Capitulo V

Mundo Místico

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"Las cosas no son siempre lo que parecen."

Aladdin

El evento más importante de Céfiro de los últimos 10 años había terminado de la peor manera. Después de buscar a la homenajeada por el palacio, Fuu había decidido disculparse con los invitados y acabar con el festejo. La búsqueda seguía desde entonces.

Amanecía. La noche había quedado atrás y había más preguntas que respuestas. Sólo una cosa estaba clara: ella no estaba en el palacio, había vuelto a huir. A esas horas, todas las tropas de Céfiro estaban en busca de la princesa extraviada. Fuu y Ferio comenzaban a pensar lo peor. El rey estaba que se trepaba las paredes. Salió disparado de la sala del trono, donde todos estaban reunidos, dispuesto a ir él mismo a buscarla. Ascot lo había seguido hasta las caballerizas, intentando convencerlo de que no haga ninguna locura.

El rey se detuvo ante su caballo, en seguida, buscó su silla para prepararlo.

-Espera, Ferio… Mejor no salgas.

-Tú no vas a decirme lo que tengo que hacer. - los modos del rey no eran los mejores, pero Ascot entendía sus razones. Suspiró.

-Tienes a todo Céfiro buscándola, ¿qué caso tiene que salgas? ¿Acaso tienes idea de dónde buscar?

-Podría empezar por tu aldea... o quizás, en Neo Cizeta... allí fue donde Umi la encontró ¿no? - respondió el rey, terminando de ensillar a su caballo.

-Debes mantener la calma, hermano. No es la primera vez que lo hace. Ella no quería esta fiesta y lo sabes... Seguramente-

-¡No! No es como las otras veces, Ascot, ¿puedes sentirlo? Tengo un mal presentimiento. Fuu sabe que algo pasa. Hikaru y Umi... ¿viste sus caras? Sé que han tratado de mantener la calma para no preocuparnos más... ¡Vamos, hermano!... ¡Umi! La conoces mejor que yo...- Ascot suspiró. Claro que lo había notado. También lo había sentido. El aire se sentía pesado, una poderosa energía se respiraba. Hacía tiempo que no sentía tanta tensión en el ambiente.

-Iré contigo...- Ascot hizo brillar la gema de su mano derecha, convocando así a una de sus criaturas. Si no podía detenerlo, al menos no lo dejaría sólo. Ferio lo observó con cierta sorpresa. - Así haremos más rápido que a caballo.

Mientras tanto, en la sala del trono, Guru Clef usaba su magia para rastrear a la jovencita. Hikaru, Umi y Fuu observaban con atención el mapa que el mago proyectaba en el centro. Un silencio sepulcral invadía la sala. Afuera, Caldina caminaba nerviosa, de un lado al otro del pasillo. Su hija la observaba ir y venir cual si observara un partido de ping-pong. No se había atrevido a hablar. Se había preocupado mucho cuando su amiga no había llegado a su fiesta, por eso había seguido a su madre hasta la sala del trono.

La morena detuvo su paso de repente, delante de su hija. La miró fijamente a los ojos, con el semblante serio, demasiado para lo que era su carácter. Kiara sintió como un escalofrío recorría su cuerpo.

-Dime la verdad, Kiara...- la ilusionista utilizó un tono que no solía usar prácticamente nunca. - ¿Tú sabías que pensaba escapar? ¿Sabes dónde puede estar? - preguntó, tratando de convencerse a sí misma de que la desaparición de la princesa era otra de sus "travesuras", aunque, en el fondo, sabía que algo no estaba bien. Y se sentía sumamente culpable porque, en ese momento, ella estaba bajo su responsabilidad. Kiara bajó la mirada, como si estuviera recibiendo un regaño. Negó con la cabeza.

-No entiendo que pudo pasar, mamá... Ella no pensaba huir, hasta me dijo que pondría todo de su parte para que esta noche sea perfecta...

- ¿Estás segura de que no sabes dónde puede estar? - Kiara tragó saliva. Si había un lugar al que iría, sin dudas, en caso de escapar, era Neo Cizeta. Pero, no podía delatar a su amiga. Sin embargo, ¿qué pasaría si en verdad estaba en peligro? - Kiara...

-No, mamá, no tengo idea de donde puede estar...

Adentro, el aire estaba tan denso que hasta parecía que podía cortarse con tijeras. Gurú Clef suspiró, deshaciendo el mapa que se proyectaba en el suelo del salón del trono.

-Esto es inútil, es como buscar una aguja en un pajar.

-Clef...- Umi observó a su esposo. Bastó una mirada para sentir su preocupación. Él intentó demostrar tranquilidad.

-Iré a mi despacho... debo encontrar otra manera de buscarla. - Umi lo observó desde que emprendió su camino, junto al trono, hasta que salió por la puerta del salón. Estaba segura de que él les estaba ocultando algo.

