Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Aclaraciones: Universo Alternativo. Y raro. Podría decirse que se sitúa en la época antigua. Inicio de los ninjas o samurái. Pero siendo híbridos. Los Uchiha son lobos. Los Hyuga conejo. Los Uzumaki zorros.


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Capítulo 4

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La debilidad no era propia de un Uchiha. Eso es lo que su padre y tíos siempre repetían frecuentemente. Pese a su corta edad y el empeño de su madre en que dejara de creerse todo lo que el clan dice, él de verdad consideraba el sentirse vulnerable como el pus que sale de una herida podrida. No quería convertirse en alguien patético como Obito o cualquier otro debilucho. Era el segundo hijo de uno de los jefes internos más importantes del clan, comportarse como una deshonra no era una opción.

Pero Sasuke no era tonto y reconocía las circunstancias en las cuales estaba. El territorio no era de su clan, sino de otro. Invadir las tierras de otra especie era peligroso y podía traer serias consecuencias si no jugaban bien sus cartas. No obstante primero prefería que lo quemaran vivo que a rendirse o salir escapando. Primero se encargaría de darle una paliza a ese zorro escandaloso y de salvarle el trasero a ese estúpido conejo.

Pensar en Hinata Hinata y cómo había generado tantos problemas en tan poco tiempo irritó a Sasuke quien deseó abandonarla. Sin embargo, si regresaba a casa sin ella estaba seguro que su padre y tío Madara le darían una reprimenda que no acabaría en un día. Ya había metido la pata desde que trajo a una cría de conejo a los territorios de su clan sin pedir permiso; no quería ponerse a imaginar qué castigo le depararía si dejaba que esos zorros se llevaran al conejo.

Los movimientos del zorro tenían muchos espacios y errores que Sasuke analizó, haciéndole más fácil esquivarlos, pero admitía que era demasiado rápido. Estaba cansándose demasiado rápido y el rubio reflejaba tener más energía de lo que creyó. Si continuaba esquivando en lugar de atacar, sería Sasuke quien terminaría agotado y con pocas posibilidades de ganar. Además aún faltaba el tipo de arriba quien vigilaba a Hinata; si también era rápido como éste, le costaría el doble salir victorioso.

―¡¿Qué esperas?! ―gritó la cría de zorro bastante fastidiado de ver que el azabache solamente esquivaba pero no le atacaba―. ¿No vas a atacar? ―luego mostró una sonrisa socarrona, con el azul más brillante―. Vaya, vaya, tal parece que el lobito no es tan rudo cómo parece ―se burló, mofándose del pequeño lobezno con ridículos movimientos. Incluso se atrevió a mover su trasero delante de la cara del contrincante―. En su lugar es un miedosito que está a punto de orinarse.

Sasuke sintió tantas ganas de abalanzarse hacia ese tarado y molerlo a golpes hasta hacerlo sangrar y que pidiera en llantos descontrolados piedad pero se recordó que no debía caer en algo tan patético como la vulgar provocación de alguien tan estúpido. Necesitaba pensar. Pelear con ese zorro era una pérdida de tiempo y su principal objetivo era ir por Hinata para largarse juntos. Debía encontrar la manera de desviar la atención del rubio primero.

«Cuanto todo esto termine, me aseguraré de que pagues por todo esto, conejo estúpido».

―Hagamos un trato ―habló después de un largo silencio.

―¿Hah? ―Naruto alzó la ceja, confundido de la repentina petición del azabache.

―Ustedes se quedan con la mitad del conejo y yo con la otra ―Sasuke dijo aquello tan seriamente que desconcertó a la cría de zorro por el rostro tan inexpresivo de alguien que aparentaba tener la misma edad.

―¡No vamos a darte la mitad! ―tardíamente Naruto reaccionó, negando con fuerza―. ¡Ese conejo es nuestro, enterito, no vamos a darte nada! ¡Ni siquiera un dedo!

Sasuke gruñó por la escandalosa voz del rubio, era tan chillona que lastimaba profundamente sus oídos.

―¡Yo cacé a ese conejo mucho antes que tú!

―Si eso es cierto, ¿qué hacías paseándote con la comida, ah? Mamá siempre dice que con la comida no se juega.

Las mejillas se le quisieron enrojecer por lo acertada que fue la pregunta del rubio. ¡Por supuesto que los conejos eran comida y era lógico que cualquier carnívoro devorara a su presa de inmediato! Pero todo era culpa de ese conejo y su estúpida familia. Si no fueran así de importantes ni representaran algo, estaba seguro que nadie, ni siquiera su madre, hubiera impedido que él la mostrara como su primera presa.

