Las ganas de Tsukuyo por organizar esa cita especial con Gintoki a la que venía dándole vueltas, fueron directamente proporcionales a la cantidad de trabajo que tuvo las siguientes semanas. Eso no evitó que los dos se vieran y compartieran unas horas del día o que durmieran juntos, pero eran más bien encuentros espontáneos o sencillos, en los que solían quedarse en sus viviendas o dentro de sus barrios. El samurái notaba a su novia cansada y con más ojeras que de costumbre, pero sabía que no servía de mucho aconsejarle que descansara o que se tomara un día. También le había ofrecido ayudarla para así aliviarle un poco, aunque ella era demasiado orgullosa y responsable como para dejar sus problemas y trabajos en manos de otro, ni quería que hubiera comentarios de algún signo de debilidad de su parte, ella insistía en que tenía que ser infalible, un símbolo de protección y tranquilidad para los habitantes de Yoshiwara.
Gintoki la entendía, aunque no estaba del todo de acuerdo, porque ella todavía tenía esa tendencia de querer cargar con todo sola, o mínimamente tenía que hacer el mayor porcentaje de su tarea. Para evitar discutir y desgastarla más, optó por una estrategia más sutil y menos confrontadora, que era la de simplemente visitarla más seguido para que ella se tomara al menos una o dos horas libres durante el día y desconectara su cabeza del trabajo. A veces se resistía un poco o le decía que no tenía tiempo para él, pero al rato le ganaba la culpa cuando él mostraba la desilusión grabada en su rostro, por lo que al menos a la siguiente vez estaba más predispuesta, o si no estaba demasiado cansada, se daba una vuelta por Kabuki-cho para pasar un rato con él.
Lo cierto era que esos momentos juntos revitalizaban a Tsukuyo, le daba la impresión que Gintoki estaba más complaciente que de costumbre, incluso los comentarios provocadores o las bromas que siempre le hacía a ella llevar las manos hacia sus kunais para advertirle que dejara de molestar, habían disminuido un poco. Curiosamente, cuando él no se resistía a jugar con ella un poco, era más bien algo que agradecía, se había acostumbrado mucho a esas ligeras discusiones que tarde o temprano le hacían sonreír, eran extrañamente refrescantes, además de que desde que estaban en pareja, solían terminar en algún gesto afectuoso para "hacer las paces". Quizás era un poco infantil, pero en esas semanas de tanto trabajo y poco descanso, creía que era lo que necesitaba.
Para cuando al fin el asunto que oprimía al Hyakka fue solucionado, no necesitó que Hinowa le dijera que se merecía tomarse el fin de semana de descanso, ella misma lo manifestó, sorprendiendo a su amiga.
- Es una lástima que recién lo consideres cuando estás agotada, pero al menos me alivia saber que tienes algo de consideración por tu bienestar –Dijo la pelinegra, con más reproche en su voz del que pretendía, producto de su preocupación– ¿Vas a decirle a Gin-san? Estuvo apoyándote mucho últimamente, deberías agradecerle.
- Sí, lo sé –Suspiró, soltando a la vez el humo de su tabaco– De hecho, hace tiempo que quiero invitarlo a una cita especial.
- ¿Algo como qué? –Preguntó interesada Hinowa.
- No lo sé, que no sea lo de siempre, salir a comer o quedarnos por aquí. ¿Qué me sugieres?
- Hmm, déjame pensar... –Se tomó unos segundos para aquello, hasta que sus ojos brillaron, y juntó las manos en un aplauso– ¡Ya sé! Puedo recomendarte un lugar y pasarte el teléfono del dueño, es de un señor cliente de aquí. ¿Recuerdas cuando me fui unos días con Seita, en la primavera del año pasado?
- Sí, fueron a una casa en un lago, algo así.
- Sí, es una casa de descanso construida junto a un lago, es preciosa. Si le dices que lo llamas de mi parte, estoy segura que te la alquilará por un día o dos, suele tenerla disponible en esta temporada. Y a Gin-san le encantará la idea de pasar al menos un día entero contigo.
- Puede ser, no es mala idea. Hasta ahora no pasamos más de una noche juntos, y a lo sumo unas horas más, es lo que más me reprocha –Hizo una mueca– Eso es porque él se hace demasiado tiempo libre.
- Querrás decir que valora más su tiempo de ocio –Concluyó Hinowa con una risita, más diplomática.
- Sí, claro... ¿Pero crees que este señor accederá con tan poco aviso? Pasado mañana ya es sábado.
- Si le llamas ahora, estimo que sí. ¿Quieres que le pregunte yo, y si me dice que sí, lo llamas luego tú?
- Te agradecería, Hinowa.
La cortesana pelinegra fue a buscar la tarjeta personal del señor, para poder hacer la llamada. Tsukuyo esperó varios minutos, alcanzando a oír cómo la mujer conversaba amistosamente al teléfono, y al rato volvió con una gran sonrisa plasmada en el rostro, confirmando que ya tenía el sí, y que podía llamarlo en la mañana.
Al día siguiente, Tsukuyo hizo la llamada al dueño de la casa, que accedió más que gustoso a dejarla quedarse. Incluso notó su sorpresa cuando le dijo que iría con su novio y que este era Gintoki Sakata, la fama de ella era bien conocida por haberse mantenido toda su vida lejos de los hombres de forma romántica, y sólo los allegados a ella en Yoshiwara y Kabuki-cho sabían que la relación seria que tenía con Gintoki. Pareció haber impactado positivamente esa información en el hombre, que también había oído del famoso "salvador de Yoshiwara" y de prácticamente todo Edo, allí fue cuando de inmediato sonó más animado y encantado con dejarlos alojarse, hasta diciéndole que sus puertas estarían siempre abiertas para ellos.
Ni bien cortó la llamada, una ola de emoción y expectativa la recorrió: Pasaría un día entero, desde la media mañana del sábado a la tarde del domingo, completamente a solas con Gintoki, en un lugar de lo más bonito y relajante. No se había animado a pedir un fin de semana entero sin conocer al señor ni a la casa, prefería dejarlo para otra oportunidad si les gustaba mucho. Ese pensamiento le llevó de inmediato a otro, imposible de ignorar, que era el de lo que pasaría entre ellos en esa noche. Lo que la sorprendió, fue que no hubo duda alguna en su corazón de que quería que fuera una noche especial, en la que finalmente intimaran por completo. El ambiente sería ideal, y últimamente era evidente que ninguno de los dos quería esperar mucho más, era tiempo de avanzar y dejar de contenerse.
Esa misma tarde, que su trabajo volvía a ser el de las rondas de vigilancia más tranquilas, se hizo una escapada para ir a visitarlo y contarle la novedad, de forma también de confirmarle al dueño de la casa. Había momentos en los que consideraba seriamente comprar un maldito teléfono celular para ella y otro para él, al menos se ahorraría el tiempo de saber si Gintoki estaría en su casa o cuándo volvería, ella no era tan paciente como para buscarlo o esperarlo una hora cuando no lo encontraba, aunque honestamente aquello no era tan habitual, ya que él solía ser el que iba más seguido a visitarla.
Para su alivio, cuando llegó a Kabuki-cho vio a Tama barriendo la entrada del bar, y la mujer robot le confirmó que el samurái estaba en su oficina, lo había visto subir hacía unas horas. Tsukuyo subió las escaleras y llamó frente a la puerta corrediza, esperando varios segundos hasta que finalmente Gintoki la abrió, con una expresión muy sorprendida en el rostro.
- Pensé que había sido mi imaginación oír tu voz, es la primera vez que vienes a esta hora de la tarde –Fue lo primero que dijo, y su ceño se frunció– ¿Pasó algo malo?
- No, todo está bien. Hola, Gintoki.
- Ah, perdona, es que me sorprendiste tanto viniendo aquí ahora... Hola, Tsukki, bienvenida.
Recomponiéndose, el peliplateado recuperó sus modales, y la hizo pasar. Ni bien cerró la puerta tras ella, la rodeó por la cintura y la atrajo para darle un beso en los labios, que ella le correspondió, sin prisa por separarse de él. Aunque al separarse, hizo la mirada a un lado, con una expresión melancólica.
- Eso habla de lo mala novia que soy, que casi no vengo a visitarte, menos de día. ¿No es cierto?
- No quise decir eso –Se excusó rápidamente el samurái.
- No, está bien... No es una mentira, lamentablemente. Quiero compensarlo, así como estos días que tampoco estuve muy disponible para ti.
- No podía evitarse, si estabas con un problema grande allí.
- Sí, pero podría haber sido más gentil cuando tú te tomabas el tiempo de venir a verme, o querer cuidarme para que descansara. Así que vine a proponerte un plan, tú y yo solos.
- Ya tienes mi atención, honey –Dijo, con un brillo de entusiasmo evidente en sus ojos carmesí.
- ¿Tienes libre este fin de semana? Al menos desde el sábado a la mañana, hasta el domingo a la tarde.
- Por supuesto, los fines de semana no se trabaja, me los tomo libres –Contestó con total seriedad.
- Me lo imaginaba... –Dijo ella en voz baja, con una media sonrisa– Bien, entonces resérvatelo para salir conmigo.
- ¿A dónde vamos? Suena especial, nunca pasamos un día entero juntos.
- El "dónde" es una sorpresa. Tómalo como una cita especial, lo que te aseguro es que será un buen lugar para descansar, y estaremos solos.
- Suena prometedor. ¿Solos de verdad, o...?
- Solos, sin nadie alrededor de medio kilómetro. ¿Es suficiente para ti?
- Más que suficiente, sí. Ahora me tienes intrigado. ¿Tengo que llevar cosas de acampe?
- No, Gintoki, honestamente no soy del tipo que le gusta acampar. Es un lugar con techo y paredes, de eso no te preocupes. Eso sí, llevemos provisiones de comida, o comprémosla antes hecha, para llevar.
- Déjame encargarme de eso, yo seré el que cocine.
- Bien, gracias.
- ¿Quieres tomar algo? Ven, siéntate conmigo en el sofá.
- Ah, perdona, debería volver pronto, quiero dejar todo en orden con el Hyakka si no voy a estar por casi dos días.
Ante eso, el samurái la rodeó por la espalda y por encima de los brazos, haciéndola jadear de sorpresa ante la repentina restricción.
- Te lo perdonaré y te dejaré ir, solamente si prometes que no sean "casi" dos días.
- ¿Qué? No entiendo, Gintoki.
- No importa si tenemos que volvernos antes de ese lugar que reservaste, quiero que estemos juntos todo el fin de semana, completo. En tu habitación o aquí, pero quiero que me des dos días de tu tiempo. Y tómalo como que así compensarías lo de estas semanas, ¿de acuerdo?
- Suena justo–Accedió Tsukuyo, sonriendo.
- Vaya, no me esperaba que accedieras tan fácil. Pensé que necesitaría una dulce tortura para convencerte...
- Es que ya decidí que me tomaría el fin de semana libre, así que me gustaría pasarlo contigo... Oi, ¿qué es esa mirada? –Cuestionó, cuando vio una expresión de sorpresa con los ojos como platos de él.
- Esto ya es sospechoso, Tsukki... No sólo viniste hasta aquí a mitad de la tarde, cuando sueles estar trabajando, ¿sino que también ya decidiste tomarte no uno, sino dos días de descanso completos? ¿Estás enferma? ¿Perdiste una apuesta? ¿Te entró algún bicho alienígena?
- No seas idiota –Gruñó, haciendo fuerza para zafarse de los brazos de él– Nada de eso, simplemente reconozco que esta vez estoy cansada. Y tú siempre te quejas de que nos vemos por poco tiempo, así que es mi forma de compensar por aquello, ¿entendido?
El samurái suavizó su abrazo, haciéndolo más cariñoso, y se inclinó para apoyar su frente contra la de ella.
- Sí. Gracias, honey. Lo espero con ganas, de verdad.
Con su corazón latiendo acelerado ante la repentina ternura, Tsukuyo se relajó y le sonrió, estirándose para darle un beso en los labios.
- Bien, hasta mañana entonces. Lleva ropa de cambio y la comida, yo llevaré las sábanas y también algunas cosas más.
- De acuerdo, hasta mañana.
Ni bien la despidió con un beso y cerró la puerta, la sonrisa de Gintoki creció hasta llegar de oreja a oreja, cada segundo más entusiasmado con la fantástica sorpresa de la tarde. Tanto, que no le importó dejar la lectura de la revista Jump a medias, y se apresuró a chequear cuánto dinero tenía para poder hacer las compras.