-Díganme la verdad. - dijo Fuu, de repente. Hikaru y Umi se miraron entre sí, como intentando saber lo que la otra pensaba. - ¿Ustedes que piensan? - Ambas guardaron silencio. - Ustedes también lo sintieron, ¿no es cierto?

-Emm, bueno… - titubeó Hikaru, no sabiendo que contestar.

-Probablemente quiso evitar la gran presentación en sociedad. - se apresuró a decir Umi. Aunque, a decir verdad, podía sentir esa enorme energía proveniente de algún lugar de Céfiro. Pero prefería tratar de convencer a su amiga de que la niña había escapado, a preocuparla más de lo que estaba.

-Creí que estaban seguras de que ella no escaparía. - Hikaru y Umi volvieron a mirarse. Ambas sabían que no había forma de engañarla.

-Tranquila Fuu, ella estará bien. Si Latis no puede encontrarla, ten por seguro que Clef lo hará. - acabó diciendo Hikaru. Fue suficiente para que Fuu se ponga a llorar. Había estado reprimiendo su llanto toda la noche. Por supuesto, ya no era necesario ocultar sus sentimientos, no con ellas. Eran demasiadas cosas, además de que ahora estaba desaparecida. Esa rebeldía, sus poderes fuera de control, las cosas que, sabía, le ocultaba.

-Fuu.- Umi se apresuró a abrazarla. En seguida, Hikaru hizo lo mismo. Estuvieron así un tiempo, hasta que el llanto de la guerrera del viento cesó. Entonces, se separaron.

-Salgamos a buscarlo nosotras también… - dijo Hikaru, mientras secaba algunas lágrimas que habían escapado de sus ojos.

-Karu… - susurró Fuu. Apreciaba mucho el apoyo de sus amigas.

-Primero quisiera hablar con Clef...

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Cuando llegó al despacho del gran mago supremo, lo encontró sentado en su escritorio, con un grueso libro abierto delante suyo, pero al que no le estaba prestando la más mínima atención. Sus ojos estaban clavados en un punto fijo de la habitación en el que no había nada que ver, su mente divagaba quien sabe qué lugar recóndito del universo. Se sobresaltó al escuchar la puerta cerrarse detrás de la guerrera de Seres. Entonces, volteó a ver hacía la entrada. Después de 10 años de relación, el mago ya estaba acostumbrado a que ella entrara sin llamar. Igualmente, no necesitaba hacerlo, ella era la única persona en todo el planeta que siempre tenía el permiso de entrar adónde sea que él se encuentre.

-Clef…- dijo, preocupada. El mago se levantó de su asiento y se acercó a ella. Acarició su rostro con la mano.

-No te preocupes, sirena… todo estará bien. - dijo, reconociendo lo que ella estaba sintiendo.

-A mí no puedes engañarme, Clef… - el mago guardó silencio. Realmente había sido muy ingenuo al pensar que podía engañarla. Que podía engañarlas. De seguro, Hikaru y Fuu también lo habían notado. - Dime qué has sentido.

-No estoy seguro…

-Esa energía, es muy poderosa y… oscura… Pero…

-No es solo eso… Hay algo más

-¿Algo más?

-¿Acaso no lo has notado? ¿No has sentido una energía… familiar? - Umi abrió los ojos con sorpresa. Había tenido una sensación extraña, una sensación que alguna vez había sentido en el pasado.

-No puede ser… ¿El portal? - titubeó. ¿Acaso era posible? ¿Acaso no estaba cerrado para siempre? Clef se sintió algo incómodo. Aunque creía reconocer esa energía, se sentía algo diferente. No podía estar del todo seguro.

-No lo sé… no estoy seguro… es muy leve… no sé si en verdad sea. - Umi se puso nerviosa. Los últimos 10 años habían sido perfectos. Nunca había extrañado a su mundo. Pero, quizás, el saber que el portal estaba cerrado para siempre había ayudado a que así sea. ¿Por qué tenía que volver abrirse? ¿Cómo? Si el amuleto que conectaba ambos mundos ya no existía. De repente. La posibilidad de que el portal vuelva a abrirse, la posibilidad de volver a su mundo sembraba cientos de dudas en su corazón. ¿Cómo estarían las cosas allá? ¿Vivirían sus padres? ¿Había podido Brandon olvidarla? ¿Seguir adelante? Si ella, que ya creía haber dejado todo atrás, tenía todas esas dudas, entonces ¿Qué pasaría con Fuu si lo supiera? - ¿Estás bien? Te pusiste pálida de repente.

-Clef… es que… nada bueno pasa cuando ambos mundos están conectados… De verdad creí que esa conexión ya no existía, que viviríamos así, en paz y armonía por siempre.

