Disclaimer:Craig Bartlett es el creador y él y Nickelodeon tienen los derechos del programa.

3. La chica de azul

El tercer día llegó rápidamente. Al igual que los días anteriores, las campanas despertaron a todos en cuanto el sol había salido por el horizonte.

- ¡Maldita sea... otro día sin comida de verdad! - gritó Harold, ganándose una lluvia de almohadas de sus compañeros.

Gerald decidió adelantarse al baño para iniciar su rutina matutina de peinarse, pero al llegar, notó como todos sus compañeros salían de la cabaña en silencio.

- Hmm, esto no se ve bien...

De repente, un resoplido apareció detrás del hombro izquierdo del moreno y lo hizo girar con gran sorpresa.

- Hola. - Dijo el chico después de un par de respiraciones.

- ¡Demonios Brainy, viejo, casi me matas del susto! Ahora entiendo un poco a Helga. - Se volvió hacia el espejo para continuar con su arduo trabajo, pero su compañero le quitó el spray de la mano.

- Debemos irnos. - Tomó aire una vez más para terminar la frase. - Actividad sorpresa.

- ¡Oh, no! Los rumores eran ciertos, ¡vámonos antes de que sea demasiado tarde!

Los chicos subieron por sus banderines de equipo y trataron de salir sin llamar la atención de sus compañeros de cuarto, quienes todavía estaban algo ocupados con el drama del joven Berman, casi pasando desapercibidos, si no fuera por Eugene.

- ¡Hola chicos! ¿Por qué entran tan sigilosamente? - Dijo el pelirrojo con una de sus grandes sonrisas.

- Deben querer usar el baño porque... - Pero de repente, Sid entendió todo... - ¡Es el día de la marca! Repito, día de la marca, ¡no es un simulacro!

Todos los hombres en la cabaña se cambiaron lo más rápido posible, algunos incluso se fueron a medio vestir.

Rápidamente tropezaron por las escaleras, hasta que llegaron y se unieron al resto de su equipo.

- ¡Y listo, por fin estamos todos! - Connie se burló de los jóvenes campistas.

- Me encanta el día de la marca... Me trae malos, horribles recuerdos. - Añadió Henri. - Es más divertido cuando no eres campista.

- ¡Buenos días estudiantes! - De repente apareció la señorita Meyer, en su mano estaba la mesa con hojas que definiría el destino de los equipos. - Según el cronómetro... El último equipo en llegar al jardín fue...

El ambiente se llenó de tensión, todos estaban aterrorizados al escuchar el resultado, hasta que finalmente la profesora declaró.

- El equipo azul...

Tras el anuncio, los otros dos equipos celebraron su victoria.

- ¡No es justo Meyer! - Helga habló. - El equipo amarillo está incompleto. Curly no regresó después de la carrera de ayer.

- ¡Es cierto!- Gerald apoyó a su mejor amiga.

- No es justo señorita Meyer, Curly está loco, podría estar en Las Vegas ahora mismo. - se quejó Harold.

- Temo que el Sr. Berman tiene razón Pataki, ya está fuera de su equipo, por lo tanto, ese equipo está completo y su equipo ha perdido, por lo tanto, el equipo azul se encargará de la limpieza del baño y la cocina. ¡Los demás, al lago!

La profesora sonrió con satisfacción, acto que no pasó desapercibido para la chica del moño rosa.

- Lo siento ángel, te veo luego. - Arnold se despidió de su furiosa novia y caminó con los demás.

- ¡No puedo creer que perdimos! ¡Éramos los únicos que conocíamos la tradición del día de la marca! - se quejó Gerald.

- No voy a lavar nada de nada, no va con mi estilo.

- Oh, cálmate Rhonda, pensé que aprendiste un par de cosas el año pasado en la cafetería.

- Oh, sí, Helga, aprendí que es un trabajo muy duro y que definitivamente no es para mí.

- Bueno, si no es por la señora imitaciones de ropa y mucho menos por mí, Ángela Santana no lava platos y mucho menos letrinas, no sé ni lo que es eso... ¡Vamos Penny, a la cocina!

- Pero Ángela, yo...

- ¡Dije a la cocina! - La chica chasqueó los dedos y su amiga la siguió, resignada.

- ¡Qué pesadilla! ¡Imagina que tu mejor amigo te trata como a un esclavo! - Gritó Helga, entonces la intensa mirada de Gerald la hizo levantar la vista.

