Después de muchos años, vuelvo a escribir una historia de mis OTP de toda la vida que es el Drinny.
Con un enfoque diferente, quiero hacer algo simple y que te saque una risa al leerlo, más si tenes treinta o más, capaz te sientas identificado con algunas cosas. Por último, los capítulos tienen el nombre de las canciones que los inspiraron o que van con el tema del mismo, sugiero escucharlos cuando los lean.-
Capítulo I
Nothing In My Way - Keane
-.-.-.-.-.-
Levantarse.-
Desayunar.-
Ir a trabajar.-
Ir a entrenar tres veces a la semana.-
Juntarse con amigos los fines de semana.-
Dormirse temprano el domingo.-
Repetir hasta el fin de sus días.-
Draco cerró sin ganas su portafolio. Casi en automático. Como iba su vida, en automático.-
Se fue junto a la marea de magos y brujas que abandonaban el Ministerio todos los días a las 16 hs., del día jueves. Esos pensamientos siempre lo agobiaban más los jueves que cualquier otro día. Los lunes y martes estaba demasiado ocupado con los pendientes de la semana anterior como para pensar. Los miércoles solían traer un curso, una capacitación o el típico corte de semana con sus amigos en algún pub de Londres que hacían ese día más leve. Pero los jueves lo encontraban cansado, estresado y cuestionandose por que esperaba tanto el fin de semana.-
¿Sería que así iba a ser su vida por el resto de sus días? Era una pregunta muy dramática y extremista. Pero Draco Malfoy era una persona dramática y extremista, a su manera.-
Una bruja de cabello color rojo y un uniforme particular que no consiguió identificar le pasaron por al lado, empujándolo hacia delante. Casi se cae en la salida equivocada del ascensor. Se veía que llevaba prisa. Suspiro. Ya ni eso podía enojarlo ese día. ¿Eran los días grises de Londres o su falta de motivación en la vida lo que lo tenían así? Pansy lo hubiera culpado en la luna y sus constantes cambios en el cielo, que aparentemente afectaban los comportamientos y emociones humanas a un nivel emocional y psicológico que las personas no ilustradas en el tema no consiguen identificar. Pansy solía ir a que le leyeran las cartas y a sesiones de destrabes energéticos. Ella solía creer en esas cosas y pugnaba por que él las creyera también. A veces Draco elegía creerlas, a ver si así se le hacía un poco más leve todas las cavilaciones que rondaban su cabeza un jueves en la tarde.-
Todavía algún que otro mago le dirige una mirada de enojo, una mirada de resentimiento, una mirada de ¿Qué haces aquí Malfoy? Deberías estar en Azkaban. Las reconocía porque llevaba años recibiendolas y ya eran moneda corriente en su día a día. Más aún trabajando como abogado en el Departamento de Cooperación Mágica del ministerio de Magia británico. En ocasiones él también se cuestionaba su lugar en esa nueva sociedad mágica donde su apellido no significaba nada más que molestia. Y por decir en ocasiones quería decir casi siempre. Solo que como el pensamiento vivía en el fondo de su mente, no solía salir a flote tan seguido. Excepto los jueves, donde claramente estaba más melancólico y sensible que nunca.-
Abrió su paraguas. Llovía en Londres, para variar. Podía ver a los magos y brujas que habían tomado ese camino. Eran pocos. La mayoría usaba los polvos Flu para ir a sus hogares. Pero algunos como él habían dejado de confiar en ese método de transporte mágico y habían optado por opciones más simples. Como aparecerse. O como tomarse el metro muggle. Luego del incidente del año pasado, Draco había sido sentenciado a la prohibición preventiva de Aparición por el término de seis meses. Llevaba solamente tres.-
Se sumergió en una nueva marea humana. La de muggles que usaban el metro para llegar a sus hogares. Sonrió de lado para sí mismo. Si su yo de la adolescencia lo hubiese visto, le hubiese dicho tantas cosas. Hubiese estado rezongando y hablando fuerte sobre lo horrible de ese medio de transporte y de lo horrible que eran los muggles en sí. Que no merecían compartir los mismos espacios que los magos, ni siquiera el mismo aire. Que nosotros éramos mejores, ellos peores. Que cabeza de termo que había sido.-
