Ninguna noche se había comparado con el inicio de esa. Deidara y Kariko habían al fin admitido sus sentimientos por el otro y expresado físicamente tal cariño con besos a la orilla del bosque.
La brisa nocturna se tornó helada, así que Kariko tuvo que resignarse y pedir a Deidara volver a la posada. No podía arriesgarse a atrapar un resfriado antes del ritual.
Deidara la llevó a regañadientes, pero sin soltar su mano un solo centímetro del recorrido.
Cuando llegaron a la puerta de la habitación de la chica, una gran pena apretó fuerte su corazón. Una vez que la cruzara estaría ella sola con sus pensamientos. Estaría sola con la incertidumbre de lo que le esperaba al día siguiente.
Sin atreverse a girar la manija aún, miró a Deidara. Los ojos del muchacho reflejaban un pesar similar al de ella.
Ninguno de los dos quería despedirse, pero tampoco sabían qué hacer en el momento.
–Kariko…– inició él pasando sus dedos por el cabello que enmarcaba el rostro de la chica, pero no pudo sacar más palabras. Simplemente no las tenía.
Ella le tomó la mano, obligándola a permanecer en su cara. Quería sentir su toque un poco más. Quería aferrarse al calor que emanaba de su pecho cuando sentía la piel de Deidara en la suya.
No había palabras. Ya habían dicho todo lo posible.
Así que Deidara hizo un mejor uso de su boca al atrapar con ella la de Kariko.
No había palabras, pero sí besos y caricias que dar.
Kariko era relativamente nueva en eso de besar, no lo había hecho mucho con Kazuki, pero Deidara estaba complacido de poder guiarla a su ritmo. Hasta ahora solo la había besado con los labios, pero ardía por hacer algo más intenso antes de perder la oportunidad.
Con sus labios abrió más los de Kariko para dar paso libre a que su lengua entrara en la boca de la chica. Esto extrajo de ella un sonido de sorpresa y placer que motivó más al rubio.
La lengua de Deidara pronto encontró la de Kariko y la acarició ávidamente. El calor subió a las mejillas de la chica, él pudo sentirlo. Pero quería más.
Su mano izquierda tomó la cintura de Kariko para acercarla más, y con la derecha agarró el trasero de la chica para empujar su cadera arriba, de modo que su entrepierna rozara con la de él.
El efecto fue el deseado. Otro gemido surgió de la garganta de Kariko, acompañada por un estremecimiento en su pecho. Oh, su pecho. Deidara podía sentirlo apretándose contra su torso. Con la respiración agitada.
Separó su boca de la de la chica para permitirle recuperar el aliento. La sintió exhalar muy cerca de su nariz. El aire estaba caliente, su rostro completamente rojo. Le fascinaba tenerla así.
–Deidara… eso fue…– musitó ella entre respiros, Deidara sonrió con esa mueca de lado que la volvía loca.
–Quería despedirme de ti apropiadamente, h´n.–
Kariko hizo una especie de puchero que desconcertó al rubio. ¿Acaso esto la decepcionaba?
Eso podía ser una oportunidad.
–A menos que no quieras despedirte aún, h´n.– tanteó él empezando a dar pequeños besos en el cuello de la chica. La sintió estremecerse.
–A-alguien podría vernos.–
–¿Quieres continuar adentro, h´n?– preguntó el rubio poniendo su frente en la de ella para mirarla a los ojos. Había clara duda en la mirada de Kariko. Definitivamente era su primera vez haciendo algo así. –No haré nada que no quieras, lo prometo. Si te quejas, me detendré de inmediato.–
Kariko tuvo que pensarlo. Por una parte tenía miedo de dejarlo entrar. Si las cosas subían de tono, no sabía lo que podría pasar. Nunca le enseñaron de eso en el templo, sabía muy poco. Dudaba que Deidara la fuera a lastimar intencionalmente, pero había escuchado que podía doler. Tampoco quería decepcionarlo haciendo algo mal o quedándose quieta sin hacer nada.
Por otra parte… estaba prácticamente sentenciada a morir al día siguiente. Aún le faltaban muchas cosas por vivir, y esta era su última oportunidad de experimentar el sexo. Además, lo que Deidara había hecho hasta el momento fue más que placentero.
–Vamos adentro.– aceptó ella y abrió la puerta.
Tan pronto la cruzaron y cerraron Deidara la volvió a tomar en sus brazos para besarla con aún más intensidad que antes. Ahora que Kariko sabía más que esperar, pudo maniobrar con su lengua para seguirle el ritmo a él.
Kariko sintió las manos del rubio acercarla hasta no poder más, casi estrujandola con sus fuertes y musculosos brazos. Ella se aferró a él rodeando su cuello con un brazo, y con la otra mano jugó con el suave cabello del chico.
Las manos de Deidara recorrieron su espalda desde lo alto hasta lo más bajo, dándole otro empujón arriba para que sus caderas rozaran. Esta vez Kariko sintió algo duro en la entrepierna de Deidara, algo cuya fricción se sintió de lo más estimulante, robándole una exhalación de la que él se percató.