―Lo que yo haga con mi comida es asunto mío, no tengo por qué darle explicaciones a un vago del bosque como tú ―señaló Sasuke con un gruñido feroz.

―¡¿V-Vago del bosque?! ―Naruto saltó en su lugar, ofendido del mote. Las marcas en sus mejillas se alargaron―. ¡Ahora sí me hiciste enojar, te voy a quebrar todos los huesos…! ¡Ita!

La amenaza de Naruto quedó interrumpida cuando algo impactó en su clara cabellera, haciéndole quejarse para luego observar hacia las alturas de donde vino el lanzamiento.

―¡Menma, bastardo, ¿por qué me pegas?! ―gruñó en la dirección donde su gemelo cuidaba al conejo―. ¡Debes ayudarme…!

―¡Deja de perder tiempo y atácalo! ¿O es que tengo que hacerlo todo yo, como siempre? ―respondió de mal humor Menma al observar abajo la escena que protagonizaba el tonto de su hermano mayor. Siempre haciendo gran alboroto por nada, si no tuviera esa estúpida necesidad de abrir la boca para decir tonterías, no dudaba de que Naruto ya hubiera terminado con el lobo desde hace rato.

Nadie podía competir contra la estamina de los Uzumaki. Eran conocidos por todo el valle por su enorme cantidad de energía. Podían luchar por días sin descansar. Dichas características de su especie los habían convertido en unos natos guerreros de las montañas. Al no pertenecer a ningún bando y moviéndose por pura conveniencia, sus ancestros y el resto de su clan se habían refugiado por siglos en los interiores de los bosques, conociendo cada uno de sus secretos. Solo la matriarca del clan, su madre, era quien mantenía relaciones con el resto de los clanes que rodeaban al valle después de que el Tratado de Paz de Especies se hubiera establecido hace varios años al terminarse la Guerra de Clanes.

Era obvio que el cachorro de lobo no tenía idea de quiénes eran y eso Menma lo veía con ventaja. A pesar de que los lobos tuvieran más fuerza que los zorros, ellos poseían una increíble velocidad y flexibilidad. Si Naruto hubiera peleado en serio, ese engreído ya hubiera terminado en el suelo.

Pero Naruto era un blando, como siempre.

―¡Ya voy, no me presiones! ―Naruto bufó desde abajo.

―Si sigues con ese estúpido juego, te dejaré abandonado aquí y me llevaré al conejo a casa. Y no pienso compartir nada contigo.

Hinata miró al zorro quien hablaba de ella como si no estuviera ahí. Supuso que ese comportamiento era típico de los carnívoros, Sasuke también se refería a ella como comida. Suspiró, cansada. No sabía con certeza por cuánto tiempo estaba colgando por encima de Sasuke y aquel zorro de rubia cabellera, pero ya era tarde. Pese a que las copas más altas de los árboles no permitían ver más allá podía sentir la baja temperatura. Sus orejas percibían el grillar de los grillos y cualquier otra melodía entonada por los pequeños roedores nocturnos.

No quería dudar de Sasuke ni de sus intentos por salvarla pero todo estaba tomando un giro inesperado del cual aún no podía procesar bien. Esa mañana pensó que visitar la Mansión de los Uchiha sería lo peor que podría sucederle. Más el destino se encargó una vez más de demostrarle que ella no era la dueña sus propias circunstancias.

El miedo que experimentó en un principio se había ido para dejar paso a la incertidumbre. ¿Debería preocuparse por las alturas, así como el miedo a caer hacia el suelo en caso de que el zorro decidiera cortar de la soga? ¿O era mejor anticiparse a la idea de que se volvería la cena para una familia de zorros?

Lo que de verdad le preocupaba a Hinata era la reacción de sus padres en cuanto se enteraran. A su madre le partiría el corazón enterarse sobre su desenlace y no dudaba que su padre se quedaba con los brazos cruzados.

Recordó como el abuelo les relataba a todos los niños del clan los días oscuros de la guerra, cuando los humanos y los de su especie se enfrentaban en sangrientos duelos con tal de obtener el poder sobre otros. No quería que las pesadillas que esas experiencias le generaban se volvieran realidad. Por eso aceptó ir a casa de los Uchiha, confiar en Mikoto Uchiha y en no llorar cuando Sasuke la llevó lejos de su casa por un sendero desconocido. A pesar de sus ganas por llorar, debía ser fuerte. Si uno de los eslabones que mantenían la paz en la villa se rompía, todo volvería a ser caos.

