Capítulo V: Redimida


Las explosiones se escuchaban por las calles de Aq Vetina, los lugareños corrían tratando de protegerse y proteger a sus seres queridos del Imperio. Los gritos y lamentos de las familias que se aferraban a la vida se escuchaban, mientras Din corría con las pocas energías que tenía. El grupo de Stormtrooper se abrió camino, disparando a diestra y siniestra, hiriendo a familiares y desconocidos, destruyéndolo todo a su paso y solo dejando dolor.

Din corrió con más fuerza cuando el número de cuerpos caídos incrementaba a su alrededor y cerró los ojos con fuerza para no verlos. No podía morir, no ahora, no podía hacerlo hasta que encontrara a Bo y la pusiera a salvo.

—Oye tú —un soldado de asalto apareció en su rango de visión y le apuntó. Din saltó y se escondió detrás de una casa destruida, pero otro Stormtrooper le disparó dándole en el hombro.

—Dank Farrik —su hombro quedó quemado por la herida, pero saltó encima de él antes de que volviera a disparar y forcejeó por el arma. Usó su rodilla derecha para estamparla en las costillas del otro y le dio un cabezazo en el casco que dejo fuera de combate al soldado.

Con la cabeza embotada, Din le quitó el arma y corrió hasta el centro de la ciudad cuando 10 Stormtrooper apareció al final de la calle y le apuntarán.

—¡Disparen!

Una sombra se cernió desde el cielo con un silbido sordo. Din alzó la mirada, pero el brillo del sol solo pudo ayudar a notar una figura zigzagueante que se acercaba a más y más velocidad.

—Es un mandaloriano —dijo el líder de los trooper—. ¡Matenlo!

El mandalorian voló esquivando desde la distancia cada disparo y aterrorizó delante de Din, protegiéndolo. Su imponente figura vestida en beskar lo dejo sin aliento, sus movimientos eran precisos y llenos de confianza. Los soldados de asalto le apuntaron, soltando una ráfaga de disparos de blasters, Din quiso gritar para prevenirle, pero antes que pudiera hacerlo miró con asombro como los disparos rebotaban en su armadura, sin causarle daño.

El mandalorian vestido en beskar se adelantó y disparó, los soldados cayeron uno a uno bajo el fuego del guerrero mandaloriano. Tomó el cuello de uno de ellos y lo azotó contra el piso con un ruido sordo, subió su jetpack y se arrojó contra dos, cayendo hacia atrás, golpeando sus cabezas unas con otras. Atrapó a otro con su cuerda retráctil y se adelantó con un puño directo a su pecho, derrumbándolo contra los otros. La manera en que peleaba era brutal, como una máquina de guerra, engrasada para mostrar lo mejor de sí misma, sacando a relucir su experiencia en batalla y haciendo justicia a las leyendas que contaban sobre los mandalorianos y su entrenamiento militar, pero Din sintió que Había algo familiar en la forma en la que peleaba.

El último de los soldados de asalto se derrumbó, dejando en el centro al mandalorian, sin ningún rasguño. Din se quedó sentado en su lugar, sintiendo el cuerpo magullado cuando una mano enguantada apareció en su línea de visión, ofreciéndole ayuda.

—Toma mi mano —dijo el mandalorian con una voz que podría reconocer a pesar del casco.

—¿Bo? —la miró. Sus manos se unieron y le ayudaron a levantarse, poniéndolo a su altura. La pelirroja tenía un traje de vuelo que se ajustaba a su figura y una armadura completa hecha de beskar, pintada totalmente en gris, blanco y azul, con un cinturón cargado de armas, pero lo que más llamaba su atención era su casco pintado de azul. y blanco, con la imagen de un búho pintado en el frente, dando la sensación de que sus ojos lo miraban fijamente.

—¿Estás bien, Din? —la visera del casco se fijó en su apariencia, deteniéndose en su costado herido y en su hombro derecho. Din ascendiendo, aún mirándola—. Necesitas curarte —revisó su cinturón y le dio un spray de bacta.

Una explosión en la distancia cortó sus miradas.

—Busca refugio, los detendré.

