Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.

*Éste fic está inspirado en la novela "Break My Heart 1000 Times", de Daniel Walters. También toma elementos de la película del libro, que tiene el mismo nombre, aunque el final difiere mucho del material original.

Notas de la autora:

¡Holaaa!

Mil años desde que no me sentaba a escribir, pero necesito darle un final a esta historia, y sobre todo agradecer a todas las personas que en estos meses se tomaron el trabajo de releer mi historia esperando una actualización.

El final ya está cerca, lo juro! Y le juro que no me voy a atrasar tanto con el siguiente capítulo, porque va a ser el último :o

Cariños y abrazos de oso,

Lady S.

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Capítulo Veintiuno

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El final

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"Todo final en la historia del mundo contiene necesariamente un nuevo inicio"

Hannah Arendt.

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La ciudad se ve fría y vacía a mi alrededor. Si bien la nevada aminoró hace unos minutos, los cúmulos de nieve en las calles todavía persisten, brillando de forma casi mágica con las luces de la ciudad. Sin embargo, a medida que nos acercamos al templo todo se vuelve más oscuro y frío de alguna manera. Hay algo que me está inquietando, y no es clima. A medida que me acerco más a la casa de Sasuke siento que la ansiedad crece, aunque intento que no se note para no levantar sospechas. Por suerte, no fue difícil conseguir un aventón, lo realmente difícil será es subir esa montaña. Pero todo estará bien, me digo en un intento por tranquilizar el latido agitado de mi corazón, aunque no es muy útil cuando el vehículo me deja a los pies del templo y la sensación de que algo no está bien solamente se hace más grande.

Yugao, la oficinista que me trajo hasta aquí se queda unos segundos, preguntando si estaré bien por mi cuenta desde aquí, así que intento parecer de lo más tranquila cuando le digo que mi abuela, la sacerdotisa del lugar, me espera en la cima. Por suerte, eso parece ser suficiente, ya que después se despide y sigue con su camino dejándome atrás.

Bien, un problema menos. Lo siguiente será todavía más difícil, me digo mientras levanto la mirada hacia la cima de la montaña. Es tarde en la noche, así que lo más probable es que Sasuke y su familia estén dormidos, y no quiero ser una carga, pero realmente necesito de su ayuda. Sin embargo, mis pies no se mueven.

Me pregunto qué dirá Sasuke cuando me vea; después de todo, la última vez que hablamos no fue precisamente en los mejores términos. Aunque no puedo volver el tiempo atrás, ¿verdad? Entonces vuelvo a pensar si estar allí es la mejor idea, después de todo, yo no querría verme si fuera Sasuke, pero, ¿a quién más podría acudir? Regresar a casa no es una opción, no por ahora. Sakura podría recibirme, pero no puedo confiar en que no llame a mis padres de inmediato, igual que todos mis amigos. Tal vez Shikamaru, pienso entonces; él podría creerme. Después de todo, fue muy claro al decirme que no confiaba en el doctor. Tal vez estaría dispuesto a ayudarme. Mis dudas solamente crecen, y de repente ya no avanzo para nada, incluso estoy pensando seriamente en buscar un teléfono público para llamar a Shika cuando, por el rabillo del ojo, veo una figura oscura parada a mi costado.

Ahogo un grito de sorpresa cuando noto su forma humana, e inconscientemente me alejo un paso para verlo mejor, pero él no se mueve ni un centímetro. De hecho, ni siquiera reacciona a mi presencia, sino que solamente se queda ahí parado, con las manos en los bolsillos de sus jeans oscuros mientras mira hacia la cima, ignorándome como si no estuviera ahí. Me sorprende lo ligera que parece su ropa a pesar del frío, y la forma despreocupada en que se mantiene con la vista fija hacia la colina, como si el clima no le molestara en absoluto. Por un segundo, pienso que es Sasori, pero recuerdo que él no se veía tan alto. Además, la capucha de su sudadera negra le cubre toda la cabeza, así que no puedo ver ni siquiera el color de su pelo, aunque algo me dice que no se trata de ninguna persona conocida, ni siquiera de alguien vivo.

Me quedo muy quieta entonces, expectante, y, de la nada, el extraño empieza a correr hacia la casa de Sasuke, como si tuviera mucha prisa, lo que me alerta.

—¡Oye, espera!

Grito, tratando de aumentar el paso para avanzar más rápido, pero la nieve acumulada a mis pies me hace muy difícil seguirle el paso. De todas formas, de alguna manera se queda siempre a mi vista, hasta que, tan repentinamente como apareció, la figura del chico se deshace en la ventisca, y justo detrás puedo ver la casa de Sasuke al final del camino. Casi como si me hubiera guiado hasta aquí. Pero no pienso en eso, tal vez por el alivio de ver que las luces dentro de la propiedad siguen encendidas a pesar de la hora. Quizá la familia sigue despierta, pienso, o quizá Sasuke estudia hasta tarde o alguien padece de insomnio. De cualquier forma, me alegra, al menos por un instante, ya que a medida que me acerco a la casa ese extraño sentimiento de que algo no está bien me invade otra vez. No sé explicarlo, pero es como si algo dentro de mí estuviera presintiendo el peligro. Entonces me detengo por un instante, como esperando a que pase algo, pero no escucho ningún sonido más que el del viento soplando entre las ramas congeladas de los árboles.

Algo está pasando, pienso mientras me acerco con cuidado a la propiedad, y solo cuando estoy a unos pasos de la vereda escucho el sonido de la madera chirriando. Entonces me doy cuenta de que la puerta de la casa está abierta. Eso es extraño, por lo que me vuelvo a quedar muy quieta, sin saber qué hacer. Sin embargo, el chico de la capucha vuelve a pasar por mi costado y camina directamente hacia la casa, casi como si estuviera guiándome, así que acelero el paso y empujo la puerta, dándome valor para lo que sea que voy a encontrar dentro. Y no es una escena agradable.

