No todo lo que brilla es oro

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.

Esta historia participa del Reto Multifandom #68: "Las estaciones del año" del foro "Hogwarts a través de los años".

Estación elegida: Primavera.


12

Aemond Targaryen

Odio redirigido

Ser Aemond Targaryen observó, una vez más, los acontecimientos como un mero espectador.

En el patio, junto al Árbol Corazón, su hermana y sobrino compartían el desayuno. Ninguno de ellos mordió el pan tostado o la manzana o los pasteles de limón. «Están discutiendo», comprendió, pero no podía escuchar el intercambio de palabras.

De repente, se pusieron de pie. Lucerys primero; Helaena, después. Su sobrino dejó resbalar la taza que acunaba en sus manos. La porcelana cayó sobre al suelo, rodó sobre la hierba y llegó hasta los pies de Aemond. Él se inclinó para recogerla.

―Si el rey se entera, no será por mi boca, tía Helaena ―aseguró Luke―. Pero debes tener cuidado con el té. Si yo lo descubrí, cualquiera podría hacerlo. ―Aemond miró a su hermana que lloraba copiosamente. ¿De qué estaban hablando? ¿Acaso Lucerys había descubierto que su hermana bebía té de luna después de cada encuentro carnal con el rey? No. Eso no podía ser posible―. ¿Cómo haces para que el maestre no sospeche?

―El Gran Maestre Orwyle estaba aquí desde antes que llegara tu hermano, ha servido a nuestra familia por dos generaciones ―contestó, secándose las lágrimas con el dorso de la mano―. Me ayudó en las labores del parto y me colocó a mis niños en brazos. Sabe de mi fertilidad y sospecha que es Jacaerys quien no puede engendrar hijos.

El caballero le colocó una mano en el antebrazo a modo de consuelo.

―No digas una sola palabra más, hermana. No es conveniente. Lord Velaryon está más unido a su hermano de lo que quiere admitir.

―No es justo que tu enfado se interponga entre la reina y yo ―le recriminó. Helaena dividía su mirada entre uno y otro, sin saber cómo interpretar la discusión―. Si quisiera decirle la verdad a mi hermano, ¿por qué dejé caer el té de luna, la única prueba para reforzar mi acusación? ―Sostuvo las manos húmedas de Helaena entre las suyas―. Quisiera hacer una última pregunta, Su Majestad. ¿Crees que el Príncipe Canalla fue quien mató a la pequeña Jaehaera?

―Daemon Targaryen estaba conspirando con el Consejo Privado para derrocar a Jacaerys y nombrar a Viserys como Príncipe de Rocadragón. Lord Lannister lo apoyaba; también Lord Wylde. El asunto de la sucesión siempre ha tenido intranquila a la corte.

»Pero cuando estaba a punto de volar hacia las Ciudades Libres en busca de su primogénito varón, fue herido durante el entrenamiento con el Rey. Los rumores dicen que Jacaerys utilizaba una espada cuya hoja estaba impregnada de veneno, pero nunca se pudo probar. Los venenos y las artes oscuras son cosas de lord Joffrey, no de Jace.

»Daemon quedó postrado en la cama esa misma tarde. El Gran Maestre poco pudo hacer por su salud. Solo le alivió los dolores mientras que la muerte llegaba. Podría haberse levantado del lecho para llevarse a mi hija con él, pero ¿qué habría ganado con ello?

Aemond Targaryen frunció el ceño.

―No es conveniente que acuses a la Mano del Rey de asesinato, hermana.

Helaena se enfrentó a su mirada.

Tenía los ojos enrojecidos de llorar y el labio inferior le temblaba. Despojada del oro, la sonrisa y las apariencias, su hermana no era más que un cascarón vacío de emociones. Había convencido a todos ―incluso al propio Aemond― que su amor por Jacaerys era incondicional, pero al final del día, cuando sus brazos estaban vacíos y las marcas del embarazo le recordaban los niños que había llevado en el vientre, el rencor y el odio la carcomían por dentro.

―Ya no pueden hacerme daño, Aemond. Madre está encerrada en Torre Alta, nuestro tío confraterniza con el enemigo y Daeron también me traicionará por amor ―dijo ella―. Aegon está muerto. Fue decapitado frente a una muchedumbre, sedienta de sangre, cuando ni siquiera podía mantenerse en pie. Jacaerys lo llamó «piedad», pero dime, ¿qué piedad hay en eso?

»Y ya no tengo a mis hijos. Jaehaerys fue asesinado por los mercenarios de Daemon Targaryen y Jaehaera murió sola, sin que nadie la defendiera. ¿A quién más van a quitarme?

«A mí», quiso responder Aemond, pero las palabras se quedaron en su pensamiento.

Él pagó el precio para que Lucerys fuera suyo ―poniéndose así fin a años y años de obsesión e ideas de venganza― y pensó que, al hacerlo, solamente estaba traicionado a Aegon, quien no había traído más que vergüenza a la casa Targaryen, pero también había roto el corazón de su hermana. Confió que el matrimonio le diera una nueva oportunidad de vivir a Helaena, esta vez con un hombre cuya mano era gentil y prometía no cometer los mismos excesos que su anterior marido… ¿Y si eso no era lo que quería su hermana? Nunca se lo preguntó y la arrastró en su decisión.

¿Helaena podría perdonarlo algún día? ¿O masticaría y tragaría su rencor como lo hacía con su esposo?

Así que hizo lo único que podía hacer: redirigir su odio hacia un blanco ya conocido.

―¿Ves lo que has causado? ―le dijo a Lucerys―. Mi hermana estaba bien sin que te entrometieras en sus asuntos. No tienes ningún derecho a desenterrar las verdades ajenas. Si pasaste cinco años lejos de la corte, ¿por qué no seguir otros cinco más en Marcaderiva? ―Sujetó a su sobrino por las solapas de la túnica. En su cuello estaban presente las marcas que Jacaerys le había dejado la noche anterior. Eso lo enfureció―. Ayer pretendías márchate. Ya ha amanecido y sigues aquí, ¿necesitas escolta hasta Pozo Dragón?

Lucerys ―Strong― Velaryon lo miró dolido. Sus ojos ya no estaban abnegados en deseo sino en pena. «Ahora sabes lo que se siente que jueguen con tus emociones, mi señor Strong», pensó, pero no se sintió mejor.

―Conozco el camino ―respondió y se marchó del patio dando largas zancadas.

Con un poco de suerte, antes de que atardeciera ya verían a Arrax surcando el cielo. Se iba a asegurar de que así fuera.

Era un error volver a tener a su sobrino en su vida.