La siguiente historia está basada en la excelente serie de fanfics "Moonlit masquerade" by Rohad en AO3. No requiere lectura previa, pero es altamente recomendable leerla.

UN BUEN FINAL

Los rayos del sol se colaron por la ventana. Luz palpó el frío vacío a su lado, la ligera brisa meció las cortinas y rodándose en la cama el sol le pegó en la cara, abriendo los ojos le costó enfocar, sentándose se talló los párpados y con un gran bostezo se estiró sintiéndose un poco más alerta, rascándose el costado reparó en el reloj digital sobre la mesa, las 7 am, mirando la hora Luz tuvo un mal sabor de boca, corriendo las mantas se levantó al sanitario, tomó su cepillo de dientes, aplicó dentífrico y se talló con fuerza sintiéndose todavía adormilada, cuando terminó se enjuagó y se inclinó secándose con una toalla.

—¡Amity! ¡¿Por qué no me despertaste?! ¿¡Está listo el desayuno?! ¡Tengo que ir a vender al mercado! ¡Un tipo me pidió crema para los forúnculos! ¡De verdad le urgía!

Silencio. La ausencia de respuesta la desconcertó.

—Ahmm... ¿Amity?

Luz recuperó la consciencia y chilló espantada, contempló sus delgados brazos de nerd, seguido del lavamanos, la tina y las cosas del baño. Aterrada alzo la mirada.

—No... —de pie frente al espejo ahuecó ambas manos en sus mejillas—. No... no, no, no —abrumada negó la cabeza—. ¡Esta no es mi casa!

Apresurada salió del baño, era su habitación, pero no la de la casa Noceda, ni de la casa búho, sino la habitación de su infancia, justo como la había dejado antes de mudarse a las Islas Hirvientes.

—Bien, sí es mi casa, pero no es mi casa. Amity... ¡Amity! —Luz exclamó a los cielos y se dirigió a la ventana—. ¿Dónde está la casa búho y el aterrador mundo de fantasía? ¡¿Dónde está mi casa?! —Desesperada Luz se jaló las mejillas—. Espera, aquí tengo 14, no 21, ¡uno no tiene esposa a los 14! No en este país... ¡Este país! Por el Titán, esta no es mi casa, ¡esta no es mi casa!

Vistiéndose tan rápido como pudo, Luz salió dando un portazo y se precipitó por la escalera.

—¡Luz!, ¡ya está el desayuno!

Luz frenó de improviso.

—¿Mami? —Preguntó confundida, Camila Noceda la miró asomándose desde la sala. Luz negó con la cabeza y huyó acelerada.

—¡M'ija! ¿A dónde vas? ¡Luz! —Exclamó la mujer.

Luz no la escuchó; a toda velocidad se dirigió al bosque buscando la vieja cabaña abandonada que la llevaría de vuelta a Huesosburgo, pero..., ¿dónde? Al llegar no había nada más que un claro sin rastro alguno de propiedad. El viento frío corrió en el vacío helando su espalda; una fuerte sensación de soledad se abrió como un vórtice en su pecho. Todo lo que había conocido, todo lo que había vivido, ese sentido de pertenencia que tanto había querido y el hogar que la había adoptado y formado no estaba más ahí.

—Pero... King... Eda... Amity...

Luz cayó de rodillas en el césped.

—M'ija...

Luz sintió la tibia y consoladora mano de su madre posarse en su hombro.

—Mami... —gruesas lágrimas cayeron de sus mejillas.

Luz se giró hacia su madre y aferrándose a la única persona que tenía, lloró y lloró como nunca en la vida, incluso más que cuando creyó que perdería la vida junto a Amity en batalla.

En el trayecto de regreso Luz no pronunció palabra, Camila esperaba que cuando estuviera lista se abriera y le contara, pero de momento no iba a presionarla, "tiempo al tiempo", se dijo, y apretando el puño contra su pecho, con paciencia aguardó a que se calmara.

De vuelta en la casa, con la cabeza baja Luz arrastró los pies por la escalera, cada escalón se hacía más y más pesado.

—M'ija... ¿no vas a comer?

Luz negó.

—No, gracias mami, no tengo hambre... —respondió.