Un aroma en particular desvío los oscuros pensamientos de Hinata. Miró hacia los alrededores, con el sentido de alerta erizando toda su piel. Era un aroma que ya había olfateado antes pero no lograba distinguirlo completamente de entre toda la flora del bosque y las esencias de los dos zorros y Sasuke. Las orejas se le elevaron, cada una buscando la fuente de aquel sigiloso andar. Por un momento Hinata temió lo peor. Que otro depredador se uniera a la escena era algo que ella rezaba porque no ocurriera.

Fue en ese momento que una ráfaga de viento la zarandeo con fuerza que Hinata tuvo que hacerse ovillo. Por inercia cerró los ojos, temerosa de todo. Sin embargo no duró mucho tiempo cuando el seco sonido de la soga rasgarse la hizo volver a abrirlos, solo para presenciar como caía a gran velocidad. Diversas imágenes de su infancia, momentos alegres al lado de su familia, hermanita y querido primo pasaron fugazmente. Había escuchado de la abuela Katsuki que cuando se sabe con certeza que su final está cerca, las memorias de toda una vida pasan como imágenes jaladas que se mueven con lentitud, como recuerdos atrapados en cristales que se van apagando, igual al alma que sale del cuerpo cuando se llega el fin. De ese modo fue cómo ella se sintió. No peleó porque no había manera de un pequeño conejo como ella pudiera pelear contra algo tan grande como el destino. Solo deseaba que su muerte no ocasionara problemas, que nadie se viera castigado ni que afectara a su familia.

―Oi, abre los ojos de una maldita vez. Ya dejaste de caer desde hace rato― inesperadamente habló una voz llena de fastidio.

Hinata dejó de apretar con fuerza todo su tenso cuerpo para abrir y enfocarse en esa alta figura. Todo dejó de verse nublado, y a pesar de que su cabeza aun daba vueltas por la rapidez de los eventos, reconoció el rostro de uno de los lobos que quiso comerla.

Izuna.

De inmediato la tensión regresó a todo su cuerpo, especialmente al notar que el lobo mayor la sostenía sin esfuerzo alguno sobre los brazos como si fuera una muñeca.

Hinata contuvo el aliento. Sasuke era una cosa, pero Izuna era peor. Él era un lobo adulto, mucho más fuerte. Los moretones que Sasuke le hizo no serían nada a lo que el Uchiha mayor podría hacerle. Él fácilmente la devoraría entera sin dejar migajas.

«Estaba más segura arriba» pensó.

Antes de que pudiera soltar un "Gracias" ―aunque dudaba de que Izuna Uchiha estuviera gustoso de escuchar de ella agradecimiento o siquiera una sola palabra de su parte―, ella sintió una presencia más letal que la de Izuna acercarse. Giró con lentitud la cabeza para observar como de entre la oscuridad, caminando con el porte de un digno líder ―el Alfa―, se acercaba Madara hacia ellos, llevando en sus manos a las dos crías de zorro que pataleaban por liberarse.

―¡Lobo apestoso, suéltame! ―gruñía el pequeño rubio sin dejar de moverse, incluso intentaba morder la mano del lobo mayor pero la fuerza de éste era superior a la suya―. ¡Qué me sueltes!

Madara no se inmuto ante las quejas de los mocosos, salvo que puso una expresión de completa irritación de tener que tolerar tanto griterío. Observó a su hermano quien tenía al conejo asegurado.

―¿No está herida? ―cuestionó después de darle un vistazo a la Hyuga.

―No se ha quejado ―dio como respuesta Izuna―. Si tuviera un hueso roto, ya hubiera llorado.

―Regresa con ella y Sasuke a la Casa Principal. Me encargaré de estos dos ―señaló a los pequeños problemas que llevaba en ambas manos―. Asegúrate que nada explote entre nuestro clan y el Hyuga hasta que llegue.

Izuna bufó cuando su aniki le dio tales órdenes. Lidiar con mocosos era lo último que necesitaba, él no tenía el autocontrol que Madara sí. En caso de que el líder de los Hyuga viniera a su hogar a pedir explicaciones de por qué su heredera no había sido entregada a sus guardianas en la hora acordada, él no se mostraría tan cordial como Madara lo hacía.

―Haré lo que pueda ―era lo mejor que podía decirle.

