¡Hola a todos! ¡Muchas gracias por leer y darle una oportunidad a esta historia nacida del cariño por los rubios, quienes, con su romance, inspiraron tantos sentimientos hermosos en nuestra niñez!
Aquí les comparto un capítulo más, avanzando en la historia. Les recuerdo que es una historia nacida de mi autoría, sin fines de lucro, y un Anthonyfic de corazón. Comenzamos.
"UNA DECISIÓN DE VIDA"
CAPÍTULO XIII
"Tía Abuela, sé que ha estado recibiendo varias propuestas de posibles compromisos para los muchachos", dijo la dama de cabello recogido castaño y esbelta figura, en un vestido francés.
"Así es, Sarah." dijo la señora Elroy, igualmente elegante, aceptando la taza de té, servida por Betsy. "Gracias, niña." Le dijo, y la mucama hizo una pequeña reverencia a su ama, y se retiró a una de las esquinas de la sala de manera discreta.
"Estaba pensando, tía abuela…" continuó la señora Legan, "si no podría considerar a Elisita como una posible candidata para Anthony.", bebió la dama también de su taza, intentando hacerlo parecer un comentario casual, y no una pregunta clave para su subsistencia.
"¿Anthony?", preguntó la Matriarca.
"Así es. Elisa es toda una dama, bien educada, refinada, una digna representante de la familia..."
La tía abuela la miró con incredulidad, alzando su ceja, aludiendo a su confabulación con Neil.
"Bueno, tía, cualquiera se equivoca alguna vez.", se abochornó su hijastra, bajando su taza a la mesa frente a ellas. "Pero luego de la buena educación cristiana que estoy segura Elisa recibirá en ese internado al que usted tan acertadamente la envió, creo que ella terminaría haciendo una linda pareja con él", concluyó. Era una petición que su hija le había hecho, y ella, a pesar de sus dudas, le había prometido intentarlo. Después de todo la herencia del muchacho era, si no la más grande, sí una de las principales dentro del Clan Andley.
"Eso no podrá ser, Sarah", le dijo la tía abuela, tomando su té con tranquilidad.
La dama Legan la vio extrañada. "¿Por qué, tía abuela?"
"Primero, porque Anthony jamás aceptaría a Elisa, y segundo," dijo, "porque ya hay una candidata para él."
"Pero… ¿quién?", dijo la señora Legan sorprendida y un tanto indignada.
"Lo sabrán todos a su tiempo, Sarah", le dijo. "Dile a Elisa que olvide esa idea."
En ese momento el mayordomo principal entró a la sala.
"Madam", le dijo a la señora de la casa, "acaba de llegar un marconigrama para usted".
Ambas estaban en la sala principal de la Mansión de las Rosas.
"Gracias, O'Connor." La elegante dama dejó también su taza de té y tomó el mensaje de la pequeña bandeja de plata en el que se le ofrecía.
Lo abrió con calma delante de su visita y sus manos por un momento temblaron al terminar de leer su breve contenido. Alzó su vista y se quedó perdida en sus pensamientos por un momento.
Sarah esperó un tiempo prudencial antes de preguntar. "¿Sucede algo, tía abuela? ¿Son malas noticias?"
"¿Qué?" le preguntó distraída, volviéndola a ver.
"Le pregunto ¿si sucedió algo malo?"
"¿Malo?" lo consideró. "… No.", respondió finalmente, doblando otra vez el mensaje en su forma original, y sosteniéndolo sobre su regazo. "Solo diría, quizás… 'anticipado'", respondió a su hijastra de manera críptica, dejándola confundida.
"¿Puedo ayudarla en algo?" preguntó Sarah, intentando saber más sobre el asunto.
"Gracias, Sarah. Pero esto es algo que solo la Matriarca del Clan puede tratar." Le dijo segura. "Pero dime, ¿cuándo viajarás a ver a Neil y a Elisa? Creo que mencionaste que irías a La Florida antes de las fiestas", dijo la matriarca, distrayendo a su interlocutora.
