Disclaimer: Los personajes y el universo le pertenecen a JK Rowling.

La historia es mía aunque está inspirada en: The rise of the drackens - de StarLight Massacre.

En: There Be Dragons, Harry - de Scioneeris.

En: Dragon Heart, Harry - de Graydove71.

No obtengo beneficio lucrativo alguno al escribir este fic.


Capítulo 1. La herencia.


Harry se había acostado temprano. Quería estar descansado para el día siguiente. No sabía qué harían, porque no quisieron decirle nada, y estaba emocionado.

Desde que podía recordar, sus cumpleaños habían sido maravillosos. Salidas al cine, a la piscina, a acampar, parques de atracciones, el zoológico... Los cumpleaños eran especiales.

A él y a su primo no les gustaban las mismas cosas. De niños sí, pero al crecer se notaba lo diferentes que eran. Pero sus tíos no habían tenido problemas para encontrar cosas para hacer.

Eran días sagrados para estar en familia.

Su tía decía que se podía celebrar con amigos al día siguiente el anterior, pero que en el día del cumpleaños, no dejarían a la familia de lado.

Siempre solía saber qué harían, pero por Merlín, estaban siendo especialmente crípticos ese año. Su tío le sonreía cada vez que sacaba el tema o él mismo sacaba el tema para molestar a su sobrino.

Su primo no era mejor. Le lanzaba esa mirada de "yo lo sé y tú no" que tanto le gustaría quitarle de un hechizo... O un puñetazo, ya que no podía usar la magia fuera de Hogwarts bla, bla, bla.

Así que se acostó temprano y como Dudley y él habían tenido que desmalezar el jardín, estaba agotado y lo consiguió.


Pensaba que se despertaría de manera agradable, tal vez con una magdalena de cumpleaños que su tía le llevaría o quizá por el olor a comida... Lo que no esperaba desde luego era sentir dolores y molestias por todo el cuerpo.

La luz apenas entraba por la ventana, y al mirar el reloj maldijo. Eran las seis de la mañana. Una hora impía para levantarse en verano.

-¿Cómo he podido ver sin mis gafas? -Se preguntó.

Se revolvió incómodamente en la cama porque sentía la piel tensa, como cuando Madame Pomfrey le había cerrado alguna herida y la piel se sentía tirante. Era extraño.

Se sobresaltó cuando pateó la sábana que usaba y escuchó el sonido de rasgaduras.

Frotó sus brazos, a ver si la sensación de la piel se le pasaba, y maldijo cuando se arañó.

-¡Por las bolas de Godric Gryffindor! ¿Qué está pasando hoy?

Su voz sonaba extraña, como si le pasara algo en la boca.

No mejoró su desconcierto cuando vio sus manos... y sus brazos... Y sus pies...

Se levantó con piernas temblorosas y caminó al baño.

Tenía escamas pequeñas y planas de color blanco recorriendo su piel. Sus ojos eran su verde esmeralda, pero con pupilas amarillas rasgadas, como un reptil. Tenía colmillos largos y puntiagudos. El pelo le corría lacio por la espalda y sus dedos de las manos acababan en afiladas garras negras.

Habría pensado que era una broma experimental de Fred y George, pero ellos no estaban en su casa. Pasaba algo e iba a averiguarlo, por el bien de su cordura.

¿Acaso Voldemort le había lanzado una maldición de efecto retardado antes de morir?

-Parezco un híbrido lagarto/humano. Solo faltarían alas, y ya me volvería loco. -Se dijo.

Suerte que el espejo no era mágico, no quería escuchar la opinión de uno en ese momento.

Sintió un dolor atroz en la espalda, después un desgarro y un sonido repugnante como de algo saliendo de la carne.

Tras él había alas de al menos tres metros de envergadura llenas de sangre y una mucosa que se adhería a ellas.

Las escamas que podía vislumbrar por debajo de los fluidos también eran blancas.

Tenía otros cambios físicos como la desaparición de sus cicatrices, no había tenido tantas, pero verse sin la cicatriz del rayo era... Extraño.

