Buenas, queridos lectores.
Aquí lo tienen, el cuarto y ultimo capitulo de Apocalipsis.
Ya lo tenía terminado desde hace un buen rato, solo que me había demorado por hacer el audiofic, pero decidí dejarlo pausado para acabar con esta historia.
Sin embargo, habrá un prologo que subiré en los siguientes días
Espero que realmente lo disfruten UwU
Enjoy :D
Apocalipsis
Capítulo 4: La última oportunidad.
La tercera grieta se abrió en Ciudad Luminalia. Sin embargo, ya no había nadie para presenciar como el tercer jinete, Faimir, y Ting-Lu, hacían acto de presencia. La ciudad estaba completamente desierta y destruida.
De las hombreras de Faimir aparecieron vórtices de energía, mientras que Ting-Lu comenzaba a provocar terremotos. La abandonada torre del gimnasio cayó mientras el suelo temblaba y se erosionaba ante una poderosa onda expansiva que eliminaba toda planta existente.
—¡Que la tierra no de fruto alguno, pues Diark es el único que puede darlo! —dijo Faimir.
No había público que apreciara como todo rastro de vegetación se marchitaba, los únicos que vieron la catástrofe fueron Ratmos y Kugar, quieres abrieron un portal hacia Faimir.
—Hermanas, la llegada de Diark se acerca —dijo Faimir—. ¿Han preparado esta tierra?
Ambas respondieron positivamente. Toda oposición de algún pokémon legendario fue neutralizada, y los humanos se habían recluido en pequeñas islas. Para cuando Zygarde, Yveltal y Xerneas aparecieron frente a ellos, Chi-Yu, Chien-Pao y Ting-Lu comenzaron a pelear contra ellos. A estas alturas los pokémon invasores mostraron su fuerte superioridad contra cualquier adversario.
—Nuestra hermana, Mortus, nos esperara en la Columna Lanza, desde ahí le daremos la bienvenida a Diark —dijo Kugar, alzando su espada—. La salvación llegara para ellos.
Ambos afirmaron mientras observaban como sus pokémon hacían frente contra las fuerzas de la naturaleza. Una vez que esos pokémon cayeran, los siguientes en la lista serían las deidades de Sinnoh.
Sin embargo, hubo un movimiento imprevisto. El pecho de Kugar y el de Ratmos fueron atravesados por dos espadas de obsidiana. Aunque el golpe fue directo, ambas se recuperaron, volteando a ver a quien les había golpeado.
—Debía suponer que ustedes también serían inmortales —dijo Clamsy, empuñando sus espadas—. Es hora de que se larguen de aquí.
—Todos aquellos que se opongan a la voluntad de Diark…
Kugar no pudo terminar de hablar, pues la espada de Clamsy le atravesó la boca por completo.
—A la mierda con tu dios, mejor pelea.
Los tres jinetes se lanzaron contra ella, con Ratmos atacando con su arco y Kugar y Faimir atacando cuerpo a cuerpo. Clamsy tuvo clara su estrategia al ver que Kugar creó el portal para ir con los demás. Con su poder mental sus espadas se encargaron de mantener ocupados a Faimir y Ratmos.
Kugar era su principal objetivo, aquella que deseaba acabar con las fuerzas. A diferencia de la última vez, el filo de su espada no le asustaba al poder esquivarlo con mayor facilidad y tener una capa tan dura como el acero que le protegía. En un minuto pudo tirar su espada y comenzar a golpearla con fuerza.
Sus puños comenzaban a mancharse de sangre, pero no se detuvo al recordar cómo habían terminado sus pokémon. Su venganza terminaría cuando hasta que Kugar dejara de respirar. Deteniéndola en el aire gracias a su poder psíquico, Clamsy logró perforar su abdomen, sin embargo, en ese momento Faimir la sujeto por detrás.
Las manos de Faimir ardían, era un calor intenso que hizo sentir a Clamsy mucho más débil, con fatiga. Mesprit le advirtió que estaba siendo drenada, por lo que tuvo que usar sus espadas para cortas las manos de Faimir, dejándole vulnerable a las flechas de Ratmos, incrustándose en sus brazos.
—Maldita sea —dijo Clamsy.
No hubo tiempo de respirar, Faimir y Kugar volvieron al ataque, Clamsy debía ser más estratégica si deseaba salir con vida de ahí. El shock de endorfinas inicial iba disminuyendo conforme sentía el filo de la espada de Kugar en su cuello una vez más.
Pero no, esta vez no sería igual. Clamsy se juró que esta vez ella ganaría, sin importar el que. Su capa logro agarrar a Faimir y Kugar y lanzarlos Ratmos. Una vez que los tuvo a los tres, concentró parte de la energía que le quedaba en una pequeña bola de energía y la lanzó, provocando algunas quemaduras que lentamente se regeneraron.
—Que útil, Mesprit —dijo con sarcasmo, jadeando—. Debo cortar sus cabezas.
Esa esfera de energía gastó parte de sus energías, por lo que no podía mantener sus espadas peleando por voluntad propia, volviendo al combate con mucha dificultad. Ayudaba solamente por su capa.
Sin embargo, Clamsy no tuvo que pelear más tiempo cuando dos hombres aparecieron y golpearon directamente a Ratmos y Faimir. Los hombres llevaban puesto un extraño traje oscuro que les daba la fuerza suficiente para lanzar a sus enemigos al suelo. No dijeron nada, sin embargo, al intentar leer su mente, Clamsy supo de quienes eran.
—¡Topaz, Jaspis! —gritó Clamsy confundida.
—¡Cállate y pelea, arreglaremos esto después! —gritó Topaz con enojo.
Los ataques de Faimir no le dieron mucho tiempo a Clamsy para procesar lo que ocurría, debía concentrarse en eliminar al enemigo más problemático. Los trajes de expansión fueron mejorados para poder usar armas hechas de plasma, con lo cual pudieron atravesar los vientres de sus rivales.
—Esas cosas son inmortales —dijo Clamsy, atravesando el pecho de Faimir—. ¿No tienen alguna forma de devolverlos a sus universos?
—Te fuiste por un mes, no por un siglo —dijo Jaspis, lanzando a Ratmos—. ¿No tienes algo de ciencia ficción que nos ayude?
Los aparatos de Blue, alguno de ellos deberían funcionar. No sabía mucho de cómo funcionaban las esferas de teletransportación, pero estaba segura que Faimir no daría más problemas por un momento si era exiliado a otro universo.
Hacerlo era el proceso más complicado. Faimir lanzaba constantes rayos de energía que a duras penas la capa de Clamsy podía soportar, más con los constantes robos de energía que podía provocar a distancia, los cuales afectaban a todos los demás.
Fue en esos robos que Clamsy logró saltar sobre él y, usando sus espadas, cortar su cabeza de un solo tajo. Con la cabeza cercenada, la chica colocó la esfera teletransportadora en el cuerpo del jinete, desapareciendo cuando el artefacto se activó. Sin un cuerpo con el cual conectarse, la cabeza quedo suspendida, por lo que Clamsy la pateó directo hacia la grieta de donde salió Faimir.
La desaparición de Faimir provocó que Tung-Lu dejara su combate contra Yveltal y corriera directo a la grieta, como si buscara a su entrenador.
—Acaben con los jinetes y sus pokémon se irán —dijo Clamsy, corriendo para ayudar a Jaspis.
Sin embargo, su viejo maestro no necesitaba ayuda. Una espada de energía fue suficiente para inmovilizar a Kugar y cortarle la cabeza. Clamsy no perdió el tiempo y lo teletransportó de inmediato, mientras que Chien-Pao también se retiró del combate.
Solo quedaba uno, Ratmos, la cual era lo suficientemente ágil para esquivar la espada de Topaz y lanzarle sus flechas. Jaspis se unió al combate y logró dificultarle las cosas, pero la jinete de igual forma logró incrustarle una flecha en el hombro. Topaz se molestó e intentó atacar, pero antes de poder hacerlo la espada de Clamsy atravesó los ojos de Ratmos.
