Caminos Cruzados

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Caminando a tientas a través del campus universitario, Ran atravesaba el verde césped de ésta junto a su amiga Sonoko, quien la guiaba alegremente hacia un destino que, en este momento, estaba empezando a poner en duda. Se sentía incómoda caminando en aquel, en ocasiones, terreno irregular, cruzándose con algunas ramas y matorrales en medio de la inmensa oscuridad de la noche. También demasiado desaliñada para estar atravesando en público la universidad, con aquel buzo roto y desgastado que usa para estar por casa y practicar a solas karate.

"Sonoko, ¿estás segura que estamos yendo a la biblioteca? Tenemos un examen mañana" dijo de pronto Ran, jadeando debido al ejercicio, interrumpiendo el silencio nocturno que imperaba al rededor de ambas veineañeras. No había ni una sola alma caminando por sus calles. Era como si todos estaban guardados en su habitación, o estuviesen todos juntos en otro sitio. En este preciso instante, solo se escuchaba ella y sus pisadas.

"¿Biblioteca? ¡Por supuesto que no! Vamos a la gran fiesta de despedida de los estudiantes último año, por supuesto" respondió su amiga, con enérgica alegría, como quien decía algo obvio, a pesar de que la había sacado de la habitación con excusas de sesiones de estudio doble. Ran había sospechado de las intenciones de su amiga, tan diferente a ella, no eran las que originalmente le había indicado en cuanto la vio maquillarse efusivamente frente al espejo de medio cuerpo de su habitación compartida y ponerse una atrevida y corta minifalda de cuero negro. Pero luego creyó que solo eran imaginaciones suyas, ya que ambas no tenían nada más que hacer. Claramente, Ran no había estado atenta a los carteles que anunciaban la gran fiesta.

"¡Sonoko! ¡Me dijiste que estudiaríamos! El examen de mañana es muy importante y en el primer examen no nos fue tan bien" se quejó Ran, quien inocentemente le había creído la excusa de los estudios.

"Exámenes hay muchos, querida Ran, pero la gran fiesta de los de último año, solo una en el año" aseveró con total seguridad la heredera de la corporación Suzuki, mientras ambas levantaban la cabeza, contemplando un gran edificio de ladrillos, totalmente iluminado, que retumbaba al son de la música electrónica. Era como ver un oasis que aparecía entre la oscuridad, casi como si toda la gente hubiese estado ahí desde un principio. "¿No lo comprendes? No los veremos nunca más. A esos guapos chicos de último año" expresó, mientras exhalaba aire en un profundo suspiro de emoción y al mismo tiempo, de desesperanza, como si no ella no pudiese pensar en otra cosa que le causara más placer que verlos por última vez. Ran la miró con paciencia, aun cuando no comprendía del todo el interés tan vivo que tenía Sonoko. Después de todo, la karateca difícilmente si quiera conocía a alguno de ellos.

Ran y Sonoko eran muy diferentes, pero en cuanto se conocieron, en aquel momento en que las presentaron como compañeras de habitación, se hicieron amigas de inmediato. Sonoko es una rica heredera de la muy famosa corporación Suzuki, quien a pesar de su riqueza, y en lugar de buscar un marido acorde a los intereses de su madre, para que manejaran la corporación Suzuki, decidió asistir a la universidad, como una chica normal -y coquetear con guapos chicos universitarios-. Por su parte, Ran era una chica normal, tranquila, pero con una gran fuerza, y rectitud, que la ha llevado a actuar con esfuerzo y tenacidad para cumplir con todo de la mejor forma posible. Estudia duro para tener buenas calificaciones, es capitana del club de karate de la universidad, y aparte de ello se consiguió un trabajo de medio tiempo en una pequeña pero acogedora cafería a las afueras del campus.

Mientras más se acercaba al edificio que acogía tan magno evento, más comprendía que gran parte de la gente estaba ahí. Música, conversaciones y risas se alcanzaban a escuchar desde su posición, lo que la hizo fervientemente desea no estar vestida con ropa desgastada que usa para estar por casa.

"Al menos me habrías avisado que vendríamos a una fiesta, Sonoko" le recriminó Ran, bajando su mirada hasta sus pies, mientras observaba sus zapatillas viejas. "Así por lo menos no habría venido con esta ropa".

Sonoko, quien caminaba animadamente un paso adelante de su amiga, como si no pudiera esperar al evento más esperado de toda su vida, volteó su rostro hacia a atrás, y encontró la frustrada cara de Ran.

