Notas Iniciales: No encontraba pretexto para explorar estas intrigantes ships, entonces conocí cierta canción y la inspiración me sonrió. Trama enrevesada que contiene casi más de un hexágono amoroso si contamos dos insinuaciones extra, así que si decides leer comprenderás porqué.

Inspirado en la canción "What do you want?" de Ex Habit.

Advertencias: Erotismo.


I

Rincón de los Deseos.

Revisó su celular, impaciente devolvió la vista al nocturno entorno de aquella calle semi-transitada, buscando a quien llamaba su pareja entre las personas que paraban a curiosear los establecimientos cercanos, la relación más estable que logró obtener en sus veintisiete años de vida. La joven alemana solía dirigirse al punto de encuentro cinco minutos antes de la hora acordada, esperando que no pasaran más de dos minutos para que él se presentara. Pues ella, quien siempre fue tan estricta y caprichosa con quienes intentaron cortejarla en el pasado, cometía el error de olvidar su enojo una vez tenía a ese hombre de frente. No entendía cómo es que era posible, pero toda la ira que Ikki lograba causarle con sus inaceptables descuidos se evaporaba con el primer beso que le daba para callarla; de alguna manera era bueno para elevarla a las nubes, aun cuando la propia Pandora Heinstein se obstinase en demostrar lo contrario mientras caminaban directo algún restaurante para iniciar con su cita. Tal vez era que en verdad estaba enamorada, un término que sólo podía ser material de una obra literaria, no un hecho de la realidad. Y a pesar de ello ese hombre con enormes defectos alegraba su día, le quitaba las molestias de su trabajo como jefa de una de las mayores empresas de su padre, ganándose nuevamente el beneficio de continuar a su lado.

Todavía recordaba cómo lo conoció. El salvaje acababa de noquear a un tipo que le estuvo buscando pelea en mitad de la acera, y por si fuera poco llamó con su móvil una ambulancia para el sujeto con total tranquilidad mientras que a ella (a quien había descubierto observando tan indiscretamente la escena) le sonreía de manera retadora.

En ese momento Pandora pensó que debía ser un idiota innecesario para el mundo con una vida triste que no merecía ni su tiempo, del tipo que tratan de aparentar rudeza con tal de no sentirse patéticos consigo mismos, pero fue grande su sorpresa volver a encontrárselo atendiendo discapacitados en un hospital, después de que le tocase la mala fortuna de llevar a uno de sus empleados por un accidente ocurrido camino a la empresa. Nadie imaginaría que un enfermero podría tener un comportamiento tan inapropiado en plena vía pública y eso se lo hizo saber Pandora aquel mismo día cuando se quedaron solos. Fue su risa, su risa rasposa repleta de diversión lo primero que la hechizó, pues durante todo ese tiempo se estuvo comportando agrio, frío y nada complaciente, probablemente esperando el momento en que lo delatara ante sus superiores por el suceso del que había sido espectadora.

Ninguno imaginó que un pequeño gesto sin importancia brindaría la pauta para que comenzaran a tratarse un día más y otro, consecuencia de casualidades y poco a poco de mera intención.

Eso los llevaba al presente. Pandora volvió a mirar la hora marcada en su celular sólo para notar los veinte minutos de retraso que Ikki había acumulado. Tuvo deseos de pisar el suelo con dureza para enseguida emprender camino de vuelta a su hogar, pero entonces escuchó una motocicleta, la cual no tardó frenar frente a ella a los pocos segundos de resonar por toda la calle, revelando a un hombre de chaqueta negra y con casco completo invitándola a subir sin tener la decencia de disculparse. La joven alemana ya estaba lista para iniciar sus reclamos cuando lo sintió tomarla de un brazo, tirando de ella para acercarla. Fue entonces que Ikki se quitó el casco, únicamente para apoderarse de sus labios con la brusquedad que a Pandora le encantaba sin darle tiempo de emitir sonido, aprovechando que abría sus labios para demandar la calidez de su boca de una forma tan hambrienta y decidida. La heredera del apellido Heinstein pensó que por el momento lo perdonaría. Había sido una semana tan larga que sentir los besos de Ikki sólo la hacían pensar en el calor de su cuerpo, la frescura de su aliento y la suavidad de las sábanas.

Sí, lo iba disculpar por última vez. La próxima no se salvaría de sus regaños.