Esta vez ocurrió algo diferente. Un aura roja comenzó a cubrir a Ratmos, seguida de una pequeña onda de choque que tiró a los tres guerreros. Ratmos gritó de dolor y se arrodilló, algo que era raro ya que ningún jinete había dado síntomas de dolor aun cuando eran atravesados y cortados. Al volver a su mano, Clamsy se dio cuenta que la espada había arrancado los ojos de Ratmos.
—No me vengas con el cuento de las emociones, tú también serás…
Aunque intentó atacar, sus manos se detuvieron mientras empuñaba sus armas. Forcejeó consigo misma pero no era capaz de moverse. Mesprit la detenía.
—Déjame acabar con esta cosa, Mesprit.
—¿No te has dado cuenta? La has liberado.
—Cual liberar, debó matarla.
—Lee su mente.
Topaz y Jaspis se encontraron confundidos al ver cómo Clamsy hablaba sola y se negaba a atacar. Por el contrario, Clamsy guardó su arma e inspeccionó la mente de Ratmos. Ya no había estática, ahora solo encontraba confusión, miedo, arrepentimiento, odio. Confusión por ser liberada de su tormento, miedo por ser asesinada por Clamsy, arrepentimiento por todas las muertes que causó y odio hacía aquel que le controlaba, Diark.
Aunque Topaz y Jaspis intentaron acabar con Ratmos, Clamsy les detuvo con su capa y les compartió la mente de Ratmos, una nueva habilidad ganada con la ayuda de Mesprit.
Ratmos volvió a ser Y, extraer sus ojos fue lo que le liberó del control de Diark. Ya no era una amenaza, la única amenaza era el portal del cual había salido Faimir. Sin embargo, la lectura de la mente de Y les reveló como lograba teletransportarse. Clamsy buscó debajo de su armadura y encontró una pequeña esfera que lanzó directo al portal. Al entrar en contacto, la grieta desapareció.
[…]
Luego de la muerte de X, las agencias de inteligencia se pusieron manos a la obra para modificar y producir en masa los nuevos trajes de expansión. Kanto tomó una ligera ventaja al agregar armas de energía y mejorar los apartados de fuerza, velocidad y resistencia, eliminando el control mental del traje original.
Jaspis y Topaz fueron los elegidos en probar por primera vez los trajes. Tenían pensando usarlos contra Ratmos, pero la reunión de los jinetes les hizo cambiar de planes. Fue en ese momento que se enteraron de que Clamsy había regresado.
Luego de que Y fuera prisionera no hubo mucho tiempo para hablar, pues Clamsy aprovechó las reliquias de Ratmos para cerrar las otras grietas, evitando mirar de manera directa a un Topaz que no estaba seguro de cómo reaccionar al verle de regresó.
Cuando Clamsy cerró las grietas, los efectos de los jinetes comenzaron a menguar. Kanto comenzó a descongelarse y la erosión menguaba. No era un proceso rápido, tomaría al menos unos meses recuperarse, y eso si los jinetes no volvían. Sin embargo, Chi-Yu seguía, por lo que los pokémon seguirían siendo una amenaza.
Una vez cerradas las grietas, Clamsy interceptó el avión donde Topaz y Jaspis se dirigían a su base de operaciones. Su fusión con Mesprit le brindaba la habilidad de poder teletransportarse, aunque aún experimentaba con sus nuevos poderes.
Jaspis no pudo evitar alegrarse de ver a su antigua alumna volver de aquella forma tan misteriosa. Topaz no evitó poner cara de desagrado al momento de que Jaspis abrazó con fuerza a Clamsy.
—Es bueno verte con vida, pequeña Cassy —dijo el hombre con una sonrisa.
—Gracias, maestro Jaspis —dijo Clamsy con una pequeña sonrisa, que pronto se convirtió en una mirada decaida—. Aunque no estoy segura si merezca esta bienvenida.
—Tonterías, te volviste en una especie de heroína y volviste, y eso es lo importante, ¿no es así, Topaz?
Topaz solo bufó y movió la mirada para otro lado, no deseaba ni siquiera mirar a Clamsy.
Jaspis fue quien entrenó a Topaz y a Clamsy cuando eran niños. Les enseño todo lo que sabía sobre combates pokémon, y sobre defensa personal. Sus lecciones siempre fueron de corte militar, pero eso no implicaba que fuera del entrenamiento el hombre se volvía en un segundo padre que ambos admiraban.
Jaspis no era ningún tonto, sabía que Clamsy huyó cuando se le presentó la oportunidad. Cuando has visto la guerra a los ojos, cuando has peleado y enfrentado a la muerte miles de veces, sabes perfectamente lo que el miedo le hace a la gente.
—Abandonarnos a todos a nuestra suerte, huir como una cobarde —reclamó Topaz.
—¿Y tú no lo harias? —preguntó Jaspis—. Si tuvieras enfrente la absoluta barbarie que nos has pasado, ¿no harias lo mismo?
—No lo hice, seguí luchando, pero ella…
—Lo sé —admitió Clamsy, acercándose—. Topaz, sé que los deje solos, a ti, a todos. Tenía miedo, no quería saber que más podría perder.
—Yo también tenía miedo, Clamsy, yo también temía que mis padres murieran, pero me quede, enfrente la situación, no simplemente hui. ¿Por qué no lees mi mente y ves todo el calvario que sufrí mientras tú huías?
Clamsy suspiró y negó con la cabeza. Desde que se habían encontrado no había leído la mente de Topaz. Sin embargo, sabía que tenía muchas cosas que corregir con él. A pesar de haberle dicho tantas veces cosas horribles, era su amigo. Sabía que simplemente no podía pedir su perdon y listo, que todo siguiera igual.
Jaspis les enseñó algo. El perdon no basta, debes reparar el daño que hiciste. Y eso es lo que quería hacer Clamsy, reparar el daño que hizo volviendo a ayudar, intentando resolver esta crisis, al costo que fuera. Sin embargo, Topaz no estaba dispuesto a perdonarla de manera tan simple.
—Sé que no fui la amiga que necesitabas, sé que te dañe, pero quiero hacer lo correcto —dijo, alzando la mano—. Topaz, puede que aún no merezca tu perdon, pero, déjame intentar remediar las cosas.
Topaz se quedó mirando por unos minutos la mano extendida de Clamsy. Mientras lo pensaba, el vehículo que los transportaba llegó a la base militar, así que Topaz le ignoró y se fue rápidamente, dejando un poco triste a Clamsy. Jaspis se acercó y tocó el hombro de su alumna.
—Necesitara tiempo, seguro te perdonara.
—No estoy segura, lo herí demasiado —la chica suspiró y volteó a ver a su maestro—. Gracias por perdonarme, maestro.
—Ya te lo dije, volviste, eso es lo importante —riendo y caminando junto a ella—. Y dime, ¿cómo conseguiste esos extraños poderes?
Mientras Clamsy le explicaba a Jaspis todo su viaje por el multiverso, algo más ocurría en el hospital de la base militar.
La espada de Clamsy fue la responsable de liberar a Y. Aquellas runas fueron gravadas por Diark para que ella obedeciera sus órdenes. Su inmortalidad le impidió morir, pero necesitaba un poco de ayuda para la recuperación de su rostro.
Luego de unos días, Y comenzó a despertar. Lo primero que hizo fue palpar la venda que cubría sus cuencas oculares. La oscuridad era lo único que podría presenciar, sin embargo, finalmente era libre.
Si ya no sufría de las ataduras de Diark, solo había algo que podría hacer. Golpearse la cabeza contra el metal de la camilla parecía ser una buena opción para morir, pero no resulto, los doctores la detuvieron de inmediato.
—Por lo que más quieran, mátenme —les rogó.
Siendo Ratmos, Y recordó todo lo que hizo. Todas las vidas arrancadas, los planetas destruidos, el dolor y sufrimiento provocado, todo. Deseaba morir, lo único justo era volver a ese abismo del cual Diark le había lanzado, pero no sería posible.
Después de todo, todos querían saber todo lo que la enviada de Diark conocía, todo sobre la crisis que estaban enfrentando. Y lo sabía, pero no tenía el estómago para hablar, solo quería que la anestesiaran, que le hicieran sentir un poco de la bendición de estar muerta.
