INUYASHA NO ME PERTENECE, SALVO LA HISTORIA QUE SI ES MÍA.
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El contrato
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Capítulo 9
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DEDICADO A SAONE TAKAHASHI
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Su puntual reloj biológico solía despertarlo a las siete de la mañana. Luego de las primeras rutinas de higiene iba a hacer una hora de cinta en la sala de gimnasio.
Luego de salir de la ducha, ya se preparaba para ir al trabajo.
Pero esa mañana algo diferente lo despertó.
Un aroma delicioso.
Estaban en el último piso, era imposible que llegaran aromas de las cafeterías allí y tampoco era hora que llegara el desayuno a Dexter.
Porque sí, las comidas para su hermano venían en viandas diarias contratadas de un restaurante.
Bankotsu jamás desayunaba en el piso así que nunca contrató para su ración. El empresario pestañeó extrañado y miró el reloj del móvil que estaba sobre la mesilla de noche.
Todavía no eran las siete de la mañana y era imposible que fueran del servicio del restaurante.
Se levantó y luego de lavarse fue a verificar los ruidos y sobre todo el olor.
No le costó encontrar el bullicio en la cocina.
La mesada de mármol estaba llena de bandejas olorosas de donas, waffles, tostadas francesas y panqueques. El olor a café recién hecho era penetrante.
Una mujer de espaldas controlaba lo que parecía ser huevos revueltos.
Dexter estaba sentado y miró a su hermano llegar. Se encogió los hombros como denotando que él también estaba confundido.
―A mí no me veas, que me despertó todo el aroma y el ruido.
― ¿Qué diablos significa esto?
Kagome al escucharlo volteó. Tenía puesto un delantal y una sonrisa en la cara.
―Pues el desayuno.
Bankotsu ni siquiera recordaba que tuvieran cosas que se pudieran cocinar en el piso.
― ¿De dónde salió todo esto?
Kagome se acercó y sirvió los huevos a Dexter. También le llenó el vaso con zumo.
―Me levanté y no encontré nada, así que fui a la tienda. Usé la tarjeta ―contestó la joven―. Vamos, siéntese y le sirvo ¿Qué le gustaría?
― ¿Y te vieron regresar con bolsas? Pensaran que daremos un festín.
Kagome asintió.
―No era necesario que hicieras esto, tenemos contratado un servicio de comidas ―replicó Bankotsu, aunque ciertamente el aroma y el aspecto de la deliciosa comida servida ya lo tentaba demasiado.
―La comida de restaurantes no suele llenar los requerimientos nutricionales ―explicó Kagome colocando una taza de café humeante frente a Bankotsu―. ¿Quiere tostadas o panqueques? También puedo hacer opciones proteicas.
Bankotsu se sentó, pero aun así se sentía malhumorado que ella hiciera estas cosas sin consultarle y eso que apenas llevaba una noche en el lugar.
―Sírveme las tostadas ¿y cómo sabes eso de los requerimientos nutricionales?
―Porque trabajé en varios restaurantes ―contestó Kagome sirviéndole las tostadas.
A pesar del enojo inicial, Bankotsu no pudo evitar percatarse del cambio de ánimo en Kagome. como si cocinar y servir fuera lo que más le gustaba en el mundo, lejos de la actitud sumisa y con miedo que siempre portaba.
La comida era deliciosa.
Dexter siempre fue especial pero ahora estaba rendido engullendo la bollería casera que tenía un aspecto tan sabroso que parecía salida de las vitrinas de las mejores pastelerías de la ciudad.
Niño vendido a las primeras de cambio, masculló Bankotsu.
Igual ir a trabajar luego de comer algo tan delicioso no iba mal.
Ya después podría regañar a esa entrometida por haber hecho algo sí sin consultarle.
Pero sea lo que sea que Bankotsu pensó, lo olvidó completamente luego de acabar el desayuno.
― ¿Qué más sabes hacer? ―preguntó Dexter mientras seguía mordiendo unos panqueques remojados con jalea.
―Lo que sea ―afirmó Kagome orgullosa mientras llevaba los trastos sucios al fregadero.
Bankotsu vio que aun sobraba algo sobre la mesada.
―Imagino que cocinas mucho porque así estas acostumbrada ―comentó maliciosamente y dando una ojeada hacia la figura de Kagome, quien efectivamente no era ninguna delgaducha y sí una curvilínea engrosada.
―El niño está de vacaciones, así que podrá seguir comiendo más tarde ¿no?
