weno, no puedo decir que este cap fue fácil, porque no lo fue. Es más angst de lo que pretendía que fuera. NECESITO QUE VUELVA LA COMEDIA.


Bang Bang

por Syb

Capítulo XIII: Treize


—Sé cómo te sientes —le dijo Mimi, rompiendo el silencio poco antes de llegar hacia su destino, como si quisiera alargar el tiempo que les quedaba. Koushiro pasó saliva, sabía que debía dejarla y seguir con su camino, y aunque parte de él deseaba besarla como lo había hecho en la tienda de videojuegos, Mimi no estaba haciéndole las cosas fáciles. Deseaba que ella volviese a ser solo una fantasía inalcanzable—. Lo sé porque le di un beso a alguien que no era mi novio en la escuela, en una fiesta a la que él no pudo ir. Lo hice porque estaba enojada con mi novio, simplemente porque sentía que nunca tenía tiempo para mí. Era inmadura en ese entonces —siguió ella como si hablara consigo misma y el pelirrojo solo la escuchó, intentando prestar atención a los suburbios que tenía enfrente para no perturbar el monólogo de su acompañante—. Además, es difícil tener padres que se aman tanto y no dejan de demostrarlo con acciones todo el tiempo, por eso pensaba que mi novio no me quería lo suficiente.

» Mi papá siempre dijo que la gente que quiere hacer algo, se hace el tiempo; pero yo no veía que mi novio se hiciera un poco. El chico que besé, en cambio, cruzó un océano completo solo para estar conmigo…

Koushiro sintió que algo se rompió dentro de él. Siempre se había preguntado las razones por las cuales ella lo había cambiado por Michael, pensó que el rubio estadounidense hacía y decía cosas que él no era capaz de hacer por su personalidad introvertida, quizás hasta eran razones más superficiales como su físico atlético; pero por cómo ella describía lo que sintió hace diez años, Koushiro no había sido el novio que pensaba que fue. Él siempre tenía un millón de cosas en la cabeza al mismo tiempo y ella iba a verlo con una bolsa repleta de botellas de té Oolong y una sonrisa. Acostada en su cama angosta mientras él estaba sentado frente al escritorio, Mimi siempre intentaba convencerlo de salir con ella, fuese al cine o al centro comercial a comer un helado, o cualquier otra cosa, pero Koushiro usualmente no aceptaba con la excusa del tiempo. La fiesta a la que ella había ido con Michael solo fue una entre decenas de veces que Koushiro declinó la invitación. Y la última.

El pelirrojo presionó sus manos sobre el volante y apretó la mandíbula, ya había estacionado unas casas antes de la residencia Barton, pero no sabía qué hacer ni qué pensar, solo sentía la necesidad de liberar la tensión que sentía en todo su cuerpo de alguna forma. Mimi era perfecta a sus ojos, hace una década atrás y en esos momentos, y siempre había sentido miedo irracional de que ella se aburriría de él y lo dejaría. No eran mínimamente parecidos y nunca había entendido por qué ella había aceptado ser su novia en primer lugar. La profecía autocumplida con la que muchas veces se sumió en el insomnio no era más que las consecuencias de sus actos. No acompañarla ni hacer que se sintiera querida habían sido las razones que tanto buscó.

—En fin, luego entendí que tenías cosas que hacer antes de ser mi novio —terminó Mimi con una sonrisa que le partió el corazón—. Así que sí, entiendo por lo que estás pasando. Ese beso en la tienda solo pasó. No tienes que preocuparte de eso si quieres a Mina y trabajar en tu matrimonio, pretenderemos que nunca pasó.

«Solo pasó», esas dos palabras fueron las únicas que se repitieron en la mente de Koushiro una y otra vez. Ya las había escuchado antes, hace diez años atrás para ser exactos, cuando todavía estaban en la escuela y Michael era el nuevo estudiante de intercambio y el chico que había besado a su novia en la fiesta a la que él no fue. En ese entonces, pensó que Mimi no estaba arrepentida de engañarlo y que le faltaba algo a él; pero simplemente habían sido dos adolescentes a destiempo.

