¡Hola a todos! ¡Espero estén pasando un lindo domingo! Vuelvo a comentar que la historia original pertenece a Mitzuki e Igarashi, y que ésta es únicamente una adaptación de mi autoría, sin fines de lucro, hecha por cariño a Candy y a Anthony.
Continuamos con el capítulo de hoy. ¡Muchas bendiciones!
"UNA DECISIÓN DE VIDA"
CAPÍTULO XVI
Los rayos de sol se colaron en la pequeña habitación, acariciando su juvenil rostro pecoso y, poco a poco, la joven comenzó a abrir sus verdes ojos con cansancio. Sus pensamientos eran confusos… su cuerpo le dolía y se sentía exhausta. De pronto, algo llamó su atención, su corazón reconoció una calidez familiar en su mano izquierda, ¿sería posible?, y al volver su rostro lentamente, con su cabeza apoyada en lo que parecía ser una almohada, sus esperanzas se confirmaron ¡al ver la imagen más maravillosa de todas…! ¡Su apuesto Anthony, dormido!, recostado sobre la cama desde una silla, sosteniendo su mano izquierda entre la de él. Sus masculinas facciones y lo profundo de su sueño, la hizo contener su aliento, pensando por un momento que estaba soñando otra vez.
Tantas veces lo había visto en sus sueños durante las últimas semanas, tratando de alcanzarla y de estrecharla entre sus brazos, sin lograrlo, que ahora, sintiendo la calidez de su mano en la suya, no sabía si dar crédito a sus sentidos, recordando un último sueño donde finalmente él sí la abrazaba al estar ella llorando perdida en un camino oscuro, y al despertar, sin embargo, se encontraba aun durmiendo sola de madrugada en un andén en Indiana. No sabía si esta vez sí era real… ¿en verdad estaba allí? ¿o era que su mente le jugaba otro cruel engaño?
Anthony suspiró profundo en su sueño, junto a ella, y una leve sonrisa embelleció sus pacíficas facciones, estrechando aún más su mano en la de él.
Candy se sorprendió con ojos, de pronto, llenos de lágrimas, al sentirlo más real que nunca. Y sonriendo por primera vez desde que la abandonaran en aquel andén de Little Rock, Arkansas, hace ya casi un mes atrás, la joven se giró levemente sobre su costado, y sin poder contener la tentación de tocarlo, su mano derecha alcanzó para acariciar su corto y despeinado cabello con adoración.
Los ojos de Anthony se entreabrieron al instante, y recordando dónde estaba, se incorporó de inmediato, totalmente alerta. Sus ojos buscaron en la cama, hasta que su mirada se topó con la mirada esmeralda que tanto adoraba y anhelaba, en el rostro pecoso de la joven que ahora, recostada de lado, le sonreía conmovida, con lágrimas corriendo ya por sus pálidas mejillas.
"¡Candy! ¡Mi amor!" le dijo el joven sorprendido y sin pensarlo dos veces, levantándose de su silla, se inclinó y la abrazó allí donde estaba recostada, enterrando su rostro en sus dorados cabellos, estrechándola hacia sí con total fervor.
"¡Anthony!" La joven reconoció su calor y lo abrazó de vuelta con igual fuerza y desesperación. Y experimentando de pronto el más grande alivio en su vida, sintiendo el confort de su aroma varonil, comenzó a llorar abiertamente en el fuerte abrazo de su amado.
"Anthony…", decía conmovida. "Anthony… ¡Mi amor!... ¡Estás aquí!... ¡Estás aquí…!", repetía abrumada por la impresión.
"¡Lo siento…!" la voz del rubio se escuchó en medio del llanto de su amada. "¡Lo siento tanto, pecosa!" le decía el muchacho también con la voz quebrada, sin poder detener las lágrimas que también escapaban de sus ojos, aferrándola más hacia sí, sin poder ocultar su alivio de encontrarla. Su Candy continuaba llorando sin poder contenerse, alivida. "¡Perdóname, mi amor!", continuó la aterciopelada voz de Anthony, quebrándose otra vez. "¡Perdóname!", le decía. "¡Fue mi culpa…! ¡Lo siento tanto…! ¡Tanto…!"