― ¡Que no soy un niño! ―protestó Dexter
Bankotsu acarició la cabeza de su hermano y dejó la taza.
―Sabemos que no lo eres ―le hizo una seña a Kagome para que lo siguiera. Ella soltó el trapo y lo hizo―. Vaya festín hiciste y me tocará cancelar el servicio del restaurante para Dexter.
―Es que no hay nadie más aquí ―se defendió Kagome―. Y ya que estoy vendiendo mi dignidad, al menos déjeme cocinar para la casa, es mi profesión.
Lo cierto es que Bankotsu no tenía nada contra eso.
―Puedes seguir con tus juegos, pero quería decirte que estés lista que vendrá un estilista a arreglarte en esta semana porque tendremos nuestra primera aparición pública.
Al hacerlo, ambos se encontraban increíblemente cerca.
A Bankotsu le perturbó distinguir, en medio de todo el aroma a bollos y café impregnado en el delantal de ella, un tibio aroma a vainilla.
Nostálgico y suave.
Recordaba esa vainilla ya que olor idéntico se le había quedado pegado sobre la manta escocesa que fuera de su madre aquella lluviosa y triste noche de cuando murió el abuelo de Kagome.
Apartó esos sentimientos enseguida.
No era momento de ponerse sentimental y se alejó enseguida de Kagome.
― ¿Algo más que deba saber? ―preguntó la joven al verlo irse raudamente
―Tienes mi línea agendada, así como el de Miroku, mi principal ayudante ―él cogió la chaqueta y el móvil.
Ya Wayne debería de estar esperándole abajo así que se marchó a toda prisa, sin mirar atrás.
No quería que nadie se diera cuenta que había quedado ligeramente perturbado por culpa de ese olor.
Como si algo se accionara en su mente.
Algo que no recordaba.
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Kagome lo vio irse y como era aún más transparente que él le fue imposible disimular.
La maldita nostalgia causaba estragos en la gente.
―Límpiate la baba ―la risotada de Dexter la hizo regresar a la realidad.
La mujer se apresuró en limpiarse la comisura de los labios.
― ¿Cómo? ¿Cuándo?
―Admite que mi hermano te gusta ―arremetió Dexter
El niño era directo, pero Kagome no pensaba dejarse así que cambió el tema.
― ¿Quieres algo más?
―No ―respondió Dexter caminando hacia su habitación, pero dio apenas cuatro pasos cuando regresó―. Ya que tanto te gusta la cocina ¿podrías hacer algo de filete para el almuerzo con alguna ensalada campera?
Que el chiquillo le hablara en un idioma que entendía la relajaba.
Al pequeño diablo le había gustado la comida y la convivencia no era sería tan complicada.
Lo vio arrojarse sobre el sofá y encender el televisor.
Mientras ella recogía y preparaba la lista de lo que necesitaba para cocinar el filete para Dexter, también le echaba una ojeada al niño.
Hacía mucho zapping, pero notó que le gustaban los programas de deportes en especial si eran de natación.
Eso le llamó la atención y lo anotó en su lista mental.
Si iba a vivir con esta familia por seis meses al menos debía conocer algo de ellos.
Dexter era un listillo, pero no era malvado, y le causaba mucha ternura que fuera tan parecido a Bankotsu en sus alocuciones irónicas.
― ¿Tenéis piscina en este edificio? ―le preguntó Kagome mientras secaba unos platos viendo que Dexter se había quedado mirando el programa.
―Si ―respondió el niño―. ¿Quieres echarte a ella? ¿Tienes traje de baño?
―No, pero viendo que te gusta tanto, quizá podamos ir a nadar…
―No eres mi niñera ―Dexter cambió de canal―. Igual no serviría de mucho porque no sé nadar.
Kagome ya no siguió preguntándole, pero su naturaleza amable la llamaba a hacerlo por el niño.
Como Bankotsu le prohibió que volviera a salir hasta que estuviera lista, le tuvo que pedir al asistente de Bankotsu, ese tal Miroku que le enviara el mercado a domicilio.
Preparó el mejor filete que recordaba haber preparado en mucho tiempo.
Cuando se lo sirvió a Dexter, hasta el diablillo quedó sorprendido.
Más aun cuando lo probó y sintió que la carne se le derretía en la boca.
―Vaya, quizá no es mala idea tenerte por aquí.
Kagome, quien su experiencia le decía que darles buena comida casera a chicos acostumbrados a comida de restaurant, los cambiaba bastante y eso que apenas llevaba un día.
