¡Hola!
He tardado dos días más de lo previsto en subir el capítulo 2, pero no pasa nada. Lo he subido, lo cual es un gran logro jajaja
Quiero anunciar que me estoy viendo nuevamente Dr Stone, esta vez para estar atenta y no saltar ni una sola escena. Solo llevo el primero, y en breve seguiré con el segundo.
Esto lo hago porque ya se ha anunciado la segunda parte de la temporada ¡Que ganitas! Así que quiero ponerme al día de nuevo (pese a haberlo visto hace una semana :v)
De verdad que me está gustando mucho como esta saliendo esta historia, y aunque no sepa exactamente lo que pasará en cada capítulo, me alegra ver que eso no hace que me detenga ^^
En fin, no tengo nada más que decir excepto que espero que os guste mínimamente ~
PD: De momento los capítulos no tienen título, pero espero encontrarles alguno pronto x2
¡Nos leemos abajo!
▹Capítulo 1◃
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Con tan solo diez minutos corriendo, Senku sentía que el aire comenzaba a faltarle.
Era lógico.
La lluvia, el resbaladizo suelo embarrado, y su poca destreza física lo estaban agotando aún más rápido de lo que imaginó en un principio.
Eso era un asco, y la manera que tuvo de actuar era ilógica.
Estar yendo él cuando otros podrían perfectamente ir y volver en la mitad de tiempo era algo absurdo. Sentía que estaba poniendo aún más en peligro a la muchacha por no haberse parado a pensar tan solo unos segundos más. Sin embargo y por una vez en su vida, la lógica e inteligencia no estuvieron de su parte. El miedo sí.
El acantilado estaba a una hora y doce minutos a pie. Si seguía corriendo al mismo ritmo y sin detenerse, le tomaría tan solo veintinueve minutos en llegar. Quizás un poco más debido al tiempo.
Pero no importaba mientras pudiera encontrarla, y a ser posible sana y salva.
- Leona… - susurró al venírsele su sonriente rostro a la mente.
Sin detener su paso, se secó con las mangas su empapado rostro.
Definitivamente eso era un asco.
A lo lejos pudo observar tres caminos por los que cruzar. Cada uno llevaba a un lugar, sin embargo, tan solo uno era el correcto.
Pensando con la poca claridad que le quedaba, Senku tomó el de la izquierda, la bajada que conducía directamente a las orillas del río.
Suika explicó que Kohaku había caído desde el acantilado, ubicado justo en lo alto de la colina, siguiendo el camino del medio, por lo que ir hacia allí era una pérdida de tiempo. Si cayó al río debía ir directo allí.
No la encontraría de inmediato, lo sabía bien. La fuerza del agua la habría arrastrado más allá, pero no iba a detenerse. No podía perder tiempo.
Una vez abajo, el oji-rojo cruzó el rio a través de un camino de piedras creado por la propia naturaleza, y sin parar continuó corriendo a un lado de él observando cada parte del agua.
Los cuerpos, vivos o no, flotaban, así que si la muchacha estaba allí la encontraría fácilmente.
Por un momento, la idea de hallarla muerta apareció en su mente.
No.
Simplemente no.
Era fuerte. Esa chica estaba sobre el resto de las personas, no iba a perecer tan rápido. No lo iba a hacer.
Sin esperárselo, observó a lo lejos la sentada figura de, quiso pensar, una persona.
¿Era ella?
Como pudo aceleró el paso y a unos pocos metros de distancia lo vio.
Era ella, sin embargo, no estaba sentada. Aquella figura que había visto era la de Ukyo, quien, con el miedo en su rostro, hacia fuertes compresiones sobre el pecho de la muchacha.
Eso era malo, y por un momento a Senku se le cortó el aire.
Kohaku no respiraba. Estaba acostada boca arriba en el duro y frío suelo inconsciente y con su amigo intentando reanimarla.
Quiso gritar su nombre, quizás con la esperanza de que despertara, pero calló de golpe ante la escena frente a él.
El chico peliblanco había posado sus labios sobre los de la chica.
Respiración boca a boca, eso era lo que estaba haciendo. La estaba ayudando, la estaba intentando salvar, y en vez de agradecerlo mentalmente, al oji-rojo se le comprimió el corazón.
¿Qué demonios estaba pensando? No era el momento de dudar.
- ¡Ukyo! – gritó tras llegar a su lado.
El chico se sobresaltó y alzó la vista con rapidez.
- Senku…
Se veía mal. Empapado, herido, agotado y por supuesto que asustado.