Apenas se separaron compartieron una sonrisa, Pandora subió en silencio a la motocicleta, abrazándose a la cintura de quien tomó la oportunidad para asegurar el casco delante de sus rodillas y finalmente arrancar a toda velocidad, aparentemente sin rumbo; con el viento en sus rostros y sus cabellos que danzaron con las violentas corrientes sin causarles la más mínima molestia, en cambio les regalaba esa sensación placentera que sólo podía evocarse en sus anatomías tras una desconsiderada jornada calurosa.

No habían discutido a dónde irían pero con el tiempo Pandora había aprendido a guardar silencio en la trayectoria, pues cada salida sin planes de por medio significaba una emocionante aventura producto de estresantes días para Ikki. Podían escaparse a todos lados, divertirse conociendo lugares, después volver al departamento de lujo de Pandora y disfrutar del libido reprimido. Aquella era su rutina preferida, así que no podía quejarse cuando ocurría, pues se trataba de su rincón de los deseos personal. Sólo Ikki y ella contra el universo entero.

— ¿Y qué tal la terapia? —inquirió cuando el silencio se había extendido entre ellos después de haber obtenido su coctel en el bar. Pandora sonrió a Ikki cuando la expresión de este fue reprobatoria pero eso sólo la hizo expandir su sonrisa maliciosa—. ¿Ya encontraste un método para controlar la ira? ¿O volverás a ser reasignado?

—Y tú encontraste una manera de ser más fastidiosa, ¿no? —contraatacó Ikki con picardía.

—Uy, eso responde mi pregunta.

— ¿En serio quieres saberlo?

—Si no me lo quieres decir, lo respeto. Pero me parece extraño que lleves tanto tiempo en terapia y no me cuentes sobre alguna mejora. Dime la verdad, ¿estás tomando el medicamento? ¿Haces los ejercicios recomendados?

—No —dijo, rotundo.

—Ah, entiendo. ¿Puedo saber la razón?

—No me gusta que quieran manipularme. Si empecé asistir fue porque mi hermano me lo pidió, si por mí fuera jamás habría pisado el consultorio de todos esos malditos psicólogos. Yo estoy bien, no necesito que me sermoneen o traten de sacarme información que no les compete.

—Si tu hermano te escuchara…

—Pero no vas a ir con el chisme —espetó Ikki con tono amenazante, uno al cual Pandora no temía pero que podía reconocer como la forma que su pareja tenía para suplicar su complicidad.

—A estas alturas, cariño, tengo la certeza de que él ya lo sabe, no es tonto. —Ikki desvió la mirada con pesar, un gesto que animó a Pandora rozar con los dedos su rostro, apartando algunos de esos azulados cabellos rebeldes con la intención de crear intimidad entre ellos—. ¿Por qué te cuesta tanto compartir tus problemas? Si cargas con todo, tarde o temprano colapsarás. No puedes aislarte para siempre, no es sano para ti.

—Nadie necesita enterarse de mis asuntos, mucho menos esos eufemistas profesionales.

Pandora se dejó reír, pues siempre era gracioso el enojo con el que Ikki nombraba a los especialistas en psicología. Tenía entendido que su pareja había estado tratando con ellos desde que era pequeño, así que le parecía normal que estuviera harto de recibir su atención. Sin embargo, tal no le impedía preguntarse el porqué, cómo era que nunca habían llegado a la raíz de su problema con todo ese tiempo en marcha, ya que ningún cambio se había dado desde que lo conocía. Ella estaba enterada de su tratamiento pero, salvo la vez que lo conoció, no había presenciado otro arranque violento suyo en contra de otros. En ocasiones la curiosidad al respecto golpeaba tan fuerte en su cerebro que se reconocía tentada a indagar más pero sabía no sería correcto ahondar demasiado por respeto a él.

Terminaron sus órdenes en medio de otras tantas charlas triviales y salieron a pasear hasta que se llegó la hora de finalizar la velada. Cuando Ikki le contó que su hermano no estaría en casa, Pandora intuyó que tendría la oportunidad de quedarse a dormir en su cama de nuevo.