Eso hizo reaccionar a la pecosa. "¡No, Anthony!" Le dijo la joven rubia entre sollozos, estrechándose aún más a él, negándose a separarse, y acariciando su fuerte espalda con desesperación. "No hay nada qué perdonar, mi amor. ¡Yo te amo!", le dijo su pecosa. "¡No fue tu culpa!"
El rubio se incorporó, viéndola a los ojos. "Claro que lo es, Candy", le dijo consternado, tomando su rostro lleno de lágrimas con su cálida mano. "Yo te llevé a Lakewood, Candy… fui yo quien pidió a mi tía abuela que te diera trabajo allí, y fui yo quien se marchó sin pensar en-" Candy interrumpió su discurso de culpa, colocando sus dedos suavemente sobre sus labios, negando con un movimiento de su cabeza.
"No, amor", le dijo ella. "Fueron las circunstancias", le dijo comprensiva, tratando de sonreír para amortiguar su pena. "No fuiste tú, Anthony", le dijo. "Además, yo decidí también trabajar en ese lugar."
"Candy…" le dijo Anthony, negando conmovido por su generosidad, al tiempo que él secaba las lágrimas de su cansado y pecoso rostro con su mano, y ella le sonreía de vuelta con cariño, haciendo lo mismo por él.
El joven tomó la mano de la joven y la llevó hacia sus labios, besándola con delicadeza, suspirando entonces con pesar. "Pero igual debo disculparme contigo por la forma en que te trató mi familia." Le dijo avergonzado el muchacho, viéndola a los ojos.
"¿Lo sabes todo entonces?" preguntó la pecosa, frunciendo el ceño.
Anthony asintió sombrío. "Lo principal, creo yo que sí." Le dijo. "Lo de tu despido injustificado… lo de tu envío a Arkansas bajo amenazas…", el joven Brower bajó su vista, recordando lo de la treta de las fotos también, lo cual omitiría decirle por lo pronto. "En fin", dijo, con cansancio. "Al volver de Inglaterra hace unos días, vine directo a buscarte, Candy. Me enteré de tu desaparición semanas atrás en Londres, en una conversación que tenía George con otras personas del Concejo Andley. Y de inmediato decidí regresar a América. Ni siquiera esperé por Archie."
"Mi príncipe…" le dijo Candy agradecida de pensarlo correr tan desesperadamente de regreso para ir en su ayuda, pero luego su vista se desvió por unos segundos a su alrededor. "Anthony, pero… ¿en dónde estamos?", dijo de pronto sorprendida, cayendo en cuenta de que no reconocía el lugar.
"En la parroquia de Lakewood, Candy.", le dijo el rubio. "Un gentil hombre, llamado Felipe - la persona que te ofreció jalón en el camino cuando venías hacia el pueblo -, vino a dejarte directamente con el padre Albino anoche, al ver que estabas enferma. Y por casualidad, justo acababa de llegar yo también desde Lakewood, buscándote." Le sonrió con añoranza. "De hecho, al no encontrarte, mañana mismo planeaba partir a Arkansas para buscarte. Y yo sin saber que venías ya en camino, y que estabas enferma… ¡Santo cielo!, por poco nos cruzamos, pecosa.", le dijo de pronto consternado.
"Pero no fue así, Anthony. ¡Nos encontramos!" le dijo su pecosa conmovida. "¡Es como un milagro!", le dijo. "Yo recé tanto por nosotros en estos días… ¡Y el cielo me escuchó!", dijo ella llena de fe, estrechando su mano ahora en las suyas. "¡Me escuchó…!" dijo, comenzando a llorar otra vez, agradecida. Anthony se enterneció y la abrazó para consolarla.