Al día siguiente, Gintoki se levantó posiblemente lo más temprano en la mañana que en muchos años, para alistarse y desayunar. Ya tenía un pequeño bolso preparado con todo lo que creía necesario, considerando que no tenía idea dónde iban a ir, y cuando terminó con todo dio el aviso a Kagura y Otose que se iría por todo el fin de semana con Tsukuyo, y se subió a su moto, creía que sería una buena idea ir así para viajar más rápido y cómodos. Una vez que llegó a Yoshiwara, Gintoki estacionó afuera del barrio, ya que las calles eran mayormente peatonales.
Mientras caminaba hacia la casa de té de Hinowa, a una media distancia divisó una figura femenina que le llamó la atención, había algo familiar en ella, aunque no alcanzó a distinguirla bien ya que se adentró en una calle desde la cual ya no podía verla. Una parte de él pensó enseguida en Tsukuyo, ya que la mujer era rubia y su haori era de color lila con el detalle de unas flores más oscuras, pero pronto lo descartó porque llevaba el cabello corto por encima de los hombros, y al menos hasta el día anterior, su novia lo llevaba en el recogido de siempre y no le había comentado que planeaba hacerse un cambio de imagen.
Eso le llevó a recordar a la cortesana hacía un buen tiempo, cuando él al regresar de incógnito de su ausencia de dos años, la había visto con un corte similar, y le había parecido guapísima. Con una sonrisa nostálgica, siguió caminando, y se encontró con Hinowa hablando en la calle con una vecina.
- ¡Buen día Gin-san! ¿Cómo estás? –Saludó muy alegre la cortesana.
- Buen día, Hinowa. Bien, vengo a buscar a Tsukuyo. ¿Tú cómo estás?
- Muy bien, gracias. Oh, ella salió un momento, fue a comprar algunas provisiones. ¿Quieres que te prepare un té, y conversamos mientras?
- Estaría bien, gracias. Espero adentro, no tengas prisa.
Hinowa asintió, y continuó su conversación, para unos minutos después entrar a su salón y empezar a preparar el té, además de agasajar como siempre a Gintoki con unos dangos. Cuando se sentaron juntos y empezaron a beber, la pelinegra lo miró con una sonrisita.
- Espero que disfruten mucho en el lugar donde van, es precioso, yo se lo recomendé a Tsukuyo.
- Todavía no sé a dónde iremos, dijo que sería una sorpresa. ¿Puedes imaginarlo? Tsukuyo, preparando una sorpresa.
- Sí, lo sé –Rió suavemente la cortesana– Me gusta ver lo que está cambiando estos últimos meses, está mucho más relajada y contenta. Siempre fue muy responsable y tranquila, así que me gusta verla emocionada por algo que ella misma quiera hacer. Gracias, Gin-san, por hacerla feliz y cuidar bien de ella.
- Hago lo mejor que puedo, espero sea suficiente –Contestó el samurái– A veces siento que nunca llegaré a compensar lo que ella viene haciendo por mí.
- Gin-san, te aseguro que hace mucho tiempo vienes haciendo cosas por ella. La mujer que es hoy en día, y que hasta está disfrutando de ser, es en gran parte gracias a ti. Me pesa admitir que yo, incluso como su mejor amiga y confidente, nunca pude hacer un avance significativo en ese aspecto. Es muy testaruda y reservada, cuando decide algo que siente desde el corazón es difícil que cambie de opinión, y no le gusta contradecirme, por lo que siempre que hablábamos de esos temas terminábamos en punto muerto. Necesitaba alguien como tú, un espejo como tú, para verse, y entender que también había salida para ella, si quería andar por ese camino.
- Es ella la que me muestra continuamente el camino, irónicamente.
- Eso es porque siempre es más fácil dar consejos a otro que llevarlos a la práctica para con uno mismo, ¿no es cierto? –Acotó Hinowa.
- Tienes razón.
- Pero al menos yo pienso que gracias a eso, es que podemos mirar de una forma sutil un poco para adentro. Porque los consejos que damos a otro, siempre son desde lo que nosotros haríamos, o lo que nos quisiéramos decir a nosotros mismos. No puedes aconsejar honestamente a alguien, si no pasaste antes por eso, o si no te identificas de alguna forma.
- El té te hace sabia, Hinowa –Dijo Gintoki con una fina sonrisa.
- Los amigos, la familia, y la vida, también.
Continuaron bebiendo el té en un agradable silencio, hasta que alguien entró al establecimiento. Los dos levantaron la vista, Hinowa ampliando su sonrisa, y Gintoki quedando boquiabierto.
- ¿Tsukuyo? De verdad eras tú –Murmuró, parpadeando con sorpresa– ¿Qué sucedió con tu cabello de ayer a hoy?
- Quise cortármelo otra vez. Tú me dijiste cuando empezamos a salir que te había gustado cómo me quedaba, así que supuse que estaría bien si volvía a hacerme este.
- Haz lo que quieras, es tu cabello, no el mío.
Las dos cortesanas fruncieron el ceño, ese no era el comentario agraciado que esperaban escuchar de parte de él. La molestia de la Tsukuyo fue evidente, tanto que despertó la culpa y conciencia de su novio, que torpemente buscó explicarse, rascándose la cabeza, lo que delataba su incomodidad y torpeza.
- Quiero decir, yo no voy a decirte qué hacer o no, ni esperaría que lo hicieras para contentarme. Tú eres tú, es tu cabello, tu decisión de cómo quieres llevarlo. Y por más que no me gustara tanto, no es como si fueses más fea o peor persona por un cambio de peinado, sigues siendo tú.
Gintoki la miró, ella seguía con una expresión que no disimulaba su insatisfacción, hasta había alzado una ceja como si no le encontrara sentido a lo que él había dicho, o seguramente porque estaba esperando un tipo de respuesta muy distinto. Hinowa soltó un suave suspiro, aunque sonrió mínimamente, compasiva.
- Eeh... No, espera. Déjame empezar de vuelta.
Inspiró hondo para ordenar sus pensamientos y calmarse, antes de decir más estupideces yéndose por las ramas. Cuando lo logró, se puso de pie y se acercó a ella, levantando una mano para acariciarle el cabello lacio y brillante, que relucía y se sentía más suave que nunca después del nuevo corte. Incluso le daba un aire más maduro, femenino y elegante, ya sin los pequeños kunai atravesados hasta en el peinado. Lucía como toda una dama, aunque a él le gustaba de cualquier forma que ella se viera, a decir verdad, lo demás era accesorio.
- Me encanta cómo te queda, honey, estás aún más hermosa así.
- Gracias –Murmuró Tsukuyo, intentando evitar sonrojarse.
- Sobre el viaje... ¿Cuándo quieres salir?
- Yo estoy lista, sólo me queda guardar esto que compré, así que cuando tú quieras.
- Vine en moto para que sea más cómodo y rápido, ¿te parece bien?
- Sí, gracias, buena idea.
- Sólo lamento que te vaya a despeinar, ahora que no puedes recogértelo.
- No importa, me volveré a peinar después.
- ¿Seguirás sin decirme a dónde vamos a ir? Yo soy el que maneja.
- No, te dije que es una sorpresa. Bastará con que te dé las indicaciones, tampoco te dejaré deducir por el mapa.
- Astuta, Tsukki. Más te vale que sea un lugar increíble, y donde pueda comer muchos dulces.
- Te gustará, ya verás.
Gintoki se acercó a ella, y se inclinó para susurrarle al oído.
- Ya con tenerte disponible para mí dos días completos, de sol a sol, es suficiente para que me guste. Lo demás, honestamente, me vale lo mismo.
Dándole un lento beso en la mejilla que finalizó con un sonido de lo más sensual, el peliplateado se separó de ella, con una sonrisita pícara que decía "ya verás tú lo que te espera".
- Ara ara... –Rió bajito Hinowa.
Si bien ella no había alcanzado a escuchar nada, le bastó ver la actitud de Gintoki y cómo se había sonrojado furiosamente Tsukuyo para darse una idea. Tomó eso como pie para despedirlos y seguir con lo suyo, deseándoles que disfrutaran el día juntos.
Una media hora después ya estaba todo listo, y caminaron hacia donde estaba la moto aparcada. Gintoki le dio su casco a Tsukuyo, pensando que debería comprar uno más. Tuvo que contener su sonrisa al ver cómo le quedaba el casco a su novia, simplemente no pegaba para nada con su imagen, y al mismo tiempo le pareció adorable. Él se subió primero, y la vio titubear, todavía sin moverse.
- ¿Qué pasa, Tsukuyo?
- Nada...
- No me vengas a decir que le tienes miedo a la velocidad, o a las motocicletas.
- No digas tonterías, por supuesto que no. Sólo pensaba que es la primera vez que me subiré a una.
- Ah...
Aquello era completamente cierto, aunque sorprendió a Gintoki. ¿En todo el tiempo que se conocían, y especialmente esos meses desde que salían juntos, nunca la había llevado a dar una vuelta? Era cierto que a los dos les gustaba caminar y lo aprovechaban para pasar más tiempo juntos, y él a veces no usaba la moto porque no tenía dinero para la gasolina, por lo que se había acostumbrado a ir y venir de Yoshiwara caminando. No era un problema en sí, pero ciertamente podía considerar usarla más seguido al menos cuando estaba con ella, para visitar nuevos lugares más alejados juntos, o simplemente para aliviarle la caminata cuando ella estaba cansada por mucho trabajo.
- Bueno, cuento con que disfrutes un poco de viento en la cara, manejo muy bien y con cuidado, así que no tienes nada de qué preocuparte.
La cortesana asintió y se subió con confianza, abrazándose al abdomen del samurái. Como tenía el mapa grabado en la cabeza y era muy buena orientándose, fue guiándolo a través del camino, muy tranquilo una vez entraron en las carreteras alejadas del ajetreo de la ciudad. Creía que se le iba a acalambrar la boca de tanto sonreír, la vista del mar, los árboles, y la sensación un poco de emocionante adrenalina.
- ¿Puedes ir más rápido, Gintoki?
- En cualquiera de los dos contextos en que me digas eso, me gusta la idea –Contestó con picardía.
El peliplateado aceleró aún más, aprovechando que prácticamente no había otros coches por delante, hasta llegar al tope que su vieja motocicleta le permitía. A pesar del ruido del viento contra sus oídos, sintió una inocente satisfacción y felicidad cuando alcanzó a oír una risita de emoción de Tsukuyo, quién se abrazó con más fuerza a él.
- Esto es emocionante, ¿verdad?
- ¡Sí! ¡Me encanta!
Mantuvo esa velocidad el mayor tiempo que pudo, hasta que la carretera empezó a tener una forma ascendente y curvada, acompañando las laderas de montañas a los lados. Al parecer, el lugar hacia el que estaban yendo estaba en una zona más rural y poco habitada, algo que le gustó mucho de antemano. Unos minutos después, su copiloto le dijo que tenía que doblar a la derecha en el próximo cruce, y otro rato más de andar por ese camino, alcanzó a divisar algunas residencias.
- Es la séptima casa desde aquí –Indicó la cortesana.
Una vez que llegaron, los dos quedaron boquiabiertos: Era una casa que al frente tenía una entrada elegante aunque normal, pero que al otro lado podía verse un extenso lago, y los cimientos se adaptaban para tener una construcción que se alzara por encima del agua, de piedras negras redondeadas y madera. La residencia estaba vacía, el dueño de la casa confiaba en ellos y le había dado las indicaciones necesarias a Tsukuyo. Recorrieron las habitaciones, y la boca de ambos seguía abierta cuando abrieron la puerta corrediza de la habitación donde dormirían, encontrándose con un bonito balcón que daba directamente al lago, una vista impresionante de agua calma, árboles y arbustos.
- Este lugar es un lujo, somos suertudos de poder estar aquí –Murmuró Gintoki– Me imagino que el dueño debe ser rico, o de una familia así.
- Tendremos que darle las gracias a Hinowa... Nunca estuve en un lugar tan hermoso, y el día acompaña para estar aquí fuera mientras haya sol.
Entusiasmados, entraron los dos pequeños bolsos y acomodaron algunas cosas, separando la comida y la ropa de cama. Era casi el mediodía, por lo que el samurái sugirió empezar a preparar el almuerzo, así luego ya disfrutaban del día con relajo.
- Ya sabes que cocinar no es lo mío, pero puedo ayudarte a cortar cosas.
- Traje arroz, verduras y ese tipo de cosas. No me animé a traer cerdo o pescado ya que no sabía si podríamos conservarlo bien.
- No hay problema, gracias por ocuparte de eso.
