Algunas veces el Amor es…

Por: Escarlata

Precure pertenece a Toei, el plot es mío.

Parte 11 El Rescate

Era como si la tierra se hubiera tragado a Honoka.

Amigos y familia la buscaron por toda la ciudad, pero lo último que se sabía de ella fue que estuvo en el mercado de la ciudad, todos tenían el dato exacto de cada uno de los sitios por los que pasó. La chica se fue del mercado y desapareció exactamente en el tramo entre el mercado y la calle principal que siempre recorría camino a casa. La ruta de costumbre.

Habían pasado tres días desde entonces y Nagisa la buscaba hasta debajo de las piedras.

"Honoka…" La guerrera se recargó en el muro de una casa. No había ni rastro de su futura esposa. Sintió ganas de llorar, pero si lloraba no lograría nada. "¿No pueden sentirla, Rayitos?" Preguntó a sus pequeños Espíritus acompañantes y estos brillaron por unos segundos. Nagisa no lo sabía pero los Espíritus trataban de localizar a los acompañantes de Honoka. Sin éxito. "No debe estar muy lejos, ¡esos tipos del Consejo deben saber algo!"

Todos sospechaban que el Consejo tenía algo que ver con la desaparición de Honoka, pero estos dijeron que no sabían nada e incluso cada uno de los miembros dispusieron personal para ayudar en la búsqueda, sin resultado hasta el momento. Se incluyeron Guardias Reales por órdenes del Rey, sin contar que los vecinos armaban sus propias patrullas de búsqueda, los Yukishiro eran una familia muy estimada en la ciudad.

"Honoka, ¿dónde estás?" Murmuró una triste Nagisa mientras miraba su anillo. "No estás lejos, ¿verdad? Tenemos que casarnos", se frotó el rostro con fuerza. "No puedo creerlo…"

Estuvo a punto de llorar, pero una mano en su hombro la sacó de su triste trance. Era Shougo. Nagisa se limpió el rostro para componerse.

"No has ido a casa, la abuela está preocupada y necesitas comer", dijo el soldado con suavidad. Era normal que Nagisa no se quedara quieta luego de lo sucedido, pero tampoco era sano que siguiera así.

"Comeré y descansaré con Honoka cuando la encuentre", respondió Nagisa con dureza.

"Si Honoka ve que te descuidaste mucho en sólo tres días, te va a regañar", Shougo trataba de mantenerse animado.

"¡Pues quiero encontrarla para que me regañe!" Exclamó Nagisa con furia, misma que se fue casi de inmediato al darse cuenta que le había gritado al soldado justo en la cara. Bajó el rostro, apenada. "Lo siento".

"La encontraremos, Nagisa, te lo prometo", fue lo único que pudo decir el chico mientras animaba a Nagisa a caminar. "Vamos con la abuela, come y podrás seguir. Necesitamos energía para encontrarla".

Un vistazo más a Shougo fue suficiente para que Nagisa se percatara de algo: los ojos del soldado mostraban que tampoco había dormido, su gesto parecía calmado pero no lo estaba, claramente seguía preocupado por la chica a la que consideraba su hermana menor y por la que estuvo dispuesto a todo para protegerla. Nagisa no era la única preocupada por la suerte de Honoka. La guerrera asintió débilmente y obedeció.

"Todos dicen lo mismo, Honoka siguió la ruta de siempre de regreso a casa y simplemente desapareció", comentó Kento durante la hora de la comida en casa de los Yukishiro. Lo mejor era dejar de buscar al azar y saber si había algo que estaban pasando por alto. Honoka no pudo desaparecer como si nada, no en un sitio tan concurrido.

"Quizá se le acercó alguien a quien conocía", supuso Shougo mientras comía con prisas.

"Los vecinos de la zona dicen que no vieron nada raro, incluso unas señoras la saludaron y dijeron que Honoka no se quedó a conversar con ellas como de costumbre, les dijo que tenía que volver pronto a casa", dijo Nagisa. Comía pero sin realmente preocuparse por lo que se llevaba a la boca. Miró a la abuela. "¿Usted está bien?"

