Pequeño altercado
Una cálida y resplandeciente mañana daba inicio a un nuevo día en la ciudad de Kioto.
Tras haber realizado su rutina de siempre, Mikasa salió de su departamento y tomó la ruta habitual en dirección a la academia meneando levemente la cabeza al son de la canción que se reproducía a través de los audífonos. Faltando un par de cuadras se encontró con Sasha, y juntas continuaron su camino comentando lo que harían ese día.
—Seguramente continuaremos practicando la coreografía del programa libre.
—A ti te faltaba poco para completarla, ¿no? —dijo la castaña.
—Sí, aunque debo admitir que me ha costado más de lo que imaginé.
—Comprendo. Ayer estuviste a nada de caerte en tu cuádruple Salchow con los brazos extendidos sobre la cabeza.
—Me percaté de una falla de impulso al momento de despegar, pero ya la corregí y no volverá a pasar.
—Es bueno saberlo.
—¿Y tú? Hasta lo que vi te faltaba poco más de un tercio de la rutina.
—Y que lo digas —suspiró—. Elegir Blinding Lights como canción fue toda una hazaña, pero estoy segura de que lo conseguiré.
—Así se habla.
Hace ya una semana que comenzaron con las rutinas que presentarían en la primera competencia. Las correspondientes al programa corto ya estaban listas y solo era cuestión de seguir practicando, pero las que estaban asociadas al programa libre eran otra historia, ya que, al sumar once elementos y un tiempo de presentación más largo, requerían de una concentración y esfuerzo adicionales, aunque les daba la pequeña libertad de elegir, ellas mismas, los elementos que ejecutarían durante su estancia sobre el hielo.
En ello llevaban trabajando los dos últimos días, por lo que les faltaba todavía un largo camino hasta perfeccionarlo.
Entre charla y charla llegaron a la academia. Atravesaron las puertas, se dirigieron a los camerinos, se pusieron sus patines y guardaron sus pertenencias en los casilleros para luego salir y cruzar el pequeño corredor rumbo a la pista, pero a medida que se acercaba al final identificaron a alguien de pie apoyado en la pared y cruzado de brazos.
—¿Entrenador? —dijo Sasha al reconocerlo y se detuvieron.
—Buenos días —se separó de la pared—. Tenemos una reunión ahora. Hange les dará algunos detalles importantes, así que vayamos con los demás.
Ellas asintieron y retomaron su andar detrás de él. Una vez que llegaron, divisaron a los otros patinadores y entrenadores en el hielo, por lo que ingresaron también y los saludaron, recibiendo unas respuestas más efusivas que la otra.
—Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que estuvimos todos aquí —comentó Connie.
—No exageres. Apenas y han pasado unas pocas semanas —dijo Jean a su lado.
—Pues para mí ha sido una pequeña eternidad.
—Y eso que todavía falta el equipo de Nanaba-san —agregó Historia.
Ni bien terminó de decir eso, y como si hubieran sido invocados, apareció la entrenadora junto a sus aprendices.
—Me disculpo por llegar tarde —mencionó la rubia cuando se acercó a sus colegas.
—No te preocupes. Solo fueron un par de minutos —le respondió Erwin.
—Sí. Lo importante es que ya están aquí —sonrió Hange y se dirigió a los muchachos, quienes formaban una media luna al frente suyo—. Muy bien, queridos patinadores. Sé que se estarán preguntando por qué se les convocó a esta reunión, pero el motivo es simple: recibimos ayer por la tarde un comunicado del Comité Organizador Nacional de Patinaje, en el cual se exponen ya las fechas de las competencias de verano —murmullos expectantes se escucharon por algunos segundos—. Según se muestra en el cronograma —sacó una hoja de una carpeta que tenía a la mano— las participaciones en individuales se llevarán a cabo la segunda semana de junio, mientras que la de equipos quedó establecida para finales del mismo mes.
—¿Cuál será la sede? —preguntó Ymir.
—De acuerdo al sorteo que se realizó, este año se competirá en el Estadio Olímpico de Kioto. Patinadores de distintas partes del país vendrán, por lo que es nuestro deber, como ciudad anfitriona, quedar en lo más alto.
Las emociones empezaron a aflorar en el ambiente. Unos estaban ansiosos, otros con algo de temor y nervios, pero, en general, la convicción y el espíritu competitivo eran lo que más destacaba en aquellos jóvenes.
—Tengo una pregunta —alzó la mano Mina.
—Adelante.
—Mencionó algo relacionado a competencias por equipos. ¿Cómo se va a proceder en ese caso?