Su asesinato más reciente, la muerte de X, no le dejaba tranquila ni un momento. Podía recordar la expresión de X al intentar salvarle, y como sus manos se llenaron con su sangre. Era la primera vez que asesinaba al que antaño amor de una forma tan directa.
Clamsy pudo haberles ayudado a leer su mente, sin embargo, ella se había ido a buscar a su padre, por lo que cayó en los hombros de Jaspis intentar hacerle hablar. El ex-soldado ya había tenido experiencia interrogando en sus tiempos en el ejército, sin embargo, este caso era diferente, sobre todo teniendo a alguien que no se puede torturar para hacerle hablar. Jaspis simplemente se sentó junto a ella y comenzó a pensar la mejor manera de abordarlo, mientras que Y se quedaba en silenció. .
—Mi alumna ha vuelto de su viaje y me ha contado un poco de Diark —dijo el hombre, cruzándose de brazos—. Pensaba que tú podrías corroborar su información.
—Diark, ese maldito bastardo —dijo con odio—. El me hizo esto, me hizo cometer cosas horribles.
—¿Has atacado otras tierras?
—Cientos, y en todas ellas mis manos se han manchado de sangre —apretando los puños—. Sé que eres contra quién pelee, por favor, mátame.
—No, no creo poder hacer eso. Aunque por una parte te comprendo, el tener las manos manchadas de sangre por obedecer órdenes.
—¿Fuiste soldado?
Enlistado desde joven, Jaspis se encargó de varios trabajos por parte del ejército de Unova hasta ser promovido a un agente letal. El número de muertes que cargaba era lo suficientemente alto como para convencerle de dejarlo y dedicarse a entrenar jóvenes.
Sin embargo, había una diferencia sustancial. Jaspis lo hizo siguiendo órdenes, pero tenía la decisión de no hacerlo, tenía un margen de acción que Y no tenía. Ella fue forzada a hacerlo, no tuvo ninguna elección.
—Lo sé, tenía la opción de pararlo, pero no tenía el valor de hacerlo —admitió con arrepentimiento—. El ser el más letal del gobierno involucraba que había una bala con mi nombre esperando a ser utilizada.
—¿No hubieses deseado tomar esa bala?
—En cualquier momento, Y, en cualquier momento —Jaspis suspiró—. Tal vez no asesine al que alguna vez fue el amor de mi vida, pero si masacre inocentes y familias enteras. No hay un solo día en que lo olvide.
—Y aún así, cuando peleábamos, no parecía que te afectara.
—Oye, no confundas mi sarcasmo con falta de remordimiento, todos tenemos formas de expresarlo. Sin embargo, aunque hay una bala esperando en mi casa, trato de redimirme cada día que puedo. Después de todo es lo mejor que puedo hacer.
Topaz observaba toda la conversación desde el otro lado de la habitación. Nunca conoció a su maestro del todo bien, o al menos nunca conoció su pasado como parte del ejército. Estaba consciente de que sentía arrepentimiento, pero no en ese nivel. Era raro, era raro verlo siempre con una enorme sonrisa y enterarse de sus pensamientos internos. ¿Acaso buscaba generar empatía con Y?
Y no dijo nada, solo reflexionaba y recordaba todas las muertes una vez más. Sin ojos, aún conservaba la capacidad de llorar, soltando el llanto mientras Jaspis suspiraba y se levantaba. Luego de un rato, Y finalmente paró y habló.
—¿Y ese sentimiento se va?
—No, pero el intentar remediar las cosas hace que valga la pena seguir viviendo —admitió, caminando hacia la salida—. Lamento no darte una perspectiva más esperanzadora, pero queda en ti si quieres seguir sufriendo eternamente o usar ese dolor en algo.
Antes de cerrar la puerta, Y decidió hablar. Tal vez eso es lo que X hubiese querido, qué ella ayudara a los demás. Estaba dispuesta a ayudar a este universo al contarle todo lo que sabía del plan de Diark. Su próximo punto de ataque, y sobre todo, de cómo detenerle.
Ya solo quedaba una cosa. Formar el plan de defensa, y para eso, necesitarían a Clamsy.
[…]
Aún sin Kugar y Faimir, Ratmos seguía en la tierra, por lo que los pokémon seguían siendo hostiles para los civiles.
Para resguardar a los ciudadanos, los Pokédex Holders se repartieron por todas las regiones para ayudar a las personas a encontrar un refugio. En el caso de Pearl, él junto a otros que vivían en Johto y Kanto se encargaron de ayudar a gente de Johto.
Su misión estaba en Ciudad Olivo, fue lo que informó un general a Clamsy para dar con el paradero de su padre. La chica deseaba hablar con Pearl antes de encargarse de todo el asunto de los jinetes. Necesitaba decirle muchas cosas.
La ciudad se encontraba en completa ruina. Todos los edificios habían sido demolidos y las casas aún ardían. El enorme faro era la única estructura que se mantenía en pie, pero la habitación donde Ampharos solía iluminar el mar estaba completamente destruida. Clamsy logró aterrizar en la sala, la cual estaba completamente quemada desde dentro. Al asomarse para ver el resto de la ciudad en ruinas un vacío se generó en su corazón. Sentir el dolor y los gritos de la gente le hizo sentirse bastante culpable.
Fue entonces que pudo ver un grupo de Gyarados atacando a unas personas en la costa. Sin perder tiempo voló hasta ellos y bloqueó los ataques de los pokémon con un escudo psíquico, para después derrotarles con un ataque de energía. Le costaría acostumbrarse a lanzar rayos laser por las manos.
—¿Clamsy? —dijo una voz femenina por atrás de ella.
Crystal y Diamond estaba en la multitud, por lo que reconocieron a la chica de inmediato. Ver a la que fue la mejor amiga de su hijo con aquellos poderes les hizo caer al suelo del susto, pero no tardaron demasiado tiempo en asimilarlo. Después de todo el mundo ya había dejado de ser normal hace mucho tiempo.
Clamsy esperaba una reprimenda por parte de ellos, pero la pareja le agradeció el haberlos salvado. Clamsy no esperaba que el mismo Diamond le diera un abrazo con fuerza.
—Es bueno ver que volviste —dijo Crystal con una sonrisa—. ¿Conseguiste esas habilidades del otro lado?
—Si, por desgracia no fue antes de que esto pasara —admitió con pesadez—. Ver como termino la ciudad me hace sentir muy mal.
—No sirve de nada lamentarse, es mejor ayudar —dijo Diamond—. Gracias por volver.
Clamsy solo sonrió y ayudó al grupo que Diamond y Crystal dirigía a llegar al pequeño submarino que los llevaría a un lugar seguro. Luego de hacerlo, ambos le dijeron dónde estaría su padre.
Pearl se encontraba ayudando a otro grupo de personas al norte, en la antigua granja de Miltank. Para la fortuna del hombre, los pokémon habían abandonado el área, por lo que no tuvo mayor inconveniente para reubicar a los pocos sobrevivientes. Fue en ese momento que finalmente se encontró con su hija.
Clamsy se quedó quieta al verle, no estaba segura de cómo empezar a hablar con él. Sin embargo, Pearl empezó la plática al correr y abrazarle con fuerza. Sentir sus brazos envolviendo su espalda y su pelo cano en el rostro le hizo sonreír y abrazarle de vuelta.
—¡Gracias a Arceus que estas viva! —dijo con alegría— No quería perderte a ti también.
—Aquí estoy, papá —dijo con una voz quebrada—. Te extrañe mucho.
Luego de llevar al nuevo grupo, ambos pudieron sentarse y platicar. Lo primero que Clamsy hizo fue disculparse con él. Después de todo, ella nunca quiso arreglar las cosas con él después de la muerte de Blue. Ese sentimiento de culpa fue aplacado rápidamente por un abrazo de Pearl, pues el hombre amaba lo suficiente a su hija para perdonar aquello.
—Yo tampoco fui muy bueno lidiando con la muerte de tu madre —dijo suspirando—. Lamento no haber sido el padre que necesitabas.