"Sí, lo estoy", Sanae estaba igualmente preocupada, pero no tan asustada como los demás. "Sé que quizá esto no los tranquilice del todo, pero sé en mi corazón que Honoka está bien. Debemos encontrarla, pero confío en que en estos momentos se encuentra bien".

Nagisa comprendió de inmediato lo que quería decir la abuela. Honoka tenía una afinidad increíble con los Espíritus y seguramente estos no dejarían que nadie le hiciera daño. Debía confiar en eso. Respiró hondo y asintió a la abuela, sonrió con ánimos recuperados.

"Iremos a mi pueblo por mi cumpleaños, Honoka nunca llega tarde a ningún lado", comentó la guerrera y todos en el comedor sonrieron.

"De acuerdo, tenemos marcada la zona donde ella debió desaparecer, debe haber algo que se nos está escapando…" Kento terminó de comer y bebió agua, no dejaba de pensar. "Es una calle estrecha, sólo pasan caballos, no carrozas".

"Quizá alguien a caballo se la llevó", supuso Shougo y de inmediato desechó la idea. "No podría pasar desapercibido".

"¿Y si fue Honoka la que se desvió del camino?" Preguntó Nagisa en voz alta. "Todas las salidas y entradas de la ciudad quedaron vigiladas en cuanto dimos el aviso de que Honoka desapareció esa misma noche", continuó la guerrera. "Ella debe seguir en la ciudad". Una ciudad grande, por cierto.

"Quizá algo llamó su atención, la sacó de la ruta de costumbre, y en ese momento alguien la capturó", continuó Shougo y sonrió con ánimos. "Sólo tenemos que dividirnos en esa calle y buscar los caminos alternos que no llevan a la calle principal".

"Encontraremos alguna pista si hacemos eso", Kento se puso de pie. "Si ya terminaron de comer, vamos, aún tenemos luz de día".

"¡Sí!"

Nagisa engulló el resto de su comida, le dio las gracias a la abuela Sanae y salió corriendo. Entre la seguridad de que Honoka estaba bien y que ya limitaron una zona posible de búsqueda que no la hiciera voltear cada piedra de la capital, tenía los ánimos en alto. "Vamos a encontrarla, amigos", le dijo a sus pequeños acompañantes y estos la llenaron de energía. Iban a encontrar a Honoka.

~o~

"Señorita Yukishiro, ¿cómo se encuentra en su tercer día de encierro? Sin luz de sol, sin agua, sin comida… Podemos tenerla aquí todo el tiempo que queramos, ¿está consciente de ello?" Dijo el jefe del Consejo con voz amenazante. No quería demostrar que estaba sorprendido que la chica incluso tuviera energía para repelar.

"Lo único que me alegra saber es que ya dieron la cara y mostraron lo que realmente son, pero no creo que los perdonaré por haber lastimado a un pobre perro para llamar mi atención", respondió Honoka, seria.

El encierro no la estaba drenando tan rápido como ellos creyeron y eso los enfureció. Se encontraban en una caverna subterránea que servía de bodega. Olía a queso, no de la mejor calidad, por cierto. Era una bodega subterránea de quesos

"¿Ya se cansaron de jugar? Ustedes fueron lo que comenzaron con el asunto de los duelos".

"¿Sabe que podríamos matarla en cualquier momento, señorita?" Otro de los presentes trataba de mostrarse amenazante.

"Si me matan, no habría nadie más que pudiera heredar los contratos de mi familia, podrían deshacerse de los ayudantes, mi abuela no sabe de negocios", la chica se encogió de hombros. "Sería cuestión de tiempo para que convenzan al Rey de dejarles los contratos a ustedes, no veo por qué no lo han intentado", sonrió. "A éstas alturas, mis poderes ya es lo que menos les importa, ¿verdad? No pueden tenerlos, no pueden obligarme".