El recién llegado se arrodilló frente a él, a un lado de la chica y le dio una pequeña sonrisa en un intento de tranquilizarlo.
- No dejes de darle compresiones, lo estas haciendo bien. – le dijo.
Por un momento Ukyo dudó, pese a eso asintió y continuó con lo que estaba haciendo bajo la atenta mirada del joven líder.
- Vamos Kohaku… - susurró el oji-rojo.
Estiró una mano para agarrar la de la muchacha y soltó un chasquido de impotencia. Estaba helada.
Quiso observar su bello y posiblemente pálido rostro cuando de repente la cabeza de su compañero se le cruzó por el camino.
Había vuelto a posar sus labios con ella.
Lo estaba haciendo bien. La estaba ayudando. La estaba salvando. Se repetía mentalmente.
Un pequeño apretón en la mano lo sorprendió.
- ¡Kohaku!
Ukyo se apartó del rostro de la chica rápidamente para ambos poder observarla. De un segundo a otro la escucharon toser con fuerza expulsando así el agua que había en sus pulmones.
Senku posó una mano tras su espalda alta para incorporarla un poco y evitar que pudiera volver a ahogarse.
- Tranquila Kohaku. – le dijo el peliblanco. – Respira.
La muchacha abrió los ojos con lentitud, y una muy pequeña sonrisa adornó su rostro al verlo a él.
- S-Sen-ku… - susurró.
El nombrado le apretó un poco más fuerte el agarre y le sonrió de vuelta.
- Estoy aquí, leona. Estoy aquí.
La rubia lo observó unos momentos más antes de sin quererlo, cerrar los ojos y caer desmayada.
- ¡Kohaku! – gritó Ukyo.
- Tranquilo. – lo paró Senku. – La pobre debe estar agotada.
- Hay que llevarla de vuelta. – comentó el peliblanco. – Ayúdame a cargarla en mi espalda.
- Ni hablar.
El tono seco que el oji-rojo usó sorprendió al chico. Giró su vista hacia él y lo vio aun más serio que antes.
- ¿Vamos a esperar a que llegue el resto? – inquirió Ukyo alzándose. – No hay tiempo. Kohaku está en peligro, ¿no es cierto?
Pese a haberse despertado la chica no estaba segura. Seguía herida, mojada, y probablemente con algún hueso roto debido a la caída.
Senku suspiró y asintió.
- Ya lo sé, pero tú estas herido. – comentó viéndole la sangre gotearle desde un profundo corte en su abdomen. – No puedo dejar que cargues a la leona en esas condiciones. Lo haré yo.
Ukyo quiso responderle que él solo no podía.
Era el líder, un chico joven e inteligente que había logrado mas en estos pocos años que sus descendientes en tres mil años, pero si algo carecía era de fuerza. Su destreza física era deplorable, y apenas podía aguantar el peso promedio en alguien de su edad.
Así que… ¿Cómo demonios iba a poder cargar a la muchacha?
Por un breve instante Ukyo lo observó. Seguía serio, pero su mirada mostraba determinación. Y si había algo, además de la ciencia, en lo que Senku era bueno, era en cumplir sus palabras, fueran cuales fueran.
- Está bien. – accedió el peliblanco agachándose a su altura. – Me mantendré detrás de ti en todo momento por si acaso.
Senku asintió, y con ayuda del muchacho se colocó a la rubia sobre su espalda.
Estaba aun mas helada que antes. No podían perder tiempo.
Como pudo comenzó a andar por el mismo camino por el que había venido.
Le costaba llevar a la chica, pesaba mas de lo que pensaba, o quizás era él el débil, pero de una forma otra ahora la idea de que fuera Ukyo quien la llevara no le pareció tan mal.
Se quitó esa idea en la cabeza al sentir el cuerpo de la chica temblar y apretarse débilmente contra él, posiblemente en busca del calor que le faltaba.
- Tranquila leona. – susurró sin detener sus pasos. – Voy a llevarte de vuelta a casa.
Ella por supuesto que no respondió, tan siquiera sabia si esas palabras le habían llegado. La lluvia seguía cayendo con fuerza, sin embargo, no retrocedió y siguió mirando al frente, agarrando con fuerza a la muchacha y con el apoyo del peliblanco tras él.
Tras un largo tiempo y camino, una sonrisa adornó el rostro de ambos muchachos. Varios miembros del pueblo habían ido en su busca.
