
Al incorporarse, descubrió que las puertas estaban abiertas de par en par y solo quedaba el hueco entre las prendas.
¿Aemond se sentiría decepcionado o profundamente traicionado? ¿Nunca más querría volver a verlo? Su corazón se turbó ante esa posibilidad. «Júrame con tu sangre que solamente me pertenecerás a mí», le exigió en la isla. Y Luke accedió, pues nunca pensó en reconciliarse con su hermano. Simplemente, no podían retomar su relación en el punto donde la habían estancado.
Llamaron a la puerta.
―Un momento ―pidió. Cubrió su desnudez con las mantas―. Adelante.
Al ver que se trataba de Aemond, desistió del recato. Caminó hasta él, desnudo como el día de su nombre. Al entrar en contacto con la coraza esmaltada, un escalofrío le recorrió el pecho.
―Puedo explicarlo.
―La reina te espera para desayunar.
―¿Estás enfadado conmigo? ―preguntó Luke.
―¿Por qué lo estaría, mi señor Strong?
―No me gusta que seas irónico.
―Y a mí que me mientan de forma tan descarada ―contestó su tío. En su rostro no había enfado sino serenidad. Eso le asustó aún más―. ¿Te has olvidado de tu promesa? Porque yo podría olvidarme de mi lealtad ―dijo acariciando la empuñadura de su espada.
Lucerys presionó sus dedos con los suyos.
―Iba a decírtelo.
―¿Cuándo? ―apremió―. ¿Cuándo lo tuvieras en tu interior, a punto de llenarte con tu semilla? ―Luke negó con la cabeza―. Vístete. La reina aguarda.
No pudo desobedecerlo.
Aemond aguardó fuera de la habitación mientras se vestía. «No es necesario», quiso decirle, pero no tenía sentido insistir. Aemond estaba dolido. Lo comprendía.
Eligió una túnica azul marino con el escudo Velaryon bordado en el pecho y botones de plata a juego, masticó una hoja de menta para refrescar su aliento y peinó los mechones rebeldes que caían sobre su frente. Luego, ser Aemond Targaryen lo condujo hasta el patio donde su hermana lo aguardaba.
El sol de primavera lo impregnaba todo con su resplandor dorado: la hierba, el Árbol Corazón con sus ojos sangrantes y la mesa ornamentada donde se encontraba la reina. Había dos tazas de té, decenas de pastelitos de limón, una fuente de manzanas rojas y pan tostado con queso de cabra.
―Gracias por la invitación, Su Majestad ―dijo Luke, haciendo una pequeña reverencia―. ¿Mi hermano nos acompañará?
Helaena tenía una caléndula detrás de la oreja y el pelo recogido en un moño alto. Su vestimenta también era sencilla: vestido de lino, suelto y sin otro detalle que el lazo de la cintura. Estaba descalza, con los dedos curvados sobre la hierba suave que nacía en las raíces del árbol.
―El rey ha ido a volar en Vermax. ¿Mi compañía no es suficiente, sobrino?
―No es lo que quise decir ―respondió Luke.
―Estoy segura de ello. ―Helaena le puso dos terrones de azúcar en su taza de té; en la suya, no colocó ninguno―. Debo agradecerte por haber venido a la capital. Sé que no estaba en tus deseos abandonar Marcaderiva.
«Como tampoco quería heredarla, pero la Serpiente Marina pereció antes de tiempo.»
―Mi hermano estuvo a punto de morir. Tenía que estar a su lado ―contestó él―. Por fortuna, quien quiera que lo haya envenenado, no se salió con la suya y la paz del reino se mantiene. ―Su tía lo miró con sus grandes ojos violetas―. Por cierto, nunca hemos hablado al respecto. ¿Tienes alguna sospecha de quién pudo haberlo envenenado?
Más allá del patio, dentro de la galería, Aemond Targaryen permanecía de pie, guardando las espadas de su hermana.
―El rey no tiene enemigos. Se aseguró de acabar con ellos después de la Ceremonia de Coronación ―explicó―. Y mi madre no es una amenaza. Lord Joffrey se asegura de ello.
―No hablo de los enemigos que están a cientos de kilómetros de Desembarco del Rey sino de los que duermen a su lado. ―La mano de la reina tembló―. Siempre me he preguntado cómo pudiste perdonar lo que te hicieron. Llevar dos niños en el vientre por nueve lunas, alumbrarlos con dolor y perderlos de una forma tan injusta… ¿Cómo se sigue después de ello?
Su tía no respondió, abstraída en sus propias reminiscencias.
Luke percibió un hedor extraño flotando en el aire, un deje que no podía ser camuflado por la dulzura de los pasteles. «No todo lo que brilla es oro ―pensó, tomando la taza de té que le pertenecía a la reina―, y aquí no hay más que óxido.» Un resquemor amargo bajó por su garganta cuando bebió de la taza equivocada.
Entonces, Lucerys Velaryon comprendió lo que sucedía, la razón por la cual no había hijos.
―Porque nunca lo hiciste, ¿verdad?
Aguardó.
―Tú mismo lo has dicho, Luke. Me quitaron a mis hijos. Niños inocentes que no merecían el destino que tuvieron. Jaehaerys fue apuñalado frente a mis ojos, sin que pudiera hacer nada para evitarlo, para vengar tu supuesta muerte. Y Jaehaera… Mi niña, mi dulce niña, fue arrojada por una ventana. ¿Sabes lo qué sucede con un cuerpo que cae desde las alturas? Estaba irreconocible, pero las marcas en su espalda no mentían.
»¿Cómo puede una madre perdonar eso? ―Las lágrimas resbalaron por sus mejillas―. Y ahora que sabes la verdad, ¿qué harás con ella?
Si acudía a su hermano, él despreciaría a Helaena y la enviaría al exilio por la traición. «O pondrá su cabeza en una pica», pensó. Y, aunque tuviera un breve instante de felicidad con Jace, ¿cuánto pasaría antes que volviera a unirse en matrimonio y estuviera rodeado de niños?
No.
Pensar en eso era imposible.
Lucerys Velaryon se puso de pie y tomó su decisión.
