Algunas veces el Amor es…

Por: Escarlata

Precure pertenece a Toei, el plot es mío.

Parte 1 Un Acuerdo en Común

La joven noble estaba firme y seria mientras miraba los ojos ajenos. "Sólo te pido un año".

"¿Y qué quieres de mí durante ese año, señorita Yukishiro?" Preguntó la joven guerrera mientras tragaba saliva. Ya se daba una vaga idea de la respuesta pero lo mejor era dejar las cosas en claro de una buena vez, después de todo, estaba punto de conseguir lo que quería, la razón por la que había ido a la capital del reino.

"Lo único que te pido, Misumi Nagisa, es que te quedes junto a mi como mi Prometida hasta que yo cumpla los 18 años y sea libre de la custodia del Consejo", continuó Yukishiro Honoka con voz aún más firme, sonaba como un severo guardia real que como una delicada dama noble. "Cumpliré esa edad catorce días después del Primer Sol de Primavera. Luego de eso, anularé nuestro compromiso, te compensaré como es debido y serás libre de irte", finalizó y simplemente esperó por su respuesta.

Nagisa apretó la quijada y los puños.

Esa señorita rica la estaba poniendo en un aprieto muy grande. Ella misma reconocía que meterse en asuntos que no le correspondían fue lo que la arrastró a ese pozo, pero ahora que las cartas estaban sobre la mesa, no podía cegarse al hecho de que obtendría el apoyo para su pueblo que tan urgentemente necesitaba. Tomó aire de manera profunda y por alguna razón se sintió nerviosa al notar que la señorita rica no bajaba la mirada en ningún momento ni la perdía de vista.

Pese a su ropa que delataba su cuna de oro, esa chica no daba los mismos aires de otra gente noble que había conocido. Suspiró hondo y finalmente se puso firme y se acercó hasta la señorita sin bajar la mirada. Ya tenía la respuesta en la boca.

A veces detestaba su propio sentido de la justicia. Hacía tan sólo unas horas sucedió todo lo que la llevó a esa conversación y ese trato.

~o~

Para ser alguien de noble casa que tenía acceso a maestros diestros y mejores equipos (o eso quería imaginar) ese sujeto en especial era bastante débil, Nagisa lo supo al sentir el empuje entre sus espadas.

"¡¿Crees que puedes enfrentarte a mi como si nada?!" Reclamó el joven con un enfado que aumentaba junto con su frustración al ver que no podía hacer mucho contra esa desconocida. Enseguida sonrió de manera malvada, burlona. "¿O es que quieres ganarme lo que por derecho es mío?" Preguntó, casi rabioso, para enseguida atacar de nuevo con más velocidad y variados ataques. "¡¿Has venido a retarme por ella?!"

Nagisa no supo qué responder y en todo caso tampoco tuvo tiempo, ¿de qué rayos habla éste tipo?

"¡No mientas! ¡Todo mundo la quiere! ¡No será tuya! ¡Que todos sean testigos que ella seguirá siendo mía!"

Primero, Nagisa en serio no tenía idea de qué hablaba ese niño rico. Segundo, él era habilidoso, tenía técnica y su defensa era adecuada pero claramente no tenía experiencia en batallas reales. Bastó poner un poco más de fuerza para lanzar bastante lejos a ese larguirucho de cabello negro. No pudo evitar una risa burlona al verlo caer sentado. Notó la cara del joven desfigurarse de asco al sentir que sus pantalones y chaqueta estaban llenos de tierra y lodo. Y posiblemente otras sustancias poco agradables.

Si no se burló verbalmente del debilucho joven ante ella era porque seguramente se trataba del hijo de un importante señor de la capital, sus ropas y otros adornos extraños en su chaqueta lo delataban. Ya tenía suficientes líos simplemente por pelear contra él.

Y si estaba peleando con él era porque había maltratado a un par de ancianos que tiraron unas cosas en su camino y al parecer le estorbaban. Ni siquiera lo pensó, lo enfrentó y el muy bastardo también comenzó a insultarla por su atrevimiento. De hecho sonrió al ver que Nagisa venía armada y su mejor idea fue enfrentarla, nada mejor que reafirmar su posición, ¿verdad?

"¡Es un duelo, no pueden intervenir!" Les gritó a sus guardias.

¡Cómo detestaba a esos sujetos! La gente rica era de lo peor.