La realidad es que la marea del metro no era muy distinta a la marea que lo había acompañado a la salida del Ministerio. Es más, en su fuero interno, consideraba que la ropa de los muggles solía ser mucho más interesante que la de su propia comunidad. Moderna y con estilo, él también había optado por ese tipo de prendas. Sabía que los muggles eran observadores de la ropa ajena en demasía por las cosas que veía en esos aparatos llamados celulares que todos tenían todo el tiempo. Él parecía ser el único sin uno. Los había investigado y los había encontrado sumamente interesantes y prácticos. Otra vez su yo del pasado se revolcaría en la tumba de sus recuerdos si supiese que estaba interesado en artefactos muggles. No obstante su intento de modernización, sus ideales anteriores habían impedido que se consiguiera uno. Sus ideales y la opinión de sus padres. La sonrisa se le borró al instante.-
Varias paradas después había llegado a su destino. La casa que su familia había logrado salvar bajo otro nombre de la confiscación masiva que se había hecho sobre las propiedades de los Malfoy se ubicaba en Mayfair, cerca del Hyde Park. Una zona de mucha elegancia, opulencia y un aburrimiento atroz. Lo único que la hacía toleraba era el parque cerca, donde todo tipo de personas, ya fueran residentes o turistas, hacían todo un poco más diverso.-
Draco se había mudado hacía poco más de un año. Los primeros meses se había mantenido ocupado decorando el lugar junto con su madre. Ella se había engañado pensando que el motivo por el cual su hijo había dejado la Mansión era porque estaba pensando en formar una familia. Lo sabía por las constantes insinuaciones que le había hecho. Él nunca le había dicho nada porque odiaba decepcionarla. Sus silencios lo hicieron por él, y cuando ya hubieran acomodado todo y no hubieron invitaciones a cenar, su madre volvió a ocuparse de su jardín en la Mansión y se encargaba de visitarlo sin aviso esporádicamente su nuevo hogar.-
Los mejores recuerdos de su infancia y las peores memorias de su vida convivían en el mismo lugar y eran simplemente imposibles de conciliar. De repente sus sueños volando sobre el bosque detrás de la Mansión se volvían pesadillas donde caía sobre la mesa del comedor y era torturado por una serpiente. Obviamente la mesa del comedor había sido una de las primeras cosas en destruirse luego del juicio y en la época de la "restauración", como le gustaba llamarla. Sin embargo, los sueños mezclados con pesadillas se aparecían siempre que estaba allí, lo cual lo había llevado a vivir solo.-
Pero no tenía que preocuparse por las tareas hogareñas ya que su madre había conseguido que un elfo doméstico todavía quisiera trabajar para ellos así que para ayudarle iba a Mayfair una vez por semana. Su padre se había puesto blanco de ira cuando supo que tendría que pagarle y darle vacaciones. Ese día había sido una cachetada de la nueva realidad que vivían.-
Como todos los jueves se había servido su vaso de whisky de fuego de veinticinco años para descansar delante del fuego. Como un viejo, le dijo su consciencia. La realidad es que si, vivía como un viejo pero es que siempre estaba cansado. ¿Eso era estar en los treinta? ¿Estar viejo, estresado y cansado? Encima tenía un libro esperando en la mesita al lado de su sillón de cuero negro. Bien, si todo eso no gritaba que estaba viejo, no sabía que lo hacía.-
Se pregunto que pensaría su yo de la adolescencia. ¿Sería su vida igual si las cosas hubieran sido diferentes en Hogwarts? ¿O con la guerra? Si hubiera ganado "su" bando. Ja. Ese no era su bando. Su bando eran su madre y su padre viviendo felices en la Mansión antes de todo.-
El horrible reloj de madera que su madre le había regalado y colgaba arriba de la chimenea estaba dando las diez. ¿Las diez? ¿En qué momento había pasado tan rápido la hora? En un momento había pasado de llegar del trabajo a tener que acostarme para volver a ir. Solo había leído su libro, cenado, y sumido en sus pensamientos por un rato nada más. ¿O no? Se pasó la mano por el cabello, frustrado. Otro día de oficina lo esperaba mañana y no tenía ganas. Últimamente nunca tenía ganas de levantarse para ir a trabajar.-