- ¿Te suena familiar?

- Eran tiempos diferentes, Gerald, Phoebe y yo hemos cambiado y madurado. Bueno, empecemos con el desayuno, antes de que venga la estúpida profesora "yo hago las reglas que quiero". No sé qué tiene contra mí.


Los equipos amarillo y rojo disfrutaron nadando en el lago, sobre todo disfrutando la idea de no tener deberes por un día. A pesar de que era un hermoso día, Arnold podía sentir una extraña sensación en su pecho... era como un mal presentimiento. De repente, vio que unos arbustos se movían. El chico decidió ponerse de pie y acercarse lentamente, para su sorpresa encontró a la maestra Meyer de rodillas, recogiendo unas raras flores azules, y poniéndolas en una canasta.

- ¡Oh Shortman! ¿Qué estás haciendo aquí? - Preguntó asustada.

- Nada profesora... es que escuché ruidos y quería asegurarme de que no era Curly.

- No te preocupes, solo estaba haciendo un... ramo, sí un ramo de flores, ahora vuelve con tu equipo o te mando a limpiar.

La extraña mujer se sacudió las manos y caminó hacia la profundidad del bosque.

-¿Arnold? ¿Todo está bien? - La dulce voz de Connie que apareció de repente volvió a asustar al joven Shortman.

- ¡Oh, Connie! ¿Por qué todos ellos salen de la nada hoy? Me asustaste.

- Lo siento, pero conoces las reglas, no debes separarte del equipo y de tu líder, pero no te preocupes, no le diré nada a Erika. - La chica le guiñó un ojo y le indicó el camino de regreso.

Arnold la siguió en silencio, pero por alguna extraña razón, la imagen de la canasta del maestro no desaparecía de su mente… Una vela azul, unas piedras extrañas y esas flores que estaba recogiendo.

- ¡Listo joven Shortman, de vuelta con tu equipo!

- Gracias Connie, te veré luego.

El chico forzó una sonrisa y se sentó en la orilla del lago.


Todos los chicos estaban sentados, disfrutando de la deliciosa cena que el equipo perdedor había preparado con fastidio y servido con el mismo sentimiento.

- Hey Helga... ¿Podrías servirme más? ¡Está muy bueno!

- ¡Date prisa Sid, estás detrás de la línea y quiero salir de aquí ahora! - Helga tiró la hamburguesa en el plato de su compañero, y éste casi sale corriendo.

- Oh Arnold, amigo, buena suerte domando a tu bestia.- Dijo el chico de la nariz grande mientras se dirigía a la mesa con sus amigos. Arnold suspiró y se levantó, se puso en fila y cuando llegó junto a su novia, la saludó con una sonrisa sarcástica.

- Un día duro, ¿eh?

- No estoy de humor para tu sarcasmo de cabeza de balón. Ha sido un día caluroso, estoy agotada y huelo a grasa.

- ¿Ah, sí? Porque incluso así estás preciosa. - Sonrió con picardía.

- Oh criminal Arnoldo, vamos a sentarnos con los chicos antes de que empiece a hiperventilar.

- ¿Qué a hacer qué?

Helga lo tomó del brazo y lo arrastró hasta la mesa donde Gerald estaba comiendo solo, con aspecto triste y ensimismado.

- ¿Todo bien, Gerald?

- No veo a Pheebs por aquí, eso es parte del problema, ¿no? - Dijo la rubia tomando asiento al lado de Arnold y frente al moreno.

- Ella es el problema. Lleva todo el día evitándome y ahora sólo está con esas chicas.

Atónitos, la joven pareja miró a Phoebe mientras charlaba sentada con Ángela y Penny, aunque esta última se limitó a asentir a lo que decía su amiga.

- Tengo que admitirlo hermano, tienes toda la razón. Ella tampoco me ha hablado... ¡y soy su mejor amiga desde siempre! ¡Aquí hay gato encerrado!

- Chicos, ¿y si es sólo una fase? Ya saben, nueva escuela, nuevos amigos, ser popular.

- No sé Arnie, podría esperar eso de las otras chicas, pero mi chica no es así... Esa es una de las razones por las que me gusta tanto.

- Chicos, creo que...

- Déjanos adivinar Arnoldo, lo mejor sería...

- Hablar con ella. - Dijeron sus amigos al mismo tiempo, imitando su voz.

- Pues no... ¡Iba a sugerir otra cosa!