La muerte de Blue fue muy repentina, un suicido que ninguno de los dos vio venir. Simplemente un día Clamsy volvió de un viaje y la encontró colgada en la cocina.
Pearl y Clamsy lidiaron con la perdida de forma cerrada, nunca expresando abiertamente su dolor, y eso les hizo distanciarse. Sin embargo, había algo que Clamsy necesitaba saber.
—¿Sabes por qué lo hizo? —preguntó.
Pearl se quedó en silencio, sin embargo, Clamsy volteó a verle directamente a los ojos.
—Sé que dejó una carta, y nunca me dijiste nada de ella. Sé que no parece el momento, pero necesito saberlo.
Un secreto que Pearl ocultó muy bien, pues sentía que la razones detrás de la muerte de Blue podría abrumar a su hija. Sin embargo, la insistencia de Clamsy le hizo finalmente sincerarse.
[…]
A pesar de su traumática niñez, tu madre siempre intentó seguir el bien. Tú lo sabes muy bien como ayudó contra el Team Rocket, Ice Mask y el Neo Team Rocket. Siempre peleaba con valor, protegiendo a cuantos podía y haciendo lo correcto.
Ese era su lema, en especial cuando se unió a la policía internacional. Las grandes ligas le dieron la oportunidad de proteger a más gente, conocer a más personas. Y sin embargo, parecía que el trabajo nunca terminaba.
Tu madre nunca tuvo miedo, exceptuando una sola vez.
Ella volvía al trabajo luego de que llegaras a este mundo y su primera misión al volver fue atender una emergencia en Hoenn. Una extraña invasión de viejos rivales suyos. El Team Rocket.
Pero estos eran diferentes, llevaban trajes arcoíris y sus pokémon eran algo fuera de este mundo. Ultraentes, los malditos ultraentes acabaron fácilmente con todos los refuerzos mientras que los miembros del Team Raindow Rocket, nombre que descubrieron después, se adentraron en el laboratorio del profesor Birch.
Lo qué más conmocionó a tu madre, y a los holders que le ayudaban, era el líder. Una versión de Red, su mejor amigo, arremetía contra todos con el poder de su Blacephalon. Las llamas comenzaron a rodear todo Villa Raíz, Ruby y Sapphire habían caído, y Blue fue la única que quedaba en pie en medio de las llamas.
El Team Raindow Rocket se había ido, dejándola a la merced de las llamas que amenazaban con quemar a la demás gente que salieron de sus casas para encontrarse con el infierno en el pueblo. Por supuesto que tu madre intentó ayudar, quería hacerlo, pero algo se lo impidió.
El anillo de fuego bloqueaba todas las salidas, la ceniza se acumulaba en sus pulmones y los gritos de desesperación le hicieron sentir que no podría salir de ahí. Sin embargo, si encontró una pequeña brecha entre el fuego por el cual podría salir. Un punto ciego que, para desgracia de todos, solo estaría por poco tiempo.
Fue ese miedo instintivo que le hizo salir corriendo hacia ese lugar, salvando su vida, pero dejando morir a toda esa gente en el proceso. Nunca supe que pasó por su mente hasta el momento que leí su carta. Sentía miedo, un miedo primordial al contemplar morir quemada, el sentir su piel arder y su músculos cocerse mientras ella se mantenía con vida fue lo único que pasó por su cabeza. Y sobre todo, el perder a su hija, visualizar a una de las personas que más amaba vivir sin ella fue lo que provocó que su valor se esfumara y saliera huyendo, aun cuando las voces de auxilió estaban detrás de ella.
Las voces se apagaron, pero volvieron al poco tiempo. No importaba que la agencia no le recriminara su acto, aquellas voces nunca se fueron de su cabeza, por más que todos intentamos ayudarla.
No soportaba la culpa, no soportaba el no haber sido lo suficientemente valiente para abrirse paso entre las llamas y salvarlos a todos. Aquellas voces solo se intensificaban más y más, hasta que llegó el punto que ella no lo soportó.
[…]
Clamsy se quedó en silenció, suspiró con lentitud y luego miró a su padre.
—Pero, no fue su culpa.
—Sí, pero ella nunca lo vió así —la voz de Pearl comenzó a desquebrajarse—. Intentamos ayudarla, hice todo lo que estuvo en mis manos, pero no pude hacerlo, no pude salvarla.
Clamsy indagó en sus recuerdos, todas aquellas veces que su madre se le miraba pensativa, mirando el horizonte y fingiendo estar bien, siempre sonriendo. Costaba creer que aquella mujer que siempre le recibía con un beso en la mejilla tenía tanto dolor dentro de ella.
—Por eso no quería ir a Hoenn, ¿cierto?
—Sí, era un recordatorio permanente de su propio "error" —Pearl se limpió las lágrimas—. Lamentó no habértelo contado antes.
—¿Así que de esto se trata ser héroe? Sacrificarse —Clamsy alzó una ceja.
Ese mensaje le disgustaba. El tener que darlo todo. Su madre había muerto por eso, por solo pensar por un solo momento en su bienestar. ¿Acaso era algo de malo? ¿Acaso ser un héroe solo era una excusa para un suicidio prolongado? Las preguntas en su cabeza no fueron respondidas por Mesprit, si no por su propio padre.
—Me gustaría darte una respuesta, pero ni yo estoy seguro —suspiró—. Solo puedo decirte, que algunas veces debemos controlar el miedo, dominarlo, y que él no nos domine a nosotros.
Esto era demasiado confuso para Clamsy. ¿Acaso debía sacrificarse? ¿Debía no hacerlo? ¿Qué rayos es lo que tenía que hacer? El no haberse sacrificado de todas formas le arrebató a su madre, le hizo vivir una vida miserable hasta simplemente quitarse la vida. ¿De esto se trataba este maldito juego?
Blue tampoco eligió ser una heroína, se le fue impuesto de una forma u otra, y terminó pagando el precio por no seguir ese espíritu. Y ahora ella seguía ese destino. ¿Acaso ella también terminaría suicidándose?
—Papá —Clamsy se levantó y miró a su padre—. No sé si estoy lista para esto, no sé si quiero hacerlo. No quiero que la gente sufra, pero el precio es demasiado. No sé qué hacer.
Pearl se levantó y la abrazó con fuerza. Hacía mucho tiempo que su padre no le abrazaba, que sentía ese calor que le hizo devolver el abrazo mientras las lágrimas salían de su rostro y manchaban la camisa de su padre.
—Domina el miedo, has lo que tu madre y yo jamás pudimos hacer, ese es el camino que te revelara que es lo que debes hacer. Eres mi hija, y te amo, y quiero que sepas que elijas lo que elijas, yo estaré para ayudarte.
Clamsy sintió el peso de los años perdidos. Ese ego le había privado de sentir el amor de su padre, de su apoyo y ayuda. Le reconfortaba, le reconfortaba que la última persona que más quería le seguiría apoyando. Las dudas no se disipaban del todo, pero su padre le dio las energías suficientes para seguir luchando un día más, después de todo, había un universo que salvar, y una madre que honrar.
[…]
Y había dado la información suficiente para que todos comenzaran a organizarse. Diark, el dios, se acercaba y solo tenían una oportunidad para defender su universo. Una sola raza protegerá al universo, pensó Jaspis, mientras hablaba con los diferentes líderes de las naciones.
Los ataques de los jinetes estaban predeterminados para atacar a las principales zonas de poder de la tierra, dejándole sin defensas y a merced de Diark. Con la mayoría de pokémon legendarios muertos, solo quedaban aquellos cuyo poder aún resultaban una molestia: Dialga, Palkia, Giratina y Arceus mismo.
El monte corona sería el último lugar por atacar en el plan de Diark, enviando a su ultimo jinete, el más poderoso de los cuatro.
—Mortus es la líder, representa la muerte misma. Un solo toque de su mano puede provocar la muerte de cualquiera.