"Si te hubiese dicho, no habrías venido" respondió ésta, explicando su punto. "Además, no se de qué te preocupas, Ran" agregó Sonoko, apuntándola con su dedo índice, el cual siguió toda la trayectoria de Ran, desde los pies a la cabeza. "¿Aun no lo captas? Eres demasiado guapa, eres dulce y agradable, por lo que deberías enterarte que te ves guapísima con cualquier cosa que te pongas".

La karateca no estaba muy convencida con los halagos. Ran no se creía demasiado guapa, ni nada espacial. Ella es simplemente Ran. Pero ya no había nada que pudiese hacer, ni las quejas valían ya la pena en absoluto, pues ambas amigas ya se encontraba justo en frente a la gran y pesada puerta madera, compuesta de madera marrón. Sonoko, burbujeante y feliz, se adelantó a su amiga, y empujó la puerta con una amplia sonrisa, topándose frente a sus narices con lo que, para la rica heredera de la corporación Suzuki, el paraíso terrenal. No era necesario si quiera introducirse de lleno en la fiesta para dejarse rodear de la música, risas, y muchos jóvenes guapos bebiendo cerveza. Estaba llenísimo de personas, como si media escuela estuviera ahí, hecho que al principio sorprendió a Ran, ya que había entendido de boca de Sonoko que se trataba de una fiesta de graduación exclusiva, y supuso que ellas podrían asistir debido a los contactos de su amiga. Pero ahora entendía que todo el mundo estaba enterado de esta fiesta menos ella, y que todos habían hecho lo posible por estar ahí. Supuso que el pasar la mitad del día en su trabajo en la cafetería le hacía perderse de ciertas noticias.

A donde quiera que posara la vista, las tenidas con alta producción le gritaban que estaba en el gran evento del año. Las personas hablaban en sí animadamente, bebían a destajo, y parejas hacían cosas que en público y a la luz del sol jamás harían. Y ahí estaba ella, vestida con buzo medio roto que utiliza para estar por casa, con el pelo recogido con una perezosa cola de caballo que llevaba en su cabeza desde la mañana y que a esta altura ya se veía bajo y desaliñado, con cabellos rebeldes volando a través de su cabeza. Ella no dijo nada, y simplemente sonrió a su entusiasta amiga, a pesar de que internamente se sentía totalmente fuera de lugar. Y ella que se había comprando linda ropa en oferta hace poco, con parte de la quincena de su sueldo...

"Vamos, vamos" la impulsó Sonoko, mientras le daba un empujoncito en la espalda, con la fuerza de ambas manos. "Vamos al salón principal, acabo de ver varios chicos guapos para ambas" agregó, emocionada de lograr una noche de ligue.

La karateca suspiró, rendida ante una situación contra la cual ya no podía lucha ni escapar, mientras afirmaba con mansa complacencia a las conversaciones de Sonoko respecto a la necesidad de que ambas se consiguieran un guapo y atlético novio de último año, enfatizando en la necesidad de que Ran, de manera especial e imperativa, empezar a coquetear con chicos, ya que al parecer ella no había salido con nadie desde ese furtivo novio del equipo de karate de la escuela secundaria.

Mientras Sonoko caminaba a través del cuarto en búsqueda de vasos con gaseosa para ambas, en realidad un poco de cerveza, y si podía, con galanes para cada una, Ran se dejó caer sobre una de las sillas que reposaban sobre una de las orillas de aquella habitación, mientras la esperaba pacientemente a que regresara. Después de todo, no conocía a nadie por ahí. Ella la observó perderse entre la multitud de gente animada y ebria, mientras hablaba con decenas de personas en su camino, impresionada con la capacidad de de Sonoko de conocer a toda la escuela. Mientras tanto, la karateca intercambian nerviosas sonrisas con chicos ebrios que trataban de conversar con ella.

"Te tengo información, Ran" le susurró pronto Sonoko, quien había regresado, y se había sentado en el asiento vacío al lado de su amiga, mientras le traspasaba uno de los dos vasos desechables rojos. Los ojos de Ran, como dos faros brillantes, la observaron expectante y en silencio, curiosa de lo que ésta le tenía que decir. "A que no adivinas quien está aquí, en esta misma fiesta".

La aludida levantó la mirada, tratando de pensar acerca de qué persona a la que ella conociera pudiese estar en esta fiesta, y que al mismo tiempo, sorprendiera tanto a Sonoko. Pero a esta altura de la noche, tenía demasiado sueño y cansancio como para jugar a las adivinanzas.