Lado a lado, dispusieron todo en la cocina y comenzaron a cocinar, lavando el arroz y las verduras, dividiendo las tareas. Conversaron relajados todo ese rato, mientras Tsukuyo aprovechaba para aprender algunos tips de cocina y sazón. Mientras esperaban a que estuviera la comida lista, se pusieron también a limpiar un poco la casa como gentileza hacia el dueño, aunque estaba muy bien cuidada. Aquella "cotidianeidad" le sentó especialmente bien a la cortesana, compartir esos detalles hogareños le transmitía paz, y le generaban una bonita sensación en el pecho, preguntándose si la vida también podía ser así, relajada, segura, cómoda. No quería que su mente divagara demasiado, pero tampoco podía evitarlo al mirar a Gintoki, él luciendo incluso mucho más habituado a las tareas del hogar. Si podía permitirse una vida así con él, de tanto en tanto, estaría satisfecha.
Una vez la comida estuvo lista para servirse, llevaron una mesita baja entre los dos al balcón, y disponiendo de unos almohadones para sentarse más cómodamente y mantener los pies calientes, se acomodaron para almorzar. Agradecieron la comida, y a poco de empezar a probar bocado, suspiraron al unísono de gusto, mirando el paisaje frente a ellos, y sonriéndose entre sí. El silencio, solamente interrumpido por el canto de los pájaros, el susurro de las hojas, o algunos comentarios entre ellos, era agradablemente disfrutable.
Al terminar, limpiaron las cosas y regresaron al balcón para sentarse juntos, Gintoki dejándole lugar entre sus piernas mientras bebía unas copitas de sake, y Tsukuyo recostada contra él, fumando su kiseru de forma de no molestarlo con el humo, y manteniendo entrelazada su otra mano con la de él.
- Podría acostumbrarme a esto –Musitó la cortesana, mientras exhalaba plácidamente el humo del tabaco, e hizo una mueca con una fina sonrisa– Es peligroso.
- Es revelador, dirás, Tsukki –Corrigió el samurái con una sonrisa más grande, mientras la abrazaba por delante y le acariciaba la cintura.
- No, peligroso. Me siento bien protegiendo Yoshiwara, pero, ¿cómo se supone que uno quiera volver a trabajar de sol a sombra después de relajarse y disfrutar unos días así?
- ¿Te está dando ideas?
Cuando la única respuesta de Tsukuyo fue una tensa sonrisa y un repentino silencio, Gintoki hundió su cabeza en el cuello de ella, y habló con voz muy suave, como si fuera un pensamiento en voz alta.
- No me molestaría, cuando tú estés dispuesta.
El corazón de la cortesana se aceleró en un instante, al entender a lo que se refería. No supo qué contestar a eso, aunque tampoco creía que debía hacerlo, él solo le estaba dejando esa puerta abierta, algo que agradecía mucho de cómo era, nunca presionándola. A pesar de ello, que el samurái le diera a entender que él iba en serio con estar dispuesto a hacer una vida tranquila sólo con ella, le producía una profunda emoción.
Irónicamente, ella era la que se había enamorado de Gintoki desde un primer momento, pero él era siempre quien ofrecía dar los pasos más grandes hacia un futuro juntos, aun teniendo en cuenta que era de los dos el que más resguardaba su corazón frente a la posibilidad de libertad y felicidad. Quizás esa era la forma que tenía de hacer saber sus más profundos anhelos, con la esperanza de alcanzarlos, pero a la vez sin necesariamente arriesgarse a aquello hasta que no pisara terreno seguro.
La tarde transcurrió con la misma calma, aunque también se entretuvieron jugando a las cartas y haciendo un paseo a pie por la zona, rodeando el lago, para estirar las piernas. Poco antes del atardecer regresaron a la casa, y como Tsukuyo tenía ganas de fumar otra vez, volvieron a acomodarse en el balcón. En esa ocasión fue la rubia la que ofreció su regazo para que él descansara, y cariñosamente le acariciaba el cabello indomable mientras daba unas pitadas al kiseru. Cuando detuvo su mano, él abrió los ojos y la miró con reproche.
- No te dije que pararas.
- Sí, sí...
La demandante e infantil expresión del peliplateado le hizo mucha gracia, y tan adorable que se dobló para darle un beso en los labios, aunque luego con diablura le sopló un poco del humo, haciéndolo protestar. De pronto, él le quitó la larga pipa para arrojarla a un lado, y con agilidad se movió para jalarla y tumbarla al piso con él, abrazándola con mucha fuerza mientras la llenaba de besos y mordisquitos. Tsukuyo forcejeó en broma, defendiéndose como pudo, aunque en el fondo disfrutaba mucho de todo aquello. Cuando se calmaron, se quedaron acostados uno junto al otro, compartiendo largos besos de tanto en tanto, hasta que la cortesana se acurrucó para descansar sobre el amplio pecho de él, mientras Gintoki era el que le acariciaba el cabello desde la raíz a las puntas, devolviéndole un medio abrazo con su mano libre.
- Definitivamente yo puedo acostumbrarme a esto, ningún problema para mí –Dijo él, mientras contemplaba el atardecer dorado y rojizo frente a ellos.
Se quedaron un poco adormilados así, hasta que fue Tsukuyo la que, siempre más enérgica, tuvo la voluntad de levantarse y de sugerirle preparar la cena. Aunque gruñó demostrando que no tenía ganas de interrumpir la calma, poco después se levantó también y fue tras ella.
Cenaron una hora más tarde, admirando la vista nocturna del balcón, que a esa hora la luna ya se perfilaba en el cielo, iluminando todo con su traslúcido velo blanco. Gintoki se sirvió otro par de copitas de sake, y un buen rato después se desperezó, haciendo una mueca de disgusto antes de sobarse el hombro izquierdo.
- No estaría mal darme un buen baño caliente para aflojar los músculos –Dijo Gintoki.
- Puedes hacerlo. Quizás yo también lo haga luego.
- ¿Te unes?
- ¿Eh?
- Si quieres bañarte conmigo, honey –Aclaró, con una mirada seductora.
- Ah... N-no, yo voy después.
Gintoki no pudo contener su contrariedad, no se esperaba una negativa. Descartaba que Tsukuyo se siguiera cohibiendo por su desnudez, por lo que dudó si ella desconfiaba de que él quisiera aprovechar para hacer algo sexual, ya que ambos estarían completamente desnudos en el agua.
- Tsukuyo, no voy a obligarte a nada –Dijo, mirándola con seriedad.
- Lo sé bien.
- ¿Entonces...? No veo problema en compartir un baño, que te doy mi palabra que será sólo un inocente baño juntos. Claro que me gustaría que nos acurruquemos en el agua caliente, pero nada más.
- No es eso, es que... Bueno... –Se removió, incómoda– Estaremos los dos desnudos.
- Pues claro, es una bañera, y estamos solos.
- Puede parecerte tonto, pero quisiera que cuando estemos desnudos los dos por primera vez, sea cuando estemos juntos… de esa forma.
- ¿Por qué dices por primera vez? Si ya te vi desnuda y tú a mí, e hicimos bastante más que vernos.
- Sí, pero siempre que hicimos esas cosas, uno de los dos estaba vestido o a medio vestir, ¿recuerdas? Totalmente desnudos ambos no, así que me gustaría que eso se diera como símbolo de que nos estaríamos entregando por completo.
- Está bien, si así lo quieres no hay problema. ¿No trajiste bikini?
- ¿Por qué traería un bikini si no hay pileta ni playa cerca?
- O tu ropa interior. Si es sólo por cuestión de ropa, puedes ponerte eso y nos bañamos juntos.
- No voy a mojar mi ropa, no se secará bien para mañana.
- Tú te lo pierdes. Ah, ¿sabes qué? Me debes dos baños para compartir juntos, Tsukki.
- ¿Por qué dos?
- Uno inocente, y otro en el que pueda tener acción puff-puff con mi cortesana tetona enjabonada.
Tsukuyo soltó una risotada, hacía tiempo que no oía esas referencias burdas de Gintoki. Cuando él se puso de pie y se dirigió al baño, ella también se levantó y dijo que iba a fumar afuera, aprovechando el tiempo para hacerlo sin molestar con el humo.
Un buen rato después el samurái regresó, vestido ya con la ligera yukata de dormir que ella le había regalado. Intercambiaron lugares, Gintoki sentándose en el balcón a disfrutar la brisa nocturna y la vista de una hermosa luna llena, mientras que Tsukuyo fue a darse el relajante baño, que él le dijo que ya le había dejado preparado. La rubia le agradeció con un beso en la frente y fue para allí.
El descanso al aire libre de él no duró mucho, le gustaba más la comodidad de algo acolchado, por lo que entró y fue a recostarse al futón, mientras ojeaba la Jump que había traído en el bolso. Tsukuyo tardó menos que él en darse el baño y regresar, por lo que de inmediato cerró la revista y la hizo a un lado. La rubia iba a cerrar la puerta corrediza del balcón, pero Gintoki le dijo que la dejara abierta, ya que tenían una bonita vista así, el hermoso jardín con faroles alrededor del lago, y la luna que se lucía a lo alto, iluminando con su luz blanca todo bajo ella.
- ¿Te alivió el baño, Gintoki?
- Un poco. Esta semana estuve ayudando a la vieja Otose a arreglar unas cosas de la casa, y parece que me contracturé un poco.
- ¿Quieres que te haga un masaje en los hombros?
- ¿Podrías? No me vendría nada mal.
- Claro –Asintió, caminando hasta situarse detrás de él– Ah, no traje loción.
- ¿Pensabas hacer un masaje estilo Yoshiwara? –Preguntó el samurái.
- ¿Estilo Yoshiwara?
- Con final feliz –Contestó con picardía, guiñandole un ojo– La loción puede ser resbalosa y divertida, no probamos eso todavía.
Tsukuyo alzó una ceja, sonriendo después de igual forma para seguirle el juego. Definitivamente Gintoki estaba en modo juguetón para ambientar la noche, lo que ambos daban por sentado que iba a suceder más tarde.
- Ya veremos.
La cortesana se sentó y llevó las manos a los amplios hombros de su novio, deslizándolas primero con suavidad ida y vuelta hasta el cuello de él, subiendo casi hasta las orejas, y bajando hasta la parte superior de la espalda, para repetir ese recorrido por detrás hasta los hombros y volver a empezar. El peliplateado emitió un ronco gemido de gusto, las manos de ella eran fuertes y se movían con seguridad, empezando a aliviarle la contractura. A pesar de no tener loción, la suave tela de la yukata ayudaba a que las manos se deslizaran con facilidad por encima de ella.
- Qué buenas manos tienes, honey –Ronroneó– Sabes usarlas bien cuando me tocas.
El comentario halagador y sugerente fue bien recibido, y la rubia le rozó con los labios el lóbulo de la oreja, provocándole un ligero estremecimiento. Extendió el masaje por el firme torso, y al acercarse a él sus pechos se apoyaron contra la espalda de él.
- Hmm, eso se siente bien. ¿Me puedo girar?
- ¿Para qué?
- Para tener un poco de acción puff-puff.
- Estás insistente con eso, ¿eh?
- No puedo evitarlo, me estás toqueteando y me apoyas tus tetas.
- ¡Es un masaje! ¡No te estoy "toqueteando" ni apoyando adrede!
- Bueno, podrías empezar a hacerlo.
- No sabes disfrutar las cosas, pervertido.
- Sí que lo hago, justamente quiero disfrutar tus "cosas".
Sabiendo que aquel intercambio no tendría fin, y ella realmente tenía la intención de aliviarle al menos un poco la molestia, en esa ocasión no cedió a la seducción. Para ello dejó de tocarle el pecho y regresó a los hombros y el cuello, hasta que Gintoki, ya sin bromear, giró la cabeza y la miró agradecido.
- Me siento mucho mejor, gracias. ¿Puedes bajar un poco más por la espalda? No recibo masajes usualmente, así que me gustaría aprovecharlo.
- Sí, claro.
El samurái se bajó la yukata para sacar fuera los brazos, exponiendo por completo su espalda hasta las caderas. Fue entonces cuando oyó un ahogado jadeo de parte de su novia, y uno que sonó más bien alarmado.
- ¿Qué sucede, Tsukuyo?
- La profunda y larga cicatriz de tu espalda... Es la primera vez que la veo.
- ¿Qué hay con ella?
- Ese corte puso en grave peligro tu vida, te lo hizo Jiraia cuando intentaste protegerme de él.
La cortesana recorrió la larga y gruesa cicatriz con la yema de sus dedos en un ligerísimo toque, con sentimientos encontrados entre pena y gratitud. Apoyó su frente contra la espalda de él, y suspiró.
- No lamento ninguna de mis cicatrices, Tsukuyo –Dijo Gintoki con voz calma– Son muchas las que quedaron grabadas en mi cuerpo, ya perdí la cuenta y no me importa realmente tenerlas. Al contrario, me recuerdan todas las batallas que viví, toda la gente que protegí, el camino que elegí seguir. Son la prueba de que sobreviví y que continúo aquí.