—Espera —su mano se aferró a la de ella. La visera de Bo lo miró. Din ansiaba poder leer sus expresiones y saber lo que pensaba—no puedes hacer esto sola.

—Lo sé —el sonido de un speeder se escuchó acercándose. Din se quedó quieto y con asombro notó la figura familiar de Paz.

—¡Paz! —sorprendido, Din se acercó al hombre— creí que te habías ido con Emily y los niños.

— ¿Y dejarles la diversión? —el hombre grande sonriendo con suficiencia—. No te preocupes, los envié a un lugar seguro hasta que pasará todo el peligro. Estuve escondido por un tiempo hasta que las cosas se calmarán, listo para rescatarlos cuando me encontré con Bo en tu casa vestida en brillante beskar —lo miró con una ceja alzada que Din no supo interpretar— después armamos un plan y decidimos dividirnos para proteger al niño.

—¿Niño? —una pequeña cabeza de color verde apareció del fondo de un morral que colgaba de Paz. Sus grandes ojos grises lo miraron con interés, pero sus puntiagudas orejas se agitaron cuando notó a Bo-Katan y saltó a sus brazos.

—Pareces que ya estas mejor —el niño arrulló cuando las manos enguantadas de la mujer acariciaron su cabeza y cerraron los ojos con deleite. Bo-Katan se dirigió a Paz: —¿Todo listo?

—Lo tengo aquí. Solo pude recoger algunas armas de los troopers —Paz dejo caer una caja de seguridad. La misma caja de seguridad que Din conocía y sabía que Bo guardaba tan celosamente, y ahora intuía que era donde Bo guardaba su armadura mandaloriana. Paz la abrió mostrando una serie de armas de distintos tamaños, así como las armas que cargaban los soldados de asalto.

—Servirá —miró a los dos hombres— necesitaremos más personas para seguir el plan.

—Los reuniré —se ofreció Paz, desapareciendo entre las calles.

— ¿Qué estás planeando, Bo? —la mandaloriana se giró a Din.

—Tenías razón, Din. No puedo olvidar quien soy ni quien fui, pero si puedo cambiar lo que será en el futuro, el legado que quiero dejar y quiero salvar este lugar, protegerlo —la visera de su casco se inclinó a un lado, observándolo fijamente—, pero Aq Vetina nunca estará a salvo, ni sus ciudadanos ni nosotros ni siquiera este pequeño sino derrotamos a Gideon —miró al niño, acurrucado en su pecho—. Por eso, tenemos que derrotarlos y solo tenemos una pequeña oportunidad de hacerlo con el plan que tengo en mis manos: Las armas que trajo Paz se entregarán a cada ciudadano capaz de usarlas, se colocarán en los techos de las casas más altas y acabarán a todos los soldados imperiales a su alcance. Los mejores actuarán como francotiradores para acabar con los de mayor rango, los demás tendrán que refugiarse, no podemos perder a más personas inocentes.

—Pero… necesitaremos tiempo. Los trooper ya están acechándonos.

—Lo sé, —colocó al pequeño en sus brazos— les proporcionaré todo el tiempo que sea necesario y me encargaré personalmente de Gideon. Tenemos cuentas que saldar y esta vez no dejaré que continúe haciéndole daño a la Galaxia —dijo con determinación—. Protege al niño y si las cosas se ponen difíciles, aléjate lo más que puedas con el speeder que trajo Paz. El niño ya ha sufrido demasiado a manos de Gideon, no puedes dejar que caiga a manos del Imperio.

—¡No puedes luchar sola, Bo! ¡No te dejaré!

—Soy una mandaloriana, luchar es lo que mejor que sé hacer. Confía en mi armadura —golpeó su pecho blindado— es tan fuerte como mi determinación y me dará más ventaja que a cualquiera para abrirme camino entre los imperiales.

Din intentó refutárselo, negarse y buscar otra solución, pero sabía que el plan de Bo era el único que podía seguir si querían deshacerse de la amenaza imperial en su planeta.

Eso no hizo sentirse mejor.

Bo-Katan activó su lista de jetpack a partir de ahora.