La conversación siguió entre ellas, sin embargo, Elroy Andley más tarde no podría recordar de qué hablaron con su hijastra, ya que incluso entonces solo podía pensar en una cosa… el mensaje que había recibido de George desde Londres, avisando la llegada de su sobrino nieto. Este mensaje había sido recibido seis días atrás, en Nueva York, y trasladado sellado a Lakewood, Michigan, con mensajero. Eso significaba que su preciado Anthony cumpliría su palabra y llegaría en la penúltima semana de ese mes de septiembre.
Luego de doce días de viaje en altamar, Anthony Brower Andley descendía en Nueva York desde el barco RMS Olympic, en medio de un bullicioso puerto. Con las conexiones de la naviera Brower había logrado asegurar en el puerto inglés un último lugar en segunda clase, para partir en ese barco el mismo día que llegó a Southampton. Los demás, de seguirlo, tendrían que esperar una semana para volver a América. El elegante y alto rubio miró a su alrededor con expresión exhausta. Tenía ojeras en su apuesto rostro, casi no había podido dormir durante el viaje, acosado por sueños de su pecosa llorando en diferentes y terribles circunstancias. Encontrándose él, en cada uno de esos sueños, corriendo hacia ella, solo para que se desvaneciera al él alcanzarla, sin poder ayudarla. El solo recordar semejantes escenas, lo llenaba de renovada angustia y temor por el futuro.
El silbato del barco lo trajo de vuelta al presente, desde sus perturbadores recuerdos, y con sus dos maletas en mano, el muchacho terminó de bajar la atestada rampa, decidido a buscar un carruaje y continuar su viaje a Michigan de inmediato. Al dirigirse fuera de la multitud - unos llorando por ver de nuevo a los demás pasajeros que volvían a casa y otros entre risas y conversaciones amigables -, su atención se centró de pronto en dos elegantes caballeros de gabardina café que, al verlo, se le aproximaron de inmediato desde la calle.
"Joven Andley", dijo uno de ellos con solemnidad, haciendo una leve caravana. "La señora Elroy le envía sus saludos y bienvenida, y ha enviado un vehículo del consorcio para que esté a su disposición."
"Por supuesto que lo envió." Les dijo con ironía el muchacho con expresión severa. "Muchas gracias, caballeros, pero creo que me movilizaré por mis propios medios esta vez."
"Señor", le dijo la otra persona, insistiendo. "Si su intención es llegar a Chicago, Illinois, lo antes posible, tenemos el pasaje de primera clase listo del tren que partirá en una hora desde Nueva York; o también, si es lo que desea, tenemos un boleto - también en primera clase -, hasta la estación de South Bend, en Indiana, donde un vehículo lo estará esperando para llevarlo hasta Lakewood, Michigan. Si no desea ninguno de los dos boletos descritos, señor, también solo podríamos llevarlo de inmediato a la estación de trenes, para lo que usted desee. O también a algún hotel de su elección si no desea hospedarse en la Mansión Andley, y descansar esta noche. O si no, al menos, podemos dejarlo en alguna parte de la ciudad."
Anthony lo consideró con molestia. La tía abuela sabía bien lo que hacía. Si no aceptaba, tendría que esperar dos días más a que saliera el siguiente tren, sin mencionar el transporte hasta llegar a Lakewood. Y para él el tiempo era apremiante. Mirando hacia el puerto tras de sí, con todo su ajetreo y vivacidad, el joven recordó a su pecosa mirándolo con sus bellos y angustiados ojos verdes llenos de lágrimas y, suspirando con resignación, se volvió y con expresión seria, asintió. "Vamos de inmediato a la estación", les dijo con decisión.
Los caballeros asintieron de vuelta, y uno de ellos hizo una señal a un Rolls Royce que esperaba cercano, el cual comenzó a retroceder y se detuvo frente a ellos. De inmediato otro de los caballeros quiso tomar sus maletas, pero Anthony se lo impidió y las llevó el mismo. El otro joven abrió la portezuela de atrás del vehículo Andley para él, y el joven Brower entró rápidamente en su interior, junto con su equipaje, mientras el otro caballero, junto con el primero, subían junto al chofer en la parte de adelante.
En las últimas horas de la tarde del quinto día de viaje, Anthony finalmente bajó de otro vehículo, frente a la puerta principal de la Mansión de las Rosas, en Lakewood. Los mayordomos se aproximaron rápidamente para bajar su equipaje.