Las escamas dibujaban patrones en espiral en su rostro, hasta en las orejas tenía.

Sus caderas eran más anchas y... ¿Le había crecido el trasero?

Prefirió cerrar los ojos. Tal vez era un sueño psicodélico. Quizá le dieron de comer alguna seta alucinógena de esas que había visto en películas. ¿En el bosque prohibido las tendrían?

No es que quisiera probarlas, pero ¿qué más podía ser esto?

Era una... Una cosa dragón humanoide muy extraño.

Maldijo cuando sus garras cortaron el lavamanos. Su tía no iba a ser feliz. Eran arañazos, pero profundos. Sentía náuseas, así de angustiado estaba.

Oyó pasos tras él.

Su tía estaba allí, mirándolo. Una serie de expresiones pasaron por su rostro y él las vio todas a través del espejo.

Horror, asombro, conmoción, terror...

¿Sería por él o de él? No quería ni pensar en que sus familiares lo temieran. Había vivido con ellos desde que sus padres habían muerto y le habían criado como a su propio hijo desde el primer día.

-¿Harry? -Preguntó.

Se acercó cautelosamente y el chico se estremeció cuando ella tocó una de sus alas.

-No, tía Petunia. -Gimió. -No lo hagas de nuevo. Son... muy sensibles... Como...

Estaba mortificado. No lo había sabido antes.

-Oh, dios, perdóname. No sabía...

-Yo tampoco. N no sé qué me está pasando. ¿Cómo voy a salir así? No puedo salir así. Si pudiera ocultar...

En el momento en que lo dijo, sus alas se retrajeron en su piel, haciendo que los músculos de su espalda se ondularan, su pelo pareció retroceder en su cuero cabelludo, sus escamas desaparecieron, sus garras y colmillos retrocedieron y sus ojos volvieron a su aspecto normal.

-Date una ducha, Harry. Voy a llamar a Sirius, a ver si tiene idea de qué pasa. Y limpia la sangre. -Añadió. Parece que alguien haya muerto aquí. -Miró los arañazos de su lavabo y suspiró. -Había que reemplazarlo de todos modos. Ve, te haré un té relajante.

Él asintió en automático.

Se sentía como en una neblina extraña.

Temía siquiera pensar en ello, no fuera a ser que sus... Sus características no humanas volvieran.


Ya en la cocina, con una taza de té en las manos, pensó en qué había pasado, algo más calmado.

Su tía tenía algunas pociones calmantes para él, recomendadas por la enfermera de Hogwarts para las ocasiones en que se despertaba de una pesadilla y no lograba tranquilizarse. No todos los niños de quince años se enfrentaban a un tipo que quería matarlos y acababa con él debido a una reacción en cadena. Voldemort había tratado destruír la mente de Harry al poseerlo, pero como no contó con que el chico fuera un horrocrux, tratar de destruírlo desde dentro fue infructuoso.

El mago oscuro había gritado, un sonido más animal que humano debido al dolor que estaba sintiendo. Al tratar de destruír uno de sus horrocruxes, la magia... O lo que fuera, Harry aún no lo entendía del todo, había asumido que eso quería decir que todos los pedazos de alma debían ser destruídos.

Y así, a su alrededor aparecieron varios objetos extraños más la serpiente que casi mató al Señor Weasley.

Una cúpula los cubrió y cuando se desvaneció entre gritos de Voldemort, Harry y los pedazos de alma en destellos negros, quienes estaban fuera, incluído el incompetente ministro y varios aurores, vieron a Voldemort muerto, tres artefactos de los fundadores de Hogwarts, Harry inconsciente, la serpiente también muerta y un extraño anillo.

Casi perder a Sirius no ayudó.

Su tía se había sentido más cómoda guardando ella las pociones, temiendo que Harry se excediera. Había aprendido cómo administrarlas para diferentes ocasiones.

Pensó que al menos unas gotas en el té de su sobrino no estarían mal. Ella misma quería haber tomado, pero no eran buenas para muggles.