El niño se agitó en los brazos de Din, llorando; una pequeña garra se alzó en su dirección, llamándola. Bo se detuvo y el visor de su casco cayó hasta la pequeña mano que el niño le ofrecía; entonces, sus dedos enguantados tomaron los más pequeños entre los suyos.

Lentamente, el visor de su casco empezó a subir hasta toparse con sus ojos marrones. Din intenté buscar su mirada y devolverle la misma intensidad que sentía en su interior, pero el casco era tan impenetrable como el beskar con el que estaba hecho. Bo-Katan dio un paso adelante y presionó su casco con la frente desnuda de Din por contados segundos, exhalando con fuerza.

—Manténgase protegidos.

Bo-Katan corrió y accionó su jetpack alejándose.

—Din —Paz regresó con un grupo pequeño de hombres y mujeres— necesitamos ponernos en marcha— Din ascendió y quiso seguir al grupo que se reunía entorno a las armas—. Espera, tengo algo para ti —Paz le mostró un rifle bláster que conocía muy bien—. Bo dijo que era la mejor opción para usarlo.

El peso del arma cayó en sus manos y él la estudió, notando lo celosamente pulido y lo bien cuidado que estaba: era el rifle de Bo, aquella arma que usaba día con día en sus cacerías en terrenos agrestes. Aquella arma que vio como armó y modificó durante días.

Y se la confiaba a él.

—Vamos —dijo Din, lleno de confianza.


Bo-Katan se situó en lo alto de una casa destruida y observó como Din corría con el niño en sus brazos y se situaba con el grupo de lugareños que Paz Reunión. Sus ojos verdes estudiaron como el pequeño aún se debatía en sus brazos y los esfuerzos del hombre de cabellos oscuros para que se calmará.

Sus ojos se deslizaron por la figura de Din y se permitió por un momento embeberse en él. Cuando regresará le diría…cuando se volvieran a encontrar, el casco no sería una barrera…

Una nueva explosión la hizo regresar a su tarea. Activó su visera y encontró fuentes de calor al sur de la ciudad. Al menos eran una veintena y ni rastros de Gideon, tal vez el tipo se escondía, refugiado en algún edificio o tendiéndole una trampa. No era momento de dudar, tendría que proporcionar todo el tiempo que sea necesario para que armarán el plan con las personas necesarias.

Saltó hacia otro edificio con ayuda del jetpack y empezó a poner cargas explosivas a medida que más se acercaba a su objetivo. Se sintió otra vez como aquella ladrona que acechaba en lo alto de los edificios, amparándose de la oscuridad para buscar a sus víctimas; sin embargo, en esta ocasión no actuaba para su propio egoísmo, esta vez actuaba para proteger a aquellas personas que le dieron la oportunidad de cambiar, de redimirse y recordarle quien era.

Bo-Katan Kryze.

mandaloriana.

Guerra.

Hija de Adonai Kryze.

Hermana de la Duquesa de Mandalore, Satine Kryze.

Y le mostraría al Imperio que su espíritu como mandalorian estaba más vivo que nunca y dispuesta a frustrar sus planos, las veces que sean necesarias.

Un grupo grande de soldados de asalto apareció en la curva de la calle, acercándose. Con una sonrisa, Bo-Katan saltó en el centro del grupo.

—Hola muchachos. ¿Me buscaban?

—Es el mandaloriano, ¡disparen!

Bo-Katan golpeó al trooper en la cabeza, derribándolo contra otros y empezó a correr, adentrándose a los edificios con cargas de explosivos. Un segundo grupo se unió al primero, incrementando sus números. Los pitidos se hacían más intensos a medida que se acercaba, entonces se detuvo cuando un tercer escuadrón apareció cerrándole el paso.

—Dank Farrik —miró las salidas bloqueadas de la calle y suspir, desenfundado sus blasters. Disparó alcanzando a los más cercanos, abriendo una brecha entre los caídos y corriendo hacia su trampa elaborada. El pitido de las bombas se hacía más evidente mientras más se acercaba, corrió entre los edificios, oyendo de las pisadas sincronizadas de sus perseguidores.

Sus pies resbalaron contra la gravilla cuando apareció un cuarto escuadrón, rodeándola.