Nagisa no notó del todo cuando la gente comenzó a rodearlos para ver lo sucedido. Más de uno de los testigos agradecía que alguien le diera una lección a ese sujeto en especial. Lo que Nagisa no había percatado para nada, sin embargo, fue que tenía absolutamente toda la atención de una guapa señorita igualmente de noble cuna, pero a comparación del joven que estaba siendo apaleado por la viajera, ninguno de los habitantes la miraba mal.

La joven noble de oscuro cabello como la noche y piel nácar se encargó de revisar que la pareja de ancianos estuviera bien, les dio una pequeña compensación por lo sucedido y los mandó al médico, no podía acompañarlos por mucho que lo deseara, no cuando necesitaba estar atenta al duelo y su resultado. Notó que los escoltas estaban por intervenir al ver la ventaja de la viajera sobre su señor, se los impidió.

"Él dijo que esperaran hasta que terminara el duelo. Aún no termina y es contra las reglas interrumpir", fue la severa reprimenda de la noble y los soldados nada pudieron hacer, sólo ver el final de la pelea como se les ordenó.

Todo terminó con Nagisa rompiendo la espada del ricachón con su propia espada de metal negro. Luego de eso le dio un puñetazo por media cara que finalmente lo dejó en el suelo, desmayado. La gente comenzó a celebrar mientras decían a grandes voces que lo había derrotado, pero lo decían con asombro, sorpresa y emoción en lugar de horror. Como si no estuviera en problemas por haber apaleado a un niño mimado. Eso confundió a Nagisa, mucho más cuando notó que una joven noble, posiblemente de su edad y que era la chica más hermosa que había visto nunca, se acercaba al caído y le quitaba un adorno metálico que tenía en su chaqueta.

"Háganle saber a su padre que ha perdido un duelo declarado y que ya no puede portar la insignia", dijo la joven con seriedad y firmeza, luego miró a toda la gente a su alrededor. "¡Todos son testigos que mi Prometido ha perdido una batalla en igualdad de condiciones!"

Nagisa quedó más confundida al ver que todos le daban la razón a la señorita, no supo qué hacer, mucho menos cuando la señorita se le acercó. No vio cuando se llevaron al niño mimado, de momento sólo tenía ojos para la joven. Tragó saliva sin querer, por alguna razón se sentía intimidada. ¡Bu-Bueno! Cualquiera se sentiría intimidado si alguien como ella se le acerca así, se dijo Nagisa a sí misma para excusar sus propios nervios. La chica tenía más presencia que el enorme escolta que caminaba detrás de ella. Y definitivamente mucho más presencia que el chico al que venció.

"Permite que me presente, viajera, mi nombre es Yukishiro Honoka", dijo cortésmente e incluso hizo una educada y refinada reverencia. Sabía que era alguien ajena a la Capital, conocía a los pobladores de vista y sin duda alguien como la viajera con una espada de hoja negra sería fácil de identificar. Le hizo una señal al soldado detrás de ella para que les permitiera algo de privacidad, éste se alejó de inmediato, procurando distancia suficiente para seguir cuidando de ella.

Lo otro que la hizo sonreír por lo bajo fue que la viajera no reaccionó al escuchar su nombre. Eso le confirmó que la chica no tenía ni idea en lo que acababa de meterse. Casi ríe.

"Misumi Nagisa, un gusto", Nagisa rápidamente se presentó, estaba nerviosa y cada vez más intimidada. Entre más la admiraba, más perfecta veía a la chica. Era hermosa, olía bien y tenía unos aires elegantes a los que ella misma ni siquiera podía aspirar más que en sueños. Salió de sus pensamientos cuando la elegante señorita retomó la palabra.

"¿Sabes lo que significa esto?" Preguntó Honoka mientras le mostraba el adorno que había quitado de la ropa de su ahora ex prometido.

Nagisa negó, la verdad apenas si le dio un vistazo a la pieza, era de color blanco y negro. "No, no sé qué es eso ni lo que significa", respondió rápidamente. Frunció un poco el ceño al ver sonreír a la chica.

"¿Eres soltera?"

"¡Eso no es tu asunto!"

"Ya veo, eres soltera. Bien. Tenemos mucho por hablar", dijo Honoka más para sí que para la viajera. "¿Serías tan gentil de venir conmigo? Hay algunas cosas que debo decirte".