―Y también dale un buen castigo a Sasuke por ocasionar todo esto.

―¡Yo no hice nada!

Apenas Sasuke se estaba recuperando de la sorpresa de que sus tíos hubieran acudido al lugar. Eso le dio alivio pero también una infinita vergüenza. Que un lobo no pudiera ganar sus propias peleas era algo humillante. De no ser por Hinata, no dudaba de haber sido el vencedor. Incluso hubiera barrido el piso con ese zorro de cabello negro.

En cuanto la presencia de Madara fue revelada, las dos crías de zorros intentaron huir. Enfrentarse contra un depredador mayor era una decisión suicida, sobre todo cuando aún sé era cachorro con pocas probabilidades de sobrevivir. Sasuke no culpó a los zorros de su reaccionar, consideró que aquella había sido una respuesta muy lógica para alguien que desea evitar el peligro pero Madara era un as cazando. Podía dar con su presa en cuestión de minutos sin emplear demasiado esfuerzo. Escapar de él era casi imposible.

Por ello mismo cuando Madara le lanzó una mirada estricta, con el rojo teñir la profundidad de sus ojos, Sasuke no tuvo otra opción que agachar la cabeza en señal de sumisión. Pese a que Madara era su tío cercano, seguía siendo el Alfa y él un cachorro, era tradición dentro de la jerarquía de la familia Uchiha respetar al líder y saber su lugar.

―Me encargaré de educarlo bien, aunque eso le corresponde a Fugaku ―masculló Izuna cuando la Pulga decidió no hablar más.

―Con Mikoto a su lado dudo que le ponga algo severo. Tú, en cambio, sabrás que hacer.

Los gemelos retomaron el griterío, exigiendo a Madara soltarles pero éste les ignoraba al caminar con tranquilidad por el rumbo que Izuna imaginaba era el que llevaba a la aldea oculta en donde los Uzumaki vivían. Esperaba que todo eso no generara un problema mayor con otro clan. En otros tiempos una pelea hubiera solucionado todo, pero debido a ese estúpido tratado ahora todo debía tratarse con diplomacia. Izuna no dejaba de creer que eso de la diplomacia y la paz solo debilitaba y controlaba a los fuertes, mientras que a los débiles y minorías los fortalecía.

―Camina, tenemos que recorrer mucho para llegar a casa ―avisó a Sasuke, dando vuelta, sin ver si su sobrino le seguía o no, pero dada las circunstancias y la latente amenaza de Madara dudaba que el mocoso se atreviera a hacer lo que quisiera.

Escuchó la vegetación ser aplastada por las pequeñas pisadas de Sasuke, señal de que lo estaba siguiendo. Eso alivió a Izuna pues ya era mucho para él tener que cargar a la Hyuga como para también llevar de la mano a Sasuke.

―La próxima vez que quieras deshacerte de alguien, Pulga, trata de aprenderte bien el territorio. Apenas eres una cuarta parte de lo que es ser un Uchiha. No puedes andarte metiendo en terrenos de otros carnívoros ―no recibió respuesta de parte de Sasuke, y eso estaba bien porque no estaba de humor para lidiar con las quejas de la Pulga―. Ahora ve pensando en qué explicaciones le darás a tu madre ―recordó.

Luego miró al conejo aun en sus manos, totalmente quieta, sin mover un músculo. Estuvo tentado a moverla para revisar si seguía respirando pero el calor en su piel le indicó que la temperatura de la cría estaba bien. Había escuchado que los conejos se sometían a una especie de entumecimiento cuando experimentaban traumas. No dudaba que ser atrapada por un par de zorros hubiera sido algo fuerte para ella, por lo que la dejó ser.

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La Mansión Uchiha se veía más llena de lo que él recordaba. Su gente estaba ahí pero no tenían caras amistosas, sino expresiones que detonaban incomodidad y furia contenida. Al pasar el umbral lo primero que vio fueron a sus padres sentados en el salón principal, iluminados por una tenue luz que alumbraba los rostros de los padres de Hinata a quienes pidió perdón hacía un par de días. Que dos personas externas al clan estuvieran bajo el mismo techo que toda su gente le sorprendió pero también le generó miedo.

―¡Sasuke!

La primera en reaccionar fue Mikoto cuando vio a su hijo llegar al lado de Izuna, quien dejó a la pequeña Hinata en el suelo. Lo abrazó con cariño y revisó que no tuviera ninguna herida superficial para luego pasar a ayudar a Hinata a quitarse los restos de la red de caza, arreglando su apariencia.

