Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.

Advertencia. Esta historia es clasificada como M porque contiene y/o contendrá temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores (lenguaje obsceno, escenas sexuales, temas delicados y/o adultos, muerte de personajes, entre otros asuntos). Leer bajo su propio criterio. Gracias.

Comentarios generales. Gracias a todos los que se han quedado por aquí a leer y a esperar cómo se desenvuelve esta maraña cada vez más apretada. Empezaremos con más acción este capítulo, así que ojo avizor con la advertencia. Como siempre, sus comentarios están respondidos al final del capítulo. ¡Gracias por sus apreciaciones!

¡Gracias! Ahora, sin mucha más dilación…

¡A leer!

Palabras: 10.412

Advertencia. Violencia explícita (verbal y física).


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Capítulo 5

Divergencia

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La luz opaca del único bombillo servible, parpadeó.

La habitación mohosa de paredes desconchadas y rastros extensible de humedad, se cubría con el aire viciado de sus ocupantes. El reguero de sangre era una mancha desordenada debajo de un cuerpo que sufría espasmos y emitía lamentos en forma de gimoteo.

El hombre amarrado a la silla en el centro de la habitación, no estaba mucho mejor. Su cara era un remolque de contusiones, cortadas y laceraciones que chorreaban sangre a borbotones y se mezclaba con la saliva escurriendo de sus labios entreabiertos.

El carmesí manchaba con salpicaduras las paredes desvencijadas, adornando sus contornos con la compañía de los sollozos que soltaba la joven contra una pared, amenazada de muerte por una navaja contra el pulso acelerado en su cuello. Sudaba frío y tiritaba mientras la otra mano de su acosador jugaba con un mechón de su cabello, de manera casual, atormentándola y coreando sus sollozos con las risas escalofriantes que salían de su garganta. El golpeteo de su aliento contra el rostro le daba asco y terror al mismo tiempo.

—Bien, parece que esto se está alargando más de lo normal.

La expresión que adornaba el rostro del hombre era seca, áspera en su neutralidad. Estaba de pie frente a la presencia en la silla y sus ojos verde turquesa miraban al condenado, quien tenía la cabeza caída. El mentón del torturador se alzó, pasando de un dedo a otro lado cuchillas blancas entre sus dedos.

—Kaguya, este pedazo de mierda no va a decir nada —habló otro hombre de pelo gris y corto con un extraño tinte oscuro en sus labios.

Dio un fuerte pisotón al hombre que estaba bajo su pie en el suelo, causando que este expulsara la secreción rojiza de su cuerpo. Hizo un sonido desagradable al notar cómo le había salpicado. Su gemelo junto a la mujer, le observó mientras paseaba su lengua a través de sus dientes amarillentos de nicotina.

—¿Tú qué me dices, Kinny? —susurró contra el rostro de la morena, quien clavó sus ojos oscuros sobre él, repletos de miedo—. Parece que la perra de Sanbi no te enseñó nada, ¿eh? No sabes cómo ha avivado mi sed de sangre. —El agarre de la navaja contra el cuello femenino se apretó hasta que la hizo chillar de horror. Apenas un hilillo rojo se hizo notar sobre la piel sudorosa y mortecina.

—No me gusta la violencia —pronunció mortal el joven mientras observaba directamente a su víctima en la silla. Kimimaro giró una última vez la cuchilla blanquecina entre sus dedos y la enterró con fuerza en el muslo del prisionero, justo por encima de su rodilla.

—¡Mierda! ¡Joder! ¡Mierdaaaaa! —gritó mientras el muchacho de cabellos blancos giraba la cuchilla, lacerando su carne y haciendo brotar más sangre sin asco de mancharse las manos con ella.

—No me gusta, pero no me dejas muchas opciones. —Parecía estar demasiado sereno en esa íntima situación de tortura, la fina línea de sus labios y los ojos fijos e imperturbables ante el dolor de su víctima, eran la prueba fehaciente de ello.

Ukon removió el pie sobre el cuerpo ya inerte del hombre en el suelo, chasqueando la lengua en el proceso porque su diversión se había entregado al desfallecimiento. Su dedo se elevó hasta señalar al hombre en la silla, quien respiraba con suma dificultad y a una velocidad vertiginosa debido al dolor.

—Kinny dijo que sabías algo del dinero. ¿Dónde carajos está? —cuestionó entre el alarido que se alzó cuando Kimimaro sacó la cuchilla de su pierna.

—¡No sé nada, joder! ¡No sé nada sobre el dinero de Otogakure! —prorrumpió entre sudor y sangre, desgarrándose la garganta con su aseveración. La sintió hosca y seca, pero sabía que nadie iba a darle agua y tampoco pensaba pedirla.

Sakon fue quien se rio, hueco y sin vida. Paseó su lengua esta vez por la mejilla sudada de la chica, quien no hizo más que volver a berrear con ese contacto tan indecoroso.

—¿Estás viendo cómo es tu amante, Kin? Ni siquiera porque te tengo así, quiere decir algo. ¿Te folló lo suficiente como para creer amarte? ¿O es que quiere un espectáculo esclarecedor? —El miedo en los ojos femeninos se incrementó cuando la mano atrevida apresó su seno por encima de la ropa. Él lo notó y se burló enseguida—. Ay, vamos, ¿no eres una puta desde hace tiempo? Debes estar acostumbrada a esto.

—Mala contestación —enunció Kimimaro y procedió a clavar el puñal en el dorso de su mano, estrujándolo. El tipo volvió a gritar de manera entrecortada.

—¿Qué mierda? No sabía que estos policías corruptos y borrachos tuvieran tanto aguante. ¿O es que es masoquista? —pronunció Ukon, balanceando la pierna hasta terminar de patear el cuerpo tirado en el suelo sin señales de movimiento.

Caminó despreocupado hasta quedar a un costado de la silla del prisionero antes de afianzar su agarre en el espaldar. La sonrisa macabra se abrió paso a través de sus labios tintados.

—Esa no es la información que tenemos. Soltaste la lengua y ahora queremos respuestas concretas y ubicaciones. Agradécele a Kinny aquí presente, seguro te convenció a punta de mamadas. —Su gemelo volvió a reírse, colando la mano por debajo de la falda de Kin.

El hombre herido apenas pudo escucharla sollozar, como si de verdad estuviera preocupada por él, pero sabía que no. Ella era una prostituta que le había tendido una trama que llevaba enmarañando meses, solo para caer directo en la guarida de esos delincuentes. Nadie se metía con las organizaciones de bajos fondos y sus bandas delictivas, era un acuerdo tácito, algo que se permitía entre la justicia y la delincuencia. Ciertamente, nadie quería meterse con Otogakure y sus negocios turbios repletos de bares en los que se rutaba la droga en todo su esplendor.

—Y de paso —continuó Sakon, acariciando la cara interna del muslo de la mujer sin cuidado alguno—, que también suelte el nombre de la bonita del grupo con el que estaban en el bar. Se veía muy fina, como para metérsela hasta el fondo y sin descanso.

—Ya cállate —reprendió sin color de voz Kimimaro, sacando el arma blanca del dorso sangrante, causando que la víctima se retorciera—. No quiero escuchar tus nimiedades sexuales. Esto es serio, una labor para nuestro jefe.

—Bueno —intervino Ukon—, podríamos pasártela luego de que nos la follemos, así también te desquitas esa cara. —Los gemelos intercambiaron miradas perversas, imaginándose todo tipo de obscenidades con aquella jovenzuela, pero Kimimaro no podía estar menos interesado en cogerse a alguien cuando no tenía la información que estaba buscando.

Orochimaru de verdad necesitaba esos datos, pero este maldito policía no quería soltar prenda alguna. ¿Estaba siendo muy blando? ¿Debía empezar a ser más contundente a partir ahora? La cantidad de sangre que estaba perdiendo era alarmante, pero a él no le interesaba si moría después de darle la información que necesitaba. Lo que requería era mantenerlo despierto, pero estaba perdiendo la paciencia y empezaba a querer arrancarle las uñas de tajo.

—¡Es Hanabi Hyūga! —exclamó Kin con otro sollozo ahogado de sorpresa. Sakon cubrió su parte íntima por encima de la ropa con toda su mano.

Eso encendió las alarmas de Kimimaro, ahora mostrándose interesado. Ukon frunció el ceño y Sakon detuvo el avance de su mano, pero se mantuvo allí, latente.