—Dank Farrik —tenía las cuatro salidas bloqueadas ya una escasa distancia ante los explosivos. Volvió a cargar sus armas y disparó, pero esta vez los trooper respondieron, golpeando en su armadura. La combinación y el gran número de soldados hicieron que los disparos fueran más difíciles de esquivar, uno en particular le quito el aliento, haciéndole retroceder.

No iba a ganar, no cuando la superaban en número. El pitido en su guantelete le avisó que sus cargas explosivas estaban listas. Pero, no podría abrirse paso hasta llegar a ellos.

Solo había una manera.

—Sino puedes conducirs…—apuntó a la carga más cercana y disparó. El estallido hizo que el suelo bajo sus pies se tambaleará aquí y allá, haciendo que los edificios caigan en cadena, aplastando a las unidades imperiales bajo gritos resonantes.

La fuerza y su cercanía del estallido la traspasaron, derribándola contra la base de un edificio en ruinas. Escombros y polvo cayeron en su dirección, cubriéndola por completo.

Aturdida, intentó levantarse, gimiendo por sus extremidades lastimadas. El lugar era un campo de guerra, donde la destrucción se abría camino y dejando cuerpos inmóviles.

Bo intentó levantarse cuando una sombra se cernió sobre ella y el cañón de un blaster, le apuntó.

El disparo llegó antes que pudiera reaccionar y el Stormtrooper cayó al suelo, con un ruido seco.

Bo-Katan alzó la mirada y la enorme figura de Paz se dejó vislumbrar a la distancia. Algunos hombres y mujeres lo acompañaban, todos escondidos en lo alto de distintos edificios de la ciudad y disparando a los trooper sobrevivientes, despejándole el camino. Asintió en su dirección, agradecida y reprimió el deseo de verificar donde se encontraba Din y el niño.

Se impulsó a sí misma hacia arriba, jadeando en el proceso. Sentía aún el cuerpo entumecido y la cabeza embotada por la explosión. La pierna le latía, dolorosamente. Sin embargo, sabía que su tarea no estaba completa: aún debía encontrar a Gideon.

Activó su jetpack y recorrió la ciudad, buscándolo. Su visor se activó dentro del destructor imperial y Bo se dirigió ahí, no podía perder el tiempo y permitirle que escapar. Sus pasos resonaron en el hangar de la nave, su pierna derecha latiéndole de manera dolorosa, casi arrastrándola. Los pasillos estaban vacíos y los pocos soldados que se encontraron, cayeron bajo el fuego de sus desintegradores.

Cada obstáculo que dejaba atrás, la acercaban a su objetivo y no lo iba a dejar escapar. Una capa negra entró en su rango de visión cuando Moff Gideon apareció al final del pasillo, corriendo hacia una nave individual.

—¡Gedeón! —gritó Bo-Katan. El imperial se detuvo y la miró con una sonrisa torcida y llena de arrogancia.

—Bo-Katan Kryze —la miró con deleite— pensé que habías caído bajo el fuego de mis soldados.

—Tus soldados no fueron rivales para mí.

Gideon notó su armadura.

—Con una armadura de beskar como la tuya es probable entenderlo. ¿Dónde la tenías, la estuviste guardando todos estos años? Supongo que aún recuerdas como usarla —se burló el hombre.

—Ser un mandalorian no solo es usar una armadura o llevar un casco, —dijo Bo-Katan sin permitirle que le afectaran sus palabras—. Sé es un mandaloriano cuando te aceptas a ti mismo y quien eres en realidad.

—¡Conmovedor! —sonrió Gideon, mirándola burlonamente— pero hay algo que aprecian más los mandalorianos y son sus armas —un centellante sonido familiar llenó el lugar cuando Gideon desenfundó aquella arma en sus manos y brilló con una esencia oscura y poderosa.

—¡El sable oscuro!

—¿Lo recuerdas? —presumió el arma delante de ella y dejando que se bañará en su esencia—. El arma que me entregaste, que dejaste atrás para salvar la vida de tus queridos mandalorianos y tu querido Mandalore. El que mató a tu querida Satine ahora está en mis manos.

