Dos


Cedric es un Hufflepuff, el perfecto Hufflepuff, tiene todas las cualidades de un mapache. Es gentil, considerado, justo, amable... y entonces no debería mirarlo con esa expresión enfadada mientras deja caer algunos ejemplares de periódicos y revistas mágicas sobre la mesa de la sala de reuniones del departamento ministerial.

—Es lo que encontré a primera hora de la mañana en todos los puestos de revistas que encontré en mi camino. Por primera vez en mi vida compré café. —No explica más porque Harry sabe que Cedric no es el tipo de mago que consumiría cafeína para sobre llevar el día a día. Es muy eficiente, por eso fue elegido por su madre, lo que significa, que Harry le ha causado una gran jaqueca.

Dejando la poca culpabilidad en su mente, Harry echa un vistazo al titular del periódico que quedó hasta arriba de la pila.

PASTELAZO EN LA MANSIÓN MALFOY

Draco Malfoy y Harry Potter pelean durante la celebración del septuagésimo quinto cumpleaños de Abraxas Malfoy.

No se alcanza a ver claramente, el periódico está doblado por la mitad, pero se imagina que se trata de una foto de él y Malfoy.

Lo confirma cuando Cedric levanta el ejemplar y deja visible una revista donde una fotografía de los dos tratando de recuperar el equilibro entre la nata blanca se repite una y otra vez. El titular es enorme y con letras mayúsculas:

SLYTHERIN VS GRYFFINDOR

—Este incidente se olvidará para mañana, no tienen que preocuparse por nada —afirma obligándose a ser convincente.

Cedric mira a la ministra, quien a su vez deja de leer el periódico que tiene entre las manos, dirige una breve mirada a su propio hijo y vuelve a mirar el periódico.

—«Invitados informan que ambos fueron vistos discutiendo unos minutos antes del… pastelazo» —lee Lily en voz alta en un tono de profunda seriedad en su ejemplar de El Profeta—. «Pero ciertas fuentes afirman que la rivalidad entre Harry Potter y Draco Malfoy data de ya varios años atrás. Un ex compañero del colegio Hogwarts ha comunicado que llevan enemistados desde que se conocieron en el expreso, la enemistad ha llegado a tal nivel que en la actualidad ni siquiera soportan estar juntos en una misma habitación. Al parecer, solo era cuestión de tiempo para que Harry Potter recurriera al método muggle: una provocación física».

—La verdad, no creo que se le pueda considerar provocación física al hecho de tropezar con una mesa y...

—Harry —lo detiene Lily, es escalofriante, de tan tranquila que suena—. Silencio.

Harry asiente.

Arroja el periódico a un lado y se cruza de brazos sobre la mesa.

—Por favor, es sorprendente que mantengas tu sentido del humor—dice—. Estoy deseando que me expliques qué tiene esto de gracioso.

—Ahhh... —Harry piensa en qué decir—. Él empezó. —Es lo primero que se le vino a la mente.

Lily suspira profundamente.

— Cariño, acabo de recibir una carta del señor Malfoy, Abraxas Malfoy —dice para no dejar dudas—, no está feliz. Este incidente podría significar el futuro de la sociedad mágica completa. —Harry asiente—. Bueno, debes saber que las familias más influyentes en el ministerio son sangre puras, los sangre puras escuchan a los Malfoy, si los Malfoy no están contentos conmigo, ¿qué crees que sucederá? Ahora agreguemos que Draco es un joven muy querido por la sociedad mágica.

— ¿Sirve de algo que diga que lo siento?

— Sirve, si —Lily Evans asiente.

— Pero... —anima Harry al no ver a su madre feliz.

—Necesito que esas familias me respeten, que dejen de vernos como bestias incontrolables, que continúen haciendo donativos, que sus empresas hagan fluir la economía y que no inicien una revuelta en la Cámara de los Comunes ¿Comprendes?

— ¿Y qué debo hacer?