¿Qué mierda hacía una Hyūga en los barrios bajos? Kimimaro volteó a ver al policía, ahora con una mirada fulminante. Lo que menos quería era tener a las fuerzas especiales inmiscuyéndose en sus locales, porque, hasta donde sabía, el primo de esa Hanabi era un agente del gobierno.

—¿Trajiste a una Hyūga a mi bar a propósito, escoria? —Sus ojos de verde turquesa perdieron toda la paciencia y sus manos ensangrentadas tomaron al prisionero por el cuello de la camisa. Su expresión era dura.

—¡N-No!, ¡y-yo no t-tenía ni idea de quién era! ¡Lo juro, lo juro! —arremetió contorsionando todo su rostro magullado por los golpes.

Kin fue quien volvió a dar más información, consternada e intentando evitar que Sakon siguiera colando su dedo por el dobladillo de su prenda intima. Podía ser cierto que era una prostituta, pero prefería morir antes que ser forzada por uno de los criminales más asquerosos de Otogakure, acusado muchas veces de agresión sexual y homicidios.

—Es joven, a ella le gusta estar en lugares donde nadie la reconoce, donde nadie sabe su apellido… —murmulló lúgubre.

Sakon se carcajeó junto a su oído y apartó la mano de su zona íntima, pero mantuvo el cuchillo contra su garganta. Si ella se movía solo un poco, él podía simplemente degollarla. ¿Quién se preocuparía por ella? ¿Quién la buscaría allí?

—¿Lo ves, Ukon? Esa necesita unos revolcones y luego podríamos traficarla hacia otro país, seguro que nadie la volverá a reconocer jamás luego de que se la follen veinte veces por día. —Su gemelo compartió su carcajada, pero más que morbo, era por el dinero que podían hacer con una preciosura así.

Kimimaro no les hizo caso, solo se volvió a enfocar en su más grande interés.

—¿Dónde pusiste el dinero? —pronunció lento y claro, saboreando cada sílaba e impregnándolas de un tono amenazador que heló la sangre de todos los presentes.

No por nada era el favorito de Orochimaru, su pupilo sin escrúpulos.

El joven de pelo blanco no tardó en colocar la punta afilada contra la yugular del policía corrupto, quien seguía transpirando como un cerdo. Las aletas de su nariz se estiraban y contraían por los esfuerzos que hacía por respirar con tanta sangre en sus conductos. Mantenía una fina línea en sus labios hasta que esta trastabilló dolorosamente cuando Kimimaro alzó el pie y aplastó el dorso de su mano lastimada con la suela lustrosa de su zapato. Se mordió la lengua para no gritar de dolor. Parecía irrisorio que alguien que parecía tan joven pudiese hacer esto. Vestía de traje y no parecía un matón, pero lo era, le había clavado cuchillos con la expresión más imperturbable posible y no le preocupaba mancharse de sangre.

Este hombre había matado antes, sin duda.

—Responde. Podemos ser indulgentes... —murmuró uno de los gemelos.

Era mentira, sabía que era mentira todo lo que decía, pero si no decía nada, igual lo iban a terminar matando. No había forma de que saliese de ahí con vida. Viró un momento para ver los ojos contorsionados de horror de Kin, la traicionera que le había hecho creer que lo amaba y él terminó por confiarse y soltarle información despreocupadamente, solo por compartirla con ella y liberarse del peso.

Su error más grande.

Contempló de nuevo los ojos inexpresivos y mortalmente verdes de su torturador. Abrió la boca por fin.

—Yagura. Yagura tiene tu dinero —soltó en un murmullo.

—Ja. Así que fue a parar a Chigiri. Directo a las manos del Mizukage —dijo Ukon mientras se enderezaba para cruzarse de brazos.

Relamió sus labios de tinta con una sonrisa. Sakon empujó a Kin al suelo y Kimimaro se vio pensativo con la información.

Antes de que alguien pudiera verlo, él cortó de lado a lado el cuello del policía y una línea fina de sangre le salpicó el rostro inmutable. No se quedó a ver cómo los últimos vestigios de vida abandonaban los ojos del condenado, en cambio, se giró, sacó un pañuelo de su traje y limpió su rostro primero, luego las cuchillas.

—Encárguense de este desastre —ordenó hacia los gemelos, quienes no tardaron en asentir. Sus ojos muertos encontraron a la temblorosa Kin en el suelo—. Tú, muévete. Ve a hacer tu trabajo.

Ella asintió frenéticamente antes de arrastrarse y así conseguir ponerse de pie e irse, trastabillando y con el corazón a punto de salir expulsado por su boca después de estar martillando tan intensamente, casi en su garganta. Kimimaro hizo lo mismo, pero hacia la oficina de Orochimaru, a quien debía informar con extrema urgencia la situación. Que Chigiri tuviese el dinero del contrabando de Oto era un problema mayor para la organización.

Pero que la Niebla Sangrienta se estuviese moviendo por primera vez en meses, era aún peor.


Sakura miraba atentamente el horizonte frente a ella, bajo sus pies, a sus costados, en cada parte. La maravilla en sus ojos casi era palpable y el verde de sus orbes brillaba como un par de esmeraldas, creyendo imposible que una vista así pudiese existir en cualquier parte del mundo, al menos hasta ese día que sus mismas pupilas lo habían contemplado.

Cuando le había dicho al señor Madara que dentro de hora y media entraría a trabajar y que mientras tanto le daría tiempo de esperar el bus, él se había ofrecido a llevarla al hospital para que no tuviese que esperar tanto. Incluso, le había preguntado qué quería hacer en esos cuarenta minutos que le quedaban libres de trayecto. Ella no había sabido qué responderle, sobre todo porque aún estaba un poco desorientada por lo que le había pasado antes, pero él le ofreció llevarla hasta un mirador que quedaba cerca.

La mujer nunca había conocido esa parte de Konoha, jamás había estado allí hasta esa primera vez, pero se encontró respirando calma y tranquilidad, solo con los sonidos de la naturaleza y los niños que jugaban en un parque cercano. Se tomó la libertad de mirar hacia atrás, donde estaba el moreno recargado en su descapotable mientras miraba el celular. Se había quitado sus gafas de sol, así que pudo notar un leve ceño fruncido y los ojos un poco entrecerrados, pero en cuanto él levantó la barbilla, ella apartó pronto la mirada, de una forma tan rápida que se mareó un poco en el proceso.

Madara llegó a su lado, frente al mirador, unos segundos después. Se cruzó de brazos y volteó a mirar su nervioso semblante fijo en el panorama. Él la había captado mirándole, quizás por interés o simple curiosidad, pero lo había hecho. Tal vez se estaba preguntando por qué había tantas casualidades en sus encuentros, tal y como él se lo había preguntado en cuanto vio su figura caminar por la acera, distraída. No había planeado encontrarla allí a pesar de que Izuna le había avisado que a Konan le habían dejado el currículo de aquella aspirante sin firma en su redacción; pero, de camino a resolver unos asuntos, se la había encontrado.

Por suerte, su lugar de trabajo quedaba en la misma ruta que él debía tomar para resolver sus asuntos. Desaprovechar la oportunidad de seguir investigándola no era una opción. Al notar que ella seguía así de distraída, tanto como para ni notar que no llevaba el cinturón de seguridad, supuso que le gustaría algo que activara sus sentidos, un contexto totalmente alejado de la zona pública que significaba un restaurante y una cena de por medio.

En ese pequeño mirador de Konoha él se había sentido tranquilo y en paz muchas veces, aunque no significaba un lugar demasiado especial, no como otros pocos a los que solía ir en total soledad o con Izuna, el único al que le podía compartir esos pequeños destellos de vulnerabilidad o frustración que algunas veces había sufrido.

—Espero que te haya relajado la vista —comentó aún con los ojos puestos sobre ella.

Sakura solo atinó a girar su cabeza en dirección a la voz masculina, preguntándose si es que él había sido capaz de notar que estaba inquieta. Si era así, era mucho más perceptivo de lo que ella había considerado en un inicio o… ¿O de verdad leía mentes? En serio, estaba comenzando a pensarlo con seriedad.

No pudo evitar fijarse en sus iris, tan oscuros y tranquilos, pero al mismo tiempo tan expresivos… Era extraño. No era un libro abierto, al menos ella no podía leerlo, pero había una atenta suavidad en el contorno de sus ojos. Él era alguien muy cortés, no había duda de ello, incluso se sentía un poco en paz cuando él estaba alrededor, algo impresionante, tomando en cuenta que lo conocía muy poco, pero de inmediato Sakura se dio cuenta de que era porque él parecía estable, firme en sus acciones y para nada indeciso.

