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Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, la historia es completamente mía

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Con una mirada aburrida el hanyo recogió la carta en el suelo y procedió a leerla ignorando las duras palabras del demonio atrapado en el árbol.

Al terminar de leer la última línea arrugó el ceño y procedió a hacer trizas todo rastro del papel con la aberrante noticia, dejando al mensajero tras de él soltando maldiciones en su nombre, haciendo énfasis en su miserable origen hanyo.

Naraku se burló y prestó su atención finalmente al insulto de demonio qué tenía atrapado.

Sin pensarlo, acabo con la mísera vida del mensajero, tomándose la libertad de separar cada una de sus extremidades entre gritos y maravillarse con el color rojo que goteaba, dejando una mirada vacía y muchas partes de él por todos lados.

Había alcanzado al mensajero cuando se encontraba relativamente fuera del perímetro principal de la fortaleza, y sin pensarlo interceptó su camino.

Para él era difícil aceptar sus debilidades, pero como semidemonio sus sentidos siempre iban un paso atrás qué los de un demonio de pleno derecho. Por lo tanto se dejó llevar en el momento en que noto la desagradable presencia de aquel engendro empezando a rodear y cambiar el aroma de la miko misma.

Estaba entrañable y extremadamente molesto.

Se limpio parte de la sangre que habia caído en su rostro e hizo una mueca pensando en cómo había descargado su ira en el demonio a sus pies, debido a su irracionalidad ahora tendría que pensar en cómo lidiar con la evidencia.

Notando qué la masacre había llegado a oídos y narices de otros, Naraku sintió la presencia de demonios carroñeros salvajes a su alrededor, escondidos por temor, pero deseosos de un pedazo.

El demonio de ojos Carmesí chasqueo la lengua, eso lo resolvía todo.

Y sin más dejo la violenta escena escuchando como los demonios terminaban por roer hasta el más pequeño de los huesos.

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Realmente no sabía cómo narrar esta escena. Qwq