–Podemos ser una familia de nuevo, madre...
Su cabello era negro azabache con ondas que se hacían concéntricas en las puntas, pero ahí terminaban las similitudes con su padre. El resto de sus rasgos lo delataban como un Al Ghul de pura cepa: Sus iris de color miel, piel morena de tonos claros y ojos rasgados. Su rostro presentaba rastros de una sombra de barba puberta.
Era de altura promedio. Aunque un par de centímetros más alto desde la última vez que Talia lo vio, y probablemente seguiría creciendo, ya que solo tenía diecinueve años), para ella siempre sería su pequeño... Su pajarito, su habibi.
Damian se presentó en la entrada del penthouse un lunes. Había estado sentado esperando en el pasillo. Con su mano izquierda ligeramente extendida, pasaba una pequeña ficha dorada de dedo a dedo.
Talia había estado hablando por teléfono con un pez gordo de la junta de directores de Lexcorp, cuando levantó la mirada y vio a su hijo allí en el piso del corredor. Mantuvo la compostura lo suficiente como para colgar la llamada, siempre manteniendo el contacto visual con su hijo.
–Es curioso realmente, en rehabilitación te dan una chip, pero no te dan salsa – Bromeó el joven para sacarle un poco de peso a la situación. Nunca había sido demasiado bueno con las situaciones sociales.
Se levantó cuidadosamente del piso sin usar sus manos. Talia lo seguía mirando cuidadosamente, como si fuera un ciervo a riesgo de salir corriendo ante el menor ruido.
–T-te...dejaste el cabello largo– comentó ella después de un silencio incómodo de casi un minuto.
Idiota, por supuesto que si lo hizo. No se fue de vacaciones…
Damian miro vergonzosamente al piso, parado enfrente de su madre. Con una timidez poco característica de él le ofreció una pequeña moneda dorada. De refilón ella pudo ver que tenía grabada la leyenda: "Tres meses de sobriedad".
–Podemos ser una familia de nuevo, madre…
La expresión de sorpresa en la cara de la CEO de Lexcorp se hizo evidente. Un millón de pensamientos se le pasaron por la cabeza al mismo tiempo. Un montón de emociones la sobrecogieron de manera exhaustiva.
Familia…de nuevo.
Talia apenas pudo contenerse de romper en llanto antes de abalanzarse sobre él y abrazarlo como si su vida dependiera de ello.
Damian se permitió derretir en el calor del tacto de su madre. Ella le acariciaba la mejilla suavemente mientras le decía una y otra vez lo orgullosa que estaba. El chico de diecinueve años, usualmente estoico como su padre, derramó un par de lágrimas también.
–Entra, tenemos mucho de qué hablar...
Damiam se acomodó en el sillón de la sala de estar. No sabía qué hacer con sus manos ahora que su madre tenía el único recuerdo de su larga ducha con la adicción. Talia había insistido en conservar la ficha como prueba de que su hijo podía superar cualquier adversidad que la vida le impusiera.
El penthouse de Talia no había cambiado mucho en los meses que el joven había pasado hospitalizado. Su madre nunca fue minimalista con los detalles; El piano de cola de su tía Nyssa se encontraba en una esquina, al lado de la puerta de entrada; la alfombra de terciopelo rojo proveniente del Cairo, de los días de universidad de Talia, descansaba en el piso como una fiera dormida; había todo tipo de espadas curvas y lanzas colgadas en la pared (excepto en la pared que daba al este, que tenía un ventanal enorme que se extendía hasta un tragaluz en el techo.) y un montón de plantas de hojas verdes por donde se mire.
–Pajarito,– Le decía Talia mientras se servía té en una taza de porcelana. –No sabes cuanto me alegra que hayas encontrado tu camino a casa...
Damian asintió cálidamente y le sonrió con tristeza. –¿Realmente creíste que me rendiría tan fácilmente? Soy vástago de una larga tradición de inmortales…– se cruzó de brazos con un orgullo casi infantil.
Talia revoleó sus ojos tiernamente y lo miró con cariño.
–Oh Habibi, nunca perdí la fe en ti...pero hubo momentos en que tu adicción se volvió muy difícil de soportar...–Admitió Talia, su voz bajando unos cuantos decibelios.
La sonrisa de Damian se desvaneció y la miró seriamente a los ojos. –Sufriste demasiado madre, nunca quise causarte tanto dolor...ni tampoco a padre...
Talia contuvo las ganas de dejar escapar un sollozo. La mera mención de Bruce Wayne aún le causaba duelo en el pecho. Damian bajo la mirada cuando se dio cuenta de lo que le provocaba a su madre con sus palabras pero luego no pudo contenerse en preguntar:
–¿Habló de mí? ¿En sus últimos momentos?
Ella sacudió su cabeza y rió con nostalgia y tristeza en sus ojos
–Ay, Damian, claro que sí... Él quería más que nada volver a sostenerte en brazos y decirte lo mucho que te quería ... hasta su último suspiro esperaba que entraras por la puerta...
El hijo del caballero oscuro siguió mirando al suelo. Parecía genuinamente avergonzado por su comportamiento y sus decisiones. –Fui un cobarde... debería haber ido al hospital y decirle todo lo que sentía por él…– Luego de un minuto se secó un par de lágrimas con la manga de su chaqueta.
Talia le sonrió dulcemente. – Oh mi amor, no hay nada que hubieras podido hacer en la condición en la que estabas y además...– pauso un segundo– él ya lo sabía...
Damian apretó sus puños con tanta fuerza que podrían haber sangrado. Talia extendió sus manos y sostuvo las de su hijo. Él se forzó a mirarla a los ojos. Talia lo besó en la frente.