"El famoso detective, Shinichi Kudo!" exclamó Sonoko, sin esperar más de tres segundos por una respuesta, casi como si hubiese estado aguantando en la punta de la lengua el poder escupir las noticias. "He escuchado en las fiestas de empresarios a los que asisto con mi familia, que es muy desagradable y con aires de autosuficiencia, pero es extremadamente famoso, rico, y todas las chicas aquí con las que he hablado que es bastante guapo".

Ran se acordaba de Shinichi Kudo. Había escuchado mucho acerca de él en televisión cuando ella aun estaba la escuela secundaria, aunque debía admitir que él nunca fue de las celebridades que más le llamasen la atención. Recordaba que su nombre aparecía mucho en los noticiarios en aquella época, y que había sido bautizado como el "salvador de la policía japonesa". ¡Había resuelto decenas de casos de asesinatos impresionantes!. De hecho, si mal no recordaba, casi todas sus amigas y compañeras de clase estaban super enamoradas de él. ¡Incluso le mandaban cartas de amor! Y aunque le parecía impresionante, ella siempre tuvo sus propios artistas favoritos de quien estar enamorada. Pero luego, según podía recordar, el detective adolescente Shinichi Kudo dejó de aparecer en televisión, ello al parecer porque, según mencionaban en las revisas de chismes, se había mudado del país para seguir su carrera en el extranjero. Bueno, aunque debía admitir que no estaba al tanto de las actualizaciones acerca de su vida en particular.

"¿Está aquí? ¿En Japón? ¿En esta universidad?" exclamó Ran con sorpresa, escalando en su cabeza una cadena de preguntas. Incluso si nunca fue su fan, el contemplar la posibilidad de conocer a un famoso, siempre le llena de entusiasmo. Lamentaba el no andar trayendo consigo su libreta de autógrafos. "¿No se suponía que vivía en el extranjero junto a sus padres? O eso es hasta donde yo sabía".

"¡Eso es noticia vieja!" contestó Sonoko, con energía. "Hace ya un tiempo que regresó a Japón, para ingresar a la universidad, como un joven normal, aunque dicen que en realidad casi nunca va a clases".

"Entonces, ¿Qué hace en esta fiesta?" preguntó Ran, sorprendida, en especial ante la información que acababa de recibir.

"Según me dijeron, solo está aquí como invitado del rector de la universidad, quien es amigo de su padre" respondió su millonaria amiga. "Aunque al parecer, según me dijeron alguna chicas con las que conversé, no le entusiasmaba mucho la fiesta… dicen que es un obsesionado con los misterios, como si no le interesara nada más" agregó. "Un engreído friki".

Ran tenía curiosidad. Alargó su cuello, en un intento de interceptarlo entre el mar de gente, pero no se divisaba en ninguna parte. Solo veía más y más estudiantes borrachos y coquetos por doquier. Sonoko interrogó a diferentes personas acerca del paradero de Kudo-kun, pero nadie sabía en donde estaba. Y cuando Ran llegó a la conclusión de que, sencillamente, el detective no estaba en esta fiesta, y al notar que Sonoko estaba demasiado borracha, y que su coqueto y abalanzado baile al rededor de unos chicos la avergonzaría al recordarlo por la mañana, consideró que su presencia en esta fiesta debía darse por concluida.

Si lo pensaba, no había conseguido nada con esta salida. No habían estudiado para su examen de mañana, Sonoko tampoco se había conseguido un ligue, y ni siquiera habían conseguido ver ni siquiera la punta del pelo del famoso detective.

Por lo cual el plan era claro: ir al baño -había ingerido demasiado líquido- recuperar a Sonoko y volver a su habitación.

Pero al parecer, eso no sería tarea fácil. No solo tenía que poner a prueba su destreza para esquivar cientos de jóvenes alegres y gritones caminando de un lado para otro, sino que debía recorrer cada rincón de aquel edificio del cual desconocía cada rincón, en búsqueda de aquel santuario que le satisfacería esa impetuosa necesidad.

"Veamos…el baño, dónde está el baño…" murmuraba para sí misma, mientras no sabía si luchaba con su mal sentido de la orientación a las decenas de puertas iguales que dibujaban a lo largo de un interminable pasillo, o con el sake que al parecer había ingerido del vaso que le había traído Sonoko.

Mientras cerraba con vergüenza la tercera puerta, en donde se había encontrado a una pareja con escasa ropa besándose sobre un sofá de tapiz rojo, pudo percibir sobre sí, tal vez de manera intuitiva, como un par de ojos la observan con atención, como si quisieran estudiar su espontáneos e inocentes movimientos.