Ésta vez Nagisa retrocedió. "No, la verdad sólo peleé para defender a esos señores y… ¡Ah! ¡Ya no los veo!"

"Ellos están bien, no te preocupes", dijo para tranquilizarla.

"Oh, bueno… Eso… Eso me alegra", se llevó una mano a la nuca. "Escucha, no quiero meterme en problemas, sólo vine aquí por un asunto", dijo de inmediato, estaba lista para irse de ahí, ¡no quería tener nada qué ver con niños ricos sin quehacer!

"Oh, comprendo", Honoka se llevó una mano al mentón. "Pero me temo que mientras estés en la ciudad, ya no estarás a salvo".

"¡¿Qué?! ¿Es una amenaza o…? ¡¿Van a matarme por apalearlo?!" Gritó Nagisa en pánico.

"No lo digo por eso", aclaró Honoka de inmediato. "Me refiero a que comenzaran a retarte a duelos porque justo ahora te has convertido en mi Prometido", sonrió. "Quien tenga la insignia es mi Prometido, sólo se consigue derrotando al que lo posea. Tú has ganado y ahora es tuyo. Puedes rechazarlo si quieres, pero me temo que justo ahora se debe estar corriendo la voz de que una viajera con una espada negra ha ganado mi mano", casi se sentía mal al decir eso, entre más le contaba, peor cara ponía la pobre chica.

"¡Ah! ¡No puedo creerlo! ¡¿En qué acabo de meterme?!" Gritó Nagisa con horror. "¡En serio no quiero tener nada qué ver con esto!" Comenzó a agitar las manos en señal de pánico. ¿¡Y qué rayos es eso de que ahora soy su Prometido?! ¡Soy una chica! Gritó internamente. "¡Yo sólo vine a pedir apoyo para mi pueblo! ¡Hubo un deslave con la última tormenta y perdimos medio pueblo y el lago de pesca!" Exclamó. "También perdimos lo que ya teníamos sembrado y también a muchos animales".

"Comprendo, estás en un apuro grande", Honoka asintió, seria. "Entonces no es justo meterte en estos asuntos", tuvo que contener un suspiro, todo sería un desastre pero tampoco podía obligar a una desconocida a tomar responsabilidad por algo de lo que no tenía conocimiento, no cuando tenía prioridades más importantes. Qué lástima, es bastante guapa, se dijo a sí misma con una sonrisa pequeña. "De acuerdo, yo me encargo de esto", guardó la insignia entre sus ropas. "¿De dónde vienes?"

"De un pequeño pueblo entre las canteras al oeste, en la región de Wakabadai", explicó Nagisa de inmediato.

"¿Por qué viniste hasta acá? Son muchos días de viaje. El gobernador de Wakabadai es el que debe de ayudarte." Dijo Honoka, confundida.

"Fui a buscarlo pero me dijeron que no tenían Recursos ni tiempo para atendernos. Dijo que viniera a la capital a buscar apoyo del Ministro Regional".

Honoka frunció fugazmente el ceño, algo en lo que escuchó no le gustó. "Entiendo. De acuerdo, el Ministro debe estar ahora mismo disponible para recibirte", fue lo único que pudo decir. Estaba curiosa sobre eso que acababa de escuchar de boca de la viajera, pero no que pudiera hacer mucho al respecto. "Ve, espero que puedas recibir lo que necesitas".

"Muchas gracias", Nagisa suspiró de alivio, se llevó una mano a la nuca y miró a la chica con curiosidad. "¿Estarás bien?"

Honoka asintió para enseguida sonreír con cierta diversión. "Estaré bastante entretenida si debo serte sincera", además estaba bastante agradecida que una viajera desconocida le quitara de encima a ese tipo. Nunca le cayó bien a decir verdad.

"Oh, bien… Entonces… Entonces me voy", Nagisa se inclinó de manera exagerada. "Hasta luego, señorita Yukishiro. Suerte con… Con lo que sea que necesites suerte", dijo con torpeza y enseguida se quiso patear a sí misma por decir algo tan tonto. ¡Argh! ¡No necesito quedar en ridículo frente a una niña rica y bonita!