Un grito de sorpresa y espanto quiere escapar de mi garganta, pero algo dentro de mi cerebro lo ahoga. Dentro de la casa, o al menos hasta donde puedo ver, todo está desordenado; cosas tiradas en el suelo, vidrios rotos y cuadros caídos me reciben, como si hubiera pasado un tornado por la sala. O alguien hubiera luchado allí. Además, un fuerte y horrible hedor a gasolina me golpea la nariz, y es en ese momento que noto que toda la casa parece empapada.

—¡Sasuke! —exclamo. El olor a combustible es espeluznante, parece que alguien regó todos los muebles y paredes con gasolina —¡Señora Chiyo! ¡Sasori!

Impulsada por la idea de que Sasuke y su familia están en peligro ignora la voz de alerta de mi cabeza y camino alrededor de la casa, buscándolos, con los pensamientos embotados dentro de mi cerebro, más preocupada por encontrar a alguno de los habitantes de la casa que por entender qué está pasando.

—¡Sasuke! —se me escapa una exhalación, mezcla de alivio y terror cuando lo encuentro en medio de la cocina. Sasuke está tirado en el suelo, con las manos atadas detrás de la espalda, igual que sus pies. Mi primer impulso es lanzarme sobre él para protegerlo, o intentar reanimarlo, pero apenas me acerco veo que hay sangre en su cabello y rostro, y casi siento como si todo el aire se me escapara de los pulmones —¡Sasuke, reacciona! —intento hacer que recupere la conciencia sacudiéndolo y golpeando su rostro con mis manos, pero él no da señales de despertar, así que miro rápidamente a mí alrededor, buscando ayuda —¡Auxilio! ¡Sasuke, despierta, por favor! —lo muevo e intento revisar su respiración, pero estoy tan nerviosa y alterada que no puedo encontrar su pulso, lo que solamente me altera más y más. Sin embargo, como Sasuke no reacciona mi instinto me dice que debo levantarme y buscar el teléfono para llamar a alguien y pedir ayuda, así que me obligo a dejar a Sasuke y corro hacia el teléfono que he visto en la sala cuando me quedé aquí, pero lo encuentro tirada y sin línea. Desesperada, busco algún celular en alguna parte, pero solo encuentro a Sasori y la señora Chiyo amordazados y en piso de arriba. Intento asistirlos, pero tampoco reaccionan, así que sigo corriendo de cuarto en cuarto en busca de alguna forma de pedir ayuda, pero encuentro ningún teléfono ni a nadie más.

Mi cerebro se embota. Todo está pasando tan rápido que apenas puedo procesarlo. Mi respiración se acelera y mi pulso se sale de control mientras siento que me late la cabeza. Estoy al borde de una crisis nerviosa, pero me obligo a mantenerme cuerda. Así que solo respiro e intento pensar en lo que tengo que hacer, pero sobre todo en qué es lo que está pasando. ¿Quién puede querer lastimar a Sasuke y su familia? ¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora? ¿Esa persona todavía estará en la casa? El miedo me paraliza por un segundo, pero me recuerdo que Sasuke y su familia necesitan de mi ayuda, así que la única alternativa que me queda es regresar al camino y pedir ayuda, así que lo hago sin pensarlo. Sin embargo, antes de que pueda dar siquiera el segundo paso escucho el sonido de unas botas sobre la madera del pórtico, así que por instinto me meto en el primer armario que encuentro y contengo la respiración, esperando mientras los pasos se acercan.

En ese instante de horrible incertidumbre, algo parece activarse dentro de mi cerebro y de repente todo se ve claro en mi cabeza. Es el doctor. Tiene que ser él. Está intentando lastimar a Sasuke porque sabe que él apoyará todo lo que tengo para decir en su contra. O peor: busca que Sasuke pague por los crímenes de su madre. ¿Quién sabe lo que podría estar pasando por la cabeza de un asesino?

Quiero gritar, pero me llevo las manos a los labios para evitar hacer cualquier sonido, sobre todo cuando escucho los pasos acercarse más y más, hasta que se detienen, y se vuelven a alejar hasta que ya no los escucho. En ese instante reúno todo el valor que puedo, por Sasuke y su familia, y salgo del armario, corriendo hacia la puerta y hacia fuera de la propiedad, directamente hacia el camino, cuando de repente choco contra alguien. Y quiero gritar, pero el terror me deja sin voz, aunque eso no significa que no doy pelea a lo que sea que me agarra por los brazos.

—¡Ino! ¡Ino, tranquila! ¡Soy yo! —me quedo de piedra cuando reconozco esa voz, sobre todo cuando noto los ojos preocupados de la enfermera Shizune mirándome con alivio —¡Por todos los cielos, al fin te encuentro!

—¡Shizune-san! —Exclamo, llena de alivio mientras dejo de pelear y me tiro a sus brazos, feliz de poder ver una cara conocida en estos momentos.

—¿A dónde ibas? ¿Qué ocurre? ¿Cómo saliste del hospital?

Ignoro sus preguntas, desesperada por su ayuda.

—¡Sasuke! ¡Sasuke y su familia! —grito, separándome de ella para intentar llevarla dentro de la casa —¡El doctor quiere asesinarlos! ¡Hay que llamar a la policía! —le ruego, sin dejar de intentar tirar de ella hacia la casa, pero Shizune, sorprendida y algo confusa, se resiste suavemente.

—¡Ino, Ino! ¡Calma! —me pide, agarrándome por los codos para intentar calmarme, lo que no sirve de mucho, a decir verdad.

—¡Él va a matarlos! ¡Hay que pararlo! ¡Regó la casa entera con gasolina! ¡Tenemos que hacer algo!