—Tienes que arreglarlo. —Harry espera por instrucciones—. Este fin de semana vas a ir a la Mansión Malfoy y vas a pasar dos días completos con Draco.

— ¿QUÉ? ¿Y si mejor finjo ni muerte?

—No puedes. Mañana se va a emitir un comunicado donde informarán que el tema del pastelazo fue un accidente, un gran malentendido...

—Que es lo que fue.

—... y que el joven Draco y tú, pese a que rara vez disponen de tiempo para verse, mantienen una estrecha amistad personal desde hace varios años.

—¿Qué? ¿Es en serio?

—Mira —interviene Cedric a la vez que bebe un sorbo de su vaso de café—, ambas partes necesitan salir de esto sin sufrir grandes consecuencias, al grupo de los sagrados veintiocho también les convienen algunas negociaciones que se están ejecutando actualmente y la única manera de lograrlo es haciendo que parezca que ese pequeño incidente, no fue otra cosa más que un accidente a consecuencia de su homoerótica y fraternal relación, ¿de acuerdo? Que el hijo de la ministra de magia sabe ser civilizado. De forma que puedes odiar a Malfoy todo lo que desees, pero en cuanto veas una cámara tendrás que actuar como si Malfoy fuera la última snitch dorada del mundo y lograr que resulte convincente.

—Cedric, una pregunta ¿Tú has hablado con Malfoy en persona? —dice Harry—. ¿Cómo se supone que voy a hacer eso? Tiene una personalidad terriblemente odiosa.

—Conozco poco a Malfoy, pero te aseguro que no es tan insoportable como pregonas—replica Cedric—. Necesitas hacer esto. Por el bien de la sociedad mágica. ¿Entendiste?

Harry no responde, pero a Cedric le da igual.

—Vas a memorizar todo esto. —Le entrega una carpeta—. Así podrás fingir sin riesgo de que te descubran —le explica.

—¿Él tiene mis datos? —pregunta con gesto de impotencia.

—Sí. Redactarlo fue deprimente.

Le pasa otro papel, en el que se detallan las actividades requeridas para el fin de semana: Entrevistas, una visita al hospital de enfermedades mágicas de Francia…

—No tengo que ir a la Mansión Malfoy para hacer esto, puedo dormir en casa y presentar…

—Será como una pijamada —interviene su madre.

—¿QUÉ? ¿Dormir juntos? ¿Lo olvidaron? Él me empujó. ¿Y si me asesina mientras duermo?

—Número uno, no va a asesinarte, número dos, no dormirán en la misma habitación, número tres, arruinaste la fiesta de cumpleaños de Abraxas Malfoy, ¿ya te quedó claro?

—Tengo que asistir a mis clases.

—Solo será durante el fin de semana— replica su madre—. No tienes pretexto.

—¿Y si me muero de verdad?

—Entonces haré que tu cadáver acompañe a Draco.

Harry aprieta los labios.

Piensa en positivo, siempre dice Hermione. Enlista las cosas positivas que pueden salir de ese fin de semana.

Una: su madre necesita a los sangre puras de su lado.

Dos: tener un mal currículum con la sociedad mágica no va a ayudarlo a ser el sucesor de su padre.

Tres: ¿Hay una tercera? Su madre cree que esta relación podría mejorar los prejuicios en la sociedad.

—Está bien —dice al tiempo que toma la carpeta—. Lo haré. Pero no prometo nada.

Cedric suspira cansado.


— Representa una completa tortura tener que memorizar esto.

—Enteramente tu culpa. Si cada vez que ves a Draco no surgieran en ti unas ganas inminentes de pelear, otra cosa sería —le dice Ginny. Ella y Hermione están recostadas sobre la cama de Harry, mientras él permanece sentado en el piso—. No te compadezco. Y, de todas formas, Draco se mostró perfectamente educado cuando bailó conmigo. No entiendo por qué empeñarte en que continúa siendo el mismo de siempre.

— ¿Lo acabas de llamar Draco?