Honoka no pudo evitar una linda risa. "Gracias", le miró con suavidad. "Y yo espero que consigas todo lo que necesites, viajera", la miró un poco más. Aun así sentía que le debía una, al menos un favor cuando Misumi Nagisa le había dado una buena lección a alguien a quien ella misma le había querido dar una lección desde hace tanto. "Si necesitas consejo o asistencia, pregunta por la casa de los Yukishiro, cualquier persona te dirá dónde es". Le sonrió de manera linda. "Serás bienvenida a cualquier hora".

"Lo tendré en cuenta, gracias", murmuró Nagisa, se inclinó apenas a manera de despedida y se fue corriendo en la dirección que se le indicó.

Por su lado, Honoka asintió a su escolta y ambos partieron a casa. Sólo le quedaba esperar a ver qué mensaje le llegaba de la familia de su ex prometido. Admitía estar divertida por anticipado. ¡Moría por contarle todo eso a su abuela!

~o~

Cuatro horas después Nagisa salía derrotada de su reunión con el Ministro Regional. Estaba hambrienta, cansada, estresada y, sobretodo, furiosa. ¡No solamente tuvo que esperar mucho tiempo para ser recibida, si no que el muy desgraciado no le daría la ayuda que necesitaba! Le dijo que debía acudir al gobernador de Wakabadai, Nagisa le explicó que ya había hecho eso y la mandaron a la Capital, a lo que el Ministro dijo que ya se le habían enviado Recursos al gobernador de su región y que debía acudir a él.

"¡Me dijo que no había Recursos!"

"Entonces debió usarlos en otras regiones de más urgencia", fue la respuesta del funcionario. "Has una petición formal a tu gobernador y espera a la siguiente estación cuando se les asignen más Recursos".

Nagisa no pudo agregar nada más, se le pidió que se retirara, el Ministro ya debía irse, su jornada había terminado y además tuvo la 'gentileza' de recibirla a pesar de no haber solicitado audiencia de manera previa.

La pobre Nagisa no podía creer nada de eso. ¡¿Por qué todos son tan injustos?! ¡Mi familia y mi gente se morirán de hambre! ¡Tendremos que dejar el pueblo! Se llevó las manos a la cabeza, tenía ganas de llorar. Ella fue la que se ofreció a buscar ayuda para que su padre y el resto de los mayores del pueblo ayudaran a mantener todo en orden mientras ella volvía. ¡No podía regresar con las manos vacías!

Lo que ya tenía vacío además del estómago, era su pequeño saco de monedas. Ya no tenía dinero más que para conseguir comida barata. Pagó viajes en carretas y caravanas para llegar rápido a la Capital. En su mente se imaginó que le dirían que sí y que mandarían de inmediato a un Sacerdote Espiritual con Recursos… Quizá en una carroza o al menos un caballo para poder viajar más rápido. Lamentablemente no fue así.

No le alcanzaba para pagar un hospedaje, ya se estaba metiendo el sol y comenzaba a sentirse bastante frío. Se abrazó a sí misma y gruñó. ¡No puedo creerlo! Gritó para sus adentros y pateó una piedra del camino. En medio de su berrinche percató que algunas personas le miraban y susurraban entre sí, la señalaban con curiosidad y unas palabras llegaron en limpio a sus oídos.

"Es ella, la viajera de la espada negra".

Y entonces Nagisa abrió más los ojos al recordar algo.

No quería pero al parecer aún tenía una pequeña esperanza de terminar ese día de manera menos miserable. Se acercó al par de señoras que precisamente le miraban y cuchicheaban con poca y ninguna discreción.

"Buenas tardes, disculpen", saludó a las mujeres y éstas le pusieron atención, incluso se les veía contentas, era fácil notarlo. "¿Me podrían decir dónde está la casa de los Yukishiro?" Y para alivio propio, las alegres mujeres le dieron todas las indicaciones que necesitaba. Al parecer era una antigua mansión en la periferia de la ciudad, imposible pasarla por alto, esas fueron las palabras de las señoras.

A Nagisa no le quedó más remedio que acudir a la chica en busca de consejo, no sabía qué más hacer, no quería llegar a casa con las manos vacías. Tampoco quería pasar la noche en la calle y sin cenar.

~o~

"Se ha convertido en todo un escándalo", comentó Sanae con una sonrisa que casi se convertía en risa. Bebía té con su nieta, un rato familiar de calidad antes de la hora de cenar.