Solo en ese momento, tanto Senku como Ukyo pudieron dejarse caer al suelo un poco más tranquilos.
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- ¡Llevadla a mi choza! – gritó Senku desde más atrás.
Una vez llegados allí la acostaron boca arriba en la cama esperando a que Senku procediera a atenderla.
- ¡Kohaku!
Ruri acababa de entrar a la casa junto con su padre tras escuchar lo que le había ocurrido a su preciada hermana.
- ¡Kohaku! ¡¿Qué ha pasado?! – preguntó el antiguo líder acercándose a la cama. - ¡Kohaku!
- Deja de gritar. Molestas. – soltó el peliverde tapándose los oídos con los dedos.
- No seas cruel, Senku. Están preocupados. – comentó Ukyo llegando junto con Chrome, este último sujetándolo para que no cayera. - Lo lamento, Kokuyo-san, Ruri-san. Esto… es culpa mía. – soltó.
El mayor lo miró con sorpresa y cierto odio. En esas circunstancias y con esa mezcla de sentimientos, el antiguo líder necesitaba un culpable, y si el chico peliblanco decía que era su culpa, iría de cabeza a por él.
Dio un paso al frente para quizás asentarle un golpe al chico que le impidiera moverse tal y como su hija no podía, sin embargo, antes de poder levantar el puño una pequeña figura apareció frente a ambos.
- ¡No es cierto! ¡Es culpa mía! – gritó alzando ambos brazos protegiendo al joven muchacho. - ¡Yo tengo la culpa!
- Suika…
- Suika-chan…
El oji-verde se separó como pudo de Chrome y se agachó a la altura de la niña llamando su atención. Ella se giró hacia él dispuesta a disculparse de nuevo.
- Lo siento mu-…
Las palabras cesaron de su boca al sentir su cuerpo empujarse al de él.
- Suika… - susurró el chico abrazándola con la poca fuerza que le quedaba. – Me alegro tanto de que estés bien…
La niña no pudo evitar dejar escapar unas cuantas lágrimas.
- Lo siento mucho…
- No es culpa tuya pequeña. – le dijo el chico separándose un poco para mirarla y sonreírle. – Es mía…
- ¡No lo es! – insistió ella, y nuevamente giró su cuerpo hacia Kokuyo. – Kohaku-chan y Ukyo-san me salvaron. Pude llegar aquí gracias a ellos.
- Suika…
- Así que por favor… No le pegues… - pidió aferrándose al pantalón del antiguo líder.
El mayor la miro con sorpresa para después apoyar una mano sobre su cabeza sandía y acariciarla
- Tranquila pequeña. No iba a pegarle. – contestó él. – Es solo que estoy…
Todos allí suspiraron de alivio. Por supuesto que iba a hacerlo, estaba dispuesto a ello antes de notar la desesperación en las palabras de la pequeña. Por esta vez lo dejaría pasar.
- Sí, sí. Estas preocupado. – lo interrumpió Senku. – Todos lo estamos, pero quiero que os vayáis.
Aquello llamó la atención de todos.
- ¿Irnos? – preguntó Ginro. – Acabamos de llegar. Kohaku nos necesita.
- Solo necesita al médico, que casualmente soy yo.
Era científico, no médico, pero conocía bastante bien los métodos a usarse en según que situaciones para salvar la vida de alguien. Ellos tenían curanderos, algo primitivo para su gusto, y Kohaku necesitaba algo más que eso. Así que si debía ser medico u enfermero hasta que la chica se recuperara, lo sería sin dudar.
- No puedes echarme. Soy su padre. – alzó el mayor la voz.
- No os echo. Solo os invito a iros. – comentó el peliverde con gracia.
- No lo haré hasta que despierte.
- Quizás no lo haga pronto.
- Esperaré.
- Pero no aquí dentro.
- ¿Quién te crees que eres para decirme que hacer, enano?
- El líder. Título que por si no recuerdas, me adjudicaste tú.
Aquella situación estaba preocupando a todos los presentes.
Ruri, quien había estado sujetando la mano de su hermana todo ese tiempo, la dejó con cuidado sobre el colchón y caminó hacia su padre.
- Sé que estas preocupado por ella. – comentó llamando la atención de ambos lideres. – Yo también lo estoy, pero a quien Kohaku ahora mismo necesita no es a nosotros.
- Ruri…
- Sino a él. – y su vista se giró hacia el oji-rojo. – Ella confía en él más que en nadie en este mundo, y se que de estar despierta apoyaría su decisión de hacernos salir. Kohaku cree en él y nosotros debemos hacerlo también.