"Buenas tardes," les dijo Anthony.
"Buenas tardes, señor."
"Bienvenido, joven Anthony." le dijeron los dos mayordomos cordiales.
"Roger. James", les dijo, "necesito que me hagan un favor." Les dijo a los dos mayordomos que siempre le habían ayudado y que eran de su absoluta confianza.
Ambos miembros del servicio se aproximaron a él y en voz baja Anthony le dio a cada uno de ellos una detallada instrucción de lo que necesitaba de cada uno y de su valet personal, a quien les pedía llamaran a su habitación. Y tras los mayordomos asentir, estos se movilizaron para bajar el equipaje de los asientos de atrás donde él viajaba y subirlo con rapidez hasta su habitación, señalándoles Anthony brevemente una de las dos maletas, según lo conversado. El mayordomo que la llevaba asintió y siguió su camino hacia dentro de la mansión.
Anthony ingresó entonces a la casa con sentimientos encontrados. Podía recordar las veces que había entrado allí pequeño junto a sus sonrientes padres. Y al llegar al gran salón, no pudo evitar recordar los momentos felices junto a su amada pecosa en aquel inesperado e inolvidable primer baile que compartieran hace tantos años atrás junto a sus primos. La reciente alegría de Candy al saber hace mes y medio que iría a trabajar con ellos a esa casa, lo había hecho sentir entonces que al fin había podido hacer algo por su pecosa, salvarla de alguna forma de su difícil vida con los Legan. Pero al sentir ahora su ausencia en aquel elegante y frío lugar, lo hacía sentir como que le había fallado otra vez, haciendo que esa casa solo le recordara su fracaso en protegerla y esa sensación se convirtiera en la principal al estar allí, eclipsando todos los demás recuerdos felices vividos en esa casa.
Contemplando el lugar por unos minutos más, Anthony comprendió que aquella ingenua idea inicial de convivir, juntos, en aquella casa - aunque sea desde lejos -, había terminado finalmente por sellar su separación actual. Había subestimado grandemente a su familia. Y en especial a su tía.
Tratando de no sucumbir ante tal sentido de culpa y congoja, el joven Brower fue hasta una de las escalinatas y subió con paso familiar al segundo nivel y a su habitación para refrescarse del viaje y poderse cambiar, dando unas últimas indicaciones al valet que encontró ya cumpliendo sus instrucciones en la habitación.
Cuarenta y cinco minutos después, cuando se dirigía nuevamente hacia la escalinata para bajar, el mayordomo principal que venía desde el pasillo contrario, lo detuvo.
"Buenas noches, joven Andley." Lo saludó, inclinándose brevemente.
"O'Connor", le dijo simplemente, mirándolo con seriedad. "¿Dónde se encuentra la señora Elroy?", preguntó.
"En este momento justo venía de su parte a buscarlo, señor. La señora Elroy lo está esperando en su habitación."
"¿En su habitación?" dijo extrañado.
"No se ha sentido muy bien últimamente, señor." Le explico el elegante caballero de pelo blanco.
"Me imagino." Dijo sin una pizca de empatía.
"Un gusto verlo de vuelta con nosotros, señor." Le dijo con sinceridad.
Anthony se le quedó viendo a los ojos sin decirle nada. Lo cual turbó momentáneamente al buen mayordomo. Luego de ponderarlo por unos momentos en silencio, el joven Brower finalmente habló, "Dígame una cosa, señor O'Connor, independientemente de lo sucedido, ¿a usted le caía bien la señorita White?" le preguntó directamente.
El mayordomo se sorprendió por su pregunta. "¿La señorita Candis White, dice usted?" preguntó un tanto nervioso.
"La única señorita White que conocemos que haya trabajado en esta casa, hasta donde yo sé." Le respondió el heredero. "¿Cómo describiría usted su trabajo en la mansión durante las pocas semanas que estuvo con ustedes?", le dijo sin emoción en su rostro, pero sin apartar su mirada de él.
El mayordomo comenzó a sentirse incómodo. "Eh… pues… por mi posición, no tuve el gusto de tratar directamente con la señorita White, señor. Sin embargo, hasta donde sé… cumplió eficazmente con todas sus tareas asignadas."