–Pero ya está en el pasado, mi amor...ahora estás bien. ¿Verdad?
Damian asintió. Talia le acarició los brazos con ternura y con sutileza le corrió las mangas de la chaqueta Todavía tenía cicatrices a flor de piel causadas por una navaja.
Damian miró a sus zapatos.
–No me he cortado en seis meses..
.Talia le dio otro beso en la frente.
–Cuando padre murió, esa noche yo...pensé en seguirlo...en unirme a él donde sea que esté...
La mujer estaba horrorizada pero mantuvo su expresión neutra.
–¿Qué te detuvo?– preguntó Talia con un murmuro.
Damian contuvo las lágrimas.
–Tú...– Respondió simplemente el joven. –Sabía que no me lo perdonaría, si te dejara sola en este mundo...
–Eso es muy dulce de tu parte, pajarito...–Talia miro al piso de repente. –Cuando te encontramos en tu habitación, completamente fuera de sí y afectado por esas horribles sustancias, creímos que te perdíamos para siempre
Talia se balanceaba lenta y nerviosamente en la silla del hospital. Su vista se mantenía en el rostro entubado de su único hijo. El rostro de la mujer permanecía estoico, casi congelado en el tiempo.
Bruce, en cambio, luchaba por contener las lágrimas; sus ojos rojos por el esfuerzo que eso requería. Caminaba de un lado al otro con tanta ímpetu que podría haber hecho un agujero en el piso.
–Soy un idiota, un completo imbécil.
Bruce Wayne repetía eso, la otra opción era gritar de lo angustiado que lo ponía la situación. Su hijo menor, Damian, había tenido una sobredosis con éxtasis.
El millonario se había ofrecido a pasar a buscar a su ex esposa a Metrópolis para ir a sorprender a Damian antes del receso de Invierno. Batman no veía a su hijo desde Hanukkah . El chico había empezado a estudiar música y artes dramáticas en la Universidad de Julliard en Nueva York. Era un viaje de dos horas en auto desde Ciudad Gótica.
La puerta de su dormitorio en el campus estaba entreabierta, la luz estaba apagada…
Y Damian estaba tendido en el piso con una caja de píldoras rosas tirada junto a él.
Talia seguía con la mirada en las frías máquinas que mantenían a su hijo con vida. No podía concebir, y mucho menos empezar a procesar lo que había sucedido. Se preguntaba para sus adentros qué hubiera pasado si no lo hubieran encontrado a tiempo. Pero rápidamente sacudió la cabeza para sacarse el pensamiento como una mala hierba del pasto.
–Talia, di algo por favor...– La voz de Bruce la sacó de su trance. La mujer siguió viendo a la camilla del hospital donde yacía su hijo, inconsciente.
Rápidamente se cubrió el rostro con una máscara de frialdad, el último mecanismo de defensa que aún le quedaba.
–La doctora Thompkins estará aquí pronto. Controlate, detective…– le dijo con veneno en su tono.
Hubo un tiempo en el que ella hubiera llorado a mares hasta quedarse sin voz, donde se hubiera dejado caer sin dudas en los brazos de Bruce para sentirse mejor bajo una situación tan desesperada. Pero una parte retorcida de ella culpaba a su ex marido por el estado actual de su hijo.
¿Cómo pudo no verlo venir? El mejor detective del mundo mis polainas...
–¿Cómo puedes ser tan cruel?...Después de todo lo que hemos pasado...sabes que siempre quise lo mejor para Damian...
–Ja!...¿es por eso que solo lo ves en las festividades?– Rio con ironía triste. Aunque ella tampoco estaba compitiendo para ser la madre del año, por lo menos ella se molestaba en llamarlo.
Bruce paró y frunció el ceño por un segundo, pero sorprendentemente su cara se volvió triste de repente. Lo que le causó curiosidad a la mujer.
–¿Qué es lo que no me estas diciendo?– Lo interrogó ella.
Bruce parecía que se estaba debatiendo algo internamente. Luchó por no hablar hasta que se rindió.
–Talia...yo...yo...
Y allí fue cuando las palabras del murciélago salieron rápidas y atolondradas de su boca. Fue tan repentino que hubo algunas oraciones enteras que Talia no entendió. Pero las palabras que sí pudo procesar resultaron ser las más cortantes:
Fase III
Terminal
Tumor
Talia se quedó en shock por unos segundos, como si la hubieran cubierto con un balde de agua fría. Sacudió la cabeza mientras sus ojos enrojecían.
–No...
–Lo siento mucho, Talia... de verdad yo...– no pudo terminar la oración.
La tensión se sintió en el aire por la larga pausa entre la ex-pareja-
–¿Cuánto tiempo?...¿Cuánto tiempo te queda?
–Unos meses...
Talia sintió que le estrujaban el corazón. Apretó los puños y luego se cubrió la cara con las manos.
–¿Es por eso que no te comunicabas con nosotros? Por esa ridícula tendencia que tienes a enfrentarte a todo por tu cuenta…
–Necesitaba tiempo para enfrentarlo, para poner mis asuntos en orden…Talia yo… eso es lo que hago…cuando una situación que no puedo afrontar se presenta yo…termino alejando a las personas…
Talia siguió ocultando su rostro.
–No quiero irme de este mundo sin haber reparado mi relación con ustedes…
Talia se quedó con la mirada perdida por unos segundos. El recuerdo de su difunto ex-esposo todavía era una herida abierta e infectada. Sacudió la cabeza y se forzó a sonreírle a su hijo.
Aún tenían mucho que discutir y cosas que poner en orden pero por ahora, disfrutaría el momento con su pajarito.