Deidara tomó una pierna de Kariko y la subió a la altura de su cintura para que lo rodeara con ella. Esto le dio un espacio más abierto a la chica para sentir a través de la ropa el inicio de la erección de Deidara.
–Esto es lo que me haces, h´n.– le susurró él antes de dar otro movimiento contra ella. Kariko sintió su entrepierna vibrar, como si estuviera magnéticamente atraída hacia él.
Como si no fuera suficiente, Deidara retomó besarla en el cuello y añadió una mano metiéndose debajo de su camiseta, subiendo lentamente por el estómago hasta llegar a sus senos. La otra mano se adentró en su falda-short, abriéndose paso entre la tela para llegar al trasero.
Pero al separarse la tela de su cuerpo, Kariko se percató de algo.
–D-Deidara, espera…–
–¿Hmm?– preguntó él sin separar sus labios del cuello de la joven.
–Creo que… debería ir al baño.–
–¿Huh?– se extrañó él retrocediendo la cabeza para mirarla bien –¿Justo ahora?–
–Es que creo que…– balbuceó ella viendo abajo sin querer, Deidara volteó también y una idea se prendió en su mente.
–¿Te mojaste, h´n?–
Kariko no creyó poder ponerse más roja.
–¡N-no te burles!–
En cambio Deidara depositó otro beso en sus labios, riendo con un aire ligero.
–Significa que te gusta lo que estoy haciendo. Es otro tipo de humedad, h´n.–
Kariko hizo un puchero.
–¿Y cómo iba yo a saberlo? Me educaron en un templo.–
Deidara llevó su mano del trasero al clítoris de la chica, acariciándolo levemente y sintiendo los fluidos que acababan de salir de ella. Ella otra vez se tensó en su pecho.
–Esto es tu cuerpo, excitado por mi, h´n.– dijo bajo y profundo al oído de la chica, ella sintió el aire atorarse en sus pulmones. –Pidiendo más.– añadió insertando dos dedos en ella haciéndola gemir –Y más.– continuó moviendo los dedos dentro.
–Oh, Deidara.– soltó ella sintiendo como las paredes de su vagina se abrian y cerraban, recibiendo el contacto del chico.
–No, aún no. Aguanta un poco más, h´n.– tanteó él sacando los dedos. –Quiero gozarte un poco más.– añadió antes de besarla de nuevo.
Esta vez fue Kariko quien movió su cadera buscando la fricción que tanto añoraba. Deidara la agarró fijamente y la subió de modo que ambas piernas de la chica lo rodeara, para luego apoyar la espalda de ella contra la pared.
–He querido hacer esto desde la primera vez que te besé, h´n.– declaró Deidara.
Subió y bajó, haciendo sus miembros rozarse de manera placentera para la chica. Las manos del artista iban recorriéndola sin rumbo fijo, simplemente en un afán apasionado por sentir cada centímetro de su piel. Incluso Kariko se atrevió a explorar debajo de la camiseta de Deidara, levantándola sin querer. Los músculos perfectamente tonificados, firmes pero no duros.
El muchacho fue el primero en ceder, quitándose la camiseta de un jalón para facilitarle las cosas a Kariko. Ella merecía disfrutarlo también.
–¿Debería…?– preguntó ella llevando una mano al cierre de su camiseta, Deidara le negó con la cabeza.
–Déjame a mí, h´n.– pidió y Kariko concedió.
Deidara bajó la cremallera revelando el sencillo sostén de la chica. Luego se percató de un pequeño dilema.
–No puedo quitarte esto y sostenerte contra la pared, h´n.–
–Creí que eras un ninja hábil.–
–¿Puedo llevarte a la cama o no, h´n?–
Era el momento de la verdad, aquel en que Kariko sabía que no habría vuelta atrás. Pero francamente estaba disfrutándolo y quería más. Mucho más.
Así que asintió con la cabeza.
–Llévame a la cama, Deidara.– sonrió y el rubio esbozó una sonrisa un tanto indescifrable. Una mezcla de triunfo, entusiasmo y lujuria.
Había fuego en sus ojos mientras la cargaba hacia la cama y se sentaba en la orilla con ella sobre sus piernas.
Pudo quitarle la camiseta y el sostén sin dificultades, dejando los senos de la chica al aire.
Tras mirarlos con admiración y deseo, Deidara los acarició con la plenitud de sus manos, dedicando su boca a besar y lamer el cuello y hombros de Kariko.
Kariko pensó que el asunto se había calmado un poco, cuando de pronto Deidara dejó que las bocas en sus manos entraran en acción, lamiendo y succionando los pezones de la joven.
Varios sonidos incoherentes salieron de la boca de la chica. De la garganta de Deidara salió un sonido gutural y hambriento, deseoso de escuchar más. Deseoso de darle más placer a Kariko.
La erección de Deidara se levantó y endureció aún más, todavía en contacto con la entrepierna de ella.