—¿Qué? —Shizune parpade. Parece preocupada, pero mantiene la calma —¡Ino, necesito que te calmes y me expliques...!

—¡Llama a la policía! ¡Hazlo o él nos matará a todos! —le digo, histérica, soltándome de sus manos para intentar revisar los bolsillos de su abrigo y sacar su celular. Ante esto ella se aleja un paso, y parece entender que estoy hablando muy en serio.

—¡Bien, bien! ¡Ya lo hago! ¡Pero necesito que me expliques qué está pasando!

Ella toma su teléfono y la veo encender la pantalla y darse la vuelta para hablar, tan nerviosa como yo. Solamente entonces me permito dejarme caer sobre la nieve y suspirar, rogando porque la policía llegue rápido, antes de que el doctor nos encuentre. Y pensar en que ese hombre está por aquí, en algún lugar, me vuelve a llenar de terror, así que me levanto y busco desesperadamente algo para defendernos por si aparece para atacarnos, pero cuando intento agarrar una pala de nieve la figura alta y oscura de hace un rato me asusta, haciéndome saltar hacia atrás y caer sobre la nieve cuando lo veo girarse en mi dirección. Y desde esta perspectiva puedo ver su rostro pálido y masculino, extraño pero conocido al mismo tiempo; el cabello negro y largo hasta el mentón le cubre parte de las mejillas, pero aun así puedo reconocer algo familiar en sus facciones, como si ya hubiera visto ese rostro antes. Aunque no puedo mirarlo por demasiado tiempo, porque se me corta la respiración cuando sus ojos negros y brillantes se fijan en los míos, y sus labios, aunque silenciosos, se mueven para decir una única palabra que comprendo de inmediato a pesar de que no sale ningún sonido de ellos.

Corre.

Y de la nada, una vez más, desaparece con la ventisca, dejándome aterrada y todavía más confundida que antes, y, paralizada, observo a Shizune de reojo mientras esta sigue dando indicaciones a la policía.

—No sé. Acabo de llegar. Parece que hay personas en peligro no lo sé…—la escucho decir, y quiero gritar, advertirle que debemos correr porque estamos en peligro, pero no tengo voz. Sin embargo, en menos de un instante otro pensamiento me invade, y es como si mi mente se despejara una vez más y pudiera ver todo claramente por un momento —Deben venir cuanto antes, por favor...

Mi corazón se acelera mientras Shizune sigue hablando, y después, podría jurar que se queda en silencio dentro de mi pecho.

—¿Cómo sabías dónde encontrarme? —la voz que escucho ni siquiera suena como la mía, sino como un susurro acusador, casi como si estuviera hablando conmigo misma. No obstante, la enfermera Shizune parece escucharme perfectamente, ya que deja de hablar por un momento y se gira hacia mí, con una mirada intrigada.

—¿De qué hablas? —dice, tapando la bocina del teléfono por un momento —Llevas un rastreador en tu muñeca, fue fácil encontrarte —dice, restándole importancia al asunto. Entonces mis ojos se abren con espanto mientras que, de forma instintiva, me agarro la muñeca donde se supone debería estar el brazalete del hospital, pero no hay nada. Y ella parece notarlo, porque su mirada cambia cuando sus ojos siguen mis gestos y ve mi muñeca desnuda. Entonces vuelve a guardar su teléfono en el bolsillo de su parka, haciendo que me dé cuenta de que no estaba hablando con nadie en realidad.

Lo siguiente también pasa en menos de un segundo. Movida por mi instinto de supervivencia más primitivo, trato de levantarme y correr, pero ella me agarra del pelo y antes de que pueda pelear para soltarme siento que me inyecta algo en el cuello.

Después ya no sé qué pasa conmigo.

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Estamos en la carretera otra vez. Intento encontrar una canción en la radio que rompa el incómodo silencio que yo misma provoqué al fingir enojo para que Sai haga lo que yo quería. De repente, su mano sostiene la mía y él me sonríe, haciéndome olvidar de toda mi estúpida actuación. Entonces las luces nos ciegan, y después viene el golpe, la confusión, el ruido ensordecedor, los cristales rotos, toda la sangre... Y después no hay nada.

¡Ino!

Escucho mi nombre, pero no soy capaz de reaccionar o ver algo en la inmensa oscuridad que ahora me rodea. Esa voz me sigue llamando desde un lugar que no puedo identificar, como si viniera de todas partes, urgiéndome a seguirla, como si mi vida dependiera de ello.

¡Ino! ¡Despierta, por favor! ¡Tienes que abrir los ojos!

Abro los ojos, sobresaltada e intentando sentarme por instinto, pero no puedo hacerlo. Confundida y asustada, intento mover mis manos, pero están atadas frente a mi estómago. Entonces suelto un chillido de pánico mientras me muevo para intentar soltar mis ataduras, pero no funciona.

—¡Shh! ¡No hagas ruido o ella vendrá! —la voz de Sasuke me paraliza, entonces me quedo muy quieta, viéndolo observarme desde mis pies, con una mezcla de enojo y preocupación en sus ojos oscuros. Y siento un enorme alivio por verlo consciente, pero la preocupación regresa rápidamente al verlo atado como yo, con sangre seca a un lado de su rostro —¡¿Qué demonios haces aquí?!

—¡Sasuke! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué está pasando?! —me altero, pero bajo la voz de inmediato cuando el me arrulla para pedírmelo, mirando alrededor como si quisiera asegurarse de que estamos solos. Después suelta un bufido mientras se mueve impulsado por sus rodillas para acercarse a mí. Parece preocupado, enojado y molesto, pero para nada parece haber perdido los estribos.

