Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.
10. El Entretenimiento.
Cardinale se despertó a temprana hora, como siempre, dispuesto a cumplir con la rutina que había manejado desde que regresó al Santuario. Contrario a otros días, ese era un día especial, puesto que después de meses Athena finalmente les mostraría un adelanto de su muy mencionada película.
Desde que había revivido, había visto como algo de poco sentido las formas en las que se entretenían en la actualidad. No entendía la premisa de sentarse por horas frente a la caja mágica para jugar uno de esos videojuegos, o series, o películas, o cualquier otra cosa que se hiciera a través de esas cajas.
Para Cardinale, era aburrido hacer eso, casi tanto como tener la cabeza pegada a la pantalla de uno de sus videojuegos portátiles, o correr el riesgo de quedarse sordo por utilizar los famosos audífonos todo el tiempo. Había algunas cosas del futuro que entendía, pero otras para él no tenían sentido.
Algunos de sus compañeros solían decirle que era un aburrido por no entender la complejidad de cosas como el cine o las series de televisión, incluso la música y cómo su evolución había permitido que cada individuo escuchara sus propios géneros musicales. Pero para él, nada se comparaba a ver una obra teatral en vivo o leer un buen libro que desarrollara la mente.
Sin embargo, ya que no tenía opción, debía adaptarse al futuro e intentar sobrevivir de la mejor manera. Eso significaba que debía aceptar las nuevas formas de entretenimiento y encontrarles el sentido.
Primero había intentando encontrar algún género o músico que considerara bueno, al menos digno de ser apreciado por él. Después intentó ver las series de las que Death Toll se había hecho fan,
No las entendía, por supuesto. Era complicado intentar mantener el hilo de la historia a una serie dividida en más de cien capítulos que trataban de diversas cosas, además de que no la podía ver seguido ni tampoco le agradaba la idea de ver todo un maratón, es decir, pasar horas y horas sentado frente a la caja mágica esperando a que algo bueno o interesante ocurriera.
—Eres un aburrido —le solía decir Death Toll cuando Cardinale se quejaba, explicando sus puntos de vista.
—Déjalo Death Toll, tal vez las series de televisión no son lo suyo. A mi tampoco me llama la atención ver una historia sólo semanalmente. Si pueden contar historias cortas, ¿por qué no resumir también esas? —lo defendía Shijima al principio, sin dejar su aparato de música.
—Tampoco le encuentro mucho sentido a mantenerme todo el día escuchando el mismo tipo de mística, o la música actual en general.
—... ¡Eres un aburrido!
Después de intentar adentrarse al mundo de las series, videojuegos, música e incluso juegos de mesa (que no le habían resultado tan aburridos pero sí tedioso después de un tiempo, una media hora para ser exactos), Cardinale había decidido darle otra oportunidad al cine, haciendo su primera incursión en la tan anunciada película de su diosa, o más bien, en las aventuras de los jóvenes que habían salvado al mundo incontables veces.
Mientras subía las escaleras al templo principal, acompañado de Afrodita, no pudo evitar externarle a su sucesor algunos de sus problemas con el entretenimiento actual, y lo poco que entendía a esas nuevas juventudes.
—Puedo entender tu postura con las series. A mí no me gusta verlas porque luego las cancelan y las dejan inconclusas —se quejó Afrodita, recordando sus malas experiencias y cómo había finales que jamás vería.
—Entonces sabes que no tiene sentido sentarse por horas frente a la caja mágica.
—Televisión —corrigió rápidamente Afrodita, como siempre que escuchaba el término incorrecto—. Pasa lo contrario con las películas: creo que las películas son más fáciles de sobrellevar… y falsas, sobre todo falsas —agregó a último momento, recordando lo que le habrá ocurrido a los electrodomésticos de Milo.
—¿No crees que acaban con el ingenio y la imaginación? Al mostrarte imágenes no permiten que crees tus propios escenarios.
—Eso depende, una buena historia fomenta los mejores escenarios. Incluso aunque te muestre la historia en general… A Shura, por ejemplo, le gusta una serie de películas de los años setenta llamada Star Wars, te muestra un mundo futurista, hay viajes a otros planetas, naves espaciales super avanzadas, espadas láser… La historia general está contada en las películas, pero eso no evita que personas como Shura imaginen cómo sería vivir en esa clase de historias.
Al escuchar a su sucesor, Cardinale se mantuvo en silencio, meditando sus palabras. Afrodita era muy inteligente en varios aspectos, era casi insultante que la gente valorara más su apariencia física (digna de todos los santos de Piscis, por puesto).
—¿Y qué hay de la película que vamos a ver ahora? Dijiste que no son reales, pero habla sobre personas que existen, estoy viendo a una de ellas —señaló Cardinale, frente a ellos iba Seiya hablando con su maestro.
—Hay películas basadas en hechos reales, justo ahora veremos que tanto está apegada a la realidad esta obra de Athena.
La otra iba a ser proyectada frente a la estatua de la diosa, dónde ya había varios santos, algunos comiendo palomitas, esperando a que todos llegaran para comenzar la proyección. Una vez que todos estuvieron en sus asientos, Cardinale se relajó en su lugar y mantuvo la mente abierta, dispuesto a disfrutar de esa forma de entretenimiento.
Podría no entender muchas cosas del nuevo entretenimiento, pero sí sabía que lo mejor de él era que podía compartirlo con las personas con las que convivía, la gente que podría considerar su familia.
Así, se sentó con los demás a ver la famosa película. A mitad de la misma, terminó por concentrarse más en las reacciones de los otros, los más jóvenes, quienes se veían cada vez más sorprendidos. Al terminar, la joven diosa se levantó de su lugar y miró con una sonrisa a sus hombres, esperando a que le dieran sus comentarios.
—¿Qué demonios fue ese final? —preguntó Deathmask.
—No recuerdo que pelearamos contra una estatua gigante —observó Aldebarán, entrecerrando los ojos.
—No lo hicimos —dijeron Mu y Shaka a la vez.
—¿De verdad te convertiste en un monstruo gigante, Saga? —le dijo Kanon a su gemelo con una sonrisa burlona, antes de estallar a carcajadas—. Parecía que tenías alguna extraña enfermedad…
—Camus…
—¿Si, Milo?
—¿De casualidad mi papel fue interpretado por una mujer?
—Lo fue.
—¡¿Por qué morí a los treinta segundos de haber aparecido?!
Mientras Milo y Afrodita expresaban su inconformidad con mayor ahínco, Cardinale volteó a ver a sus amigos, quienes sólo alzaron los hombros y comentaron entre sí sus impresiones.
Tal vez el cine todavía no lo convencía del todo, pero acababa de descubrir un entretenimiento que nacía del entretenimiento moderno: ver a la gente molestarse y gritarle a una pantalla en blanco. Eso era aún más interesante.