—¿Y seguirá pasando? —preguntó Koushiro sin siquiera percatarse de lo que se le había escapado de sus labios. Era como si estuviera viviendo algo que ya había fantaseado mil veces en sus noches de insomnio. Aquellas dos palabras eran las mismas que ella había usado hace una década atrás, al igual que la pregunta que le siguió. En ese entonces, esa pregunta la había hecho pensando en ella y Michael, pero ahora lo hacía pensando en ella y él.

—¿Qué? —preguntó ella con una media sonrisa, pero era evidente que había entendido a lo que se refería.

La electricidad que se sintió en el ambiente fue la misma que los había envuelto en la tienda de videojuegos, segundos antes de que se besaran. El corazón de Koushiro saltó dentro de su caja toráxica, tanto que quiso llevarse las manos al pecho, enterrar sus dedos entre sus costillas y sacárselo para poder entregárselo a la única mujer que se había permitido amar en toda su vida. Aunque intentara convencerse de lo contrario, con su esposa siempre había sido un amor extremadamente controlado, como si quisiera evitar perder la cabeza como lo había hecho en la escuela. De pronto, el moretón que Mina tenía en el cuello se le hizo insignificante, incluso hasta podía catalogarlo como liberador. El pelirrojo se acercó un milímetro y ella un centímetro, pero la electricidad se esfumó en un segundo.

—¡Keisuke! —se oyó en medio de la calle. Era la voz de una mujer, pronunciando el nombre del señor Tachikawa.

Koushiro levantó la vista buscando el origen del grito y, por el rabillo del ojo, vio que Mimi se escurrió en el asiento de copiloto al ver que su automóvil estaba estacionado frente a ellos, en medio de la oscuridad, y que Satoe estaba caminando hacia él con zancadas avasalladoras. Independiente de la extrañeza de ver a una mujer con un vestido floreado y tacones en medio de la calle en la noche, Koushiro se preguntó dónde estaría oculto el aludido. Al agudizar la vista, notó que, efectivamente, Keisuke Tachikawa estaba ahí dentro y que sí los había visto.

Mimi lo tomó del cuello de la camisa, como si se hubiese dado cuenta de la presencia de su padre al mismo tiempo que él, y lo obligó a escurrirse en el asiento con ella. Entendía que ambos estaban casados con personas distintas y que los padres de ella no debían verlos en aquella situación, pero sintió que volvía a la adolescencia y se sintió ridículo. Ese escenario era parecido a cuando Mimi lo convencía de besarla en su cuarto de adolescencia con la puerta entreabierta, mientras su madre merodeaba en la sala. Sus cejas se fruncieron al imaginar a su hija pasando por lo mismo en unos pocos años.

Sin querer, Koushiro buscó un apoyo con sus manos y sus dedos rozaron una de las rodillas de la señora Barton. Ella inspiró sonoramente, como si su tacto fuese como el de un cubo de hielo, pero no se movió y solo le sonrió. Koushiro le devolvió el gesto y ambos volvieron la vista hacia el frente cuando oyeron la puerta del automóvil de Mimi cerrarse. Los Tachikawa volvían a la residencia Barton mientras hablaban en silencio y Keisuke les echó un último vistazo antes de desaparecer.

—Papá te ama, mamá dice que no deja de buscar tu nombre por internet —le dijo ella con un suspiro cansado—, debo persuadirlo o terminará diciéndole algo a Michael.

Koushiro no dijo nada, le había quedado claro que Keisuke quería que su hija se divorciara del estadounidense desde que lo había visto en el centro comercial con su nieto Benjamin y su esposa Satoe. No le importaba en lo absoluto que Keisuke le dijera algo a Michael. En esos momentos, solo le importaba alargar los segundos que faltaban para que ella se bajara del automóvil, cerrara la puerta y tomara el mismo camino que sus padres.