—Justo iba a ese tema —todos se quedaron en silencio y prestaron atención—. Como se tiene conocimiento, deber haber por lo menos un equipo representante de cada categoría. En el caso de la correspondiente a la juvenil, estará ustedes: Falco, Gabi, Udo y Zofía —miró a los aludidos, quienes asintieron con firmeza—. En este caso, tendrán la colaboración de Erwin para corregir aspectos básicos de coordinación.
Ellos miraron al rubio, y este les regaló una sonrisa reconfortante.
—Ahora, con respecto a la categoría senior —continuó la castaña—. En un principio se tenía planeado crear dos equipos: uno de mujeres y otro de varones, pero como a este último le faltaban integrantes se decidió formar uno mixto de cinco personas: dos varones y tres mujeres, los cuales serán elegidos en este instante.
—Pero… —intervino Marco—. ¿Es correcto que los competidores en individuales participen también en equipos?
—El reglamento no exhibe prohibición alguna en ese punto, por lo que es completamente válido —dijo Levi.
—En efecto. Además, tomando las palabras que mi querido colega alguna vez dijo, el trabajo en equipo es una cuestión importante y que no se debe pasar por alto —acotó Hange—. Esto, aparte de ser una nueva experiencia para muchos, también será una prueba para medir habilidades de coordinación y entendimiento mutuo, ¿está claro?
—Sí —respondieron todos.
—Excelente. Entonces… —sacó otra hoja de su carpeta—, paso a nombrar a los integrantes del equipo —todos se pusieron atentos—. Las dos primeras personas son Mikasa Ackerman y Sasha Blouse, quienes irán a la cabeza y serán el pilar y guía durante la ejecución del programa.
Las mencionadas asintieron y se posicionaron un metro más delante de sus compañeros.
—Los siguientes en la lista son… Jean Kirschtein y Marco Bott.
Ambos se ubicaron al lado de Sasha, y aunque se mostraron serenos y serios, por dentro seguían sorprendidos por haber sido elegidos.
—Y por último tenemos a… —se demoró un rato, llenando de suspenso a los candidatos—. Ymir.
—¡Bien! —lo festejó la pecosa y se colocó al lado de Marco, volteando a ver por unos segundos a Connie—. Gané —musitó, haciendo referencia a una apuesta planteada poco antes de la designación.
—Tch —chasqueó la lengua el muchacho en respuesta.
—Los ahora mencionados fueron elegidos de acuerdo a una evaluación hecha por nosotros donde analizamos la afinidad entre sus estilos —dijo Hange—. Connie, Historia y Mina. Ustedes quedarán como reserva en el caso de que algo suceda, así que estarán atentos.
—Entendido.
—Levi y yo estaremos a cargo de ustedes, pero por el momento eso es todo. Mañana empezaremos, así que prepárense porque no se los dejaremos fácil.
Dado por finalizado el comunicado, los patinadores se fueron con sus entrenadores a sus respectivas pistas y continuaron practicando las coreografías para la competencia individual, aunque fue inevitable, en especial para el equipo senior, pensar en su próximo desafío.
Al día siguiente, la jornada se desarrolló de forma habitual en la mañana, pero en la tarde se dio inicio a los nuevos entrenamientos. Hange se encargó de enseñarles la rutina que presentarían, mientras que Levi se dedicó a corregir diversos aspectos durante la ejecución de los elementos, enfatizando en los ángulos de elevación de pies y brazos para que armonizaran y se viera lo más coordinado posible.
Al ser el primer día, fue normal ver cuán difícil se les hacía a los chicos moverse al mismo ritmo. Mikasa y Sasha, estando al frente, lograron entenderse la una a la otra en unos pocos minutos, y aunque su coordinación destacó significativamente, tuvieron que ser paciente para que sus compañeros les siguieran el paso, modificando de vez en cuando la velocidad de los movimientos hasta que estuvieran en perfecta sincronía.
Las risas no faltaron ante sus deslices, en especial cuando se chocaban por no mantener la debida distancia, pero a medida que pasaron los días estos errores fueron disminuyendo hasta hacerse cada vez menos recurrentes.
Así se mantuvo la dinámica durante el mes de mayo, tanto para ellos como para los más jóvenes. En el caso de estos últimos, que ya habían regresado a clases, los entrenamientos se desarrollaron solamente en las tardes y durante los fines de semana, y aunque, en teoría, entrenaban menos horas, lograron adaptarse a su horario y sacar provecho del tiempo, sorprendiendo a los entrenadores con su arduo trabajo y llenándolos de satisfacción por lo impecable que su rutina estaba quedando.