- Yo también lo recordaré siempre. Admito que todavía siento algo de culpa al imaginar todo el dolor que soportaste con estas heridas, pero ten por seguro que las tengo presentes, todas.
Tsukuyo cambió de lugar para sentarse de frente a él, y le tomó la mano derecha, para mirarla con atención. Tenía muchas marcas y cicatrices, era una mano curtida por la espada y la guerra, y a la vez era una mano capaz de dar las más suaves y dulces caricias. Le acarició con el dedo pulgar una en particular, en el centro de la mano.
- Ésta también es de tu pelea con Jiraia, cuando dejaste que te atravesara la mano con un kunai.
Movió una mano por el torso y el brazo de él, señalando con precisión unas más pequeñas.
- Estas son de tu enfrenamiento con Hosen, cuando te interpusiste en un ataque suyo para que no me hiriera a mí. Apenas me conocías, y sin embargo me protegiste con tu vida.
- Mi decisión de proteger a otros no depende de cuánto los conocía previamente. Unos minutos, horas, semanas o años, da lo mismo.
- Lo sé, eso es algo que admiro de ti. Muchos preferirían desentenderse y no arriesgarse por un desconocido, o por una causa que les es ajena. Tú, por el contrario, eliges acompañar las cargas ajenas, aliviarles el peso, o quitárselo por completo.
- No soy tan noble como piensas, Tsukuyo –Replicó el samurái, haciendo la mirada a un lado– Si bien es cierto que ese es el camino que elegí para el resto de mi vida, el de usar mi fuerza para ayudar y proteger a otros, si puse mi vida al límite en esas batallas, fue porque no me importaba morir. Al menos sería una forma honorable de hacerlo, y todo acabaría de una buena vez.
- Gintoki... –Murmuró la rubia, acongojada con aquella respuesta.
- Pero eso era antes –Levantó la mirada para conectarla con los orbes amatista– Antes tenía uno y más motivos para morir, ahora los tengo para vivir.
Con una pequeña sonrisa, el peliplateado tomó la mano de su novia, y la cubrió con la otra mano.
- Esta vida actual que llevo no está nada mal. Además de los Yorozuya y los amigos que hice en Kabuki-cho y Yoshiwara, encontré algo, y a alguien, muy preciado para mí. Tanto como para pelear por vivir, en vez de sólo sobrevivir. Tú eres una de mis razones de ser, Tsukuyo.
La cortesana soltó un gemido de emoción al oír tan dulce declaración, que Gintoki la había dicho junto con los ojos más amorosos y cálidos. Tenía mil y una cosas para decirle y corresponderle, pero por unos segundos no pudo encontrar las palabras justas, sólo su corazón latía acelerado. En ese breve instante, el samurái le soltó la mano, y extendió las suyas a los lados, como si quisiera mostrarse a sí mismo.
- Si hay alguien en este mundo que puede amarme con todas mis cicatrices, las que están a la vista y las que tengo por dentro, eres tú. Alguien capaz de ver mis sombras, porque también tienes las tuyas, y aun así siempre encuentras la forma de ponerme frente a la luz, de hacerme desear un nuevo amanecer, ya no más solo. Por más roto que estaba, tú lograste recoger y armar mis pedazos, y hasta me hiciste mejor de lo que era antes.
- Eso es porque te amo, Gintoki. Lo hice y volvería a hacer mil veces.
- Lo sé, al menos ahora así lo entiendo y me siento bien con ello. Y yo también confío en poder ser ese tipo de hombre para ti, alguien que puede apoyarte y sostenerte siempre que lo necesites, así como darte las buenas cosas.
Tsukuyo le sonrió y fue ella la que le tomó las manos entre las suyas. Qué hombre maravilloso era el dueño de su corazón.
- Lo eres, lo hiciste desde un principio. Me lo dijiste cuando me rescataste de mi maestro, ¿recuerdas? Aunque en aquel momento cargabas con mucho más dolor y lamentos que ahora, tuviste la fuerza para mostrarme el camino. Si hoy puedo hacer eso mismo por ti, es gracias a ello.
- Eso es para mí el significado de caminar a la par.
- Así lo creo también.
Gintoki se quedó callado un momento, manteniendo una expresión pensativa. Luego cambió de postura, para sentarse sobre sus pantorrillas, y mirarla fijamente a los ojos, sin soltar las manos juntas de ambos. Eso le dio un aire que la rubia interpretó como más solemne, y un hormigueo la recorrió con expectativa. Parecía como si él estaba muy seguro de lo que haría a continuación, y a la vez, también reconoció un atisbo de vulnerabilidad en los orbes carmesí.
- Tsukuyo, no es casualidad que esta noche estemos en este lugar tan especial, y solos. Esa fue tu intención al invitarme aquí, ¿cierto?
- B-bueno, yo...
Si bien titubeó ante tan directa alusión, de inmediato la cortesana se recuperó. Ya no eran ajenos a compartir placer, habían hecho casi todo en esa materia, excepto por supuesto el tener sexo en el sentido más íntimo, a verdaderamente unir sus cuerpos con amor. Podía sonrojarse ante el calor y la emoción que aquella idea le generaba, pero ya no más con vergüenza o por torpeza, ni tenía sentido fingir inocencia. Amaba profundamente a Gintoki, él le había dicho y demostrado que tenía esos mismos sentimientos para con ella, además de todo lo que habían avanzado juntos, tanto a nivel personal como pareja. Mentiría si dijera que tenía pensado pasar una noche más como cualquier otra, conteniéndose ambos, cuando sólo bastaría una caricia y mirarse a los ojos con cariño para saber que estaban listos para todo.
- Sí, así es –Afirmó, convencida, sus ojos violetas brillando con determinación.
- Quiero lo mismo. Hace tiempo que lo quiero, lo sabes, pero la diferencia es que esta vez siento que estoy listo para hacer honor a nuestro acuerdo. Y creo que no me equivoco al pensar que, si esta cita en estas condiciones fue tu intención, es porque también lo ves así.
- Sí, así es.
- Entonces entreguémonos el uno al otro, Tsukuyo. Déjame amarte con todo lo que tengo, todo lo que soy, el mejor Gintoki Sakata que puedo ser al día de hoy.
Con el corazón vibrante de emoción, la rubia se puso de pie brevemente para acercarse aún más y sentarse a horcajadas de su novio, apoyando sus manos a cada lado de las mejillas de él mientras lo miraba a los ojos como si quisiera llegar a lo más profundo de él.
- Quiero que lo hagas. Y déjame amarte, Gintoki.
- Hazlo –Le tomó una mano y se la llevó al corazón– Que ames todo de mí, quiero sentirlo.
Que el samurái lo dijera con un tono apasionado y con aquellas hermosas palabras, además de no dudar en decir con todas las letras que él estaba listo para disfrutar de todo lo que deviniera de abrir y entregarle por completo su corazón, fue todo lo que ella pudo haber soñado. Con sus piernas rodeó la cintura del samurái, abrazándose así a él mientras recortaba la distancia entre ambos para besarlo profundamente, esa era su respuesta sin palabras. Gintoki también la rodeó en un fuerte abrazo, tenía un sentimiento de orgullo por sí mismo, cuánto había avanzado, a la par de un sentimiento de gran gratitud hacia la mujer que amaba y lo había acompañado en cada uno de los pasos hacia adelante. Los dos sabían que todavía tenían un largo tramo por recorrer para sanar sus bagajes emocionales, pero en esa noche podían premiarse con una nueva línea base, y siendo mucho más compasivos para con ellos mismos.
Después de compartir unos largos y sentidos besos, que se volvían más y más apasionados, Tsukuyo se quitó del regazo de él. Con movimientos fluidos y lentos, como si fueran parte de una danza, no separó una de sus manos de la clavícula y hombro de Gintoki, mientras lo rodeaba para volverse a ubicar a sus espaldas. Notó la mirada curiosa y expectante de él, pero no develó sus planes, y empezó a besarle la parte trasera del cuello y de los hombros, mientras deslizaba sus manos para acariciar la piel que tenía a su alcance. Mirándole los brazos y la espalda con más atención, notó muchas más cicatrices, tanto viejas como otras más frescas, lo cual le dio a entender la infinidad de duras batallas de las que habría participado, cuántas heridas había soportado conteniendo el dolor, o quizás ya ignorándolo debido a la adrenalina que dormía esa sensación para concentrarse en pelear y sobrevivir.
Primero las recorrió de una en una con la ligereza de una pluma, un toque delicado con intención de ser una caricia, para después volverlas a recorrer depositando innumerables besos uno tras otro, sin prisa alguna, una por una. Cuando el samurái se dio cuenta lo que pretendía, un suave jadeo escapó de sus labios, y relajó de inmediato todos sus músculos, llevando una mano hacia atrás para acariciarle el muslo a su novia con cariño, en señal de agradecimiento por tal tierno gesto. Sintió la garganta cerrársele un poco por la emoción, Tsukuyo era la única que podía hacer algo así por él, y que verdaderamente le importara y sintiera que lo ayudaba a sanar su amor propio.
La cortesana continuó bajando por la espalda de él, poniéndole especial intención a la larga y profunda cicatriz que le cruzaba la espalda entera. Le daba tranquilidad que él se dejara hacer, sin tensión alguna. Cuando llegó a lo más bajo que pudo sin resultarle incómodo a ella, volvió a sentarse erguida para abrazarlo por la espalda, apoyando su mejilla contra el hueco del cuello de él mientras sonreía. Alcanzó a mirarlo de reojo, el peliplateado se percató de la mirada y se la devolvió, con los ojos carmesí brillando como cristales. Ninguno dijo nada, y luego ella se arrastró desde sus rodillas con mucha gracia para volver a ponerse frente a frente, dispuesta a continuar con el pecho y el abdomen, donde tenía incluso muchas más cicatrices grandes y visibles, tanto de cortes de espadas como perforaciones de kunais.
Para hacerlo más cómodo para ella, guió con suave presión de sus manos a Gintoki a echarse hacia atrás para que se recostase en el futón, y una vez allí se sentó a horcajadas de él y se dobló hacia delante para reanudar sus dulces besos, a lo largo del torso y los brazos. Hacer eso le estaba proporcionando una inesperada calma, era algo muy íntimo y amoroso que estaba disfrutando hacer, y confiaba en que tendría un buen impacto. El peliplateado no se contuvo de rodearla en un suave abrazo, uno que no la interrumpía, por lo que ella contenta lo recibió bien, sonriéndole con afecto y continuando. Sólo se desvió brevemente de su tarea cuando alcanzó la zona del pecho donde estaba el corazón de él, latiendo con calma, y lo acarició y besó con especial ternura.
Las peores cicatrices estaban en la zona abdominal, le pareció impresionante cómo un hombre podía haber sobrevivido a tantas heridas graves en una zona tan delicada y llena de órganos importantes, definitivamente Gintoki tenía un dios aparte. Siguió bajando, hasta que tuvo que deshacer el nudo del cinto para continuar, abriendo la yukata a los lados, revelándolo enteramente desnudo, dado que no se había puesto ropa interior. El samurái no se movió ni un milímetro, relajado por completo, por lo que ella continuó bajando por el cuerpo de él, pasando por las caderas, hasta alcanzar los musculosos muslos. Allí tenía otra serie de tajos y perforaciones viejas y nuevas hasta las rodillas, pero la rubia no se detuvo sólo por eso. Si quería transmitirle a Gintoki que lo amaba enteramente, lo haría de la cabeza a los pies.
Para cuando finalmente terminó, gateó hacia adelante hasta alinear sus rostros, y lo besó largamente en los labios, dejándose abrazar con más fuerza. Al separarse, él la miró a los ojos con una expresión tan cálida como plácida, y le acunó la mejilla, acariciándosela.
- Gracias por todo eso, Tsukuyo, fue muy especial para mí.
- Me alegro que así sea.
- No renegaba de mis cicatrices, como te dije antes... Pero me hiciste sentir que mi cuerpo es tan valioso como mi determinación de proteger, y si lo lastimo sin cuidado, no podré hacer nada. Es una herramienta para mí, pero no tengo que olvidar que no hay forma de reemplazarlo.
Gintoki se quedó unos segundos en silencio, la imagen de su amigo Sakamoto llegó a su mente, cuando aquel corte a lo largo de su mano y antebrazo durante una batalla puso fin a su vida como espadachín, aunque el comerciante supo buscar una alternativa a aquello, no se rindió. El samurái quería disponer del cuerpo entero que actualmente tenía, maltrecho, pero bastante sano para un guerrero tan feroz como él, para seguir protegiendo a quienes quería, y a todo lo que tendrían por delante, ojalá tiempos de paz y como mucho, pequeñas revueltas sin mayores consecuencias. Quizás se estaba volviendo demasiado cómodo, pero no estaría mal poder disfrutar de una vida tranquila, él no le debía lealtad a nadie, por lo cual era libre de hacer lo que quisiera con su vida, podía seguir con los trabajos de los Yorozuya por muchos años más mientras compartía su vida junto a Tsukuyo.