La líder de los jinetes por supuesto qué llegaría al final, lista para dar la última estocada. Con ella también llegarían los demás jinetes, por lo que habría tres enemigos inmortales y letales que combatir. Tres seres contra toda la artillería del planeta, una victoria simple ¿no? Claro, habría que agregar a los cuatro pokémon de las calamidades a la ecuación. Una vez las defensas cayeran, los cuatro jinetes abrirían el portal por el que entraría Diark. Si Diark ponía un pie en ese universo, todo estaría perdido.
Jaspis, Topaz y Clamsy pudieron vencer a tres jinetes, pero estaban seguros que el segundo asalto no sería tan sencillo, menos con un enemigo capaz de matarles con un solo toque. Pero no estaban del todos solos, pues Y se les uniría. Aún sin ojos, la holder podía atacar con sus flechas gracias a sus sentidos aumentados por la magia de Diark.
El plan era simple. El difusor necesitaba ser cargado con la energía de un ser cósmico, la energía de Dialga y Palkia bastaría para poder activarle, solo debían conseguirles el tiempo suficiente. Mientras los legendarios cargaban el difusor, Topaz se encargaría de Kugar, Jaspis de Faimir, y Clamsy e Y se encargarían de Mortus.
No irían solos, un ejército les cubriría las espaldas, en una batalla tan arriesgada, toda la ayuda disponible era necesaria. Con todo aquello dicho, solo quedaba ir al Monte Corona a pedir la ayuda de Dialga y Palkia. El Mesprit dentro de Clamsy le permitiría poder entablar comunicación más fácilmente, o al menos eso fue lo que le dijo el pokémon legendario.
[…]
Clamsy se relamió los labios mientras miraba con preocupación la ventana de su asiento. Miró un momento sus espadas antes de guardarlas en su espalda y observó a Topaz y Jaspis preparándose. Este día sería el más importante en toda su vida, y no estaba segura si podría soportarlo. Mesprit intentó calmarla, su corazón aún tenía dudas, las manos le temblaban y un sudor frio le recorrió la espalda.
Por un momento recordó el día que fue con Lipsi a las playas de Alola. Hubo un tiempo donde ella no deseaba ver el mar después del suicidio de su madre, pero Lipsi le convenció de hacerlo para poder enfrentar ese miedo. Ambas se tomaron de la mano y entraron en contacto con la arena caliente y la brisa marina en sus rostros.
Clamsy no pudo evitar llorar al contemplar el inmenso mar, intentó huir, pero Lipsi la sostuvo con fuerza y la abrazo. En ese momento se sintió fuerte, sintió como el miedo poco a poco disminuía al sentir el calor de su amada. Ese era el calor que necesitaba en ese momento. Como deseaba volver a sentir ese calor, ese cariño que le hiciera fuerte, darle el valor suficiente para vencer a cualquiera que se le pusiera enfrente.
Jaspis llegó y le dio una pequeña palmada, sacando a su discípula de sus pensamientos.
—¿Estas lista?
Clamsy solo bajó la mirada y negó con la cabeza.
—¿Cómo te preparas para la guerra?
—No lo haces, simplemente te lanzas a ella —admitió Jaspis, cruzándose de brazos—. ¿Hay algo que haya cambiado desde que volviste?
—Dudas, muchas dudas. No es qué no quiera pelear, solo que no se si estaré lista para poder vencer el miedo.
—Lo hiciste cuando peleaste contra tres jinetes tu sola.
—Fue antes de saber lo de mi madre.
El accidente de Blue no le dejaba tranquila. No estaba segura de poder vencer el miedo de una muerte inminente y horrible, o si sería capaz de sacrificarse. La muerte, el miedo más primitivo le recorrió el cuerpo mientras pensaba en todo lo que podría salir mal.
Jaspis hizo un gestó y se sentó junto a Clamsy. Dio un gran suspiro y cerró los ojos.
—¿Por qué haces esto?
Clamsy miró con confusión a su maestro.
—¿Cuál es la verdadera razón por la que empezaste esta empresa?
—Salvar nuestro universo, ¿no es obvio?
—Les he dicho a Topaz y a ti que se detectar una mentira —riendo levemente—. Dime la verdadera razón.
Clamsy hundió la mirada en el suelo. Si, quería salvar su universo, pero había algo más.
—Venganza —dijo en voz baja.
—Sí, eso supuse. No puedo culparte, este tipo, Diark, bueno, se ve que es un reverendo idiota.
—¿Por qué lo preguntas?
—Quería saber por qué tienes esas dudas —Jaspis miró directamente a Topaz—. Ustedes dos se parecen más de lo que se dan crédito. Ambos pelean con las motivaciones incorrectas. La venganza, Clamsy, es un buen motor, pero es un fuego frágil en las manos incorrectas.
—¿Crees que no soy buena vengándome?
—Al contrario, eres excelente. Sin embargo, ese motivo nubla demasiado tu juicio. Cuando uno quiere venganza, hay algunas barreras que puedes llegar a romper, gente que logras dañar, incluso a ti misma, ¿o me equivocó?
Clamsy recordó las frases de Blue, aquello le erizó la piel.
—Al final de cuentas el punto sigue siendo el mismo, ¿no?
—Mientras no pongas tu venganza sobre el bien común. Creo en ti, creo que en esa capa de dudas y negatividad hay un espíritu heroico, al menos lo suficiente como para hayas vuelto.
—Claro, heroísmo impuesto para terminar muerto.
—Y dejar que los demás vivan —Jaspis miró directamente a los ojos a Clamsy—. La venganza puede ayudarte a controlar el miedo, pero en un punto te verás obligada a aceptar tu don o rechazarlo.
—¿Cómo sabes que no lo rechazare?
—Por qué yo no entrene a una cobarde, ¿o sí?
Ambos sonrieron confiados. Sin embargo, el debate se mantenía en la cabeza de Clamsy mientras meneaba la cabeza de un lado a otro. Mesprit no pudo evitar elogiar a su maestro, a lo cual Clamsy solo pudo confirmar su halago. En muchos sentidos, el hombre le inspiraba desde que entrenó junto a él. Tenía una sabiduría que ella desearía tener.
Mientras mantenía su dialogo interno, Jaspis se levantó y miró. Hizo un gesto hacía Clamsy y este solo suspiró con desagrado, como si de una tarea impuesta se tratara el ir y hablar con Clamsy. Al acercarse, la chica bajó la mirada.
—¿Por qué nos dejaste? —preguntó Topaz.
La respuesta fue la misma de siempre.
—Miedo.
—¿Realmente quieres ayudarnos?
Clamsy tomó un poco de aire y afirmó con el rostro, ocultando su mirada de los ojos de Topaz.
—Se lo que pasó después de que me fui, el cómo sobreviviste. Lo siento, realmente lo siento.
Topaz cerró los ojos e intentó concentrarse, le costaba seguir hablando.
—Fue duro, bastante duro, más por pensar que mis padres morirían. Sin embargo, hubieras estado ahí o no, no creo que cambiaría el resultado.
Clamsy alzó la mirada con confusión.
—He estado pensando mucho al respecto, he hablado con Jaspis y, bueno, creo que yo también te debo una disculpa —suspirando—. Perdón por lo que pasó en el hospital, no debí gritarlo, habías pasado por la muerte de tu equipo y fui muy indolente al respecto, lo siento.
—Supongo que tenías muchas cosas acumuladas, ¿no? —Topaz afirmó con la cabeza— Yo tampoco fui la mejor amiga, tú solo intentabas ayudarme. Escucha, Topaz, eres mi mejor amigo, me has aguantado en todas mis facetas y realmente lo agradezco. Te quiero lo suficiente para seguir siendo tu amiga y disculparme por todos los errores cometidos.
Topaz sonrió ligeramente, aceptando las disculpas de su amiga. Era cierto, Topaz había soportado demasiadas cosas de su amiga, tenía demasiado odio acumulado de años de gritos, insultos y vejaciones, y el día cero no pudo hacer otra cosa que explotar contra ella. No estaba seguro de quién era la culpa, pero Jaspis le hizo ver que si hubiera sido franco desde el inicio, si le hubiera expresado a Clamsy que aquellos comentarios le dolían y no simplemente guardarlo, tal vez las cosas hubieran sido diferentes.