—A mí me parece increíble —dice Hermione—. ¿Este tipo de situaciones no son cosas que solo pasan en las películas?

—Concuerdo, es ridículo —dice Harry—. Este papel dice que el plato favorito de Draco es el budín de Yorkshire. ─Hace una expresión de asco─. Si esto es real, Malfoy está más jodido de lo que imaginé.

—En lugar de estarte quejando, deberías memorizar eso —sugiere Ginny.

Harry no tiene mucha disposición para aprenderse esas cosas, pero tampoco hay razón, la mayor parte de lo enlistado ya lo sabe, lo ha leído en los periódicos y revistas muchas veces.

─ Solo tómalo como una misión —Hermione se encoge de hombros—. Como si fuera parte de tu entrenamiento de auror.

Harry resopla.

—No puedo, ya se los dije, Malfoy sigue siendo el mismo imbécil que nos molestaba en Hogwarts.

—No creo. Se ha disculpado y ahora es un joven muy educado —replica Ginny.

—¡Nunca se ha disculpado! ¿Hermione?

—Si, lo hizo, fue... no recuerdo, pero fue después de que murió su padre.

Está sorprendido, Malfoy jamás se ha disculpado con él. Y, además, ¿por qué sus amigas jamás le hablaron de eso?

Frustrado, deja caer la carpeta en el suelo y pregunta: — ¿Qué creen que habrá puesto Cedric sobre mí?

—Hum... —contesta Ginny escéptica—. Deporte favorito: quiddich. Si tuvieran que preguntar por el muggle sería paracaidismo. ¿O alpinismo?

—No necesita mentir para demostrar que soy una mejor persona que Malfoy —dice con satisfacción.

Ginny gira los ojos exasperada.

—Alergias...

—Soy alérgico a Malfoy, espero que Cedric lo haya dejado bien puntualizado.

Hermione sonríe mientras niega con la cabeza.


Es viernes por la tarde y Harry ha llegado al punto de encuentro, Theodore Nott lo está esperando.

Está igualito que como lo recuerda. Serio, callado y con una expresión obtusa, aunque es bastante inteligente.

—Potter, ya estás aquí —dice lo evidente con profundo desagrado. Sabe que lo desprecia porque Draco también lo hace.

Otra verdad inminente, Draco siempre ha sido el líder de su grupo, así como él con el suyo.

—Nott, qué sorpresa —saluda tratando de parecer casual.

—Esto tiene que parecer un encuentro ordinario. Retratarán desde el momento en que se encuentren, hasta en el que se despidan. Para no dejar ninguna duda. Voy a llevarte a donde se encuentra Draco, tienes que saludarlo con emoción, como si realmente te alegrara verlo. Ya hay un fotógrafo allí, así que tienes que interpretar tu personaje desde el primer segundo.

—¿Eres el asistente de Malfoy o algo así? —pregunta con curiosidad.

Theo suspira exasperado.

—Algo así —responde—. Ya estamos aquí.

Y entonces Harry mira a Malfoy volando en su escoba. Cuando el rubio lo ve aterriza. Harry camina hacia él.

—Malfoy.

Draco por su parte, sonríe con los labios apretados, Harry puede leer que no es sincero, pero le devuelve una sonrisa exactamente igual.

—Potter, ¡qué gusto verte! —saluda Draco con sarcasmo. Harry está sumamente resentido por haber sido obligado a hacer esto— ¿sobrio?

—A que no te esperabas tener el alto honor—replica Harry haciendo uso de su imitación de voz ciceante (no quiere presumir, pero cada vez se hace más experto).

—Tan animoso como siempre. —Entrega la escoba a un elfo doméstico y le tiende la mano, pero en lugar de tomar su mano, el moreno lo abraza. Draco se queda tieso.

Se separan y Harry no puede creer que no haya vomitado ya, el perfume de Malfoy es más fuerte de cerca y el aroma es… no describirá eso.

Y en ese momento se escucha el sonido de una cámara que acaba de retratar el encuentro.

