Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.
Advertencia. Esta historia es clasificada como M porque contiene y/o contendrá temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores (lenguaje obsceno, escenas sexuales, temas delicados y/o adultos, muerte de personajes, entre otros asuntos). Leer bajo su propio criterio. Gracias.
Comentarios generales. Gracias por sus comentarios y por seguir la historia. Esta vez tenemos un capítulo en su mayoría centrado en Sakura y sus pensamientos/sentimientos sobre Madara y Sasuke, además de ver a estos dos también (hay un poco de SasuSaku aquí). Gracias a todos los que se han quedado por aquí a leer. Sus comentarios estarán respondidos al pie del capítulo.
¡Gracias! Ahora, sin mucha más dilación…
¡A leer!
Palabras: 9.810
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Capítulo 6
Indicios
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—Parece una buena mujer, sin segundas intenciones. De verdad quiere y necesita el trabajo, me confesó algunas de sus deudas más urgentes. Si está relacionada de alguna manera con ese imbécil de Tobirama, no lo noté en absoluto —detalló Izuna con simpleza.
Madara hizo un tarareo de labios sellados mientras se reclinaba en su asiento. Su hermano no había notado nada extraño en la entrevista y él tampoco podía relacionarla demasiado con los Senju más allá de la relación médica entre ella y Tsunade, quien no estaba inmiscuida (hasta donde él sabía) en los altercados que ambos habían tenido con sus hermanos.
—Las veces que la he visto, parece genuina. Por lo que dices, no oculta nada y se comporta igual independientemente de con quién esté tratando —conectó.
Tenía buena percepción para eso, para analizar a las personas y saber las intenciones detrás de sus acciones. Había determinado que Sakura no era una amenaza, además, sentía admiración por la labor de Akatsuki y era fanática de la saga de libros que había sido el pilar del éxito de la editorial. Era cierto que eso lo hacía sentir un poco engreído, pero no lo admitiría.
—¿Aprobada entonces? —cuestionó Izuna con una media sonrisa.
Madara cruzó los brazos sobre el pecho. No tenía mucho que objetar sobre el hecho. Su talento para escribir le sería muy útil.
—Efectivamente. Envíale un correo a la brevedad posible —zanjó con una mirada contemplativa.
Su hermano menor se inclinó hacia su escritorio.
—Tiene un carácter fuerte, noté. No creo que tome bien el enterarse de que serás su jefe y que la estabas investigando. —Su tono casi podría describirse como gracioso. El mayor de los hermanos solo emitió un sonido monosilábico desde su garganta antes de plasmar su respuesta.
—Simple evaluación previa. Si sabe lo que es conveniente, lo entenderá —dijo con neutralidad, pero Izuna entrecerró los ojos en su dirección, lo que causó que elevara una ceja—. ¿Qué?
—Te sabías su nombre incluso antes de pensar que tenía que ver con el imbécil de Senju, eso quiere decir que dejó una fuerte impresión en ti cuando te curó la herida del rostro, ¿no? —cuestionó él mientras empleaba un tono sospechoso. Madara bajó la barbilla y entornó los ojos en su dirección, como si solo estuviera diciendo estupideces—. Vamos, vamos. Nunca recuerdas el nombre y el apellido de una mujer que no te interese. ¿O acaso recuerdas siquiera el nombre de la última mujer con la que te acostaste? Hace dos semanas no llegaste a casa hasta la madrugada.
Madara elevó ambas cejas.
—¿Ahora hay un monitoreo de tu parte? —Era cierto que por esos días había pasado la noche con Asabi (¿o era Asami?), pero la conocía desde hace tiempo, aunque pudiera parecer que no, todo debido a que nunca se grababa bien los nombres de sus amantes.
Izuna chasqueó la lengua. Sabía perfectamente que nadie había podido tocar el corazón de su hermano desde Mito, a quien consideró como una descarada desde que admitió abiertamente haberse enamorado de Hashirama, porque para haberse enamorado de él, algo tuvo que haber estado haciendo a espaldas de su hermano. Si para Izuna había algo más horrible que el conformismo y la falta de competitividad, eso era la deslealtad, y Mito había sido la persona más desleal con Madara, quien había sido capaz de proclamar y realmente intentar bajarle la luna y las estrellas solo para que ella pudiera colocarlas de adorno en su repisa.
No era que él estuviera arrojando a su hermano a los brazos de cualquier mujer, pero él había vivido ese proceso con él, había estado a su lado y le había visto deprimirse silenciosamente cada vez que alguien nombraba a Mito.
Habían pasado once años desde aquello y esa desleal ya tenía dos hijos con el imbécil mayor (Hashirama), y aunque su hermano era exitoso y la persona que Izuna más admiraba sobre la faz de la tierra, también debía admitir que se había encerrado en sí mismo con respecto al amor. Él quería que Madara tuviese una familia propia, una descendencia a la que amar, porque el menor de los hermanos sabía que podía morir en cualquier momento. Sopesaba esa posibilidad día a día por su enfermedad. Dejarlo solo resultaría devastador, así que él luchaba, realmente luchaba cuando se sentía mal.
—No respondas con otra pregunta —advirtió entre dientes—. Fue una simple evaluación —soltó.
El mayor casi se echó a reír en el sitio porque estaba utilizando su argumento contra él bajo otra circunstancia, pero su hermano se veía realmente interesado en el tema. Se preguntaba si Sakura también había dejado una gran impresión en él.
—La verdad, tuvo más presteza en atender la herida de Hidan que el doctor que estuvo primero. Antes de eso, ya había estado atendiendo los casos críticos del accidente. Se veía... bastante entregada a su trabajo. —Evitó decir que la había encontrado hermosa en ese momento debido a la dedicación que halló en ella, porque entonces Izuna iba a valerse de cualquier comentario para hacerle chistes el resto de la semana.
—Y entonces eso te llamó la atención. Cómo te gusta la gente esforzada... —Dejó caer antes de lanzar un resoplido breve, pero había un brillo divertido en sus ojos.
El Uchiha mayor agradeció no haberle dicho que la había llevado al mirador el día anterior y luego la había dejado sana y salva en la puerta del hospital. Había notado la mirada de algunas otras personas indiscretas sobre él y hacia ella, cuyas mejillas se habían teñido de rosa al darse cuenta del pequeño revuelo en la entrada tras su llegada.
Se empezó a preguntar seriamente si Sakura le disculparía su breve investigación en torno a ella y si querría trabajar allí una vez que se enterara de que él era el jefe. De ninguna manera pretendía mantener la mentira porque necesitaba compenetrarse con sus redactores y enseñarles a apegarse al estilo de la editorial, y ese era un trabajo que solo él podía hacer.
Sakura a veces parecía dos personas distintas, una cuando estaba relajada y llegaba a sonrojarse por la más mínima razón, y otra cuando estaba enfrascada en su trabajo y daba la sensación de que no veía nada más que a su paciente y la forma de ayudarlo con su afección.
En el plano profesional era una mujer admirable y eso había causado que se grabara su nombre. En el plano personal era... agradable, sin duda, una muchacha parlanchina que despedía una alegría que algunas veces se veía opacada por una sombra inconsciente.
—¿Preguntaste por qué escribió esa redacción? —inquirió momentos después.
Izuna asintió, pero él evitó enderezarse para demostrar su interés.
—Estoy seguro de que la mayor parte de lo que me dijo fue una evasiva, pero, básicamente, fue porque sufrió una decepción muy grande y le dio por escribir.
» Me comentó que una persona le dijo una vez que de la tristeza y la introspección pueden surgir las mejores cualidades de una persona, así que lo puso en práctica por primera vez a través de la escritura, que no esperaba que de verdad fuésemos a tomarla en cuenta.
