Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 24.
Cómo se mira a una estrella de cerca.
"¡Una estrella anhelante que se inflama, un resplandor que deja de luz ciego al que intenta mirar!" RAFAEL LASSO DE LA VEGA.
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"Querido diario.
He descubierto que la peor cosa que el ser humano puede hacerle a su cuerpo después de drogarse es intentar curarlo, pero, no luchar en contra de aquello que nos roba la vida va en contra de nuestros principios.
Hay un hombre del que quiero hablarte. Lo conocí teniendo sus quimioterapias junto a mi padre y él es simplemente diferente, hilarante y parece solitario. Difícilmente eso es una descripción precisa, pero no hay palabras sencillas para hablar sobre él.
Su nombre es Hyõ. Dice que tiene una hija y que la única razón por la que daría su vida en una camilla sería ella. Y que es por eso que deja a los doctores usarlo como conejillo de indias. Es aterrador verlo soportar las drogas con las que los médicos quieren curarlo.
Es extraño que hable tanto de su hija también y ella no esté en sus terapias. Voy con mi padre a las suyas cada vez que las tiene, aunque mi madre está molesta conmigo porque he dejado mis estudios por un tiempo y estoy tomando clases de fotografía. No quiero decirle a mi madre lo feliz que tomar fotografías me hace.
Le pedí a Hyõ ver una foto de la chica que lleva su sangre, por curiosidad, Hyõ sonrió a mi padre y me señaló
—Si mi chica te viera —Me dijo—Ella te patearía el culo.
Mi padre se burló al verme sonrojar y no supe qué decir. Hyõ, en cambio ese día se sentía hablador.
—Mi Õjo es como una noche días antes de Navidad. Ella, ella es como cerrar los ojos y sentir la brisa fresca que te hace respirar profundo y sentir una emoción por lo desconocido. Te enamorarías de ella —podía verse a leguas que amaba a esa chica como un padre que da la vida por su hija.
La enfermera me dijo que su hija no sabía que él estaba enfermo más tarde ese día cuando lo vimos irse. Y no lo imaginé, no lo pensé. Jamás pensé que Hyõ amaba a la mujer de la que me enamoraría como un loco más tarde. Jamás pensé que Hyõ y yo tuviésemos tanto en común.
Edward".
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Rosalie vio a Isabella pasearse por su oficina, había estado narrando su primer encuentro con Edward, la primera vez que le había mentido a su padre, y como Félix había amenazado su vida jurando hacerle daño de una forma irreparable.
—Hyõ estaba esperándome cuando llegué a la dirección que me dio. Estaba fumando un cigarrillo y se veía enojado. Creo que después del ataque de Felix cuando cumplí dieciséis, esa fue la segunda vez que lo vi molesto y fumando de nuevo. Sabía que había dejado los cigarrillos, pero que cuando algo lo sobrepasaba podía perder los estribos y fumar por horas sin parar. Me miró desde donde estaba.
—Te pregunté si lo conocías ese día en la mansión y me dijiste que no. Mentiste. Sé que es el mismo chico, y sé que lo has estado siguiendo —la acusación en su tono fue como un golpe en mi estómago. No quería haberle mentido, pero no me gustaba hablar de Edward con nadie —¿Crees que si le pregunto a él me diga de dónde te conoce ya que tú no respondes a mis preguntas?
—Hyõ… —intenté hablar con él, pero, ¿Qué podía decirle? Él negó y cerro sus ojos sosteniéndose el puente de la nariz antes de interrumpirme .
—Isabella, no puedo cuidarlos a ambos y si tengo que elegir entre cuidarte a ti y a ese chico yo…
Estaba más dolido que enojado, lo deduje porque me llamó por mi nombre.