Ahora la tenía ahí, de regreso. El deseo de golpearle la cara se contenía al verle con ese rostro de angustia, angustia que el mismo sentía cada que se miraba al espejo. No podía odiarla, no quería odiarla. Era su mejor amiga, y la quería lo suficiente para abrirle los brazos y pedirle una reconciliación que llegó cuando ella le abrazó de vuelta, recordando los viejos tiempos de cuando eran niños y comenzaron su primer viaje pokémon.
—Gracias por estar aquí —dijo Topaz, con una sonrisa.
—Gracias por perdonarme —respondió Clamsy—. Pequeño nerd.
—Oye, eres mayor que yo por cinco días.
—Y trece horas —respondió de vuelta Clamsy.
Reconciliarse con su amigo y hablar con su maestro fueron la distracción suficiente para que Clamsy pudiese ignorar su debate interno.
Luego de unas horas, el transporte del ejército finalmente llegó a la abandonada pista de aterrizaje de Ciudad Corazon. Miles de soldados bajaron a tierra y ahuyentaron a los pokémon hostiles para llevar a los cuatro guerreros a la punta del Monte Corona.
Mientras los cuatro se harían cargo de los jinetes, ejércitos de todas las naciones fungirían como refuerzo en caso de que la cosa se saliera de control. Millares de hombres apoyarían en caso de ser necesario.
El verse rodeado de tantos soldados le provocó un escalofrió frio a Clamsy y Topaz, mientras que Jaspis solo suspiró y conversó con Y sobre más información de su vida pasada. La jinete sentía recelo de todos los presentes, excepto de Jaspis.
—Seis holders fueron al espacio, y cuando volvieron se convirtieron en máquinas asesinas que comenzaron a acabar con todo, fue entonces que Diark llegó.
—Así que Diark hizo un cambió de administración, ¿no?
—En cierta medida. Cazó al resto del holders, unos sobrevivieron, otros murieron, como yo —Y hizo una pausa—. Ser revivida es demasiado traumante. Diark revive tu conciencia primero y puedes sentir como se reconecta cada hueso, nervio, musculo, órgano y piel. Sientes un ardor en cada centímetro de tu cuerpo.
—Por Arceus, ese sujeto es un monstruo.
Y se acarició los hombros mientras recordaba lo primero que sintió al ser revivida. Su mente esta confundida y atontada por el dolor, y de pronto otro dolor intensó apareció en sus ojos. Cuando desapareció, se sintió desconectada de su cuerpo. Hablaba y actuaba sin ella quererlo. Mataba sin compasión y veneraba al dios que le había vuelto su esclava, sintiendo ese despreciable olor a azucar que provenía de su garganta cada que su amo le requería.
—Espero que esta batalla te de un consuelo.
—Solo si no soy re-capturada —Y se quedó en silencio por un minuto.
Jaspis se quedó en silenció luego de aquello. Se quedó mirando directamente al camino mientras buscaba algunas palabras de consuelo para Y. Sin embargo, no había nada. Poco tuvo tiempo de pensar, pues es poco tiempo el frio en sus manos le hizo darse cuenta que habían llegado a su destino.
A pesar de las tres calamidades, la columna lanza se mantenía inalterable. No había ningún pokémon o persona alrededor, solo el último gran ejercito de la humanidad instalándose y preparándose para el combate.
Topaz hecho un vistazo rápido a la región de Sinnoh. La región se miraba desierta, con humo saliendo de algunas ciudades destruidas. En la cima aún podían respirarse un poco de la ceniza de la destrucción previa. Ese sentimiento le hizo retroceder un poco, volteando a ver a su maestro.
—¿Aún queda algo que salvar?
—Es más de lo que podemos perder —sonriendo de manera ligera—. Clamsy, ¿estas lista?
—No, pero no tenemos opción —confesó Clamsy—. Los llamare.
No había cadena roja, pero Mesprit le aseguró que podría contactarse con Dialga y Palkia si se ponía en el centro y rezaba un pequeño ruego. Con las piernas temblando, la chica se acercó al podio, junto sus manos y dijo en voz baja.
—Tiempo y espacio, recurro a su infinita benevolencia por consuelo y consejo.
Hubo unos segundos de silencio. Clamsy alzó la ceja y miró con escepticismo el cielo. Sin embargo, el firmamento comenzó a tomar tonos morados y rojos mientras el aire se enrareció. El cielo retumbaba mientras lentamente el espacio y el tiempo se partían al abrirse dos enormes portales. Poco a poco la distorsión comenzó a incrementarse cuando las dos enormes criaturas aparecían en el recinto.
La piel de Clamsy se volvió de gallina al verles. Dialga y Palkia golpearon con fuerza el suelo, levantando una capa de polvo que le hizo cubrirse por unos momentos. Ambas deidades rugieron mientras se acercaba a Clamsy, reconociendo al ser en su interior.
—¿Puedes ayudarme con esto, Mesprit?
—Solo si no le tienes miedo —respondió dentro de su cabeza—. Acércate, yo me encargare del resto.
Claro, como si fuera tan sencillo acercarse. Los pies de Clamsy se tambaleandan al sentir el enorme poder que desprendían aquellos legendarios. Su padre, antaño, le contó cómo fue encontrarse con esos pokémon, pero aquellas anécdotas eran demasiado diferentes a lo que ella experimentaba.
Con pasos tímidos, Clamsy alzo la mano. Dialga y Palkia rugieron con fuerza y despues se acercaron. No llegaron a tocar la mano de la chica, pues Mesprit pudo comunicarse con ellos de inmediato. El silenció se volvió sobrecogedor. Dialga y Palkia se quedaron quietos, mirando con receló a una asustada Clamsy que deseaba que Mesprit no les molestara. Un simple ataque ellos podría bastar para evaporarla de la existencia.
—Listo.
—¿Listo? ¿Acaso ayudaran?
—Algo mejor.
Dialga y Palkia volvieron a rugir con fuerza, provocando un enorme terremoto en toda la montaña. Clamsy no pudo evitar caer al suelo mientras observaba como el cielo se teñía de colores amarillosos y el sol brillaba con fuerza. De un momento a otro pareció que el horizonte se abrió, dejando ver el universo al descubierto, seguido de un enorme portal luminoso.
Un haz de luz cegó a todos, mientras el ruido de una flauta sonó y retumbó por toda la tierra. Cuando Clamsy recuperó la visión, algo más grande que Dialga y Palkia hizo acto de presencia.
—¡Arceus!
Arceus, el pokémon creador, aterrizó en la columna lanza. Dialga y Palkia se hicieron a un lado, dejando que él mirara directamente a una asustada Clamsy. Sin embargo, una voz retumbó en todo el lugar.
—Clamsy Jericó, hija de Pearl Jericó y Blue Leaf, he escuchado tu historia.
Clamsy se quedó de piedra, no supo que responder al enorme creador que estaba frente a ella. Una extraña presión le impedía moverse, por lo que sólo asintió ligeramente.
—Arceus, necesitamos tu ayuda para.
—Agradezco tus esfuerzos, y por supuesto que ayudaremos a cargar el Difusor Universal —Arceus se acercó—. Déjalo en el suelo y yo mismo me encargare de imbuirlo en energía divina.
Clamsy tragó saliva, aunque los nervios iban disminuyendo, la atmosfera divina que le rodeaba le hizo caminar lentamente hasta dejar el Difusor en el centro de la Columna Lanza. Arceus miró el extraño objeto y lo elevó, sin embargo, algo le hizo voltear a otro lado. Un enorme portal hizo acto de aparición, portal que hizo que Clamsy y compañía se pusieran en guardia.
—Los invasores serán testigos de mi cólera divina —golpeando el suelo, Arceus usó Sentencia.
El ataque golpeó directamente el portal de los jinetes, cerrándole de golpe y generando una gran explosión. Sin embargo, eso no sería suficiente para detener a los invasores. Arceus volteó hacia Dialga y Palkia.
—Deben detenerles mientras el Difusor se llena de energía. Peleen los tres.
Con otro golpe al suelo, una sombra apareció, del cual emergió Giratina. Aunque el pokémon pareció confundido de su súbita aparición, una sola mirada de Arceus le hizo unirse a Dialga y Palkia. Algo más importante estaba en juego.