Cuando llegaron al apartamento éste yacía hundido en las penumbras, así que no se molestaron en encender una sola luz en su recorrido mientras se besaban apasionadamente y se deshacían de la ropa que estuvieron vistiendo una vez alcanzaron la habitación de Ikki. La joven alemana jadeó, mirando embelesada la sonrisa orgullosa que permanecía dibujada en la cara de quien como un fénix irradiaba fuego, el cual la quemaba al borde del éxtasis. Cuando llegaron al colchón para Pandora fue complicado mantener la cordura, ya que Ikki no había tardado en penetrarla con dureza y tomar absoluto control sobre su placer, obligándola sufrir multiorgasmos con lo bien que manejaba su cuerpo. La conocía muy bien, así que ella trató de compensarle mordiéndolo del cuello y arañando sin ningún pudor su espalda baja, siguiendo el ritmo establecido con un aumento de velocidad que poco discreto era con el adolorido rebote de los resortes. Sólo por un instante pensó en la incomodidad que despertarían en los vecinos pero luego se olvidó con las últimas embestidas que realizó Ikki con fuerza. La respiración pesada de ambos dominó el ambiente silencioso hasta que una idea irrumpió la mente de Pandora.

— ¿Usaste condón?

—Je, ¿ni siquiera te molestaste en asegurarte? —se burló para molestia de la joven Heinstein.

—Estaba ocupada tocándote.

—Tranquila, todo bajo control. Compré una nueva marca, más resistente y sin riesgos.

Aliviada, Pandora capturó las mejillas de Ikki entre sus dedos para robarle un beso duro que los hizo terminar en una lucha de sus lenguas, los dos ahí recostados, ella abrazándole la cintura con sus largas y estilizadas piernas como si no quisiera que abandonara su interior a pesar de la flacidez y el agotamiento compartido. Dos rondas eran suficientes por esa noche.

—Quiero una taza de té —susurró cuando se separaron apenas un milímetro—. Y panecillos.

—Como usted ordene, reina.

Pandora hizo caso omiso de la burla de Ikki mientras lo liberaba para que comenzara a vestirse, entonces ella se tomó la libertad de quedarse en la misma posición aún después de que Ikki encendiera la luz del cuarto. No se molestó en cubrirse a pesar de la mirada fija del hombre en su cuerpo, de hecho le gustaba que la mirara con aquella desfachatez e incluso la acariciara sin pudor donde más le apetecía en el momento, terminando en sus dos pechos por esta ocasión.

— ¿Dónde están mis panecillos?

Ikki se echó a reír con su exigencia antes de finalmente apartarse sólo con sus pantalones en dirección a la puerta, Pandora tuvo el impulso de repetirse pero se abstuvo porque se distrajo mirando los glúteos ahora cubiertos por la mezclilla. Miró alrededor cuando su pareja ya había abandonado el lugar, notando que nada había cambiado en esa aburrida recamara desde la última vez que la ocupó; la decoración seguía siendo tan simple que la enojaba, por ello no tardó en encontrar un adorno discordante: se trataba de una fotografía de Shun con otros muchachos que ella no reconocía. No pudo evitar tomar este objeto en sus manos para mirarlo mejor. Por el fondo supuso era el patio de un campus humilde, además de que todos ahí portaban uniformes formales, sin mencionar que todos llevaban una gran sonrisa mientras se abrazaban. Devolvió el marco al mueble de donde lo había tomado para vestirse sus bragas y sujetador, obteniendo una bata (con la cual se pasearía hasta que tomara una ducha) para volver a observar la fotografía. No era usual que Ikki se inclinara por estas, así que adivinaba que eran personas importantes en su vida como para querer tener un recuerdo al alcance. La puerta se abrió mostrando al japonés que volvía con una caja de galletas y una taza humeante con aroma a manzanilla, la cual le ofreció a su invitada mientras abría la caja y se lanzaba a la boca una pieza bañada en azúcar glas.

—Tendrás que disculparme, se acabaron los panecillos —dijo a la vez que masticaba—. Le pediré a Shun que compré un par de cajas mañana.

—Descuida, las galletas son también un buen acompañamiento.

— ¿Qué miras? —intrigado bajó la vista percatándose del marco que Pandora sostenía, tensándose un poco debido a ello pero relajándose en cuanto ella le contestó con otra pregunta.

— ¿Quiénes son los chicos alrededor de Shun? Se ven tan felices.

—Oh, pues… hermanos nuestros.