Quizás era esa firmeza la que ella anhelaba tanto poder implementar en su vida. Se había estado sintiendo tan tambaleante desde su boda frustrada que se había anclado al trabajo sin descanso, sin tiempo para respirar algo de aire.

Hasta que Madara había decidido aparecer el día anterior y hoy. Podía considerarlo como un hada madrina improvisada. Sonrió ante el pensamiento sin poder evitarlo. Entre el desayuno con la voz apaciguadora de la señora Chiyo y venir al mirador junto a su nuevo conocido, todo solo podía mejorar en el resto del día.

—Mucho. Estabilizará mi concentración para el trabajo de la tarde —respondió, aún sin deshacerse de su sonrisa pese a la seriedad en el semblante masculino—. De nuevo, le estoy agradecida. —No se atrevía a dejar de hablarle de manera formal, sobre todo porque él no le había dado entrada para ello a pesar de que él sí la tuteaba. Algo que ver con la diferencia entre sus edades, supuso, aunque estaba segura de que él no era tan mayor.

«¿Por qué no le pregunté ayer?», pensó. Tenía la sensación de que él sabía muchas cosas de ella pero ella solo sabía que no le gustaba mucho el Sudoku. ¿Era porque una vez que se enfrascaba en hablar no paraba?

—Hm —contestó él a la par que asentía. Era un monosílabo simple a los oídos de Sakura, pero podía casi escuchar el "no hay de qué" pronunciado por él durante el día anterior. No había tiempo para especular y fantasear como sí que lo había hecho miles de veces con los monosílabos de Sasuke—. Dijiste que entregarías un currículo a una editorial —prosiguió—, considerando que eres enfermera, no me lo hubiese esperado.

—Ah, es que… Necesito pagar algunas cosas con urgencia y la Editorial Akatsuki tenía una buena propuesta, así que no pude desaprovecharla —indicó con un tinte alegre.

Madara la evaluó por unos instantes antes de enfocarse también en la vista hacia el horizonte.

—Trabajo temporal, entonces. —Su tono se endureció un poco, pero Sakura no fue capaz de notarlo.

—Podría decirse que, hasta cierto punto, sí —contestó, balanceando su cabeza de un lado lateral a otro y empleando un leve mohín pensativo—. Aunque de verdad me hace ilusión. Me gusta lo que la editorial publica, sobre todo en las revistas y sus artículos científicos exclusivos que aportan mucha información. —No pudo evitar el tinte emocionado que se adhería a ella cuando hablaba de esas cosas, hecho que causó que Madara voltease para contemplar su perfil mientras ella le brindaba su vista y su voz al horizonte frente a ella—. Además, aunque no soy de leer literatura, tengo que admitir que "Las Crónicas de las Naciones Elementales" es una saga grandiosa que he leído varias veces.

—Ah, ¿esa saga? Dicen que es la más famosa del mundo. —Madara había utilizado ese tono de presunción orgullosa que la muchacha todavía no sería capaz de connotar en su voz hasta que aprendiese a identificar sus diversos matices.

—Y no es para menos. Un protagonista perseverante, orgulloso de sí mismo, capaz de luchar y tan competente en lo que hace, es algo bastante atrayente, con un muy buen desarrollo, además —agregó, juntando las manos sobre su pecho. Sus ojos brillaban para cuando volvió a observar a Madara, quien le veía con un destello único en sus pupilas, como una estrella solitaria en el manto nocturno de sus orbes.

Ella enmudeció, todavía sin saber muy bien por qué. Sintió que sus mejillas se sonrojaban por haber dicho más información sobre sí misma sin querer, algo natural con lo parlanchina que era, pero también era un defecto (al menos para ella) que quería evitar en la medida de lo posible. Desvió la mirada un poco avergonzada, pero sin sentir incomodidad del todo.

—Creo que te va a ir muy bien en la editorial.

Sakura suspiró y estuvo a punto de decirle que no sabía si la iban a contratar cuando su celular sonó. Ella se quedó quieta un momento como para comprobar que de verdad había sonado, esperando que no fuese aquel bastardo. No estaba lista para volver a leer su nombre en la pantalla.

El pelinegro la observó con atención mientras ella abría sus párpados cada vez más. Se llevó una mano hacia la boca, todavía sin poder creer lo que veía.

—Me han dicho que debo estar mañana en la entrevista presencial —soltó como si no pudiese creerlo.

—¿Qué te acabo de decir? —Una leve elevación de la comisura de sus labios fue como un interruptor para ella, quien lanzó una risa nerviosa al aire.

—Ahora estoy ansiosa —añadió sin poder ocultar su sonrisa de lado a lado.

—Todo lo que tienes que hacer es ser profesional, como cuando estás trabajando en el hospital. Eres buena conversadora, también te ayudará —disertó antes de hacer una señal con la cabeza hacia su automóvil—. Vamos, te llevo al trabajo. —Madara se giró sin esperar su respuesta y empezó a caminar.

Ella sintió el cosquilleo de la expectativa por la entrevista y observó el cabello atado de Madara en cuanto este se giró. Tenía un caminar altivo, orgulloso y masculino, nada rígido, como quien se sabía merecedor de cada paso que había dado en la vida, sin inseguridad. Ella sonrió antes de casi correr para alcanzarlo.

Como era lo habitual, él le abrió la puerta y ella, de inmediato, se colocó el cinturón de seguridad al segundo de sentarse. Madara lo notó, bastante satisfecho de su proceder antes de que él hiciese lo mismo y emprendiera el camino hacia el Hospital General de Konoha.

Probablemente no estaba muy consciente aún de que haría ese trayecto muchas veces a partir de ese momento.


La música sonaba con estruendo en ese recóndito lugar oscuro y repleto de personas, tan clandestino como el hombre que dirigía sus pasos perezosos a través de los abarrotados espacios que quedaban para mimetizarse con la multitud. Había varias plataformas circulares en hilera que adornaban el centro del lugar, sobre ellas bailaban mujeres con muy poca ropa, contoneando sus siluetas en movimientos sensuales y explícitos.

El aire candente de los amantes aquí y allá, besándose hasta saciar sus ardientes deseos, algunos sucumbiendo entre la oscuridad y dejando como única constancia los gemidos ahogados por la música desenfrenada.

El ojo oscuro del nuevo visitante atrajo la atención de un par de iris ceniza detrás de la barra. Su cabello morado estaba atado en un despeinado moño y el enterizo del color de su piel con patrón de rejilla dejaba todo y nada a la imaginación. Anko estaba hoy, reconoció Kakashi, quien se había apartado la máscara al entrar en aquel recinto, casi todo lleno de completos desconocidos que no repararían en un perfecto extraño como él.

Al acercarse a la barra con el único asiento disponible, la sensual mujer no tardó en señalar con la barbilla un punto a su lado. Hatake ya lo sabía, esperaba encontrarlo allí, pero siempre era difícil enfrentarse a su figura dándole la espalda, como siempre, incluso después de que hubiesen pasado años desde aquella noche.

—Obito.

Un único llamado. El aludido apresuró el trago en su vaso hacia su garganta como si tuviese una incontenible sed. El músculo en su mandíbula se tensó y giró la cabeza levemente hacia el sonido de aquella voz.

Kakashi vio el destello negruzco de su ojo filoso. Obito le había mostrado su perfil lastimado por las flamas, esa parte de su rostro que rememoraba un día fatídico para ambos, como si quisiese recordarle todo lo que él había sido en su juventud y lo que perdieron en el camino. El hombre de hebras plateadas también había perdido su ojo izquierdo durante aquella noche, pero no era eso lo que más dolía entre los recuerdos que surgían cuando ambos se encontraban bajo cualquier circunstancia.

—Otra vez no, mierda —escupió hacia él, malhumorado—. ¿Qué haces aquí?

—Lo mismo que tú. Beber —respondió con su típico tono relajado.

El Uchiha se echó a reír, como si no hubiese escuchado algo más gracioso que eso en años, pero su estallido sonaba hueco y sin vida. Kakashi bebiendo. Por favor. Cómo si no supiera que estaba allí solo porque él mismo estaba allí también.

—¿No tienes una misión suicida en la que intentar morir hoy? —inquirió con tono mordaz, ofreciéndole de nuevo la vista completa de su espalda enfundada en una chaqueta negra.

Kakashi sintió una punzada dolorosa en su pecho, pero sabía controlar sus expresiones y así las maniobraba con suma eficiencia. Anko se acercó con un trago, como era lo habitual, y colocó el vaso sobre la barra frente al hombre. Él siempre lo pedía y nunca se lo bebía. Era una costumbre, casi como un ritual.