"Sí, pecosa… lo hizo." El muchacho dijo, admirado de nuevo por esa fe inquebrantable que su pecosa poseía y que tanto él admiraba de su noble corazón. "Nos concedieron este milagro a los dos, amor", dijo, cerrando sus ojos, agradecido de tenerla de vuelta con él y apenado de solo pensar en haberse ido antes, dejándola sola otra vez. Debía reconocer que una fuerza invisible había guiado sus pasos en todo esto. Le había inspirado a darle a Candy el dato del padre Albino antes de marcharse, de no haberlo hecho entonces, no sabía qué habría sido de ellos ahora. Su corazón se sentía agradecido.
Anthony continuó acariciando distraídamente su pequeña espalda de su pecosa, consolándola. "Sabes, Candy," le dijo luego de un momento, "creo que el señor O'Connor se compadeció de nosotros y de lo que nos hicieron, y por eso me contó lo sucedido. La señora Ormond también se mostró apenada y me dio tu mensaje cuando ya venía para acá. Al escuchar tu mensaje para mí, supe que mantendrías tu palabra y que tampoco te rendirías a pesar de lo sucedido." le dijo apartándose de ella, viéndola orgulloso a los ojos. "Supe que lucharíamos juntos por lo nuestro, como dijimos, y pensé entonces que quizás sí podría encontrarte en este lugar. No sabes el susto que pasé primero al preguntar al padre Albino por ti y que me dijera que nunca habías venido para acá."
"Lo siento", dijo la pecosa apenada. "Me costó un poco volver desde tan lejos", le dijo bajando su mirada triste.
Anthony levantó su barbilla con su mano, para verse nuevamente en el verde esmeralda de sus ojos. "No tienes por qué discúlpate, Candy, al contrario." le dijo. "Candy… Mi valiente pecosa.", le dijo enamorado. El muchacho sacó entonces su pañuelo del bolsillo de su pantalón y se lo ofreció a su novia. Ella sonrió y lo aceptó agradecida, secando sus lágrimas en silencio. Anthony tenía una gran curiosidad por saber sobre los detalles de su regreso, pero no quería atosigarla ahora con el recuerdo de situaciones que él sabía no habrían sido para nada fáciles de enfrentar para ella. Pero en algún punto tendría que saber. Como si leyera su mente, Candy lo miró solemne en silencio.
"Te contaré todo, Anthony. Pero no ahora." Le dijo en súplica, bajando su mirada otra vez. Anthony asintió comprensivo, pero afectado en secreto por lo que podría decirle.
La joven rubia levantó luego de un momento su mirada y viendo a su amado, notó su cansancio y su tristeza, en medio de su silencio. Ella sonrió ilusionada entonces y acarició su rostro con su mano, buscando hacerlo sonreír también, lo cual logró de inmediato. "Gracias a Dios…" dijo, mirándolo con adoración. "Temí tanto que tu familia no te permitiera regresar a América ya, y no volverte a ver nunca más..." Sus ojos se llenaron de lágrimas de solo recordarlo, a pesar de su sonrisa.
Anthony tomó entonces la mano con la que ella acariciaba su rostro y la besó con ternura, aferrándola a su mejilla.
"Solo la muerte podría haberme impedido volver a ti, Candy" le dijo él con total sinceridad. "Te habría buscado toda la vida, hasta encontrarte." le dijo. Y volviendo su rostro, besó la palma de su pequeña mano otra vez. Luego, tomó su otra mano apoyada sobre la colcha, e hizo lo mismo.
Candy le sonrió apenada, al sentir sus reverentes besos en sus palmas. "No tengo manos lindas, amor…" se disculpó por lo tosco de ellas. El trabajo manual constante había dejado su marca en sus pequeñas y gentiles manos, a pesar de su juventud.
Anthony le sonrió. "Son las manos más benditas que conozco, Candy." Le dijo con cariño. Y para que le creyera, tomó una de ellas otra vez, y la besó en la palma y luego en el dorso, con veneración.
Candy sonrió, enternecida, mirándolo.