Madara escuchó con bastante atención cada palabra, reconociendo varias de ellas en el comportamiento que había demostrado en los dos días que se habían visto. Había sido evidente que algo le pasaba por su semblante demacrado en contraste con lo que había visto de ella el día del accidente, además no se había colocado el cinturón de seguridad al subirse en su auto cuando la alcanzó en las adyacencias de la editorial.
Una parte de él quería saber lo que había sucedido, pero la parte racional le decía que no era su asunto. El hecho de que pensara que su trabajo podía no tomarse en cuenta, podría ser algún indicio que denotaba baja autoestima, quizás. ¿Momentánea o permanente? ¿Surgida a raíz de su decepción? Recordaba haber captado varios sentimientos en su escrito, pero también se había dado cuenta de que Sakura tendía a una personalidad cambiante, más tímida o dominante según lo que requería.
—Vaya, esa cena sí que te sirvió para analizarla a fondo, ¿no? —cuestionó Izuna al ver la expresión total de concentración en el rostro del Uchiha mayor.
—Es un libro abierto que deja entrever palabras erráticas entre líneas —respondió por lo bajo.
Su hermano menor silbó.
—Digno comentario de un letrado —enunció con falso aire distraído antes de dar una palmada a cada reposabrazos para luego levantarse—. Les enviaré el correo a los tres aspirantes que se han escogido. ¿Algún cambio de última hora?
El hombre sentado tras el escritorio observó cómo la otra persona en la oficina se giraba hacia él desde la puerta, pero él negó con la cabeza y eso agitó los cabellos ónice de su espesa y salvaje melena.
—Nada más que acotar.
—Bien —culminó el menor antes de salir de la sala y dejar al mayor a solas con sus pensamientos.
De inmediato, Madara volvió a divagar con sus pensamientos hasta que Sakura volvió a aparecer en su memoria.
—¿Por qué hay tanto movimiento?
Los ojos azules de Ino Yamanaka contemplaban toda la afluencia policial de la estación con cierta duda. No era como si la estancia no se la pasara frenética, pero había más policías de lo normal allí.
Fijó sus ojos sobre Shikamaru, quien estaba recargado en el espaldar de su silla y cargaba una mirada pensativa.
—Encontraron el cuerpo de un oficial cerca del Santuario Nakano, en el río. Al parecer intentaron ocultar las huellas, pero se olvidaron de limpiar las uñas del cuerpo —contestó el detective Nara mientras se enderezaba.
—Oh... —La rubia asintió lentamente antes de tomar asiento a su lado, en el cubículo compartido de los tres. Era raro no ver a Chōji en su lugar habitual—. Supongo que Akimichi se está encargando del caso, ¿verdad?
Shikamaru asintió antes de volver a centrarse en las imágenes que se reproducían en su computadora.
—Hay una novedad que debo averiguar —prosiguió el genio. Ino movió su silla más cerca de él para observar la pantalla más directamente—. Hay un pasadizo sellado que se omitió en las primeras experticias, pero que corresponden con las antiguas escaleras de emergencia. Supuestamente no ha sido abierto desde hace casi treinta años, pero debo ir a comprobar.
Ino entrecerró los ojos sobre la imagen.
—La verdad es que está bastante camuflado. ¿Y por qué ambientar una suite de lujo abarcando esa entrada sellada?
—Tal parece que el nuevo dueño no lo sabía, pero creo, de verdad, que quiere omitir información —susurró Shikamaru.
Ella se dio cuenta de inmediato que parecía ser un asunto mucho más delicado de lo que habían previsto inicialmente. Su compañero podía ser bastante perezoso, pero cuando se trataba de trabajo, investigación y estrategia, no había nadie mejor que él para desentrañar el asunto. No por nada, era considerado un genio por su propio padre, Inoichi Yamanaka, y cuanto oficial lo conociese.
—¿Quién es el nuevo dueño? —inquirió la rubia mientras fruncía el ceño. El detective Nara ladeó la cabeza hacia ella, empleando aquella mirada que Ino sabía que estaba llena de misterio y sospecha—. El jefe de policía lo oculta —concluyó sin que él tuviese que pronunciar nada. Esa era su peculiar característica en su trabajo, deducir miradas y gestos.
Inclusive así, no pudo determinar la razón de que el jefe Sarutobi ocultara la identidad del propietario actual.
—Exacto. Resulta problemático —confirmó antes de señalar la pantalla—. No hay indicios de alguna intromisión cibernética, así que solo queda evaluar la puerta sellada. Sin embargo, estoy seguro de que esto no se termina aquí.
Ella se removió, inquieta.
—¿Qué hay del portátil de Sabaku Gaara? —prosiguió.
—Millones de comentarios de fanáticas enamoradas, mensajes de odio, mensajes subidos de tono… Lo habitual en una celebridad joven; no obstante… —Shikamaru se estiró un poco para tomar una carpeta de su escritorio y tendérsela a Ino, quien no tardó en abrirla—, observa las direcciones de las IP con su cifrado y las VPN para enmascararlas. Hay varias que apuntan a un club de alto escalafón, no cualquiera entra a menos que tenga mucho dinero y pueda comprobar su membresía. Pensé que podrías ir hoy mismo. Tú eres la experta en eso.
—Lo podría hacer —dijo ella, abriendo mucho los párpados—, pero, ¿qué pasa con la membresía? Yo no… —Selló sus labios al instante. Por supuesto, ¿cómo podría no haberlo previsto? Entornó los ojos en cuanto vio que él sacaba la membresía dorada del dichoso club—. Bien, no esperaba menos —comentó muy satisfecha mientras le quitaba el sello dorado.
—Son discretos con los que asisten y tienen el sello dorado. Ni siquiera mencionan si están presentes —formuló. Ino lo observó con el ceño fruncido.
—¿Y tú cómo sabes eso? —interrogó con cierta exigencia, pero Shikamaru solo se encogió de hombros.
—Gajes del oficio.
Las narinas de la rubia se estiraron cuando exhaló con fuerza. Se contuvo de hacerle un mohín malhumorado, sin embargo, decidió preguntar algo más.
—¿Y qué tal Sabaku Temari?
Pudo verlo detenerse un poco en su evaluación a la pantalla.
—¿Qué hay con la señorita Sabaku? —Ella se exasperó porque detestaba que le respondieran con otra pregunta.
—Ay, Shikamaru, te conozco como a la palma de mi mano. Lamentablemente he llegado a conocerte más de lo que conozco a Sakura últimamente —dijo entre dientes con cierto cariz amargado—, así que se notó claramente que te había incomodado el comentario de la señorita Sabaku.
—Claramente —respondió con un deje de cansancio. Mujeres—. Cuestionó nuestro proceder.
—El proceder del jefe —murmulló, casi queriendo pegarle—. Estoy segura de que podremos resolver este caso pese a los contratiempos. No seremos los que queden en ridículo con la seguridad para que Suna pueda restregarnos la suya —lanzó con una llama de fiereza.
Shikamaru la volteó a ver un poco sorprendido.
—Bueno, detective Yamanaka. Es hora de tu actuar orgulloso —correspondió a su tono fiero pero con mucha más cautela. Ese matiz calculador era reconocible para sus azules ojos. A él le gustaban los desafíos.
—Bien. Iré adónde me has dicho. Mándame todo lo que requieras al móvil. —Ino dio otra ojeada rápida a la carpeta antes de cerrarla y devolverla a las manos del genio.
—Enseguida. —Dicho y hecho, la información llegó rápido a su celular, lo que la hizo sonreír brillantemente. Pudo ver a Shikamaru entornando los ojos al apagar su ordenador—. Discreción, mézclate entre los miembros.
—¿A quién crees que le estás hablando? —Ino agitó su melena sujeta por una coleta, de una forma sensual y elegante. Su compañero solo desvió la mirada mientras ella se reía internamente.