—Esa mujer, la enfermera del hospital, tocó a mi puerta antes de que me fuera a dormir —murmura, forcejeando con las cuerdas que atan sus manos por un instante —. Dijo que algo te había pasado, y que le habías pedido que viniera a buscarme porque era algo serio. La dejé entrar mientras iba por mi abrigo, y entonces alguien me golpeó por detrás, y cuando desperté ya estaba atado, y tú estabas aquí —hace una pausa y suspira, tragándose su miedo —Cuando te vi creí que... —mueve la cabeza y vuelve a intentar soltarse —No sé qué quiere, pero tenemos que escapar. Tengo que ir por Sasori y mi abuela. Hay gasolina por todos lados.

—Está ayudando al doctor Shimura —digo, sin poder evitar sentir que todo esto es mi culpa. Sasuke me mira y frunce el ceño.

—¿Qué? —pregunta, confundido. Me mojo los labios mientras yo también intento soltar mis manos.

—El doctor Shimura es el padre de Rin. Y asesinó a la señora Hyūga y la mamá de Sakura para mantenerlo en secreto —digo. Sasuke me mira, todavía más confundido.

—¿Y qué tiene que ver la enfermera en todo esto?

—No lo sé —admito, frustrada ante el dolor en mis muñecas y el hecho de que mis ataduras no parecen ceder ni un poco.

Sasuke frunce el ceño. Parece más preocupado por soltarse que por hacer preguntas, lo cual tiene sentido.

—Acércate —me ordena. Obedezco y siento sus dedos intentando soltar mis nudos, y de inmediato los míos intentan liberar sus propias ataduras, tirando de sus cuerdas tan rápido como puedo hasta que consigo liberar un extremo, al que me aferro para intentar encontrar la forma de usarlo para deshacer el nudo. Sin embargo, casi de inmediato escuchamos pasos, y los dos nos detenemos. Sasuke se arrastra lejos otra vez y se tira al suelo, en la misma posición de antes mientras yo solamente atino a pegarme a la pared más cercana, mirando hacia la puerta por donde los pasos se acercan, a la expectativa. La madera entonces se corre de lado con un pequeño chirrido, dejando ver a la persona detrás de ella.

—Oh, estás despierta —Shizune me sonríe mientras deja el tanque de gasolina que llevaba en sus manos a un lado de la puerta corrediza, mirándome con una expresión apesadumbrada —Esto no debía ser así, Ino —me dice, casi con lástima —No tengo idea de cómo escapaste del hospital, pero eso me ahorrará tiempo —dice, intentando acercarse a mí.

—Shizune-san, ¿qué estás haciendo? —pregunto para que se detenga, y lágrimas de temor me pican en los ojos. Después de todo, he conocido a esta mujer desde que tengo memoria, y mi mente se niega a creer que esté haciéndome esto.

Ella, sin embargo, no parece afectada en absoluto, ya que solamente suelta un bufido, moviendo la cabeza con hastío.

—No es personal, cariño. De hecho, me agradas, igual que tu familia. Y quería evitar que quedaras pegada en todo esto, pero tú insististe en meterte en el medio —se burla, acercándose más e intentando levantarme del suelo.

—Por favor... —le ruego, plantando todo mi peso en el suelo y resistiéndome a que me lleve con ella tanto como puedo —¡No dejes que él te controle! Tú eres una buena persona, por favor... —casi imploro, lo que parece funcionar, porque vuelve a soltarme y a dejarme en el suelo.

—¿Qué él me controle? ¿Te refieres a Danzō? —se ríe con una risotada cruel —¡Ay, Ino! Es decepcionante. Creí que eras más lista —dice. Yo la miro, sin entender, eso solo parece frustrarla todavía más —No sabes quién soy, ¿verdad? —dice, taciturna, pero se contesta sola —¿Por qué lo sabrías? Tampoco es como si mi padre se lo dijera al todo el mundo.

¿Padre?

Entonces recuerdo la fotografía en el consultorio del doctor, y las piezas empiezan poco a poco a encajar dentro de mi mente.

—Eres la hija del doctor Shimura. La niña de la foto en su oficina —suspiro. Ella chasquea la lengua y levanta los hombros.

—La única legítima, eso es seguro.

Parpadeo, más confundida que antes si eso es posible, y además aterrada como nunca antes. Mi cerebro intenta procesar toda la nueva información tan rápido y el hedor de la gasolina es tan fuerte que me siento mareada.

—Esto... —intento seguir respirando con normalidad, pero me cuesta cada vez más, igual que hablar claramente —Todo esto es por ella. Por tu hermana...

—¿Hermana? —pregunta, sorprendiéndome todavía más cuando parece que de verdad está confundida.

—Rin...Nohara Rin era hija del doctor también... —digo, vacilando cada vez más a medida que veo que la burla crece en su mirada. Entonces, Shizune suelta una risa horrible.

—Rin Nohara era solo una chica tonta con muy mala suerte —se mofa con crueldad, poniéndose pensativa después —Es curioso como alguien a quien nunca he conocido casi consiguió arruinar toda mi vida, incluso estando muerta desde hace más de 30 años —Shizune me mira, sonriendo ante mi confusión —De verdad no lo entiendes, ¿no es así? —suspira, inclinándose al lado mío una vez más —Rin Nohara nunca tuvo nada que ver en todo esto, pero su muerte fue lo que comenzó todo —murmura, y yo la miro, todavía más confundida si eso es posible.

Shizune vuelve a suspirar, hablando como si estuviera explicándole algo a un niño muy tonto mientras saca una soga de su abrigo y se inclina para atar mis piernas.