— ¿Todos? —Pandora no fue capaz de disimular el asombro en su voz y músculos faciales.

—Es una larga historia.

—Y muy complicada supongo, pues adelante, tengo toda la noche para escucharla.

—No soy el más indicado para revelar ese secreto.

—Si tienes una fotografía tan colorida invadiendo esta habitación tan gris, es obvio que no se trata de algo que quieras ocultar. Anda, cuéntame. Te prometo que no le diré a nadie sin tu consentimiento.

—…Bien. —Ikki suspiró derrotado—. Shun y yo los conocimos en el colegio. Al principio ninguno de nosotros lo sabía, pero el día que la profesora les pidió que recrearan su árbol genealógico para la actividad del mes, nos enteramos que varios parientes eran los mismos. Yo siempre me había negado a mencionar a nuestro padre debido a mi rencor por él pero Shun nunca lo negó. Durante el recreo nos reunimos, entre todos atamos cabos, y a partir de ahí nos volvimos el linaje familiar más famoso en la historia del instituto. Sólo imagina, casi todo un grupo compartiendo sangre. Yo era dos grados arriba pero esa situación me hizo un hermano mayor famoso. Esa fotografía es de la graduación de Shun ya que, verás, el colegio administraba también otros niveles académicos, y casualmente todos volvieron a coincidir en secundaria, osea la escuela media.

—Que situación tan curiosa —admitió Pandora con una expresión llena de admiración—. Soy hija única, así que me parece una historia fascinante y encantadora. No me sorprende que decidieras tenerlos sobre tu buró para que sea lo primero que veas al despertar. ¿Siguen en Japón? ¿Todavía mantienen comunicación con ustedes?

—Tengo sus números aunque no hablo mucho con ellos, quien a menudo se entera de sus cosas es Shun, después de todo él fue quien convivió más con ellos. Los que a veces me piden consejos son Seiya, Shiryuu y Hyoga —relató señalando con el dedo sobre el cristal a los tres aludidos—. Creo que siempre les gustó la idea de tener un hermano mayor con más experiencia.

—No puedo imaginarte como el más responsable de todos —comentó enternecida.

—Créeme, yo tampoco. De hecho no lo soy.

Pandora sonrió y se fue a sentar junto a Ikki sobre la cama para recargarse en su hombro cariñosamente. El momento era tan perfecto que sentía que no era necesario separarse demasiado, sólo hasta que se terminó su té y comió un par de galletas fue que le cedió espacio para retirarse a la ducha.

Dejó que el agua tibia acariciara su piel sin restricción, masajeando la tensión que restaba del coito. Quince minutos después ya estaba de vuelta a los pasillos con el cabello lo más seco posible, luciendo una camisa limpia y holgada perteneciente a su pareja, la cual apenas alcanzaba a cubrirle las caderas, por lo que sobresalía un poco de su ropa íntima inferior al avanzar. De pronto el crujido de la puerta principal abriéndose la alertó, pues junto a este llegó el sonido de dos voces conocidas. Ikki le había dicho que Shun no estaría en casa, así que le enojó un poco que le hubiese mentido, de cualquier modo no perdió tiempo en marchar a la entrada para recibirlos.

—Bienvenido a casa, Shun —le dijo al hermano menor siquiera salir del pasillo, más fue su tímida acompañante quien le respondió con un saludo cordial.

—Buenas noches, Pandora.

—June. —La joven Heinstein correspondió a la rubia con cierta dulzura—. Encantada de verte.

—Lo lamento, la idea no era interrumpir su tiempo a solas. Las cosas se complicaron en el cine al que fuimos —explicó Shun apenado, gesto que a Pandora le enterneció un poco, pues todavía le costaba asimilar que ese muchacho tan gentil y dulce fuera hermano del hosco y rebelde Ikki.

—No te preocupes. Ya que están aquí podemos tener una pijamada de adultos.

— ¿No sería raro? —cuestionó June siguiéndole el juego a Pandora con obvia diversión—. Es decir, ya somos muy mayores para organizar aventuras de esa clase.

—Por eso especifiqué "adultos", querida June. Además, no importa nuestra edad, tenemos derecho a divertirnos como queramos.