—Ya no formo parte del cuerpo, voy por mi cuenta.

—Ah, claro... —Obito se giró hacia la barra y casi astilló el vaso cuando lo golpeó contra la superficie. Anko lo reprendió con la mirada, mas no emitió palabra alguna porque esta escena ya la había vivido antes—, cierto que ahora eres el guardaespaldas personal de Akasuna Sasori. —Su tono fue áspero y sarcástico.

No quedaba nada del Obito que había sido alguna vez.

—Soy su escolta desde hace años…

—¿A quién le importa? —Lo miró de frente y de improvisto, mostrándole su semblante rústico—. Desde que Rin murió no hay nada que me importe saber sobre ti ni sobre nadie —siseo con su tono bajo, pero Kakashi pudo notar el dolor latente debajo de su coraza.

Sí, su cambio abrupto había venido al despertar de su coma después de un año y darse cuenta de que el mundo había avanzado, sin él y sin Rin. Tenían apenas veinticinco años en ese entonces. Ahora que casi rozaban la cuarta década, el carácter de Obito se había transformado completamente. De manera irónica, Kakashi había cambiado también, convirtiéndose en alguien más expresivo solo para poder estar allí junto a Obito para cuando despertara de su coma, sintiendo el dolor profundo causado por la pérdida de Rin.

Culpándose todos los días.

Abordar el tema era doloroso para ambos, nunca lo habían hecho de una manera clara y ciertamente nunca con calma. El trabajo de Kakashi siempre había sido peligroso por culpa de su padre, de quien nunca le había gustado hablar en su juventud; no era como si ahora hablara abiertamente sobre él, pero estaba en paz con el lazo que los unía, aunque no con las dificultades por las que él le había hecho pasar.

Durante mucho tiempo había sido apegado a las reglas, a todas las normas mientras estaba bajo el cuidado gubernamental para que no lo tacharan de ser igual a su padre, el reconocido "Colmillo Blanco", el ladrón de guante blanco que había hecho demasiadas fechorías en su vida y había acabado en la cárcel al ser descubierto debido a su vinculación con un asesinato clasificado. Kakashi había aprendido sus métodos desde muy pequeño, y eso combinado a su intelecto había sido imperdible para el Jefe de Seguridad Nacional, quien no tardó en criarlo a su imagen y semejanza para que cumpliese cualquier orden de su parte, como un autómata.

Ese mismo autómata que había preferido seguir con su misión a pesar de haber perdido un ojo de un momento a otro. El mismo que decidió seguir adelante en lugar de rescatar a Rin del fuego.

No había podido evitar que su (en ese entonces) compañero curioso, Obito Uchiha, y su inseparable amiga con un flechazo extraño hacia Kakashi, Rin Nohara, descubriesen por qué él tenía un permiso exclusivo para salir durante varios días del internado en el cual se encontraban.

Un día, simplemente, se habían escapado para perseguirlo a él.

Kakashi los había reprendido, diciéndoles que no necesitaba que unos mocosos lo persiguieran, irónico, a juzgar que por aquel entonces todos tenían dieciséis años; sin embargo, eso no hizo desistir a Obito y, por consiguiente, tampoco a Rin. Siempre era algo que se repetía hasta que, ocho años después, había ocurrido la tragedia que cambió la vida de todos. El cuerpo quemado del pelinegro y su rostro marcado eran el recordatorio constante de que el Uchiha había estado dispuesto a morir por Rin, pero Hatake ni siquiera se había detenido a mirar la escena.

Aún se odiaba por eso, pero la vida debía seguir.

Su único ojo observó cómo Obito se tomaba de un trago largo todo el vaso servido por Anko. Había desviado la mirada como si él no estuviese allí, como siempre hacía cada vez que se encontraban, como si no fuese más que un insecto insignificante para él. Kakashi había aprendido a vivir con su desprecio, pero no lo había aceptado de ninguna manera, porque después de salir de su mundo lleno de reglas y zafarse lentamente de cada venda que le cubría los ojos, pudo presenciar de cerca cómo Obito se hundía en el estiércol de su miseria.

—A Rin no le hubiese gustado verte así. —Fue duro, pero comprensivo.

El lado sano que veía de su rostro se crispó en molestia y viró su ojo hacia él. Casi podía ver el destello furioso en el azabache de su iris cuando lo enfocó.

—¿Tú qué mierda sabes? Ni siquiera pudiste ver cómo se desvivía por salvarte de tu actitud autodestructiva.

—Ella te amaba —contratacó Kakashi, con la voz rasposa para contenerse.

Obito apretó el puño sobre la barra y golpeó la base. Le vio bajar la mirada mientras respiraba profundamente, controlando sus impulsos de odio hacia él que terminaban en violencia desmedida. La última vez que se habían visto, armaron una pelea en otro bar y habían terminado fuera de él en mitad de la madrugada. Él dijo que se iría como fuese, Kakashi lo había aceptado, pero lo siguió en silencio y de lejos para percatarse de que no se quedara varado en medio de la avenida.

—Entonces su amor por ti era más fuerte. —Una risa hueca se le escapó entre los dientes.

Probablemente ella los había amado a los dos a la misma vez y a su manera. Su alma siempre había sido pura, su mirada ingenua y sus gestos suaves. A los dos los había tratado exactamente igual mientras estaban juntos los tres. A los dos les había dicho un te amo con entonaciones distintas que ninguno de los dos supo jamás cómo interpretar, pero tampoco preguntaron con tal de seguir los tres juntos.

Hatake jamás había sido más feliz en toda su maldita existencia que cuando estuvo con esos dos y se seguía odiando por no haberse dado cuenta hasta que los perdió a ambos.

—Era diferente al que sentía por ti —murmuró el de cabellos de plata.

Fijó su vista en su propio vaso lleno de alcohol, ese que nunca bebía y terminaba yéndose dejándolo a merced de otro en la barra, no obstante, algo cambió en esta ocasión. La mano enguantada de Obito se ciñó alrededor del vaso y se lo llevó a los labios bajo el ojo sorprendido de Kakashi. No dijo palabra ni le dirigió otra mirada, solo se levantó y se perdió entre las personas, rumbo a la salida.

Él siguió el rastro de su cabello despeinado hasta que desapareció. Sintió que la cicatriz que surcaba su ojo ardió.

—Siempre hace eso. —La voz sensual de Anko lo trajo de vuelta al presente y a la música estruendosa.

—¿Qué hace?

—Se bebe tu trago cuando te vas, aunque hoy se adelantó. Curioso, ¿no? —Anko le guiñó el ojo antes de irse a atender a otros visitantes.

Observó el vaso vacío antes de volver hacia la salida. Obito nunca había podido ser tan implícito, no demasiado. Un brillo de esperanza se alzó en su interior con eso.

Quizás se estaba volviendo tolerante a su presencia.


—Talle derecho. Tensa el abdomen. —Tenten dio dos palmadas sobre el torso del deportista antes de entrecerrar los ojos hacia él—. Demasiado gastado. Aplica menos fuerza a tu rutina o no podrás ir a las próximas olimpiadas —amenazó.

El aludido negó con la cabeza, aterrorizado ante la posibilidad.

—¡No! ¡Eso haría que la llama de la juventud se apague en mí! —gritó antes de recomenzar sus ejercicios de manera intempestiva, como un vendaval alrededor del gimnasio. Probablemente había decidido que lo cardiovascular era lo mejor.

—¿Para qué le dije eso? —rumió Tenten por lo bajo antes de suspirar, casi resignada a que Rock Lee, el famosísimo medallista olímpico, tomara cada palabra como si fuese un eslabón más a cargar para su llegada al más grande estrellato.

Era… demasiado entusiasta para su propio bien.

—Quizás no deberías estresarte tanto con su rendimiento.

Tenten abrió muchos sus achocolatados ojos. Un escalofrío le recorrió la espalda y tuvo que hacer esfuerzos por no jadear en busca de aire. Neji de verdad tenía que dejar de susurrarle de repente y tan cerca del oído. De repente se sintió avergonzada. No estaba acostumbrada a que precisamente él le viese con top deportivo y pantalones cortos a juego. Una estupidez total con la que se sentía expuesta ante sus ojos a pesar de todos los años que habían pasado desde que se conocían.

Su enamoramiento eterno por Neji era una estupidez. ¿Cuántas veces se lo había repetido ya?