Ambos avisaron que se estarían encargando de las últimas pistas obtenidas sobre el caso de acoso de los Hermanos de la Arena, así que cuando salieron de la estación, cada uno tomó su camino.
Ino contempló mejor el sello dorado del club de altas esferas y leyó la información proporcionada por su compañero. Era un lugar que abarcaba desde un spa de lujo hasta deportes, pasando por una cantidad de diversas actividades de entretenimiento en sus instalaciones. Parecía ser frecuentado por grandes Clanes asiduamente además de personalidades sobresalientes de Konoha y otras partes del mundo. Pertenecía al Clan Ōtsutsuki, cuyos miembros eran tan discretos como misteriosos.
A Ino a veces le daba escalofríos sin razón alguna, aunque tampoco quería pensar las razones de ello. En fin...
La mujer rubia resguardó su móvil y el sello en su chaqueta morada antes de apurar el paso; sin embargo, antes de que pudiese dar otro paso, una mano le cubrió la muñeca, deteniéndola en el acto. Estuvo a punto de aplicar una maniobra para someter a su captor antes de calmarse. Estaban en un lugar público, así que solo se mantuvo alerta mientras se giraba.
La apariencia de quien estaba frente a ella la descolocó, pues llevaba un gorro gris, gafas oscuras y un suéter que debía quedarle bastante grande. Era solo un poco más alto que ella, pero lo más sorprendente fue su voz.
—Detective Yamanaka —murmuró antes de inclinar levemente su mentón para brindarle un vistazo de sus ojos aguamarina. Él la soltó en cuanto reparó que tenía toda su atención—. ¿Podemos hablar un momento?
Ino solo atinó a asentir, extrañada. Era una sorpresa que Gaara la buscase a pesar de estar encargada de su caso, y no solo era porque se arriesgara a llenarse de fanáticas si descubrían su fachada de incógnito, sino porque no habían sido presentados formalmente en cuanto Shikamaru y ella tomaron la tutela de la situación.
Él hizo un único asentimiento para responder al suyo antes de conducirla hacia un auto negro cercano. Desconocía de qué quería hablarle exactamente, o si quizás quería un adelanto de los avances que habían hecho, pero si la víctima la buscaba, ella respondería en concordancia. Quizás Gaara quería aportar algo más, algo que había recordado después de las escuetas entrevistas desde el suceso.
Ella se acomodó en su auto y él arrancó.
El club tendría que esperar un poco más.
Su cambio al turno nocturno en el hospital estaba hecho, no había vuelta atrás con el nuevo horario desde las siete de la noche hasta las seis de la mañana. Sin embargo, reconocía (y no sin cierta vergüenza), que había mentido a su directora Tsunade diciéndole que su nuevo trabajo en la editorial comenzaría al mediodía. Una pequeñísima mentira.
Comprobó de nuevo el correo enviado por el administrativo de Akatsuki, en el cual constataba a qué hora debía ir para conocer las instalaciones y su lugar de trabajo, además de su horario de entrada y salida con su intervalo para almorzar. De ocho y treinta de la mañana hasta las tres de la tarde… No estaba mal. Considerando que por la mañana debía salir a toda velocidad desde el hospital hasta la editorial, por la tarde iba a tener un poco más de tiempo para sus necesidades.
¿Y el tiempo para dormir? Al demonio. Necesitaba el dinero. Sakura no era consciente (o no quería serlo) de lo mucho que se empezaría a presionar con semejante jornada laboral, pero ella lo sentía bien y correcto. El trabajo la iba a ayudar y estaba completamente segura de eso la haría desgastarse tanto como para no tener sueños ni tiempo para pensar en catástrofes.
Ino había estado demasiado ocupada últimamente con todo ese asunto del caso, así que decidió prepararse el desayuno para luego arreglarse tranquilamente y estar presentable para asistir a Akatsuki. Ese era el plan inicial hasta que el celular sonó.
Un mensaje de Ino.
"Vamos a desayunar en nuestro lugar de siempre, frentona. Tengo bombas que desmantelar, así que te invito."
Sakura se rio por lo bajo, sintiéndose un poco más en calma de retomar una parte agradable de su rutina. Le respondió enseguida que esperaba verla allá en media hora y se dispuso a acomodarse.
De nuevo tuvo que bajar las escaleras por aún no haber sido capaz de completar el condominio, así que agradecía que Ino le convidara. No iba a sacar sus problemas económicos a relucir, tampoco. Extrajo su tarjeta de transporte rápidamente al ver que había un autobús y lo tomó.
Fue la primera en llegar al sitio de encuentro y tuvo suerte de encontrar la pequeña mesa del fondo junto al ventanal, el lugar favorito de ambas desde que iniciaron la universidad, justo un mes después de que esta cafetería fuese inaugurada. Parecía que él tiempo pasaba volando, pero para ella parecía haberse detenido en ese día en el que fue plantada en el altar, pero bloqueaba esos pensamientos. Eran sentimientos que no podía expresar a nadie.
—Eh, deja de intentar mirarme el trasero. ¿Acaso esa frentesota te está haciendo tener pensamientos inadecuados? —La voz enérgica de Ino la sacó de sus pensamientos y Sakura notó que había estado muy ausente con su mirada.
—No, solo compruebo que ese trasero de cerda siga intacto. Hasta parece que está engordando —contraatacó ella a su comentario una vez que la rubia se sentó.
Se notaba cansada, pero alegre. Ella le sonrió.
—Sakura —llamó con una seriedad que la asustó.
—¿Qué? —respondió a la defensiva, su sonrisa tambaleándose.
Era muy raro que Ino no le dijera el apodo habitual que le había hecho superar las burlas contra ella durante en su niñez. Ahora no tenía una frente desproporcionada como cuando era niña, y si la tuviese, probablemente no le afectaría gracias a las palabras de su amiga.
Esa misma amiga que estaba entrecerrando los ojos hacia ella.
—Deja de sonreírme como una muñeca de película de terror —reprendió antes de levantarse y pedir uno de sus desayunos favoritos del menú matutino, dejándola estupefacta en el sitio.
La muchacha de pelo rosa parpadeó y enfocó la mirada sobre ella mientras hacía el pedido en la vitrina. ¿Cómo que muñeca de película de terror? Por inercia se llevó los dedos hasta su sonrisa, preguntándose qué había de diferente en su expresión, aunque su gesto ya se había disipado. Ino volvió con dos platos de shokupan (un pan de leche esponjoso) y algunas rodajas de pan de nueces con jalea de membrillo; los dejó sobre la mesa y luego tomó las bebidas. Té helado para ella y chocolate caliente para Sakura. Esta última lanzó un suspiro de satisfacción e Ino se burló, seguramente pensando que parecía un gato.
—Pareces cansada —dijo la de ojos verdes antes de acercar el plato y empezar a comer.
—No más que tú, Sakura. —De nuevo. La aludida frunció el ceño y la rubia empezó a comer—. Suéltalo.
—¿Qué voy a soltar?
—Lo que sea que estés reprimiendo.
—No estoy reprimiendo nada. —Ino elevó la mira azulada, se veía molesta.
—Ah, ¿no? ¿Entonces por qué parece que no has dormido ni comido bien en días? No has hablado sobre eso…
—No quiero ni necesito hablar sobre eso, Ino —remarcó, tomando una rodaja de pan con jalea—. ¿Qué caso tiene hablar sobre eso?
—¿Cómo que qué caso tiene? ¡Es obvio que te está consumiendo lentamente! ¿Qué ha dicho la doctora Tsunade sobre eso? ¿Eh? —Ella vio a Sakura removerse en su silla mientras desviaba la mirada. Sus ojos de jade se veían vidriosos.
—¿Qué tiene que decir? ¡¿Qué tienes que decir tú?! —Su voz se alzó un poco y demostró que su carácter temperamental estaba a la defensiva hasta con ella.