―¿Están bien? ¿Les duele algo?

―No tienes por qué exagerar, Mikoto, los mocosos están bien ―respondió Izuna, intentando no rodar los ojos―. La Pulga solo tiene unos cuantos raspones por la riña que tuvo…

―¿Riña? ¿Qué riña?

―Ah… Bueno ―Izuna desvió la mirada, maldiciendo en su mente de haber revelado aquella información de la cual Madara se encargaría de explicar en cuanto llegara―. Eso no importa ahora. Aquí está el conejo, a salvo. No le pasó nada. Creo ―esto último lo susurró muy despacio, pero siendo escuchado perfectamente por Mikoto quien le miró con sospecha―. ¡No le hice nada!

―¡Hinata!

Ella pudo reaccionar cuando sintió los brazos cálidos de su madre rodearla.

Al aspirar el acostumbrado aroma de la ropa de su progenitora, Hinata se permitió relajarse en su arrullo. Ya no estaba en peligro ni en manos de un depredador, estaba a salvo, con su madre. Nadie le haría daño.

―Tranquila, todo está bien ―consoló Hitomi cuando sintió el cuerpecillo de su hija temblar. Seguramente tuvo mucho miedo―. No dejaré que nada malo te pase.

Después de un silencio incómodo, Hitomi miró hacia su derecha, topándose con el mirar oscuro de Mikoto. Ambas mostraron una expresión complicado sin saber qué decir. Solo hasta que la matriarca Uchiha tomó la palabra.

―Creo que nuestros hijos necesitan descansar, hoy ha sido un día complicado ―señaló Mikoto, tomando a Sasuke suavemente de sus hombros―. Sé que hay mucho que discutir, pero me sentiré mucho mejor si se queda en una de nuestras habitaciones de huéspedes para que Hinata-san descanse. En cuanto llegue Madara-san, usted podré reincorporarse a la reunión, Hitomi-san.

Hitomi miró a su esposo, buscando una parte de él que accediera a la invitación de Mikoto. Dudaba de que Hiashi fuera acceder debido a la situación y al hecho de que se encontraban en los territorios de los Uchiha. Pese a que llevaban consigo una guardia de doce hombres, los Uchiha eran más. Pero Hinata estaba cansada, con miedo y necesitaba tranquilizarse. No quería que su hija, en medio del pánico, dijera cosas que no eran verdad y se desatara un malentendido. Hinata necesitaba tranquilidad y Mikoto se la estaba ofreciendo.

―Eso sería de mucha ayuda, Mikoto-san ―agradeció Hitomi el gesto con una pequeña sonrisa, cargando a Hinata en brazos quien se negaba a despegarse de su seno.

Mikoto asintió.

―Por favor, sígame por aquí.

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Lo que Sasuke recordaba antes de caer dormido, con el calor de su madre acompañarlo al lado del futón y sus palmadas maternales en su espalda a modo de arrullo fue esa sensación pesada en su estómago al saber que en habitaciones más adelante su padre estaba lidiando con la furia de un clan que había visto cómo su heredera había estado en problemas. No era ignorante de las tensiones territoriales y políticas. Y a pesar de que su terquedad siguiera insistiendo que la raíz del problema era ese estúpido conejo, quizá su actuar e impulso de llevarla a un lugar completamente desconocido no fue la mejor decisión.

Sabía que en cuanto despertara tío Izuna le aplicaría uno de los peores castigos creados, quizá uno que lograra superar todos aquellos a los que Obito había sido sometido. No quería que amaneciera pero el sonido de las aves entonar sus melodías y el sol filtrarse débilmente por los espacios le confirmaba que no tenía el poder de hacer la noche más duradera.

Al despertarse en su habitación, completamente a solas, Sasuke restregó los ojos para quitar cualquier capa de sueño. No le sorprendía levantarse solo debido a que ya poseía la edad para tener su propio aposento pero lo que le sorprendió fue ver otro bulto, no muy lejos de donde estaba su futon, acompañándolo también. Por el aroma sabía quién era y le desagradó la idea de que ella hubiera osado dormir a su lado.

Se levantó, listo para levantarla, incluso le gritaría de ser posible para que dejara de lucir tan apacible como si estuviera en su casa ―cuando era su hogar al que ella estaba invadiendo―.

Más la voz de su tío Madara detrás de la puerta de madera le interrumpió.