—Esta pelea va a ser una locura —expresó Topaz.
—Digna de salvar el universo —Jaspis sonrió ligeramente—. Estén preparados.
Mientras Arceus empezaba su ritual, otro portal se abrió del cual salió un enorme rayo de energía directo a él, pero Palkia logró interponerse en el golpe. Sin poder cerrar el portal, el cuarteto de pokémon de las calamidades hizo acto de aparición, junto a sus tres jinetes, con Mortus a la cabeza.
—¿¡Mamá?! —preguntó Topaz sorprendido al ver a Mortus
Mortus solo se quedó observando a todo el ejército que estaba detrás de Clamsy. Golpeó el suelo con su guadaña y exclamó.
—¡Diark me ha brindado el don de quitar la vida!
Un aura oscura rodeó su guadaña. Un solo tajo provocó una gigantesca onda de energía oscura que recorrió toda la montaña. Dialga y Palkia lograron crear un campo de fuerza para proteger a los presentes, sin embargo, no lograron proteger al ejército.
En un solo segundo, todo el ejército de las naciones que les seguían de cerca había desaparecido. Sus cuerpos se habían esfumado dejando tras de sí trajes vacíos. El silenció se apoderó de la cumbre mientras una capa de polvo se levantaba poco a poco.
Clamsy y Topaz se quedaron de piedra al ver aquella escena. Un solo ataque había eliminado a cientos de personas. Cientos de vidas desaparecidas en un segundo. Parecía que fuera lo mismo que en Kanto, pero la sensación era diferente. Sus músculos estaban paralizados mientras Mortus se acercaba y las calamidades comenzaban a pelear contra Dialga, Palkia y Giratina.
El sentimiento primordial de huida volvió, ambos querían correr al ver como Faimir y Kugar se acercaban. Sin embargo, Jaspis los sacó de su transe al abalanzarse contra Faimir. Ya estaban ahí, debían luchar.
Quedaba claro que tocar a Mortus era una mala opción, por lo que Clamsy la levantó con su poder psíquico y la lanzó lejos de la montaña. No la detuvo por mucho tiempo, pero sirvió para que Mesprit le rodeara de un aura psíquica que la protegería de manera eventual. Cosa muy útil cuando se vió envestida por un golpe directo de la jinete.
Jaspis había aprendido de su combate anterior, por lo que podía esquivar los ataques de Faimir y sus intentos de robar su energía. El combate cuerpo a cuerpo no era su fuerte, pero sabía lo suficiente para cortar los miembros de su rival, demostrando dominancia mientras el jinete buscaba matarle.
Topaz no era un guerrero completo, la batalla contra Kugar era prueba suficiente de ello al no poder atacar correctamente los golpes y recibir algunas heridas atenuadas por el traje de expansión. Además, el shock de ver a su madre en aquel jinete no le permitía concentrarse completamente.
Luego de incapacitar a Kugar por un momento, miró a Y. Ella había sido su madrina en su universo, había muerto, pero seguía ahí, más joven, atacando a una versión maligna de su madre. El mundo se había vuelto loco, y esto solo lo volvía peor. Antes de que Kugar pudiese acabar con él, Clamsy intervino.
—Me pasó la primera vez, pero recuerda, no son las mismas.
Antes de terminar su frase, Mortus le lanzó a ambos una onda de energía oscura, pero la capa Clamsy logró extender un poco su campo de protección para protegerlos a ambos, debilitándose en el proceso.
—Recuerda el plan, entretenerlos.
Si, solo debían entretenerlos lo suficiente hasta que el Difusor estuviera cargado, luego de eso enviarlo a otro universo para finalmente desaparecer del multiverso. Clamsy tenía razon, esa Mortus no era su madre, ninguno de ellos eran los seres queridos que conocía, y si quería preservar a los que quedaban, debía luchar, debía enfrentar a Kugar hasta el final.
Y se mantuvo en la lejanía lanzando flechas a Mortus. Con cada ataque, Clamsy aprovechaba para intentar cortar sus brazos, pero ella era mucho más resistente, nada parecía dañarle. Cuando intentó controlarle psíquicamente, Mortus se deshizo de aquella energía y se la devolvió a Clamsy.
—Esta resistencia es patética, Diark llegara a solucionar esto.
El sonido de unas campanas pudo escucharse. De inmediato un enorme portal dorado apareció, emanando partículas doradas y un extraño aroma. Una silueta se formó en el portal. Diark estaba cerca.
Antes de poder reaccionar, Mortus usó el cuerpo de Clamsy para abrirse pasó por la montaña, cayendo en una enorme caverna. El daño provocado le hizo esperar unos minutos en el suelo, sin embargo, la presión de la presencia de Diark le hizo levantarse de inmediato. No podía perder el tiempo y debía acabar con Mortus de alguna manera.
Diark no salía del portal, pero mantenía su silueta, ejerciendo una presión en todos. Arceus, estaba ocupando tratando de cargar el difusor, mientras que los demás legendarios continuaban peleando con las calamidades. Al sentir aquella presión, Jaspis aceleró las cosas, aprovechó un punto ciego y cortó a Faimir en varias partes, partes que de inmediato fueron enviadas a diferentes universos. El hombre intentó hacer algo contra Diark, pero un campo de fuerza le impidió acercándose, cayendo al enorme hueco que Mortus había creado. Topaz intentó ayudar, pero Kugar no parecía ceder y le detuvo.
Clamsy se levantó poco a poco, aunque la energía de Mesprit le brindaba una pequeña regeneración, el dolor de los huesos rotos le impedían reincorporarse completamente. Cuando se levantó, se vió rodeada de una profunda oscuridad.
Gritó el nombre de Mortus, pero esta no contestó, solo podían escucharse murmullos que lentamente se convertían en gritos. Gritos de socorro, pidiendo piedad. Clamsy no entendía que estaba ocurriendo, hasta que sintió como su piel se comenzó a calentar. Una sensación de comezón invadió su cuerpo, comenzó a rascarse de manera frenética pero el dolor iba en aumento.
—¡Detente! —dijo Mesprit— Estas…
Sus brazos comenzaron a sangrar de lo duro que se había rascado. Clamsy no entendió que ocurría hasta que la voz de Mortus se hizo presente.
—Vas a morir aquí. Debes aceptar tu más dolorosa muerte.
Clamsy se quedó callada, intentando buscar el origen de la voz. Sin embargo, el tono de la misma le heló la sangre.
—Los que desafían a Diark morirán de maneras horribles bajó mi mano. Ríndete ahora o separare la carne de tus huesos.
Aunque un escalofrió recorrió su cuerpo, Clamsy se concentró para encontrar el origen de la voz. La oscuridad se disipó y Mortus fue visible, por lo que la atacó, sin éxito.
—¿Acaso tu maldita piel es de hierro? —reclamó Clamsy a Mortus.
Aunque las espadas lograban atravesarla, sus extremidades se mantenían completamente unidas. Además, los ataques de Mortus eran rápidos, muy rápidos. Los tiempos de reacción cortos le impedían a Clamsy poder acertar un movimiento. Aun con la ayuda de Y, Clamsy no podía mantener ningún control contra las letales tajadas.
Mortus comenzó a usar el cuerpo de Clamsy como muñeco de trapo. El dolor se acrecentaban, la sangre comenzaba a salir y los músculos deseaban descansar, ni toda la adrenalina del mundo le evitaba sentir como cada hueso de su cuerpo era roto.
Jaspis llegó para apoyarle, pero Mortus logró esquivar sus golpes. Antes de que pudiera tocarlo, Y lanzó una gran ráfaga de flechas para que este pudiera retroceder.
—¡Maestro, aléjese de aquí!
—Necesitas ayuda contra esta cosa, Diark está cerca.
—Pero si lo toca…
—Hay algo más importante que mi vida.