Camila Noceda vio a su hija recluirse en su habitación, Luz nunca había sido la clase de adolescente depresiva, incluso después de la muerte de su padre y pese a que siempre tuviera que ir contra corriente, Luz se mantenía fuerte, alegre, optimista y segura de sí, esta era la primera vez que la veía tan decaída.

Camila esperaba que el tiempo hiciera su trabajo, pero en los días siguientes no hubo diferencia. Cada mañana Luz parecía revivir una y otra vez la misma pesadilla, cada mañana se precipitaba a ese claro en el bosque buscando algo, algo que hubiera omitido, algo que no hubiera visto, algo que hubiera olvidado. Y cada mañana, Camila Noceda estaba ahí para tenderle la mano y abrazarla hasta el sosiego. A pesar de que pensaba que quizá enviarla al campamento habría sido lo mejor para despejarse, Camila no tuvo las fuerzas o el valor para obligarla.

—¿Vas a estar bien m'ija? —Preguntó Camila alisando sus cosas para el trabajo otra mañana en el desayuno.

—Sí mami... —respondió Luz con voz apagada; con la cara clavada en la mesa revolviendo el cereal.

—¿Segura m'ija?

—Sí mami, no puedes seguir faltando al trabajo por mi culpa. Estaré bien.

Camila apenas podía soportar el dolor de ver a su hija tan sumida en la depresión, pero la vida seguía y debía trabajar, así que con una mirada de tristeza tomó su bolso y sus llaves, y acercándose a Luz la envolvió en un fuerte abrazo. En su interior, Luz deseó que eso fuera suficiente para unir sus pedazos.

—Perdóname mami... —las lágrimas brotaron una vez más de sus ojos.

—M'ija... puedo quedarme...

Luz negó y la alejó.

—Todo pasa, ¿no mami? —Luz casi se ahogó conteniendo el llanto.

—Sí m'ija..., todo pasa —Camila secó sus mejillas con una caricia.

Con la garganta cerrada y las lágrimas corriendo en su rostro, Luz alzó la cara regalándole una sonrisa.

Camila sabía que intentaba no dar más problemas y lo difícil que debía estar siendo aparentar, así que decidió seguirle el juego, quizá Luz necesitaba estar sola, sin su constante vigilancia, quizá todo pronto pasaría.

—M'ija, llámame por cualquier cosa que necesites.

Luz asintió. Camila se dirigió a la salida y miró lo pequeña, delgada y solitaria que se veía su hija ahí sentada. Con un nudo en la garganta salió, quedando aún más angustiada.

. . .

—Ehmm, ¿señor? —dijo Camila en el marco de la puerta.

—Adelante Señora Noceda —dijo el hombre en el interior.

Camila entró cerrando la puerta detrás.

. . .

—Mamá no iré al psiquiatra —dijo Luz con firmeza.

—M'ija, debemos buscar ayuda, es por tu bien.

—No mamá, la única razón por la que no te digo nada es porque no me creerás.

—¿Cómo puedes decir eso si ni siquiera me lo dices?

—Agradezco tu preocupación, pero estoy segura mamá.

—Luz no pongas palabras en mi boca —Camila se acercó y tomó su brazo esperando infundir confianza—. Dame la oportunidad, de entender.

Luz apartó la mirada y apretó el puño.

—Bien —dijo mirando a la mujer con fría determinación—. Mamá, no tengo 14, tengo 21. Soy una bruja y esta no es mi casa. Yo vivo en las Islas Hirvientes con mi esposa Amity y mi segunda madre Eda, la dama búho.

Camila abrió los ojos al máximo y callada escuchó a su hija contar todo lo que decía haber vivido. De cómo llegó a las Islas gracias al pequeño búho Owlbert, de King, Eda y Hooty, de su amistad con Willow y Gus, de su rivalidad con Amity, de Emira, Edric y Viney, del árbol Grom y de cómo creía haber vuelto al reino humano para luego volver 2 años después para encontrar a Amity y declarársele en una mascarada en la mansión Blight; de sus alergias con la comida y de su noviazgo, incluso de la rebelión de Amity hacia su familia y de su graduación en Hexside, de cómo forjaron sus palismanes Owlette y Calliban, de sus hazañas para derrocar al emperador, de su boda bajo la luna azul, de la mudanza de la casa búho y hasta le habló de Lilith y el señor Blight.