- ¿En serio? Vamos cabeza de balón, sorpréndenos...

- Bueno... Yo... Bueno, sí, iba a decir eso.

- Predecible. - Su novia se burló de él.

- Bueno, tengo otra idea, deberíamos seguirla. A lo mejor así vemos que la tiene tan rara. - Dijo el moreno mirando hacia su chica con preocupación.

- ¿Ves Arnold? Es una buena idea y antes de que nos cuestiones con tu ética inflexible, creo que deberíamos hacerlo... Tengo un mal presentimiento.

- Bien, bien, supongo que tendremos unas horas libres hasta que...

- Chicos, campistas, ¡atención por favor! - Connie se aclaró la garganta en medio del gran comedor, llamando la atención de todos los adolescentes. - ¡Ahora me toca a mí presentar la actividad que yo misma he diseñado! - Sonrió orgullosa.

- Esta vez no hay que limpiar nada ni pescar, ¿verdad? - preguntó Stinky con inquietud.

- Esta vez no. ¡Lo que vamos a hacer es una competencia! ¡La búsqueda del tesoro de tres piernas! - presentó orgullosa la joven mientras los demás miraban con curiosidad.

- ¿El qué de qué? -preguntó Harold, confuso.

- Lo explicaré, ¡será genial! Los equipos se dividirán en dos grupos de tres personas, tendrán que responder acertijos que los llevarán al tesoro, que es un premio, además de un día libre de tareas y puntos para su equipo.

Un alegre murmullo de jóvenes llenó el comedor y rápidamente la señora Meyers se situó junto a la capitana.

- Disculpe, según mis cálculos, ahora tenemos 20 alumnos, ¿cómo se formarán los equipos?

- Así es. ¡Pero ya sé! tendremos tres jueces, el primero, seremos los tres capitanes y los otros dos, los alumnos que deseen salir voluntariamente? De esta forma estaremos igualados.

En ese mismo instante, las manos de Helga, Gerald, Phoebe y Arnold se alzaron casi al instante.

- ¡Qué entusiasmo, chicos! ¡Elijo a Phoebe y Helga!

- Lo siento Constance. - interrumpió la profesora. - Creo que será mejor que te quedes con Heyerdahl y elijas a uno de los chicos.

- Ya veo, ¡equidad de género! Perfecto, entonces Arnold, ¡únete a nosotros!

- ¡Maldición! ¡Esa estúpida profesora lo arruinó todo! - Helga bramó molesta.

- ¡Todo depende de ti hermano! Por favor... cuida de Phoebe...

- No te preocupes Gerald, estaré con ella y con Connie todo el tiempo. - Sonrió el rubio, intentando calmar a su mejor amigo.

- Lo sé, sé que puedo confiar en ti. - Gerald suspiró.

- Muy bien chicos, formen en equipos para empezar a dividirlos. - Henri llamó a su tropa con su silbato.

Arnold, Gerald y Helga se dieron una última mirada cómplice y se separaron dispuestos a cuidar de su amigo.

- ¡Llegas tarde Pataki!- Dijo su líder.

- Lo sé, Barret. Agradece que estoy aquí... - La chica puso los ojos en blanco, molesta, mientras su líder trataba de ignorarla.

- Bueno Pataki. - Dijo el chico enfatizando el apellido de la chica para que se diera cuenta de que le seguía el juego. - Ya que tienes tanta energía y ganas de luchar, te uniré a ti con Gerald y Penny.

Ambos amigos sonrieron con complicidad, por fin algo salía bien.

Todos los tríos, ya atados con sus respectivos compañeros, caminaron hacia la línea de inicio de la carrera, donde cada líder les daría la primera pista, todos se apresuraron a ir, y a esquivar a Eugene, que había tirado a Rudy y Harold al suelo al menos cuatro veces.

- ¡Este tipo nos matará antes de que encontremos la primera pista! - gritó Harold completamente desesperado.

- Bueno... Pongámonos en marcha.- Dijo Erika, colocándose delante de los campistas y junto a sus compañeros de jurado-. - Todos tienen la primera pista, si la aciertan, eso los llevará a los otros dos, el primero que llegue con el tesoro gana. Podrán entregar su pista en 3 ... 2 ... 1... ¡Ahora! - El sonido del silbato alertó a los adolescentes, que empezaron a murmurar entre ellos. Algunos empezaron a intentar correr a toda prisa, mientras Arnold lo observaba todo desde arriba, viendo como el sol se ponía y un extraño color rojizo teñía el cielo.