—Mi madre fue una buena mujer —relata mientras empieza a enrollar la cuerda alrededor de mis tobillos —, una esposa buena y abnegada para mi padre, aunque eso nunca fue suficiente para Danzō —ata el nudo con fuerza, haciéndome daño —. Y al parecer —Tira de la cuerda un poco más —, los engaños y las humillaciones no fueron suficiente —gruñe, tirando de mi pelo para levantarme del piso —. Mi padre tuvo que meterse con una de sus pacientes, la mamá de tu amiga. Esa perra Hyūga... —escupe con veneno, empujándome hacia la puerta mientras yo parpadeo, tratando de también procesar toda esa información —Todavía la recuerdo, ¿sabes? —deja de empujarme por un segundo, como si necesitara pararse para recordar —A veces hasta puedo verla en mi mente, entrando a la consulta de mi padre, con su cara de mustia... Yo era apenas una adolescente cuando comencé a trabajar como asistente y recepcionista, así que podía ver todos sus engaños y sucios coqueteos en primera persona —resopla, volviendo a empujarme por la puerta. Yo siseo por la sorpresa y el dolor que me provoca el roce de intentar caminar con mis pies atados —No me importaban las mentiras y el descaro, y a mi madre tampoco, pero se estaba volviendo algo molesto —Shizune me empuja con tal fuerza que caigo al piso, así que tiene que parar otra vez para levantarme —Papá actuaba muy extraño... Quiero decir, ya había tenido amantes antes, pero nunca había pensado en abandonarnos. Y lo iba a hacer, por una mujercita idiota. ¿Te imaginas eso? —me empuja otra vez por el pasillo, camino hacia fuera de la casa —El doctor siempre quiso un hijo. No importaba lo que yo hiciera, nunca era suficiente. Pero mi madre tuvo un parto muy difícil, y después de mi nacimiento ya no pudo tener hijos, entonces él tuvo que conformarse conmigo. Al menos hasta que tuvo la maravillosa idea de fijarse en esa perra. Una mujer todavía joven que podría darle el hijo que tanto ansiaba, una nueva familia. El heredero que siempre había querido —Shizune hace otra pausa cuando intento impedir que me saque de la casa, temiendo lo que sea que piense hacer conmigo. Forcejeamos un rato, pero al final consigue empujarme hacia el recibidor —. Y no podía dejar que eso pasara. Tenía que hacer algo, así que cuando la muy ilusa vino a la recepción por sus medicamentos vi mi oportunidad de sacarla del medio. Y la surtí con una dosis más alta de la que debía, que combinada con sus medicamentos para el corazón se volvería letal. Solo tenía que esperar. —se ríe, dejándome caer por un instante que quiero aprovechar para pelear contra los nudos de mis manos y piernas mientras ella parece distraída en sus recuerdos, siguiendo con su historia —Pensé que todo había quedado atrás cuando ella murió, ¿sabes? Pero entonces tu amiga Hinata Hyūga llegó al consultorio —escupe con odio, volviendo a tirar de mi pelo para controlarme —tan dulce, tan simpática y amable... idéntica a la zorra de su madre, amenazando todo por lo que trabajé toda mi vida... —se ríe más fuerte —Fue bastante irónico, ¿sabes? ¡Mi padre no tuvo al hijo que tanto quería, pero sí otra maldita hija! —chilla, haciendo que todos mis sentidos se alteren ante la mención de mi amiga y que mi respiración se corte, como si acabara de olvidarme cómo respirar.

Ahora todo es tan claro que parece casi estúpido no haberlo visto antes. La verdad está allí, golpeándome en la cara como una burla siniestra.

—Tú mataste a Hinata —digo al borde de las lágrimas, harta de escuchar tanto sinsentido y tanta maldad. Shizune solamente levanta los hombros, como si el tema fuera algo sin importancia.

—Fue ridículamente fácil entrar en la escuela vestida como enfermera, y Hinata era taaan confiada —se jacta, rodando los ojos y hablando con sorna —. La convencí de verme en la azotea. Le dije que yo era su hermana, y la muy estúpida se moría de ganas por tener algo de cariño fraternal. Casi me dio lástima empujarla por la cornisa, pero bueno, ¿te imaginas el desastre que hubiera sido si ella abría la boca? El prestigio lo es todo en la medicina. Y la clínica ya había sobrevivido a un escándalo en el pasado, pero no soportaría otro —gruñe, lanzándome una mirada histérica, como la de una mujer desquiciada, lo que solo hace que mi corazón se acelere mucho más mientras mi cuerpo tiembla de pies a cabeza y mi cerebro apenas procesa todo lo que está pasando.

Todo lo que pasó, todos esos crímenes horribles... El verdadero asesino ha estado frente a mí todo el tiempo y ni siquiera lo había notado. Entonces cierro los ojos, sintiendo que algo se rompe dentro de mi pecho.

Hinata... La dulce y amable Hinata murió por nada.

No, me digo, ella fue asesinada. Asesinada por la codicia de su propia sangre.

Neji y Shikamaru tenían razón, ella nunca se hubiera suicidado.

Las lágrimas brotan de mis ojos sin que me dé cuenta. Todo es tan absurdo, tan irreal que mi mente se resiste a aceptarlo por momentos. Sin embargo, aunque duele como una herida abierta en mi pecho, al fin tengo las respuestas que buscaba, pero no todas.

—¿Y la señora Haruno? —escupo cuando el dolor de la pérdida abre paso al enojo y la rabia —¡¿QUÉ TE HIZO ELLA, MALDITA LUNÁTICA?!

—¿Además de robarle a mi padre durante años, menguando mi herencia a cambio de su silencio? —bufa, volviendo a levantarme de los pelos para obligarme a salir hacia la nieve helada —Mebuki Haruno nunca fue alguien importante, en realidad. Al menos no hasta que la escuché amenazar a Danzō con hablar de la paternidad de la niña Hyūga —dice con burla, jalándome una última vez y haciendo que caiga en el frío concreto —. La muy estúpida... Si tan solo no hubiera sido tan ambiciosa, si solo no hubiera dicho eso, no habría tenido razones para sacarla del medio.