—Lo sé. Es excelente, pero no puedo evitar preocuparme por su salud mental. —Una simple frase, una mirada a Lee y otro suspiro. Todo para calmarse antes de tener que enfrentarse a los ojos opalinos de Neji. La había agarrado totalmente desprevenida—. Ya se le pasará. Vamos a sentarnos.

La entrenadora estiró el brazo hasta la hilera de bancos plateados que adornaban el gimnasio. Notó que Neji vestía más casual que de costumbre, probablemente porque no estaba de servicio ese día, aunque era extraño, le había dicho que estaría escoltando a esa cantante rubia, la vocalista de los Hermanos de la Arena. Recordaba la punzada de celos que había sentido, pero lo había ignorado tan rápido como había llegado.

Se preguntó si estaba dispuesto a practicar boxeo y enfrentarse a ella hoy, pero se decantó por esperar a que él hablase nuevamente. Parecía pensativo, muy contemplativo, como ocurría cuando algo le preocupaba. Había visto vestigios de esa mirada cuando llegó a la iglesia y se llevó a Sakura para enseñarle algo que solo él sabía. Ella había llegado a sus conclusiones, y aunque nadie le había confirmado nada, el hecho de que el periódico nacional hubiese mostrado una primera plana de la boda entre Sasuke Uchiha y Hinata Hyūga, la que ella sabía que era prima de Neji, confirmó que Sakura había sido plantada en el altar.

Eso sí que había sido una putada de parte de Sasuke, aunque no es como su hubiese podido evaluarlo mucho antes. Apenas lo había visto dos veces porque era más amiga de Shikamaru y Neji y a ellos dos no les caía muy en gracia el susodicho, aunque Neji era más abiertamente reticente a su presencia.

—Estos días han sido caóticos —comenzó él con un tono tranquilo. Ella, que lo conocía bien, podía notar la tensión en los laterales de sus ojos—. Desde lo de Sakura, todo simplemente se ha desencadenado en hechos desafortunados.

Claro. Sakura.

Evitó volver a sentirse celosa porque era ridículo. Esa mujer le había salvado la vida a Neji durante una operación policiaca que había tenido contratiempos, así que era normal que alguien como Neji se preocupara por ella. Aun así, no pudo evitar sentirse herida cada vez que otra mujer salía a relucir entre sus conversaciones casuales. ¿Le hablaba él a otra mujer de ella? ¿La nombraba siquiera? ¿Con sus amigos tal vez? Casi quiso resoplar. Neji era reservado, mucho, y el único al que Tenten podía considerar como su verdadero amigo era Shikamaru, quien huía como si se presentara la peste cuando se hablaba de mujeres.

«Ya deja tus estupideces», se dijo, reprendiéndose.

—Lo que le pasó a Sakura fue una gran impresión, sin duda… No me he atrevido a llamarla para preguntarle cómo ha estado, la verdad. No quiero traer a colación un tema que debe ser muy delicado para ella.

La mujer esperaba que Neji le dijese algo más, así de paso, como saber si había hablado con

—Lo cierto es que ahora hay un caso curioso. —Hyūga cambió totalmente el tema de un instante a otro. Ella no supo si sentirse aliviada o decepcionada, pero lo dejó continuar, expectante—. ¿Qué piensas de un hotel que ha sufrido una extraña intromisión sin que las cámaras hayan podido captar nada? —Los iris perlados se enfocaron en la mirada chocolate.

Tenten relegó todo sentimiento esperanzador de que Neji estuviese allí solo para visitarla. Por supuesto, el imperturbable exagente de las fuerzas especiales no daba paso sin razón y este no iba a ser el primero de ellos. Ilusa. Tragó saliva y se concentró en su pregunta. No podía negar que se sentía interesada por discutir algo como aquello. Su mente se activó de inmediato. Seguramente había pasado algo con los famosísimos Hermanos de la Arena.

Ella era una experta en armas de todo tipo, artilugios y objetos que parecían de película, pero que de verdad existían. Algunas veces había diseñado artefactos especiales para las fuerzas policiales o para los espías del servicio de inteligencia, esa había sido su especialidad cuando había pasado por la academia de policía junto a Shikamaru, sin embargo, nunca había estado dispuesta a ejercer como parte del ejército ni de la policía de Konoha, así que prestaba sus servicios entrenando reclutas y diseñando armas u objetos especiales mientras se compaginaba con su vida como entrenadora de estrellas olímpicas como Rock Lee, que eran todo un orgullo nacional.

—Diría que han utilizado un artefacto diseñado por mí —dijo con cierta incredulidad—, algo que me daría bastante miedo en vista de la situación —continuó, ahora frunciendo el ceño—; no obstante, el pensar que otra persona ajena pueda tener los recursos para hacer algo así a un hotel repleto de seguridad de élite en el cual se hospeda gente importante, es un motivo suficiente para entrar en pánico.

—Lo imaginé. Este es un asunto delicado —contempló Neji sin apartar los ojos de ella, emitiendo ese aire de misterio profesional.

Tenten podía lidiar con esa mirada porque era algo que evocaba al trabajo, al deber que tenían como los mayores protectores de Konoha, aquellos que defendían la integridad de todos los habitantes inocentes e indefensos de la cantidad de delitos que ocurrían bajo la sombra macabra de organizaciones que debían ser desmanteladas. Todo siempre era relativamente tranquilo, pero aquellos que estaban vinculados a la verdadera cara del crimen, conocían los estragos de sus bajos fondos.

—¿Necesitas algo de mí en esta ocasión? —tanteó un poco más. Neji no tardó en asentir.

—Necesitaré que me acompañes a cierto lugar —respondió con un tono neutral.

Ella ya se estaba empezando a imaginar adónde quería ir Neji, aunque no pudo evitar sentirse asustada por ello.


—Ya te puedes retirar.

La sonrisa de la señora Mikoto Uchiha era brillante, pero su esposo notó que estaba tensa cuando la sirvienta le hizo una reverencia para salir del comedor familiar. Él, Fugaku Uchiha, sentado en la cabecera, notaba con seriedad los rostros de los presentes, tan variopintos como concentrados en sus propios pensamientos.

Había dispersión, incluso en su esposa. Era algo que no solía ocurrir en la cena, cuando estaba toda la familia principal reunida. Bueno, algunos realmente no eran de la rama principal, como el mocoso de Sai, quien parecía no entender que sonreírle descaradamente solo hacía que pensase con más insistencia en desheredarlo de todo lo que alguna vez le había pertenecido a su prima.

Maldito fuese ese tal Yamato Shimura por engatusarla.

Esa situación parecía causarle mucha gracia a su sobrino Shisui, quien colocaba una máscara en blanco cuando él volteaba a mirarlo. Oh, ese pequeño bribón… era bastante consciente de las sonrisas falsas de su primo, con seguridad podía afirmarlo. Se divertía a su costa en vez de reprenderlo. A veces creía que sus hijos eran los únicos jóvenes cuerdos de la familia, o al menos Itachi sí que lo era, porque siempre había sido su orgulloso hijo ejemplar.

Sasuke también lo había sido hasta que él tuvo que, prácticamente, obligarlo a casarse por su bien. Nunca había consentido su relación con esa enfermera de pacotilla salida de quién sabía dónde, sin linaje y sin nada que ofrecer. Muy educada y amable, sin duda, pero eso ligado a sus calificaciones excelentes nunca habían sido suficientes para un Uchiha. Había temido no encontrar a una mujer tan virtuosa como lo había sido Izumi, la difunta esposa de Itachi, para Sasuke, pero entonces Hinata Hyūga había aparecido como un destello en su cabeza y se relajó al instante.

Adiós al noviazgo con aquella muchacha desconocida. Un error que no le había tolerado a Sasuke.

Fugaku paseó la mirada entre los miembros de su familia. A su derecha estaba su hijo mayor, Itachi, cubriendo la cena con su expresión serena y sus modales educados, silencioso como siempre había sido; a su lado, siempre envuelto en esa aura de hosquedad, estaba Obito, su hermano menor, quien había llegado retardado y con olor a alcohol, algo que Fugaku detestaba porque estaba el pequeño Ryūsuke, su nieto e hijo de Itachi, sentado a su lado en la mesa, igual de educado que su padre a pesar de tener cinco años apenas. Shisui, su sobrino e hijo de su difunto hermano mayor, Kagami, estaba justo al final de la hilera, sirviéndole más vegetales al pequeño del Clan.