Harry pensaba en criaturas. Había leído sobre algunas de ellas y estudiado en la escuela también.

Vampiros, trols, sirenas, licántropos, gigantes, beelas... ¿Podría ser él una criatura?

Su tío y su primo bajaron, seguramente su tía les había despertado porque si podían dormir más, lo hacían.

Vernon notó sus expresiones.

-¿Qué pasa, cariño? -Le preguntó a su esposa.

-Aún no lo sabemos. Estamos esperando a Sirius. A ver si puede aclararlo.

Dudley y su padre querían saber, pero como nadie decía nada, se resignaron a esperar.


No pasó mucho tiempo después de eso en que se escuchó el timbre.

Petunia se apresuró a abrir, ansiosa y preocupada por su sobrino.

No tenía conocimiento de que a Lily le hubiera sucedido eso, tampoco a James. Pero ella no formaba parte del mundo mágico y quizá se estaba perdiendo algo.

A veces odiaba ser muggle. No podía ayudar a su sobrino y se sentía impotente.

Sirius estaba solo, bien. Ella no quería que el negocio de Harry fuera de conocimiento común. Bastante había tenido con ser famoso por culpa de un asesino enfermo. No quería añadir más al circo mediático.

-¿Qué ocurre, Petunia? Dobby parecía más frenético de lo habitual.

-Pasa. Es mejor hablarlo en privado.

El hombre accedió.

Estaba preocupándose por tanto secretismo. ¿Algo malo le había ocurrido a su ahijado?

Se sentó a la mesa de la cocina tras los saludos educados y soportó incluso una charla acerca de cómo las flores de la vecina de enfrente eran tan simples y monótonas.

Algo pasaba. Harry no hablaba así de nada en vano. Y era además un tema extraño para comentar.

-Harry James. Deja de posponerlo. Solo suéltalo. -Sirius persuadió.

La historia era de pesadilla, pensó el ex convicto.

Si sus sospechas eran ciertas, Harry era un Dracken. Era una criatura "oscura" según el ministerio de magia. No podía ser, no quería. Sabía qué pasaría si lo descubría quien no debía, si los cazadores se enteraban. Su madre había contado historias de terror sobre eso, riéndose de las "viles bestias."

-Tengo que verlo, Harry. -Pidió. -Tengo una idea de qué pasa, pero quiero confirmar primero.

El joven no quería hacerlo, estaba asustado. Pero su padrino se lo había pedido, si podía ayudar a averiguar qué ocurría...

Así que cambió en el pasillo, donde había más espacio y no ventanas.

Sirius suspiró. Era lo que sospechaba.

-Harry, esto que voy a decir no tiene que salir de aquí. Si se enterara el ministerio... Vale, vamos a la cocina, hablaremos y decidiremos qué hacer a partir de ahí.

Su ahijado asintió en silencio. El poco de poción calmante había ayudado algo, pero aún así se sentía angustiado.


-Esto no puede salir de aquí. -Sirius repitió. -Erigió fuertes salas de privacidad por si acaso también. Mejor prevenir.

-Harry es un Dracken. Es una especie humanoide dragón, una criatura. Las herencias se despiertan a los dieciséis años. Tus padres no lo eran, así que no pensé que tú pudieras. -Sirius suspiró.

-Es Harry. -Dudley resopló. -Si algo puede pasarle, le sucederá.

Su primo le dio una patada.

Black entonces les habló de los drackens. Lo sabía porque él había ayudado a algunos a escapar durante la guerra.

Eran criaturas mitad dragón que se dividían en dominantes y sumisos. Los dominantes eran más grandes y fuertes y sus escamas eran de distintos colores. Sus alas medían siete metros o más.

Los sumisos, dijo, eran más pequeños y ligeros, capaces de gestar niños, ya fuese un sumiso masculino o femenino. Sus escamas eran blancas y sus alas podían medir hasta cuatro metros.

-Espera, calma. Demasiada información de golpe. -Harry gimió.