—¿Cómo van nuestros muchachos? —le preguntó una vez Hange a Levi al llegar después de atender un asunto en Tokio.
—Bastante bien —respondió mientras miraba cómo realizaban un triple Toe Loop y lo aterrizaban limpiamente para luego realizar cinco giros sencillos—. El porcentaje de errores es casi nulo.
—Oh. Entonces ya están listos para la competencia.
—Se podría decir que sí.
—Debo admitir que me han sorprendido. Lograron sincronizarse en tiempo récord.
—También me percaté de ello, pero no es más que un resultado de su propio esfuerzo —miró a Mikasa realizar un giro Biellmann en medio del cuadrado creado por sus compañeros.
—Los jóvenes de ahora son muy audaces y asombrosos —comentó con convencimiento—. Por cierto, ¿has sabido algo del equipo a cargo de Erwin y Nanaba?
—Han progresado de una manera increíble. Los vi hace un momento y han logrado impresionarme con su manera tan agraciada y coordinada de patinar. Son unos mocosos muy hábiles.
—Si lo dices tú, no hay por qué ponerlo en duda —se cruzó de brazos—. ¿Sabes? Tengo la certeza de que llegaremos muy lejos en esta competencia.
—No solo en esta, sino también en las siguientes. El potencial de cada uno es enorme.
Sonrió: —Tienes razón.
Pocos segundos después los chicos terminaron sin tropiezo alguno. El azabache y la castaña los felicitaron y, tras algunas palabras adicionales de esta última, dieron por terminado el entrenamiento y se retiraron a sus hogares, llevándose la satisfacción de haberlo hecho bien.
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Llegó el último sábado antes de la competencia y Mikasa descansaba en su sala tras haber realizado su rutina de ejercicios y haber tomado una ducha. Mayu estaba a su lado recostada, y mientras se distraía leyendo un libro, recordó repetidas veces los últimos días en la academia.
Si debía resumir la experiencia en patinaje, diría que ha sido un reto bastante interesante y a la vez divertido, y aunque en algún momento llegó a tener sus dudas por nunca antes haberlo intentado, con cada entrenamiento aprendió un poco más sobre sus compañeros y sus estilos, llegando a compenetrar de una manera tan particular que la sorprendió sobremanera.
Sí, entrenar en la mañana las rutinas individuales y en la tarde la grupal era algo extenuante que la dejaba, al igual que los demás, completamente exhausta, pero valía la pena al ver los resultados favorables luego de cada jornada.
—Afortunadamente es solo una coreografía grupal —se lo comentó a Mayu y sonrió—. Si fuera como en los programas individuales, no saldríamos vivos.
Continuó su lectura por un largo rato hasta percatarse de la hora: 11 de la mañana. Dejó el libro sobre la mesa central y fue a cambiarse de ropa con el objetivo de dirigirse pronto a su lugar de trabajo, pero cuando terminó de ponerse su blusa el timbre de su celular comenzó a sonar, anunciándole una llamada.
Se estiró para tomar el dispositivo que yacía en el velador al otro lado y miró el remitente antes de contestar.
—¿Hola?
—¡Buenos días, Mikasa! —escuchó la voz de su jefe—. ¿Cómo amaneciste?
—Muy bien, gracias.
—Es bueno escucharlo, pero volviendo al motivo de la llamada…
—¿Ocurrió algo?
—Sí. Quería avisarte que, por el día de hoy, irás a trabajar en la sucursal. Una de las chicas sufrió un accidente, por lo que necesito que cumplas tu turno allá.
—Oh —dejó escapar con sorpresa—. Pero ¿está seguro? El establecimiento principal suele estar lleno en estos días…
—No te preocupes. Takeru, Aiko y yo nos las arreglaremos.
—Mmm… está bien. No tengo problema.
—¡Perfecto! Ahora mismo le avisaré a mi hija que irás. ¡Nos vemos mañana!
—Hasta pronto, jefe.
Colgó y, con las nuevas indicaciones dadas, guardó sus pertenencias y zapatos en un bolso y abandonó el departamento con sus amigos patines puestos, dirigiéndose hacia el suroeste.
Mientras recorría las tranquilas calles, rememoró la primera vez que fue al lugar para cubrir, asimismo, un turno por las fiestas navideñas. Ese día se caracterizó por ser muy ajetreado, teniendo a todos los empleados de un lado a otro, pero eso no fue impedimento para reconocer, entre la multitud de comensales, a los que fueron alguna vez sus compañeros de patinaje de velocidad cuando estaba en secundaria.