Se fue a su cuarto que quedaba pasando una cantidad de cuartos que usaba para diferentes objetivos. Su estudio, el depósito, la habitación vacía. Algo lo detuvo. Del depósito se asomaba algo que había dejado visible. Visible por el Draco del pasado para el Draco del futuro es decir ese Draco del presente que lo estaba viendo en ese momento. Era su vieja guitarra. Rodó los ojos. Hacía semanas que debía llevar eso a la tienda de empeño. Sabía que sacaría un buen dinero por ella. Era una reliquia de los Black. Tallada en ébano, cosa extraña para una guitarra, la misma lograba brillar con un luz oscura.-
La tomó en sus manos, adaptando los dedos. Hacía años que no la tocaba. Muchos años. Unos veinte años por lo menos. Ya casi no recordaba las notas. La sostuvo un poco más y decidió llevarla a la entrada. Ahí sería imposible olvidarla.-
Pero la olvidó.-
Tuvo que pasar de nuevo una semana en su monótona vida para llevarla a la tienda donde pensaba venderla. Que le dieran lo que quisieran. Le daba lo mismo. Esa guitarra le había traído más problemas que otra cosa y quería sacarse cosas de encima. Mayfair era grande sí pero no como la Mansión para andar guardando cosas que no usaba. Además estaba particularmente decidido a gastarse el dinero en cerveza. Había sido una semana pésima. Le habían dado un nuevo caso para trabajar que no lo entusiasmaba para nada. La licitación y posterior contratación de un nuevo cargamento de pergaminos para las instituciones que dependían del Ministerio y para dicho Ministerio en sí. Era mucho dinero y había que hacerlo bien. Era un tema de contabilidad tedioso que él odiaba y que no correspondía a su departamento pero como los de legales de contabilidad estaban hasta el cuello, recurrieron a él. Le habían ordenado a él hacerlo.-
Una carrera de grado en Oxford, un posgrado en Francia, cinco años de experiencia en ese Departamento y hablaba fluido tres idiomas. Un buen currículum para cualquiera menos para él. Él seguía siendo el che pibe de la oficina.-
Por ir pensando en como la meritocracia no funcionaba en ese nuevo orden social había terminado pisando una baldosa suelta y arruinado su inmaculado pantalón gris. Suspiró hondo para no maldecir al primer infeliz que se le cruzara. Con el pie mojado fue que entró donde hacía meses se olvidaba de ir.-
La tienda de empeño que funciona en el Callejón Diagon tenía tantos años como telarañas que le colgaban de las esquinas. Bibliotecas eternas surgían a la derecha y una mesa llena de artefactos relacionados a la escritura se lucían en la mesa principal. De las luces del techo habían diferentes tipos de lámparas. Clásicas, victorianas, de oro, de cobre. Ese lugar no necesitaba presentación, ni promoción ni un anuncio en El Profeta. Cualquiera que entrará allí podría notar su valor.-
Tampoco había sido destruido ni había necesito remodelación o reconstrucción. Era uno de esos lugares que parecían no haber sido tocados por la guerra, ninguna de ellas, y se había mantenido alejado de los contratiempos sociales contemporáneos. Era ajena al mundo como el mundo era ajeno a ella.-
Lo atendía la misma anciana que había conocido de niño cuando solía ir allí con su padre. Más para comprar antigüedades que para venderlas. Su padre había sabido ser un coleccionista importante y ahora su hijo vendía uno de los pocos tesoros que quedaban de la extinta familia Black. Por supuesto que sus padres no sabían nada de todo eso. Ellos ni siquiera debían recordar la existencia de tal instrumento.-
-Oh, joven Malfoy, que placer verlo de nuevo. Ha pasado mucho tiempo.- La anciana era ajena al tiempo y, parecía ser, también a las noticias. Se relajo un poco al pensar que todavía existía alguien en Inglaterra no le importaba que él fuese un Malfoy.-
-Madame.- La saludo con una reverencia de cabeza cordial y ella hizo lo mismo. Dejó la guitarra sobre la mesa y espero que ella hiciera lo suyo.-
La anciana había sacado su varita y la examinaba. No iba a encontrar restos de magia negra allí pero tenía que examinarla de cualquiera manera. Había sido de la familia de su madre después de todo. Siempre podía haber algo oculto.-