—Soy tu amiga, Sakura. Te conozco desde que te comías los mocos en el jardín de niños. —Eso indignó divertidamente a la enfermera e hizo que su actitud evasiva tambaleara, pero Ino parecía muy seria, más seria que nunca antes a la par que intentaba calmarla—. Sé cuándo estás mal aunque no lo digas, cuando estás enferma aunque no se te note. Disculpa por no haber estado estos días, tenemos un caso bastante extraño, pero también te echo de menos a ti, frentona. —Ino suspiró y Sakura sintió que se le acumulaban las lágrimas.
Un solo toque más y rompería a llorar.
—Yo… cerdita, lo siento. Es que… Yo… —No encontraba palabras para expresarse con respecto a su boda fallida.
Cuando pensaba en ese día, solo recordaba lo mal que se había sentido, la decepción desbordante, los sentimientos martillando en su pecho y abriéndole un hueco en el corazón. ¿Qué podía decir sobre eso? No hallaba palabras para describirse, no podía desahogarse, solo sabía que Sasuke seguía pululando en su mente como un maldito espectro al que no podía exorcizar. Era una vela encendida, un fantasma, una voz constante en su cabeza con todos los recuerdos que tenían en común, que eran demasiados a tomar en cuenta los años que habían estudiado juntos antes de separarse en su entrada a la universidad. Había visto todas las etapas de Sasuke y había hecho un trío inseparable con él y Naruto.
No recordaba una única vez en la que ellos tres estuviesen separados por demasiado tiempo. Esta era la primera vez, pero, aunque quería desesperadamente estar con ellos, sabía que no podía verlos. Podía sonar egoísta y un desprecio total a la preocupación que siempre había demostrado Naruto por ella, pero el solo verlo le recordaba a Sasuke. Dios. Parecía que ese ser era todo en lo que podía pensar incluso cuando le había dejado estrés postraumático.
Casi quiso reírse, pero si abría la boca iba a llorar y no quería. No estaba lista para sacar todo eso y mucho menos en su cafetería favorita.
—Me tienes a mí, a Neji, incluso a Shikamaru que te dará su versión robótica de los hechos —continuó Ino luego de dar un sorbo a su té helado. Sakura hizo una mueca parecida a una sonrisa mientras la miraba—, pero en algún momento vas a necesitar hablar de eso y, créeme, estaré cerca —aseguró su amiga.
Sus ojos azules siempre habían sido muy puros, extremadamente llamativos de una manera muy diferente a los ojos de Naruto. Ino era una bomba extrovertida, sacaba comentarios de cualquier tipo según lo que veía, era explosiva también, aunque de una manera menos temperamental que la de Sakura.
Recordaba cuando, siendo niñas, le había apartados los mechones rosados del rostro cuando Sakura había intentado cubrir su frente con insistencia. Le había dado su cintillo y le había colocado una pegatina brillante en forma de rombo en la frente. Todavía podía escuchar su voz aniñada diciéndole que la próxima vez que la volvieran a molestar, le pidiese fuerza a ese rombo en su frente y le diera un buen golpe a cada uno de sus perseguidores.
No había hecho falta que se cubriese mucho después. Mostraba su frente orgullosa de su rombo y de verdad le había alcanzado a partir un diente al mayor de sus verdugos. Luego, al estar siempre en compañía de Ino y luego de Naruto y Sasuke, nadie más había cometido la osadía de acercarse a decirle algo feo sobre su aspecto.
Los niños eran crueles.
—Lo sé —respondió en una murmuración, tragándose el nudo de su garganta—. ¿Qué caso es ese que te tiene tan mal?
Ino lanzó un quejido al aire antes de dar un mordisco fiero a su shokupan. Sakura elevó las cejas y esperó a que pasara el bocado.
—No vayas a alarmarte ni a emocionarte demasiado —susurró, inclinando su torso hacia ella. Los ojos verdes se notaron más curiosos—. Tiene que ver con los Hermanos de la Arena. Más concretamente con Gaara —informó por lo bajo y casi le tapó la boca a Sakura para evitar escuchar un chillido, pero su amiga tenía los labios sellados y sus ojos estaban mostrando toda especia de emociones—. Es información clasificada, pero te lo digo a ti porque, bueno, eres la frentona. —Sakura no tuvo ni la disposición de ensartarle un puñetazo en el hombro.
—¿De qué se trata? ¿Algo muy malo? —murmulló con preocupación.
—Parece que está siendo víctima de acoso cibernético y alguien ingresó a su suite —glosó con prudencia.
—¿Qué? ¿Y cómo pudieron entrar? ¿Acaso no hay mucha seguridad con los artistas de ese calibre? —inquirió con un escepticismo que Ino correspondió, aunque sabía que no podía darle todos los detalles de su trabajo.
—Algo falló. Gaara me dijo algo interesante sobre lo que ocurrió en esos días.
—¿Gaara? —repitió Sakura, intentando controlar su voz en vista del tema del que hablaban—. ¿Hablaste directamente con Gaara? ¿Sabaku Gaara? —Ino podía escuchar ese tinte de fanática al final de su oración, lo que la hizo rodar los ojos con diversión.
—Claro, soy la detective encargada de su caso junto a Shikamaru.
—¿Ese es el caso de la última vez que no pudimos vernos? —prosiguió interrogante. Ino asintió—. ¿Tiene acosadoras que han entrado a su habitación?
—Eso es lo que no conocemos aún, pero lo estamos investigando —dijo y omitió parte de la información confidencial de la investigación.
Sakura hizo un mohín y ladeo el rostro antes de que sus ojos brillaran. Era impresionante cómo podía cambiar de humor, de a punto de estallar a dulce o a punto de darle un golpe a alguien. Nunca se sabía.
—¿Y cómo es? Digo, siempre tiene esa mirada de que va a matar a alguien, pero su público femenino lo interpreta mal y se enamora —aseveró con cierto humor.
—Pues… es un chico centrado, algo sombrío, si me preguntas, pero es bastante amable.
—¿Qué edad tiene realmente? —cuestionó la muchacha de cabello rosa.
—Eso es lo que más me sorprendió, pensé que era mayor, pero tiene veinticuatro. O sea, que empezó en todo este mundillo de los famosos a los once años. Demasiado joven. —Ino colocó una expresión de circunstancia, Sakura estuvo de acuerdo con ella, pero agitó las manos.
—¿Y de cerca es más guapo que en el escenario? Da detalles, cerda.
La mencionada entornó los ojos hacia Sakura, sorprendida de su faceta de fanática, una que había mostrado constantemente con relación al idiota de Sasuke mientras estaban en el colegio. Ino se sentía algo incómoda dando detalles de un famoso que era menor que ella, pero no podía negar que era guapo.
—Pues… Es muy guapo sí, incluso si usó una ropa bastante desaliñada cuando nos encontramos, para evitar a sus fanáticas.
Sakura chilló entre dientes.
—Tienes que presentármelo, necesito su autógrafo… Qué digo, ¡el autógrafo de los tres!
—No puedo hacer eso en medio de un caso, frente de marquesina —reprendió Ino casi en un gruñido—. No es ético y se supone que no sabes nada de esto.
Haruno hizo como si se distrajese con una mosca.
—De casualidad…
—Cuando resolvamos el caso, si todavía mantengo su contacto, entonces lo haré —aceptó antes de que Sakura empezara a envolverla con su tecnicismo sentimental. La vio juntar las manos sobre el pecho y emplear una sonrisa real, no esa con la que la había recibido.
Bueno, al menos había logrado algo bueno con su desayuno.
—Eres la mejor del mundo, lo sabes, ¿verdad? —pronunció con ese tono meloso que a la rubia le daba grima a veces, pero se rio.
