Día 7: Nunca escuches a tus amigas
Una semana… UNA MALDITA SEMANA, que sus compañeras venían torturándola para que se le confiese al rubio porque ellas estaban convencidas de que esa amor era correspondido.
Alumi no les prestaba atención a sus amigas, puesto que ella conocía perfectamente al rubio y lo que menos tenía era una pizca de ilusión con él. Ella simplemente lo amaba, pero él no lo hacía, lo sabía porque siempre la despreciaba, aunque su compromiso era inevitable él la odiaba por ello.
Alumi intentaba ser fuerte, porque su orgullo valía más que sus sentimientos, pero no podía evitar sentirse cada vez más mal, mientras pasaban los días porque su amor seguía en aumento mientras el desprecio de Hanna aumentaba de manera proporcional. Aunque bueno intentando que esa debilidad no se le note le seguía el maldito jueguito de odiarse y así era más ameno seguir con ese amor.
No fue hasta que esa maldita semana ya nombrada, Alumi cedió a sus amigas haciéndose las ilusiones que nunca quiso hacerse. Aparte esa semana Hanna había tenido algunas actitudes que la dejaron un poco más confusa con su relación, rezando para que haya mejorado aunque sea un poco y no sea tanto el odio que se propinen.
Tomó valor esa fatídica mañana y le dejó una carta a su prometido en su casillero, luego de un día entero mentalizándose si se la dejaba o no. Se quedó detrás del lugar esperando la reacción del rubio y cuando lo vio llegar su corazón saltó, dio gracias que él no la vio en ese momento porque creía que moriría.
Hanna abrió su casillero encontrándose con el papel, el cual abrió y leyó al ver que era la letra de su prometida. Su expresión seria y aburrida no cambió al leer cada palabra, y lo único que hizo cuando terminó fue doblarla y guardarla en su mochila.
La expresión de Alumi denotaba confusión, y por lo tanto antes de que Hanna se vaya del lugar se presentó ante él.
- "¿Ha…Hanna?" –dijo inquieta esperando algún tipo de reacción-
- "¡Ah… eres tú! ¿qué quieres?" –dijo aun sin cambiar su aburrida expresión-
- "Es que…. La carta, es mía…"- intentaba sonar tranquila, aunque la situación no le estaba gustando para nada-
- "Lo sé"
- "¿Y entonces….?"
- "Entonces… tengo que irme mamá Tamao me espera temprano"
- "¿No me dirás nada idiota?" –su enojo superó a la tristeza que tenía-
- "La verdad no…"
- "Eres muy cruel" –y salió corriendo para que sus lágrimas salgan libremente-
Hanna la miró con la misma expresión y acomodó su mochila mientras caminaba tranquilamente hacia su casa. Tomó la carta nuevamente y la besó, él la amaba pero no iba a permitir que ella se entere y menos en una situación donde fueron obligados a esta juntos.
Sí fue cruel, nunca consideró sus sentimientos ni su valentía, pero llegaría el día donde eso cambie. Ahora tocaba una época donde ella posiblemente lo odie y aunque nadie lo crea eso era lo que él necesitaba para que cuando se reconcilien sea para siempre.
Por otro lado Alumi corría si control, estaba destrozada, nunca más escucharía a sus amigas.
Fin