Con dicho pensamiento en mente se sintió renovado, y soltó un suave suspiro. Listo para seguir, se impulsó para colocarse encima. La miró la largamente, preguntándose qué podía hacer para ella, que fuera igual de significativo. Los dos grandes temas que atravesaba su novia eran el disfrutar por completo su feminidad, y el otro era poder relajarse y ceder el control, apoyarse y permitirse depender un poco en los demás, y no ser siempre "yo puedo todo sola", o sacrificarse por el bien de otros, lo cual no distaba mucho de la forma de vida que él solía llevar, no por nada se habían atraído e identificado tanto.
- ¿Por qué me miras tanto, Gintoki?
- ¿No puedo contemplar a la mujer que más amo?
- Sí, pero puedo ver que estás dándole vueltas a algo. Vamos, dime.
- ¿Qué puedo hacer por ti? –Preguntó, y agregó con una sonrisita juguetona– Yorozuya Gin-san recibe pedidos especiales hoy.
Por más que lo hubiera dicho con humor, Tsukuyo leyó entre líneas que Gintoki se refería a ayudarla a sentirse mejor con algo. Seguro habría algo de eso, aunque no quería volver pesada la noche al ponerse reflexivos y escarbar el pasado, cuando honestamente estaba bastante a gusto con cómo se estaban dando las cosas en su vida en los últimos meses, y ella ya se sentía más tranquila y a gusto consigo misma. En lo que tardó en contestar, él le hizo a un lado un mechón de cabello, y deslizó sus dedos por las dos largas cicatrices de su rostro.
- ¿Esta cicatriz te sigue incomodando? –Inquirió él con voz suave– ¿Te sigue haciendo dudar de tu belleza, o te hace revivir imágenes y cadenas que te atan a algo?
- No, ya no. Tenerla, y a la vez estar juntos tú y yo ahora, es prueba también de mi camino y la batalla que tuve conmigo misma, que superé, y gracias a eso hoy soy mucho más fuerte. ¿Verdad?
- Sí, lo es.
- Tú me dijiste tiempo atrás que mi rostro es igualmente bonito con ella, espero que no hayas cambiado de opinión.
- No, para nada.
- Entonces, así como a ti no te molesta llevar tus cicatrices, yo ya dejé atrás la inseguridad y las creencias de la mía. Si te gusto y me amas, así como me veo, no tiene sentido que le dé vueltas a eso.
- ¿Y si no lo hiciera? –Tanteó Gintoki, sólo para comprobar algo.
- Entonces te arrojaría unos kunai por ser un mentiroso, te dejaría, y seguiría con mi vida –Contestó con una sonrisa burlona– Si tu amor hacia mí depende de cuan bonito y perfecto se vea mi rostro, entonces serías un cretino, y yo no quiero compartir mi camino con alguien así.
- Buena chica, esa es mi Tsukki, eso es lo que quería oír.
- Gracias a ti –Susurró la cortesana, adelantando la cabeza para darle un beso– Antes pensaba que la cicatriz sería el símbolo de abandonarme como mujer, porque creía que no era digna de ser amada y deseada si tenía una marca tan grande y horrenda que arruinara mi rostro, que fuera desagradable de ver para cualquier hombre. Pero luego viniste tú, y no sólo alteraste mi corazón e hiciste tambalear esa determinación, sino que también con tus lindas palabras y tu bushido, me diste esperanzas de permitirme la idea de que algún día pudiera ser una mujer libre, amada, y también hermosa. Así que le haré honor a esa nueva forma de vivir que tú me diste, Gintoki, y quiero compartirla especialmente contigo.
- De verdad me alegra oírlo. Entonces... ¿Qué quiere mi honey que haga por ella?
- Hazme disfrutar de todo lo que significa amar y complacer a una mujer.
- Con todo gusto, honey.
El samurái amplió su sonrisa, acercándose para darle un largo beso en la mejilla que tenía la cicatriz, y luego la besó en la boca, profundizándolo mientras dejaba que su cuerpo se presionara sensualmente sobre el de ella, sus cuerpos solapándose. Sabía que a Tsukuyo le gustaba cuando combinaba dulzura con pasión, por lo cual alternó entre besos suaves y otros más urgentes, demandantes, incluso rozando los de ella con el filo de sus dientes cuando se alejaba, mientras enterraba sus dedos en el lacio cabello rubio, ese suave masaje la haría ronronear. Al poco rato interrumpió los besos para contemplarla, y la vista de ella era de lo más atractiva: Sonrojada y con los ojos amatista rezumantes de deseo, los labios hinchados de tanto besarlos, y el cabello alborotado. Si ya estaba así a poco de empezar, no quería hacerse a la idea de cómo se vería cuando estuviera gimiendo de puro placer al estar dentro de ella.
Volvió a acercarse para besarle el cuello, de un lado y luego del otro, y continuó bajando para rozar sus labios y lengua por la fina clavícula al descubierto, encontraba esa parte del cuerpo muy sensual. Mientras se apoyaba en un brazo y dejaba esa mano acariciándole de tanto en tanto el cabello, bajó la otra para empezar a masajearle con delicadeza los costados y la base de un pecho. Solamente cuando la sintió arquear la espalda y buscar más contacto, fue que lo cubrió entero con su mano, ejerciendo más presión, y rodeó y jaló con suavidad el pezón por encima de la tela hasta sentirlo turgente.
- Gintoki...
- ¿Hmm?
En lugar de contestarle, la rubia llevó las manos al cinto de su yukata para deshacer el nudo, y sin apartar la mirada de los ojos de Gintoki, abrió el cruce de la tela para exponer su cuerpo desnudo, dándole a entender que se sentía confiada de revelarse así ante él, y entregándose a que la complaciera. El samurái sintió un intenso calor en el cuerpo, y aunque trató de sostenerle la mirada todo ese rato, sus ojos no tardaron en desviarse a admirar el bellísimo y curvilíneo cuerpo de su novia. Ella tampoco se había puesto nada de ropa interior, tal como él, lo cual lo sorprendió un poco, pero no acotó nada al respecto. Tal parecía que aunque él no hubiera dicho nada antes para anticipar lo que pasaría esa noche entre ellos, ella ya estaba más que preparada.
Para que la ropa no estuviera ya en el medio, el peliplateado se la quitó por los hombros, acariciándole la piel de los brazos, y la jaló un poco desde la cintura para separarla del futón y poder hacer a un lado la prenda entera. Ya estaban los dos desnudos, esa sería la primera vez que ponía abrazarla y sentirla entera piel a piel, por lo que antes de retomar su sendero de besos y caricias, volvió a acomodarse encima de ella e hizo precisamente eso, la abrazó. Aquello tomó por sorpresa a la cortesana, la notó titubear, aunque de inmediato ella sonrió y se relajó, devolviéndole el abrazo. La sensación tan cálida y suave de sus cuerpos juntos los hizo suspirar con calma, y en cuanto sus miradas se cruzaron, compartieron unos besos más.
Gintoki estaba determinado a amar cada parte de ella, por lo que luego de volver a bajar por el cuello y las clavículas, destinó una lluvia de besos y caricias a los hombros, brazos, manos, y hasta la punta de los dedos. Tsukuyo había dijo "ámame entera", y eso pensaba hacer. Una vez terminó con ambos brazos, regresó al torso y allí depositó otra serie de besos por el borde y el centro entre los pechos, para luego finalmente dedicarse a besarlos, manteniendo esa sensual combinación entre suaves atenciones de su boca y manos, así como de pronto devorarlos y hacerla gemir ante ese contacto más intenso que llevaba al límite la sensibilidad. No pensaba dejar ninguno desatendido, masajeando uno mientras saboreaba el otro, alternando así de esa forma. Quizás era por estar a solas en ese lugar, Tsukuyo estaba más vocal y suelta que otras veces, dejando que sus gemidos y jadeos fluyeran sin contenerlos, algo que a él le resultaba de lo más erótico, no había sonido más hermoso y excitante que el saber que estaba complaciendo a su amada.
Siguió bajando por el abdomen de ella, llenándolo de besos. Aunque muchas menos y más sutiles que las de él, la rubia también tenía finas cicatrices y marcas de perforaciones en su cremosa piel blanca, sin dudas era una guerrera curtida. No se descuidó de recorrerlas con sus dedos y labios, ignorando si ella era consciente o no de las mismas, simplemente era un gesto de amor que él quería hacer, para reconocerle su valentía y determinación por proteger aquello en lo que creía. Para cuando llegó a las caderas, bajó por un muslo y se acomodó entre las piernas para besar y mordisquearle el lado interno de los muslos, y allí se detuvo un momento para levantar la cabeza y llamarle la atención a la cortesana, que estaba muy relajada y disfrutando las caricias.
- Dime, ¿quieres que te toque, o que te coma? –Preguntó Gintoki con tono seductor, dedicándole una ardiente mirada.
- ¿Por qué no ambos? –Contestó con confianza y coquetería Tsukuyo, separando un poco más sus piernas.
- Oh, vaya, me encanta esta Tsukki que sabe lo que quiere. Siempre me excitó imaginar que no fueras nada tímida en pedirme que pusiera mi cabeza entre tus piernas. Demuéstrame que vas en serio.
Si bien estaba disfrutando de su actitud más suelta y confiada, también era nuevo para Tsukuyo hacer eso. Por más que sintiera su rostro humear al ver el demonio sensual que podía ser el samurái cuando se proponía provocarla, no quería quedarse atrás. No creía que le saliera bien hablar sucio, seguramente lo diría indecisa o tartamudearía, por lo que sería mejor la acción que las palabras. Irguió su cuerpo a medias y estiró el brazo para alcanzar a poner la mano detrás de la cabeza de Gintoki, y lo jaló así para acercarlo a su intimidad. Alcanzó a verle una sonrisa llena de diablura, y rápidamente él reaccionó, en ese primer contacto ya apoyando sus labios y lengua en un abierto y húmedo beso, que la hizo gemir y estremecerse entera.
A pesar de la decidida acción, el samurái pretendía tomarse todo el tiempo del mundo para complacerla, por lo cual regresó a recorrer cada milímetro de los labios exteriores, para después deslizar su lengua largamente por los internos, oyendo más de esos suaves gemidos de gusto de parte de ella. Besos, mordisquitos y lamidas, no se privó de recorrer esa zona una y otra vez, hasta que llegó un punto en que la rubia comenzó a desesperarse por más.
- Por favor, Gintoki...
- ¿Qué? ¿Qué quieres?
- Ya lo sabes...
- Dímelo, honey. Quiero oírlo.
- Agh... Ve al grano de una vez, cómeme.
Con un sonido reverberante de satisfacción, el peliplateado asintió. Si algo le había faltado antes a Tsukuyo, era ser más atrevida al pedirle caricias y sexo oral, aunque a decir verdad él tenía un poco la culpa ya que lo solía hacer por su cuenta y con todo gusto. Aun así, que ella finalmente abandonara su timidez y pudiera pedirle lo que quería sentir era un gran logro, eso lo hacía todo más interesante y excitante. Consintiéndola, abrió su boca para cubrirle la intimidad con ella, y comenzó a complacerla así, entre sonoros besos y una combinación de suaves y enérgicas lamidas.
- Oh, sí... Sí... –Gimoteó Tsukuyo, aferrando las manos al futón ante las intensas sensaciones.
Mientras la cortesana elevaba y movía instintivamente sus caderas para buscar el máximo placer -aunque Gintoki de por sí lo hacía demasiado bien, era un hombre entregado a la tarea- él la agarró de los muslos para mantenerla cerca. La estaba enloqueciendo de gusto, cada vez que se centraba en succionar y lamerle el clítoris hasta el punto en que el cuerpo de ella se tensaba y empezaba a asomarse la formación del clímax, interrumpía aquello para introducir la lengua en la entrada, haciéndola gemir igual o más fuerte, aunque abruptamente deteniéndose después para apenas darle unos ligerísimos besos en la sensible piel, dejando en suspenso el desarrollo del orgasmo. Hizo aquello no menos de tres veces, la última ya impacientándola mucho.
- Gintoki... Déjame acabar –Rogó, jadeante.
- No pensaba tener a tu orgasmo de rehén, honey, no soy un hombre tan mezquino –Contestó él, besándola entre frases.
- Entonces, ¿por qué...?
- Si hago esto, créeme que vas a explotar en un clímax más intenso.
- Oh... Pero si me fríes el cerebro de placer, no sé cómo podré continuar luego.