—¡No hables de ella! ¡No te atrevas a ensuciar el nombre de Satine delante de mí! —gritó furiosa, arremetiendo contra el hombre. El sonido del beskar chocando con el sable de luz llenaron el recinto: sus brazales resistieron los golpes de Gideon, sacando chispas a su alrededor. El sable no podía atravesarla ni dañarla, pero su alcance era peligroso y su corte era limpio si se descuidaba.

Tenía que pelear, tenía que derrotar a Gideon, pero solo defendía la estaba cansando. El peso de sus batallas anteriores, empezaba a alcanzarla. Su jetpack cruzó y se dañó con el contacto con el DarkSaber.

— ¿Qué sucede Bo-Katan? ¿Te cansaste tan rápido? —Bo gruñó y dejó caer su jetpack con un ruido seco.

—Ni remotamente. Acabaré contigo y podrás liberar a esta ciudad de tu maldad —tomó una bocanada de aire y escaneó el lugar, buscando algún arma con que defenderse.

—Solo eres una cucaracha, un residuo de los mandalorianos. Ríndete Bo-Katan Kryze y te dejaré vivir si me entregas al niño —cada frase lo acompañaba con un golpe, haciéndola retroceder, estaba perdiendo fuerza, sintiéndose más cansada, más adolorida.

—¡Nunca haré un trato contigo! Jamás volveré a traicionarme a mí misma —jadeó, tomando todo el aire que pudiera en sus pulmones—. Y el niño, ya debe estar fuera de la ciudad, fuera de tu alcance para siempre —mintió con descaro.

-¡NO! —Gideon dejo salir toda su ira contra la mandaloriana.

Bo-Katan gritó, el DarkSaber se quedó en su costado, atravesando su traje de vuelo y abriéndole una herida. Intentó quitarle el sable de luz, pero Gideon anticipándose, le lanzó un golpe en el estómago. Bo-Katan retrocedió jadeando, la pérdida de aire le hizo perder el equilibrio, cayendo hacia atrás.

Gideon le lanzó un golpe con la mano abierta, arrebatándole el casco. La sangre corría por el frente de Bo, pero su mirada era furiosa y llena de determinación.

—Morirás sola, Bo-Katan, morirás y fracasarás como tu hermana —Gideon sonriendo, haciendo caer la hoja contra ella. Bo se mantuvo firme, esperando el final, lo había todo de sí, una vez más intentó desafiar el destino y éste le abofeteaba en el rostro.

"Din", pensó. Pensó en aquel hombre que había conocido en estas extrañas circunstancias, aquel que le había ayudado a recobrar su confianza en sí misma y le recordó quien era. El niño, el pequeño también estaba a merced de Gideon, ¿cómo había fallado tanto? Ojalá que ambos pudieran encontrar una forma de escapar, de huir del puño del Imperio.

Y entonces, sucedió todo demasiado rápido: el chillido del niño quien usó la Fuerza y le arrebató el Darksaber de las manos de Gideon, lanzándolo lejos. Din lanzándose ante Gideon, alejándolo de ella y envolviéndose en una pelea.

—¡¿Q-Qué?! —Bo jadeó y miró al niño, apoyado en ella.

—¡Patu! —chilló el niño, preocupado por sus heridas.

—¡Niño! ¿What? —el grito agudo de Din la sobresaltó, Gideon estaba sobre él, enzarzados en una pelea y repartiéndose golpes entre sí—. Din —se arrastró sobre sus rodillas, no podía permitir que le pasara nada, tenía que salvarle. Respiró con dificultad, tomándose el costado—. Escóndete —ordenó al pequeño, quien arrulló, descontento, pero le hizo caso, apartándose del peligro.

Cojeando se lanzó encima de Gideon, alejándolo de Din. Se pegó a su espalda, tomándolo del cuello.

—A-ALEJATE DE ÉL —jadeó con esfuerzo, sometiendo al imperial. Sin embargo, Gideon le dio un golpe en la herida en el costado, haciéndole caer hacia atrás.