—Obviamente, lo soy —respondió con prepotencia, lo que causó que su amiga bufara antes de sorber de su chocolate.
Al igual que cuando había estado con el señor Madara, se sentía más ligera, aunque de una forma distinta. Quizás se debía al hecho de que Ino sí conocía la historia detrás de todo y Madara no, así que habían hablado de otras cosas muy genéricas o despreocupadas.
—Bueno, ¿y el hospital? ¿Alguna novedad? —Ino la sacó de sus pensamientos y su mente se enfocó de inmediato en el día del accidente y la presencia del susodicho en el lugar. Seguro que sería algo que haría que su rubia acompañante escupiera su té.
—¿Recuerdas cuando me hiciste pasar vergüenza en Izanami? —preguntó con cierta saña y observó satisfecha que Ino se removía y hacía una mueca.
—¿Me lo vas a recordar siempre que nos veamos? —interrogó con un tono aniñado.
—No, pero volví a ver a melena divina —soltó de sopetón e Ino se enderezó de inmediato con los parpados muy abiertos.
—¿Pero qué? ¿Cómo?
Sakura le hizo un breve resumen del accidente ocurrido un día después de la desgracia y cómo melena divina había llegado con un acompañante herido justo al hospital.
—Pero vaya, ¿qué es esto? ¿Es el destino? —dijo ella mientras la apremiaba a hablar—. Ese tipo estaba buenísimo, ni siquiera intentes negarlo. Yo lo vi con mis ojos de ebria, es cierto, pero recuerdo perfectamente sus facciones serias, su cabello, incluso su cuerpo cuando lo abra…
—¡Ino! No necesito que me lo describas. —Sakura la calló, un poco avergonzada, pero eso llamó la atención de su amiga—. Tiene una mirada bastante pesada, aunque puede ser amable también… es raro —murmuró, comiendo algo de sus últimos bocados de pan con jalea.
—Oh, ¿raro cómo? ¿Raro de que te hace sentir mariposas en el estómago? ¿O raro del tipo que te hace sentir fuego en las entrañas? —cuestionó con toda la intención suspicaz impregnada en su tono.
Sakura frunció el ceño hacia ella.
—No me refiero a nada de eso, no lo vi de esa forma…
—Ah, pero lo verías de estar en otra situación, ¿no? Es difícil de ignorar, y eso que solo lo vi durante unos pocos segundos.
—Pues… me invitó a cenar como agradecimiento por atender la herida de su amigo y la herida que él se hizo —mencionó de forma distraída.
A Ino le brillaron los ojos.
—Qué novedad, frentona. ¿Es por él que no me respondes los mensajes de noche? —Elevó las cejas en intervalos, varias veces, lo que causó que Sakura se sonrojara.
—¡Claro que no! Solo cenamos. No seas tan cerda —refunfuñó antes de que la rubia se riera de su arranque.
—Bueno, ¿y qué más? ¿Cómo se llama?
—Se llama Madara. Al día siguiente de la cena me lo encontré cuando fui a hacer unas diligencias para mi nuevo trabajo, aunque dudo que me lo vuelva a encontrar, tengo algunos días sin verlo. Fue demasiada casualidad.
—¿Nuevo trabajo? ¿Y por qué no te lo volverías a encontrar? Las divinas casualidades existen —dejó caer, tomándose lo último que le quedaba de su té.
—Sí, un trabajo temporal para pagar las facturas de aquello. —Agitó la mano para saltarse ese tema—. Probablemente lo deje luego si se me hace pesado, pues he tomado el turno nocturno del hospital. —Sabía que era mentira, no lo dejaría siempre que le permitiera no tener demasiado tiempo libre para pensar, pero eso no tenía que saberlo Ino—. Y no lo volvería a encontrar porque, bueno, realmente no creo que tenga nada más que agradecerme y la segunda vez simplemente me vio en la acera mientras manejaba. —Se encogió de hombros.
Ino se exasperó.
—¿En serio? Si se acercó a ti al verte en la acera… Yo no me acercaría a una chica que invité a cenar el día anterior mientras estoy manejando, después podía haberte buscado en el hospital, pero él decidió desviarse de su camino para encontrarse contigo. ¿No te parece curioso?
—Para nada —refutó Sakura—. Lo hizo por cortesía. No es tan conversador, pero tiene bastantes modales.
—No sabrás sus modales hasta que pases más tiempo con él…
—Imposible, ya te dije. Fue casualidad la segunda vez y no hay motivos para vernos… —Por alguna razón, se sintió un poco incómoda con esa resolución.
—Te vas a acordar de mí cuando lo veas todos los días. —Ino la señaló con el dedo antes de masticar su último bocado del desayuno.
Sakura puso los ojos en blanco. Curioso que tuviese que recordar a Tsunade y a Ino cuando "pasaran" las cosas que ellas vaticinaban. La joven de ojos de jade estaba segura de que no pasaría una cosa ni la otra.
Por supuesto, y aunque no lo supiese aún, estaba equivocada.
Llegó puntual como un clavel a la entrada de la editorial. Ajustó su bléiser negro sobre su blusa blanca e ingresó con muchas ganas de conocer el edificio entero, aunque notó que otras dos personas estaban allí también en la planta baja, a la espera al igual que ella. Supuso que ambos hombres eran otros redactores que también habían superado el concurso y habían asistido en concordancia a las pautas dadas por correo. Uno de ellos llevaba anteojos oscuros y estaba bastante pálido, el otro también llevaba anteojos y tenía el cabello gris recogido en una coleta baja, aunque ambos tenían una apariencia bastante intelectual. Sakura se sintió un poco rara comparada con ambos.
Se sintió igual de nerviosa que cuando había venido a la entrevista presencial días atrás, pero estaba más segura y más tranquila después de su desayuno junto a Ino. Incluso se sentía con ganas de inviarle un mensaje a Naruto para que se viesen pronto, sobre todo porque dentro de poco sería el aniversario fúnebre de la muerte de sus padres y ella siempre había estado a su lado en esos días desde que tenía doce años.
Bueno, ella y Sasuke. Arrugó un poco la nariz y agitó la cabeza, sintiéndose aliviada por la aparición de la bonita secretaria con ojos de ámbar.
—Buenos días a todos —dijo y esperó que respondieran. Tenía una seriedad regia y misteriosa—. El señor Akatsuki Izuna los espera en la segunda planta. Acompáñenme, por favor.
Todos la siguieron en cuanto ella emprendió la caminata.
A Sakura le dio la sensación de que todo estaba lleno de hermetismo, como la primera vez. La sensación de que estaba entrando a otro mundo la persiguió con insistencia, como si fuese a cruzar la puerta hacia otra dimensión a partir de ahora todas las mañanas.
«Estoy fantaseando demasiado», pensó poco antes de que el ascensor marcara que estaban en el segundo piso y el cuarteto saliese de la cabina rumbo al pasillo. Akatsuki Izuna estaba allí, aunque ya no tuvo tanto impacto en Sakura por el parecido con Sasuke, pues lo primero que notó de él fue su coleta baja y sus ojos mucho menos intensos. Quizás se parecía más a Itachi, pero desechó el pensamiento porque no tenía que estar comparando a los Uchiha con uno de los dueños de Akatsuki. Literalmente estaba dispuesta a escupir sobre el apellido de Sasuke.
—Buen día. —Estiró la mano uno a uno para que la estrecharan y, esta vez, ella sí que pudo controlar su fuerza al notar una leve vacilación cómica de Izuna. Quizás pensaba que le iba a quebrar los dedos si no iba con cautela—. Como ya habrán leído en el correo, fueron contratados oficialmente por la Editorial Akatsuki. Tienen su horario y ahora les voy a mostrar los puntos más importantes de este edificio que les servirá para su trabajo en redacción.