¿Acaso la chica no sentía siquiera una sana dosis de miedo y auto-preservación? ¡Los había estado retando desde que despertó en su encierro! ¡Tan sólo encerrarla necesitó más de seis hombres porque los Espíritus la protegieron! Para atraparla llamaron su atención con un perro que ellos mismos hirieron y dejaron cerca de su ruta a casa.

"¡Ya no estamos para juegos, mocosa! ¡Firma los documentos dónde nos cedes el control de los Contratos y no mataremos a tu abuela!" Exigió el primero, ya harto.

"¿Quieren que llore y les pida que no se acerquen a la mujer a la que nunca nadie debería molestar?" Honoka suspiró de aburrimiento. "Háganlo, quizá la entretengan".

Los presentes gruñeron. No podían dañar a la chica, los Espíritus la protegían. Ya había temblado un par de veces y la caverna amenazaba con derrumbarse en sí misma ante la más mínima provocación. Acercarse mucho a ella era complicado, debían mantener la distancia.

"¿Y acaso no te preocupan tus amigos y tu futura esposa?" Preguntó otro de ellos. Trataban de quebrarla con amenazas ya que no podían tocarla, pero la chica era dura.

El líder del Consejo negó un par de veces y miró a Honoka con dureza. "Quizá debamos llamar a un Sacerdote Espiritual. Someteremos a los Espíritus que te acompañan y te protegen, así aprenderás a comportarte".

Eso ya sonaba serio, pero Honoka no debía ceder ante esos tontos, no cuando sólo debía dar tiempo a que la encontraran. "Cualquier sacerdote que se preste a sus juegos, será vetado de la Orden y bloquearán sus poderes. Seguramente debe haber alguno por ahí que tenga el corazón sucio como ustedes, pero todos saben que los Espíritus no suelen prestarse a los caprichos de los humanos y pueden irse cuando quieran, pueden abandonar al humano cuando ya no se sienten cómodos", se encogió de hombros. "No sé si alguno se quiera arriesgar a perder a los Espíritus que les asegura fortuna y respeto".

La chica era terca, era lista, era frustrante. Más de uno tenía ganas de abofetearla pero no podían acercarse a ella, los hombres que la capturaron no murieron pero tampoco pudieron sostenerla tanto tiempo incluso cuando la chica no tenía la fortaleza física para oponer resistencia. Por suerte esa caverna donde la tenían cautiva estaba cerca.

"Entonces quizá debamos dejarte aquí encerrada un par de días más, señorita, sin comida, ni agua ni luz", cualquier amenaza servía, ¿verdad? "Veamos cuánto resistes", porque no lucía deshidratada todavía.

"Estaré aquí esperándolos cuando me quieran visitar nuevamente", fue la tranquila respuesta de Honoka. Se acomodó contra el muro, como recostándose, y cerró los ojos. "Además prefiero morir de hambre a probar cualquier cosa que tengan aquí abajo reposando, es producto de baja calidad y no sé cómo se atreven a venderlo".

Uno de los hombres tomó una piedra grande del suelo y, culpa de la frustración, se la lanzó a la chica. Lo siguiente que pasó fue un pequeño relámpago que hizo pedazos la roca antes de tocar a Honoka. Ésta ni siquiera abrió los ojos. No podían hacerle nada, los Espíritus estaban protegiéndola.

Lo mejor era retirarse, no sabían hasta dónde llegaba el alcance de su poder espiritual. Ya no podían retroceder, no podían dejarla ir ni entregarla a la Orden Espiritual, lo mejor era dejarla encerrada hasta que se debilitara. Tendrían que recurrir a algún Sacerdote confiable que no fuera a denunciarlos ante la Orden y el Rey. Aún tenían tiempo.