Draco se acomoda el atuendo deportivo.

— Preferiría que dejes los saludos efusivos para tu amigo la comadreja.

Harry espera que el fotógrafo contratado traiga un par de orejas extensibles, aunque no serviría de nada, tergiversaría todo para hacer quedar a Malfoy como la víctima.

—Esto es una estupidez —masculla al tiempo que le estrecha la mano al rubio. Tal como tanto desea.

Draco tiene la piel suave, tal como lo imaginó, porque bueno, es del tipo de hombre narcisista que seguramente tiene el tocador repleto de pociones para el cuidado de la piel.

La cámara vuelve a sonar.

Ambos voltean y sonríen a la cámara.

— Desearía que me torturaran, estoy seguro de que sería mucho mejor que esto—dice Draco.

—Seguro que puedo arreglármelas para complacerte.

Harry sonríe más.

—Eso te gustaría, ¿eres sado?

—¿Tú qué crees? —replica Harry.

Y Draco suelta la mano de Harry. Es como si de pronto le hubiera quemado.

—Draco—Theo se acerca—. El fotógrafo ya tiene material suficiente.

Draco asiente.

—Vamos, Potter. Tengo muchas cosas por hacer.

Harry aprieta los dientes, odia que Malfoy le dé órdenes.


El ala este de la mansión es para los invitados. Harry tiene una gran habitación en la casa de Londres, pero esto, es otro de universo.

Draco le ha ordenado a un elfo doméstico que lo acompañe hasta su habitación, donde ya lo estaba esperando su equipaje al lado de una sofisticada cama cubierta por una colcha tejida con hilo dorado.

Sin problema, Harry piensa, unas veinte personas podrían dormir en aquella cama. Resulta obsceno pensarlo.

En el buró hay una pila de papeles. Harry le echa un vistazo, es el acuerdo de confidencialidad que dijo su madre tendría que firmar. No duda, tiene que hacerlo, así que saca su varita y deja su firma mágica.

Echa un vistazo a su alrededor. Todo es antiguo, pero se ha mantenido impecable. Obviamente es obra de los elfos domésticos que no han permitido que la casa se deteriore. Al mismo tiempo, la magia oscura hormiguea suavemente por su piel.

Está dudando si podrá dormir bien en un lugar como este. Donde cualquier objeto que toque podría enviarlo al otro mundo.

De corazón espera que los Malfoy no hayan sido tan mierdillas como para intentarlo.

Harry sale de la habitación en busca de una chimenea. La encuentra al final del pasillo, en un pequeño recibidor. En un momento como este, lo primero que haría es ir directamente a casa, pero su madre ha ordenado bloquearle todas las chimeneas de la casa. No piensa escapar con ningún amigo, porque en cuanto lo vean lo llevarán de regreso —nadie en su sano juicio se atrevería a desafiar a la ministra de magia—, suspira resignado, lo único que tiene permitido es hacer llamadas.

Piensa en llamar a sus padres, pero James está en una misión y no quiere agotar a su madre, que ya tiene muchas cosas con qué lidiar. Piensa también en Sirius, pero no sabe en qué parte del mundo está y si lo podrá contactar.

Entonces decide llamar a Hermione.

Lanza los polvos flu.

—¿Qué tal todo? —aparece la figura de Hermione en la chimenea.

—Raro —contesta Harry acomodándose las gafas—. Todo está repleto de magia oscura. Pero no creo que pueda darte más detalles.

—Oh —exclama Hermione agitando las cejas—. ¿Me siento interesada en analizar esa mansión?

—Por favor. Da escalofríos. Además, he tenido que firmar un acuerdo de confidencialidad gordísimo, no sé qué es lo que Malfoy quiere ocultar.

—¿Será un hijo secreto? O tendrá que ver con la magia oscura—aventura Hermione—. O tiene un hijo secreto que es un mago oscuro gay.

Harry ríe desconcertado.

—¿Has bebido?

Hermione se encoge de hombros mientras ríe. Eso significa que sí.