—Vas a cuidarlo a él. Promételo —lo interrumpí sintiendo la desesperación trepando por mi espalda y Hyõ bufó apartándose de mí abriendo sus ojos sin enfocarlos en algo, ¿cómo le explicas al hombre que amas como a tu padre que tu objetivo es cuidar de alguien a quien no conoces? Porque yo conocía muy poco a Edward. Conocía al Edward pequeño, al chiquillo que amaba contar historias, al que amaba a los antihéroes, no al Edward mayor, no al Edward que era ahora. Al hombre.
—Quiero que entiendas una cosa Õjo. Felix no va a detenerse. Deberíamos irnos lejos. No creo que debamos quedarnos. Lo vi ahora y esto va a ponerse peor. No puedo prometerte algo que no voy a cumplir. Tú eres mi prioridad.
—¿Crees que esto tiene solución y que esta es huir como ratas en un barco hundiéndose? No lo estás entendiendo entonces.
—¡La que no entiendes eres tú! Eres inconsciente de lo peligroso que Felix se está volviendo y no voy a dejar que el te haga daño Isabella.
—¿Crees que voy a parpadear o arrepentirme si lo mato? ¿Quieres que te diga lo que sueño por las noches cuando cierro mis ojos? ¿Crees que huir va a borrar mi pasado y cambiar mi futuro? —las preguntas que le hice fueron golpes duros en su contra. Lo sé porque se tocó el pecho como si le doliera y yo seguí —. Si Edward no hubiese estado en ese callejón con esa navaja en su cuello a punto de morir desangrado habría tirado del gatillo y le habría volado los sesos a ese maldito.
Un sollozo se me escapó y golpeé la pared del edificio abandonado en el que estábamos.
—Aún siento sus manos en mí cuando cierro mis ojos. Aún veo sus ojos desnudarme mientras tiene la navaja en mi cuello. Él no me violó, Hyõ, pero si yo hubiese dejado de luchar él habría acabado conmigo. Y no sabes cómo lo odio por romperme.
—No estas rota Õjo. Si hubiese una definición para lo que te paso no sería esa. No voy a verte como una víctima, me dijiste que querías vengarte y mostrarle que no te había roto, pero si quieres vengarte deja de verte como una maldita víctima. Ahora porque no me dices quién es ese chico.
—Edward Cullen.
Hyõ silbó de asombro al escuchar su nombre y levantó sus cejas.
—Es el heredero de la naviera y petrolera más grande de Europa. ¿Cómo lo conoces? Su madre fundó una naviera aquí hace poco.
—Estuve encerrada con él por meses. En Asia antes de que Jane me trajera a San Francisco.
La comprensión brilló en sus ojos en cuanto hablé del tiempo que estuve encerrada en Asia junto a Edward. Hyõ conocía esa parte de mi historia, pero no sabía nada de la identidad del chico que había estado conmigo, tampoco sabía que yo había puesto siempre su vida por sobre la mía porque yo sentía un instinto protector que no podía explicar sobre Edward.
Edward era por encima de todo lo que yo más deseaba proteger. En ese momento lo clasifique como instinto, hoy es diferente. Hoy siento que lo amé desde que lo conocí y decidí protegerlo por eso.
—El chico parecía estar viendo una estrella de cerca.
—Parecía más estar viendo un fantasma a los ojos. Deja de decir mentiras Hyõ.
—¿Por qué no aceptas que si el chico te pidiera tu corazón tu irías y se lo darías sin pensártelo? No hace menos de cinco minutos me pediste protegerlo a él sobre tí. Él no es un niño inocente y lo estás defendiendo de algo a lo que le tienes terror. Parecías una fiera defendiendolo de Félix.
Bufé y me reí sin humor de la broma estúpida de Hyõ quien, serio, me miró desde donde estaba antes de empezar a toser como si el aire lo estuviera ahogando. Di un paso hacia él cuando se puso una mano en el pecho y sus mejillas se pusieron rojas, pero él negó hacía mi y me dijo "Estoy bien" aunque el pecho le silbaba de forma extraña.
—Era un niño la última vez que lo vi Hyõ, un niño de esos que juegan con carritos de oro quizás, que nacieron en cunas de plumas de ganso con una sirvienta a su derecha y una herencia del tamaño del Hudson a su izquierda ¿Crees que alguien de su mundo encajaría en el mío?