―Ni te atrevas ―fue la clara orden del lobo mayor.

Sasuke se quedó congelado a medio camino, mirada hacia la puerta aun cerrada, preguntándose cómo era capaz su tío de adivinar sus movimientos.

―Puedo oler tus intenciones desde aquí ―fue la respuesta que dio a continuación a la interrogante de Sasuke quien trató de no asustarse ante la posibilidad de que su tío leyera mentes.

Cuidadoso de hacer lo que su tío le ordenó, Sasuke abrió la puerta para toparse con su tío sentado, dándole la espalda y seguramente viendo el horizonte que el jardín zen le ofrecía. Hizo un gesto por el aroma de tabaco entrar en su aroma pero intentó esforzarse en tolerarlo. No quería hacer enojar más a Madara o el castigo que le tenían reservado sería peor.

―Buenos días, tío ―saludó lo más educadamente posible.

Madara no le contestó, solo se le limitaba a mover la cola de vez en cuando, con sus orejas puntiagudas en lo alto, poniendo más nervioso a Sasuke de no saber por qué esa mañana lucía tan pacífica y no la tormenta que se imaginó sería cuando abriera los ojos.

Poco a poco la paciencia se le estaba acabando. Quería hacer tantas preguntas, ir directo con su madre o nii-san y preguntar qué ocurrió. ¿Estaban en guerra? ¿El pacto se había roto? ¿Todo era su culpa? ¿Los Hyuga declararon la guerra? Pero ignorar a Madara sería una pésima idea que no iba a cometer. Ayer hizo muchos errores.

―¿Sabes, Sasuke? ―el mayor comenzó a hablar y Sasuke se puso derecho―. Cuando tu padre y yo solíamos estar al frente de la guerra, todos los conflictos se solucionaban sin tanta diplomacia. Se pintaba un círculo con cal o polvo de arroz sobre el suelo, se ponían a dos hombres en el centro y peleaban hasta que uno de ellos muriera. Nadie podía intervenir hasta que el uno de los lados admitiera su error ―Madara soltó el humo retenido en su interior―. Y todos eran tan orgullosos como para hacerlo, preferían morir que decir tamaña estupidez o quedar humillados frente a otros. Era una época en la que el orgullo importaba más que cualquier otra cosa. Pero como tu madre ha dicho, esos tiempos terminaron.

Sasuke tragó disimuladamente cuando Madara se puso de pie, la alta figura tapando la luz del Sol que le daba a la cara, dejándole en claro quién era el que mandaba y lo diminuto que se vería a los ojos del líder.

―Ahora todo debe tratarse con el menor de los cuidados ―continuó Madara con una expresión estricta―. Siendo el líder del clan, cualquier falta que cometa un Uchiha debo ser yo quien dé la cara. No me puedo deshacer de mis enemigos con la facilidad a la que estaba acostumbrado porque los intereses de la familia se verían arruinados. Nuestra posición se vendría abajo si decidiera actuar bajo mis instintos ―Madara dio unos pasos hacia Sasuke quien no se movió, ya fuera por orgullo o por miedo―. Trata de imaginar cuán intensa es mi pelea conmigo mismo para no degollar a mis enemigos.

El silencio de Sasuke no le molestó, prefería esa reacción que respuestas incoherentes. Ese mocoso aún era demasiado joven para saber el peso de sus palabras. Probablemente si hubiera nacido en la misma generación que él, la madurez ya lo hubiera golpeado, pero Sasuke y los otros niños del clan habían crecido en un ambiente donde la guerra no perturbaba el diario vivir de los habitantes del valle.

―Tus acciones tienen consecuencias, sean correctas o incorrectas. Independientemente si obras para el bien o para el mal, para la conveniencia propia o de otros ―Madara se agachó a la altura de Sasuke, mirándole seriamente―. Y esa lección la vas a aprender el día de hoy ―advirtió, enderezándose―. Ve a lavarte la cara, tus padres te esperan en la sala principal. Hay algo que quieren decirte.

El asunto de Hinata ahora no importa, se dijo, haciendo una reverencia rápida y saliendo hacia la otra dirección de los pasillos para hacer lo que Madara le ordenó. Ahora estaba más nervioso. Madara sabía que pasó pero no le iba a decir, lo dejaría con el suspenso hasta que llegara al salón para que fueran sus padres quienes le comunicaran todo. No sabía de qué se trataba pero algo que le decía que el hecho de que Hinata estuviera durmiendo en su alcoba estaba relacionado.