Se encontraba caminando alrededor del templo, sumamente aburrido mientras Saga hacía quien sabe qué en el templo del sumo sacerdote. Por una parte se sentía sumamente incómodo ante la idea de estar esperando a su hermano, ¿exactamente para qué? Ah sí, ambos habían acordado pasar más tiempo juntos, tratar de limar asperezas y de encontrar el equilibro en una relación que siempre había sido complicada.

Saga podía pretender ser la persona más noble del mundo, pero la verdad siempre sería otra. Desde luego que no era alguien malévolo, en absoluto. Sin embargo, siempre había deseado ser alguien normal y eso era simplemente imposible; porque sin importar cuánto quisiese negarlo, conforme pasaban los años, la retorcida relación entre ambos se volvía cada vez más intensa, más difícil de ocultar. Una persona gentil e irreprochable no abrazaba a su hermano como lo hacía Saga, ni rozaba sus labios febrilmente contra los de éste durante las noches cuando se despedía para ir a dormir.

Incluso había pensado en ignorar al mayor durante meses hasta que no pudiera más, para después obligarlo a reconocer lo que realmente deseaba. Pero había desistido al considerar que la soberbia de éste podría resultar contraproducente. Seguramente después de todo lo que ya habían hecho, una relación ignominiosa como la suya ya no escandalizaría a nadie. ¿Acaso estar enamorado de Saga era peor que tratar de asesinar a su diosa o manipular a Poseidón? Seguro que no…

Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Saga, preguntándose si éste se molestaría si entraba. La respuesta afirmativa no logró detenerle, por lo que después de encogerse de hombros terminó entrando en la recámara. Todo se encontraba tediosamente ordenado e impecable, como era de esperarse de su gemelo. Su mirada comenzó a estudiar cuidadosamente todo a su alrededor mientras su olfato se saturaba de esa esencia tan particular que era simplemente Saga.

Un bufido frustrado abandonó sus labios, ¿acaso estaba tan enfermo como para entrar al cuarto de su gemelo para poder oler su aroma? Ciertamente no caería tan bajo como para robarse una prenda de vestir de éste… Una vez que estuvo a unos cuantos pasos de un cajón, algo más llamó su atención. Era un artefacto electrónico que se encontraba sobre la cama y que nunca había visto antes. Seguramente era un regalo de la peculiar diosa a la que servían. Desde que habían vuelto a la vida había sido extrañamente gentil, dándoles obsequios a veces demasiado suntuoso o extravagantes.

El mismo Kanon tenía un artefacto como ese, y por eso mismo sabía perfectamente bien cómo es que funcionaba. No había nada mejor que hacer mientras esperaba a Saga, así que simplemente se sentó y comenzó a encender el aparato. Cuando al fin estuvo prendido, se dedicó a abrir carpetas y a leer archivos, hasta que finalmente dio con un archivo titulado "Bitácora". Una sonrisa cargada de ironía se dibujó en los labios del menor. Sólo su gemelo podía pensar que la palabra bitácora era adecuada para tratar de ocultar que ese era, sin duda alguna, su diario. Saga siempre había tenido al costumbre de anotar lo que había hecho en el día, sus impresiones y sus pensamientos, pero cuando habían regresado, Kanon no había podido encontrar ni una sola hoja de papel. Ahora entendía por qué.

Una línea se dibujó en su entrecejo al notar que se le solicitaba una contraseña para poder acceder al archivo. Primero tecleó una fecha, y el acceso le fue denegado. Cuatro intentos más. Sus dedos escribieron desde el libro favorito del mayor, el color, su lugar preferido, todo cuanto vino a su mente antes de que finalmente el acceso fuera bloqueado durante tiempo indefinido. De sus labios escapó un suspiro cansado y cargado de frustración. ¿Por qué?

—Quizás es porque no se supone que veas lo que hay escrito ahí…

Kanon se giró intempestivamente, encontrándose con la figura de Saga recargada en el marco de la puerta, observándole con una sonrisa divertida en sus labios, algo que sinceramente no esperaba ante la intromisión en la recámara de éste, sobre todo cuando había tratado de leer su diario. En ese momento se dio cuenta de que aparentemente su pregunta había sido dicha en voz alta. No supo que responder, así que espero en silencio.

—¿No vas a defenderte diciéndome que no es lo que parece, o algo parecido?

—¿Tendría sentido?

—En absoluto… De hecho, es mejor que ni lo intentes. ¿Qué buscabas Kanon?

El aludido le miró algo inquieto, sin saber qué responder. ¿Por qué Saga no estaba molesto?

—Antes hablabas conmigo… antes de todo. Ahora sólo me miras, me sonríes, pero no dices nada. ¿Qué se supone que hiciera?

El mayor simplemente siguió observándole, apenas enarcando una ceja mientras comenzaba a avanzar hasta la cama. Entonces comprendió que como siempre, el otro iba un paso más adelante. Que la puerta de la recámara estuviera abierta y que el aparato estuviera sobre la cama, todo estaba fríamente planeado.

—Pero… la contraseña…

—Por favor, no me digas que tu intelecto no es tan agudo como pensaba… siempre has sido tú.

Ante el sutil insulto el aludido elevó su mentón, mirándole desafiante y arrogante. No obstante, sus orbes de perfecta esmeralda le miraban con un brillo peculiar.

—Te aviso que no te regresaré esto hasta que haya leído todo, Saga.

Sin decir más el menor se puso de pie con la máquina en mano, dispuesto a dirigirse hacia la salida. Pero la mano de su hermano alrededor de su muñeca le hizo detenerse. Ante la pregunta implícita en su ceja elevada, el mayor simplemente se inclinó, depositando apenas una caricia sobre sus labios.

—No tardes mucho, ¿de acuerdo? Estaré esperándote.

Kanon le miró algo sorprendido, después de todo ese era el primer beso abiertamente consciente y planeado entre ambos. No era lo que hubiera esperado, ni lo que realmente deseaba, pero al menos era algo, un comienzo.