Ubicada en la ciudad de Moscú, Rusia. Se erguía una antigua abadía, que a simple vista aparentaba ser un edificio histórico más.

Pero lo que nadie sabía, ni sospechaba. Era que ahí dentro, se llevaban a cabo crueles entrenamientos y experimentos en niños que la sociedad había dejado en el olvido.

Dentro de aquel lugar, una chica de aproximadamente 15 años corría desesperada por los oscuros y húmedos pasillos. Su rostro estaba manchado, su larga cabellera desordenada y sus ropas desgastadas.

Únicamente detenía su marcha para abrir cada puerta que encontraba. Pero al no ver lo que buscaba, cerraba la puerta y continuaba su camino.

—¡Maldición! —exclamó desesperada. —Tengo que encontrar a Colmillo para poder salir de este maldito lugar —dijo para sí, tras cerrar la última puerta que encontró.

Sabía perfectamente que su fuga no había pasado inadvertida. Podía escuchar el sonido de la alarma resonando en toda la abadía. Acompañado por el eco de las pisadas de los guardias, que seguramente estaban buscándola en cada rincón.

—¡Ustedes vayan por ese camino y encuéntrenla! —ordenó uno de los guardias de alto rango a sus subordinados.

—¡No irá muy lejos, señor! —aseguró uno de ellos.

Pues dentro de la abadía era bien sabido, que por muy lejos que alguien consiguiera llegar en su intento de fuga, tarde o temprano sería capturado.

Una de las razonas principales de eso, era que por todo el lugar había cámaras ocultas con las que se mantenía bajo vigilancia cada zona.

—¿En verdad piensas que te será tan fácil escapar de mí, querida Lucy? —cuestionó en tono burlón un hombre cuyo rostro permanecía oculto en las sombras, mientras observaba atentamente los pasos de la joven, desde la sala de monitores.

—¡Demonios! —exclamó con desesperación la joven, al sentir que su cuerpo estaba llegando a su límite.

Sabía perfectamente que, si quería tener alguna oportunidad de escapar. Debía salir cuanto antes de los pasillos plagados de cámaras. Pero se negaba a irse sin su preciado compañero.

Cuando dobló a la izquierda por el pasillo se detuvo en seco, pues se había topado con tres guardias.

—¡Es ella! —gritó uno de ellos, mientras la señalaba.

—¡Deprisa, no la dejen escapar! —exclamó otro.

Por suerte para Lucy; gracias a la adrenalina su cuerpo reaccionó con rapidez, consiguiendo dar media vuelta para echarse a correr, de vuelta por donde había llegado.

Podía escuchar que los guardias comenzaban a alcanzarla, pero mantenía la esperanza de perderlos al bajar al siguiente nivel.

Corría tan rápido como sus cansadas piernas se lo permitían.

Y justo cuando creyó que lo lograría, parte del techo colapsó intempestivamente.

—¡No! —gritó desesperada. Pues los escombros habían bloqueado su camino, destruyendo así toda posibilidad de escape.

—Hmm… Fin del juego, Lucy —expresó con gran satisfacción el hombre que vigilaba desde los monitores, cuando vio como era acorralada y apresada.

—¡La tenemos, señor! —resonó la voz de uno de los guardias, a través de un altavoz.

—¡Excelente! —expresó satisfecho.

Y unos minutos después, los guardias ingresaron a la sala de monitores con la joven fugitiva que seguía oponiendo resistencia.

—¡Suéltenme! ¡Exijo que me suelten! —gritaba mientras forcejeaba con los dos guardias que la tenían sujeta por los brazos.

Entonces, el repentino eco de unos aplausos que resonaron en la sala la hizo callar.

—¡Querida Lucy! Debo admitir que esta vez lograste llegar mucho más lejos que en tus otros intentos de fuga —comentó divertido el hombre que la había estado vigilando desde los monitores. —Admiro tu determinación, pero en verdad me pregunto: ¿Cuándo te cansarás de intentarlo?

Lucy lo miró desafiante, pero él la ignoró. Y manteniendo una actitud reflexiva, comenzó a caminar alrededor de la habitación.

Y tras un breve momento de silencio comentó:

»Te diré algo que quizás te interese… Recientemente la BBA nos ha solicitado que te unas a su equipo. Quieren que participes con ellos, en el campeonato mundial de beyblade.

—¡¿Qué?! —preguntó entre confundida y sorprendida. Pues no entendía cómo era posible que la BBA hubiera dado con su ubicación, pero sobre todo se preguntaba: ¿por qué la querían a ella?

El hombre sonrió complacido en cuanto vio que había conseguido captar su atención

—Debo confesar que cuando la BBA me lo solicitó, me tomó por sorpresa... Admito que iba a negarme —confesó—. Pero entonces…, pensé que sería interesante acceder a cumplir con su petición —decía esbozando una sonrisa maliciosa. —Así que quiero que te unas a su equipo para que reúnas toda la información posible sobre sus técnicas de juego; pero sobre todo…, debes averiguar todo lo que puedas sobre sus bestias bit.

—¿Y qué te hace pensar que quiero ayudarte? —le espetó ella.

—¡Oh…! Estoy seguro que encontrarás algo interesante en su equipo —aseguró en tono burlón.

Pero al ver que sus palabras no la tenían muy convencida chasqueo los dedos. E inmediatamente otro grupo de guardias ingresó a la habitación empujando una gran jaula metálica.

—¡No! —gritó angustiada al ver a su preciado amigo inconsciente dentro de la jaula.

—¡Creo que entenderás que si te rehúsas ha hacer lo que digo, tu querido amigo formara parte de mis experimentos! —aseguró sonriendo maliciosamente.

—¡No, no le hagas daño a Colmillo! —suplicó desesperada. —¡Haré lo que me pidas! —le aseguró dejándose caer de rodillas.

—¡Excelente! Jaja.