Pensó que estaría bien si fuera un sueño. No lo era, por supuesto. Algo que lamentaba porque esto de Dracken era de las cosas más inverosímiles que le habían pasado jamás. Y eso que se enfrentó con sus amigos a un trol, a un perro de tres cabezas, ayudó a contrabandear un dragón bebé, mató a un basilisco, casi le da su primer beso un dementor, estuvo a punto de morir por cien dementores, se enfrentó a un dragón, cabreó a alguna que otra gente del agua... Y acabó con un mago que había aterrorizado al Reino Unido mágico durante décadas.

Ahora su padrino le hablaba de drackens sumisos y dominantes, embarazos masculinos, cosa que no les había sorprendido porque en cuarto curso se lo habían dicho. Él se lo contó a sus tíos y primo. Vernon se desmayó. Harry también, cuando lo supo, pero no era algo que admitiría.

-Ya, sé que es abrumador, Cachorro. Pero la información es necesaria.

-Tanto por querer una vida lo más normal posible a partir de ahora... -Suspiró el joven mago.

Todos se centraron en sus tés durante unos minutos.

Sirius lo entendía. Él también estaba un poco sacudido. Nunca esperó que su ahijado fuera un dracken.

-Entonces... -Comenzó cuando parecía que los cuatro estaban más tranquilos. -Hay que hablar de dominantes, sumisos, compañeros y esas cosas... Y la verdad, sé algo, pero no quiero dar información errada así que...

Lo más común eran dominantes masculinos y sumisas femeninas, pero también existían, aunque en menor número, dominantes femeninas y sumisos masculinos.

Explicó que dependiendo de lo poderoso que fuera Harry, ya les había quedado claro a todos que era un sumiso, más dominantes necesitaría.

Que los drackens entraban en ciclos de calor, que eran comunes los embarazos de múltiplos y que sobre todo, no le podían decir a nadie qué eran porque eran perseguidos y codiciados por cazadores furtivos que cosecharían sus órganos, sangre, escamas... Todo lo que pudieran para pociones, rituales, hechizos o... como exhibición.

No pudo entrar en más detalles porque no sabía todo, pero había un consejo de ancianos que podrían ayudar a navegar por todo esto.

-Ellos podrán decirte más, o darte material de lectura. Los libros sobre eso que quedas encontrar, serán inexactos porque son los aprobados por el ministerio. -El mago adulto frunció el ceño. -Tú no te preocupes. Encontraré a ese consejo de vejestorios para ti y te ayudarán. -Abrazó con fuerza a su ahijado. Era el hijo que nunca tuvo... Bueno, quitando... Pero ese era otro asunto en el que no podía centrarse ahora. Harry era como un hijo para él y se alegraba de poder cuidarlo. Mejor tarde que nunca y ayudaría en lo que pudiera y haría todo lo posible porque bastante le había fallado ya. Tenía suerte de que hubieran encontrado a Pettigrew la rata y había sido exonerado por fin.

-Gracias, Sirius. Yo... Estoy un poco nervioso, asimilando todo. No es algo que haya esperado. -Admitió.

-Estarás bien. No estás solo, cachorro.


Fue un poco difícil de asimilar para todos, era como si hubieran entrado en un mundo totalmente desconocido.

Pero Petunia se enderezó, se levantó, y comenzó con el desayuno.

-Vamos, es el cumpleaños de Harry. Algo diferente, pero merece su día especial.

Sirius estuvo de acuerdo y accedió a pasar el desayuno con ellos.

Prefería ponerse a buscar la ayuda para su ahijado cuanto antes.

-Desayunemos. No vamos a resolver nada con el estómago vacío.

Harry sentía mucha desazón así que el hecho de desayunar le parecía una tarea monumental. ¿Pero qué iba a hacer? ¿No comer?

Trató de hacerlo, pero la incertidumbre le había encogido el estómago.

¿Qué pasaría? ¿Cómo cambiaría su vida?

Pensó que tendría una vida normal por fin... Y sucedía esto.