—Es porque simplemente no quiere que el mundo sepa la clase de imbécil que es —comenta Harry—. Sea como sea, esto es muy aburrido. ─Harry hace una mueca—. No sé si podré soportar estar un minuto más junto a él. Es un odioso insufrible. No entiendo la razón por la que todos se tragaron su imagen de «niño bueno».

Hermione se queda pensativa por un momento y está a punto de decir algo, pero Harry la interrumpe.

—Un momento —dice. Gira la cabeza y nota que Malfoy está allí, recargado sobre la pared con los brazos cruzados, una expresión de desprecio absoluto en su rostro.

Está usando pijama. Lo cual es raro para Harry que nunca lo había visto con otra ropa que no fueran túnicas y trajes formales. Está descalzo y sus ojos se ven cansados.

Él, por supuesto, se queda de piedra, antes de poner la misma expresión. Escucha a su amiga preguntar qué sucede, él voltea para responder.

—Mione, te llamo después. —Corta la comunicación.

Draco endereza su postura.

—Solo vine a confirmar que hayas firmado el acuerdo de confidencialidad —dice con voz ronca y carraspea para aclarar la voz. Esta fingiendo que no escuchó lo que dijo y Harry no tiene energía para discutir, así que finge de igual manera.

—Ah, sí, está en la habitación —responde Harry, se pone de pie inmediatamente—. ¿Lo necesitas ahora?

El rubio niega con la cabeza.

No sabe qué está pensando Draco, es raro que aparezca en medio de la noche usando pijama y preguntando por algo que bien podría pedir por la mañana.

—Entonces... ¿es uno de tus secretos pasatiempos deambular por la mansión a altas horas de la noche?

—Solo cuando no puedo dormir —responde Draco—, que es... siempre. No creí que fueras a estar despierto.

Harry tampoco, pero es comprensible, después de todo está compartiendo techo con su rival de toda la vida.

—¿Has ensayado lo que vas a decir mañana? —pregunta Draco casualmente.

—No lo necesito —responde Harry—. Puedo ser bastante profesional cuando me lo propongo.

—Claro. Es que como te caracterizas por tu gran capacidad de elocuencia.

Harry chasquea la lengua.

—No es como que me vayan a preguntar por el color de los calzones que usas... ¿o sí?

Inesperadamente, Draco sonríe.

—Cierto.

—Aunque si me preguntan por el pijama...

Y mira hacia Draco.

—Igual en mi caso no será difícil. Apuesto a que sueles usar una camiseta cualquiera y un pantalón de algodón de cuadros.

—Hay ocasiones en que no uso nada —dice Harry con orgullo.

Cree ver un ligero rubor expandiéndose en el rostro de Draco, pero no está seguro, pues este ha girado la cabeza y comenzado a mirar alrededor de la estancia.

—Supongo que es verdad, tienes todo controlado.

Harry se ríe.

—Lo puedo apostar. Entonces...

—Te dejo descansar —dice Draco y camina a paso apresurado hacia la salida.

—Tú también descansa...

Draco no se detiene, así que no sabe si lo escuchó o no, pero Harry está muy sorprendido por lo que acaba de decir.


Antes de viajar a Francia, como se tenía previsto, tuvieron que arreglarse muy de madrugada y bajar al salón de invitados de la sala este para someterse a las entrevistas programadas.

Ya había un corresponsal de El Profeta, uno de Corazón de Bruja, incluso de El Quisquilloso, esperando.

Harry se irrita al mirar lo guapo que se ve Draco tan temprano, a pesar de no haber dormido bien. Deja pasar el pensamiento al recordarse a sí mismo que no debería estar pensando en manera positiva sobre el engreído rubio.

Ambos se sientan, un poco mucho muy alejados, pero ante la mirada crítica de Theo y otros asistentes involucrados tienen que recortar esa distancia.

—Actúa como si te cayera bien —susurra Draco discretamente.