Draco quería grabarse su imagen por última vez. La madera negra, las cuerdas de plata, los detalles grabados en la parte de atrás en un negro que solo podía verse a la luz de la luna. La tomó por última vez en sus manos y la hizo sonar. El sonido salió limpio y hermoso, llegando a todos los rincones de esa tienda. Nada desafinada. Era mágica después de todo. La anciana le sonrió mientras le instaba a colocarla nuevamente sobre la mesa. Estaba a punto de decir su precio cuando alguien la interrumpió.-
-Por Merlín, es la guitarra más hermosa que vi en mi vida.-
No había escuchado a alguien más entrar. Supuso que ella debía estar de antes allí dentro y él no la había notado. No era poco frecuente que eso sucediese. El mismo se había perdido ahí dentro de niño. Era un lugar para perderse y pasar desapercibido. Estaba acostumbrado a los comentarios pero no a que alguien sin disimulo y decoro fuera hasta el mostrador para tocarla. Menos unas manos como aquellas, callosas y con las uñas demasiado cortas para no ser comidas.-
-Disculpa, ¿podrías no tocarla? Es muy delicada.- Intento sonar civilizado pero sabía que había sonado arrogante y enojado. No podía evitarlo. Así había sido desde siempre. La gente malinterpretando su tono de voz.-
Se dio vuelta para mirar a la chica y descubrió a alguien de edad ambigua frente a él. Con una melena color zanahoria algo apagada y una remera de un equipo de Quidditch que no reconocía, la joven frente a él se paraba con dificultad y sostenía un bastón con su mano derecha, haciéndola ver aún más baja de lo que ya era. Eso lo confundía. ¿Era joven o vieja? Pero lo más extraño era la mirada que ella le estaba dando. Como si hubiese visto un fantasma. Estaba bien que era pálido y tenía una piel casi transparente ("puedo ver tus venas cuando te enojas" le había dicho Pansy una vez) pero tampoco era para verlo así.-
La anciana hizo como que nada pasaba y le comentó a la extraña que él pensaba vender la guitarra. Draco solo asintió cuando la chica lo observó esperando la confirmación. La pelirroja se había apoyado sobre el mesón principal. Lo que sea que tuviera le dificultaba caminar. La vio dudar unos segundos.-
-¿Cuánto?
-¿Qué?
-Qué cuánto por la guitarra.- Ella ahora parecía decidida. Si algo se duda había habido antes desapareció apenas él abrió la boca.-
Draco no pudo evitar mirarla de arriba abajo. Era una costumbre arraigada en él. Ella parecía desentonar con él, con la anciana y con la tienda en sí. Tenía el cabello revuelto, su capa tenía varias bolitas formadas en ella delatando su baja calidad, su camiseta de Quidditch, verde y dorado, parecía haber sido usada demasiadas veces. Se sentía frustrado por no recordar de qué equipo eran esos colores. Cuando volvió a verla a la cara ella estaba levemente sonrojada y echaba fuego de sus ojos marrones.-
Se acomodó un poco el saco antes de contestar. Esa mirada lo había puesto nervioso.- Vale 1000 galeones.-
Ella abrió los ojos. Por supuesto que no tenía para pagar eso. Volvió a dirigirse a la anciana pero de la nada apareció una bolsita cuyo sonido le hizo saber que eran monedas.-
-Son 1010. Puedes quedarte con el cambio.- Dijo ella mientras le sonreía con la sonrisa más sarcástica que había visto en años.-
Intentó no parecer sorprendido pero seguramente sus cejas lo traicionaron. No podía controlarlas como le hubiese gustado. Ya no tanto como antes. La anciana del mostrador no parecía para nada afectada de haber perdido un negocio.-
-Le va a encantar. Es una reliquia de la antigua familia Black.- Eso pareció generar algo en ella. Casi imperceptible.- Espero que la disfrute señorita Weasley.-
Señorita Weasley.-
Se golpeó la cara con las manos. Los del metro no le prestaron atención. Ya habían demasiados locos en Londres como para que él llamase la atención. Que lento había sido. Ese pelo y esa ropa. Tenía que ser una Weasley. Miles de recuerdos de la época de colegio lo invadieron. Recordó a los gemelos Weasley, que en secreto siempre había admirado por sus bromas y sus continuos intentos de perturbar el orden público. Realmente lamentaba que uno de ellos hubiese muerto. Quién sabe qué hubieran hecho de estar ambos vivos.-
Recordó al mayor, mordido por un hombre lobo y casado con la chica semi veela que había participado del Torneo de los Tres Magos. Recordó también al otro hermano, al loco de los dragones.-