- Podrás hacerlo, y querrás más, ya verás. Sólo quiero asegurarme que acabes maravillosamente, porque no sé si podrás hacerlo en tu primera vez conmigo.
- Ah... ¿Por tu tamaño? –Preguntó dubitativa, ya había sospechado algo así antes.
- Sí. Quizás, espero equivocarme. Por lo pronto, tú relájate y goza, déjalo ser.
- Está bien. Confío en ti, sé que sabes lo que haces.
- Gracias, honey, haré honor a eso.
Una vez que Tsukuyo volvió a relajarse, Gintoki retomó las atenciones orales con el mismo ímpetu de antes, su único objetivo era hacerle sentir el máximo placer. Repitió un par de veces más aquella alternancia entre el clítoris y la entrada para alinearla nuevamente con el clímax, hasta que se decidió a ir por todo, ayudándose con introducir un dedo en ella, comprobando que estaba más que húmeda, por lo que poco después introdujo otro. Enfocó su succión y rápidas lamidas en el botoncito de placer, mientras curvaba sus dedos y los presionaba y movía contra la pared frontal interior, hasta que sintió a su novia ahogar un fuerte jadeo y tensarse mucho más.
- G-Gintoki... Eso... Eso es...
Mantuvo ese intenso ritmo, dejando salir sus propios guturales gemidos para sumarle una vibrante estimulación, que la hizo aferrarse al futón con manos como garras y agitar sus caderas. Se sincronizó con aquellos movimientos, atento a cómo la respiración de su amada se agitaba y entrecortaba cada vez más, mientras dejaba salir algunos agudos gemidos jadeantes. Con la intención de llevarla al límite, intensificó el movimiento de los dedos en el interior, hasta que sintió cómo una repentina humedad extra fluyó dentro de ella, a la par del intenso clímax que se desencadenó desde el clítoris en ese mismo momento, un combo arrollador.
El cuerpo de Tsukuyo convulsionó ante tanto placer, definitivamente ese estaba siendo el orgasmo más potente y largo de su vida, que la dejó hipersensible y con las piernas temblando como ciervo recién nacido un por varios segundos después. Al menos Gintoki había detenido la estimulación, aunque sin quitar su rostro de allí, soltando todavía su aliento cálido sobre ella mientras le mantenía agarrados los muslos. Unos segundos después seguía perdida en el limbo del placer, creyendo que había alcanzado algún tipo de nirvana sexual si eso existía, ningún pensamiento cruzaba su mente, era toda sensaciones, pura presencia. Recién cuando empezó a "volver", se percató que su novio seguía depositando suaves besos en sus piernas, había cambiado de posición para estar sentado sobre las pantorrillas, sin dejar de mirarla para disfrutar de la vista post-orgásmica que ella le estaba regalando, ni se detuvo hasta llegar a besarle el empeine. La cortesana sentía su cuerpo como gelatina, por lo que se dejó hacer, hasta que su respiración se calmó.
- ¿Te guardaste esa técnica secreta para hoy?
La sonrisa llena de picardía le contestó por sí sola, y él se inclinó hacia adelante hasta recostarse sobre ella y alinear sus rostros.
- Algo así, yo también tenía una fatality sexual bajo la manga para ti, honey –Le mostró sus dedos, todavía brillando con una humedad cremosa.
- Nunca había sentido algo como eso... Pero si este es tu as bajo la manga, ¿crees que podrás superarte?
- ¿Me subestimas? No te olvides que a partir de esta noche se abrirán un abanico de posibilidades. ¿Pero, sabes qué?
- ¿Qué?
- Tendrás que ser paciente y conocerlas poco a poco, tenemos muchas noches por delante para probarlas.
- Muchas, sí... ¿Toda la vida? –Preguntó, mientras sonreía cerrando los ojos, dejándose llevar por la falta de filtro mental que su orgasmo había provocado.
- Si así lo quieres, sí.
El tono tan sereno que empleó Gintoki al decir eso la hizo volver un poco más en sí, y se sonrojó intensamente a la par que su corazón martilló contra su pecho, estaba segura de que él también podía oírlo retumbar, por la forma en que luego le sonrió.
- ¿Lo quieres? –Inquirió Tsukuyo, le costó encontrar su voz.
- ¿Lo dudas? –Replicó él.
- N-no, es que... Lo dije tan pronto...
- ¿Necesitas una prueba?
- ¿Qué?
La cortesana a continuación sintió hasta las palpitaciones en sus oídos, mientras un tanto boquiabierta veía cómo Gintoki se arrancaba una hebra de su cabello platinado, y le tomaba la mano izquierda para atárselo en el dedo meñique. No pudo decir nada por varios segundos, creía que iba a llorar si lo hacía.
- Ahí lo tienes, nuestra propia promesa de amor.
- G-Gintoki, tú...
- Más allá de que esta sea la noche en que nos entreguemos por completo, no tenía ya ninguna duda de que yo te pertenezco, y tú me perteneces. Te amo, Tsukuyo.
- Entonces, yo también...
Le estaba costando hablar ante tanta emoción, ese gesto y esas palabras tan hermosas simplemente habían superado todos sus sueños y expectativas. Levantó una mano temblorosa y la llevó hacia su cabeza, para arrancar uno de sus sedosos cabellos rubios, que lo ató también al dedo meñique de él, y se sonrieron dulcemente.
- Yo también te amo, mucho, Gintoki –Compartieron un largo beso, y luego se miró su mano– Sabes, esta es la segunda vez que tengo un cabello tuyo en mi dedo meñique. Pero es la primera que tiene un significado feliz.
- Sí, aunque yo no puedo decir lo mismo porque la otra vez mi meñique estaba reservado temporalmente por una vieja cortesana –Rió por lo bajo– Aunque tú ya sabías lo que querías conmigo, Tsukki, eres astuta.
- ¿Por qué lo dices?
- Fuiste la primera, y elegiste en poner tu cabello en mi dedo anular. Quizás no era oro, pero sí era rubio.
- Eso...
- Eso fue un mensaje subliminal, Tsukki, acéptalo.
Con otra risilla ante la expresión de su acorralada novia, el samurái le besó la mejilla, y entrelazó los dedos de sus manos, mirándola a los ojos.
- ¿Lista para seguir?
- Sí.
- Espérame un momento, tengo que ir a buscar un condón. Traje algunos por las dudas.
- No... No hace falta.
- Sí que la hace. Por más promesas que hagamos hoy, todavía no es tiempo de concebir a Dia y Block.
- Gintoki... Nunca dejarás de bromear con eso, ¿verdad?
- No lo sé, tú eres la de las premoniciones, y tú les diste esos nombres.
- ¡Tú dijiste primero que estábamos casados y que teníamos hijos! –Replicó, frunciendo el ceño.
- Hmm, quizás yo también tenga poderes.
- Como sea, yo también estaba preparada, hace un tiempo Hinowa me dio anticonceptivos. Así que no necesitamos condones. Además...
- ¿Sí?
- Quiero sentir todo de ti cuando hagamos el amor –Musitó, cohibiéndose un poco al ser tan directa.
- Oh... Cuándo dices todo, ¿te refieres a...?
- Sí.
En esa ocasión, fue Gintoki el que se sonrojó, no por timidez, sino ante la imagen que llegó a su mente. Sólo con aquello, sintió cómo su entrepierna revivió, luego de la erección que había tenido instintivamente al darle placer a su novia.
- Siento que ya estás listo –Lo provocó Tsukuyo al notar la presión.
- ¿Cómo pretendes que sea indiferente cuando dices algo así?
- Déjame ocuparme un poco de esto.
La rubia deslizó su mano desde el abdomen de él hacia abajo, hasta rodearle el miembro con seguridad, haciéndole soltar un gemido ronco.
- ¿Puedes sentarte?
El samurái acató el pedido, y se sentó sobre el futón con las piernas flexionadas y abiertas. Tsukuyo se acomodó también para quedar acostada frente a él, apoyándose sobre sus codos y de inmediato empezó a acariciarlo, mientras le besaba el bajo abdomen y la cara interna de los muslos. Sabía que no tenía que estimularlo demasiado, pero al menos quería complacerlo también de esa forma.
Sumado a las placenteras sensaciones, la vista de su hermosa mujer recostada boca abajo y completamente desnuda era un festín para los ojos de Gintoki, ella tan hermosa y curvilínea, su redondo trasero también a la vista. Notó que con el cabello más corto y suelto, algunos mechones de la rubia se metían en el medio, y ella tenía que estar constantemente acomodándolos detrás de la oreja, por lo cual decidió ayudarla. Colocó sus manos a los lados de la cabeza de ella, recogiendo y llevando así hacia atrás el cabello para dejarle vía libre.
- Gracias, así será más fácil.
El samurái iba a replicar algo gracioso, cuando su voz se ahogó al jadear al sentir cómo ella lo introducía en su boca sin preámbulos, y esa vez no estaba siendo nada tímida, disfrutando tanto como él de darle sexo oral. Trató de contener su impulso por guiarla desde la cabeza, quería dejarla hacerlo a su ritmo. Se percató que tampoco lo estaba abrumando con la intención de llevarlo al límite, lo cual agradeció para sus adentros. Con sólo un par de minutos se sintió más que satisfecho, por lo cual la detuvo y en cuanto ella se irguió a la par de él, la atrajo entre medio de sus piernas para abrazarla.
- ¿Estás lista para seguir? –Le preguntó con voz serena, mirándola con atención a los ojos para detectar cualquier indicio de nervios.
- Sí, lo ansío.
- ¿Quieres ir arriba mío? Así puedes controlarlo mejor.
- No, prefiero que tú guíes.
Asintiendo, Gintoki la rodeó por la cintura y la llevó con delicadeza hacia atrás, recostándola en el futón y ubicándose él entre sus piernas. A decir verdad, sentía una mezcla entre emoción y expectativa, al fin iban a intimar por completo, esperaba hacerlo bien para hacerla sentir cómoda y lo disfrutara verdaderamente. Para que ambos se dejaran llevar y se relajaran, a la par de compartir sentidos y profundos besos, empezó a empujarse contra ella. El poder hacerlo piel a piel de pies a cabeza era completamente distinto, la calidez y tersura de sus cuerpos juntos era una sensación demasiado buena. A pesar de que ya había estado así anteriormente con otras mujeres, el hecho de realmente conocer y amar a Tsukuyo hacía una diferencia incomparable, tanto más plena, no pensaba en su mera satisfacción sexual, sino en disfrutar cada segundo de compartir todo con ella.
La cortesana también se sentía ya felizmente entregada al presente, acompasando su cuerpo con él para disfrutar más de ese sensual roce mientras le acariciaba la espalda y los brazos a su amado. La vista de tenerlo desnudo encima de ella la encendía completamente por lo guapo que era, un verdadero gusto el poder estimular todos sus sentidos, lo que ayudaba a excitarla más y más. Disfrutaba el aroma masculino natural de él cuando le acercaba la nariz al cuello, el sabor de sus besos, la suavidad a la vez apasionada de las caricias... todo era perfecto.
Lo rodeó con sus piernas, haciendo presión con los talones para mantenerlo lo más cerca posible, y ronroneó de gusto cuando él bajó una mano para masajearle un pecho. Instintivamente elevó su cadera para sentir más del frote de sus sexos, y fue entonces cuando dejó salir un jadeo al sentir que la punta del miembro había presionado contra su entrada. Miró a Gintoki a los ojos, encontrando los orbes carmesí ya fijos en ella, en un silencioso pedido por avanzar. Asintió, respirando profundo para prepararse, y percibió que él llevó su mano a rodearse el miembro para controlarlo mejor.
- ¿Me podrías dar tu mano? –Preguntó con timidez, sonrojándose al pedírselo.
- Claro, amor.
El corazón de la rubia revoloteó al oírlo referirse a ella así por primera vez, la ternura de Gintoki no conocía límites cuando se entregaba por completo. Sabía que él estaba más cómodo poniendo apodos más relajados como "honey" y no ser tan meloso, por lo cual agradeció el detalle con un duce beso, sus ojos violetas brillantes. Entrelazaron sus dedos, y ella alzó un poco más la cadera mientras abría más las piernas para hacérselo más fácil. Poco a poco sintió cómo la presión de la punta aumentaba hasta alcanzar a introducirse, y dejó salir un quejido ante la ardorosa sensación. Por suerte, él tuvo la paciencia de esperar y dejarla absorber esa nueva sensación, no había comparación del generoso tamaño que tenía su miembro con el de sus dos dedos dentro de ella en otras ocasiones.
- ¿Cómo te sientes? ¿Puedo moverme un poco? –Preguntó Gintoki, apretando sus dedos juntos.
- Arde, es intenso... Pero creo que es llevadero.