—Ya estoy harto de ti, Bo-Katan Kryze —dijo Moff Gideon, olvidando a Din y caminando hacia ella—. Quise darte una muerte digna, pero ni si quiera me molestaré por eso. Te mataré con mis propias manos y dejaré tu cadáver a la vista para que cualquiera vea que se hace con los que se rebelan contra el poder del Imperio. Luego, mataré a esos dos, con las peores torturas hasta que me cansé de verlos rogar.

Con cada palabra que decía Gideon avanzaba hacia ella, Bo intentó retroceder ayudándose de las manos, mientras arrastraba su pierna derecha, alejándolo más y más de Din y el niño.

Sus dedos rozaron algo familiar, al bajar la vista notó la empuñadora del DarkSaber, ¡era su oportunidad! Gideon finalmente la alcanzó y la alzó tomándola del cuello, dificultándole respirar.

—¡BO! —Gritó Din cuando el Imperial la tenía en sus manos y apretándole más y más el cuello, sus pies cada vez más y más lejos del suelo.

—Unas últimas palabras, señora Kryze.

Bo jadeó por aire, con la empuñadura firme del DarkSaber en la mano.

—S-sí, —tosió con la voz estrangulada— p-por M-Mandalore —la hoja de luz se encendió y le atravesó el pecho.

Los ojos de Moff Gideon se agrandaron y la soltó, haciéndola caer. Se miró el pecho, de forma incrédula, notando la profunda herida hecha por el sable de luz. Observó la hoja brillante de color negro en las manos de Bo-Katan, sin poder creerlo. Gideon retrocedió, tropezando con su capa, sintiendo que sus fuerzas sucumbían y con un último aliento, murió.

Bo-Katan tomó aire, intentó volver a respirar de forma natural, su cuerpo temblaba, la adrenalina empezaba a caer y su cuerpo empezaba a resentir sus heridas, pero a pesar de ello, sonriendo.

Finalmente, finalmente había triunfado.

—¡BO! —Din gritó su nombre cuando la vio derrumbarse.

Algo más tarde, o tal vez mucho más tiempo, Bo-Katan despertó. Observó su cuerpo lleno de vendas, le habían quitado la armadura de beskar y frotado con spray de bacta por todo el cuerpo, pero lo que más le llamaba la atención fue el peso adicional en la cama, haciéndole notar al pequeño, dormido a su lado. .

—No quería apartarse de tu lado —susurró Din, apoyado en la puerta de la habitación.

—Din —lo miró, él también tenía algunas heridas en el rostro y un aspecto desaliñado que contrastaba con su estilo ordenado— ¿estás bien?

—Solo algunas heridas —señaló su rostro algo hinchado— el bacta hace maravillas, —se dejó caer en la silla al lado de su cama y la miró— ¿y tú? ¿Cómo estás?

—Adolorida —respondió, dejándose caer en la cama y atrajo al pequeño a su lado— ¿Cuánto tiempo he estado aquí?

—Al menos dos rotaciones —Din se quedó callado.

—¿Qué sucede? —preguntó, estudiando su rostro.

Din suspir.

—Emily y los niños regresaron y no sabemos cómo, pero trajeron a pilotos de la República.

—¿La República?

—Sí, se han estado haciendo cargo de la situación en la ciudad, han arrestado a un gran número de soldados de asalto y los llevarán a juicio, también han estado ayudado a restaurar lo dañado. Intentaron entrar aquí para verte, pero no los dejamos.

—Gracias al Creador. La verdad es que no tengo las fuerzas para enfrentarme a la República en estos momentos —Bo susspiró, acariciando la cabeza del niño dormido, su pecho subía y bajaba con tranquilidad—. Pero si la República ha llegado, Aq Vetina estará bajo su protección y alejará cualquier indicio de imperiales. Ya no me van a necesitar para cuidarlos —medio bromeó, mirándolo divertida.

—Sí, eso es algo bueno —guardó silencio.

— ¿Qué sucede, Din?

—Nada. Tal vez deberías descansar, aún tienes unas heridas que necesitan sanar —Din se levantó de su asiento y caminó a la salida.

-¿Estruendo?

-¿Si?

—Gracias por volver. Sin tu apoyo y la del niño no habría logrado derrotar a Gideon.

Din le regaló una pequeña sonrisa antes de irse.