Por supuesto que no podía olvidarse de Percy Weasley. Veía su cara con frecuencia en el Ministerio. Era insufriblemente insoportable. Sólo por eso sabía que jamás ganaría las elecciones para Ministro de Magia. Le faltaba carisma. Una parte de él también lo agradecía. Si un Weasley se hacía al mando del Ministerio estaba seguro que sacarían un decreto para que ningún Malfoy pudiese poner un pie allí dentro. Suspiró. Se acordó también del idiota Weasley. Porque había uno particularmente idiota que era el mejor amigo de Potter. Como olvidar semejante adefesio de mago. Luego estaba ella. La Weasley menor. La de los infames moco murciélagos. La jugadora famosa. La novia de Potter.-
Entró al pub de siempre y pidió la cerveza más fuerte que tenían. Pansy y Blaise no tardarían en llegar. Así que Weasley le había comprado la guitarra. Jamás en la vida habría sospechado que el día llegaría en que alguien de esa familia pudiese afrontar un gasto como los suyos. Pero ella lo había hecho. Ahora también entendía su mirada. Claro, para ella, el haberlo visto definitivamente debió haber sido como ver un fantasma. Ella lo había reconocido.-
Para cuando sus amigos llegaron, él ya iba por la segunda cerveza. Blaise lucía impecable como siempre. Vestido de diseñador y con esa actitud seductora que solo puede darte el haber sido hijo de una viuda negra. Por otro lado, Pansy había tenido un día horrible y estaba pésima. Pésimamente vestida, peinada y de pésimo humor. No obstante ella siempre conseguía parecer una reina, dominando a todos y todo con su mirada. Las ventajas de haber sido nacida y criada en ese submundo snob de sangre pura que ya casi desaparecía. Eran vestigios de un tiempo pasado.-
-La señora Bulstrode no sabe de moda.- Pansy diseñaba vestido de novia y de alta costura para la comunidad de clase adinerada mágica y muggle (para su pesar) de Londres.- Quiere el vestido más feo que he tenido que diseñar.-
-Estoy segura que podrás disuadirla, querida.- Dijo Blaise un poco harto de los berrinches de la castaña. Pansy cambiaba su color de cabello cada seis meses o cada vez que necesitaba recuperarse de una crisis. Lo cual era bastante seguido.- ¿Qué piensas Draco?
Prestó atención al dibujo que habían puesto sobre la mesa. No pudo evitar poner cara de asco, cosa que causó las risas de sus amigos. Realmente era un vestido feo. Demasiadas transparencias, cola de sirena y un escote profundo no le parecía que iban con una señora de casi sesenta años. No sabia que decir sin sonar gerontofobico.-
Por suerte no tuvo que decir nada porque el ejemplar de El Profeta que sobresalía de la mochila/cartera de Pansy lo distrajo. En él alguien volaba en escoba y luego caía. Alguien con un cabello largo y una cara con pecas. Le pidió a Pansy que se lo pasase y lo abrió con disimulo, después de todo estaban en un bar muggle.-
Allí en primera plana estaba la chica Weasley, cayendo de su escoba con una pierna inerte y una mirada de terror en su rostro.-
Un revés para las Arpías
Ginny Weasley, jugadora del equipo triple campeón de la Copa de la Reina, fue atacada el domingo por el guardián de los Chudley Canons, y se perderá el resto de la temporada.-
En una maniobra completamente anti deportiva, el capitán del equipo naranja perdió los estribos y tomó el bate del golpeador para lanzar una bludger hacia la famosa cazadora. El impacto sobre su pierna derecha fue tal que la desestabilizó en el aire y nuestra pelirroja estrella terminó cayendo a quince metros de altura.-
Tal comportamiento parece haber sido consecuencia de la posible eliminación de los Canons de la Copa de la Liga y la posibilidad de un posible descenso. Tal parece que fue demasiado para su capitán que a pesar de haberlo dado todo en la última temporada, su equipo no haya sabido acompañarlo, tomando esta medida tan drástica e innecesaria. Se espera saber más sobre sus sanciones.-
Según nos informan, la pierna de la señorita Weasley sufrió por lo menos una docena de fracturas y para su correcta recuperación deberá perderse esta temporada, de acuerdo al comunicado de prensa de las Arpías de ayer a la noche.-
¡Una verdadera lástima!