"Veo que nuestra enferma ya despertó." Ambos escucharon la voz del padre Albino, quien les sonreía desde la puerta recién abierta.
Anthony se volvió y poniéndose se pie, sonrió. "Así es, padre. La fiebre ya desapareció."
"¡Qué bien!" dijo entrando en la habitación. "Esperando que ya hubieses despertado, Candy, te traje esto porque pensé que tendrías hambre." Dijo entrando con un azafate sencillo de madera donde llevaba un traste con un poco de avena caliente, pan y una taza de café humeante.
"Pero ¡qué tonto soy!" dijo Anthony apenado, tocando su cabeza. "¡Es lo primero en que debí pensar! ¡No has comido! - Lo siento, Candy. -" Le dijo, volviéndose hacia su pecosa apenado.
Candy rió divertida. "No te preocupes, Anthony, yo ni siquiera me acordaba." Le dijo sincera. "Padre, Albino, ¡muchas gracias!", agregó sonriente, haciendo el intento de levantarse.
"No, Candy." Le dijo Anthony, "Permíteme.", le dijo, y la ayudó a sentarse bien y recostarse en la almohada sobre la pequeña cabecera, impidiéndole ponerse de pie.
El padre Albino colocó entonces la bandeja a su lado sobre la cama. "Bienvenida de vuelta, Candy." Le sonrió el canoso religioso, "Ten, come tranquila." Le dijo. "Y luego intenta dormir mucho. El doctor Harris vino a verte anoche, a petición de Anthony, y dijo que lo mejor para ti sería descansar bastante. Me alegra que hayas podido regresar con nosotros a pesar de todo."
"Gracias, padre. No sabe cómo le agradezco que me permita quedarme aquí con ustedes."
"Bien, bien… sabes que siempre eres bienvenida en la casa de Dios." Le dijo amable. "Después hablaremos con calma de lo sucedido. Por lo pronto, Anthony, mira que ella coma bien, y luego de que la dejes durmiendo, ve tú al comedor, allí Juanita o Martha te servirán algo para que comas también. ¡Ah!, y te asignarán una habitación."
"Sí, padre, muchísimas gracias.", sonrió el joven Brower.
El religioso asintió y luego se retiró para dar la misa de las 8:00 hrs.
Anthony la acompañó entonces en su desayuno. Incluso insistió en darle la avena como a un bebé aduciendo que ella aún estaba muy débil. Con una sonrisa, Candy se dejó consentir.
Más tarde, luego de darle una cucharada de su jarabe, y de ayudarla a ir al baño, esperándola afuera, la dejó dormir otra vez, y se retiró a merendar, como le dijera el padre.
Ya por la tarde, al despertar la pecosa, tras comer un poco de sopa de pollo con verduras nuevamente con la ayuda de Anthony, la señora Juanita la ayudó a bañarse a la joven y a cambiarse de camisón con uno que ella gentilmente le había conseguido, y le puso también su ungüento otra vez a sus adoloridos y lastimados pies, tal como dijera el doctor. Con un cansancio que casi la hacía quedarse dormida sentada, Candy finalmente se durmió otra vez.
El doctor Harris llegó casi de noche a ver a su paciente, y tras revisarla, le recetó otros dos días de descanso total. Mientras la pecosa merendaba un poco de pan y sopa de verduras que le había llevado Anthony desde las cocinas para la cena, dejándola comer sola, el doctor Harris llamó a Anthony aparte para platicarle.
"Le cuento, joven Brower, que la familia Andley anda preguntando por usted en el pueblo." Le dijo discreto en uno de los corredores al jardín de la iglesia. "Esta mañana tuve que atender un llamado de la Mansión Andley muy temprano. Su tía abuela tuvo una baja de presión."