La hilera izquierda era encabezada por su esposa Mikoto, quien intentaba ocultar desesperadamente algo de él, lo podía mirar en su cara a pesar de que nadie más podía leer tan detalladamente esa fina línea de sus labios tensos. A su lado estaba Sasuke, quien se mantenía más serio que nunca; luego la educada Hinata, mostrando toda esa delicadeza y modales refinados dignos de su familia de origen y de casada. Y a su lado estaba Sai, siempre sonriente. Quería borrarle ese gesto de un bofetón.

—Hace mucho que no viene Naruto, Sasuke. ¿Cuándo cenará con nosotros para que conozca a tu esposa?

La voz de Mikoto martilló en los oídos de Hinata cual estallido de bomba. Casi sintió que las cortinas negras y las paredes tapizadas de colores neutros se elevaron ante un viento invisible. La ansiedad se le notó en los dedos debido a su silencioso repiqueteo contra los cubiertos de plata y elevó sus ojos opalinos hacia ella, aunque en su breve vistazo al resto de comensales, notó la calmada mirada de Itachi entrando en contacto con sus ojos, permaneciendo así solo un segundo más antes de que él la desviara al plato nuevamente.

De soslayo se percató de que Sasuke la observaba fijamente, pero no halló ningún tipo de emoción clara en sus pupilas.

—Está bastante ocupado con su puesto en el parlamento. Es el diputado más joven en la historia de Konoha. Se siente intranquilo entre trecientos diputados mayores que él —respondió él con simpleza, pero no apartó los ojos de Hinata.

Ella lo miró, casi queriendo transmitir su congoja, pero Sasuke Uchiha era un témpano de hielo que no le daba tregua.

"Te gusta Naruto."

Eso le había dicho ese día, una vez que le pidió al referido que se fuese para él poder hablar con su esposa. Los ojos imposiblemente azules del rubio se habían enfocado en ella, haciéndola sonrojar todavía más. Su presencia era brillante y tenerlo tan cerca había significado como una colisión directa de su corazón contra el sol. Y esa sonrisa que le había dedicado…

Aún el día de hoy, se preguntaba cómo era posible que el Uzumaki y el Uchiha fuesen tan amigos. Era algo que no podía entender del todo.

Hinata escuchó que Shisui ocultaba una risa detrás de un carraspeo. Contemplaba persistentemente la interacción entre ambos porque Sasuke no dejaba de mirarla, pero ese gesto fue un alivio para ella porque él por fin le quitó los ojos de encima, así, como si no la hubiese estado observando tan directamente hace dos segundos atrás.

—A pesar de estar vinculado a la política, hecho que no me gusta —comentó Fugaku con un tono casi desdeñoso—, Naruto ha sido tu compañero desde pequeño. Además, es un Uzumaki, un Clan modesto pero respetable. —Hinata notó que el puño de Sasuke se tensaba casi imperceptiblemente.

Se había dado cuenta de que él no estaba muy de acuerdo con algunas cosas que el señor Fugaku daba por hecho, pero no decía absolutamente nada frente a ello. Suponía que se sentía como ella con su padre, Hiashi, a quien no había podido refutar su matrimonio concertado. Sasuke debía haber pasado por lo mismo con su propio progenitor.

—Se está abriendo su propio camino. —La voz tranquila de Itachi se alzó, pero no miró a nadie en especial—. Su carisma es admirable.

Sasuke pareció relajarse solo un poco con las palabras de su hermano mayor. Para Hinata también era impresionante cómo él tenía un efecto bálsamo sobre el carácter fuerte de su esposo, aun cuando era bastante entendible. Itachi llevaba la serenidad impregnada en el rostro y su energía transmitía un aire pacífico que era capaz de apartar cualquier mal en el ambiente.

Incluso Fugaku parecía satisfecho de la intervención de su primogénito en la conversación. El que no parecía nada a gusto, era el señor Obito, quien gruñó por lo bajo frente a la conversación y se llevó un nuevo bocado a la boca. Para Hinata, sus modales ariscos eran lo habitual durante las comidas que compartía la familia, esas eran las únicas ocasiones en las que le veía.

—Yo solo espero tener otro primo pronto, así que no se tarden.

Hinata palideció al escuchar eso proveniente de la falsa voz festiva de Sai Shimura a su lado, el primo en segundo grado de Sasuke e Itachi, el dueño y señor de los comentarios incómodos durante la cena. Bajó la mirada perpleja hasta el plato casi completo de contenido y tuvo que apretar las manos sobre su regazo para evitar retorcerse los dedos por el nerviosismo. No servía para mentir. Por Dios.

No fue consciente de que Mikoto miraba su semblante cabizbajo con una inquietud disfrazada, que las largas pestañas de Shisui se habían entornado como advertencia hacia Sai o que Sasuke miraba al hombre con el ceño sumamente fruncido, mostrándose hostil.

Mucho menos se percató de que la mirada de Itachi se había deslizado nuevamente hacia ella con un ligero tinte de preocupación.

—Mi apreciada nuera es joven. Ya llegará el momento.

Fugaku no pareció apreciar para nada la intervención de Sai, pero a este último siempre parecía que le daba igual todo y solo empleaba su sonrisa falsa para librarse.

—Hinata parece incómoda, y eso que no ha conocido aún la dinámica con el tío Madara y el tío Izuna.

Sus ojos perlados volvieron al semblante sosegado de Sai, sorprendida por referirse a ella tan directamente. Obito tosió al atragantarse con su bocado. Shisui siseó. Itachi estaba frunciendo el ceño. Mikoto se llevó los dedos hasta la frente. Sasuke se giró completamente en la silla, pero Hinata apresó su brazo y cruzó una mirada silenciosa con él. Se había dado cuenta de que Madara e Izuna eran un tema delicado del que nadie quería hablar.

No obstante, Fugaku no fue indulgente esta vez cuando golpeó la mesa con las dos palmas abiertas. La ira dominó por un momento sus facciones hasta que retrocedió y se limitó a pernoctar en el borde de sus ojos. Shisui abrazó por los hombros protectoramente a Ryūsuke, quien se veía asustado por el arranque de su abuelo. Itachi intercambió una mirada con su primo y su hijo, a quien le dedicó una mirada tranquilizadora y una discreta sonrisa paternal que enternecería a cualquiera que la viese.

—¡Fuera de mi mesa, pequeño malagradecido! —rugió el patriarca con una autoridad aplastante.

Sai se levantó enseguida, como si hubiese tentado demasiado a la muerte por una noche, pero incluso eso no hizo que cerrara la boca definitivamente.

—¿Dije algo malo o que no fuese verdad? —Pero nadie respondió a su aseveración en tono hueco. Sai enarboló una reverencia respetuosa para la familia, como el más versado en etiqueta y protocolo—. Tengan buena noche. Adiós, tío Fugaku —soltó antes de dar la espalda y desaparecer.

El mundo en aquel comedor pareció detenerse hasta que escucharon la puerta principal abrirse y volverse a cerrar. Mikoto colocó delicadamente su palma cálida sobre el dorso de la mano derecha de su esposo y este la miró. Los últimos vestigios de cólera desaparecieron de sus ojos en cuanto la miró.

Volvió a sentarse. Sai era un

Tenía un carácter difícil, pero no difícil al nivel de Obito o Sasuke, sino difícil a nivel protocolar. Tenía un sarcasmo terrible y una lengua difícil de controlar que siempre soltaba los peores comentarios en el momento menos oportuno. Era difícil convivir con una personalidad como esa, como si su padre no pudiese guiarlo adecuadamente. Y, además, ahora que parecía estarse juntando con Madara e Izuna…

Fugaku nunca iba a aceptar a esos bastardos como sus hermanos. Jamás. El patriarca solo había tenido lazos de hermandad con su finado hermano Kagami, ahora intentaba ser más unido a Obito, quien llevaba años enfrascado en sí mismo desde su accidente y su coma.

—Al menos no azotó la puerta. —La sublime voz de Shisui sirvió para cortar el hilo de tensión que había estado estirándose en el ambiente. Todos parecieron relajarse—. Anda, Ryū. Come más vegetales —motivó al niño con una sonrisa y este intercambió una mirada con su padre, quien asintió.

—Bueno, sigamos comiendo.

Todos optaron por obedecer al patriarca inmediatamente.


La entrevista presencial estaba pautada para la tarde.

Tsunade había visto a Sakura más frenética de lo normal, aunque mucho más animada que en los últimos días. Para cualquier hubiese significado un alivio, quizás asumiendo que la muchacha estaba dispuesta a seguir con su vida después de una decepción tan grande, pero ella, que la conocía desde que era una adolescente en una situación precaria tras la muerte de sus padres, sabía exactamente lo que estaba pasando con ella.

Sakura se estaba evadiendo.