-No te apresures, sirena… Qué el portal este abierto no significa...

-Claro que sí, Clef. Las veces que el portal ha sido abierto fue porque Céfiro estaba realmente en peligro.

-Pero ustedes están aquí. - Clef volvió a acariciar el rostro de la guerrera, tratando de calmarla. - Y todo es perfecto.

-No lo sé… a veces pienso que el problema es la Tierra… cada vez que Céfiro y la Tierra están conectados, cosas terribles pasan. Es como si toda la maldad del universo viviera allí… Con nosotras aquí, y el talismán de Kotaro destruido, ya no había nada que nos conecte a ellos. - Clef suspiró. Ella hablaba como si fuera una cefiriana en cuerpo y alma. Pero aún seguía siendo terrícola. Aunque fuera la reencarnación de un Dios cefiriano, aunque viviera allí, ella seguía perteneciendo a Mundo Místico. Ellas y Himeko seguían siendo la conexión entre ambos mundos.

-Yo siempre estaré para ti, sirena. Pase lo que pase, estamos juntos… y eso es lo que nos hace invencibles…

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El sol se asomaba tímidamente por detrás de los altos edificios de la metrópoli. No daba crédito a lo que estaba pasando, realmente estaba en Tokio, el portal estaba abierto nuevamente.

Había perdido la cuenta de cuántas horas llevaba caminando sin rumbo. Sus zapatos de tacón ya le habían pasado factura, caminaba descalza, llevándolos en la mano derecha, mientras con la izquierda levantaba levemente la parte de delante de su vestido para no pisarlo. La parte de atrás arrastraba el suelo. Estaba sucio y mojado con el rocío matutino que se encontraba sobre el asfalto. Hacía horas que había dejado abandonado el miriñaque dentro de un contenedor de basura. Seguramente Caldina pondría el grito en el cielo cuando supiera lo que hizo con el vestido que tanto tiempo le había demandado diseñar y confeccionar. Bueno, eso si podía regresar.

Que ironía. Tanto había deseado regresar a la Tierra y ahora sólo pensaba en cómo iba a hacer para volver a Céfiro. Y es que esa no era precisamente su idea de volver a la Tierra: sola, sin tener idea de dónde estaba, sin tener adónde ir y con un incómodo y lujoso vestido no apto para las calles de una ajetreada ciudad terrícola, un día de semana por la mañana temprano, cuando la mayoría de la gente corría para llegar a tiempo a sus trabajos. La gente la miraba pasar con mala cara, como si fuera una jovencita que vuelve borracha de una fiesta en plena semana. Cosa muy mal vista, sin dudas, para una sociedad tan perfecta como la japonesa. Se sentía incómoda. Y muy asustada. ¿Qué pasaría si no podía volver? ¿Qué haría? ¿Adónde iría? Si ni siquiera sabía dónde estaba. Era muy pequeña cuando había dejado ese mundo, ni siquiera había vivido en Tokio, sólo la había visitado un par de veces, ni siquiera tenía recuerdos de la ciudad, más allá de la torre, que quedó grabada en su mente porque desde allí fueron transportadas a Céfiro.

Hacía frío, había olvidado lo que era sentir frio. En Céfiro la temperatura nunca bajaba de los 20 grados. Tiritaba. Moría de hambre. No había cenado, pues se suponía que la cena la haría en la fiesta a la que no fue. De seguro sus padres estaban muy molestos. Quizás sea mejor no regresar… ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía? ¿Qué se suponía que iba a hacer? No tenía donde esconderse, no tenía dinero. No podía sobrevivir en un mundo así sin dinero. Mucho menos, con los atuendos que llevaba. ¿Qué se suponía que iba a hacer? ¿Robar una tienda de ropa? ¿Robar comida? Claro que no, ella no había sido educada de ese modo. Debía regresar y afrontar las consecuencias de sus actos. Pero ¿Cómo volvería? El portal no era una simple puerta mágica, como de cuento de hadas, que pudiera abrirse con un simple "ábrete Sésamo" ¿Cómo se había abierto entonces? Recordó lo acontecido horas antes. Esa energía que había salido de ella misma y, luego, se había concentrado en un lugar determinado, formando el portal. ¿Había sido ella? ¿Ella había abierto el portal? Si así había sido tenía que descubrir cómo lo había hecho. Si podía saberlo, entonces podría ir y volver a su antojo. Quizás, regresar con ropa más adecuada, o hasta dinero cefiriano, o cosas que pudiera llegar a vender para hacerse de dinero terrícola.