—Shun. —La voz de Ikki resonó al comienzo del pasillo cortando la risa de la rubia, así que Pandora lo miró a tiempo para percatarse de ese gesto conmocionado que a los pocos segundos ocultó de su semblante. Al menos se había permitido la decencia de también cubrirse el pecho con una playera sin mangas antes de correr a encontrarse con los recién llegados.

—Hola, niisan. Siento la intromisión repentina, la segunda función a la que asistiríamos había agotado sus entradas, así que le sugerí a June que viniéramos a pasar el resto de nuestra cita en casa, espero no te incomode.

—…Está bien —casi murmuró, estoico, desinteresado; Pandora no lo comprendía. Siempre que los veía interactuar, Ikki cambiaba su hosca personalidad por completo, como si temiera molestar al otro en algo y tal se tratara de un error grave—. June, quédate el tiempo que desees, siéntete como en casa. Me tranquiliza mucho que seas tú quien permanezca a lado de mi hermano, con lo descuidado que es no confío en él para salir fuera del peligro.

— ¡Niisan! —Shun no tardó en renegar por la broma de mal gusto. June se limitó a reír por la reacción de su pareja antes de dedicarle una suave reverencia a su cuñado.

—Muchas gracias, Ikki-san.

—Me reuniré con ustedes en un rato, necesito tomar una ducha. Y Pandora, no seas indecente y cúbrete esas piernas cuando estés frente a mi hermano.

—Oh, cállate. ¿Cómo podría yo ser interesante teniendo a una belleza como June junto a él? Ya vete. —Ikki sólo bufó para finalmente retirarse a cumplir con su cometido. Pandora por su parte corrió a la estufa para recalentar el agua del té que Ikki le preparó con anterioridad—. ¿Gustan algo para estimular el apetito? Tenemos bufet —bromeó.

Shun y June solamente rieron antes de apresurarse en ayudarla. Más tarde, los tres se acomodaron en la sala para compartir anécdotas relacionadas a sus trabajos, compañeros, amigos o familiares mientras Ikki por fin se unía a ellos. Las horas se fueron consumiendo sin saber de qué manera habían terminado en el tema de los misterios o sucesos paranormales, un asunto que a Pandora le apasionaba, así que no perdió la oportunidad de aportar a la conversación con un fenómeno peculiar que últimamente le intrigaba más que ningún otro.

— ¿Han oído hablar de los Doppelgänger? —inquirió, obteniendo la negativa de cada uno enseguida, así que con un entusiasmo inusual, dejó su té sobre la mesa para proseguir—. Justo como su nombre lo indica, se refiere a un doble andante. En algunas ocasiones es descrito como una especie de gemelo malvado, idéntico a una persona pero cuyo origen resulta desconocido. En el folclor de mi tierra natal es un mal augurio, por lo tanto sería peligroso encontrarse con él, pues puede traer enfermedad, mala suerte e incluso la muerte. Se dice que cada persona posee un Doppelgänger, alguien con otro linaje familiar, circunstancias y mentalidad, y que está viviendo su vida normalmente sin intención de hacerle un mal a nadie. Aun así, en el momento que ambos dobles se encuentran, la desgracia caerá sobre ambos. Interesante, ¿no creen?

—Me parece una estupidez —comentó Ikki—. No tiene sentido que sólo porque dos personas se asemejan físicamente eso pueda desencadenar problemas.

—Es que no se trata de eso, Ikki —Pandora se motivó—. La clave está en el shock que puede provocar. Personalmente me aterraría encontrarme de la nada con un reflejo mío de carne y hueso. Oh, porque puede ser de diferente sexo también.

—A mí también me daría mucho miedo —apoyó June—. Nuestras facciones corporales dependen mucho de las mezclas de sangre, genética e incluso nuestra posición geográfica. Encontrarse con una persona que comparta todo de ti siendo de una familia tan apartada del linaje en el que naciste, eso sí que resulta inquietante. No sabría qué hacer si me pasara.

—Sería divertido, ¿no? —dijo Shun—. Sinceramente yo si me tomaría la libertad de conocer a esa persona, desmentir o comprobar la veracidad de esas historias fantásticas.

—No puedo creer que hables en serio, Shun. ¿No te incomodaría? —inquirió June impresionada.

— ¿Por qué? Bueno, seguro que me sorprendería al principio pero sólo eso. Hasta no hablar directamente con él o ella, no podemos adelantar juicios, incluso creo que sería algo así como una aventura. Después de todo no sabemos de qué manera o en qué circunstancias nos podemos encontrar. Personalmente me parece una idea fascinante.