Apenas se vio sola, Honoka respiró hondo. El aire seguía viciado pero podía respirar bien, la oscuridad no le molestaba pero ya no sentía los brazos por tenerlos levantados y encadenados al muro, el estómago le dolía por el hambre y a saber si podría estar así un par de días más, sentía la garganta seca, el agua que escurría desde arriba y que podía lamer del muro era apenas suficiente para no deshidratarse. Debía resistir.

"Nagisa vendrá pronto, lo sé, ella encontrará las pistas que dejé", le dijo a sus amigos y sonrió. "Tenemos que casarnos, viajaremos juntas, haremos muchas cosas y… Quién sabe, quizá en unos años hagamos una familia", dijo, sonrojándose y sonriendo cual quinceañera enamorada. "Adoptaremos niños si ella quiere, pero eso ya lo hablaremos en su momento".

Escuchó a sus pequeños amigos darle ánimos. El poder que tenía Honoka le permitía bendecir la tierra, su poder era para revitalizar la naturaleza, no para destruir, además eso la dejaba desgastada y vulnerable. No era como si pudiera destruir la caverna o manipular algún otro elemento que no fuera un rayo, no podía hacer nada para liberarse, sólo protegerse. Debía protegerse a sí misma hasta que la encontraran.

Sonrió pese a su complicada situación.

"Podrás encontrarme, Nagisa, lo sé", murmuró Honoka y movió los dedos de sus manos para combatir la sensación de adormecimiento. No tenía su anillo puesto.

~o~

Ya eran cuatro días desde la desaparición de Honoka. Nagisa revisó una vez más la zona donde todos intuían que Honoka se desvió. Anduvo entre casas y pequeños parches de hierba local, flores y árboles de los tantos que adornaban y daban vida a la ciudad. Mientras buscaba sin saber exactamente qué quería encontrar, escuchó un llanto claramente animal. ¿Eso era un perro?

"¿Uh? ¿Qué te pasó, pequeño?" Preguntó una preocupada Nagisa al ver a un hermoso perro de pelaje del color del trigo. El can de tamaño considerable estaba bajo un árbol, entre unos arbustos, tenía sus cuatro patas heridas y no podía moverse. "Pobre amiguito", dijo con pena. "No te preocupes, te llevaré con un veterinario", mientras buscaba la manera de sostener al animal sin lastimarlo más de lo que ya estaba, al acercarse notó que el perro se ponía en guardia, como protegiendo algo. "Hey, no te haré daño, sé que tienes miedo y debes sentir dolor, pero pronto estarás bien, te lo prometo".

De nuevo intentó acercarse y vio algo en el suelo, bajo el pecho del perro. Un blanco destello que le hizo saltar el corazón. ¡Era el anillo de Honoka! De inmediato lo tomó. Miró al perro herido y luego el anillo. Honoka pasó por ahí, ¡ella estuvo ahí! Sonrió.

"Te llevaré al médico, lo prometo, pero deja que revise un poco más los alrededores, ¿sí?"

Buscó en los alrededores y encontró un papel grande con el que los carniceros envolvían la carne, fácil de saber por las manchas de sangre y grasa, además estaba a unos cuantos pasos de distancia del perro. Más allá vio algo tirado: una zanahoria que ya había sido atacada por las aves y ratones locales. Avanzó un tramo más en la misma dirección hasta otro parche de vegetación y había otra zanahoria, luego encontró una papa, siguió encontrando verduras en las zonas con flores. ¡Todos esos eran los ingredientes del estofado de carne! Esas eran las compras de Honoka de aquel día, ella le prometió cocinar la cena, lo recordaba claramente.

"Pasó por aquí", murmuró Nagisa y regresó corriendo con el perro. "Y tú te comiste la carne, ¿verdad, amigo? Además protegiste el anillo de mi Honoka" Sonrió con recuperados ánimos y cargó al perro con firmeza. El animal chilló por culpa del dolor pero pronto se calmó. "Te llevaré al veterinario y luego buscaré a mi futura esposa, si ella te vio así y se acercó a ti, seguramente querrá saber que estés bien".