Clamsy se puso de pie, pelear junto a su maestro le levantó suficiente la moral como para planear un plan. Usando un poco de su energía, la chica logró paralizar un momento a Mortus, lo suficiente como para que Jaspis se acercara e intentara cercenar sus brazos. Sin embargo, los huesos de la mujer eran duros, no cedieron ni un poco por más que Jaspis los golpeara con sus espadas de plasma. Fue entonces que Y, usando sus flechas de manera directa, ayudó para que finalmente aquellos brazos cayeran.
—¡Apresúrense! —dijo Clamsy.
La chica cayó extenuada, su cabeza dolía demasiado y su visión se volvió borrosa mientras todo le daba vueltas. Lentamente se reincorporaba luego de que Jaspis lograra enviar un brazo a otra dimensión. Sin embargo, cuando Y intentó hacerlo mismo con el otro brazo, este tomó las esferas y las rompió.
Clamsy y Jaspis quedaron boquiabiertos cuando el brazo de Mortus se alzó y tomó a Y del cuello, alzándola mientras la jinete se levantaba.
—Conspirar contra Diark es un pecado mortal, hermana.
—¡No soy tu hermana! Solo somos máquinas de esa cosa.
—De un ser todo poderoso, del único salvador del universo, de aquel que restaurara la paz.
Clamsy y Jaspis intentaron atacar, pero una sola mirada de Mortus les hizo caer al suelo.
—Crystal, debes de salir de ahí…
—¡Mi nombre es Mortus!
—No, no lo eres, tú...
—Diark da la vida y permite la muerte, al pecar contra él, renuncias a tu don.
La piel de Y se volvió completamente pálida, mientras sus venas comenzaron a brillar de un rojo vivo que le hizo gritar. Lentamente cada hueso de su cuerpo era roto, uno por uno, mientras sus músculos comenzaban a contraerse y desgarrarse, la piel comenzó a caer lentamente y la sangre brotó por cada orificio de la holder. Con un suspiro, el cuerpo de Y se volvió una masa de carne amorfa que cayó al suelo.
Clamsy se quedó de piedra al ver la escena. Se quedó completamente paralizada por más que Mesprit y Jaspis le hablaren. Sus ojos solo podían ver el desecho biológico en el que habia terminado licuado el cuerpo de Y. Un vomito inerte y rojo. Un escalofrió recorrió su cuerpo al recordar los gritos y las expresiones de horror de Y.
Dio un paso atrás al ver a Mortus acercándose, metió su mano en su bolsillo y sacó una esfera de teletransportación. Antes de poder accionarla, Jaspis le empujó antes de que Mortus pudiese tomarla del cuello. El artefacto cayó al suelo, Clamsy cerró los ojos e intentó pensar con claridad, pero no podía hacerlo, era incapaz de pensar al esquivar otro de los agarres del Mortus.
Se sintió como una niña vulnerable. La voz de Mortus volvió a susurrarle sobre lo horrible que sería su muerte, como Diark planeaba matarla y revivirla infinitamente por su pecado. Sus músculos se paralizaron aun cuando Mortus tomó a su maestro por el cuello.
—¡Clamsy, debes de superar el miedo, debes…!
El grito ahogado de Jaspis le hizo entrar en razon. La adrenalina volvió a ella y se abalanzó contra la jinete, pero con una sola mirada un rayo de energía la golpeó y la lanzó hacía arriba. Mientras subía, pudo escuchar el último grito de su maestro.
—¡Supera el miedo!
Pobre consuelo para Jaspis, pues de inmediato la oscuridad volvió a rodearlo. Los gritos de ayuda se convirtieron en reclamos de todas las victimas que asesinó en sus tiempos de soldado. La piel le volvió a arder mientras sentía como alguien tiraba de sus brazos.
Intentó liberarse, pero fue inútil. De un momento a otro dos rostros conocidos aparecieron frente a él. Clamsy y Topaz tenía un rostro completamente desfigurado y se acercaron lentamente con dos guarañas en las manos. El hombre les rogó que le ayudaran, pero su respuesta fue golpearle en el estómago con sus armas, desgarrando sus tripas. El dolor se incrementó conforme sus dos discípulos rasgaban cada parte de su cuerpo hasta volverle una masa orgánica. Jaspis había caído.
Clamsy cayó en la cima del Monte y escuchó el grito de dolor de su maestro. No podía correr por qué sus heridas necesitan unos segundos para poder recuperarse. De inmediato volteó a ver a Topaz, pero este se quedó de piedra, mirando al vacio.
El aroma a muerto se coló una vez que acabó con Kugar. En su oscuridad solo había silencio perpetuo. No había gritos, no había reclamos, solo una profunda nada de la cual emergió una voz.
—Diark me dio control de la vida de los seres vivos, de todo ser en la tierra, ¿qué te hace pensar que mi rayo solo atacó a su ejército?
De un momento a otro su mente voló por todo el planeta. En un segundo recorrió todos los rincones del globo y no había una sola alma. No había humanos, no había pokémon, no había un solo rastro de vida en ese planeta, solo polvo, mucho polvo.
De inmediato se sintió dentro de un vórtice de arena, siendo enterrado por la ceniza de todos los seres vivos. Topaz no se movió, no lloró, solo contemplo la soledad en la que se encontraba. No tenía sentido seguir peleando, resistirse, ya no quedaba nada por lo cual luchar. Antes de que la ceniza cubriera sus brazos, hizo una espada de energía e intentó aniquilarse, pero una mano la detuvo.
—¡No, es una ilusión! —dijo Clamsy.
—No es una ilusión, todo acabo —dijo Topaz aún en su transe—. No vale la pena seguir ahora.
—¡Mortus intenta manipularnos, no sé qué es lo que esté viendo, pero no es real!
—Nuestros padres murieron, Clamsy, todos se fueron, ya no queda nadie, solo nosotros dos, solo…
Usando su poder psíquico, Clamsy lo devolvió a la realidad de golpe, no sin antes caer al suelo bastante debilitada. Topaz se recuperó de pronto, pero el panorama seguía siendo igual.
Dialga, Palkia y Giratina había logrado enviar a las calamidades de donde vinieron, pero los tres junto a Arceus resistían uno solo de los rayos de energía de Mortus. El Difusor estaba listo, pero si no lograban sacar a Mortus nada serviría.
Al verla, Topaz intentó atacarla, pero Clamsy lo tomó del brazo.
—No, no puedes hacerlo, te matara.
—Pero, si no lo hacemos, todo estará perdido.
—Ya he perdido demasiados seres queridos, no puede perderte a ti también.
Clamsy se levantó poco a poco y pensó que es lo que tenía que hacer. Mortus era demasiado poderosa para un ataque frontal. El difusor estaba listo, pero era inútil si ella seguía ahí. Además, la presión se volvió todavía más pesada conforme Diark ya estaba a un solo pasó de entrar.
La oscuridad volvió a Clamsy, la voz de la tortura eterna volvió a su cabeza conforme el ruido de las campanas se volvía mucho más fuerte, impidiéndole pensar con claridad. Tenía miedo a morir, tenía miedo a morir de la forma en que Diark lo tenía pensado. Aún tenía esferas para huir con Topaz, pero sabía que eso no serviría, Diark la encontraría.
Cerró los ojos y comenzó a llorar. Lágrimas de negación salieron de sus ojos conforme las palabras de su padre, de su maestro y de Mesprit volvieron a su cabeza. Dio una fuerte patada a la tierra y un paso al frente, debilitando a la oscuridad.
—¡Maldita sea! Topaz —dijo la chica, tomando sus espadas—. Cuida mucho a mi padre, dile que lo amo.
—¿Qué piensas hacer?
—La peor idea de mi vida.
La chica lanzó sus espadas a los hombros de Mortus, deteniendo su rayo. Usando toda la energía que le quedaba, se lanzó y tomó a Mortus aventándola junto a ella al portal donde estaba Diark. Antes de irse, gritó.
—¡Actívenlo!
Cuando Mortus se fue, Topaz corrió y encendió el difusor. Una luz azul y naranja le rodeó y lanzó un gigantesco pulso a todo el universo. Los portales de los jinetes de inmediato se cerraron, el cielo se tornó de un color blanco y un ruido ensordecedor se escuchó en todos los rincones.
El universo APTM21123 fue movido a la dimensión borrador.