- Bueno, eso fue sólo la cabeza... Sólo tienes que esperar a que tu interior se acostumbre a mi tamaño. No te preocupes, seré gentil.
Por más que el interior de Tsukuyo se encontraba muy apretado alrededor de él, lo cual lo hacía terriblemente placentero, a la vez más difícil de controlar la excitación que le provocaba, el samurái se mentalizó en hacer mínimos movimientos casi sin profundizar, sólo saliendo y volviendo a entrar sólo la punta, hasta sentirla relajarse. Cuando eso sucedió, se empujó ligeramente más, de forma que fuera casi imperceptible para ella la diferencia, y así fue avanzando, mientras la oía jadear y gimotear por lo bajo. Sin embargo, en una suave embestida recorrió más tramo, y fue cuando la rubia soltó un tremolado gemido, enterrando sus uñas y rasguñando la espalda de él, haciéndolo sisear de dolor.
- Agh...! Bueno, al menos si me dejas algunas cicatrices más, estas tendrán buenos recuerdos –Bromeó Gintoki.
La cortesana sonrió a la par, disculpándose y aflojando sus dedos, y luego de respirar controladamente un par de veces, ella misma se empujó hacia adelante para lograr introducir todo lo que podía del miembro de él. Se estremeció ante la intensa sensación, bastante ardorosa, pero estaba bien, lo habían logrado. Eso tomó por sorpresa al peliplateado, que gimió ronco, para los dos estaba bastante apretado. Dejó pasar unos pocos segundos, y se preparó para seguir.
- No te muevas todavía –Pidió ella en un susurro, abrazándose más a él.
- ¿Te duele? –Preguntó preocupado, el que ella se apresurara así podía haberla lastimado.
- No es por eso –Conectó su miradas– Sólo quiero disfrutar un momento más de esto. Estar así juntos, unidos por completo. Te había entregado mi corazón, y desde este momento también mi cuerpo, todo.
- Sí, lo mismo digo. Y ya no son sólo palabras–Sonrió y luego miró hacia arriba con una expresión de cómica resignación– Vaya, mujer, tú sí que sabes ablandarme.
- Espero que no te refieras aquí abajo –Contestó Tsukuyo con burla, empujando su cadera hacia él.
- Oh, no, esa espada no se dobla por amor –Replicó él picado, alzando una ceja, y adrede hizo una embestida enérgica que la hizo soltar un fuerte jadeo.
- ¡Ahh! ¡Gintoki, no hagas eso, dolió! –Protestó la rubia, intentando alejarlo.
- Perdón, pero tenía que demostrarte que seguía manteniendo su filo. Tienes que saber que Gin-san es sensible a esos comentarios que ponen en duda su hombría, ¿entiendes?
- Bueno, lo siento –Finalmente volvió a sonreír, y en son de paz lo abrazó nuevamente, soltando una risita– Ni siquiera en momentos como estos podemos mantenernos serios.
- No seríamos nosotros, honey, y es más relajado así, ¿para qué actuar como en una película, si nosotros somos los protagonistas aquí? Además, nuestros sentimientos no son menos por algo así, ¿verdad?
- No, por supuesto que no.
- Entonces, aquí somos sólo nosotros, los mismos de siempre, haciendo el amor, ¿verdad?
- Sí, tienes razón –Coincidió Tsukuyo– Me dejé llevar al pensar en lo especial que es esta noche para ambos, pero tienes toda la razón.
- Es especial, pero no te olvides de simplemente ser tú misma. Esa es la Tsukki que me gusta, la que además de ser una mujer muy fuerte y valiente que está buenísima, me lanza kunais cada vez que se enoja conmigo, así como se avergüenza fácil con las obscenidades que digo. Todas esas Tsukki son parte de la misma, mi Tsukki.
La cortesana se rió ante aquello, sólo Gintoki podía decir algo tan tierno y gracioso al mismo tiempo. Subió las manos para acunar las mejillas de él, acariciándoselas suavemente con el dedo pulgar, y le susurró un agradecimiento con su mirada más cálida. Se sentía más calma que antes, y le pareció que su interior ya estaba relajado para continuar y sentir más placer. Probó con elevar y mover un poco sus caderas hacia adelante y atrás, comprobando que ya no le molestaba tanto recibirlo, aunque no era menos cierto que se sentía llena hasta el máximo, era una sensación de lo más intensa. El peliplateado tomó aquello como incentivo para moverse también, y entrelazó los dedos de las dos manos de ambos, manteniendo sus cuerpos lo más cerca posible para sentirse enteramente juntos, lo que lo llevó a hacer movimientos más cadenciosos y largos.
Los suaves gemidos de la pareja se mezclaban a la par de sus alientos en el pequeño espacio que separaba sus labios, al menos cuando no los unían en besos igual de dulces. Tsukuyo sentía cada vez más placer, la forma en que él la llenaba le producía un agradable hormigueo en los nervios de todo su cuerpo, que se propagaban desde su centro. Pronto empezó a sincronizar sus caderas hacia el encuentro con las de él, resultando por momentos en penetraciones más profundas que la hacían estremecerse. A medida que aumentaba su gozo, instintivamente su cuerpo se movía para buscar más estimulación, ganando más impulso y velocidad, lo cual él correspondió con ganas, agradecido con no tener que contenerse tanto a medida que su excitación aumentaba.
Por más bien que se sintiera estar tan cerca, el samurái quería probar otras formas de que ella lo sintiera, siempre había un ángulo que funcionaba mejor que otro para potenciar el placer. Deshizo la unión de sus manos y se echó para atrás, sin salirse de ella, sólo lo suficiente para poder sentarse con las piernas bien abiertas. Llevó las manos a la parte baja de la cintura de ella para ayudarla a levantar un poco el cuerpo, facilitando el encuentro de ambos, y reanudó sus embistes, primero suaves y largos para asegurarse de prestar atención a la reacción de Tsukuyo, que encontrara aquello placentero, y luego se permitió aumentar un poco más el ritmo, dando más rienda a la pasión.
- Oh... Gintoki... –Musitó la rubia, quedando con la boca entreabierta.
- ¿Se siente bien esto?
- Sí, sí... Ngh...
No sólo sentirlo, sino también mirar a Gintoki se iba a convertir en su perdición. No podía evitar sentirse muy excitada al verlo, su cuerpo desnudo y musculoso, aún más delineado por la fuerza que ejercía, y con aquellos movimientos sexuales hacia ella; además de verle el rostro también expresando sumo placer, los labios entreabiertos que dejaban salir graves gemidos y jadeos, el cabello platinado siempre alborotado, y los ojos carmesí más oscuros y llenos de deseo fijos en ella. Era una postal erótica del demonio blanco, y por esa vez no le importó devorarlo con los ojos y que él lo notara, demostrándole que lo encontraba guapísimo y caliente, que lo deseaba mucho.
La rubia apoyó sus manos sobre los antebrazos de él al tiempo que también le sostuvo la mirada, era tan especial como intensa esa conexión íntima. Sin embargo, quería tenerlo cerca nuevamente, por lo cual lo jaló suavemente, pidiéndole que volviera a colocarse encima. El samurái le consintió el pedido inmediatamente, también anhelante de besarla y acariciarla así. Tsukuyo se sentía ya bastante a gusto y segura como para probar de guiar ella, por lo que lo empujó con suavidad para guiarlo a acostarse boca arriba mientras se acomodaba encima de él, manteniendo la cercanía.
- Me encanta que te animes a llevar el control en esta primera vez, honey. Quería verte así.
Gintoki se ayudó con la mano para volver a entrar en ella, dejándola asentarse sobre él lo más posible. Aprovechando que seguían con sus cuerpos juntos, la rodeó en un abrazo y buscó sus labios para besarla, mientras ella empezaba a moverse lentamente, acostumbrándose a eso.
- Ngh... T-te siento aún más así –Gimió la cortesana contra el oído de él.
El peliplateado se estremeció agradablemente, tanto por la sensación de cómo se apretaba deliciosamente su miembro, como por la voz cargada de placer con la que ella habló. La dejó moverse libremente un rato, hasta que le fue imposible contenerse de acompañar él también con sus propios empujes, llegando más profundo dentro de ella, lo que los hizo gemir sonoramente a los dos. Esa posición era ideal para hacerlo lento y mantenerse abrazados, lo cual disfrutaron sin prisa, compartiendo largos besos y miradas llenas de cariño.
A pesar de ello, llegó un momento en el Tsukuyo sintió la necesidad de buscar un placer más apasionado, por lo que poco a poco empezó a apoyar sus manos en el futón, para tener un mejor sostén mientras erguía su cuerpo, hasta quedar sentada a horcajadas de él, sin dejar de mecer en ningún momento sus caderas. Así sentada tenía aún más control, y jadeó fuerte cuando sintió un tope, como si el miembro hubiera tocado fondo dentro de ella, algo que seguramente esa "tercera pierna" podía ser capaz. Cuando encontró el punto justo que estimulaba su interior y se sentía cómodo de llevar, arqueó la espalda hacia atrás, agradeciendo cuando Gintoki le tomó las manos para entrelazar sus dedos juntos, sosteniéndola así a la vez que ella se movía con más amplitud y ritmo, descubriendo también lo increíble que se sentía mover sus caderas en círculos, eso era como un masaje interno que accedía a cada rincón de su interior.
Estaba completamente abstraída en el mar de nuevas sensaciones que el sexo le estaba generando, mucho más agradable de lo que se había imaginado una vez que había superado la incomodidad inicial, aunque eso no quitaba que se sentía llena al máximo y el calor en su interior era al límite de lo soportable.
- Tan...hermosa... –Masculló Gintoki con voz grave y aterciopelada, entre jadeos.
Agradeciendo el halago, Tsukuyo se dobló hacia delante para besarlo, y cuando apoyó sus manos sobre el pecho de él, primero como una caricia y luego dejándolas apoyadas mientras se seguía moviendo sobre él, notó cuan acelerado estaba. Si bien no hizo un comentario en voz alta sobre aquello, su expresión debió ser tan transparente que el samurái sonrió y puso su mano sobre la de ella.
- Ya sabes que tú lo alteras así, no te sorprendas tanto a esta altura.
La cortesana sonrió con afecto, y tomó la mano de Gintoki para llevarla hasta su boca y darle un tierno beso, para después llevarla hacia su propio corazón, y así que él sintiera que el de ella también estaba acelerado, y no sólo por la agitación de la excitación, sino que latía de esa forma por él.
- En eso estamos iguales.
- Ven aquí.
Arrebatado por el gesto de ella, el peliplateado se estiró para tomarla por la cintura y jalarla hacia él, haciéndola chocarse contra su pecho. Tsukuyo no alcanzó a protestar por el repentino movimiento, cuando la giró para ponerla de costado, frente a él, y le agarró el muslo para que le rodeara la cadera con el mismo. Habiéndose mantenido unidos, se empujó lento y profundo varias veces, a lo cual ella acompañó de inmediato, haciéndolo más placentero, hasta que retomaron una vez más un ritmo más enérgico. La cortesana se abrazó con fuerza a la espalda de él, enterrando otra mano en la parte trasera de la melena platinada, incluso tirándolo un poco.
- Más... Un poco más.
Sin perder la oportunidad, Gintoki aumentó el impulso de sus embestidas, haciéndolas más rápidas y cortas, lo cual lo empezó a llevar al límite rápidamente. "Todavía no", se rogó a sí mismo, apretando los dientes para intentar controlarse. Miró con atención a Tsukuyo, encontrándola endemoniadamente sensual con sus labios entreabiertos, su profundo sonrojo y el cabello liso alborotado, tenía los ojos casi cerrados, concentrada en su gozo. Intentó bajar el ritmo, pero para su sorpresa ella lo rodeó con más fuerzas con sus brazos y piernas, y agitó sus caderas enérgicamente hacia él.
- No, sigue así, Gintoki... –Rogó con necesidad.
Ese tono urgente le dio a entender al samurái que ella estaría empezando a sentir la formación de otro orgasmo, algo que no esperaba para aquella noche. Motivado, se esforzó por contener su desbordante excitación mientras le daba a ella lo que quería. Sin embargo, creía que había una mejor forma de lograrlo, esa posición no le daba tanta libertad de movimiento a ninguno de los dos, por lo que la giró nuevamente para ponerla arriba, y juntó su fuerza para embestirla con velocidad e ímpetu, el sonido de sus cuerpos chocando haciéndolo todo más caliente.
- ¡Aaah...! ¡G-Gin...Ngh!
Tsukuyo tenía la mirada desenfocada ante lo abrumada que estaba frente a tal intensidad, cómo las repetidas y fuertes embestidas le producían una eléctrica sensación en los nervios de todo el cuerpo, no alcanzaba a procesar cómo ese enorme miembro estimulaba todo el interior de su sexo así, desde la entrada hasta casi el fondo, y para colmo estaba más que ajustado.
