La primera semana de clases había pasado como un vendaval, no era como en Hogwarts donde uno solo veía clases con otros de la misma edad y divididos por casa. En el templo las clases eran abiertas para todos los padawans que quisieran verlas. Además de eso Draco se había percatado de la rotación de los estudiantes, padawans que asistían a unas clases y luego desaparecían para irse de misión con sus maestros.

Sin embargo cada día que pasaba se sentía más cómodo. El primer día de clases Caleb los había apoyado, se había sentado con ellos, pero al día siguiente fue uno de esos que tuvo que marcharse a quien sabe que planeta al que su maestra había sido asignada.

Granger al contrario de lo que había experimentado ya no era la primera en levantar el brazo, ciertamente no dejaba de revisar su holotabla, tomar notas, y tratar de intervenir cuando pudiera. Pero no era igual, los años de estudios de los otros padawans la dejaban en desventaja y era fácil ver los signos de lo frustrada que llegaba a sentirse al no ser la reina de los sabelotodos.

Pero las clases eran interesantes, mucho más abiertas a la discusión, menos respuestas absolutas. Era intelectualmente estimulante. Todos los días los profesores tenían invitados, caballeros y maestros que se presentaban en las clases con casos prácticos para estudiar, ejemplos de situaciones que habían vivido con las soluciones que habían encontrado, y siempre dispuestos a responder y escuchar las alternativas presentadas por los padawans.

Las noticias de la guerra ciertamente le hacía sentir la urgencia de prepararse tanto como fuera posible. El caos y la destrucción en tantos planetas lo dejaba atónito, los soldados muertos, la hambruna, el desastre económico, y se preguntaba constantemente si eso no era acaso lo que el señor oscuro perseguía ¿era eso de lo que había escapado?

A pesar de la ausencia de Caleb habían logrado establecer nuevas amistades. Al principio Granger y él eran los objetos de curiosidad de los otros padwans, todos mirándolos. No era una actitud que pudiera definir como hostil, si alguien sabia de hostilidad era él. Era más bien una espera, todos pendientes de sus intervenciones, de sus opiniones ¿Quiénes eran esos privilegiados que a su edad el consejo les permitía entrenar? ¿Por qué?

Al segundo día de clases los primeros de ellos se acercaron, Tyzen Xebec, un zabrak sin cabello y con pequeños cuernos. Knox, un nautolano de piel azul, la misma especie que el Maestro Fisto. No iba a negar que había sido extraño, en su casa jamás le habrían permitido tener amigos no humanos, pero en el fondo no eran tan distintos. Todo era superficial.

Granger no se había quedado atrás, Bene y Olee Starstone se habían convertido en sus nuevas compañeras. Al menos no se parecían en nada a Potter y Weasley, aunque Bene tenía una personalidad algo parecida a la de Weaselette mientras que Starstone en cambio era más como Granger, un ratón de biblioteca, o quizás debería decir un ratón de archivo.

El archivo ciertamente había resultado una auténtica locura, la biblioteca Malfoy era gigantesca, mucho más grande que la de Hogwarts, pero el archivo del templo era algo colosal. La información digitalizada y en físico superaba en magnitudes lo que antes hubiera creído posible. Granger había botado más de una lagrima al entrar por primera vez, y desde ese día era fácil encontrarla ahí metida en cada uno de sus tiempos libres. Eso sin agregar que la Maestra Jocasta Nu, la archivista del templo tenía un curioso y extraño parecido a McGonagall que lo perturbaba.

Él por otro lado usaba dedicaba todo el tiempo que podía a entrenar con su sable de luz y a practicar en los simuladores. Todas las tardes Granger y el practicaban combate con su maestro, pero luego de cenar regresaba a las salas de entrenamiento con Xebec y Knox donde seguía practicando, incluso Granger iba a esas prácticas consciente de la necesidad de saber defenderse. Aún era más lo que perdía que ganaba, pero al principio no ganaba ninguna, y eso era un avance. Ya hasta el Maestro de Batallas Cin Drallig le había dado algunos apuntes extras y estaba seguro que iba por buen camino.

Lo que a Granger no le interesaba realmente era el simulador. Él no podía entender como esa bruja tan terca le tenía un miedo tan grande a volar. Ya le había comentado a su maestro su interés en pilotear un caza, lamentablemente le había respondido con la información de que su ejército, el Cuerpo de Reconocimiento Móvil N° 91 no tenía un componente aéreo, pero le había instado a seguir practicando y también le había prometido comenzar a volar con el apenas le fuera posible.

Pero ahora Granger y el esperaban en el hangar con su equipaje listo, el Maestro Windu les había informado por la mañana que era hora del viaje a Ilum donde ambos enfrentarían su primera prueba antes de conseguir sus cristales.

El hangar era otra de las maravillas del templo, y no solo eso, habían varios hangares, todos llenos de naves de distintas formas y con distintos usos. La nave que los transportaría, un carguero de clase 720, tenía una forma algo similar a la de un pentágono, con un largo cercano a los 40 metros, y podía transportar cómodamente a unas 10 personas. No parecía ser ágil o rápida, después de todo no era un caza, pero tenía una belleza que antes del Templo no había podido apreciar en ninguna maquinaria.

—¿Todo listo? —les preguntó el Maestro Windu al acercarse con una caja.

—Partes de sables de luz —respondió al ver la curiosidad de Draco. Ya con una semana adicional de entrenamiento el vínculo se había fortalecido lo suficiente que si bien no podían hablar a través de la fuerza si podían sentir algunas cosas.