Luego de dejar al animal en el veterinario, fue corriendo con los Fujimura y a partir de ahí se pusieron a rastrear. El rastro de verduras iba en una sola dirección: al Este de la ciudad. El final del rastro fue la canasta vacía que fue lanzada a un costado del camino. Lo más llamativo de la zona era que no muy lejos había un área de almacenes donde se guardaban quesos, carnes ahumadas y vinos que debían reposar más tiempo.

"Aquí se suele guardar mercancía para pedidos grandes", explicó Kento y frunció el ceño. "¿Cómo no lo pensé antes?" Se palmeó la frente. "Muchas de éstas bodegas son propiedad de los negocios de algunos miembros del Consejo".

"¡Entonces Honoka debe estar por aquí!" Exclamó Shougo con alegría.

"Hay que dividirnos, quién sabe si estén vigilando", continuó Kento y estuvo a punto de darles más indicaciones, pero de repente Nagisa ya no estaba. Se fue por su cuenta. No la culpaba. "Revisa por esa zona, hijo, ten cuidado".

"¡Sí!"

Por su lado, Nagisa era consciente de que ya no encontraría ninguna otra pista, así que estaba por su cuenta. Muchos de esos almacenes estaban cerrados, eran propiedad privada después de todo. Sabía que las patrullas de búsqueda pasaron por esa zona, pero sin una pista concreta, era normal pasar de largo sitios que ya habían revisado. Tomó aire de manera honda y miró los alrededores.

"Necesitaré su ayuda, chicos", dijo la guerrera a sus pequeños acompañantes y estos soltaron algunas chispas. "Si me concentro como ella me enseñó, ¿creen que puedan escuchar a sus amigos?" Se miró las manos un momento. "Cuando medito con ella, puedo sentirla de una manera más allá de… Bueno, de sólo tomarnos las manos, o abrazarnos o…" Se puso roja. "Besarnos", se aclaró la garganta. "Intentémoslo, ¿de acuerdo?"

Buscó un sitio adecuado para meditar, era la primera vez que lo haría totalmente por su cuenta y sin la asistencia de Honoka. Incluso cuando no meditaban juntas y Honoka sólo la guiaba, era capaz de percibirla de esa manera que no sabía explicar, pero que era tan real y gentil como la brisa fresca que acariciaba su piel en ese momento.

"¿Dónde estás, Honoka? Anda, dinos…" Murmuró Nagisa y se recargó en el muro de una de las construcciones mientras cerraba los ojos y calma su respiración. Concentración y relajación, esa era la clave de la meditación. Había hecho ese ejercicio decenas de veces con Honoka, podía hacerlo sola, debía hacerlo si quería encontrar a su futura esposa. "Tenemos muchos planes, dime dónde estás…"

Mientras, en su encierro, Honoka mantenía los ánimos en alto ante la visita diaria de los miembros en turno del Consejo. Unas antorchas dieron suficiente luz para poder verse mutuamente. Pese a que era notorio que la chica estaba siendo afectada por el encierro, eso no bajaba su animosidad. Seguía teniendo la misma boca desafiante.

"¿Ya estás lista para cooperar, jovencita?" Preguntó uno de ellos. "Eres admirable y estamos dispuestos a hacer un pacto justo contigo mientras te portes bien".

"No, gracias", fue la simple respuesta de Honoka mientras alejaba su mirada. Su respiración era ligeramente pesada, como si la cantidad de aire en la cueva se hubiera reducido en las últimas horas. Quizá ellos estaban cubriendo las entradas de aire. "Por cierto, yo que ustedes revisaba los quesos, algunos tienen un aroma que no deberían tener y no podrán venderlos".

Los sujetos enfurecieron.

"¡Entonces te quedarás aquí toda la semana! Veamos si sigues tan graciosa luego de eso", gritó otro de ellos y se retiraron.