Entendía perfectamente que en un primer momento ella actuara de esa manera, que adquiriera esa armadura contra el mundo exterior, pero esto se estaba extendiendo mucho más de lo que Tsunade hubiese querido. Su antigua estudiante y actual enfermera prometedora era alguien sensible, entregada a su trabajo, profundamente amorosa y protectora con aquellos que amaba, aunque solía tener estallidos e impulsos por el carácter que había desarrollado con el tiempo. Probablemente ella había sido la más grande responsable de impulsar esa peculiaridad en ella.

Sin duda a Sakura no le gustaba ser una carga y siempre procuraba no preocupar a nadie, pero esto que estaba haciendo consigo misma, llenándose de tanto trabajo y apenas durmiendo (lo notaba en su postura y en su semblante), iba a terminar por desgastarla y dejarla peor. No podía esquivar eternamente su forcejeo emocional.

—Doctora Tsunade —llamó con un repentino tono imperioso que causó que sus ojos color miel se estrecharan en torno a su rostro—. Como ya le dije antes y acabadas mis respectivas labores, iré a mi entrevista.

Vio ese destello determinado en sus ojos verdes y se alivió, aunque solo un poco. Seguía observándola muy de cerca, casi como si temiese un quiebre emocional repentino; sin embargo, a pesar de todo lo que había notado de ella, quizás estar en otro ambiente con otro tipo de personas y haciendo otras labores, pudiese regular un poco su afrontamiento con respecto a su situación.

Solo podía especular.

—Concedido —pronunció con fuerza, pero antes de que ella se fuese, decidió agregar algo más—. Enfermera Haruno. —Sakura detuvo sus pasos y la encaró nuevamente—. Recuerda que la estabilidad mental complementa nuestra labor. —Le ofreció esa contemplación perspicaz.

La muchacha de hebras rosadas admiró su semblante ceñudo y duro por un instante, queriendo parecerse un poco más a ella para plantarse frente a su demonio interior y vencerlo de un puñetazo, pero solo asintió una vez antes de marcharse.

Hoy no sería ese día.

Sakura no pensó demasiado en todos los sentimientos abrumadores que evocaban la advertencia de Tsunade, en cambio, decidió relegar eso a un lado porque necesitaba toda su concentración para enfrentar la entrevista.

A pesar de lo que le había dicho el señor Madara el día anterior, ella seguía nerviosa. Demasiado, quizás. Tenía que enfocarse, porque este trabajo podía significar el fin de sus deudas. Todavía recordaba las facturas electrónicas de esa mañana, recalcando la fecha límite para girar el pago. El hecho de no haber podido utilizar el ascensor la noche anterior por no haber pagado la totalidad del condominio, la había hecho subir sus seis pisos a la carrera mientras daba un alarido de molestia y frustración.

Haciendo acopio de toda su fortaleza, se acomodó una última vez la blusa rosa pálido de botones y se fijó en que su pantalón blanco estuviese impecable al igual que sus zapatillas puntiagudas a juego, las cuales le parecían muy incómodas, pero eso era lo de menos. Tenía que dar ese aire profesional. Si hubiese sido por ella, probablemente se hubiese presentado en uniforme para infundirse más fuerza, pero no era lo ideal.

—Tú puedes —se susurró a sí misma cuando bajó del bus y recorrió el mismo trayecto hacia la editorial.

Se tomó un tiempo para echar una ojeada hacia el callejón dónde se encontraba la pequeña panadería de la señora Chiyo, pero notó que estaba cerrada porque no había luz adentro. Miró el ventanal del segundo piso, preguntándose si estaba el nieto de la mencionada, Sasori, de quien todavía tenía grabado su cabello y sus ojos rodeados de pestañas espesas. Ni siquiera había intentado buscarlo en alguna revista para comprobar su teoría sobre él siendo un modelo de pasarela, pero ya lo haría cuando tuviese tiempo.

Su llegada a la editorial fue rápida y sin contratiempo. La recibió el vigilante de planta baja y pronto se volvió a topar con la seria asistente de cabello azulado e impresionantes ojos ambarinos, quien la hizo sentarse en una sala de paredes color caoba con elegantes estanterías. El sillón mullido de cuerina en el que estaba sentada, le dejaba contemplar de manera frontal una colección nueva de obras literarias, otro autor exclusivo de Akatsuki, aunque a este sí que se le sabía el nombre y hasta había dado alguna que otra entrevista en ese ámbito.

El autor del que ella tenía curiosidad seguía siendo un misterio para el mundo, parecía que no quería la fama que tanto le daba su saga sobre las Crónicas de las Naciones Elementales.

—Señorita Haruno. —Los ojos expectantes de Sakura se enfocaron de nuevo en la mujer—. Ya puede pasar al octavo piso, ala este.

Ella se levantó de inmediato y siguió los pasos de la asistente hasta el ascensor. Entró sola, sintiéndose repentinamente asustada, pero sacudió la cabeza en un instante. Esta era la Editorial Akatsuki, uno de los edificios más famosos de la Avenida Artística, con al menos quince años de trayectoria, aunque la editorial no se había ubicado allí desde sus inicios, tenía entendido.

El pitido del ascensor le indicó que había llegado. Salió a paso lento y notó el largo pasillo alfombrado con las lámparas blancas en forma de lágrima. Todas estaban empotradas en la pared, iluminando todo el ambiente repleto con los colores de la madera de cedro, la madera rojiza que adornaba uniformemente los muebles del pasillo. Casi se sentía como si estuviese en cualquier casa descrita en las Crónicas.

Era algo emocionante.

Viró la cabeza hacia el ala oeste entre el marco circular que daba paso a otra pequeña sala. Encontró la lejana puerta de esa oficina cerrada, pero no era esa la que buscaba, sino la del ala este, misma a la que se ingresaba a través de otro marco circular y una antesala ricamente decorada con pinturas con tendencias surrealistas. La puerta de esa oficina sí estaba abierta, así que ingresó con cautela.

Sus ojos se encontraron inmediatamente con otro par de ojos oscuros, facciones finas sobre una piel levemente trigueña, un cabello levemente despeinado tomado en una coleta baja que descansaba sobre su hombro izquierdo y una sonrisa prudente delineando sus labios.

Sakura sintió un vuelco al corazón, incluso si ya lo había visto antes, pero no había tenido tiempo de acostumbrarse al parecido. En su situación, pensó que tal vez se había imaginado la semejanza entre el rostro de Sasuke y el hombre que había recibido su redacción sin nombre días atrás, pero realmente no había estado alucinando.

De verdad se parecían.

—¿Señorita Haruno? —llamó Izuna al notar que ella se había quedado de pie en la puerta—. Pasa y siéntate, por favor.

Ella se obligó a dejar sus pensamientos oscuros atrás y mostró una expresión determinada que brilló en sus ojos de jade. Él la contempló con cautela hasta que se sentó. De inmediato, estiró su mano hacia ella y esta no tardó en estrecharla, tal vez con más fuerza de lo natural.

—Haruno Sakura —dijo.

—Akatsuki Izuna —correspondió, atrayendo su mano con una media sonrisa—. Sí que tienes fuerza…

—¿Akatsuki Izuna? —reparó ella inmediatamente, abriendo mucho los párpados.

¡¿Acaso estaba delante del dueño y fundador de Akatsuki?! Al menos uno de ellos…

—En efecto —contestó él, soltando un leve resoplido de risa—, pero no soy el fundador estrella de esta editorial, ese título es para mi hermano mayor —completó con una leve tonada de orgullo.

Sakura no cabía en sí de por fin ver el rostro de al menos uno de los hermanos Akatsuki. Habían ascendido por este camino siendo tan jóvenes… Al menos el señor Izuna se veía bastante joven, la verdad, aunque parecía ser un rasgo especial en las personas de cabello y ojos oscuros. Además, le daba la impresión de que todos se parecían mucho también.

Una breve imagen de Madara también pasó por su cabeza, y eso sirvió para recordar sus palabras tranquilizadoras.

"Creo que te va a ir muy bien en la editorial."

Su nuevo conocido con melena divina (todavía se sentía avergonzada), confiaba en ella. No podía defraudarlo después de darle dos momentos de descanso mental.

—En todo caso, siempre es un honor conocer a quienes se esfuerzan tanto —añadió.

—También lo pienso —atañó con un asentimiento antes de sacar la redacción y su currículo—. Bueno, empecemos entonces.

—¡Sí! —Sakura dio su aprobación de forma entusiasta.