Y Harry le sonríe antes de acercarse más y pasarle un brazo por los hombros. Lo que obviamente irrita a Draco, quien tiene que mantener su expresión feliz.

Comienzan las entrevistas y Harry responde lo mejor que puede, agregando en algunas respuestas un poco de sarcasmo porque no puede evitarlo.

Aunque al final no podía recordar ni la mitad de las preguntas, sólo algunas.

— Menciona tres características que describen a Draco.

— Mmm... Rubio, slytherin y sangre pura.

Esa fue fácil de responder.

— ¿Cuándo se hicieron mejores amigos?

— ¿Ya les he platicado sobre el día que salve a Draco? Tengo que contarlo porque desde ese día Draco no deja de agradecerme, a veces es bastante cansado escucharlo.

Claro que tampoco Draco se queda atrás.

—¿Algo que admires de Harry?

—Su increíble capacidad de elocuencia y su inquebrantable voluntad de siempre admitir cuando se equivoca. Son rasgos maravillosos, en verdad.

Inesperadamente, sí que saben coordinarse.


Llegan a Francia alrededor de las once de la mañana.

El clima en esa época del año es frio y Harry tiene sentimientos encontrados al estar en el hospital. Porque, como hijo de la ministra de magia del Reino Unido, pero también como un ser humano que se preocupa por las personas —realmente se preocupa—, está acostumbrado a visitar con frecuencia el pabellón de las enfermedades incurables de magos y brujas. Pero resulta incómodo al estar rodeados de camarógrafos, el ministro de magia de Francia y otras personalidades del lugar.

Como era de esperarse, Malfoy está acostumbrado. Sonríe y posa para la cámara tan naturalmente que a Harry le parece repulsivo. Se pregunta cómo puede ser posible que, ante tantos niños enfermos, Draco pueda pasearse como si estuviera en un parque de diversiones.

Lo que más tarde, cuando se entera que Draco no suele asistir al hospital con tantas personas a su al rededor y mucho menos con camarógrafos a las espaldas, le hace sentir culpable.

—A muchos les parece insignificante, una tontería, pero hay muchos magos y brujas, principalmente menores, que adquieren enfermedades muggles, sobre todo virales, y nosotros no estamos preparados para curarlas. Mi abuelo desaprobó por completo abrir un pabellón para este tipo de enfermedades en San Mungo, así que mi madre sugirió proponerlo al ministerio de Francia. Solo hizo falta un buen donativo y mi encanto para convencerlos y aquí estamos, incluso hay un centro de investigación.

Harry observa a Draco atentamente, en su interior está dudando si es oportuno disculparse.

—Actualmente, estoy trabajando con la ministra —Carraspea y se corrige— con tu madre, para implementar el mismo programa en San Mungo.

Harry se pregunta por qué su madre jamás le habló al respecto. Hace una nota mental de preguntarle la próxima vez que tenga oportunidad.

—En fin, hay varias niñas que han estado aprendiendo inglés, sería bueno que conversaras con ellas. Te las presentaré.

Draco lo lleva al ala de enfermedades muggles más comunes, y lo presenta a un grupo de pequeñas niñas francesas quienes se sorprenden bastante al saber que él es el hijo de la ministra de magia del Reino Unido. Le preguntan cómo es ella, como es vivir con ella, qué hace la ministra cuando no es ministra y Harry está encantado.

Cuando menos se da cuenta, ya han pasado tres horas. Harry se despide de las niñas y se da cuenta que Draco lo ha dejado solo, por lo que comienza a buscarlo. Lo encuentra en una habitación conversando con una niña, una niña squib que en realidad si tiene magia, muy oculta en su interior. Y no han podido ayudarla, por lo que la magia contenida está deteriorando poco a poco su salud.

Draco y la niña están riendo genuinamente, por lo que, intrigado, se oculta sigilosamente y escucha.

No debería hacerlo, lo sabe, pero no puede evitarlo.

Es bastante intrigante.

Además, están hablando en inglés, lo que es una clara invitación a que lo haga.