Cuando terminó, Camila seguía estática procesando tanta y tan agobiante información, Luz había hablado tan rápido y sin respirar que cuando terminó exhaló cansada, expectante y feliz de haberse descargado.

—¿Mami? —Preguntó Luz, sus ojos reflejaron la aflicción de su madre—. Tú... ¿me crees?

Camila la miró a los ojos.

—Sí m'ija...

Luz se arrojó a sus brazos.

—Gracias mami... —dijo Luz con lágrimas de felicidad corriendo en su rostro—. Ahora necesito averiguar cómo regresar. ¿Verdad que me vas a ayudar?

—Sí m'ija... —dijo Camila con media sonrisa y los ojos anegados y angustiados.

A la mañana siguiente Luz bajó la escalera con emoción, volvería a las Islas con su esposa sin importar qué.

—¡Mami iré al claro! Esta vez llevaré un bote de basura y mi libro de Azura —dijo guardándolo en su bolso—, lo usaré como carnada para Owlbert, ya sabes cómo le gusta a Eda la basura.

Luz se detuvo a mitad de la escalera.

—¿Mami?

Camila Noceda esperaba abajo, su rostro denotaba resignación y una profunda tristeza.

—¿Qué sucede? —Preguntó Luz.

Un hombre cano entró por la puerta.

—Señorita Noceda, permítame presentarme, soy el Dr. Bernard Los, médico psiquiatra.

—Mamá, ¿qué es esto?

—Él va a ayudarte m'ija, te pondrás bien.

—No, te pedí ayuda a ti.

—Es lo que estoy haciendo m'ija, déjame ayudarte.

—¡Sabía que esto pasaría! ¡Confié en ti mamá!

—Pero m'ija...

—No.

Luz corrió hacia la puerta, los rayos de sol la cegaron un segundo cuando 2 pares de manos la sorprendieron frenándola en el jardín.

—¡¿Quiénes son?! ¡Suéltenme!

—Te van a llevar a un lugar donde puedan ayudarte m'ija, entiende.

—¡Pero mamá!

—Yo no puedo ayudarte... —abundantes lágrimas corrieron por las mejillas de Camila.

—¡Por favor no hagas esto mamá!, ¡esto es un error! ¡No cometas esta equivocación!

Luz luchó con el par de hombres de blanco que con firmeza la sujetaron.

—¡Por favor mamá! ¡No!

—Luz... —Secándose las lágrimas Camila la miró luchar y forcejear.

—¡Mamá! ¡No hagas esto! ¡Suéltenme! ¡No! ¡Yo me equivoqué! ¡Te mentí! ¡Inventé todo eso para no ir al campamento! ¡Por favor no hagas esto! ¡Mamá!

Camila no lo soportó y secando su llanto, le dio la espalda a su hija mientras era arrastrada hacia un vehículo.

—¡Mamá!... ¡Ma!

Luz entristeció, y bajando la cara, se rindió.

Al segundo siguiente rápido buscó entre sus cosas, con un par de glifos dibujados en papel, los presionó entre sus manos.

Nada.

—¿Qué?...

Luz intentó una vez más.

Nada. El par de sujetos la despojó de las hojas arrojándolas al piso.

—¡No! ¡Mamá!

El par de papeles llegó a pies del doctor y con una mirada de desaprobación los recogió mostrándolos a la señora Noceda, acto que sólo intensificó su dolor; con el puño apretado en la espalda y una mirada severa, el hombre negó.

Dentro de la camioneta donde la encerraron, Luz vio a su madre todavía darle espalda.

. . .

A pesar del murmullo de la gente hablando en la fila entre las paredes llenas de libros, el sonido de la pluma dibujando una floritura en el papel fue fuerte y claro para ella. Al terminar, la tapa dura del libro golpeó las hojas al cerrarse y lo deslizó hacia su dueño.

"Noceda".

Escribió en un nuevo libro, la tapa blanda de la edición de bolsillo apenas rozó la primera página.

—Siguiente —dijo a la persona en la fila.