—Lo que yo creo Õjo —me dijo Hyõ sonriendo tras su ataque de tos —es que por primera vez en la vida hay algo más que te asusta y no es Felix.
Negué sin querer aceptarme y aceptar que tenía razón. Cuando me giré para dejarlo allí de pie él me paró con sus palabras.
—Que te asusten las armas cuando estén cargadas y te estén apuntando a la cabeza Õjo, o la muerte cuando te este viendo a los ojos mientras te arrastra al infierno, pero que no te haga cagarte de miedo amar a alguien más que a ti misma. Somos seres humanos y siempre llegamos al momento de dar la vida por alguien más. No siempre ese alguien más lo vale, pero si este chico de verdad es tu futuro ni aunque vayamos en dirección contraria podríamos detener ese golpe.
—¿Por qué crees que él sería mi futuro viejo cabezota? ¿Es que no me estás escuchando? Es un heredero de un trono más alto que el de cualquiera, jamás se fijaría en mí.
Hyõ me obligó a girarme. No sabía en qué momento se había acercado a mí y cuando mis ojos y los suyos se encontraron él me apretó los hombros como si quisiera quitar mis cargas y unir los pedazos rotos de mi alma.
—Hija, tú también lo estabas mirando como se mira a una estrella de cerca. ¿Realmente crees que soy yo quien está siendo cabezota? Ese chico te gusta. No como te gusta el té, o como te gusta montar las máquinas de césped. Él tiene el poder de hacerte desear y tú le darías lo que te pidiera. Sería un imbécil que no vale la pena si no te viera a través de todo el desastre que quieres parecer.
Le tomé las manos y miré mis zapatos viejos y desteñidos evitando mirarlo porque Hyõ era el único que podía ver a través de mi y en ese momento lo estaba haciendo. Puede que yo tuviera casi diecisiete, que no supiera muchas cosas en mi vida, pero Edward me hacía sentir como si el sol estuviera calentando mi rostro luego de una noche demasiado fría. Él me daba calidez y derretía mi congelado corazón aterrandome más que la propia muerte.
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Rosalie asintió cuando Isabella se levantó de su asiento y abrió la ventana tras ella dándole la espalda, pareciendo hundida hasta el cuello de sentimientos dolorosos.
—Hay cosas de las que me arrepiento más que otras. Me encantó ver a Edward por primera vez en muchos años de cerca; ver la emoción en sus ojos al verme fue indescriptible, pero aterrador. Y pensé que al alejarlo de mí estaba haciéndole un favor. Él y yo, nuestro mundo en ese momento estaba regido por una brecha demasiado grande. Había cosas que nos hacían ver mal juntos; nuestra diferencia de edad era poca, pero para el mundo desde fuera una chica de casi diecisiete y un chico de veinte no eran adecuados, súmale el hecho de que él tenía dinero y yo era casi una vagabunda y eso nos separaba aún más que nuestra edad. No podíamos estar juntos y yo tenía que entenderlo, pero mi corazón estaba latiendo negándose a hacerlo y, sí, me sentía como si hubiera visto a una estrella de cerca. Hyõ tenía razón, yo estaba aterrada y segura de que si Edward se me acercaba para pedirme mi corazón yo iba a ir y a dárselo sin pensarlo. Y lo hice.
Rosalie espero a que Isabella continuara y cuando no lo hizo se levantó y se recostó en el escritorio a su lado. Isabella parecía estar uniendo sus pedazos rotos con sus brazos cruzados y sus ojos parecían estar perdidos en los recuerdos del pasado llenos de tormentas que los hacían brillar con sentimientos que no podían ser descritos.
—¿Cómo es que lo recuerda todo? Los detalles, cada cosa, fechas. Es casi imposible poder con todo eso. La mente es frágil y hay personas que eligen olvidar los malos momentos y quedarse con los buenos.