- ¿Todo bien Arnold? Estás un poco... pálido. - Señaló su líder.

- Sí Connie, todo va bien, creo que cené demasiado rápido.

- Si te sientes mal, avísame y te llevaré a la enfermería.

- Gracias, no creo que sea necesario. - Sonrió dulcemente, tratando de ocultar su preocupación.

- Perfecto. Vamos a vigilar a tus compañeros.

Al igual que sus amigos, el rubio vio algo extraño en su amiga, no la conocía tan bien como Gerald y Helga, pero reconoció algo en la mirada de la chica... que logró desconcertarlo. Además de la incomodidad que le causaban sus pensamientos, notó que la señorita Meyer, que segundos antes estaba detrás de él, había desaparecido.

- Creo que tendré que estar más alerta con ella.

A pocos metros, Helga y Gerald murmuraban cosas, que la joven Penny no lograba entender.

- ¿Tal vez dije algo que la molestara?

- No Gerald, ella no me ha dicho nada, y créeme, cuando la haces enojar, siempre me lo dice.

- Chicos... - Dijo tímidamente su nueva compañera. - No sé de qué están hablando pero... la competencia ya comenzó. ¿No deberíamos leer las pistas?

- Al menos deberíamos disimular. - Respondió el moreno. - Dice: "Aunque me veas aquí, pronto te ayudaré a entrar, resistente no soy, pero como Abies me conoces mejor"... No entiendo nada de esto.

- Yo menos.

- ¡Cielos, chicos! Es el abeto, no es resistente, hacen puerta con ellos y descaradamente ponen su nombre.

- Bueno, bueno hermana, vamos entonces. Y luego nos ocupamos de nuestros asuntos.

Ambos chicos comenzaron a alejarse, cuando Helga se quedó quieta en su sitio. Observando a lo lejos como su amiga era conducida por alguien a quien no reconocía, en dirección contraria.

- Mmm, Helga, para movernos, debemos movernos todos.

Pero la rubia continuó sin decir palabra.

- ¿Estás bien? Creo que ni siquiera te escuchó.

- Gerald... Phoebe... se ha ido. - Dijo con la voz temblorosa, señalando el lugar vacío donde debería estar su amiga.

- ¡Qué! ¡Pero si no nos hemos movido ni un segundo!

- Alguien se la ha llevado... pero no he visto quién estaba con ella, sólo he visto que el tipo era más alto.

- ¡Tenemos que seguirlos!

Los chicos intentaron caminar tan rápido como se lo permitían sus atados pies, incluso Penny se unió a su lucha sin entender muy bien lo que estaba pasando.

- Chicos, ¿no van en dirección contraria? - La voz familiar de Eugene llamó su atención.

- No hay tiempo, tenemos que alcanzar a Phoebe. - Dijo Helga, ahogando su grito de preocupación. - Se ha ido por ahí.

- ¿Ah, sí? Qué raro, esa zona del bosque está cerrada, no debemos entrar ahí.

- ¿Sí? ¿Y por qué? - Gerald empezó a sentir terror.

- No sé si es casualidad, pero es la zona de la leyenda de la que hablábamos, pero no creo que sea real. - Dijo el pelirrojo viendo como el terror se apoderaba de las caras de los chicos.

Armado de valor, Gerald los arrastró hacia el frente donde se encontraba Arnold, viendo como se arrastraban hacia él.

- ¿Qué pasa, chicos?

- ¿Dónde está Phoebe? - Gerald estaba más que frustrado, una oleada de pánico lo invadió.

- Está ahí... - El ojiverde se giró solo para descubrir que la chica había desaparecido, solo estaban los líderes, que vigilaban a sus compañeros. - Ella estaba aquí hace un segundo.

- Ahora no tengo ninguna duda... Ella está en peligro. - Dijo Gerald, casi en estado de shock.

- Será mejor que la sigamos. - Dicho esto, el chico se agachó para liberar a su novia, a su amigo y a su asustada compañera, pero por más que tiraba de la cuerda, ésta no cedía. - Está demasiado tensa. - Dijo con esfuerzo.

- Será mejor que nos vayamos así, es mejor que perderla de vista. - Declaró la rubia. - Gerald, Penny, debemos estar sincronizados, Arnold, si vemos que ella está en peligro, entrarás en acción, ahora, ¡vamos!