Deseamos una pronta recuperación a la señorita Weasley y buena suerte a las Arpías en su primera temporada en años sin su cazadora estrella.-
-Una lástima, ¿no es cierto? - Blaise lo sacó de su lectura.- El Quidditch dejará de ser tan interesante sin ella.-
Pansy levantó las manos al mismo tiempo que lo acusaba de exagerado. Draco volvió a la imagen de Weasley cayendo. Así que por eso usaba bastón. Cerró el periódico y se lo devolvió a su amiga.-
-Vendí la guitarra.- Les dijo mientras intentaba sonar relajado. Sus amigos hicieron silencio estupefactos.-
-¿La guitarra de los Black?
-¿La guitarra que tenías desde los doce años? - Asintió sin mirarla. No podía enfrentar a Pansy sensible e iracunda. En realidad no podía enfrentarla nunca pero ese era otro tema.- Draco, por Merlin, ¿cómo pudiste? ¡Era tu herencia familiar! Era única en el mundo. Eres un idiota, no puedo creerlo.- Estaba indignada y la entendía. Todo lo que decía era cierto.-
-¿Qué no puedes creer? ¿Qué la haya vendido o que sea un idiota? - Zabini como siempre echando leña al fuego.-
-Dadas las circunstancias, ambas cosas.- Pansy había cruzado sus brazos sobre su pecho y respiraba como un dragón. Se tomaba las cosas ajenas demasiado personal.- Tu madre no estará feliz de saber esto.-
Pensó que su madre ni siquiera sabía que él aún la tenía. Lo que no supiera no podía herirla. Espero a que se calmasen para continuar.- Bueno, ahora que se tranquilizaron, no van a creer quien me la compro.- Ellos solo lo miraron. Draco bajó la mirada al periódico y les señaló a la pelirroja. La imagen de ambos era digna de una foto, si hubiera tenido una cámara.-
Procedió a contarles el encuentro el cual si bien había sido breve y casi mundano, le había dado una buena suma de dinero que pensaba gastar en esos momentos. Claro que sus amigos se burlaron de que no hubiese reconocido a Weasley apenas verla pero ese era otro tema. Nunca le había dado mucha importancia en Hogwarts y la gente suele cambiar. Había que ver sino a Longbottom. No lo había reconocido la última vez que había estado en Hogsmeade. Blaise por su parte dejó claro que se acordaba de Ginny Weasley. Recordó su pequeño enamoramiento por ella en sus épocas de colegio. Algo que había irritado mucho a Pansy en aquellos tiempos. Ahora aprovechaba para molestarlo.-
Tampoco es que la hubiera reconocido como la jugadora famosa que era. No prestaba tanta atención a las noticias de Quidditch. Prefería escuchar las noticias en la radio. Le ahorraba tener que ir a comprar el diario a ese idiota del Ministerio que siempre lo miraba mal.-
Se despidió de sus amigos cuando ya no consiguió enfocar el vaso de cerveza que tenía enfrente. Era bien entrada la noche y las calles estaban repletas de muggles dispuestos a emborracharse y salir a bailar. Las noches de casi primavera iban sacando a la gente de sus cuevas.-
Pansy y Blaise se despidieron en el callejón que les permitía Aparecerse. Por eso había escogido ese bar. No solo porque en esa zona podía ser ellos mismos sin las miradas indeseables del resto de la comunidad mágica que pudiese reconocerlos, sino porque ese callejón les permitía ir a venir a su antojo. Por suerte Pansy podía Aparecerse sin ayuda. No se veía nuevamente teniendo que llevarla a su casa caminando con esos tacones que le daban una altura que no tenía. Un día iba a quebrarse el cuello. Los despidió sin mirar atrás. No soportaba los ojos de pena de Blaise.-
Caminar le daba algo de perspectiva y sobriedad. Estaba un poco lejos de su hogar pero no lo suficiente como para que considerara tomarse un taxi. Esa distancia le permitia envidiar un poco a su amigo. Él había hecho bien y se había refugiado casi completamente en el mundo muggle. Tenía un muy buen trabajo en una revista. Había entrado por su físico pero en poco tiempo había demostrado no ser solo una cara bonita.-
Era bien de madrugada cuando llegó. Fue a tomar agua. Estaba deshidratado de tanto alcohol. ¿Dónde había quedado esa juventud cuando podía salir tres días seguidos de fiesta y estar fresco como una lechuga? Claramente no estaba allí y menos en su cama, donde estaba acostado y el mundo le daba vueltas. Seguramente había caminado igual de chueco que Pansy, ahora que lo pensaba. Mantén un punto fijo, maldición. Iba a vomitar si no lo hacía.-
Para cuando había logrado evitar arrojar toda su cena por el inodoro, el cielo ya estaba clareando. Por suerte ese día era sábado y podría dormir hasta el mediodía. O más aún. Amaba dormir pero todo dependiendo de cuántas cosas había dejado sin hacer el resto de la semana que inexorablemente debían ser hechas en fin de semana. Sería un problema para su yo del futuro. Se había dejado acurrucar por sus suaves sábanas de algodón egipcio cuando escuchó un repiqueteo en su ventana. ¿Una lechuza? ¿Era en serio?