"¿Y su trato con los demás empleados cómo fue? ¿Tuvo algún problema con alguno de ellos durante su estancia?" preguntó.
"No, señor."
"¿Alguna visita se quejó alguna vez de ella?", continuó el rubio.
El pobre mayordomo ya no sabía ni qué contestar. "Pues la señorita Elisa antes de irse a La Florida… y la señora Legan…"
"Aparte de ellas." Le dijo firme.
"Pues, no, señor. Todo mundo la quería mucho y se llevaba bien con todo el personal."
Anthony asintió manteniendo su mirada fija en el empleado de confianza de su tía abuela. "Bien." Le dijo con calma. "Ahora, O'Connor, deme la versión oficial de por qué Candy ya no trabaja aquí." Le dijo sin ofuscarse.
"Eh… pues… la señorita White tomó sus cosas, y dejando su uniforme sobre su cama, se marchó sin que nadie se diera cuenta de ello, señor. Sin despedirse de nadie. No sabemos por qué." El mayordomo bajó la vista al concluir.
Anthony asintió en silencio. "Gracias, señor O'Connor, puede retirarse." Le dijo, y volviéndose, el muchacho comenzó a caminar hacia la habitación de su tía.
"Joven Anthony." exclamó de pronto el mayordomo, deteniendo a su amo en sus pasos. El empleado se acercó y se detuvo frente al alto muchacho, con una expresión contrita en su rostro maduro. "La señorita Candy era una excelente empleada, señor, ejemplar y servicial. Todos, entre el personal, la apreciábamos mucho. Si hubiese estado en nuestro poder, no la habríamos dejado marchar. Pero me temo, señor, que ella no tuvo elección. Hasta donde sé, señor, un vehículo la llevó hasta la estación de trenes, escoltada por otra persona, con destino a algún lugar… en Arkansas. Con la advertencia de no regresar."
Anthony sintió su corazón acelerar su latido al escucharlo. "¡Arkansas!", repitió el joven sorprendido. "Entonces… ¿la amenazaron?", frunció el ceño.
El señor O'Connor asintió sombrío. "Sí, señor. Es todo lo que sé. En cuanto a la amenaza… es mejor que lo trate directamente con la señora", no se atrevió a darle más detalles al respecto. "Y el empleado que fue con ella," continuó, "no lo he vuelto a ver. Desconozco su identidad. No pertenecía al personal de esta casa."
La respiración del muchacho se agitó, tanto de emoción contenida al saber su posible paradero para iniciar su búsqueda, como de enfado al saber el trato infame que había recibido por parte de su propia familia.
El heredero Andley colocó entonces su mano sobre el hombro de su mayordomo principal, y dijo con afecto, "Gracias, señor O'Connor. Por favor, no le diga nada de esta conversación a mi tía abuela. No los pondré en evidencia, no se preocupe. Se lo agradezco en verdad." Y con una leve sonrisa, palmeó su hombro en gratitud, y luego el muchacho se volvió y retomó su camino hacia la habitación de quien alguna vez había considerado una segunda madre.
Continuará…
Llegamos a un momento especial. ¡Qué nervios!
¡Gracias por leer! Espero les haya agradado el capítulo.
¡Muchas gracias por comentar! ¡Lo aprecio mucho! Gracias Anguie, Sharick (¡Gracias!), Guest 1, Julie-Andley-00, Guest 2, Guest 3, Ue no 3ste, Guest 4 (¡Me alegra que te guste!) y Mayely león (¡Gracias por tomarte un tiempo para comentar, amiga! En cuanto a los capítulos, prefiero no decir el número exacto porque eso distrae al momento de apreciar la historia… pero puedo decirte, amiga, que tiene más de los 21 capítulos que tiene mi historia anterior, MI REALIDAD. ¡Ojalá te agraden! ¡Un abrazo, amiga!) ¡Gracias a todos por compartir sus impresiones de la historia! ¡Y gracias a los lectores silenciosos también!
¡Feliz inicio de semana!
¡Bendiciones!
lemh2001
4 de septiembre de 2023
P.D. La continuación se publicará este jueves. ¡Un abrazo!