"¿Ves a esa chica que está ahí?" escuchó que alguien decía, y se acercaba a ella. "A ver, dime, ¿Qué podrías decirme acerca de ella?" preguntó el hombre, de aire respetable. Lucía un saco y una impecable corbata, lo que contrastaba con el ambiente juvenil de la fiesta de graduación.

Ran, quien aun tenía el vaso desechable rojo en una mano, sintió como las pisadas de dos hombres se acercaba a ella, razón por la cual, instintivamente, se volteó hacia el origen del ruido. Al hacerlo, observó que se trataban de dos hombres, uno joven, y otro de mayor edad, quien, si no estaba equivocada, se trataba del rector en persona.

El acompañante, aquel hombre joven, dejó salir una sonrisa de autosuficiencia. Para ser alguien que perfectamente pudiese tener la edad de Ran, ella pensó que vestía un atuendo bastante formal, en especial considerando el contexto en el cual se encontraban.

"Señor rector, esta es la deducción más fácil de todas" respondió el joven, mientras introducía las manos en los bolsillos de su pantalón y caminaba hacia el frente. "Basta con solo mirar el tipo de vestuario que lleva para saber quien es esta chica"

Ran frunció el ceño, mientras el color rojo teñía su rostro, sin saber si estaba más avergonzada o más molesta por la forma en la que ese chico hablaba de ella.

El joven se acercó a ella, y con poco tacto le tomó el brazo, como si tuviera la necesidad de palpar la prueba, y así mismo, quisiera que no solo su acompañante escuchara, sino que la muchacha, acerca de quien hacía deducciones, también conociera lo que él tenía que decir acerca de ella, y pudiera confirmar sus inteligentes deducciones acerca de su persona. Ran arrugó la nariz, molesta.

"Para empezar" dijo el chico. "Vemos vendas en una de sus muñecas, eso podría significar varias cosas, pero considerando por su postura y sus marcas en sus puños y dedos, claramente se puede deducir que ella practica un arte marcial, atreviéndome a decir que karate" dijo, con un brillo de triunfo en los ojos, especial al recibir los exagerados halagos del rector. "Ahora, podemos por deducir por el modo en el que está vestida en un contexto de fiesta, " prosiguió con energía y fluidez, como si estuviera dando un discurso del cual estaba totalmente seguro de su éxito "que a ella no le interesa los eventos sociales o que vino hasta a aquí para demostrar que no le interesa, y en consideración de sus intereses en artes marciales, su desinterés en su apariencia, y su actitud ante este evento que al parecer todos aquí les gusta tanto, es posible deducir que es una persona taciturna y marimacho " puntualizó, con orgullo, como si hubiese terminado sus palabras con el broche de oro. "¿Estoy en lo cierto, señorita?" agregó, ahora hacia Ran, esbozando una sonrisa de evidente autocomplacencia, como si esperaba sus impresionados halagos.

El famoso detective Shinichi Kudo ha estado toda su vida acostumbrado a las luces de sus padres, los libros y al poco contacto con la vida social real, en especial desde que había dejado la escuela, durante la escuela primaria, para estudiar junto a su padre en casa. Sus constantes jornadas de estudios y largas sesiones de lectura habían colaborado para que se convirtiera en una suerte de genio de las deducciones, en especial con casos de asesinato, su mayor pasión. Pero mientras era un genio para algunas cosas, su comprensión e interpretación de las relaciones humanas era una de sus grandes debilidades, y su modo de afrontar a las personas en ocasiones pudiese verse como rudo y con falta de tacto. Él era esencialmente una buena persona, alguien correcto y de buenos principios, debido a la burbuja de la fama de sus padres y de la biblioteca de su casa, ello habían provocado que a que sus deducciones le faltaran humanidad.

Con el tiempo, había desarrollado una especie de engreía autocomplacencia al escuchar halagos hacia sus deducciones, en especial porque sentía que eran pistas de que se acercaba cada vez a convertirse en su gran referente, Sherlock Holmes. Por ello, había estado completamente satisfecho con los gritos de emoción de decenas de chicas en cuanto había hecho deducciones acerca de ellas.

Él la observó con impaciencia, pero con seguridad, esperando que se sorprendiera de igual manera que como con las otras chicas, como en el primer encuentro de Holmes con Watson. Pero ella mostraba, a través de los gestos de su cara, que no parecía complacida. Espera, aun peor, ¿estaba enojada?

"NO!" exclamó Ran desde su lugar, frunciendo el ceño.

"¿Q-qué?"

"¡He dicho que no!"