Anthony se incomodó al escucharlo. "¿Por qué me dice estas cosas, doctor?" el alto rubio se molestó. "¿Acaso no ve lo que ellos - ¡ella en particular! - nos hicieron?", reclamó. "¡Mandó engañar a Candy diciéndole que cerraría el Hogar de Pony, donde ella creció, si no se iba, o que la acusaría de ladrona, si volvía; y me engañó a mí para llevarme lejos a Londres para buscarme esposa! ¡Hasta le quitaron la maleta a Candy con su ropa al nomás llegar a Little Rock, para poder falsificar unas fotos que me iban a mostrar a mí más tarde! Querían que, al verlas, ¡yo creyera que ella andaba con otro, viendo su ropa en la doble y su propia maleta en las fotos!" dijo el joven Brower indignado, tratando de bajar la voz. "¡Y al quitársela", continúo el muchacho, "la dejaron sin dinero en otro estado! ¡Sola! ¡Sin techo! ¡Tuvo que lavar ropa y trabajar en diferentes lugares para conseguir lo suficiente para regresar hasta acá, no digamos para comer y tener dónde dormir y, aun así, no le alcanzó para volver hasta el pueblo!" dijo indignado. "¡Por eso tuvo que pedir jalón varias veces y caminar seis días hasta acá desde la estación de trenes en Road Bend, casi sin probar alimento!" Anthony casi que temblaba de la indignación.
Esa tarde, luego de su baño y curación, Anthony y el padre habían platicado de lo sucedido con Candy, y ella, tratando de ser fuerte, les había contado con lágrimas la ordalía que había vivido desde que la despidieron, el viaje junto a un desconocido y sus esfuerzos para poder regresar a Lakewood, en busca del padre Albino, con la esperanza de que, en algún momento, pudiera encontrarse otra vez con su amado, al ser el último lugar que él le indicara a que debía dirigirse de sentirse en peligro.
"No te lo digo para inquietarte, Anthony", comentó el médico, viéndolo tan afectado por la conversación. El galeno siempre había visto al muchacho Andley muy decidido y maduro para su edad, pero también un poco impulsivo, reacciones que, a veces, despertaban en él un instinto paternal al recordarle al hijo que había perdido por una enfermedad hace casi diez años. "Y no estoy justificando a tu tía, Anthony", continuó. "- De ninguna manera. - Yo te lo cuento solo para que sepas que, en algún punto, es posible que los encuentren."
"No lo creo, doctor Harris. Al menos no por un tiempo." Le dijo con certeza. "Tan pronto Candy pueda viajar, nos marcharemos de Michigan."
"¿Estás seguro?"
El muchacho asintió. "Nuestra historia con los Andley terminó ya. Nos toca recomenzar nuestras vidas en otra parte." Le dijo convencido.
El doctor guardó silencio considerando sus palabras y luego asintió, comprendiendo que el resentimiento y el dolor que sentía el muchacho en ese momento era bastante grande, y que de nada serviría decirle que su tía abuela estaba muy arrepentida y que por eso lo buscaba.
"Le agradezco su preocupación de todas formas, doctor" continuó Anthony, "y a pasar de todo, también le agradezco que haya atendido a mi tía abuela hoy."
"La señora Elroy se pondrá bien, descuida." Y jugándoselas, le dijo algo que talvez le serviría al muchacho en un futuro. "Sabes, Anthony, todos cambiamos en la vida. Y tu desaparición ha hecho reflexionar mucho a tu tía sobre sus errores recientes."
"Pues que siga reflexionando todo lo que quiera", dijo molestó Anthony. "Eso ya no me concierne a mí. No le daré pie a que humille o lastime a Candy otra vez con sus tontas pretensiones elitistas."
"Supongo que quizá tengas razón." Concedió el médico. Después de todo, como su sobrino nieto, debía conocer a la Matriarca Andley mejor que él que solo era su médico. Pero también debía reconocer que nunca había visto llorar a la altiva dama de aquella forma. "Bien, yo me despido." Le dijo.
"Gracias por venir nuevamente, doctor." La expresión del muchacho se suavizó. El doctor Harris cordialmente le asintió sonriendo.
