Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.
-La brevedad de un instante-
Hacía mucho tiempo que no sentía el sabor de su propia sangre en la boca, pero supo enseguida que merecía la pena cada gota que su cuerpo derramara. No era la primera vez que era herido con tanta gravedad, pero sabía que sí podía ser la última. Sin embargo, no se arrepentía de sus acciones, sino más bien del resultado.
Cuando su cuerpo se desplomó por la falta de fuerzas que aquel brutal ataque le provocó y vio a su lado a Grey en las mismas condiciones, maldijo todas y cada una de las decisiones que había tomado. No ser más eficaz, más rápido, no poder salvarla y también no poder decirle que el amor que sentía por ella le calaba hasta los huesos y que no quería pasar ni un solo instante de su insulsa vida alejado de su presencia.
Todo comenzó tras la batalla contra Dante. Justo como en ese momento, había estado herido de gravedad, tanto que pensaba que ese día su vida llegaría a su fin. Sin embargo, Grey lo desterró del mundo de los muertos, lo curó y sacó a relucir la verdadera naturaleza de su magia y lo increíble que era.
No significaba que Gauche no se hubiera fijado en ella anteriormente. Desde que descubrió que era una chica, había dirigido su atención a su compañera, porque además Grey parecía tener una fijación por él que no lograba comprender bien. Era una mujer bella, pero nunca estuvo demasiado interesado en las mujeres en sí, así que no tenía muchos más pensamientos sobre ella. Con el tiempo, se fue sintiendo cómodo a su lado. Le gustaba verla sonreír tímidamente, protegerla y que estuvieran juntos. Y con el incidente de aquel integrante de la Tríada Oscura, sus pensamientos y sentimientos por ella se amplificaron, se multiplicaron, y de un momento a otro estaba presentándosela a Marie, manteniendo conversaciones más profundas y significativas y pasando mucho más tiempo con ella en general.
Hacía algunos meses que se reafirmaba a diario sus sentimientos: estaba enamorado de Grey. Sin embargo, la conocía lo suficiente como para saber que podría abrumarla con una confesión abrupta, así que quería ordenar sus palabras primero. No lo conseguía. Se imaginaba el instante y en su mente la escena se desarrollaba de tal modo en el que él decía claramente que la quería y besaba sus labios; ella huía completamente avergonzada y sobrepasada por su brusquedad.
Para Gauche, estaba más que claro que Grey le correspondía. Y no significaba que fuera pretencioso, pero se le notaba demasiado. De todas formas, le gustaba que no pudiera esconderlo, porque al menos así le daba esperanzas y certeza.
Debido a los sentimientos tan arraigados e intensos que su pecho albergaba, cuando vio que Damnatio iba a atacarla con clara intención de matarla, se movió de la forma más rápida que pudo. Pero no fue suficiente. Y por su maldita incompetencia, Grey había sido herida de gravedad. Era cierto que él había amortiguado un poco el golpe, perdiendo su mano y resultando mortalmente herido, pero no tenía sentido interponerse en el ataque si ella no iba a quedar intacta. Pretendía salvarla, no que ambos murieran. No había sido capaz de confesarse, pero Grey tampoco viviría ni nunca más sería feliz, así que su fallo lo convertía en un completo inútil.
Antes de caer inconsciente por completo, Grey le susurró unas palabras efímeras en el oído, que, a pesar de la cercanía de sus cuerpos, no logró escuchar. Solo vio sus labios —aquellos que había anhelado besar con tanto ahínco— moviéndose despacio y sintió el ligero peso de su mano en su vientre, como si tratara de concentrar su energía y magia para sanarlo. Pero no pudo. De repente, todo se volvió completamente negro y entonces Gauche repitió una y otra vez en su cerebro las palabras «te quiero, Grey», pero supo que su boca no podría reproducirlas y nunca se verbalizarían, así que se irían a la tumba con él, y también todos los sentimientos hermosos y cálidos que ella le provocaba, las ganas de mejorar que sus sonrojos o su sonrisa le transmitían y los planes de un futuro compartido que se había imaginado durante tanto tiempo que ya no recordaba el momento exacto en el que empezaron a crearse en su pensamiento.
Creía que había muerto. El ultimo recuerdo que tenía era estar abrazada a Gauche, pero no de la forma que creía que lo haría. Su mente siempre había soñado con estar junto a él, abrazándolo —le daba vergüenza imaginarse ciertos contextos con Gauche, aunque igualmente le gustaba hacerlo, porque quería que se volviera real—, pero no cubiertos de sangre y en mitad de la batalla más feroz y cruenta que habían experimentado como caballeros mágicos del Reino del Trébol.
Cuando Damnatio dirigió su ataque hacia ella, sintió mucho miedo. No quería morirse. Era una chica joven, que apenas estaba empezando realmente a vivir después de una existencia marcada por el rechazo y el desdén de los demás. Y en ese momento en el que por fin había encontrado una familia y se había enamorado de un hombre mucho más bondadoso y altruista de lo que los demás sabían, todas sus ilusiones iban a ser arrebatadas. Ni siquiera le había dado tiempo a decírselo a él directamente, así que aquel ataque no solo la mataría a ella, sino también a todos y cada uno de sus anhelos.
Estaba a punto de sentir el golpe lacerante del enemigo cuando vio la espalda de Gauche justo enfrente de ella. Quiso actuar de forma rápida, pero él se lo impidió con un empujón. Sabía que trataba de salvarla, pero no quería dejarlo atrás, así que en el fondo agradeció internamente que fueran a morir juntos, porque realmente no podía imaginar un mundo en el que él no estuviera. Ella no sería absolutamente nada si no lo viera a diario o sin sentir aquella apatía malhumorada fingida que cada vez mostraba menos.