La sorpresa fue mutua, y tras un breve saludo amigable, conversaron por unos pocos minutos sobre sus carreras y ocupaciones, con ellos felicitándola y llenándola de elogios por los grandes logros obtenidos en el patinaje artístico.
Así como esta, experimentó muchas otras situaciones ahí mismo en el trabajo, encontrándose con alguno que otro conocido de la preparatoria y con algunos fanáticos que, al reconocerla de las competencias juveniles, la saludaban y le pedían fotos.
Esos detalles hacían que sus días laborales fueran más interesantes, por lo que esperaba que, en esa ocasión, no fuera diferente.
Tras un largo recorrido bajo la brisa fresca de la temporada, llegó a su destino. Se puso sus zapatos como era costumbre e ingresó al local, siendo recibida por el saludo efusivo de la encargada que le recordó enteramente a su jefe.
—¡Qué bueno que ya estás aquí, Mika! —le dio un rápido abrazo—. Hoy nos espera un largo día, así que ve a ponerte tu uniforme para empezar.
—De acuerdo.
Se dirigió por un corto pasillo al vestidor, tomó las prendas limpias de un anaquel y procedió a cambiarse. Al terminar llegó su compañera Mirai y la saludó, esperando a que también se vistiera para regresar juntas a donde la encarga las esperaba.
Siendo las doce del mediodía, poco a poco los clientes comenzaron a llegar hasta llenar el establecimiento. Mikasa se encargó de recibir las órdenes, llevarlas a la cocina y servirlas, intercambiando después la labor con Mirai para quedarse a atender la caja.
Al son de música tradicional, se sumergió de lleno en sus labores y no sintió el tiempo pasar. Al chequear su reloj luego de un rato supo que eran las 6:30 p.m. y, con las mesas limpias, se esperó la llegada de más comensales.
—Uff, hoy sí que ha habido bastante movimiento —comentó Mirai apoyada en el mostrador y frente a Mikasa.
—Tienes razón. A duras penas hemos podido respirar.
—Tal cual, pero es mejor así que ver las mesas vacías.
—Buen punto.
La campanita de la puerta sonó, anunciado la llegada de un nuevo cliente. Mirai se giró, y al verlo dirigirse a una mesa, volteó nuevamente hacia la ojigris.
—Es tu turno de atender —le tendió la libreta y el bolígrafo—. Mesa siete.
—Voy —tomó ambos objetos y se alejó del mostrador.
Mientras se dirigía al sitio, escuchó un pequeño alboroto provenir de la cocina y, por distraerse, el bolígrafo que movía entre sus dedos salió volando en la dirección a la que iba, cayendo cerca de la mesa. Se apresuró a recogerlo y se puso de pie, lista para tomar la orden.
—Buenas tardes, señor. ¿En qué le puedo serv…?
Alzó a ver de manera deliberada, pero las palabras murieron en su boca cuando se topó con unos ojos azules y una mirada que denotaba la más auténtica de las sorpresas.
Se quedaron unos segundos así, sin moverse, como si quisieran comprobar que la figura a su delante no era producto de su imaginación.
—¿Entrenador? —logró articular tras recuperarse, momentáneamente de la impresión.
—¿Ackerman? —respondió en el mismo tono incrédulo.
—Qué… inesperado verlo por aquí.
—Siempre frecuento este lugar. Me agrada el ambiente y la comida es buena, en especial su té —se encogió de hombros y la escaneó brevemente de arriba abajo—. ¿Y tú? No sabía que trabajabas aquí.
—En realidad, solo vine a cubrir un turno por el día a de hoy ya que suelo laborar en el restaurante principal —mencionó casi de forma espontánea, sorprendiéndose y reprochándose por haberse excedido en detalles.
—Ya veo.
—Sí… —siguió pensando en la coincidencia del encuentro—, pero ahora no es momento de hablar, así que… —volvió a ponerse en posición para escribir—. ¿Qué es lo que va a ordenar?
—Lo de siempre: té negro. Pero en esta ocasión agrega una orden de dangos.
La azabache asintió y lo escribió rápidamente.
—Ok, se lo traigo enseguida.
Dicho esto, se alejó y entregó el pedido a la cocina. Aprovechando la espera, le preguntó a la encargada si Levi, a quien miró de reojo, era realmente un cliente fijo, y ella lo afirmó, comprobando entonces lo que él le había dicho previamente.
Regresó a su mesa cinco minutos después y dejó la orden.