—Siempre encontrando el lado positivo de las cosas —sonrió Pandora un tanto enternecida antes de tomar su taza con propiedad y agregar en son de broma—. No nos culpes si tu vida se arruina por completo a raíz de ello.

—Lo dices como si ya hubiera ocurrido.

La sala no tardó en llenarse de risas, por lo que ninguno notó la expresión ensimismada del hermano mayor, quien se había retirado a reflexionar discretamente sobre la situación hipotética, ajeno al cambio de tema expuesto sobre la mesa.

—Dos Shun —había murmurado Ikki con interés.

No pasó mucho tiempo para que ambas parejas decidieran terminar la reunión y retirarse cada una a su respectiva habitación. Las luces de todo el lugar se apagaron, dejando el ambiente dentro del hogar en absoluta calma. Pandora se removió en la cama para acurrucarse contra la espalda de Ikki, a quien percibió sumamente tenso, por lo que comenzó a dedicarle suaves caricias sobre su brazo y cintura, alcanzando su mano que posaba por encima de la sábana con el objetivo de entrelazar sus dedos, algo que cumplió sin problemas ya que –como supuso– seguía despierto.

— ¿Quieres que te ayude a relajarte? —susurró ella en tono seductor, razón por la que Ikki simplemente sopló por la nariz, como burlándose de la mera sugerencia.

—Mañana tendrás un día ajetreado, ¿cierto? Te llevaré.

—Tienes la obligación de hacerlo ya que no traje mi coche. —Unos minutos más en silencio bastaron para que Pandora se diera cuenta que algo estaba mal y no quiso omitirlo—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué no iba estarlo?

—Usualmente cuando estamos en tu cama, siempre estás tratando de aprovecharte de mí lo más posible. Casi nunca me dejas descansar.

—Lo haces sonar como si fuera un depravado sexual.

—Me gusta que lo seas. —Ikki se giró y capturó el cuerpo de la mujer a su lado con largas caricias por debajo de la holgada playera, alcanzando los proporcionales senos que carecían de sostén, jugueteando un poco con los pezones entre las yemas mientras le besaba el cuello parsimoniosamente, más fue todo lo que hizo en ese corto lapso antes de rodear con sus largos dedos la cadera de Pandora y parar de inmediato—. ¿Acaso no quieres que tu hermano nos escuche? —adivinó—. No es como si fuera a pegar una oreja contra la puerta para espiarnos. No es un niño, ¿sabes? Es obvio que hace esto con June también.

—No quiero pensar en eso.

—Uy, no lo decía para perturbar tu mente —dijo al sentir los dedos apretarla un poco más fuerte.

—No, bueno… olvídalo.

— ¿Qué te sucede? Definitivamente estás raro.

—Es… —Ikki hizo una pausa, pesada y prolongada hasta que se animó volver hablar—, es sólo que arruinaron mis planes. Quería cogerte contra la puerta principal después de cenar.

—Oh, Ikki. Ya habrá otras oportunidades, ¿sí? Sé paciente, por favor.

—Como si fuera tan fácil. Apuesto a que no te gustó la idea.

Pandora se rió sin contradecir o afirmar nada, entonces entrelazó sus piernas entre las de Ikki con una gracia encantadora que llevó al japonés afianzar el agarre que sostenía en su pareja de manera que la nula distancia los ayudara a percibir inclusive los latidos de sus corazones. Sus cuerpos ajustaban perfecto en esa posición, así que Pandora se encontró rememorando una sensación que hacía tiempo no traía a su presente. Cuando separó los párpados y contempló el rostro de su acompañante casi creyó ver unas cejas pobladas que enmarcaban un par de penetrantes ojos ámbar, en conjunto a esa expresión severa pero también amable, anhelante. Se asustó cuando incluso percibió el brillo claro que tantas noches había observado en sus cabellos, haciendo que su sobresalto alertara un poco a Ikki.

— ¿Qué?