Al día siguiente, después de la cena a las 18:30 hrs, Candy y Anthony conversaron un poco antes de que el muchacho se retirara a dormir. El padre Albino le había dado un toque de queda de las 19:30 hrs., para gracia de Candy y para tristeza del rubio. Pero después de todo, estaban en la parroquia y debían obedecer.
"Amor," le dijo Candy en un momento en que ambos se habían quedado en silencio. "¿No crees que talvez deberías darle una segunda oportunidad a tu tía abuela? Juanita me dijo que escuchó en la panadería que ha estado muy deprimida y que no quiere comer."
"Es una treta." dijo Anthony sin mostrar ningún tipo de empatía.
"¿Y Archie y Stear?", preguntó la rubia.
"Ellos deben estar con vigilancia las 24 horas del día ahora. Si les digo en dónde estamos, el Concejo Andley nos buscaría aquí. Y no quiero ni pensar en lo que serían capaces de hacer para salirse con la suya", aseguró. Después de lo de las fotos, ya no confiaba en nada que viniera de ellos.
Sus ojos azules se fijaron pensativos en sus manos entrelazadas sobre la colcha de la sencilla cama, donde descansaba la rubia. Y viendo su actitud dolida y silenciosa por varios minutos, Candy asintió y prefirió no mencionar más el tema. Lo conocía bien, y sabía que ya había tomado su decisión.
Minutos después tocaron a la puerta de la pecosa. Dos suaves golpes. Candy rió al ver el puchero que hacía su rubio amor de pronto. "¡Toque de queda!" dijo divertida.
Anthony se puso de pie, y exhaló con pensar, "Bien, Candy, llegó la hora. Que descanses, amor", le dijo. "Cualquier cosa que necesites… ¡estoy al otro lado de la parroquia!" Dijo con ironía y Candy rió contenta. Anthony le sonrió divertido también e inclinándose, besó su frente con cariño. "Feliz noche, Candy.", le dijo. Ambos se desearon felices sueños con la mirada, y tras ver salir de su habitación al chico que había robado su corazón desde que tenía diez años, Candy se acomodó bien en su pequeña cama y extendiendo su brazo, apagó su lámpara de aceite sobre la mesa.
Cuando Anthony regresaba ya a su propio cuarto, pasando a oscuras por el jardín interior de la parroquia, dirigió su mirada hacia el cielo nocturno y vio la imagen silenciosa del campanario de la iglesia, y la blanca imagen de la luna llena, brillando serena junto a este. El joven Brower detuvo su andar, en medio de la fría noche, y sus pensamientos lo abstrajeron por un momento, contemplando la inspiradora escena.
Cuando reanudó nuevamente su camino, su rostro varonil iba iluminado por la tenue luz de los rayos de la luna, pero también de la suavidad de una afable sonrisa, inspirada en la esperanza de una creciente ilusión.
Continuará…
¡Muchas gracias a todos por leer! Espero hayan disfrutado del capítulo.
¡Agradezco sus comentarios y, también, su tiempo al leer la historia!, tanto a los que leen y comentan ¡lo cual agradezco muchísimo!; como a los que leen y le dan un lugarcito en su corazón en silencio.
¡Gracias por comentar el capítulo anterior! ¡Qué bueno que les haya gustado el reencuentro de los rubios! Le agradezco a mis queridas Guest 1 (¡Me alegro! ¡Bendiciones también!), Anguie, Sharick, Guest 2 (¡Muchas gracias!), Guest 3, Guest 4, Guest 5 (¡Me alegro mucho que te gustara! Un abrazo), GeoMtzR y Mayely león (¡Sí, en verdad es un gran amor el de ellos, amiga! Y, como dices bien, Mayely, los cuidados de Anthony por su pecosa ¡hacen maravillas por su salud! Él es muy cariñoso. Se ve aún más en este capítulo. ¡Un gran abrazo! Y gracias por comentar.)
¡Muchas bendiciones a cada uno! ¡Y feliz domingo!
Con cariño,
lemh2001
10 de septiembre de 2023
P.D. Publicaré la continuación este martes.