Recuperarse no fue sencillo, pero Bo pasó por cosas mucho peores en el pasado cuando no tenía a nadie a su lado, un peso familiar en su costado la hizo sonreír y volvió la mirada para ver al pequeño.

—Patu —murmuró, somnoliento cayendo en un sueño profundo. Sí, ahora serían muchos más motivos para sanarse.

—Parece que te encuentras mejor.

Bo-Katan se sorprendió y notó a la esposa de Paz en la entrada de su habitación.

—Emily —le sonó, alegre de volver a verla—. Me alegra que tú y los niños estén bien. ¿Y, Ragnar? Es raro que no esté rodeando mi cama para que le cuente una historia.

—Lo deje con su padre. Él y Din están ayudando en la reconstrucción de la ciudad.

—Ya veo —asintió, pensativa. Esa sería la razón por la que Din solo la visitaba temprano en la mañana y muy entrada la noche.

La mujer se acercó hacia ella y se desplomó contra el asiento al lado de su cama, con un rostro lleno de tensión y tristeza.

—Emily, ¿qué sucede? Estás muy pálida —estiró una mano, en un vano intento de reconfortarla, pero ella se apartó.

—Quiero pedirte disculpas, lady Kryze. No confiaba en ti. Te condené antes de tiempo y solo podía ver tus acciones pasadas contra Mandalore. Sin embargo, me demuestra que eras alguien mejor de lo que mostrabas en un principio, alguien que se preocupaba por las cosas y las personas que te importan, alguien que luchó contra sus demonios para proteger esta ciudad hasta el punto de exponer su vida en el. proceso.

—No lo entiendo. ¿Qué quieres decir…? Espera, ¿lady Kryze?

—No fuiste la única que abandonó Mandalore y terminó varada en un extraño planeta.

—Eres...eres una mandaloriana?

—De hecho, fui una Armera.

Bo-Katan jadeó con sorpresa. Si ya de por sí, era difícil encontrar a otro mandalorian en la Galaxia, era incluso más difícil encontrar un armero entre sus hermanos caídos. Los Imperiales los cazaron como ratas para robarles los secretos de la fabricación de armaduras beskar, y cuando estos se negaron, muchos murieron en sus propias fraguas.

—Creí...creí que todos los maestros armeros murieron durante la Noche de las mil Lágrimas.

—Lo hicieron, al menos nuestros maestros lo hicieron. Los pocos aprendices que logramos escapar, tuvimos que escondernos, separamos en diferentes planetas. Renunciar a nuestros cascos para que podamos sobrevivir.

—Pero, ¿por qué renunciar a sus cascos? Pudieron esconderlos en un lugar y luego, recuperarlos.

—¿No lo entiendes? Nosotros éramos nuestros cascos. Eran quienes éramos, los que nos representaban como mandalorianos.

Bo-Katan la miró fijamente cuando se dio cuenta que Emi...la Armera miraba cualquier lugar menos a ella y la comprensión llegó de golpe.

—¡Eras de ese clan! Los de la guardia, los que nunca se quitaron los cascos.

—Los Niños de la Guardia, sí, lo era hasta que me arrebataron el casco y me abandonó medio muerta. Entonces, deseé vivir lo suficiente para verlos caer a manos de un mandalorian y al fin, lo he logrado.

—Yo...

—Está bien, Bo-Katan. La persona que era en el pasado no es quien soy ahora y tú, tampoco. Paz y Ragnar me han dado toda la felicidad que anhelé desde muy joven y me alegró que tú también puedas experimentarlo. Solo quería que supieras que no estás sola y que puedes contarme, hermana.

—Yo... —Bo-Katan sintió un nudo en la garganta, pero asintió— gracias, hermana.

Algunas rotaciones más tarde, Bo-Katan al fin dejó la enfermería, con un mejor aspecto. El niño había sido de gran ayuda en esa área, curando su herida hecha con el DarkSaber. Con una sonrisa en el rostro, Bo-Katan colocó la última pieza de su armadura, tenía unas ganas terribles de estirar las piernas, incluso extrañaba al pequeño niño verde que escapó con Ragnar, luego que este último le prometiera compartirle algunos dulces que tenía escondidos. .