Honoka se quedó a oscuras. Su situación no era ideal, estaba sucia, hambrienta, sedienta y a momentos hacía todo lo posible para sopesar el dolor de los repentinos calambres que le atacaban la espalda y el pecho por culpa de la incómoda posición; ya casi no sentía los brazos. Era complicado respirar.

"No van a impedir que me case con la mujer que amo", murmuró Honoka, respiró hondo y comenzó a mover los dedos para animar a su cuerpo a que llevara sangre a sus brazos y manos. "Además ya casi es su cumpleaños, no pienso perdérmelo". Respiró hondo, sentía el tórax adolorido y por un momento quiso toser, pero resistió. Toser haría todo peor. "No sé si voy a resistir la semana, pero tengo que darle alguna pista a Nagisa", cerró los ojos. "Ayúdenme, por favor. Sé que ella debe estar cerca".

Antes de que su cuerpo comenzara a brillar, una inesperada descarga eléctrica la hizo respingar. Eran sus pequeños amigos que no querían hacer lo que ella tenía planeado. Le dijeron el porqué.

"Sé que me voy a agotar y quedaré más débil, pero necesito lanzar una pista más", la chica sonrió. "Confío en Nagisa y ustedes también, por favor, ayúdenme".

Los pequeños Espíritus accedieron y permitieron que Honoka meditara y se concentrara. Poco a poco el cuerpo de la joven brilló de manera débil. Estaba concentrándose en los Espíritus que tenía alrededor, todos se dejaron llevar por el gentil llamado de Honoka. Los espíritus del Rayo se condensaron en una esfera de luz del tamaño de la llama de una vela. La caverna tembló ligeramente y la pequeña esfera de luz salió disparada por la grieta que era por donde escurría el agua que Honoka bebía y de la que prefería no pensar en su origen.

"Esto debe bastar", murmuró Honoka, agotada y notando que ya no caía agua, debió desviarse a otro lado por culpa del temblor, Ahora sólo le quedaba esperar y resistir. "Nagisa…"

Mientras, en la superficie, Nagisa se reunió con los Fujimura. Ellos revisaron en otros almacenes pero no vieron nada raro, sólo quedaba la zona que Nagisa aún no terminaba de revisar, ¡la sentía tan cerca! Pero no pudo ver nada por las ventanas. No era como si pudieran entrar a la fuerza, ¡además eran muchos almacenes!

"Necesitamos ayuda de la Guardia Real para obtener un permiso y revisar todo el lugar", dijo Kento, consternado.

"El problema es que necesitarán avisar a los dueños de todos los almacenes", dijo Shougo de inmediato. "Si los del Consejo están inmiscuidos como bien sospechamos, pueden mover a Honoka de lugar. Podrían aprovechar la confusión para llevársela más lejos".

Padre e hijo seguían analizando sus posibilidades cuando Nagisa percibió algo que la hizo sobresaltarse, rápidamente buscó con la mirada en los alrededores y lo vio: Una chispa pequeña pero brillante a no mucha distancia que se levantó un par de metros del suelo, antes de brillar más fuerte y apagarse. Esa luz… "Es ella", murmuró Nagisa mientras su sonrisa crecía y echaba a correr en dirección a donde apareció la chispa. Los Fujimura la miraron con confusión y de inmediato la siguieron. "¡Ella está aquí!"

"¿Segura?" Preguntó Kento.

"¡Sí!"

"¡Iré por la Guardia Real! ¡No dejaremos que los culpables escapen!" Dijo Kento y regresó propiamente al centro de la ciudad, necesitaba más soldados para hacer el arresto de manera inequívoca y segura.

La guerrera y el soldado asintieron y la primera guió el camino de ambos. Había más almacenes, unos parecidos a casas y algunos del tamaño de un granero que habían revisado el día anterior pero sólo por fuera. Honoka no estaba en ninguno de esos sitios. Nagisa revisó el suelo desde donde calculó había salido el destello. Había un enramado de grietas donde podría entrar un dedo, parecía ser profunda. La revisó y estaba húmeda.