Al inclinar hacia adelante su cuerpo sus piernas se abrieron más, y ese pequeño detalle fue justo lo que necesitaba, conectaba con los puntos justos para sentir cómo se formaba con más rapidez. No hacía falta siquiera que ella sincronizara sus movimientos, era ya perfecto.
- Por favor, dime que estás cerca... No voy a aguantar mucho más –Gruñó Gintoki.
- Sí... Sí, sigue así.
- Tócate.
- ¿Qué?
En lugar de contestar, ya que honestamente le costaba formular palabras en ese momento, le tomó una mano y se la apoyó sobre el pubis, gesticulando aquello. Finalmente, la rubia entendió, y empezó a acariciar su clítoris en círculos para luego dejarse llevar por lo que mejor le resultaba para potenciar su excitación. Su respiración comenzó a acelerarse y la disfrutable presión interna creció hasta llevarla a un punto en que comenzaba a perder el control, centrada únicamente en aumentar más y más la sensación del clímax. Le echó una mirada de reojo a Gintoki, que tenía sus ojos rojos fijos en ella, también a él se lo veía al borde del éxtasis, muy sonrojado y emitiendo eróticos y melodiosos gemidos y jadeos alternados, ya los conocía lo suficiente para saber que estaba al límite, además de que creía sentir incluso que el miembro de él estaba aún más hinchado, palpitante.
- Ugh, mierd...
El improperio del samurái fue acompañado de una fugaz expresión de culpa, aunque superada luego por una de éxtasis, y un gemido mucho más alto. En ese instante, Tsukuyo vio cómo él tembló involuntariamente, y soltó un jadeo de sorpresa al sentir una repentina y abundante humedad caliente en su interior. Además del cúmulo de sensaciones más intensas, el pensamiento de que su amado se estaba liberando dentro de ella le provocó una cálida sensación tal que arrimó su orgasmo, por lo que se enfocó en acariciar enérgicamente su clítoris, mientras seguía moviéndose con la resbaladiza humedad en su interior, hasta que la ola de placer la arrasó también a ella, potenciada por la doble estimulación, y cerró los ojos con fuerza ante la impensable magnitud de placer.
Sintiendo la fuerte compresión alrededor de su muy sensible sexo, Gintoki llevó las manos hacia las caderas de la cortesana, hundiendo sus dedos en la carne, manteniéndola pegada a él sin chance de que sus cuerpos se separaran. La cortesana finalmente se dejó caer laxa sobre él, su cuerpo también reaccionando tembloroso a los ecos del clímax que empezaba a remitir. Se abrazaron con fuerza, todavía ambos jadeando, y fue la rubia la que juntó lo que quedaba de su consciencia para besarlo apasionadamente, como si pretendiera fundirse por completo con él.
- Te amo, Gintoki, te amo tanto –Susurró con voz trémula, entre besos.
- Yo también, honey, no me sueltes –Contestó él, abrazándola aún más fuerte.
Que el samurái le dijera eso último caló hondo en el corazón de Tsukuyo, había un tono vulnerable y devoto en su voz que le generó mucha emoción al punto de cerrarle la garganta, pero luego cuando lo miró a los ojos, en aquellos orbes carmesí sólo había un dulce brillo acompañado de la más hermosa y feliz sonrisa que le había visto nunca, como si hubiera conocido un nivel de felicidad que antes no. La rubia le acarició el rostro, embelesada con tan hermosa expresión, y se giró separando ya sus cuerpos unidos en su interior, solamente para estar más cómodos, ya que podía sentir que el cuerpo de Gintoki estaba muy caliente.
Sin querer que se alejara ni un poco, él la rodeó de forma de ofrecerle su brazo como almohada, y entrelazó su otra mano con la de ella, soltando un suave suspiro mientras le acariciaba esa mano con el dedo pulgar. Tsukuyo se sentía sobrepasada de hermosas emociones, la abrumaba el cariño que Gintoki le estaba profesando esa noche en cada detalle, la forma en que la abrazaba y le tomaba las manos como si nunca quisiera separarse de ella, o que la miraba como si fuera lo más preciado, cuánto la había cuidado y se había asegurado de que disfrutara de principio a fin. Nunca se había sentido tan amada, pese a que habían hecho cosas cariñosas o sexuales otras veces, pero esa noche lo superaba todo por lejos. Ella no se quedaba atrás, también se estaba permitiendo ser mucho más romántica y relajada, sabiendo que su corazón y cuerpo estaban a buen resguardo con él. No sabía si siempre sería así, o si sería tan especial por ser la primera vez que hacían el amor y estaban a solas y tan tranquilos, permitiéndose expresarse sin contenerse.
- ¿Te gustó? –Preguntó el samurái en un susurro.
- Sí, mucho...
- Qué alivio que alcanzaste a último momento a acabar de nuevo, mi cuerpo simplemente no resistió más.
- Gracias por el esfuerzo.
- De verdad... –Soltó una larga exhalación– Sabes, creo que me fue más fácil resistir el dolor de una estocada en las tripas, que aguantar tanto la leche adentro.
Tsukuyo se frunció con desagrado no sólo ante la primera imagen, sino ante el siguiente burdo comentario durante el momento más hermoso y romántico que estaban disfrutando en sus vidas. Pero, nuevamente, así era Gintoki.
Con su respiración ya más calma y la voluntad de mover el cuerpo, estiró la mano para tomar unos pañuelitos de papel que habían dejado junto al futón, para limpiarse un poco, antes de sentarse y ponerse la yukata de Gintoki que estaba más a mano, para ir al baño a higienizarse mejor. Al volver, él fue quién se levantó para hacer lo mismo, aunque no le importó en lo más mínimo caminar desnudo, lo que hizo sonreír a la cortesana. Para cuando regresó, ella se había vuelto a desnudar y se había metido dentro del futón, y levantó las sábanas para facilitarle entrar, acurrucándose nuevamente contra él. Un rato después, Tsukuyo sonrió con incredulidad en cuanto empezó a rememorar lo maravillosa que había sido su "primera" noche juntos.
- Y pensar que nunca hubiera conocido algo así si no te conocía. ¿Me estuve perdiendo de esto? ¿Todo este tiempo?
- Un poco. No sé si diría que precisamente "esto" te estabas perdiendo.
- ¿A qué te refieres?
- Sexo se puede tener de muchas formas y en cantidad, no es ese el logro. Pero esto que tenemos, que hicimos... No creo que lo podría tener con nadie más, nunca lo disfruté así antes.
- Gintoki...
- Mejor di que estos meses, desde que empezamos a salir hasta ahora, sí nos estábamos perdiendo todo esto. Y aunque lo imaginé más de una vez, ninguna le hizo justicia.
- Bueno, siguiendo tu idea, tampoco diría que nos estuvimos perdiendo todo esto. Quiero decir, que decidiéramos esperar para llegar a hacerlo de esta forma y entregarnos con todo corazón y sintiéndonos mejor con nosotros mismos, valió la pena.
- Sí, tienes razón. Simplemente lo dejamos ser hasta esperar al momento perfecto para nosotros.
Se sonrieron mutuamente, y disfrutaron en silencio de largas caricias mutuas. Un buen rato después, Tsukuyo miró a Gintoki, encontrándose con que él la seguía mirando, lo cual la sorprendió.
- Pensé que te quedarías dormido como otras veces.
- Me siento muy relajado, sí, pero ¿cómo podría dormirme en un momento así? –Se movió para acomodarse sobre ella, presionándola con su cuerpo– ¿Te sientes bien? Sin dolor o molestias.
- No, estoy bien.
- Mejor así. ¿Te gustó cómo te hizo sentir mi tercera pierna? Te amoldaste bien, Tsukki, al final te calzó como un guante, buena chica. Bueno, más bien al revés, tú fuiste como un guante para Gin-san.
- ¡Ah!
La rubia se sonrojó intensamente, y luego soltó una suave carcajada, Gintoki nunca cambiaría con sus referencias tan directas, pero estaba bien, así le gustaba, era un ser despreocupado que disfrutaba incomodando con gracia. Notando que él no le quitaba la mirada de encima, se la mantuvo unos segundos antes de preguntarle.
- ¿Qué quieres hacer?
- Lo que sé, es que no quiero dejarte dormir esta noche –Contestó con voz acaramelada, mientras se acercaba para besarle el cuello, bajando hasta el nacimiento de los pechos, aunque luego suspiró, y apoyó su cabeza allí, y volvió a mirarla– Pero no depende de mí, ¿verdad? Será mejor que descanses.
Tsukuyo sintió un caliente hormigueo recorriéndola cuando él la provocó, era como si Gintoki tuviera un botón de encendido en directa conexión con sus impulsos más primitivos. Por lo que cuando él se detuvo y percibió que su energía sensual se había disuelto, no pudo ocultar su desilusión.
- Oi, oi, ¿qué fue esa expresión de recién, honey? –Inquirió, alzando una ceja, con una sonrisa llena de diablura– ¿Acaso no quería que me detuviera? ¿Estabas dispuesta a volver a hacerlo tan pronto? ¿Se despertó tu lado de cortesana insaciable? ¿Es eso?
Ante la irritante seguidilla de preguntas con el único objetivo de provocarla, ella cayó en la trampa, y le empujó el rostro con la mano. Sin embargo, no tenía sentido mentir.
- Puede que tengas razón, que sea más conveniente que esperemos unas horas, o hasta mañana. Pero eso no quita que me gustó y no estoy en contra de hacerlo otra vez mientras estemos aquí.
- ¿No estás en contra, o te gustaría mucho?
- ... Ya sabes lo que quise decir.
- Pero quiero que lo digas, Tsukki.
- Insiste una vez más, y lograrás que cambie de opinión y esté en contra –Masculló la cortesana.
- Ya tuve mi respuesta con eso –Asintió, con una sonrisa confiada dibujada en su rostro– Aunque sabes, no todo es meter a Gin-san en la cueva. Si quieres más, tengo otras formas de mantenerte despierta.
- El problema es que no sé cómo sobreviviré si vuelvo a acabar, el segundo orgasmo fue más intenso, creo que porque ya había quedado sensible del primero, que también fue fuerte.
- Sobrevivirás. El tres es el número de la suerte.
- Pero a veces es mejor no tentar a la suerte... Mejor dejemos esa prueba para otra vez.
- Lo que tú quieras, honey.
- A ti te quiero –Susurró Tsukuyo, acunándole el rostro y jalándolo con suavidad para invitarlo a volver a estar cara a cara, para darle varios besos largos en los labios.
Gintoki le correspondió con más dulces besos, mientras se recostaba de lado y se cubrían bien los dos con las sábanas y mantas del futón. Al separar sus labios y levantar la vista, el hermoso paisaje del jardín iluminado por la luz dorada de los faroles y la blanca de la luna lo hizo respirar profundamente.
- Date la vuelta, y mira afuera –Le pidió a su novia.
Curiosa, ella lo hizo de inmediato, dejando escapar un jadeo a la vez que sus ojos se abrían y brillaban de emoción.
- Es muy hermoso... Me siento feliz de que hayamos venido aquí, todo es perfecto.
Asintiendo, el samurái la abrazó desde atrás, dándole una lluvia de besitos en el cuello y el hombro, antes de acurrucarse más y apoyar su cabeza junto a la de ella.
- Pídele a la luna por algún sueño más.
- No, no hace falta.
- ¿Así lo crees?
Giró la cabeza para mirarlo, dedicándole una amorosa mirada, y luego acercó su mano izquierda a la de él, entrelazando los dedos meñiques que tenían anudados el cabello del otro en la promesa de amor.
- Ya me cumplió todo lo que soñaba.
Fin
Buenaaas! Ay, una parte de mí no quería terminar esto, podría seguir por mucho tiempo (y todas las cosas calientitas que podrían hacer a partir de ahora, you know). No sé si se notó, con 17k de largo xD. Pero todo tiene que tener un final digno jaja, y no faltarán otras historias que escriba en la cual van a pasarlo muy, muy bien.
Muchas gracias una vez más por leer, dejar amor y acompañar, espero que lo hayan disfrutado mucho. Posteo también en Wattpad y AO3, así que este mensaje es más general. Si bien yo escribo por las historias que quiero contar, y ahí está mi amor y dedicación a la causa, también es verdad que un poco de feedback motiva y es una forma de agradecer y reconocer el tiempo que los escritores (y artistas) dedican gratuitamente, para algo que todos los que estamos por aquí disfrutamos.
Nos vemos pronto en la próxima historia, se viene algo grande en octubre! Algún one-shot hot tengo en mente, pero lo que me falta es tiempo jaja. Buena semana!