—Que lo disfrute —sonrió.
El azabache agradeció y la vio retirarse. Se dedicó a degustar sus platillos, pero no pudo evitar observarla de vez en cuando atendiendo a los clientes que iban llegando mientras más avanzaba la tarde.
Honestamente, seguía sorprendido por haberla encontrado en ese lugar. En primera, nunca imaginó que trabajaba (estaba más que convencido de que se dedicaba única y exclusivamente al patinaje), y en segunda, le pareció curioso cómo lograba transformarse al momento de interactuar con las demás personas y cuán atenta estaba a cualquier cosa.
"Cuánta diferencia a como suele ser durante los entrenamientos".
Era una faceta bastante interesante y peculiar de admirar, pero no tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo, y como tampoco era necesario, terminó su pedido y dejó el dinero sobre la mesa para luego retirarse silenciosamente.
Mikasa, quien había estado ocupada y hasta olvidó que estaba ahí, reparó en su ausencia poco después y se acercó a la mesa para retinar los platos y el dinero, entregando este último a Mirai para que lo registrara en la caja. Continuó con su labor hasta que dieron las ocho de la noche, y como la afluencia de personas había disminuido notablemente, la encargada le dijo que podía retirarse a su casa, agradeciéndole de antemano por su valiosa ayuda.
Tras volver a ponerse su ropa, se despidió de ella y de Mirai y abandonó el restaurante. El sol era apenas visible en el horizonte, por lo que se dejó guiar por él y tomó la ruta que la llevaría de regreso a su casa. Moviéndose de un lado a otro con sus patines, esperaba que el trayecto fuera tranquilo como en la mañana.
Sin embargo, estaba por suceder algo que le traería consecuencias inesperadas y significativas.
Habiendo recorrido ya la mitad del camino trajo a su memoria lo que hizo en aquella jornada en el restaurante, deteniéndose en la casualidad y la sorpresa de aquel encuentro con su entrenador. Esa era la primera vez que lo veía fuera de los entrenamientos, aunque ahora debía lidiar con el hecho de que descubrió a qué se dedicaba en sus días libres por culpa de su propia boca.
—Lo piensas demasiado. No tiene nada de malo que lo sepa —susurró para sí—, aunque su presencia me lleva a intuir que vive cerca…
—¡Louise!
Se detuvo justo en la esquina de una intersección de calles y escuchó aquel grito desesperado. Volteó a ver a su lado derecho y vislumbró a una pequeña niña que, ignorando el hecho de que el semáforo estaba en verde, cruzaba por ir detrás de su cachorro con un camión acercándose a toda velocidad.
Su cuerpo se puso en alerta y actuó de forma inmediata, picando en el suelo para ganar impulso y lanzándose rápidamente hacia la niña, agarrándola entre sus brazos y llevándosela consigo justo antes de que el vehículo, con el claxon sonando estruendosamente, la alcanzara por completo.
Aterrizaron justo en la acera y la niña, quien se había llevado un susto tremendo, comenzó a llorar.
—¡Louise! —se acercó la que, supuso, era la madre y la aludida se lanzó a abrazarla—. Ay, mi niña. ¿Cómo se te ocurre cruzar sin ver a ambos lados? ¿Por qué te separaste de mí?
—Lo siento… —alcanzó a responder entre espasmos y su mascota también se le acercó.
—Ya, ya —le acarició la cabeza y miró a la azabache—. Muchas gracias, señorita. De verdad.
—Descuide —se puso de pie—. Fue una reacción inmediata al verla en peligro.
—¿Está bien? ¿No se lastimó?
—Unos ligeros raspones, pero nada de qué preocuparse.
—Gracias una vez más. Usted es un ángel —dijo con los ojos humedecidos—. Vamos, Louise. Tú también agradécele.
—Gracias… —musitó y Mikasa solo sonrió.
—Es mejor que se vayan. Ya está oscureciendo.
—Así lo haremos —se despidieron y continuaron su camino, con el perrito volteando a verla de vez en cuando y moviendo la cola.
Volvió a sonreír y esperó a que desaparecieran en la lejanía, pero cuando se dispuso a querer seguir patinando, una ligera punzada de dolor se extendió por su tobillo izquierdo. En un principio no entendió a qué se debía, pero luego recordó que el camión golpeó levemente su pie en un intento de esquivarla.
"Rayos".
Movió su pie en círculos por unos segundos, y al percatarse que el dolor había disminuido, continuó moviéndose un poco más relajada y pensando que sería solo una cuestión momentánea…
¿O no?