Sus pasos eran firmes y tranquilos mientras se dirigía hacia el ascensor del hotel. A su derecha, a dos pasos más atrás, caminaba un hombre cuya mitad inferior de su rostro estaba cubierta en el total anonimato. Se notaban ajenos a las miradas y comentarios a su alrededor.

—Míralos —susurró una mujer a otra mientras los contemplaban. Una tercera se cubrió la boca con la yema de sus dedos a la vez que cruzaba su estilizada pierna sobre la otra, esperando llamar la atención—. Ese es Akasuna Sasori, y ese otro es su guardaespaldas, le llaman simplemente "Hatake". Nadie conoce su nombre ni su rostro.

Una de ellas se mordió el labio inferior.

—Los dos están buenísimos, pero me decanto más por descubrir qué esconde Hatake bajo esa máscara. Ese traje negro ceñido le queda de diez… Qué digo, de veinte. —Las tres mujeres se rieron por lo bajo.

—Sasori pasa la mayoría del tiempo durante la noche en el Club Izanami porque es el propietario, aunque me gustaría saber dónde pasa el día, nada más para poder verlo de cerca por más tiempo.

—No juegues —dijo una a modo de advertencia—. Si logras que él te vea, será la única vez que lo haga. Dicen que no repite mujeres.

—Tendré que ingeniármelas —susurró—. O disfrutar la única vez al máximo.

Otro estallido de risas bajas.

Sasori se notaba impaciente porque el ascensor no había llegado. Kakashi le había prestado algo de atención a las tres bellezas sentadas en el lobby, aunque sin más interés que echar una buena ojeada. Hace un tiempo que no leía Icha Icha, solo porque no quería repetir los que ya tenía a la espera de que saliese el nuevo libro. Ese Jiraiya se estaba tardando.

—Por fin. —Escuchó murmurar a Sasori, recordándole una vez más que podía parecer muy joven, pero en realidad tenía casi su edad y no le gustaba para nada que le hiciesen esperar, mucho menos el ascensor de su hotel.

Ambos entraron.

No intercambiaron ningún tipo de palabra mientras ascendían al último piso, todo ocupado por la suite privada y especial de Sasori al ser dueño de ese hotel, aunque nadie sabía realmente quién era el dueño.

—¿Ya están preparadas las habitaciones de Temari, Kankuro y Gaara? —preguntó en cuanto salieron del ascensor parta caminar por el amplio pasillo iluminado con colores crema y mármol.

—Lo están desde la mañana. En cuanto terminen sus actividades, estarán aquí —respondió Hatake con eficiencia.

Sasori solo asintió antes de abrir la puerta de su suite…

Solo para darse cuenta de que la hebra de cabello que solía dejar muy intrínsecamente en la cerradura, estaba caída. Alguien la había abierto. Se quedó quieto unos instantes antes de intercambiar una mirada afilada con Kakashi, quien frunció el ceño al comprender lo que sucedía. Si había algo de lo que no gozara ese piso, eran cámaras, todo por petición del pelirrojo.

Y había pasado un poco más de un día desde la última vez que había dormido allí.

El hombre no tardó en mover la puerta con cautela. Sus pasos, casualmente relajados, se volvieron cautelosos, silenciosos, como los de un gato entrenado. Kakashi no tardó en quedarse en el marco de la puerta, en vigilia tensa ante cualquier amenaza.

Frente a cualquier eventualidad, Sasori sabría perfectamente cómo actuar sin su intervención; no obstante, no hizo falta. Cuando el pelirrojo volvió a aparecer en su rango de visión y giró hacia él en completo silencio, sus ojos de arenisca se notaban perspicaces. Asintió con la cabeza en su dirección, absteniéndose de hablar. Entonces, él lo supo.

Había micrófonos allí.


¿Alguien recordaba a los Cuatro del Sonido y a la Aldea del Sonido? Yo tuve que ver de nuevo los capítulos de por esas épocas mientras editaba este capítulo, todo porque no recordaba mi obsesión juvenil por ellos y sus delitos para el Señor Serpiente. Qué bonito era el Naruto chiquito.

Con Madara le estoy llevando la personalidad mostrada antes de caer en el completo odio paranoico, aunque tiene algunos toques de lo que se mostró sobre él cuando era pequeño e hilaba sueños con el Hashi. Su personalidad tiene muchos matices, así que se desarrolla paulatinamente en varios ámbitos. Esperemos no llegar a un Madara parecido al de la guerra, que se nos mueren todos. (?)

¡Respondiendo comentarios!

Amy. Pues vamos a ver cómo se desarrolla toda esta maraña. Seguro que Sasori te dejará con más intriga después de este capítulo, es que es un misterio ese señor.

Qué bueno que te haya gustado cómo lo retraté y la dinámica familias Senju, me alegro por eso, aunque todavía falta mostrar mucho más de ellos, que no solo tobirama tiene su carácter, eh.

Madara y Sakura seguro se tomarán su tiempo para darse cuenta de lo que tienen enfrente, pero es lo que hay jaja. Ya los hermanitos están siendo víctimas de la incompetencia, pero seguro que, si Temari se lo propone, ella misma atrapa a las acosadoras de Gaara. Veamos cómo se lleva con nuestro genio Nara. Chiyo, la personificación de la bondad aquí.

¡Gracias por tu comentario!

Katsurane. Ese es el pobre a medias, seguro se merecerá de vez en cuando que Tsunade y Hashirama lo abrumen con sus comportamientos jaja. Y sí, él tuvo mucha culpa de todo por querer revivir muertitos, esa seguridad de la aldea no sirvió para proteger semejante información. ¿Quién inició el conflicto? Ya lo veremos.

Quizás Madara se merezca el chaparrón que le va a caer si Sakura llega a descubrir cosas sobre él a través de otros, o que ella misma empiece a hilar, que no es tonta. Un puñetazo no bastará, pero seguro que le tocará bajar la cabeza, como el perro arrepentido jaja.

Pobrecita la niña, pero en su defensa, todo lo que pudo ver fue el cabello precioso de Madara, como bien dices. Al menos recuerda el pelirrojo irresistible de Sasori, pero no lo ubica aún. Deja de beber, Sakura, por favor.

Todo tuyo Obito, que a partir de ahora aparecerá más y más.

¡Gracias por pasarte!

Bry. Ese Uchiha ya tiene a más de una metida en el bolsillo, y eso que todavía no viene lo mejor.

De nuevo, gracias por tu apreciación.

Y sí, esa es una situación bastante difícil que cuesta superar. Esperemos que la resiliencia de Sakura entre en vigor pronto y la ayude, que ya se está empezando a rodear de otras personas que no conocen a Sasuke y eso seguramente la ayude a distraerse en las conversaciones.

Muy temprano para el Madara sin camiseta jajaja.

Vamos a seguir de cerca esta investigación, además, con muchas cosas que se terminarán vinculando unas con otras. Ojalá Ino y Shikamaru no se la vean tan color de hormiga con todo esto.

Pues mira, quién sabe qué hay en la mente de Sasori. Ese hombre no se deja leer, pero seguro que apreciará que alguien sea su marioneta especial jaja.

Sasuke es todo suyo para que le dé una patada. ¡Agradezco tu comentario!

Kou. Espero que te hayas deleitado con la nueva aparición de Itachi, que me gustó mucho escribir la dinámica familia Uchiha ahora jaja.

En esta vida todo puede pasar, pero si Sasuke llega a sentir algo por Hinata, me moriré de la risa. Karma, divino karma. Seguro que se merece más de un golpe ese hombre.

Sakura, ay. Todavía está sufriendo y reprimiéndose, pero esperemos que eso no dure por mucho tiempo, y que Madara sepa hasta dónde llegar con su mentira. No se va a poder esconder por siempre, aunque al menos no hace que esa pobre mujer se sienta terrible.

Ahora hay que activar el ultrainstinto con Sasori, seguro que se te va a hacer todavía más misterioso después de este capítulo jajaja. Tobirama es Tobirama, tiene ese carácter estricto medio mañoso que pocos soportan hasta que lo conocen bien, esperemos que no escale mucho con su mala fe.

Me alegro que te haya gustado la dinámica y… La vida del escolta es dura, pero más dura es la verdura. (?) La mitad de estos personajes tienen que ver con cosas peligrosas jaja, no te inquietes tanto.

¡Gracias por pasarte!

ChunLiii. Efectivamente. Nadie puede estar en paz con otros si no está en paz consigo mismo, así que Sakura tiene que descubrir sus cualidades de nuevo y encontrarse otra vez con ella misma. ¡Gracias por tu comentario!