Din le contó que la ciudad estaba celebrando su liberación de los imperiales con una gran fiesta al aire libre, así que decidió ir allí para encontrarse con ellos, así como ver a sus amigos y el estado en el que se encontraban, esperaba que Paz se encontrará mejor y poder ver a los demás niños.

Vestida completamente en beskar y enfundado el Darksaber en su cinturón, Bo se dirigió al centro de la ciudad. No fue difícil encontrar la celebración: el fuego crepitaba en la asombrosa fogata que los ciudadanos de Aq Vetina encendieron por la victoria. Los niños corrían a su alrededor, relajándose emocionados, bailando en su cálido resplandor. Los adultos bebían, charlando ruidosamente y entonando canciones antiguas que relataban hazañas de antaño.

Con su casco bajo el brazo, Bo-Katan observó todo esto con una sonrisa resplandeciente, era tan bueno poder observarlos, sintiéndose tranquilo y feliz de haberlos protegido de la maldad del Imperio, de saber que sus esfuerzos, al fin tenía un resultado positivo ante. aquellos que le ofrecieron cobijo, cuidado y cariño en su momento más vulnerable.

Unas pequeñas garras tiraron de su traje de vuelo, llamando su atención.

—Patu —canturreó el niño, pegado a su pantorrilla. Bo-Katan sonriendo y lo cargó en sus brazos.

—Extrañándome, pequeño? —sus dedos frotaron detrás de sus orejas, haciendo reír. Se dirigió hacia la fogata, se dejó caer en un tronco caído con el niño aún en sus brazos y colocó el casco a su lado. El pequeño agitó los brazos y aplaudió a los niños que bailaban a su alrededor, imitándolos.

La sonrisa de Bo-Katan creció, a pesar de todo lo vivido, el niño aún conservaba su dulzura e inocencia. A la distancia, Ragnar y un coro de niños llamaron al niño, invitándolo.

—Patu? —el niño la miró, inclinando la cabeza, preguntándole de manera silenciosa.

—Ve —dejó al pequeño en el suelo y él corrió, acercándose al hijo de Paz. Los demás niños lo rodearon, mirándolo con ternura y asombro; sus risitas alegres flotaron en el aire, haciéndole sonreír.

—Es bueno verte recuperada —Din se detuvo a su lado y le ofreció una bebida. Bo-Katan inclinó la cabeza y la recibió, con gusto.

—Casi tuve que escapar del droide médico —rió, contenta. La bebida era dulce y vibrante, proporcionándole calor. Din se acomodó a su lado y le regaló una pequeña sonrisa.

—Bo…—la mujer lo miró—. ¿Qué…qué estás planeando hacer ahora?

Bo-Katan suspir.

—He estado vagando sola tanto tiempo por la Galaxia, escondiéndome del Imperio y de Gideon que ahora ya no lo sé —miró a los lugareños bailando, bebiendo y festejando. La alegría llenando sus cuerpos y alejando sus preocupaciones, ¿ella podría tener una vida como esa? ¿Alguna vez podría devolverle el brillo a Mandalore? ¿Devolverle un hogar a los mandalorianos esparcidos por el espacio? Sus manos se aferraron a su cinturón: tenía el Darksaber en su poder, ¿sería suficiente para expiar sus errores del pasado? ¿Unirlos por una causa en común? No lo sabía, realmente, pero lo único que importaba era que tenía que intentarlo.

Una mano firme y cálida se apoyó en la suya, arrancándola de sus pensamientos.

—No estás sola, Bo-Katan —susurró Din, mirándola con intensidad. Su nombre, su nombre real pronunciado de una manera delicada, llena de admiración, de una fascinación que agitaron su corazón como nunca antes.

B-Katan dejó de pensar en su pasado, y en los, ¿y sí?, y los tal vez, alejando el miedo, las dudas y las preocupaciones para concentrarse en el ahora.

En Din.

En su mirada dulce y determinada.

En sus cálidos labios que se envolvían en los suyos y le transmitían calma, calidez y cariño.

Uno real, intenso y verdadero.

Y por primera vez, Bo-Katan Kryze se permitió ser feliz.