"¿De dónde viene el agua?" Preguntó Nagisa al ver que entre las grietas y surcos naturales del suelo, propios del desgaste, pasaban hilos de agua.

"Debe ser del acueducto que está pasando ésta zona", explicó Shougo, "lleva agua a las fuentes públicas de las casas que están más al sur. "Es normal que algunos se cuarteen y tengan derrames pequeños".

Nagisa frunció el ceño y decidió agacharse todo lo posible y pegar su oreja al suelo. "Está aquí, lo sé", murmuró y lo siguiente lo dijo en un susurro, entre labios. "¿Pueden sentirla, chicos?"

Y no pasó demasiado para recibir una respuesta.

Honoka estaba bajo suelo.

Nagisa tomó todo el aire que pudo y gritó contra la grieta. "¡Honoka…! ¡Honoka, me escuchas!"

Fujimura la miró con sorpresa pero no tardó en imitar su posición, pegó su oído en la grieta, cerca de ella. Ambos contuvieron la respiración.

Y la escucharon.

"¡Nagisa…!"

El soldado y la guerrera se miraron y sonrieron. No era difícil adivinar el resto, Honoka estaba en una bodega subterránea. Shougo se puso de pie y revisó los almacenes cercanos, uno de ellos debía tener el acceso a donde se encontraba Honoka. Pero Nagisa no pensaba perder el tiempo, sacó su espada y la clavó en una de las grietas. Haciendo uso de toda la fuerza posible, comenzó a romper el suelo y a hacer la grieta más grande.

"¡Honoka, cúbrete!"

"¡No puedo! ¡Pero tú sigue con lo que estés haciendo, estaré bien!"

El corazón de Nagisa latía rápido, el de Honoka también, que sintió sus fuerzas regresar al momento de escuchar la voz de Nagisa. Por su lado, Shougo decidió embestir la puerta del único almacén que estaba cerca de esa grieta. Era una bodega de quesos, el aroma lo indicaba desde la misma entrada. Estaba por llamar a Nagisa cuando vio que alguien llegaba desde la parte de abajo. Era uno de los miembros del Consejo, quien al ver a Shougo, rápidamente volvió abajo y cerró una pesada puerta, fácil de intuir por el sonido.

"¡Son ellos, Nagisa! ¡Son los del Consejo, están abajo con Honoka!"

"¡No dejes que escapen! ¡Yo sacaré a Honoka desde aquí!"

"¡De acuerdo!"

Aprovechando que Shougo entró por completo al almacén, Nagisa clavó completamente su espada negra y concentró su poder. No había nadie más alrededor. "Ahora sí, Rayitos, ayúdenme a sacar a Honoka, rompan todo lo que necesiten romper para llegar a donde está nuestra Honoka. ¡Vamos!"

Acompañada de un bravo grito de batalla, su espada y cuerpo se rodearon de electricidad antes de que el choque de energía quebrara los casi tres metros de tierra y roca que la separaban de Honoka.

Más abajo, la cautiva se dejó proteger por los Espíritus, al menos en eso no requería energía. Ninguna de las rocas que cayeron la dañó, pero la tierra que se levantó sí la hizo toser, ¡y vaya que toser le dolía! Antes de poder quejarse, escuchó que algo más caía frente a ella, algo más ligero que una roca.

"¡Honoka!" Gritó Nagisa en cuanto vio a Honoka gracias a la luz que entraba desde arriba. No perdió tiempo, vio que su Prometida estaba asegurada al muro y se notaba mal. Usando su gran fuerza la liberó de los grilletes y la abrazó, procurando cuidado. "Honoka… Honoka, estás bien", lloró un poco pero no dejaba de sonreír. "Estaba tan asustada…"

"Gracias por salvarme, Nagisa", respondió Honoka débilmente mientras sentía un alivio inmenso al ya poder mover sus brazos, rodeó a Nagisa por el cuello. "Gracias…"

"Todo está bien, no te preocupes". Nagisa quería llorar de alegría, pero podría hacerlo apenas la pusiera a salvo.