─El cine mudo, tienes que prestar especial atención a cada escena, analizar los detalles.

La niña se ríe.

─Eres muy aburrido.

─¡QUÉ! ¡El cine mudo es genial.

─¿Si quiera ves cine actual? ─pregunta burlándose de él.

─¡Por supuesto! ─exclama ofendido─. Vi Señales de Amor.

La niña suelta una carcajada que seguro se escucha en todo el pasillo.

─Sabes qué, El señor de los anillos, la adaptación es tremenda joya ─dice Malfoy con una sonrisa.

─¿Verdad? ─dice la niña emocionada─. De eso es de lo que estaba hablando.

Mientras la conversación continúa, Harry está que no puede creerlo.

¡MALFOY ESTÁ HABLANDO DE CINE MUGGLE!

Y no, esta vez no está intentando convencer al mundo, porque no hay nadie más que ellos dos.

Y se están divirtiendo.

Y Malfoy es amable, incluso divertido.

Y Harry no sabe qué pensar al respecto.

Porque, en privado, Malfoy debería ser egoísta, arrogante y frío.

Bastante conmocionado vuelve por donde vino y espera a que Malfoy termine su conversación.


Harry pasa el resto del día en silencio.

Lo que es bastante confuso para Draco, quien no ha podido sentirse tranquilo desde que salieron del hospital. Potter siempre está hablando, está renegando o burlándose, como sea, no es bueno que esté tan callado.

Eso lo poner nervioso.

No sabe cómo actuar ante un Potter mudo.

—¿Esta vez qué es lo que te ha ofendido? —Se aventura a preguntar cuando ya están en la casa Malfoy de París, no es tan ostentosa como la mansión, pero sigue siendo más grande que la casa de los Potter.

Potter parpadea, como si despertara de un trance y lo mira fijamente.

Eso, por supuesto, lo pone más nervioso.

—¿Desde cuándo te interesan las cosas muggles?

Draco se confunde por un momento. Hasta que recuerda que estuvo hablando con Nadina sobre su cine favorito.

—¿Nadie te enseñó que escuchar conversaciones ajenas es una grave falta de respeto?

—Lo dice el que ayer escuchó mi conversación con Hermione.

Potter tiene un punto, así que decide responder la pregunta.

— Me han interesado desde que escuché a Sirius Black hablar de su motocicleta. ¿La has visto?

—Es genial —acepta Harry con una gran sonrisa.

—Fue por error. Lo escuché a él y al tío Regui hablar de eso y tenía curiosidad. Desde entonces me escabullí varias veces a la casa Black y visitaba la habitación de Sirius en secreto. Dejó muchas cosas interesantes. Obviamente no podía dejar que se enteraran mis padres y mucho menos el abuelo. —Se encoge de hombros—. Después, cuando tuve la posibilidad de hacerlo, comencé a visitar el mundo muggle de vez en cuando. —No sabe por qué le contó todo eso a Potter, solo ahora se da cuenta que fue muy imprudente.

Harry por su parte permanece escuchando atentamente. Implícitamente entiende que Malfoy le está revelando un secreto muy importante.

Al día siguiente, las actividades obligatorias con Potter se han terminado. Sería estúpido negar que se siente decepcionado. Lo que más había deseado —pasar un poco de tiempo junto a Harry sin que terminaran peleando—, al fin se ha hecho realidad, pero no se siente feliz, al contrario, siente un fuerte vacío en el pecho.

—Bien, Potter, este es el adiós.

El pelinegro sonríe y niega con la cabeza.

Cuando Draco le ofrece la mano para despedirse, Potter la toma, pero entre ambas palmas irrumpe un pedazo de papel.

Draco se desconcierta, pero no alcanza a decir nada, Potter ya se ha ido.

Se apresura a abrir el papelito, hay un mensaje escrito con la letra torcida de Potter.

Supongo que tienes un teléfono y si no, consigue uno.

Y un número de telefónico está apuntado justo abajo.