Sin levantar la mirada, Luz de 32 años firmó el libro como tantos que había hecho ese día.

—Ejemm... —Una voz femenina carraspeó pidiendo su atención.

—¿Sí?

Luz la miró con desinterés.

—¿Me recuerdas? —Preguntó la mujer, parecía rondar su misma edad.

Luz parpadeó un par de veces.

—No —respondió tajante—. Siguiente.

Desanimada, la chica tomó el libro y lo abrazó contra su pecho. Luz alzó la mirada, conocía ese gesto.

—¡Charity! ¡Es tu turno! —Gritaron a lo lejos.

—¡Ya voy!

La mujer rubia de cabello medio y mechón rosa se apresuró al rincón de lectura para niños, un pequeño grupo la esperaba ya sentados en la alfombra, tomó el libro en turno y sentada frente a ellos cruzó la pierna y comenzó a leer.

Luz firmó el siguiente libro sin siquiera mirar y levantándose de su asiento dijo:

—Tomaré un descanso.

La larga fila de lectores se quejó entre sí.

Luz atravesó la librería hasta el lugar y escuchó atenta desde atrás.

—Y entonces dijo: "con este nudo uniré a mis amigos..." —Leyó Charity.

—Ehmm... disculpe... —Luz se inclinó hacia la mujer a su lado, parecía una madre esperando a su hijo—. ¿Qué libro es el que lee?

—Oh, es este —la madre le tendió uno.

"Otabin el encuadernador".

—Es el favorito de mi hijo —dijo la mujer—, ¿usted tiene hijos?

Luz acarició el conocido dibujo en la portada.

—Ehmm... perdón, que si tiene hijos —insistió la mujer.

—Oh, discúlpeme, no. No tengo...

—Entonces debe conocer a la señorita Charity, es muy popular entre los niños.

—Charity... sí, la recuerdo. Estudiábamos juntas, ella era... la capitana de animadoras en la secundaria.

Y con una sonrisa, la madre de familia dejó a Luz escuchar la lectura en silencio.

Sé lo que piensan.

Luz miró a Charity leer el libro con emoción.

Esta es la parte en la que me doy cuenta de que todo lo que viví en la casa búho no existió. Todo... lo inventé. En realidad, Eda era la intendenta de la escuela, era mi única amiga y la única que me entendía. La mujer solía juntar latas para vender. King era el profesor Kingsman, sólo él era capaz de calcular el modo correcto para robar una tarta de una ventana antes de que se enfriara. Se autodenominaba "el rey del cálculo", y era un demonio con quien reprobara. Willobee y Gustavo, eran los nerds de otras clases a los que nunca tuve el valor de conocer pero que creí, eran el tipo de amigos que siempre quise tener. Y Amity... o, Charity, mi némesis, a la que acabo de encontrar y notar que ese limón agrio que fue conmigo en la secundaria en realidad esconde un interior muy dulce; y que quizá, al fin encontré mi lugar... claro, si es que me acepta, después de todo, ¿quién querría una novia con estrés postraumático por una guerra que jamás existió? Pero quién sabe, tal vez, tenga suerte.

Sí, ese no habría sido un mal final. Después de todo me convertí en escritora, lo que siempre quise, y encontré a Amity, es decir; Charity. Sí, no es un mal final.

Ojalá hubiera sido así...

Luz dejó de escribir, la luz azul de la luna iluminó las hojas en la oscura habitación. Suspiró cansada y se recargó en el respaldo de la silla.

—Al menos me convertí, en lo que siempre quise...

Luz cerró el diario, con letras grandes a mano alzada tenía un título en el centro.

"La casa búho por Luz Noceda".

Exhausta, Luz de 32 años se dejó caer sobre la cama y levantó su mano hacia la luna que contemplaba a través de los barrotes de la ventana.

—Hoy es, nuestro aniversario. Felicidades, Amity...

En el corredor la fría luz azul se filtró por las ventanas, iluminó los consultorios, se coló por los salones, bañó los jardines y recubrió el edificio blanco.

Atravesando los jardines un ave ululó posándose en el letrero de la entrada.

"SANATORIO COMFORT CLINICA PSIQUIATRICA"

Sí, ese habría sido un buen final...