Todos parecieron intercambiar una mirada. Sakura sintió una sacudida extraña en el estómago, tal vez por la emoción de la incertidumbre que la invadía.
La sección de administración general solo podía describirse como… peculiar.
Una vez que cruzó la puerta, pudo ver una oficina dividida por cubículos en los cuales se llevaban a cabo varias actividades en favor del crecimiento de la editorial. ¿Cómo había acabado allí sola? No lo entendía, pero debería haber estado en la zona de la editorial del periódico en el cuarto piso.
—¿Ese cabello es real, Pinky? —El tono curiosamente burlón de uno de los hombres altísimos del lugar, hizo que lo volteara a ver con el ceño fruncido.
—Repite eso otra vez —amenazó con el puño levantado, causando que él se riera entre dientes, lo que le hacía recordar a un tiburón. Sakura solo quería que se lo dijese otra vez para tumbarle toda la dentadura.
El muchacho llamado Yahiko, que se había presentado previamente, se rascó la nuca de una forma que le hizo recordar a Naruto. Parecía un poco apenado por el comportamiento de su compañero.
—No le hagas caso, nunca controla su boca a menos que esté el jefe —pronunció con ímpetu. Parecía agradable.
—Kisame, no deberías ser tan confianzudo con tus nuevos compañeros de trabajo, menos aun siendo de otra área. —Había hablado otro pelirrojo, con mucha tranquilidad antes de inclinar levemente la cabeza en su dirección—. Soy Nagato.
Sakura le correspondió la inclinación, un poco contrariada por las distintas personalidades que allí convivían.
—Sakura —respondió y volteó a mirar al, recién bautizado, sonrisa de tiburón—. Espero que puedas aprenderte mi nombre —habló con cierto tono oscuro, pero el nombrado Kisame solo sonrió más ampliamente, como si se estuviese divirtiendo con la rabieta de una niña pequeña.
—Más gastos para la empresa por la ampliación de la plantilla laboral —rezongó el tipo de cabello largo y ojos fluorescentes. La joven se sintió un tanto intimidada por su porte y aura, pero no lo dejó notar—. Espero que ustedes puedan aportar el mismo sueldo que la editorial les dará.
Sí, definitivamente debía ser una especie de usurero. Si era quien manejaba los sueldos…
—Hey, hey —habló otro, entrando en escena. Sus ojos verdes fueron a parar directamente a un hombre con sombrero y un palillo entre los dientes. Su atención se enfocó directamente sobre ella—. Shiranui Genma, para servirte —dijo a modo de presentación antes de sonreírle de medio lado. Sakura arrugó los labios con cierta vergüenza y él se rio.
—Haruno Sakura.
—Lo sé, te perdiste del grupo, así que vine a buscar a mi próxima redactora. —No esperó a que ella reaccionara, simplemente colocó sus manos sobre los hombros de la fémina y caminó hacia la puerta—. Me la llevo, no la extrañen demasiado —habló hacia los demás mientras ella era arrastrada por él hacia la cuarta planta.
Tenía la sensación de que eran un grupo caótico, pero al menos eso iba a distraerla bastante siempre que no saliesen comentarios como los del tal Kisame.
Para cuando terminaron el recorrido a través de los primeros cuatro pisos que conformaban el edificio de ocho plantas, Sakura estaba bastante consciente de que tendría bastante trabajo que hacer.
Shiranui resultó ser el jefe de redactores, al menos en el área del periódico, e indicó las pautas por las cuales se manejaba la Editorial Akatsuki y cuál era su estilo de escritura y manejo de la información. Ella procuró grabarse muy bien todo eso, teniendo en cuenta las veces que había leído el periódico y las revistas científicas provenientes de la editorial.
El sistema de imprenta era interesante y observó con cierta fascinación cómo se elaboraban las planas. Dijo que el señor Akatsuki (el jefe entre los jefes, el fundador y dueño principal) sería quien los llamaría primero y recibirían acotaciones de primera mano para que se apegaran al estilo de la editorial en sus primeras redacciones.
Y que se prepararan bien, porque el señor Akatsuki no admitía errores.
Sí, se había sentido un poco intimidada, pero la sonrisa fácil del señor Izuna en cuanto terminaron el recorrido a media tarde, la calmó un poco, solo para volverla a poner nerviosa inmediatamente después.
—Mañana serán llamados a primera hora, según su horario, a la oficina principal por el señor Akatsuki, nuestro jefe. —Le dio una mirada significativa a todos mientras ella se preguntaba por qué el dichoso señor Akatsuki tenía de empleado a su hermano también.
Uno de los hombres que habían hecho el recorrido solo emitió un sonido afirmativo. Ese se llamaba Shino y no parecía hablar demasiado a menos que tuviese que responder algo.
—Estaré atento, Gracias por el recorrido. —Y ese era el otro hombre, Kabuto, a quien Sakura tomó por alguien sereno y reflexivo por su modo de hablar y plantear las cosas. Al parecer sería un buen compañero de trabajo.
Sakura observó que ya eran las tres con treinta minutos de la tarde cuando recibieron las últimas instrucciones y el recordatorio de que al día siguiente debían subir directamente al último piso. Haruno supuso que esta vez debía ir a la oficina del ala oeste que había estado cerrada y apagada cuando el señor Izuna le había hecho la entrevista.
La sensación de incertidumbre con respecto al señor Akatsuki no la abandonó del todo incluso cuando salió de la editorial y sus ojos recorrieron la pulida fachada del edificio.
Sí, no cabía duda de que estaba entrando a otro campo que desconocía por completo.
Sasuke Uchiha tuvo que orillar el auto y detenerse un momento en la avenida de camino hacia su apartamento. Otro mensaje de su madre había llegado, así que pulsó el botón y mantuvo los dedos engarrotados en torno al volante. Su expresión se mantuvo endurecida, incluso cuando escuchó la voz de Mikoto diciéndole algo sobre sus obligaciones con Hinata.
Mierda.
Él no era de eventos sociales y no quería, bajo ningún concepto, acompañar a la Hyūga a ninguno. Estaba casado, ¿qué más querían sus padres? Golpeó levemente el volante, porque se sentía un poco desgraciado ignorando las peticiones de su madre, pero se sentía aún más furioso por cómo habían sido las cosas estas últimas semanas, incluso si no lo demostraba.
Hinata no le causaba ni un mal pensamiento y ni siquiera había podido estar con otra mujer desde que se había casado.
Excepto Sakura, justo al día siguiente de la boda. Y parecía que la mayoría de las cosas en su cabeza últimamente tenían que ver con Sakura. Era una… molestia.
Sasuke retomó el camino, dispuesto a ignorar toda llamada y todo mensaje, así que colocó el móvil en modo avión y se concentró en el camino antes de que, repentinamente, se desviase un poco y tomara una ruta más larga. Pasaría frente al Hospital General de Konoha porque sí, porque le apetecía. De ninguna manera era porque deseaba ver a Sakura.
¿Pero a quién estaba intentando engañar? No servía de nada negar que quería verla. El tiempo que había estado alejado de ella parecía más largo de lo que realmente había sido y todavía no había podido hablarle porque ella no le dejaba. Ignoraba sus llamadas, ignoraba sus mensajes. Naruto le había dicho que la había visto, pero ese tonto no se daría cuenta de nada si Sakura quería realmente que él no lo supiera.
Era él, Sasuke Uchiha, el hombre que más conocía a Sakura Haruno.
Y como la conocía tan bien, sabía qué rutas tomaba para ir a su trabajo en el hospital.
El pelinegro volvió a detenerse con premura, esta vez, en una zona de aparcamiento, aunque ni siquiera preguntó si podía hacerlo. Era un Uchiha.