Pandora volvió a mirar con detenimiento el rostro delante suyo para darse cuenta que la imagen invocada por su subconsciente se había borrado, así que se relajó y entregó una sonrisa llena de ironía al hombre con el que ahora dormía. Negó con la cabeza y volvió acurrucarse, empujando aquel recuerdo lejos. Se supone que ya lo había superado. Era inaudito que un momento tan pacifico hubiese sido interrumpido por una añeja memoria que no imaginó haber conservado desde sus más tiernas épocas. Su deseo de estar junto a Ikki se le había cumplido, así que no necesitaba apoyarse en más fantasías. Al menos debía convencerse de ello antes de que algún residuo de consciencia tuviera la pésima idea de visitarla en sueños. Sus errores únicamente debían ser eso para no convertirse en demonios que deban acompañarla hasta el día de su muerte, aunque –siendo sincera consigo misma– detestaba la idea de olvidarlo por siempre.

.

En la otra habitación June cepillaba con suavidad su lacio cabello sentada a la orilla de la cama mientras Shun revisaba su móvil recostado entre las almohadas, presionando la pantalla táctil y accediendo a las páginas digitales de su interés sin mucho esfuerzo. Habían permanecido en este cómodo silencio después de que ingresaran a la privacidad. No era la primera vez que la rubia se quedaba a dormir pero esta ocasión fue para ella algo gracioso, ya que como pareja que eran no solían coincidir con Pandora e Ikki; ese hecho la empujaba actuar avergonzada aunque no tuviera mucho sentido. Era posible que le generase un poco de conflicto al ser consciente de la protección que el hermano mayor solía profesarle a Shun, no importando la edad que ya poseyeran. Sintiéndose traviesa, terminó de desenredarse las abundantes hebras de oro y subió ambas piernas al colchón para comenzar a gatear en dirección a Shun, recostándose a su lado, reclamando su atención con un beso, luego otro, hasta que consiguió hacer que Shun soltara su celular a un costado suyo y mejor enfocara el movimiento de sus dedos en acariciar su mejilla con las yemas, atacándola con sus carnosos labios.

Sin querer, June dejó ir un gemido gustoso en medio de sus cortos pero constantes besos, inspirando a Shun para que se colocara encima de ella sin llegar acorralarla, pues un aspecto importante a tener en cuenta se había encendido como un foco en la mente del joven, motivo por el cual frenó todo movimiento instintivo y se reconoció con la obligación de romper el ambiente que ya empezaba a formarse en torno a ellos dos.

—Espera, iré a revisar si la puerta tiene puesto el seguro.

— ¿Por qué? —cuestionó June curiosa tanto como impaciente por continuar.

—Seria vergonzoso que Ikki cruzara la puerta mientras estamos… ya sabes.

—Pero… puede llamar primero, ¿no?

—Te sorprendería las veces que lo he regañado por entrar sin tocar primero. Es una mala costumbre que no hemos logrado corregir.

— ¿Aun teniendo visitas?

—Me temo que mi hermano nunca se ha molestado en seguir modales, no importa que sea lo más básico sobre lo básico. Créeme, no lo has visto en sus peores días.

— ¿Cómo has podido sobrevivir hasta ahora con él? —espetó June casi con reproche y también cierta pena pero no en contra de su adorada pareja, cuya sonrisa era lo más lindo y puro que podría apreciar en su día a día—. Mis familiares siempre han respetado mi privacidad, y mucho más desde que comencé a crecer. Es posible que nunca haya sido necesario tener una charla, todos lo comprendieron en su momento. ¿Cómo no fue lo mismo para ustedes?

—Es una historia tediosa.

El gesto de Shun se mantuvo sonriente aunque un ligero deje de tristeza se entrevió en sus esmeraldas ojos, alertando a June pero no dándole tiempo de reaccionar a ello cuando lo vio levantarse para dirigirse a la puerta y cumplir su cometido. Luego retornó a las sábanas a su lado, rechazando toda conversación al adueñarse de los labios ajenos con discretas caricias sobre el femenino cuerpo. June no tardó en captar que lo mejor para ambos era que guardaran el mayor silencio posible ya que, aunque la entrada a la intimidad compartida hubiese sido sellada, las paredes eran delgadas y el silencio absoluto, así que no necesitaban generar una nueva incomodidad. Para ella no representaba ningún problema, pues siempre había sido partidaria al sexo silencioso en el que sólo sus erráticas respiraciones y ocasionales jadeos vertieran la intensidad de su pasión, de manera que sólo ellos lo supieran, como un jugoso secreto; una candente fantasía.