Aquello último no se lo dijo directamente a su padre, sino a todos los allí presentes quienes la miraron con asombro.
Segundos después, Chrome le dedico una sonrisa de satisfacción y agachándose a la altura de Ukyo, lo ayudó a ponerse nuevamente en pie.
- Ruri tiene razón. – soltó.
Y con el chico colgado de su cuello, caminó hacia la salido seguido primeramente por Suika y después por el resto.
Koyuko no pudo hacer mas que suspirar y echarle un último vistazo a su hija menor antes de seguir a los demás.
A tan solo un paso de cruzar el umbral de la puerta, el mayor se detuvo y giró la vista hacia el peliverde.
- Sálvala. – pidió.
Realmente estaba preocupado. El tono de su voz lo aseguraba.
Senku lo observó y tan confiado como siempre era, sonrió y contestó:
- Diez mil millones por ciento de que lo haré.
Aquello fue suficiente para tranquilizar un poco al hombre quien, viendo de nuevo a su hija se marchó.
Ruri se acercó de nuevo a su hermana y le acarició el rostro con delicadeza.
- Está helada… - susurró.
- Yo me ocuparé de eso, tranquila. – le dijo Senku desde atrás. – Pero antes de que te vayas necesito que me ayudes.
La rubia mayor asintió rápidamente escuchando con atención el pedido del chico.
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Aun con la lluvia cayendo sobre él, Senku esperó a fuera de su casa a que Ruri terminara de lavar, secar y cambiar la ropa de Kohaku.
Había estado muchas horas empapada por la lluvia y el agua del río. Debian secarla de inmediato y hacer que entrará en calor, y la única que ahora mismo podía hacer eso era su hermana.
Escuchó los pasos de la muchacha acercarse a él y la miró.
Tenía el rostro serio y los ojos aguados.
- Esta herida. – la escuchó pronunciar, y él pese a saber que lo estaría se sorprendió. – Tiene moretones por todo el cuerpo… y su cabeza... sigue sangrando…
Por mucho que lo intentara, Ruri no podía mantener correctamente la compostura. Quería llorar por su preciada hermana.
Senku lo notó y caminó hacia dentro no sin antes posar una mano sobre su hombro.
- Tranquila, yo me ocupo. – pronunció.
Ruri lo observó, y su corazón palpitó con fuerza al verlo mas serio que nunca. El chico también estaba preocupado pese a no decir nada.
- Senku. – lo llamó antes de que entrara al completo. Él giro la vista hacia ella y sonrió por lo escuchado. – Sálvala.
Padre e hija eran iguales.
Asintió en su dirección y con su típica confianza soltó:
- Lo haré.
Y con eso la dejó sola bajo la lluvia.
- Confío en ti…
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Senku se acercó a la muchacha. Se alegró ver que poco a poco su rostro comenzaba a adquirir color.
Sin pensarlo, alargó su brazo hasta posar la mano sobre una de sus mejillas y tras darse cuenta de lo hecho, la apartó como si quemara en llamas. Aún seguía fría.
¿Qué demonios estaba haciendo? No era momento de jugar.
Con un suspiro, apartó la manta de ella, dejando al descubierto su bien formado cuerpo. Su ropa interior seguía allí, lo cual era un alivio. Aunque a la joven no le importara desnudarse frente a otros, a él sí que lo hacía. Le molestaba. Era tedioso ver lo poco femenina que podía llegar a ser.
Tal y como había mencionado Ruri, la chica estaba llena de moretones. No sabía bien si era debido al enfrentamiento con el animal o por la caída desde el acantilado. Fuera cual fuera la respuesta esos golpes tenían mala pinta.
Se acercó a una estantería, ubicado a unos metros de la cama, y observó las etiquetas una a una en busca de algo que le sirviera.
Que insistieran tanto en hacerle una casa mas grande que la del resto por simplemente ser el líder, fue muy molesto. Sabían, tanto él como el resto, que la mayor parte del tiempo no estaría allí, casi ni para dormir, así que le pareció absurdo gastar materiales en algo que no iba a usar.
Por suerte ahora se alegraba de haber cedido a las insistencias de sus amigos. Gracias a eso tenía a mano todo tipo de cosas para experimentar.
Buscó la letra "A" y de todas las opciones que había, agarró una con suma confianza. La llamada Árnica.
- Aquí estás, pequeña. – le habló a la planta. – Vamos a ver qué tan buena eres.