La razón de todo aquello, era porque había reconocido la silueta de Sakura en la acera contraria, a lo lejos. Había sido un impulso, pero uno que consideró necesario porque tenían que aclarar la situación. Él esperó a que ambos carriles de autos se descongestionaran para pasar corriendo de una acera a otra. Una vez que logró su objetivo, eliminó la agitación de la carrera de su sistema y mantuvo su semblante neutro mientras metía las manos en los bolsillos para comenzar a caminar en sentido contrario al de ella.
La notó un poco cabizbaja, su postura no era la de siempre. Sasuke supo inmediatamente lo que acontecía. Ella ni siquiera tenía que decírselo para que él sacase sus conclusiones. Distraídamente se chocó contra su torso y murmuró un balbuceante "disculpe", con ese tono suyo que el Uchiha sabía que ella empleaba cuando tenía sus pensamientos arremolinados y disparejos.
Él la dejó desviarse un poco para rodearlo, pero se mantuvo recto en el sitio antes de que una de sus manos apresara el brazo de Sakura con rapidez.
—Sakura.
Sakura.
La aludida casi se rompe el cuello al girar su cabeza en dirección a la voz que la llamaba. Esa voz tan conocida con ese tono petulante que antes le había parecido lo más sexy del mundo.
«Es una pesadilla», pensó mientras sus ojos verdes se conectaban directamente a la noche sin luz en los iris de Sasuke, quien la estaba desplazando hasta colocarla frente a él, aprovechando el agarre sobre su brazo. «No, no, no», se dijo. Su cabeza extrapoló lo que su mente estaba pensando, por lo que meneó la cabeza en negación mientras arrugaba los labios.
—¡Suéltame! —exclamó a la par que sacudía su brazo, pero él solo la sostuvo con más firmeza antes de que su otro brazo se añadiera a la ecuación para apresar su brazo libre.
Esto estaba mal. Estaba muy mal. Sus ojos comenzaron a empañarse. De nada había servido ignorar sus llamadas, de nada había servido borrar su número, de nada había servido eliminar cada mensaje antes de leerlo, de nada había servido evitar hablar a profundidad con todo aquel que conociese a Sasuke. De nada.
Ella enfocó sus pupilas sobre el pecho contrario. Su camisa negra dejaba ver los primeros tres botones sin abrochar. Igual que siempre. Empezó a sentir que le faltaba el aire y su cuerpo se volvió errático y tembloroso, similar a una crisis de nervios. Alzar la cabeza fue un completo error. Su expresión, esa expresión a la que ella siempre le había colocado emoción y nombre, esa expresión neutra que siempre estaba en su rostro a todas horas, todos los días, incluso en sus momentos.
No pudo evitar jadear en busca de aire mientras intentaba zafarse….
Pero entonces él tuvo que abrazarla, estrecharla entre sus brazos y mantenerla contra su cuerpo, como si no fuera consciente de que la estaba torturando con eso. Claro que lo sabía. Sasuke siempre sabía cómo hacerla sufrir.
—Calma, Sakura. Ya todo pasará. —Escuchó su voz susurrante en su oído, su aliento rozándole la oreja y cosquilleando en su piel.
«¿Por qué me haces esto?», eso quería preguntarle, pero no hallaba su voz mientras todo su cuerpo temblaba, en crisis, en contradicción. Era un maldito, un imbécil. Era todos los improperios juntos. Era lo peor. Lo peor.
Él la presionó más contra su cuerpo. Ella intuyó que era para doblegarla a su voluntad.
—T-Tienes que… soltarme —alcanzó a decir en un hilillo de voz, pero Sasuke no le hizo caso.
—Estás teniendo una crisis, como cuando te avisaron sobre la muerte de tus padres. También te abracé así.
Su tono sereno contrastaba con la calidez de su aliento, evocándole esos recuerdos amargos pero felices a su vez. De las primeras ocasiones en las que Sasuke la había abrazado sin que ella se lo hubiese pedido. "Estamos contigo, estoy contigo", le había dicho esa vez. Recibió esa noticia tan fuerte solo con él, y solo con su abrazo pudo superar el golpe inicial.
—¿A ti… A ti qué te importa? —prorrumpió con los dientes apretados, maldiciéndose en cuanto se dio cuenta de que el abrazo estaba surtiendo efecto en la reacción natural de su cuerpo al verlo—. Esto… Esto es tu culpa.
—Lo sé. —Tan fácil y tan rápido, tan escueto. Admitía su culpa y no se alejaba, se quedaba allí para herirla más.
—Te odio —pronunció tambaleante.
—Es mentira —contratacó, sin dignarse a dejarla en paz.
Ella levantó las manos, sin fuerza, en busca de darle un puñetazo, pero sus golpes no eran capaces de hacerle cosquillas siquiera. Otra vez. Otra vez tenía el control.
—Déjame, tú… —Sintió que él dejaba de abrazarla, pero no se alejó demasiado y volvió a apresar sus brazos entre las manos autoritarias.
—Me amas —dijo él, tan campante. Sakura respiró hondo mientras el nudo en su garganta se volvía doloroso.
—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué apareces? —Sus ojos de jade se clavaron en los contrarios, como pullas, con dolor. Sasuke no pareció inmutarse.
—Hay una conversación pendiente —soltó simple. Ella bufó.
—Me utilizaste, toda tu vida me has utilizado y… —y ahora te casaste, quiso decir, pero resultó difícil—, ¿ahora quieres hablar? ¿De qué quieres hablar?
—No la he tocado, no quiero. No he estado con otra mujer desde que no estás conmigo. —Sakura frunció el ceño, aquella debía ser la oración más larga de Sasuke, pero no era la mejor. ¿Se suponía que debía sentirse orgullosa de que no hubiese podido cogerse a otra porque no estaba ella en su vida?
—¿Se supone que tengo que sentirme bien con eso? ¡¿Se supone que tengo que caer ante ti otra vez?! —gritó y forcejeó. Sasuke la soltó y volvió a meter las manos en los bolsillos. Ella despreció su porte siempre perfecto, su falta de reacción. Su falta de corazón.
—Escúchame, Sakura —pronunció lentamente, saboreando las sílabas, justo como él sabía que a ella le gustaba que dijera su nombre—. Hay solo dos invariables en mi vida, algo que solo yo escogí. Esas invariables son Naruto y tú. Ustedes no pueden salir de mi vida.
No pueden salir de mi vida. No pueden.
No supo si reírse con la ironía o recomendarle un psicólogo a Sasuke para que ordenara sus prioridades, porque no tenía sentido lo que decía. ¿Qué eran las invariables? ¿Qué quería decir eso para él? Odiaba su fachada perfecta, la detestaba.
—¿Y… y por eso te casaste con otra? —preguntó e inmediatamente después se mordió el labio inferior. Este le temblaba—. Te vi, Sasuke. Te vi casándote.
Su voz sombría causó que Sasuke abriera un poco más los párpados. De esta forma la estaba hiriendo, lo sabía, pero no tenía demasiadas opciones. No esperó que ella le dijera eso, ¿en qué momento…? No hizo falta que especulara más. Estaba claro que Neji tenía que ver en esto. Era la conexión que podía hacer, aunque solo se había percatado de ello tras algunas menciones superfluas que Hinata había hecho sobre él cuando el Uchiha pensaba que no tenían ningún tipo de contacto.
—Fue algo planeado por mi familia. Realmente iba a casarme contigo.
Sakura lanzó una carcajada, sorprendiéndolo.
La mujer de hebras rosadas elevó de nuevo su mirada hacia él. Estaba molesta, él podía ver ese fuego en sus ojos. Todavía veía la llama de la vida y la libertad en ellos, tal y como veía eso en los ojos de Naruto. Ellos siempre habían sido su equilibrio y él la balanza que los medía.
