Capítulo 9
- Un poco más a la izquierda. –indiqué– Un poco más… más… ¡perfecto!
Fate empujó hacia atrás la caja de medicamentos que había estado sosteniendo en sus manos, hasta dejarla guardada en su lugar correspondiente de la estantería. Estaba subida al pequeño alzador que yo usaba para acomodar las piernas tras un duro día de trabajo, y es que, gracias a su alta estatura, no necesitaba alzarse mucho más.
- ¿Ahí va bien? –preguntó.
Volví a mirarla, centrándome esta vez, de forma poco profesional y algo descarada, en cierta parte de su anatomía situada en los bajos de su espalda. Sacudí la cabeza, ¿estaba mirándole el trasero a una reclusa? ¿Estaba mirándole el duro y prieto trasero a una reclusa? ¿Pero en qué diablos estaba pensando?
- Sí, muy bien, gracias.
Bajó de un salto, sacudiéndose las manos y sonriendo. Su corte había cicatrizado casi del todo y ahora apenas estaba cubierto por una pequeña gasa con esparadrapo. Aquel era el primer día oficial de Fate como mi ayudante y de momento parecía bastante dócil y colaboradora.
- ¿Qué más tenemos que hacer? –cuestionó, mirándome con curiosidad.
- Inventario. –informé, ampliando mi sonrisa ante su extraña expresión.
- ¿Inventario? ¿Y eso qué es? ¿Nos vamos a inventar medicinas nuevas?
- No, no, claro que no. –expliqué, riendo– Inventario es… tomar nota de la cantidad de medicinas con las que contamos. Llevar un listado para saber qué necesitamos comprar. ¿Entiendes?
Fate asintió rascándose la cabeza, y supuse que le parecía una labor aburrida, pero si así era, no se quejó. Dedicamos un par de horas a contabilizar cajas de gasas, tiritas, vendas, botellas de alcohol y demás enseres que yo precisaba para mi trabajo, en aparente calma, hasta que algo la enturbió. La puerta de la enfermería se abrió de improviso y, como casi siempre, no trajo nada bueno. Yuuno cruzó el umbral con su pulcra bata abrochada sobre la ropa, llevando consigo un maletín vacío que pretendía llenar de medicamentos para su periplo por el módulo de máxima seguridad. Nada más encontrarse cara a cara con Fate su semblante se ensombreció regalándome una mirada dura y antipática que me hizo sentir incómoda.
- ¿Qué hace esa aquí? –escupió, señalando a Fate con el dedo.
- Ayudarme. –contesté con simpleza– Tú mismo dijiste que debía solicitar la colaboración de una de las reclusas, ¿no? Pues… hecho está.
- ¡De una de las reclusas! ¡De una cualquiera, salvo esta! –gritó– ¡Es peligrosa!
- Precisamente por eso se ha ofrecido a espantar a todas las ratas que se crucen en mi camino. Es tan fiera que no se ha aparecido ni una en toda la mañana.
Oí cómo Fate soltaba una carcajada que intentó disimular tapándose la cara con la mano, mientras los ojos de Yuuno echaban chispas en mi dirección, incrédulo de lo que oía.
- Es una delincuente. –insistió.
- Tranquilo, Yuuno, estoy segura de que la señorita Testarossa es una criminal con clase y educación, y que en caso de que quisiera atacarme, tendría la bondad de comunicármelo primero.
Sabía que estaba siendo insolente, pero no me importaba en absoluto. Aún no había olvidado cómo el buen e intachable doctor Scrya había inculpado a mi «protegida» de los hechos de la cafetería, sin pruebas. Todavía esperaba que se disculpara.
- Claro que sí. –añadió Fate, jugueteando distraídamente con los bisturís y mirando a Yuuno con intención– Yo siempre doy dos avisos a mis víctimas, antes de asestar el golpe final.
Los miré a ambos apenas unos segundos y Yuuno, negando con la cabeza y sin recoger las medicinas por las que había venido, se marchó. Cuando clavé mis ojos en Fate, esta soltó el bisturí como si le diese corriente, poniendo su mejor cara de niña buena. Chasqueé los labios, recogiéndolo y metiéndolo en su funda.
- No juegues con esto, podrías cortarte. –le advertí.
- Gracias.
- ¿Por qué? –le pregunté, mirándola.
- Por defenderme delante del Ken médico ese. –explicó– Nadie había sacado nunca la cara por mí.
- Bueno, no hay de qué. Pero mi defensa no es gratis, señorita reclusa Testarossa. ¿Ve todos esos jarabes para la tos? Pues quiero saber exactamente cuántas botellas hay.
- ¿Por qué lo haces?
- Hay que acabar el inventario. –respondí, haciéndome la tonta.
- No, me refiero… ¿por qué haces todo esto por mí? Apenas me conoces, él podría tener razón.
- Ya te lo he dicho. –la corté– Siempre consigo ver algo bueno en las personas. ¿Por qué ibas a ser una excepción? –me sonrió y se puso a trabajar de inmediato.
Un par de horas después, estando casi todo el instrumental contabilizado, etiquetado y limpio, di a Fate unos minutos de sosiego para que se fumase un cigarrillo cerca de la ventana de la enfermería. Coló un par de dedos por el enrejado, suspirando con nostalgia, mientras sus ojos color borgoña eran iluminados por los brillantes rayos del sol de la tarde.
- Mira qué día hace. –murmuró, llamando mi atención– Si estuviéramos fuera te invitaría a dar un paseo. –sonreí, acercándome a ella con los brazos a mi espalda, mirando por encima de su hombro el tranquilo ambiente que se respiraba.
- Bueno, ¿quién dice que no puedes hacerlo? –Fate me miró, estática e incrédula a partes iguales– Puede que no tengamos un campo florido, pero el patio es grande, y puede hacer un apaño, ¿no?
- ¿Estás aceptando mi invitación?
- Depende. –respondí haciéndome la interesante– Pídemelo.
Fate sonrió de medio lado, atusándose el pelo y girándose hacia mí para verme bien. Traté de mantenerme impasible, pero el caso es que sentía acaloradas mis mejillas.
- ¿Quieres salir a pasear al patio conmigo? –preguntó, con su tono de voz suave habitual.
- Me encantaría.
Strede: ¡Hola! Me alegra saber que te gusta esta adaptación. A mí también me enganchó por completo cuando leí el libro. Todo es tan misterioso que quieres saber más y más. Espero que disfrutes de estos tres nuevos capítulos :D Y gracias a ti por leer y comentar ;)