Solo su suerte.


Cuando Dudley acababa de fregar los platos, alguien llamó a la puerta.

-¿Esperáis a alguien? -Sirius preguntó.

Los Dursley negaron con la cabeza.

-¿Has llamado a alguien para que venga? -Petunia le preguntó al animago.

Él negó.

Vernon ya había ido a abrir.

En la puerta había un hombre desconocido vestido con un elegante traje.

-Buenos días, Señor. ¿Harry James Potter vive aquí?

Vernon frunció el ceño, sospechoso.

¿Para qué querría alguien ver a Harry?

Y justo hoy, con su... Pequeño problema escamoso.

Quizá fuera como cuando le llegó su carta de Hogwarts y alguien vino a explicarles en qué consistía la escuela, cómo llegar al callejón, cómo cruzar al andén e incluso cómo llegar al hospital de magos.

¿Este hombre vendría a hablarles del asunto draconil?

Sirius vino a curiosear y Vernon le dejó ocuparse del tema.

Estaba mejor preparado para lidiar con la situación.

Tras algunas palabras susurradas Sirius le hizo pasar.

Dumbledore les había dicho que nadie que quisiera causarle daño a Harry atravesaría las barreras mágicas, pero ¿quién sabía? No, mejor ser precavidos.

Tras las presentaciones y ofrecimiento de té, el recién llegado tomó una silla enfrente de Harry.

-Buenos días. -Repitió. -Mi nombre es Achilles Sutton. Soy un anciano del consejo dracken y vengo a hablar de...

-¿Mis nuevos atributos reptilianos? -Harry inquirió.

-Exactamente. -Sonrió.

-¿Y cómo sabes sobre eso? -Petunia quiso saber.

No iba a permitir que un desconocido les dijera mentiras e hiriera a Harry. Cuando su hermana murió y le trajeron a su sobrino, hizo la promesa de cuidarlo y amarlo como si fuera su propio hijo.

-Tras algunos problemas con jóvenes drackens recién heredados que no conocían nuestro mundo y provocaban por accidente que algunos cazadores los capturaran o que se volvieran locos por no saber qué hacer, buscamos el modo de saber cuándo alguien entraba en su herencia dracken. -Explicó.

Le dio un sorbo de té y continuó hablando.

-Entonces un viejo amigo nos habló del libro de su escuela en el que los niños que hacían magia por primera vez quedaban automáticamente registrados y una carta les llegaba.

-¿Dumbledore? -Sirius preguntó.

Achilles se limitó a sonreír.

-El libro lleva en marcha cincuenta años y va maravillosamente. El libro nos avisa de un nuevo dracken y uno de nosotros va a la casa y explica la situación.

-¿Y nadie puede leer ese libro? ¿Y si lo roban? ¿Y si lo encuentra quien no debe? -Dudley cuestionó.

-Hay muchas medidas de seguridad. Solo los ancianos podemos leerlo y hacemos un voto sobre nunca revelar nuevos drackens a nadie.. Que no sean los guardias drackens en caso de que la situación del joven dracken sea difícil y se necesite un rescate.

-Son muchas cosas... Y aún no hemos empezado con lo que me afecta directamente. -Harry suspiró.

-Lo sé, joven. Pero es mejor saber todo ahora y no encontrarse con sorpresas después. ¿No te parece?

Harry tuvo que darle la razón aunque en ese momento solo quisiera tumbarse en su cuarto, cerrar los ojos y fingir que nada de eso estaba sucediendo.

-Cuando alguien deja de ser anciano, ya no puede leer el libro de registro dracken. Además está en una sala en la que solo pueden entrar los ancianos.

-Eso es tranquilizador. -Petunia adnitió.

-Ahora necesito que respondas a algunas preguntas para mí. ¿De acuerdo?

Harry asintió.

-Hablemos de tus alas y el color de tus escamas. Es para determinar si...

-Si soy dominante o sumiso. Sirius ya me ha explicado algunas cosas.