Las comisuras de sus labios se curvaron al verla sonreír a su lado, se veía cómoda y relajada. No parecía la misma mujer que había visto llorando en la tienda de videojuegos y quiso pensar que su presencia le calmaba la ansiedad, como Mimi aseguraba hace más una década atrás cuando le ayudaba con algo relativo a la escuela o hablaban del futuro.

—Lo sé —respondió él. Su voz salió más oxidada de lo que esperaba, luego de unos segundos de silencio. Se aclaró la garganta antes de seguir hablando—, sabe todo lo que he hecho en estos últimos años —comentó mientras se apoyaba la espalda en la silla, volvió a mirarla y se encontró con una expresión de infinita extrañeza en el rostro de Mimi—. Lo vi en el centro comercial hace poco.

A Mimi le tomó un par de segundos entender sus palabras, pero, cuando lo hizo, simplemente se rió con la boca cerrada. El sonido de su risa era tan dulce a sus oídos que se preguntó si alguna vez quedó así de embobado por la risa espontánea de Mina, pero no fue capaz de recordar algún momento. Con Mina solo se sintió tranquilo y estable, pero junto a Mimi sentía que las mejillas se le adormecerían de la felicidad.

Mimi entrecerró los ojos y arqueó una ceja cuando la risa se diluyó en el silencio.

—¿Qué pasa?

—¿Vas seguido al centro comercial? —le respondió con otra pregunta y un semblante divertido—. No sabía que te gustara tanto ese lugar, hace diez años tenía que rogarte para que fueras conmigo.

—No me gusta —murmuró intentando que la curvatura en sus labios no se le notara en demasía—, digo, la tienda de videojuegos está bien, aunque creo que no volveré en un tiempo luego de lo que pasó hoy —reflexionó con gracia y se contentó al escuchar a Mimi reírse otra vez—. A la que sí le gustó ir fue a Osen. Ella no podía entender que la dejarás comer un helado, luego de la bebida cola en el cine.

—¿Really? —exclamó con sorpresa—. Eso es porque nunca querías ir conmigo hace diez años y ahora tienes que llevar a tu hija todo el tiempo. Es tu karma.

—Lo es —resolvió él y ambos se sumieron en un silencio para nada incómodo.

Hace diez años, Koushiro seguramente le habría intentado explicar a Mimi que el karma no existía y que no pensara que algo que hizo en el pasado, repercutiría en su futuro energéticamente. Incluso, si hace algunas semanas su hija Osen le hubiese preguntado que qué era el karma, su respuesta habría sido parecida. Sin embargo, ahora no estaba tan seguro. No se había dado cuenta lo mucho que extrañaba la mente de Mimi y su facilidad de pensar que todo tenía un significado kármico o por destino. En esos momentos, él no sentía la necesidad de refutar nada de lo que la mujer decía, especialmente luego de ver cómo Osen se había quedado fascinada con el actuar despreocupado y alegre de la señora Barton.

Con pesar, se dio cuenta de lo mucho que necesitaba su hija de las cualidades de Mimi. Tanto Mina como él venían de lugares bastante racionales y pragmáticos, y la niña seguramente necesitaba sentirse más como una niña acorde a su edad, que una pequeña genio con una habitación llena de trofeos y medallas. Él mismo había sido un genio y, aún si lo aceptaba sin siquiera pensarlo dos veces, se preguntó si fue precisamente por eso que adoró la espontaneidad y alegría de Mimi Tachikawa.

—Koushiro… —lo llamó la mujer a su lado, un poco ahogada por su mutismo. De pronto, su alegría desapareció de sus ojos y su expresión se volvió intranquila—. ¿Enserio llamarás a Iori?