—¡Claro!, ¡por eso me hiciste pasar la mayor vergüenza de mi vida! —profirió antes de señalarlo—. ¡Déjame! Ya basta, no quiero ver tu cara, no quiere que me hables, no quiero que me escribas, no quiero que me interceptes en una acera para atosigarme. ¡Desaparece! —culminó con un grito.
Y antes de que él pudiese apresar su brazo una vez más, Sakura ya había emprendido a correr.
Alejándose de él mientras corría por su dignidad, pudo sollozar y soltar sus lágrimas una vez más.
El turno nocturno había sido liberador, pero extenuante y cansado. Le había permitido no pensar demasiado en su encuentro con Sasuke de camino al hospital, pero al mismo tiempo le hizo rememorar muchos de los momentos que pasaron juntos. Momentos en los que Sasuke había parecido realmente genuino.
Agradecía que Tsunade no hubiese estado cerca para ver sus disyuntivas y peleas mentales y, sobre todo, que no estuviera para verla salir corriendo a las seis con veinte minutos de la mañana porque necesitaba llegar a tiempo a su trabajo para hablar con el susodicho señor Akatsuki.
Sabía que tenía unas ojeras terribles y que a duras penas había alcanzado a asearse, pero no podía estar más presentable, incluso empacó su jersey rojo de cuello alto sin mangas y se arregló el flequillo ladeado lo mejor que pudo, empleando un cintillo a juego. Suspiró en cuanto estuvo en el bus y durmió diez minutos en el trayecto, sintiéndose un poco más despierta. Comió una manzana, casi escondida, para empezar el día con energía.
La necesitaría.
Llegó con rapidez al lugar, afianzando su cartera negra y haciendo resonar sus zapatos de tacón. Saludó con una sonrisa (o un intento de ella) a todos con los que se cruzaba antes de tomar el ascensor hasta el último piso. Miró su reloj y se percató de que estaba bien con el horario, no se había retrasado ni un poco. Esperaba que el señor Akatsuki se sintiese satisfecho de su puntualidad.
Cuando ingresó al ala oeste, solo Kabuto estaba sentado en uno de los sillones de la antesala, repleta de rojo granate, esculturas y algunos pendones sobre Las Crónicas de las Naciones Elementales.
—Buenos días —saludó por lo bajo en su dirección. Este alzó la mano a modo de saludo mientras le dedicaba una sonrisa confiada. Sakura pensó que era bastante simpático—. ¿Eres el primero en llegar?
—No —respondió el muchacho con el mismo tono bajo—, Shino fue el primero, así que entró en cuanto el señor Akatsuki preguntó.
Sakura sintió un bajón en el estómago. ¿En serio? ¿Entonces no había llegado tan temprano como creía? Pero recordaba claramente la hora en el correo… ¿El sueño la había hecho confundirse?
—No pensé que llegaría tan temprano.
—Al parecer, el señor Akatsuki es así cuando…
Shino Aburame salió de la oficina y cerró la puerta de manera silenciosa. Ambos lo observaron y él se dirigió hacia Kabuto.
—Entra, te está esperando.
Fue lo único que dijo antes de abandonar el piso. Kabuto se levantó de inmediato y abrió la puerta, intentando hacer el menor ruido. Sakura se sintió más nerviosa cuando escuchó el pitido del ascensor, anunciando que ya estaba completamente sola en la antesala y el señor Akatsuki daba la impresión de ser más delicado que una hoja mojada.
Pasó una media hora antes de que Kabuto finalmente saliese. Media hora en la que no había podido escuchar ni una maldita parte de alguna conversación, como si hubiese paredes insonorizadas allí. ¿Era eso posible? Ella le dedicó una mirada atenta, interrogante. Él lanzó un suspiro y se colocó una mano sobre el pecho. Daba el aspecto de haber salido de prisión hacia poco tiempo.
Eso solo avivó su ansiedad.
—Da miedo —susurró antes de agregar lo siguiente—. Ahora te toca a ti. Me dijo que te llamara.
Ella asintió y se levantó. Las manos le estaban sudando.
—G-Gracias —tartamudeó sin querer y él le ofreció una leve inclinación de cabeza antes de caminar a través del pasillo hacia el ascensor.
Ella respiró hondo. Ahora estaba más que segura de que el señor Akatsuki era muy diferente a su hermano Izuna, quien también se veía estricto a su manera, pero accesible; sin embargo, aquí flotaba un ambiente de miedo. ¿O era ella que lo tenía?
Caminó hacia la puerta, con el corazón martillándole en el pecho, resonando hasta en sus sienes. Giró el pomo con lentitud y solo escuchó el tecleo de una computadora. Elevó su mirada verdosa y se intimidó un poco con el diseño de la sala y sus colores oscuros y fuertes. Se tomó un segundo para recorrer la amplitud del lugar, reconociendo cierto aroma que le resultó muy familiar.
«Es como si…», empezó a pensar, pero eso era inaudito.
O lo fue, hasta que escuchó la voz que la hizo saltar en su sitio.
—Señorita Haruno.
Su cortó cabello rosa se agitó cuando volteó hacia el otro lado de la habitación.
Madara estaba de pie frente a su escritorio, con su cuerpo ligeramente reclinado contra él. Tenía los brazos cruzados sobre su chaqueta negra y su corbata en contraste con su camisa blanca. Su cabello levemente salvaje le daba un aspecto feroz, algunos mechones en su frente le hacían sombras sobre sus ojos de obsidiana fijos en ella. A Sakura se le secó la boca, pero no pudo dilucidar si fue por la impresión de verlo a él allí o si fue por su imponente presencia. Quizás era un poco de las dos o algo más.
—Señor Ma… —No pudo terminar de pronunciar, en cambio, boqueó, intentando procesar la escena.
—Akatsuki Madara —respondió. Su tono sonó atronador, fuerte y electrizante—. A partir de hoy, seré tu jefe.
Sakura parpadeó, perpleja.
—¿Esto es real?
Pues bueno, ya empezaremos con más interacciones entre estos dos, a ver si Sasuke no se mete en el medio, que pobrecita Sakura, le toca un descanso de él.
¡Respondiendo comentarios!
Kou. Sin duda, todo se empieza a enredar por aquí, y hay muchos personajes involucrados en sus propias tramas y traumas. Tienes más indicios por aquí del caso de Ino y Shika. Pronto más de todos estos pobres seres… Y sí, también pobre de Tenten con su amor no correspondido.
¡Gracias por tu comentario!
Bry. ¡Qué bueno que te haya gustado la escena! De verdad, no pensé que no hablaras español, porque lo escribes muy bien, así que tienes mi gratitud infinita por comentar siempre la historia a pesar de que está en otro idioma. ¡Te lo agradezco!
Ya pronto se irán aclarando algunas cosas y, lo más importante, podremos ver más interacción entre Madara y Sakura ahora que trabajarán en el mismo sitio. ¡Al fin! Espero que la escena de Sasuke no te haga sacar mucho las sillas jaja. Sakura merece ser feliz después de toda una vida detrás de Sasuke.
Cuando se trata de familia… En algún momento ya verás más de la vida de Madara e Izuna, además del resto de los Uchiha, cada quien con un papel específico en su familia.
¡Gracias por pasarte!
Amy. ¡Hola! ¡Agradezco tu comentario! Pues eres bastante perspicaz con algunas cosas, ¿para qué negarlo? Jajaja, ya desentrañarás la maraña que hay aquí y sabrás más cosas.
Aquí ya te salen un poco Kisame, Kakuzu, Ino y Shikamaru, ¡me merezco un premio! Jaja.
Qué bueno que leas los capítulos varias veces, que puede haber por allí algunas pistas de lo que puede pasar a futuro (no digo más). Pronto verás más de todos los personajes.
Como ya lo dije antes, Sasori es un enigma hasta para mí (se hace la loca). ¡Gracias!
Guest. ¡Gracias por pasarte!