—¿Mataste a todas esas personas…solo por dinero? —suena tan ilógico que hasta parece ridículo decirlo. Shizune solamente se encoge de hombros.

—Eres muy joven para entender —contesta, de nuevo hablándome como si fuera demasiado tonta para entender —Cuando alguien amenaza toda tu vida y tu futuro, después de todo lo que tuviste que soportar… El desprecio de mi padre... Las humillaciones hacia mi madre, las mentiras, los engaños… Quedarme con todo el dinero del viejo es lo mínimo que merezco, ¿no crees? Además, Hinata Hyūga tiene una hermana, y si Mebuki seguía con vida también le metería ideas. Ella tenía que irse, así como tú, cariño —murmura, acercándose hasta mi cara para poner una mano en mi mejilla, mirándome de una forma enfermiza, como si de verdad sintiera lástima por mí —. ¡Ay, Ino, si tan solo no hubieras hecho tantas preguntas! Tú y tu novio podrían haber seguido con sus vidas —suspira —Pero ahora todos morirán, y será por tu culpa, cariño.

Eso me hace reaccionar en seguida.

—Por favor, Sasuke y su familia no tienen nada que ver en esto. No les hagas daño —me arrodillo sobre la nieve tan rápido como puedo y le imploro, aunque sea completamente inútil. Shizune parece fuera de sí, para nada como la mujer que he conocido durante casi toda mi vida.

—Yo no voy a dañarlos. Tú lo harás —dice, mirándome con la misma sonrisa amable que siempre tenía cuando la veía en el hospital, pero esta vez veo el verdadero significado detrás de ese gesto, todo el peligro que representa —Todo el mundo te vio paranoica en el hospital —suspira con falso pesar —Es tan trágico... Perdiste al amor de tu vida en un accidente, e intentaste reemplazarlo con tu amor de la infancia. Pero él nunca te correspondió, por eso te escapaste del hospital para vengarte. Robaste suministros, gasolina del generador y quemaste el hogar de Sasuke Uchiha con él y toda su familia dentro. Luego corriste al bosque y decidiste cortarte las venas. Un homicidio suicidio a causa de un corazón roto. Las personas hablarán de esto por décadas.

Shizune intenta arrastrarme por mis ataduras hacia un árbol, así que otra vez intento usar todo el peso de mi cuerpo para resistirme. Pataleo y tiro de mis manos, pero de nuevo es vano.

—No... Por favor... No lo hagas...

—Ya está hecho, querida —anuncia, volteando para darse la vuelta por un momento, volviendo a girarse con una jeringa en la mano, analizando el líquido que lleva dentro a la escasa luz que sale de la casa —No puede ser una dosis muy alta. Haría sospechar a la policía si deciden hacer un examen de sangre —la escucho murmurar —Solo lo justo y necesario para que no seas una molestia.

En ese momento no sé de dónde saco la fuerza, pero de alguna manera consigo usar mis pies para patearle las rodillas, haciendo que se doble de dolor y suelte la jeringa. Y mientras siento que la adrenalina inunda mis venas, de alguna manera consigo levantarme y dar saltos para intentar escapar hacia la calle, pero Shizune me vuelve a agarrar del pelo y me tira hacia abajo, haciendo que mi espalda truene contra el frío concreto.

—Ah, ah —aunque me zumban los oídos, consigo escuchar sus burlas mientras, con horror, siento el toque helado del cañón de una pistola contra mi oreja derecha —De verdad eres una maldita molestia, ¿lo sabes? ¡Levántate! —me ordena, dando un paso hacia atrás, sin dejar de apuntarme. Pero no puede hacer nada más, porque, antes de hacer cualquier otra cosa, alguien empuja a Shizune lejos de mí y se le tira encima, forcejeando con ella y reteniéndola en el suelo. Tardo un par de segundos en darme cuenta de que es Sasuke. ¡Consiguió liberarse!

—¡Corre, Ino! —escucho que me grita, haciéndome salir de mi estupor, teniendo el instinto primario de soltar los nudos de mis pies para poder correr libremente. Me cuesta, pero la adrenalina hace que de alguna forma todo pase más rápido, y cuando por fin me libero, ni siquiera me preocupo en soltar mis manos. Me levanto de un salto y me doy la vuelta para correr, pero dudo, volteando hacia ellos.

Shizune está peleando con Sasuke para sacárselo de encima mientras él usa sus piernas para retener las de ella y agarra sus manos con fuerza y las sacude para que suelte el arma. Quiero irme, pero no quiero dejarlo, así que mis pies se plantan al suelo mientras los veo forcejear.

—¡VETE! ¡CORRE! —Sasuke gruñe, consiguiendo que Shizune suelte su pistola, que se pierde en la nieve. Sin embargo, ella consigue liberarse y golpea a Sasuke con una piedra del jardín, aturdiéndolo para sacárselo de encima. Entonces es ella quien se cierne sobre él, usando sus manos para intentar asfixiarlo, y en ese instante no lo pienso y agarro lo primero y más pesado que encuentro, un platón de cerámica que está junto a la entrada, y sin darme cuenta de lo que hago golpeo a Shizune en la cabeza, logrando que suelte a Sasuke.

—¡Vámonos! —exclamo, extiendo mis manos hacia él, que parece sorprendido por un instante, pero no duda en empezar a correr conmigo, tratando de saltar encima de la nieve que volvió a acumularse en el camino.

—¡Tenemos que buscar ayuda! —dice él, pero ni siquiera llegamos al camino principal cuando el sonido de un disparo nos sobresalta, por lo que Sasuke se tira encima de mí para protegerme, y los dos nos agachamos por reflejo.

—¡Al bosque! —Sasuke me empuja en dirección al bosquecillo en la parte trasera del templo, un camino cuesta abajo, lleno de nieve y otros obstáculos que ralentizan nuestra huida, pero no paramos en ningún momento, porque escuchamos las maldiciones de Shizune cada vez más cerca de nosotros.