Shinichi Kudo la miró atónito. No podía comprender la razón por la cual aquellos ojos violetas , fijos en él con el ceño fruncido, se mostraban furiosos. ¿Por qué demonios estaba enojada? ¡Debía de estar totalmente impresionada ante lo que acababa de escuchar!

¿O es que, tal vez, se había equivocado en sus deducciones? A él nunca suele pasarle esta cosas. Él casi siempre resuelve los casos con un nivel bastante bajo de error, y si los cometía, era capaz de darse cuenta y enmendarlo en el camino. Pero era imposible haberse equivocado, pues las pruebas estaban frente a sus ojos. Las vendas y marcas en sus manos, su ropa, todo estaba ahí.

"No soy nada de esas cosas" dijo Ran, con un tono serio y tensando el entrecejo, mientras su mirada se desviaba al suelo. "Además, debes saber que no es la forma más educada para hablar a una persona que recién conoces, ¿sabes? " agregó ella.

El rector, intentando salvar la situación, con una risa cordial y nerviosa, se acercó al detective, y le tocó los hombros.

"Kudo-kun, no te preocupes, probablemente no has tenido la oportunidad de ver todos los detalles con detenimiento…"

Pero él no estaba convencido de ello. Shinichi se ha dedicado toda su vida a la observación de detalles y a la deducción de todo tipo, por lo cual no podía comprender que pudiese salir mal, y al mismo tiempo, provocarle tanto enojo. El detective volvió su mirada hacia ella, intentando echarle un nuevo vistazo que le permita ver algo que no hubiese visto la primera vez. Pero en esta ocasiones, lo único que le fue posible notar era que la expresión de la muchacha se había suavizado por alguna razón, y ahora ella le miraba la camisa con preocupación.

"Oh, lo siendo mucho!" dijo que pronto Ran, mientras indicaba con su dedo índice una pequeña pancha naranja de gaseosa posada sobre la camisa celeste de Shinichi. Probablemente había agitado la mano en la que tenía el vaso en el momento en que el hombre le había tomado por la muñeca. "Yo la limpiaré".

Kudo, quien a pesar de estar siempre rodeado de fans y mujeres atractivas que querían estar cerca de él, no estaba habituado a la sincera proximidad de una chica, intuitivamente dio un paso hacia atrás.

"N-no, no te preocupes, está bien" le aseguró, nervioso ante el repentino cambio en los acontecimientos.

"Si, es necesario" aseguró ella con firmeza, mientras tomaba con suavidad su camisa. "No es justo que te arruine tu ropa"

Y a pesar de su sorpresa, luego de sus instantes, no puso más impedimentos. Debía admitir que estaba demasiado impresionado ante la sorpresiva actitud de aquella chica que hace un par de segundos atrás había expresado con efusividad su enfado hacia él. La observó con detención, quien ahora estaba mucho más cerca de él, tratando de comprenderla. La contempló mientras sacaba de un bolso, el cual contenía un par de libros, lápices, un labial, su teléfono inteligente y unos pañuelos, y sacaba uno de éstos para limpiarle la camisa con dedicación. Sus rasgos ahora eran suaves, su mirada tierna, y sorpresivamente, una muy imperceptible pero dulce sonrisa se dibujó en su lindo rostro.

Shinichi se sonrojó.

"Ahí está, limpio otra vez" le informó Ran. "Ah, y te quería decir que sí, es verdad, practico karate, pero todo el resto que dijiste no son ciertas y lo afirmaste de una manera muy grosera, en especial para referirse a una persona a quien no conoces" dijo Ran, aun cerca de él y en su susurro de voz, como si le quisiera dar un consejo.

Él abrió la boca, pero no emitió sonido. Rápidamente, sin alcanza a decir nada más, su efusivo acompañante lo tomó del brazo, y lo empujó a seguir caminando por el pasillo, deseoso de mostrarle el edificio y que le siguiera diciendo esas maravillosas deducciones. Después de todo, debía mostrarle toda la atención a su estudiante estrella, incluso cuando jamás asiste.

Aun así, el detective mantuvo, por alguna razón que aun no descubre, a esa chica en mente, aquella que no pudo deducir con eficacia, y quien al mismo tiempo se había mostrado tan terca y luego tan dulce, mientras tanto, paralelamente, Ran caminaba con paso firme hacia Sonoko, con el objetivo todavía en mente de sacarla de ahí e irse a su habitación, aun ignorante acerca de que la persona tan grosera que recién había acabado de conocer no era nada más que Shinichi Kudo.

Pero los caminos estaban destinados para seguirse encontrando.