Una extraña energía oscura seguía sus pasos, cual si fuera una sombra. Miles de pensamientos, no muy buenos por cierto, recorrieron su mente. Era como si Mundo Místico despertara todos esos sentimientos oscuros que había en su corazón. Necesitaba regresar cuanto antes. Detuvo su paso. Observó a su alrededor. Debía volver a la torre. La recordaba a la perfección. Era tan inmensa que podía verse desde casi toda la ciudad, aún desde lugares muy alejados. Caminó algunos metros, antes de llegar a una esquina, desde la que podías ver la punta de la torre, justo en el sentido contrario adónde nacía el sol. A simple vista, estaba bastante lejos, unas 30 o 40 leguas, quizás. Pero, al menos, sabía hacia donde ir.

No supo cuánto tiempo le tomó el recorrido de vuelta. Pero el Sol ya estaba en lo alto del cielo. Se detuvo al pie de la torre, justo delante de la entrada. Miró hacia arriba. Era realmente inmensa, ni siquiera podía ver la cima desde ahí.

Ingresó, con cierto temor de que alguien pudiera interceptarla, por las fachas que traía. Para su fortuna, recorrió los pasillos sin que nadie notará su presencia. Casi como si se hubiera vuelto invisible, cómo el viento, con sólo desear no ser vista. Pero eso era algo imposible… o quizás, no tanto.

Llegó hasta el mirador, exactamente el lugar en el que siempre había estado el portal. Se acercó al ventanal una vez más. La ciudad era tan hermosa. Todavía le costaba creer que estuviera allí de nuevo, después de 10 años. Si tan sólo supiera dónde vivía su tía. Suspiró. Necesitaba averiguar cómo abrir ese portal.

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Umi se había encargado de convencer a sus amigas que era mejor no salir a buscar a Himeko. A esas alturas, casi estaba convencida de que ella no estaba en Céfiro. No les había dicho nada de sus sospechas, ni de que Clef pensaba que el portal estaba abierto. Seguían en el salón del trono, aguardando novedades de Latis o de Ferio. Ya pasaba el mediodía y aún no habían comido. No tenían hambre.

-¡Ya no puedo soportarlo más! - dijo Fuu, de repente, al mismo tiempo que se levantaba de su trono, e interrumpiendo, así, el silencio que ya hasta les estaba pesando. - ¡Saldré a buscarla!

-¡Espera, Fuu!- Umi corrió hacia ella y la tomó del brazo, intentando detenerla.

- No puedo más con esta incertidumbre, Umi. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mí hija puede estar en peligro.

-Pero ¿Qué ganas saliendo? ¿Cuál es el plan? ¡Ni siquiera sabes dónde buscar! - se apresuró a decir, intentando apelar a la racionalidad que caracterizaba a la guerrera. Raro era que, justamente ella, fuera la que estaba siendo racional, cuando solía ser la más impulsiva de las tres.

-Umi... ¿qué ocurre? - preguntó la guerrera del fuego, acercándose a ambas. - Tú sabes algo que no nos estás diciendo... ¿qué fue lo que hablaste con Clef?

-No... bueno... yo...- titubeó. Bien sabía que ellas la conocían lo suficiente como para saber cuándo no era del todo sincera. De repente, la puerta del salón del trono se abrió, salvando así a la guerrera del agua del asedio de sus amigas. La recién llegada era la princesa. Las tres se sorprendieron tanto al verla que ni siquiera pudieron pronunciar palabra.

-Mamá... Lo siento...- sólo atinó a decir la niña. Iba descalza, con su vestido sucio y mojado, el maquillaje corrido y toda despeinada. Incrédula, Fuu se acercó a ella. Himeko estaba lista para ser regañada, como de costumbre. Contrariamente a lo que pensaba, Fuu no dijo ni una palabra, sólo se limitó a abrazar a su hija con fuerza, mientras lloraba sin cesar. Hikaru y Umi respiraron aliviadas, aunque tenían muchas preguntas.

Después de algunos segundos, Fuu se separó de ella y la miró a los ojos. Lucía pálida y con la mirada perdida.

-¿Estás bien? - preguntó tocando su frente, para, entonces comprobar que estaba bastante caliente. - Tienes fiebre… ¿Dónde has estado? ¿Qué ha pasado? - Hikaru y Umi se acercaron a verla.

-Mejor no la atosigues con preguntas… al menos no por ahora Fuu…- se apresuró a decir Hikaru, mientras tocaba la frente de la joven y revisaba sus pupilas. No en vano se había convertido en la primera doctora de Céfiro. - Creo que mejor la llevamos a su cuarto, que se dé un baño y se acueste. Ya habrá tiempo para preguntas…

-De acuerdo…- respondió Fuu, cuál si hubiera aceptado las órdenes de un doctor. Aunque cientos de preguntas e incertidumbres llegaban a su mente. Preguntas que, sin dudas, tardarían bastante en ser contestadas.