Entonces, de repente, ya no se escucha nada más que el viento entre los árboles. Sasuke y yo dejamos de correr por un momento, y él tira de mi brazo para escondernos atrás de unas rocas.

—Tienes que seguir corriendo —dice entonces, hablando en susurros forcejeando con los nudos de mis manos para ayudarme a liberarlas —Debes llegar al camino y pedir ayuda. Mantente a salvo —me pide, intentando levantarse, pero no lo dejo. Mis manos se aferran automáticamente a su brazo, adivinando sus intenciones.

—¡No voy a dejarte! —le digo. Una rama se rompe en el bosque, haciendo que los dos nos quedemos callados por un instante.

—¡Vete! —él insiste, pero mis músculos se niegan a dejar ir — ¡Sasori y mi abuela siguen en la casa! ¡No puedo dejarlos! —Sasuke intenta razonar conmigo, y aunque no quiero hacerlo, me obligo a soltarlo. Él parece tan aterrado como yo, pero al mismo tiempo determinado a salvar a su pequeña familia. Entonces nos miramos a los ojos un momento; de alguna forma puedo ver el miedo en los suyos a pesar de que solo tenemos la luz de la luna como iluminación entre nosotros. Y hay tantas cosas que quisiera decirle, pero siento que si lo hago sería como si estuviera despidiéndome para no volver a verlo, y no quiero que pase eso. Así que solamente asiento y lo miro atentamente —Sigue bajando la montaña. Deberías encontrar el lago a unos pocos metros. Puedes bordearlo y encontrarás la carretera en unos pocos minutos. ¡Ve!

—¡Volveré con ayuda! —es lo último que le digo, dándome la vuelta para seguir el camino que me indicó, y corro tan rápido como la nieve me lo permite, serpenteando el camino irregular, saltando ramas caídas y cúmulos de nieve entre los árboles, deteniéndome solamente para asegurarme de que nadie me está siguiendo.

Y entonces, sucede. Escucho otro disparo haciendo eco en mis oídos, y no sé por qué, pero, aún sin poder verlo, mi cuerpo sabe que algo malo ha pasado.

—¡SASUKE! —el grito escapa solo de mi garganta mientras mis pies se vuelven automáticamente en dirección opuesta, de regreso a Sasuke. Ni siquiera estoy pensando, y para cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde, porque una figura oscura sale corriendo de los árboles y viene directamente hacia mí, haciendo que vuelva a correr hacia la carretera.

—¡No corras, Ino, maldita sea! —grita Shizune, y después escucho otro disparo, pero no me permito parar, al menos no hasta que llego hacia el final del bosque y mis pies se resbalan. Con horror me doy cuenta de que estoy caminando sobre el hielo del lago, así que me quedo muy quieta, con el corazón en un puño, temiendo que el hielo bajo mis pies se rompa. Entonces pasan varios minutos, que se sienten como horas, sin que sepa qué hacer más que intentar que el hielo no se quiebre, pero al mismo tiempo pensando en la mejor manera para huir lo más rápido posible, aunque no puedo hacerlo, porque me aterra morir congelada, y porque ella me encuentra antes de que pueda pensar en nada.

—Ahí estás.

Su voz serena y amistosa me hiela la sangre y me hacer contener la respiración. Y no sé cómo consigo voltearme hacia ella para enfrentarla. Shizune me apunta con su arma, con una sonrisa brillante en los labios, sonrisa que se borra en cuanto intenta dar un paso hacia adelante mientras abre los ojos con sorpresa. El hielo parece asustarle también, así que se queda en su lugar y ya no avanza.

—No tienes a dónde ir. Ven aquí —ordena, moviendo su arma para indicarme que me acerque, pero no hago caso —¡Ven aquí, maldita sea! ¡No me hagas dispararte! —grita, histérica, mientras me apunta otra vez a la cabeza.

—Si me disparas, nadie creerá que fui yo quien mató a la familia de Sasuke —razono milagrosamente rápido. Ella frunce el ceño con enojo, y en ese breve momento de distracción intento correr hacia el lado opuesto del lago, patinándome sobre el hielo, decidiendo que puedo morir congelada y huyendo, pero no dejaré que esa psicópata me atrape.

—¡Vuelve aquí! —Shizune grita, pero toda mi energía y concentración están en avanzar sobre el hielo sin resbalarme, como si estuviera patinando en el parque. Mientras me quede aquí, estaré segura, me digo, enfocándome en el otro lado de la orilla, pero ni siquiera llego a mitad de camino cuando un resbalón de mi pie hace que caiga de bruces. Me quedo paralizada por un segundo, cerrando los ojos y esperando caer en el agua helada. Sin embargo, el hielo cruje, pero, para mi alivio, no se rompe, así que intento volver a levantarme, pero apenas me estabilizo siento que alguien me toma por la nuca. Shizune intenta volver a atraparme, pero otra vez no la dejo. Dándome la vuelta para enfrentarla dejo que mi instinto me guíe y sujeto sus muñecas para intentar quitarle el arma. Ella forcejea, gruñe, intenta empujarme, pero me resisto a soltarla mientras las dos patinamos sobre el hielo, manteniéndonos de pie por alguna clase de milagro.

Shizune aprieta el gatillo y un tiro escapa hacia el cielo, lo que me hace arrojarme con más fuerza contra ella para intentar quitarle la pistola. Agarro sus manos tan fuerte como puedo y en la lucha ella apunta el arma hacia abajo y dispara otra vez.

En ese instante, las dos nos quedamos muy quietas, aturdidas por lo que acaba de pasar, y apenas tengo tiempo de hacerme hacia atrás antes de que el hielo se rompe justo debajo de los pies de Shizune, y ella se hunda en las aguas congeladas.