Los chicos comenzaron a caminar lo más sincronizados posible. El camino se hizo cada vez más empinado y una espesa niebla comenzó a rodearlos, a medida que avanzaban por el sendero.

- ¿Y yo qué? ¿Cómo puedo ayudar?

- ¡No estorbando, Eugene!

- ¡Helga! - La regañó su novio. - Dices que esta zona está prohibida, y que es parte de la leyenda local, ¿qué sabes?

- Bueno, es la historia que estábamos hablando de Agnes Blake. Ella vivió en esta zona hasta que fue quemada viva. Pero aún así, múltiples accidentes misteriosos ocurren en esta zona. Derrumbes, desapariciones, terremotos misteriosos... cosas así. Y están los otros rumores...

- ¿Qué otros rumores? - preguntó curioso el chico cabezón.

- Bueno, esto ya no se puede comprobar, pero muchos dicen que esta zona es conocida por hacer, bueno, brujería. Pero ya sabemos que las brujas no existen, ¿no? - Dijo tímidamente, antes de caer al suelo y llevarse a sus compañeros con él. De repente, un grito de terror de Helga les obligó a mirarla. Señaló al cielo, donde todos observaron atónitos cómo la luna se teñía de rojo.

- Debemos encontrarla... Tuve un sueño, donde la luna era roja... y ella estaba en peligro.

- No te preocupes, lo haremos, tengo mi linterna, sigamos subiendo, sólo hay un camino así que debe haber ido por aquí.

Los chicos se ayudaron unos a otros a subir, y con Arnold al frente del grupo, continuó guiándolos por el sendero. De repente, una cuerda salió de entre los arbustos, atando a los 4 adolescentes y haciéndolos caer al suelo.

- ¡Vamos! ¡Tengo que encontrarla! - gritó Gerald desesperado.

- Te lo advierto, ¡mi novio sabe kárate! - Helga se unió a su amigo.

- Señorita... ¿Señorita Meyer? - dijo Eugene sorprendido.

- ¡Lo sabía! ¡Usted está detrás de todo esto!

- ¿Estás con ellos? ¡No es posible! - Dijo la maestra, atónita al ver a Helga con sus compañeros.

- ¿A quién esperaba ver? - Preguntó la rubia con auténtica curiosidad.

- Pues a su amiga Phoebe. Creía que ella... Oh, no... Entonces no eras tú... - El semblante de la profesora palideció por completo.

- ¿No era qué? ¡Habla más alto!

La profesora suspiró cansada. Sacó algo de su bolsillo y Eugene notó con terror que era una navaja. Los adolescentes se tensaron y estuvieron a punto de gritar una vez más, solo para abrir los ojos y descubrir que ahora sus pies estaban libres.

- No entiendo, ¿qué está pasando aquí?

- Sr. Shortman, ustedes no deberían estar aquí. Esta área está prohibida, órdenes del gobierno.

- Vimos que alguien se llevó a mi Phoebe, ella venía hacia aquí... ¡Debemos ayudarla! - suplicó el moreno.

- Son casi las 10... Debo encontrarla, ¡la ayudaré! Ustedes vuelvan al campamento.

- ¿Qué importa que sean las 10? ¿Qué va a pasar? ¡Dígamelo! - exigió Gerald, encarándose con la profesora, que no se inmutó en absoluto.

- Agnes Blake... Ese es el problema. Esta noche volverá, ella volverá por un alma joven atormentada por el dolor, a consumirla para devolverle la juventud... el ritual está a punto de cumplirse... Pensé que había elegido a Pataki, pero me equivoqué.

- ¿Un ritual? ... ¿Hablas en serio? ...

- La he estado siguiendo, todavía no sé cómo es ahora, solo sabía que iba a pasar esta noche... por eso me apunté en este estúpido campamento.

- ¿Por qué no lo evitaste?

- Porque Eugene, si ustedes no pueden creerme, el departamento de educación me creerá menos. Escucha, esto es peligroso, ella va a tratar de derribarnos para que no evitemos la transición, regresen y yo me encargo.

- De ninguna manera... ¡Nunca la dejaré atrás! - La mirada en los ojos marrones de Gerald mostraba su determinación.

- Ninguno de nosotros lo hará, no lo sabes, pero no somos chicos normales. Solo coopera Meyer y haremos lo que hay que hacer.