Un mortero y un mazo fueron mas que suficientes. Colocó la flor en el centro del bol y comenzó a machacar con fuerza. No sabía si iba a haber suficiente para tratarla, tan siquiera sabía si iba a funcionar, pero por lo poco que había leído de ella en la era moderna, podía serle útil.
Se sorprendió al encontrarla cerca de donde estaban. Ese tipo de plantas no solían florecer en Japón pese a encontrarla en gran parte de Eurasia. Sin embargo, debía tener en cuenta los siglos que habían pasado y la evolución que había podido tener, así que lejos de investigarla un poco más simplemente la añadió a su colección.
Dado que no tenía los remedios de su época para tratar a la chica, se veía obligado a trabajar con lo poco que tenía, y esa planta servía para las contusiones y magulladuras. Era antiinflamatorio, cosa que Kohaku necesitaba en esos momentos.
Una vez terminado de triturar la planta, agarró el bol y se acercó nuevamente a la muchacha. Con cuidado esparció el ungüento recién hecho a los moretones más visibles: uno en la pierna, otro en la cadera, en el brazo y también en la espalda. Los más pequeños no eran tan importantes.
Posteriormente se dispuso a curarle la herida aun sangrante de la cabeza. No podía ponerle puntos, así que simplemente se la vendó.
Una vez hecho la tapó nuevamente hasta el cuello, se sentó a un lado de ella, y la observó en silencio.
Tenía mas color que antes y su respiración, pese a no ser del todo normal, había mejorado considerablemente. Se la notaba tranquila, sin sufrimiento, y aquello calmó un poco su preocupación.
Ahora solo quedaba que despertara y poder decirle así, si sentía algún dolor más además de los que él podía ver. No quería pensar que pudiera tener algo roto, sin embargo, tampoco podía descartarlo. Por muy fuerte que fuera, la muchacha seguía siendo una chica, y humana, y como tal delicada.
Inconscientemente se le escapó una pequeña risa al pensar aquello. ¿Kohaku delicada? ¿Quién podría imaginarlo?
Cualquiera que no la conociera y la viera dormir lo pensaría.
Un bostezo escapó de sus labios al sentir pesados sus parpados.
Sin casi pensarlo, el chico se acostó a un lado de la rubia y dándole un último vistazo cerró los ojos cayendo en un profundo sueño.
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- Senku…
El chico abrió los ojos de golpe al escuchar algo susurrar. Inmediatamente se incorporó y su vista se posó sobre la chica a un lado de él.
Su color había vuelto, sin embargo, sus mejillas estaban mas rojas de lo usual. Su respiración, lejos de ser normal, era agitada, y sus cejas estaban levemente fruncidas. Parecía sufrir.
Sin pensarlo dos veces, Senku colocó su mano sobre la frente de la chica confirmando así su temor.
- Tiene fiebre… - murmuró.
Rápidamente se acercó a su estantería y agarró un pequeño paño. A un lado de él había un balde de agua que había recogido con anterioridad de la lluvia. Hundió el trapo mojándolo por completo, y lo escurrió lo más que pudo.
Debía intentar bajarle la temperatura lo antes posible.
Nuevamente se acercó a ella y agarrando el borde de la manta, la destapó.
- Esto está frío, leona. – le comentó aun sabiendo que no iba a recibir respuesta alguna. – Pero debes aguantar.
Y con ello se dispuso a pasar el trapo lentamente por su cuerpo. Primero empezó por su rojizo rostro, desde la frente hasta las mejillas y bajando hasta el cuello, el cual lavó de atrás a adelante. Se apartó para mojar de nuevo el paño y tras escurrirlo, continuó con la labor.
No había medicinas que pudieran quitar por completo la fiebre, ni tan siquiera lo había en su época. Siempre se supo que la mejor manera de hacer que la temperatura corporal de alguien descendiera, era con un buen baño tibio. Lastimosamente las aguas termales no estaban cerca, y con esa lluvia llevar a la muchacha a cuestas era peligroso.
Aun así, lavar su cuerpo tal y como lo estaba haciendo no era mala idea. Sin embargo, debía hacerlo cada hora o cada dos. Solo así se aseguraría de que le bajara.
Una vez terminado, volvió a enjuagar y escurrir el trapo para esta vez posárselo sobre la frente. Vio como su pecho subía y bajaba rápidamente mientras soltaba leves quejidos.
¿Qué más podía hacer?