Agarró su reloj de muñeca que había dejado en la mesa al lado de su cama. Eran las ocho de la mañana, por Merlin, ¿quien podía molestarlo tan temprano un sábado a las ocho de la mañana? Eso debía ser ilegal. Si era ese maldito de Percy Weasley, adicto al trabajo, iba a pensar en la venganza de su vida. Estaba pensando en las mil formas de hacer sufrir a ese pelirrojo mientras se levantaba de la cama hasta su ventana. La maldita lechuza era insistente para su tamaño. Era mediana tirando a chica pero tenía mucha energía. Era de un color cobrizo lo que lo puso más colérico.-
Pero cuando tomó la carta de la pata del animal y no reconoció esa caligrafía, se extrañó. Quien fuera que le estaba escribiendo lo hacía en imprenta minúscula, con las letras grandes y juntas y un perfecto círculo sobre las "i". El animal no se iba y aparentemente esperaba una respuesta, no aceptando un "no" por respuesta. Con suerte y podía mantener sus ojos abiertos pero que lo partiera un rayo cuando vio el remitente.-
Malfoy,
¿Cómo diablos funciona esta guitarra? ¡No emite ni un sonido!
Dime cómo deshago el hechizo o devuélveme mi dinero.-
Saludos.-
Ginny Weasley.-
Pero Draco ya se había gastado ese dinero y no pensaba sacar de sus ahorros para pagarle a esa bruja tonta. Aunque tampoco podía pelearse con los Weasley por mil galeones. Bufo molesto. ¿Cómo que la guitarra no funcionaba? Si él mismo la había probado la semana anterior. Era imposible. ¿Sería una trampa? ¿Cómo sabía ella su dirección? ¿Lo tenían vigilado? ¿Por qué? Sacudió la cabeza. Estaba siendo paranoico. ¿Sería que quería devolverla? Tampoco le pareció probable. Ella había sido muy directa y asertiva en su decisión. Quizás demasiado… Quizás realmente quería devolverla. Suspiro. El tipo de cliente más decepcionante. De todos modos, lo que más le molestaba era que le escribiera un sábado a las ocho de la mañana. ¿Que no tenía amigos esa chica? ¿No salía de noche? Recordo su bastón y concluyo que estaba idiota por la falta de sueño.-
Estimada Srta. Weasley,
Lamento no haberle informado como funciona una guitarra Creí que era algo de público conocimiento.-
No obstante y para demostrar mi buena voluntad, estoy dispuesto a proceder a la devolución del dinero, siempre y cuando el instrumento continúe en buen estado.-
Puede llevarlo al Departamento de Cooperación Mágica del Ministerio el martes al mediodía.-
Sin otro particular, saludo a usted atentamente.-
Sr. Draco Malfoy.-
Se rio de su propia locura. Era la carta más sarcástica que había escrito en meses. Generalmente ser formal le salía naturalmente, no había sido difícil escribir ese texto pero conociendo a esa familia como lo había hecho sabía que ella iba a leer entre líneas su ironía. Sin embargo no podría acusarlo de nada. Estaba siendo correcto y cortés. Casi amable. Le entregó la misiva al animal que lo miraba curioso pero se fue sin más. Ni siquiera se dignó a cerrar bien la ventana y se desmayó en su cama.-