—Todo listo para despegar Maestro. —fueron las palabras de Draco.

—Entonces haz los honores padawan.

Draco sintió el corazón latir, hasta ahora todo había sido virtual, pero esta iba a ser su primera vez al mando de una nave. Sí, no iba a hacer demasiado, era solo el despegue, pero lo importante era que su maestro le estaba mostrando que confiaba en él.

Chequeando todas las luces, señales y controles Draco puso sus manos en el volante. Tuvo que disminuir un poco la potencia cuando su maestro le dijo que estaba arrancando con demasiada fuerza, pero al final fue un despegue suave. Granger pego un pequeño chillido al sentir el movimiento de la nave. Era cómico, ella siempre tan asustadiza, y sin pensarlo mucho se dio la vuelta con un gesto de suficiencia en su rostro como si queriéndole decir que era una cobarde y no era para tanto.

En órbita las luces de Coruscant brillaban, era la primera vez que Draco podía ver la ecumenopolis desde ese punto de vista, era impensable lo que la República había construido.

—Bien Draco, hiperespacio ahora —dijo su maestro luego de haber introducido las coordenadas en la computadora.

Y sin esperar más Draco movió la palanca suavemente como le habían enseñado, los puntos de luz de las estrellas desvaneciéndose en pequeños rayos azules. Cuatro días de viaje, ahora solo tocaba esperar.

Por supuesto, estar en el hiperespacio no era ningún tipo de excusa para flojear. Granger y el tenían el material de sus clases en sus holotablas, por lo que ambos seguían la misma rutina solo que ahora con el Maestro Windu haciendo de profesor. Discutían de todo un poco, las clases, el templo, historia, Hogwarts, magia, Palpatine, Skywalker, el lado oscuro, control emocional, Voldemort y Potter. Ya los escudos de ambos estaban lo suficientemente fuertes que ambos eran capaces de proteger sus pensamientos e incluso de atenuar su presencia en la fuerza. Algo necesario por si algún día se cruzaban con el maestro sith.

Las clases de combate con el sable se habían vuelto más intensas, claro, los sables se mantenían en modo de práctica, pero ahora con más movimientos aprendidos su maestro atacaba con más libertad. Ambos podían bloquearlo de manera efectiva la mitad de las veces, lo que era un logro considerando que era uno de los mejores duelistas de la Orden. Aunque su maestro no atacaba con toda su habilidad.

Por otro lado con mejor dominio de la fuerza Granger y él usaban la fuerza para fortalecer sus estilos. Saltos y giros hacían su aparición en momentos inesperados. Incluso en las prácticas con cascos y esos pequeños drones que disparaban contra ellos sus resultados eran buenos, podían bloquear disparos con seguridad aunque aún les hacía falta aprender a redirigirlos de manera efectiva. Le daba un poco de vergüenza pensar que niños pequeños podían hacerlo, pero el ya aprendería, estaba seguro.

Uno de esos días el Maestro Windu por fin les reveló sobre algunos de los planes que habían preparado para proteger a la orden. Había admitido que sin evidencia no podían ir directamente contra Palpatine, y menos aún Skywalker que se mantenía en la luz. Pero eso no significaba que no iban a hacer nada. El Maestro Vos estaba a cargo de investigar los movimientos del Canciller y los separatistas intentando encontrar una conexión y pruebas. Mientras que al mismo tiempo iban a girar una instrucción a todos los generales jedi obligándolos a acudir semanalmente a sesiones con terapistas. Eso con el propósito escondido de intentar resolver los distintos problemas emocionales que habían observado en Skywalker. Quien al parecer tenía un muy mal temperamento.

El Templo también se iba a preparar, por supuesto los planes no podían ser públicos, pero ya estaban arreglando naves, analizando puntos débiles del templo, reactivando defensas, todo lo necesario para defender el templo en caso de ataque. Además el Maestro Yoda había ordenado a otro maestro especialista en exploración estelar y su padawan a buscarles un refugio de difícil acceso por si era necesaria una evacuación.

Los planes eran sólidos, no perfectos, no abarcaban todo, pero si la base para algo mayor. Ambos hicieron preguntas y hasta hicieron observaciones y recomendaciones para blindarse en cualquier situación. Granger recomendó canales con cifrado no conocida para comunicarse en caso de emergencia, una copia mas tecnológica de lo que había hecho ya con las monedas para el Ejercito de Dumbledore. Y él preparar sitios seguros en los que poder esconderse rápidamente antes de reagruparse con el resto de la Orden.

Era bueno poder participar de alguna manera en los planes. Su padre no había sido de esas personas dispuestas a escuchar, todo eran comandos e instrucciones directas que debían ser obedecidas sin ningún cuestionamiento, pero el Maestro Windu reflexionaba sobre sus ideas y opiniones, tomando de ellas las cosas buenas para ver si era posible implementarlas.

Eso sí, su maestro les advirtió a ambos que no intentaran intervenir de forma activa, no estaban listos para un rival tan peligroso, así que por los momentos lo mejor era entrenarse y seguir las órdenes del consejo. Algo que no le quitaba el sueño porque prefería mil veces dedicarse a aprender en vez de tener que enfrentarse a otro señor oscuro.

Luego de cuatro días de viaje, al fin llegaron a Ilum, a través de la ventana de la cabina podía ver como una esfera blanca cubierta de hielo y nieve flotaba en el espacio. Y vaya que se sentía su presencia en la fuerza.