—En un principio me creí inteligente, quizás demasiado para mi propio bien. Luego de un tiempo Hyõ descubrió que tengo memoria eidética*. Puedo recordar muchas cosas al mismo tiempo. Notar detalles que nadie nota y es por eso que él usó eso en mi beneficio.
—No tenía idea.
—Solo lo saben pocas personas en realidad. Edward, Emmett, Jasper y Hyõ. Bueno y ahora tu.
—¿Sabe que debo agregarlo a su historia, verdad?
—Es parte de mi historia Rosalie.
—Sé que puede ser que a veces me precipite, pero estoy ávida de información. Es una historia muy interesante.
—Responderé a tus preguntas de la mejor manera posible. Pero mi historia no tendría sentido si solo te narrará recuerdos esporádicos sin una línea de tiempo. Al menos es lo que creo.
—Bueno si un día quiere solo hablar podemos apagar la grabadora y ya.
—¿Hablas de ser amigas? —Rosalie se sonrojó e Isabella sonrió y se levantó del escritorio para apagar la grabadora —. No tengo amigas pero ¿Por qué no? ¿Has visto el jardín trasero alguna vez?
Rosalie se levantó negando e Isabella movió el rostro para pedirle que la siguiera tomando una manta y su chal. En medio del pasillo se quitó los zapatos y caminó a una de las tantas puertas.
—Hay muchas cosas tontas que cuando era joven me gustaba hacer. Me di cuenta que estaba enamorada de Edward en una noche estrellada de julio viendo a Orión en el cielo. Con él a mi lado mientras ambos mirábamos a la nada, perdiéndonos en nosotros mismos.
—Es una historia griega trágica. Bueno, la que yo conozco. Aunque hay muchas.
—La mayoría lo son. Orión fue asesinado por el amor de su vida. Artemisa, enamorada de Orión, consideraba seriamente renunciar a sus votos de castidad para desposarlo. Puesto que eran los cazadores hembra y macho más poderosos, hubieran hecho una pareja formidable. Pero Apolo, hermano gemelo de Artemisa, estaba en contra del matrimonio. Un día, mientras Orión nadaba, Apolo hizo una apuesta con Artemisa sobre su puntería con el arco y la invitó a atinarle a un punto oscuro que sobresalía de las olas. Artemisa le atinó a la primera; inconsolable al averiguar que había dado muerte a su amor, lo colocó en los cielos. Dichosa ella que podía solo recostar su cabeza en el pasto y ver los ojos de su amor en el cielo. Pero que masoquista era ya que no podía tocarlo.
Isabella extendiendo la manta en el pasto, se acostó sobre ella y miró al cielo. Luego cerró los ojos. Como si estuviera allí y no fuese un sueño, cuando ella giró su rostro por un segundo, un pequeño segundo, ella sintió a Edward a su lado pegado a su hombro.
—Vas a coger frío —lo escuchó susurrarle al oído y eso la hizo respingar y levantarse de la manta de un salto tan rápido que Rosalie se asustó.
—Lo siento —le dijo a la chica de ojos azules quien aún estaba de pie. La estaba mirando extrañada por la forma rápida en la que solo se había movido.
—He olvidado que tenía trabajo que debo terminar. Puedes quedarte si quieres.
Rosalie negó y cuando Isabella se fue miró la manta y luego a la puerta. La señora parecía haber visto un fantasma y no la estrella que ella describió en sus recuerdos.
Aquellas personas que tienen una memoria eidética recuerdan con sumo detalle cosas como: dónde se sentaba una persona, qué palabras pronunció exactamente, pueden recordar cada palabra o símbolo ortográfico de libros de hasta 500 páginas, o los hechos de una fecha determinada de hace meses o incluso años.
Amé escribir a este Edward a través de los ojos de Isabella. Él era perseverante y estaba, desde un principio, dispuesto a seguir a nuestra señora al fin del mundo. Jo, gracias por estar allí cuando lo necesito.
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