Sería fácil para ella llevarse con el niño.
El resto del día lo pasó organizando la cocina y el frigorífico porque Dexter le pasó una lista de cosas que deseaba comer en la semana.
Sólo cuando acabó con eso ya había caído el sol y fue a su habitación a ordenar su triste caja de ropa, la que Wayne trajo desde el piso de Tsubaki y cuando iba camino pasó frente a la de Bankotsu que estaba entreabierta.
Era enorme y la cama aún estaba deshecha.
No pudo evitar acercarse un poco y aspirar el olor que emanaba del lugar.
Una mezcla entre sudor masculino y parte del perfume de Bankotsu.
Las sabanas grises y arrugadas la invitaban a acercarse.
Cerró sus ojos tratando de imaginárselo cuando se colocaba la camisa o se abrochaba el pantalón.
Nunca fue una guarra, pero aquellas escasas horas que llevaba tocando el suelo que él pisaba, le había activado algo dormido.
―Tú de verdad que bebes los vientos por mi hermano.
Kagome casi muere de un susto al toparse con Dexter quien la veía con suspicacia.
Fingió acomodarse la ropa.
― ¿Cómo? ¿de qué hablas?
El niño entornó los ojos.
―Vale, no es mi asunto ―Dexter pasó caminando hacia su habitación―. La cena estuvo deliciosa.
Y sí, la cena estuvo deliciosa. Ella colocó un plato más pero aparentemente Bankotsu no iba a llegar.
― ¡Y no eches lagrimones si es que no llega! El pobre hombre tiene mucho trabajo ―Dexter volvió a gritarle ya desde adentro.
Kagome se alejó de la puerta.
Maldito chiquillo.
Era demasiado listo y ya era capaz de ver a través de ella.
Sólo cuando llegó frente a su propia habitación, se dio cuenta de cuan cansada estaba.
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En Wall Street abundaban los ejecutivos, pero pocos realmente resaltaban. Uno era el mentado señor de la Quinta Avenida, Bankotsu Anderson, el intrépido inversionista que tenía a Manhattan comiendo de su mano.
Pero no era el único.
Inuyasha Paulsen era el CEO de una bolsa de inversiones de reciente creación, pero era alguien que comenzaba a inspirar respeto en el mercado de valores.
Muchos los veían como el rival natural de Anderson por los siguientes motivos: era guapo, rico y dueño de su propia compañía a la misma edad.
Tenía idénticas ambiciones porque sabía reconocer negocios que valían la pena.
Justamente por ese motivo le había echado ojo a la famosa cadena de hoteles, misma que Anderson Equities acababa de comprar.
Pese a eso, Inuyasha no desistía y deseaba hacerse con algunas acciones intentando unas compras litigiosas que eran rechazadas por Bankotsu Anderson.
Esa noche se reunió con unos abogados en un exclusivo restaurant de Tribeca para recibir noticias de los últimos avances. Como esperaba esos ineptos letrados le trajeron noticias negativas.
Bankotsu Anderson no pensaba vender nada.
―Pero conseguimos una invitación, señor Paulsen.
― ¿De qué? ―increpó el millonario malhumorado
―La semana siguiente se hará una recepción por el cierre de compra de la cadena a favor de Anderson Equities. Quizá es una oportunidad para que usted le plantee en persona al CEO de sus pretensiones, él es una persona muy particular y no le agradan los abogados.
― ¿Y a quién sí? ―refrendó Inuyasha bebiendo una copa de su exclusivo vino.
El abogado dejó una tarjeta frente a Inuyasha.
―Ha sido difícil obtenerla.
Inuyasha vació la copa de un trago.
Estaba decepcionado de la falta de resultados de esos inútiles, pero en el fondo entendía a Bankotsu, que era un hombre como él.
La propuesta debía ser de CEO a CEO.
Cogió la tarjeta y la guardó en su bolsillo.
―Yo mismo me reuniré con este sujeto…y de paso le enseñaré como se hacen negocios.
CONTINUARÁ
Gracias hermanitas, capitulo cortito.
GRACIAS PAULITA, LUCYP0411, CONEJA, BENANI0125, IMAG04, SAONE TAKAHASHI, ANNIE PEREZ por sus bellos comentarios del 8.
¿Dónde te metiste Fuentes Rodríguez?
Besote y tendremos actualizaciones más prontas, ya vieron que ya puedo hacer dos capis semanales, veremos si la practica me lleva a hacer tres que es mi objetivo.
ABRAZO.
PAOLA.