"Lamento que las cosas se complicaran de ésta manera, abuela", se disculpó Honoka con genuina pena. Tendrían que atender a una reunión mañana a mediodía con la familia de su ex prometido y un representante del gobernador. Precisamente uno de los encargados de revisar esos asuntos de las uniones entre familias prominentes. Su familia entre éstas.

"No es tu culpa, fue ese muchacho tonto el que se lanzó solo a la fosa", comentó la mayor. "Debe afrontar las consecuencias de sus actos".

"Seguramente volverán a organizar otro torneo para elegirme a otro prometido", ahora que no tengo ninguno, Honoka suspiró con fastidio anticipado. Dudaba mucho que su ahora ex prometido tuviera el valor de mostrarse en el torneo luego de haber sido derrotado por una viajera originaria de un pueblito entre las montañas.

"Soy yo la que lamenta que te veas en ésta situación, querida", dijo Sanae con una sonrisa triste. "No tenemos manera de hacer un arreglo matrimonial más adecuado desde que…"

Desde que mamá y papá desaparecieron, pensó Honoka con un gesto igual de nostálgico. "En cuanto cumplí quince años el Consejo decidió que debía comprometerme, alguien debe hacerse cargo de todo lo que tenemos y aparentemente no puedo ser yo misma", murmuró Honoka con enfado. "Al parecer necesito casarme para que me tomen serio".

"Nos las arreglaremos, Honoka, no pierdas la esperanza", dijo la abuela.

"Nunca lo he hecho", respondió la joven con una sonrisa. Estaba por agregar algo, pero una de las pocas mozas que tenían trabajando en la casa les avisó de la visita de la viajera de la espada negra. Honoka abrió los ojos con sorpresa, a decir verdad no esperaba verla otra vez.

"Ve, Honoka, tienes visita. Encárgate de ella como se te ha inculcado", dijo Sanae con un gesto dulce, casi juguetón.

Honoka rió con la misma dulzura, ese gesto venía de familia. "Y así lo haré, abuela", y se fue corriendo a atender a su visitante. Por un momento se preocupó. ¿Acaso se había complicado lo del apoyo que fue a pedir? Quería pensar que no, pero luego de que Misumi Nagisa le dejó en claro que no quería meterse en esos asuntos de prometidos y peleas, debía haber una razón extraordinaria que la hiciera ir ahí.

Y justo así fue. Notó el cansancio en su visitante, su gesto frustrado, su ceño fruncido… Su estómago hambriento que rugía cual fiera embravecida. Sólo atinó a sonreír un poco mientras la chica trataba de componer su lamentable estado. La invitó a pasar a una privada y cómoda sala de estar y pidió té y algunos postres para su invitada.

A Nagisa le regresó el alma al cuerpo apenas devoró con y sin pena todo lo que se le ofreció. Aún tenía hambre pero al menos ya no se desmayaría. Por supuesto, le contó todo a la chica entre veloces y furiosos bocados.

"Y eso fue lo que sucedió", terminó de explicarle el asunto. "Dicen que debo pedir audiencia y solicitar el apoyo a mi gobernador, y ese apoyo llegará hasta que manden más Recursos al gobernador de mi región", para ese momento tenía la quijada tensa y las manos hechas puños sobre la mesa. "Mi gente no aguantará tanto, apenas queda suficiente para que coman. Y donde vivimos no hay suficientes bosques como para cazar. Las zonas para sembrar son pocas".

Honoka frunció el ceño. Conocía las características de la región gracias a libros y notas de sus padres, suspiró hondo. La zona era particularmente seca y de vegetación apenas suficiente. Ahí se vivía de minería y de las canteras, cosechas regionales de estación y la pesca en menor medida. Estuvo a punto de decir algo, pero su frustrada visitante no pudo contener su siguiente lamento.

"Esos malditos nobles, creen que pueden dejarnos abandonados a nuestra suerte", musitó Nagisa mientras se llevaba las manos a la cabeza. Hubo dos segundos de silencio antes de bajar los brazos y mirar a su anfitriona con horror ante su error. "¿Dije eso en voz alta?"

Honoka sonrió, comprensiva. "Sí, pero no te preocupes, entiendo tu frustración", como que ella misma estaba frustrada precisamente por esos asuntos de gente noble. "Regresando al tema, me temo que poco se puede hacer", comentó y notó el desencanto en su invitada, enseguida le sonrió a Nagisa. Una loca idea le pasó por la cabeza. "Tengo un trato para ti".