El consejero miró curioso al animago.

-Ayudé a escapar a algunos drackens durante la guerra y aprendí algunas cosas. -Respondió a la pregunta tácita.

-Entiendo. -Sacó un pequeño libro que le tendió a Harry.

-Voy a explicarte todo, pero aquí puedes leerlo. Si pusieras una gota de sangre en la runa dorada... Eso evitaría que alguien más pudiera leerlo.

-Eso haré. Es una medida de seguridad que nunca viene mal. -Harry acordó.

Achilles sometió a los Dursley y Sirius a un hechizo de secreto para que no pudieran rebelar nada de drackens ni queriendo ni por accidente.

Entonces procedió a explicar muchas cosas que Harry prefería no saber... Porque si no lo supiera entonces no sería un sumiso dracken que tendría que tener reuniones para elegir a sus dominantes, un periodo aún no determinado entre calor y calor que duraría diez días si era fértil y seis si no lo era.

La comida también era un problema. Querría carne cruda o poco hecha durante un tiempo. Luego querría granos y cereales y antes de que empezara su calor favorecería las frutas y verduras.

Era demasiado. Y tenía que empezar sus reuniones de inmediato.

Su tía casi perdió la cabeza cuando se enteró de que su sobrino podría quedar embarazado antes de terminar la escuela.

Debido a su gran poder necesitaría más de un dominante.

El anciano del consejo le preguntó si era virgen. Eso le mortificó, porque ¿en serio tenía que decirlo? No quería.

-Sí, soy virgen, Señor.

-Bien. Es que si un sumiso o dominante femenina tienen relaciones íntimas con un humano, quedarán automáticamente estériles. Los padres drackens o que saben sobre drackens les echan un hechizo a sus hijos para evitar... Accidentes. Así, si mantienen relaciones con humanos, no quedan estériles. Porque a veces... Esas relaciones no son consentidas y... Los adolescentes quieren experimentar a veces... El hechizo deja una runa en la pelvis y cuando el esperma humano atraviesa...

-Vale, vale. Lo pillo. Una barrera o lo que sea impide que eso atraviese lo que sea y ya. -Harry gimió.

-¿Quieres que te lo lance? Solo funciona con drackens... Se puede lanzar cuando el pequeño o pequeña tiene dos meses. Dura hasta que el dracken que lo lleva fallece.

-Lo quiero. Y quiero aprender a lanzarlo por si... Bueno, por si tengo hijos.

Petunia hizo un sonido como un ratón siendo aplastado.

Ella no quería esto para su sobrino.

Él tenía que ser libre para ser lo que quiera, no ser atado a a saber cuántas personas dominantes que querrán hacerle bebés.

Estaba indignada pero no había nada que pudiera hacer.

-Iremos a un lugar privado.

-Os acompaño. -Sirius dijo.

No iba a dejar a su ahijado solo con un desconocido.


Los Dursley guardaron silencio mientras Harry, Sirius y Achilles se encargaban del hechizo.

A Vernon le tranquilizaba que Harry no estuviera solo con ese desconocido, anciano del consejo o no.

-Esto va a cambiar mucho las cosas. -Petunia suspiró cuando volvieron.

-Lo sé, pero nos adaptaremos, como siempre lo hemos hecho. -Vernon envolvió un brazo alrededor de los hombros de su esposa.


-¿Dónde queréis que se celebren las reuniones?

El señor Sutton había explicado que lamentablemente los Dursley no podían acompañar a Harry ya que eran muggles. Sirius se había ofrecido inmediatamente. También les acompañaría Achilles como anciano del consejo.

-Podemos tenerla en mi casa.

-No, no quiero que un montón de gente sepa dónde vives. ¿Y si los rechazo y quieren represalias? No, prefiero tenerlas en el consejo. -Harry dijo firme.

-Pero será mañana. Harry tiene un cumpleaños que celebrar. -Vernon comentó.

Harry sonrió por primera vez en horas.

-¿Y qué es?

-No seas impaciente, ya lo sabrás.