Senku observó hacia fuera y vio el cielo aun mas negro que antes. Era de noche. Las nubes tapaban por completo la luz de la luna, por lo que no podía saber exactamente qué hora era. Sin embargo, el no escuchar ruido alguno por parte de sus compañeros, imaginó que debían ser las dos o tres de la mañana. Bastante tarde, a decir verdad.
Ni siquiera habían comido.
En ese momento algo hizo clic dentro de su cabeza. No habían comido, y tampoco bebido, y una de las cosas importantes para que alguien se curara era beber mucho líquido, agua a ser posible.
Su vista volvió a la joven. Seguía sudando, estaba empapada, y si no ingería algo de agua, podría deshidratarse.
Una persona sin fuerza, inconsciente y dormida no podía hacer más que estar allí postrada. Kohaku por si sola no podía beber.
Una idea se le cruzó por la mente, la cual quiso descartar de inmediato, pero sabía que era la única manera.
Suspiró hastiado por la situación, pero pese a eso, agarró una botella de agua que había en su escritorio y se acercó a la muchacha.
La observó brevemente aun con cierta indecisión
¿De verdad era la única manera…? En esos momentos sí.
Respiró hondo, y quitándose cualquier duda que le pudiera llegar, bebió del agua y manteniéndola en la boca unos segundos agachó su rostro al de ella. Posó la vista sobre sus labios y su boca entreabierta, su cálido aliento estaba golpeándole el rostro, mas no le importó.
Sin pensarlo más se acercó y finalmente posó sus labios sobre los de ella. Por un momento su corazón latió con fuerza, y antes de poder acobardarse, soltó lentamente el agua de su boca esperanzado de que aquello funcionara.
Por un instante nada pasó, pero de un segundo a otro notó como los labios de la joven se movía sobre los de él. Estaba tragando. Nuevamente compartió el liquido de su boca, y así, de a poco, la rubia bebió por completo.
Senku se separó, más lento quizás de lo que él había previsto en un principio, y se la quedó mirando. Seguía igual, pero por lo menos se había asegurado de hidratarla.
Sintió sus mejillas arder y se sacudió con fuerza la cabeza intentando evitar esos tontos pensamientos. Estaba ayudándola, salvándola, tal y como había hecho Ukyo con anterioridad.
La imagen de ese momento regresó a él de manera inconsciente, y con ello el malestar.
Era absurdo. Muy absurdo.
Lo único que había hecho el chico peliblanco era proceder como cualquier persona con un mínimo de conocimiento de primeros auxilios hubiera hecho. Y debía recordar que él era la persona más adecuada para hacerlo debido al trabajo que tenía hace tres mil años. Solo por eso le pudo permitir el besar a la rubia, no por nada más.
Una cínica risa se escapó de sus labios.
¿Le pudo permitir? ¿Quién era él para decidir quien besaba a su compañera? Por muy líder que fuera aquello no le importaba. El amor en un mundo de piedra era ilógico.
- Tss... ¿Qué demonios me estás haciendo, leona? – se quejó aun con los ojos puestos en ella.
Casi hipnotizado por su rostro, Senku llevó su mano hacia ella posándola sobre sus rojizas mejillas. Con el pulgar comenzó a acariciarla y, sin quererlo, rozó sus labios abriéndolas un poco de más. Aquello hizo que se detuviera de inmediato.
Lejos de apartarse volvió a acariciar sus labios. Estaban agrietados, posiblemente por el frío.
Debía hidratarlos, humedecerlos…
- Lo siento, leona…
Y con esa inesperada disculpa, el peliverde acercó su rostro y posó nuevamente sus labios sobre los de ella.
Sintió un vuelco en el estómago cuando notó los de la chica moverse. Parecía buscar más agua el cual no tenía.
Dejándose guiar por el momento, el chico hizo un poco más de presión e imitó los movimientos de la muchacha.
Aquello no era para salvarla, no era para ayudarla, no era ciencia ni un experimento. Aquello que estaba haciendo era deseo. Deseo por su rubia amiga, deseo por ella, y, sobre todo, aun negándoselo fuertemente, celos.
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¡Fin capítulo 2!
No esperaba escribir ese final. De hecho tenía otro en mente, pero a medida que fui terminándolo ya veis que mis dedos decidieron crear otra cosa. Algo ilógico jajaja
Espero de verdad que os haya gustado pese a no tener mucha acción o romance de por medio. Poquito a poco.
Me encantaría que me dejarais algún comentario sobre lo que os ha parecido.
¡Nos leemos próximamente!