—Sí…

—Entiendo —dijo ella, Koushiro sabía que Mimi quería preguntar más, pero no estaba segura de cómo hacerlo.

Koushiro no quiso permitirse pensar más allá de la pregunta de Mimi. No quería caer en fantasías estúpidas, no si ya lo había hecho y no había salido bien parado. Mimi era perfecta, sí, pero ellos no eran tan compatibles como quisiera y, si bien podrían tener algo en un futuro, no estaba completamente seguro de que su personalidad volátil no lo destruyera por segunda vez.

—¿Ya no la amas? —preguntó de pronto ella y se mordió su labio inferior.

Quiso decirle que nunca la amó como Mina merecía, pero prefirió no hacerlo. En vez de eso, aclaró la garganta y miró hacia la residencia Barton. Ninguno de los dos estaba en un buen lugar como para conversar de eso, ya que ella seguía siendo la esposa de Barton y él el esposo de Mina. Pasó saliva espesa, Koushiro debía pensar en Osen primero, luego en Mina y después en Mimi, el problema era que deseaba a esta última desde siempre y sentía que perdería la cordura si seguía ahí.

Primero fue la beca a la que no debía perderle el foco por la mujer y ahora era su familia.

—Deberías ir con Keisuke —murmuró en contra de sus deseos y sus manos volvieron al volante. Ella asintió con las cejas contrariadas, quizás Mimi no entendió por completo sus razones de motivarla en irse, pero él no quería seguir equivocándose con Mina y lo haría si seguía besando a la esposa de su amante. Aclaró la garganta, tampoco quería seguir equivocándose con ella—. Hablaré con Iori mañana.

Mimi Barton sonrió por última vez y se le acercó para juntar sus labios con su mejilla. Luego, abrió su puerta y se fue caminando hacia su casa de la forma grácil que la caracterizaba. Koushiro la siguió con la mirada hasta que se perdió en los arbustos de su antejardín y se preguntó si lo que acababa de pasar era real o si había sido una fantasía.

Sintió que tenía que hacer algo pronto o moriría sofocado.

Llamó a teléfono de Iori Hida que había memorizado apenas encendió el motor, pero nadie contestó. Volvió a marcar tres veces camino a casa de Miyako, pero el resultado fue el mismo. Iori Hida era una persona bastante trabajólica, al igual que él y Miyako, por lo que no se le hacía demente pensar que estaría en su oficina todavía. Sin embargo, sabía que Iori tenía una hija de la edad de Kurumi y que, como él, también podría haber decidido calmarse con los terribles horarios de oficina para pasar tiempo con su hija Yuri. Sin embargo, una vez frente a la puerta de la residencia Ichijouji, quiso volver a llamarlo y miró su reloj intentando recordar si él se hubiese quedado hasta esa hora en la oficina con Osen y su esposa esperándolo en casa unos años atrás. Fue entonces que Miyako apareció en la puerta, con su sonrisa usual y lo saludó.

—¿Tienes el número personal de Iori? —preguntó casi al instante. Apenas vio la cara que puso Miyako, aclaró la garganta—. Buenas noches.

—¿Qué sucedió? —preguntó la esposa de Ken, un poco contrariada por la pregunta; aunque por su mirada, Koushiro podía intuir que la mujer también moría de curiosidad. Luego, y como si le hubiese leído la mente, juntó la puerta tras de sí como un intento de buscar intimidad y bajó los decibeles en su voz—. ¿De verdad te quieres divorciar?

Koushiro no quería contestar si había una pequeña posibilidad de que Osen lo escuchara, así solo soltó el aire que tenía sus pulmones y simplemente le sostuvo la mirada a la señora Ichijouji mientras esperaba que ese gesto respondiese su pregunta. Miyako abrió la boca para objetar algo, pero el celular de Koushiro se iluminó en su mano y leyó el nombre de la firma de abogados en la pantalla.

—¿Iori?

—¿Quién es?