Presa del pánico, me arrastro hacia atrás tan rápido como el miedo y la sorpresa me lo permiten, tratando de llegar a la orilla antes de que las aguas del lago me atrapen también, siendo impulsada por el tenebroso sonido del hielo agrietándose. Y estoy a punto de alcanzar la ladera más cercana cuando siento que alguien tira de mis tobillos, arrastrándome dentro del agua helada sin que pueda hacer nada para evitarlo.

Y la adrenalina, una vez más, me empuja a intentar nadar por mi vida, luchando para mantenerme a flote, pero Shizune pelea para mantenerme sumergida, llevándome con ella hacia lo profundo, consiguiendo que las dos quedemos bajo el agua. Yo intento patearla, pero no consigo deshacerme de ella. Parece decidida a arrastrarme al infierno.

Y de nuevo todo pasa demasiado rápido como para procesarlo; no puedo respirar, y mis pulmones se llenan de agua mientras peleo y pataleo para poder liberarme y nadar hacia la superficie, pero Shizune es mucho más fuerte que yo, aún a pesar de las circunstancias, y con cada intento por liberarme de ella solo consigo que me hunda más y más hasta que el fondo del lago nos absorbe hacia las tinieblas. Sin embargo, cuando creo que todo está perdido, cuando poco a poco me resigno a dejar de pelear, algo brilla en el fondo del lago.

Al principio es confuso, pero conforme pasan los segundos y la luz se acerca puedo ver con más claridad la cara horrorizada de Shizune cuando una joven de cabello negro, vestida de blanco y pálida como la luna emerge de las profundidades para sujetarla por los hombros, poniendo uno de sus brazos alrededor de su cuello mientras el otro sujeta la mano que sostiene mi tobillo, obligándola a soltarme antes de hundir su cuerpo confundido y aterrado hacia la oscuridad eterna. Pero antes de hacerlo, la mujer de blanco me mira, y, por un segundo, creo reconocer esa mirada mientras la veo desaparecer en las tinieblas. Y esa es la última vez que veo a Nohara Rin, mientras Shizune desaparece en la parte más oscura del agua, y ya no vuelve a salir de allí.

En ese instante es como si algo dentro de mí volviera a activarse y entonces intento volver a nadar hacia arriba y salir a la superficie, pero solo encuentro el hielo cerrado sobre mi cabeza. Empujo tan fuerte como puedo, pero el hielo se mantiene firme. Intento e intento, pero no puedo encontrar la salida, y poco a poco empiezo a apagarme, mi cuerpo sin aire se convulsiona y mis ojos se sienten pesados. Así es como todo termina, supongo; y en lo profundo de mi mente recuerdo aquel sueño en que me estaba ahogando. Creo que de alguna manera siempre supe que así sería mi final, Rin me lo estaba mostrando. Tal vez pude evitarlo. Tal vez así es como siempre debió haber sido.

Solo espero que Sasuke esté bien, pienso mientras empiezo a sentir los signos del congelamiento, ya que mi cerebro se apaga poco a poco. Sasuke no merece pasar por más de lo que ya ha pasado. Él merece ser feliz y libre de todo el dolor que lo aqueja. Incluso de mí. Después de todo, yo nos metí en esto, merezco lo que me está pasando, pero no Sasuke. Moriría felizmente si eso significa que él vivirá.

Y al fin cierro los ojos mientras mi cuerpo se convulsiona una última vez.

Así que así será mi final, pienso. Pero, de alguna forma, no tengo miedo.

Creo que sé, en el fondo de mi corazón, que todo estará bien desde ahora.

•°•°•°•°•

Abro los ojos con parsimonia, no con sobresalto, sino como si estuviera despertando de un sueño muy, muy largo y profundo. Al principio, no veo nada más que una luz blanca y cegadora brillando sobre mí. ¿Acaso estoy muerta? ¿Es esa la luz al final del túnel? Parpadeo y, poco a poco, mi vista se ajusta y puedo ver algunas formas borrosas a mi alrededor, hasta que estas se aclaran y puedo reconocer el lugar. El paisaje de la habitación de hospital ya es bien conocido para mí, igual que el color blanco de las paredes y todos los aparatos a mi alrededor. Lo siguiente que noto es que me duele todo el cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de los pies.

Entonces no estoy muerta, me digo con alivio; alivio que no dura mucho cuando intento respirar y siento que algo molesta en mi garganta. Me asusto por un momento, sobre todo cuando los recuerdos me atacan. Si estoy viva, necesito saber dónde está Sasuke, si él y su familia están bien, y, sobre todo, saber qué pasó con Shizune. Tengo que hablar con alguien, pienso, y entonces trato de levantarme, pero un par de manos sobre mis hombros me detiene.

—Volviste. Volviste a mí.

Parpadeo hacia la persona que está hablando. Mi vista sigue un poco nublada por la bruma del sueño, así que me cuesta otro par de segundos reconocerlo, pero cuando lo hago, siento como si alguien dejara caer una piedra enorme sobre mi pecho. E intento hablar, pero lo que sea que tengo en mi garganta no me deja hacerlo; sin embargo, consigo estirar mis brazos y tocarlo, solo para asegurarme de que él es real y no parte de un sueño. Y no lo es, me dice el tacto con su piel magullada pero tan cálida como la recuerdo. Tiene varios golpes en el rostro y vendajes en sus extremidades, pero está aquí, sonriéndome y mirándome con lágrimas en los ojos, como si hubiera esperado mucho tiempo por este momento. Como si yo fuera lo más preciado de su vida.

Es él. Está aquí. A mí lado.

—Creí que podría perderte —sujeta mi rostro y besa mi frente mientras las lágrimas caen como ríos por mis ojos al darme cuenta de que esto es real.

Sai está aquí. Él de verdad está aquí conmigo. Con vida.