Ambas escucharon un poco de escándalo al fondo de la caverna, eran cuatro miembros del Consejo siendo acorralados por Fujimura y su espada. Ninguno de esos sujetos podía pelear siquiera, estaban a merced del soldado. Se escucharon más voces arriba, los refuerzos habían llegado. Shougo sonrió al ver a Honoka en brazos de Nagisa.

"Hay que llevarla al médico, debe volver a casa lo más pronto posible. Tienen que casarse", dijo el chico con alegría y alivio.

Habían encontrado a Honoka.

~o~

Mientras Honoka se recuperaba luego de estar encerrada, encadenada y sin comida por cuatro largos días, el juicio contra el Consejo se llevó a cabo por representantes del Rey y de la Capital. Además de la inmediata destitución de sus puestos, serían encarcelados y sus bienes expropiados para ser repartidos a consideración de la comunidad. Todo eso era un trabajo del que los Yukishiro ni los Fujimura debían encargarse. Honoka sólo tuvo que presentarse una vez a declarar, seguía en recuperación y nadie quería que se levantara de la cama sino hasta estar completamente sana y fuerte.

Los miembros del Consejo trataron de dar un último golpe antes de caer: anunciaron durante su juicio que Honoka Yukishiro tenía poderes espirituales especiales y que los había estado ocultando. De hecho pidieron que Sacerdotes le hicieran la prueba de Afinidad a los Espíritus. Muchos de hecho deseaban serlo por la estabilidad económica que eso significaba para el futuro Sacerdote y su familia.

Para sorpresa del Consejo, Honoka aceptó ser puesta a prueba.

¿Qué iban a saber ellos que el poder de la chica estaba en tal control de su poder que podía pedirle a los Espíritus que se mantuvieran callados? Con Honoka aún no del todo recuperada, se hizo la prueba en medio del juicio, con los siguientes resultados: Honoka le era agradable a los Espíritus y nada más, justo como Sanae Yukishiro. Sin control alguno en los Espíritus. Los miembros del Consejo intentaron pelear, confesaron que ellos planeaban usar el poder de Honoka a su favor y que Honoka misma lo sabía.

"Lamento mucho que malinterpretaran lo que vieron aquella vez", dijo Honoka luego de la prueba fallida. La chica en serio era capaz de mantener una mentira como campeona. Pese a su estado debilitado, pudo decir su "versión" de lo sucedido. "Luego del anuncio público de que mis padres ya habían sido dados por muertos, yo estaba triste y me escondí en un parque no muy lejos de aquí. Supongo que a los Espíritus no les gustó verme triste y las flores a mi alrededor se abrieron. Eso fue lo que estos caballeros vieron. Creyeron que fui yo, me lo dijeron tantas veces que yo también llegué a creérmelo, pero nunca logré nada y pensé que era por falta de entrenamiento".

Los del Consejo alegaron que era mentira, pero en ese punto de la historia, ¿quién iba a creerles a esos sujetos? El juicio siguió ya sin Honoka, ya no era requerida y necesitaba reponerse. Nagisa no la dejó sola en ningún momento.

"Podemos ir a mi pueblo después, en serio", dijo Nagisa mientras sujetaba una de las manos de Honoka, estaban en el dormitorio de ésta última. Su futura estaba esposa recostada luego de cenar y asearse. "Me importa más que tú estés bien".

"Apuesto a que la comida de tu mamá me ayudará mucho", respondió Honoka con una sonrisa. "Vamos. Además, iremos en carreta".

Nagisa suspiró hondo y finalmente asintió. "De acuerdo. La abuela Sanae evitará que hagas locuras en el camino".

Se sonrieron la una a la otra y Nagisa besó la frente de Honoka, luego su mejilla, enseguida buscó sus labios.

"Te amo, Honoka".

"Y yo a ti, Nagisa".

CONTINUARÁ…