- Eres terca Pataki. La única manera de romper el ritual y salvar a la víctima es encontrar el objeto que ella te dio para la transición y cubrirla con los pétalos de estas flores azules, inhibe su poder.

- Por eso la vi cortarlas el otro día.

- Así es, Shortman. Iré delante, ustedes serán el factor sorpresa. Abran los ojos y caminen en silencio.

Los cinco alumnos, guiados por su profesora, llegaron por fin a la cima de la colina.

La niebla estaba en su punto más espeso. Los chicos se asomaron lentamente entre los arbustos que rodeaban una enorme roca. Allí yacía Phoebe, como dormida, en trance, y frente a ella, había una mujer con una capa de seda azul, sentada en forma de loto, con los ojos cerrados y dos velas frente a ellos. Los chicos observaron cómo una de las velas estaba a punto de derretirse.

- Debemos impedir que las velas se derritan o todo habrá terminado. - La profesora sacó los pétalos y entregó la bolsa a los alumnos. - Ustedes cúbranla con esto. Yo iré tras Agness y...

- Nunca te rindes, ¿verdad Carol? - Una profunda voz femenina apareció detrás de la profesora, tomándola por sorpresa. - Al principio me sorprendiste, pero te has vuelto molesta...

- Esta vez no vine aquí para dejarte ganar... ¡No más! ¡Ahora chicos!

Los adolescentes salieron corriendo en diferentes direcciones, tratando de alcanzar a la chica dormida, ignorando todo a su alrededor.

- ¡No podrán detenerme!. - Gritó la chica encapuchada, lanzándose contra Gerald, pero Meyer la detuvo, atacándola con una daga.

- ¡Sigan adelante con el plan! - Gritó mientras ambas chocaban. Penny se quedó paralizada de miedo y observó como ambas tenían dagas similares, pero una de color rojo y la otra azul.

Arnold y sus compañeros empezaron a rodear a Phoebe con los pétalos azules y vieron como la vela dejaba de arder.

- ¡Funciona! - gritó esperanzada la chica uniceja.

- Nosotros seguiremos Helga, tú busca lo que las tiene conectadas. - Gritó el moreno lo más alto que pudo. La chica asintió y comenzó a revisar a su amiga, sin encontrarle ningún tipo de amuleto, después de todo, es difícil encontrar algo cuando no sabes lo que buscas.

Meyer estaba cada vez más cansada, la malvada mujer era mucho más ágil, y ahora que estaba consumiendo la energía vital de Phoebe, la estaba haciendo aún más fuerte.

- Nuestro tercer encuentro Carol, y veo que sigues sin mejorar, estás vieja...débil...definitivamente elegí a la hermana adecuada hace 20 años...- Sonrió maliciosamente detrás de su capa.

- ¡Lo que le hiciste a Carrie no tiene nombre!

- ¡Y tampoco lo que les haré a ti y a esos mocosos!

La dama de azul hundió la daga en el costado de la maestra, haciéndola caer al suelo.

- Ahora te toca a ti... pagarás el precio por hacerme perder el tiempo...

La dama comenzó a patear los pétalos, mientras perseguía a Arnold y Gerald, ellos intentaban esquivarla, pero era demasiado rápida para ellos. Finalmente, cuando estaba a punto de alcanzarlos, Eugene se acercó para intentar ayudar.

- Calma chicos, creo que... - Pero antes de que pudiera terminar la frase, el pelirrojo cayó al suelo, llevándose por delante a Arnold, Helga y la encapuchada. Gerald aprovechó el momento de distracción, buscando qué podía estar alejando a su chica de él.

- Vamos, vamos... ¡qué pasa! - Dijo desesperado - ¡Vamos, vamos... qué pasa! - dijo intentando ahogar su grito para no llamar la atención.

Los adolescentes se quedaron algo aturdidos por el golpe y miraron a su agresora, cuando su capa cayó.

- Connie... ¿Eras tú? - dijo Arnold sorprendido, una vez descubierto el rostro de la chica.

- Vaya, los subestimé... Resultaste ser mejor que esa vieja resentida, será un placer unirte a la lista de personas que he desaparecido en estos cien años...

- Se acabó. - Gerald gritó a todo pulmón. - Arnold, ¡Tiro largo! - su amigo señaló al suelo. El rubio miró la daga que se le había caído a Meyer y se la lanzó temeroso a su amigo, que milagrosa y ágilmente logró atraparla entre sus manos. - Esto se acaba hoy y ahora... ¡vete al infierno! - declaró el moreno. Gerald arrancó el collar del cuello de su novia y partió la gema azul con la daga roja.