–¿No te duele?– se atrevió a preguntar la chica.
–¿Qué cosa, h´n?– cuestionó él entre besos y caricias, totalmente absorto en su labor.
–Esto.– apuntó ella tocando con una mano el miembro erecto del rubio golpeando la tela del pantalón, esto lo hizo estremecer.
–Algo. Puedes ayudarme a quitármelo si quieres.–
Kariko desabrochó el pantalón y Deidara se alzó para facilitarle el bajarlo con todo y ropa interior.
–¿Va a poder entrar?– dudó ella al ver lo grueso que era. Una vez lo vio cuando encontró a Deidara desnudo en el cráter, pero ahora que había sangre fluyendo activamente por él lucía más intimidante.
En respuesta, Deidara le quitó el fastidioso short a Kariko, al fin dejándola completamente desnuda. Sus dedos encontraron el camino de vuelta al clítoris.
–Con lo mojada que estás, seguro que sí. Ni te dolerá, h´n.–
Kariko sonrió con alivio, no tenía nada que temer.
–Por si acaso, puedo ayudarte un poco más, h´n.–
Ahora en vez de los dedos de Deidara, la palma de su mano estaba abierta bajo su clítoris, significando…
–Oh.– fue lo único que salió de labios de Kariko cuando la lengua en la mano de Deidara hizo contacto con su intimidad.
Kariko encontró los labios de Deidara e inició otro beso ella misma, queriendo poner a trabajar su propia lengua mientras las adicionales de él atendían su clítoris y sus pezones.
Con esto pudo robarle algunos gemidos ahogados al ninja, quien estaba gozando a sobremanera el libre acceso al cuerpo de Kariko.
Sin avisar, Deidara agarró a Kariko por debajo de las rodillas y espalda, cargándola para acostarla en la cama.
Y así simplemente procedió a recorrer las partes previamente inaccesibles de su cuerpo con besos y caricias.
Deidara saboreó los pezones de Kariko con sus propios labios, bajó por todo su estómago y justo antes de llegar a la entrepierna volvió a subir encaminándose a la boca de la chica.
–Kariko… eres una obra de arte. Tu cuerpo, tu cara… tu voz. Quiero tenerte siempre, h´n.–
Ella ya no pudo más, las vibraciones de su cuerpo, las pulsaciones en su vagina que Deidara señaló cuando hablaban de placer… sabía que lo necesitaba. Lo deseaba con una vasta intensidad.
–Hazme tuya. Tómame ahora.– pidió con una urgencia que cualquier otro día le hubiese parecido ajena.
–Te haré explotar de placer, h´n.– declaró Deidara dándole un último beso antes de penetrarla.
Tal como había predicho, ella estaba tan húmeda que no hubo dificultad en entrar.
Una vez ahí, Deidara se movió para buscar el punto exacto que hiciera…
–Aaaah.– gimió Kariko. Deidara lo había encontrado.
–Eso no es nada aún, h´n.– sonrió confiado y se meció dentro de Kariko.
Una oleada de intensas sensaciones subió por el cuerpo de Kariko, haciéndola arquear la espalda y aferrarse a la espalda de Deidara para incrementar el contacto entre ambos.
El buscó su ritmo y cuando al fin lo encontró fue recompensado con las paredes de Kariko dándole la más placentera bienvenida.
Dio cada vez más duro, acelerando la velocidad gradualmente para que ella no lo sintiera monótono.
Si los sonidos que salieron de ambas bocas eran indicación, la estrategia funcionó a la perfección.
Subían y bajaban, dejándose llevar por el momento y por las ansias.
Cuando eventualmente llegó al climax, Kariko fue invadida por tantas sensaciones que su mente se puso en blanco, dejando solo espacio para el inmenso placer que se apoderó de ella.
Al terminar estaba respirando por la boca, absolutamente agitada y un poco mareada. Su visión estaba un tanto nublada pero pudo distinguir a Deidara encima de ella en un estado similar.
–Lo… lo hicimos.– sonrió ella.
–Te dije… que estallarías, h´n.– rió él tratando de recuperar el aire.
–Sí, así fue.–
–Eres mía. Eres toda mía, h´n.– susurró él regalándole un beso en los labios.
–Sí, soy tuya. Tuya y de nadie más.– concedió ella, deseosa de complacerlo aunque fuera por esa vez. –Tu obra maestra.–
–Un artista pertenece a su obra, h´n.– declaró Deidara acostándose junto a ella, el cansancio filtrándose por su voz.
–Deidara.– se sorprendió Kariko –¿Dices que…?–
–Soy todo tuyo, Kariko, h´n.–
Ella lo besó nuevamente, conmovida por sus palabras. Esto no era simplemente sexo, era amor de verdad para él también.
–Pase lo que pase… siempre voy a quererte.– juró ella y se acomodó en el pecho del joven, dejándose rodear por los brazos de él.
No arruinaría los recuerdos de esa noche poniéndose a llorar.
