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Caminaba en círculos tan rápido, y seguía reprochándose por haber actuado impulsivamente. ¿Qué habrá de decir para defenderse? Nada. Sabía las consecuencias de esto, sabía que no paraba de volverse especial y especial. Sintió la curiosidad de ver la foto donde ambos salían, dos chicos mirándose con simpatía. Se acercó al estante, abrió uno de los cajones y rebuscó, extrañamente tensa, la fotografía. No quisiera ser exagerada, pero ya creía entender a las chicas de su edad.
Aquel momento lo atesoró una vez que lo vio impreso, conocía la sensación que lentamente comenzaba a surgir.
Sus ojos se dilataron y el sonrojo aumentó considerablemente. Tuvo que bajar la cabeza, apenada de darse cuenta de algo tan obvio, pero eso no impidió que diera giros con la foto entre sus manos mientras la irritación trataba de mezclarse con la felicidad.
A ver. Seré un terco, muy terco y conozco no tener remedio para ciertas cosas, pero ¿esto qué? ¿Por qué no dejo de pensar? ¿Qué me hace creer que el beso sea un motivo para considerar a Hana una loca?
Reparo en lo que pienso, entonces soy testigo del leve cosquilleo que mi pecho ha sentido. La cama ya no me parece un buen lugar para calmarme, bueno, ha sido incómoda desde que me acosté. Quiero olvidarlo. Pero simplemente, tan molesto que parezca, Hana sigue apareciendo en mi mente. O sea, entré a la habitación, hice el menor ruido posible para que Togashi siguiera durmiendo, pero no contaba con que mis piernas se sintieran raras, temblorosas, como cuando termino un partido de fútbol; terminé tropezándome y arruinando todo. Algunas cosas del mueble se cayeron al suelo, por lo que intenté limpiar el desorden junto a Togashi.
―Hey, tú ―Togashi me señala, o no estoy seguro―. Maldito idiota, ven y ayúdame, que yo no lo hice. ¿Te crees acaso Aurora de Disney? ―el peliazul lo recrimina― ¡Tú duermes y eres feo!
―¡Tú eres el triple! ―contraataco.
―¡¿Qué mierda?!
Sentándome en el colchón, hago lo posible de socavar el recuerdo. Doy por hecho que, sea lo que sea esto, está distrayendo mi percepción y solo me confunde. Junto mi entrecejo tras sentirme tenso, y es que ni siquiera puedo discutir con Togashi. Mi alrededor parece quedarse mudo y estoy harto de responder únicamente que no lo sé. Entonces concluyo, cuando mi corazón sigue latiendo a un ritmo diferente, que los fans también lo hacen.
Claro, claro. Si he visto muchas veces que los fans se muestran alegres.
―Ya te tardaste, ¿no? ―Togashi se estira, suelta una risa nasal tras terminar― Nadie acostumbra ver un solo comportamiento de las personas, pero ¿a ti qué te pasó? ―siento mi piel enchinarse.
Vuelvo a quedarme callado. Desprevenida o no, la pregunta no me importó, me importa lo que ha provocado dentro de mí. Es casi parecido cuando intento resolver todos mis errores en el campo de juego, la diferencia es que no estoy jugando. Tal vez, muy en el fondo, es una alegría.
Pues siempre me divierto cuando Hana está a mi lado.
Me levanto de un salto, camino hasta agarrar mi mochila y busco sin desesperación un celular, pero mala memoria: no tengo uno. Dejo mis pertenencias, permanezco estático analizando si realmente necesito hacer esto. Entonces me giro, y aunque Togashi tenga cara de idiota, tomo su celular sin pedírselo. Ya en mis manos, intento prenderlo o hacer que la pantalla se ilumine, cosa que no lograré porque también desconozco cómo usarlo. Expreso mis quejas al aire.
―¡Ni se te ocurra lanzarlo! ―me lo ha quitado.
Decido sentarme en el suelo, estoy frustrado ante la derrota. Observo la habilidad de Togashi para encenderlo, y también me molesto por su mueca cuando lo limpia. Chasqueo la lengua, absteniéndome de pedirle ayuda.
―Oye, Aoi.
―¡Vamos a entrenaaaar!
―No grites ―Tachibana le tapa la boca, cerrando la puerta con el pie.
Bingo.
―¿Alguien puede llamar a Hana? ―pregunto.
Escucho la risa de Togashi impregnarse de cierta burla a mis espaldas. Miro a los chicos que acabaron de entrar, confundidos por mi arrebato. Tachibana no tarda en acercarse tecleando el celular, es quien me lo presta.
Lo pongo en mi oreja y espero. Un timbre suena, otro timbre, un tercero llega a mi oído y todos mis sentidos dicen que aún tengo tiempo para arrepentirme. Lo sé bien, mi corazón no ha parado de palpitar, pero son mis labios que suben poco a poco aunque Hana no haya contestado. La llamada es atribuida por una voz desconocida.
La desilusión en mi rostro aclara todo.
―Oh, no contestó ―dijo Tachibana tras ver el celular―. De hecho, el buzón está hablando ―explica y cuelga.
Otomo sale de su trance, pero no tarda en comentar barbaridades. Repite con cierta molestia el nombre de Aoi, por lo que Tachibana tiene que abrazarlo para impedir su acercamiento. La caída del balón hace que Aoi sepa que todas las noches repasan algunas técnicas y estrategias de juego.
―«Cierto, he subido al juvenil A» ―y Hana me ha felicitado, ¿verdad?
―Aoi debe estar ahí, Aoi debe estar ahí ―escondida bajo la almohada, Hana repite―, Aoi debe estar ahí.
Le pareció inusual que Tachibana la llamara, o que supiera su número. Pensó en contestarle de todas formas, pero había una gran posibilidad de que Aoi estuviera con él. Hace poco, de hecho, admitió lo que menos esperaba de este año, y aún no sabía qué haría cuando lo volviera a ver. Dándose la vuelta, los recuerdos comenzaron a plasmarse en el techo, cada uno compartiendo una similitud que no la dejaba en paz. Lo que si sabía, lo que ansiaba por hacer, se resumía en apoyarlo como nunca antes.
Aoi era su ídolo, ella se hizo su primera fan.
Y no es como si estuviera planeado, pero abrazó cálidamente la foto. Moviendo las piernas y sintiendo su corazón sonreír, Hana dejó escapar un futuro que aún no existía.
―¡Suertudo! ―Otomo lloraba o gritaba, no tenía idea.
Ahora estaba viendo la foto que nos tomaron, ella junto a mí.
―En esa estamos… ―Togashi se recostó en la cama― Ay, esta pubertad.
¿Saben? La primera vez que conocí a Hana me pareció sencillo, un momento que no fue tan particular para mí. Quiero ser futbolista profesional, solo eso, un futbolista que sea reconocido por la prensa y el público y saque a mi familia de la pobreza. Entonces, sin siquiera imaginarlo, ella se autoproclamó mi fan numero uno, incluso cuando era un simple y creído jugador.
Su risa, su alegría, su exigencia, tan característico de ella. No sé realmente qué es esto, pero algo me dice que quiero seguir conociendo sus facetas y tenerla presente en la mayoría de los partidos.
Por eso suelto sin pensarlo, claramente para mí mismo, del efecto que aquel beso y su compañía ha causado en mi persona. Ahora que conozco una nueva sensación, de la que me veo ridículo al no dejar de sonreír, permito que su rostro invada cada hueco de mi mente.
¿Cómo debo reaccionar una vez que la vea?