- ¡Qué has hecho, maldito! - gritó Agnes en una mezcla de horror y terror. Una gran ráfaga de viento comenzó a soplar, disipando la niebla y cubriendo a la atormentada joven, que gritaba aterrorizada. Arnold y Helga se abrazaron para protegerse, mientras Gerald cubría a Phoebe y Eugene y Penny se aferraban a un árbol.

Finalmente el fuerte viento amainó y los aterrorizados jóvenes vieron la capa vacía en el suelo.

- ¿Se... se acabó? - preguntó Eugene aterrorizado.

- Eso parece. - Dijo Arnold sin entender muy bien lo que había pasado. De pronto, un débil quejido llamó la atención de todos.

- ¡Phoebe! Nena, ¡por fin te has despertado! - Gerald la ayudó a sentarse, mirándola como la cosa más bella del mundo.

-¿Gerald? ¿Qué... ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?

- Eres... ¡eres tú! - Chilló de alegría y le dio un largo beso y la cubrió con sus brazos.

- No entiendo...

- Es mejor que no preguntes Pheebs, hay cosas de las que debemos ocuparnos.

Arnold y Helga se acercaron a la profesora, vieron que volvía a estar consciente y la ayudaron a levantarse.

- ¿Se encuentra bien, señorita Meyer?

- Sí, Shortman... gracias... Siento haberlos dejado solos con ese monstruo. Ella...

- Se fue, señorita, no tiene que preocuparse más. - Arnold le puso la mano en el hombro para consolarla. - Será mejor que la ayudemos a volver al campamento ahora que la niebla ha desaparecido. ¿Cree que puede caminar?

- Sí, la herida no es profunda, es solo que me golpeé la cabeza al caer, pero sí puedo, vamos.

- ¿Qué pasó realmente Meyer?

- Bueno Pataki... Era Agnes Blake, la chica de la historia. Cada diez años aparecía en los campamentos, robando la energía de una chica con un gran sufrimiento en su corazón. Yo conocía la historia y no podía creerlo... hasta que en un campamento familiar... ella... se llevó a mi hermana... - Dijo con la voz quebrada y una mirada profunda a la luna, que poco a poco volvía a su color original.

- Pero ahora ella se ha ido... espero que para siempre.

- Así es Gerald... ¡Y todo gracias a ti! - gritó Eugene eufórico.

- Sólo espero que no tengamos que volver a verla.

- ¿Me estás diciendo que casi muero a manos de una muerta? ¿De verdad?

- Me temo que sí nena, pero no te preocupes, ahora estás a salvo.

Gerald le sonrió dulcemente, suspirando por fin tranquilamente. Aunque era consciente de que su trabajo aún no había terminado. "Agnes iba en busca de corazones jóvenes atormentados por el dolor", aquella línea de la leyenda aún resonaba en su cabeza y sabía que tendría que resolverlo.

- ¿Puedes creer que acabamos de vivir la siguiente mejor leyenda urbana de la ciudad? - Eugene estaba emocionado, aunque sentía que la adrenalina aún hablaba por él.

- Hubiera preferido no hacerlo, pero no te preocupes, no tendremos que volver a ver a Agnes Blake. - Arnold suspiró aliviado. Tomó a Helga de la mano y siguieron colina abajo, cuidando de la profesora. Ninguno de los presentes se dio cuenta de la sonrisa malvada de Penny y de cómo sus ojos se volvieron azules de repente y volvieron a ser marrones en un segundo. Sin duda la secundaria iba a ser interesante.

FIN


Bueno chicos, primero que nada, tengo que agradecerles a todos por leer esta primera secuela de Hillwood Tales, lamento mucho la larga espera, pero tuve algunos problemas de salud y mucho trabajo por hacer. las últimas semanas y ahora que todo va mejor decidí terminar la historia, porque para ser honesta contigo, decidí esperar a tener ganas de escribir que contarte una mala historia rápida… así que espero que la hayas disfrutado. Me inspiré en la película de Scooby Doo de la isla zombie donde el malo en realidad no era un tipo con máscara y en los rugrats crecidos, cuando estaban en un campamento encantado. Bueno pero esto no es todo… En un par de días empezaré la nueva secuela: Hillwood tales II, donde leerán las aventuras de los chicos en secundaria… ¡Así que hasta pronto!