"¿Un trato?" La confusión de Nagisa sólo duró dos segundos antes de darse una idea de qué podría tratarse ese trato. Frunció ligeramente el ceño. "Es… Es ese asunto de los prometidos, ¿verdad?"

Honoka asintió. "Mi única familia viva es mi abuela, el Consejo de los señores nobles de la capital me exige tener un prometido y casarme cuando cumpla los 18 años", resumió Honoka como mejor pudo. "Ahora mismo sólo soy el trofeo que todos quieren", declaró con un fugaz enfado y el ceño fruncido.

Nagisa lo notó y abrió un poco más los ojos. Al parecer esa chica estaba en aprietos, asintió un par de veces para animarla a seguir. Cada vez estaba más curiosa de todo ese asunto. "¿Y cómo entro yo ahí?"

"Normalmente las uniones matrimoniales se deciden por medio de acuerdos y arreglos, pero en mi caso, mis padres no están para hacer esos arreglos, por lo que el Consejo me tomó en custodia y decidió que mi Prometido sería elegido por medio de duelos tradicionales. Aquel que esté a mi lado después de mi cumpleaños número 18 será con quien me case, así de simple", tomó aire de manera profunda luego de explicar todo eso.

Nagisa sintió cierta pena por su anfitriona. "Señorita Yukishiro, soy una mujer como tú", aclaró Nagisa con seriedad. "No podemos casarnos".

Honoka asintió con la misma seriedad. "Ciertamente las reglas indican que un varón puede pelear por mi mano, pero NO hay ninguna regla que impida que una mujer pueda ocupar ese lugar. Y es ahí donde entras tú", le miró a los ojos con firmeza. "Le ganaste al que era mi prometido de manera legal, él fue el que declaró que lo retaste por mi mano, así que mantendremos esa idea". Tomó aire. "Sé mi Prometido… Mejor dicho, mi Prometida, y a cambio te daré los Recursos necesarios para ayudar a reconstruir tu pueblo".

Nagisa abrió los ojos con sorpresa, incluso tragó saliva. Eso… Ella iba a darle todo lo que su gente necesitaba. Seguramente ella, como todos los Nobles, tenía buena relación con la Orden Espiritual. Le pareció una injusticia pero no pensaba expresarlo en ese momento, no quería que la chica la echara de su casa por grosera.

"¿Me podrías decir qué edad tienes y cuándo cumples años?" Preguntó Honoka.

"Tengo 17 años, los cumplí en el sol 19 de Otoño", respondió la viajera.

"Eres menor que yo por un par de estaciones, pero las edades están bien, además es mi edad la que importa para la ceremonia", su mente seguía repasando los detalles. Si se aferraba a la tonta ley de los duelos, debería poder conservar a Misumi Nagisa como su Prometida. "Sólo te pido un año".

"¿Y qué quieres de mi durante ese año, señorita Yukishiro?"

Simple y sencillamente estar a su lado como su Prometida, eso era todo. Sólo eso y nada más. Nagisa no estaba del todo cómoda con la idea, pero volvió a recordar todo lo que su familia y su gente estaban sufriendo durante su ausencia en esos precisos momentos. Ambas se quedaron en silencio mientras pensaban, mientras Honoka esperaba a que Nagisa respondiera, mientras Nagisa repasaba mentalmente los pros y los contras y se daba cuenta que esa chica de noble casa no era como el famoso ex prometido, tampoco como los otros nobles con los que había hablado.

Nagisa tomó aire y estiró su mano abierta hacia la chica. Le sonrió, resignada y cansada.

"Dame esa cosa que le quitaste a ese debilucho", dijo Nagisa de buena gana. "Seré tu Prometida si con eso ganamos las dos".

Honoka sonrió tanto que su gesto se iluminó, incluso tomó a Nagisa por sorpresa. La joven noble sacó la insignia de metal, pero en lugar de dársela en la mano, le dio un gentil apretón de manos a la viajera, el accesorio se quedó entre sus palmas. Le sonrió. Un apropiado saludo de manos para sellar el acuerdo.

"Tenemos un trato, mi Prometida", dijo Honoka con una sonrisa genuinamente feliz.

Nagisa igualmente sonrió, rendida. "Trato hecho".

Tiene una linda sonrisa, eso pensaron ambas.

Su mano es cálida.

Continuará…