Quería estar con él para siempre y si ese era el resultado de su destino lo aceptaría, porque habría preferido un millón de veces vivir con él, pero la sola idea de seguir respirando y tener que verlo partir la aterrorizaba profundamente.
Así que, en un último intento por que escuchara de sus propios labios sus sentimientos, se acercó hasta abrazarlo y le susurró al oído «te quiero, Gauche-kun» sin un solo titubeo que le impidiera definitivamente mostrarle su amor. Probablemente, nunca habría sido capaz de decirlo en voz alta si aquella situación de no retorno no se hubiese producido, pero la valentía le había nacido del centro del pecho, junto con la tristeza por no conocer nunca la respuesta.
Sin embargo, tras algunos instantes en los que todo se volvió negro, despertó. Y vio a Gauche a su lado; también estaba vivo. La antimagia de Asta los rodeaba, así que no hubo tiempo de alegría ni de alivio ni siquiera de mostrarle una tímida sonrisa que le dijera que nunca había sentido tanta calidez en el pecho como en ese momento, en el que había sido capaz de verlo de nuevo luchando.
Tocaba vencer aquella guerra y después, buscaría esa valentía y arrojo inusuales que la sombra de la muerte le había proporcionado y la rescataría de las más impenetrables profundidades de su ser, porque no iba a permitir que un solo día más pasara sin que Gauche supiera que estaba enamorada de él.
La batalla fue muy larga, y difícil como nadie en el Reino del Trébol recordaba otra igual. Pero finalizó. Grey miró a su alrededor. Llevaba luchando tanto tiempo que no era consciente de si quería llorar o desplomarse contra el suelo por el cansancio, pero las ganas de ver a Gauche se lo impidieron, envalentonándola a aguantar un poco más, a demostrar una vez más su fuerza.
Miró de un lado hacia otro constantemente. Entre la destrucción, pudo ver algunos cuerpos calcinados, otros ensangrentados e incluso mutilados, así que, como lo había perdido de vista hacía bastante, se asustó irremediablemente. Pero pronto el temor pasó. Gauche estaba vivo. Había una vibración extraña, lejana y cándida que se lo musitaba, justo en el cerebro, pero cuyas ondas llegaban hasta su corazón, llenándolo de esperanza.
Entonces, alzó el rostro hacia el frente y por fin lo vio. Parecía que también buscaba a alguien de forma un tanto desesperada, pues su paso era más bien ligero y su semblante era firme pero serio.
Sus ojos, al fin, se cruzaron, y ambos detuvieron su paso tan solo un instante. Fue Gauche quien lo reanudó enseguida. A Grey le pareció haber visto su gesto suavizarse y sus labios formar una levísima sonrisa, que realmente estaba llena de alivio y ganas.
Al llegar hasta donde ella se encontraba, la abrazó con fuerza sin mediar palabra. Todo el cuerpo de Grey se estremeció, pero no por vergüenza o rechazo, sino porque era un gesto inesperado y que le producía una felicidad inconmensurable y que pensaba que jamás iba a poder experimentar.
—Te quiero, Grey —le dijo él directamente—. No quería decirlo así para no asustarte, pero no puedo callármelo más.
Las lágrimas se le acumularon con tal velocidad en los ojos que no puedo aguantarlas, y comenzó a sollozar contra su pecho. Esperaba que no lo malinterpretara, porque solamente era un llanto que nacía del gozo de escuchar esas palabras. En efecto, Gauche la conocía perfectamente, así que no lo hizo. En cambio, apretó aún más su abrazo para reconfortarla.
—¿Por qué has hecho eso? No deberías haber arriesgado tu vida por mí…
—¿Todavía no te ha quedado claro? Es porque no puedo permitir que no estés conmigo. Sin ti… no soy nada, Grey. No quiero nada. No tengo expectativas de futuro en las que no aparezcas a mi lado.
Gauche cortó el abrazo para poder mirarla. Le secó las lágrimas de la forma más delicada que pudo con las yemas de sus dedos, tratando de que su llanto se detuviera, pero creando el efecto contrario, porque la emoción desmedida de Grey tenía que desbordarse por algún sitio.
Nunca pensó que le hablaría de forma tan directa, tan visceral, pero considerando la situación, los tiempos y la brevedad de lo que es la vida, simplemente se lo dijo. No quería perder más tiempo ni ser cuidadoso ni tampoco postergar un lazo que sabía que ya existía, pero que necesitaba imperiosamente que fuera mucho más concreto y real.
Por lo tanto, con ese discurso metido en la cabeza y fluyendo a través de todo su cuerpo, se agachó un poco hasta alcanzar sus labios y la besó mientras le sujetaba la cintura para aproximarla a su cuerpo.
Tal vez aquel no era el momento ni el lugar más adecuados, pero ¿cuándo iban a serlo en un mundo en el que estar vivo era un privilegio? No quería esperar a estar a punto de morir de nuevo para convencerse a sí mismo de que Grey era la persona con la que quería compartir su vida, ya durara cincuenta años más o un efímero instante.
FIN
Nota de la autora:
Ya que Tabata nos dio el momento en el que Gauche se puso en medio para salvar a Grey, podría haber explorado un poquito más sus sentimientos, porque creo que los de ella sí que los tenemos todos bien claros. Todavía no es tarde para hacerlo desde luego, la cuestión es si en realidad lo hará o si quiere hacerlo. Solo el tiempo lo dirá. De momento, nos conformaremos con los fanfics. :)
¡Gracias por pasar a leer!
