Fic
Historias de Albert y Candy
Fic
El Príncipe y yo
Por Mayra Exitosa
OctoBert 2020
31 Albert Aventuras ALSS
15 10 2020
Tener un rango tan importante conlleva una gran responsabilidad, pero también muchos riesgos, la reina Carolina lo sabía, recibir esa noticia la desarmaba y se sentía vulnerable, la niña que tanto amaba resultaba que era la hija de un vizconde caído en desgracia y que habían colocado ahí, para quedarse con la herencia de su hija, mientras ella había dejado su búsqueda de lado, porque en el engaño, fue tan bien planeado que ahora saber la verdad la dejaba con una incomprensible negación y coraje que no podía medir. Sus allegados se daban cuenta y deseaban que el Vizconde pagara por lo que habían hecho, pero nada les daría señales de la hija que ella había perdido, por lo que se llevaba a cabo un plan más ambicioso y cobrarían caro cada abuso de confianza, hasta encontrar a la verdadera Katherine Tatiana Berenice princesa de Cabernet en Dinamarca.
En otro reino lejano a este, un príncipe se daba a debate con el Rey al saber lo que se pretendía al querer casar a la princesa de un país que no le era nada agradable con él, por acrecentar su legado, a lo que la reina trataba de amenorar las cosas y darle el lado bueno de la situación, para William Albert Andrew príncipe de Sajonia no veía el lado bueno de nada, tenía que salir de ahí a como diera lugar, nada ni nadie lo obligaría a llevar su vida al lado de esa mujer tan déspota y soberbia que habían elegido y con la cual sin aviso alguno ya estaban haciendo sus pesquisas. Sin mostrar más, huía entre la noche y viajaba a donde ya tenía planes bastante claros, una libertad secreta y propia para descansar de todo lo que había tramado, no era indispensable teniendo en cuenta que tenía a su hermano Walter Anthony de diez años menor que él y que cuidaría el trono de su padre como ellos lo deseaban.
En Chicago, Candy viajaba a su casa, a ver el orfanato que la crio desde su niñez y al que amaba por muchas cosas, tomaba el tren y se sentaba en un cubículo, donde un hombre que se cubría el rostro dormitaba. Saludaba con respeto y trataba de colocar la maleta, pero estaba en alto, a lo que el caballero de inmediato la ayudaba sorprendiéndola y soltando el aliento en su oído, haciendo que esta se ruborizara al verlo tan jovial y amable ayudándola - Gracias, lamento haberlo despertado. - No se preocupe. Faltan muchas horas así que descanse usted también. - Que amable.
Ambos quedaron uno frente al otro, al haber colocado la maleta de la señorita, la de él, se había tenido que mover un poco hacia afuera para que ambas entraran en el compartimento. Pasaba un carrito de venta y el compraba varias cosas ofreciendo a la dama que eligiera, a lo que el hombre del carrito notaba que compraban muchos detalles y que el procuraba a la dama, posiblemente su pareja. Una sonrisa y salía del cubículo. - Es usted muy amable, no me dejo pagar nada. La próxima pagaré yo. - Es de caballeros que usted no gaste su dinero. Además, es una muestra de amabilidad que se merece. Una sonrisa y ella agradecía sus atenciones, la realidad no traía tanto efectivo y sí mucho apetito, así que ambos gozaban de los detalles que habían adquirido sonriendo y comiendo con sencillez, el gozaba de una dama que no se negaba a comer frente a él, tan segura de estar suspirando por los alimentos y notaba que no había comido bien en un buen tiempo.
El viaje era placentero y anochecía con cierto grado de frío a lo que él tomaba una manta de su maletín y la cubría cuando la observaba dormida. La madrugada una manada de animales inesperadamente se atravesaba en la vía haciendo un frenado repentino y provocando el descarrilamiento de los vagones, girando algunos de tal manera que se destrozaban y caían en el río, otros quedaban colgados y otros se incendiaban.
Los heridos fueron muchos, las ambulancias no se daban abasto para atender, los golpes fueron tales que muchos habían fallecido de forma instantánea, los encargados de los ferrocarriles, algunos estaban cerca de la maquina y solo se habían llevado leves golpes, pero los últimos vagones habían salido y caído al río sin poder evitarlo.
Los jóvenes estaban abrazados, el vendedor del carrito mencionaba que solo había una maleta, y que esa era una pareja. Ambos eran llevados juntos declarándolos matrimonio del cubículo ciento dieciséis. La maleta del joven había salido disparada por la ventanilla rota y cayendo al río que se iba flotando con la corriente, mientras los amantes eran llevados casi sin separarlos. En el nosocomio se informaba el matrimonio del cubículo como algo muy romántico porque él la había protegido llevando la mayoría de los golpes. Ella lucía un golpe en la cabeza y en la espalda, mientras él lucía todo su cuerpo amortiguando el de ella.
- ¡Que romántico! mi marido me hubiera lanzado por la ventanilla. Otra enfermera reía mientras que el médico general confirmaba que podían dejarlos juntos en la habitación, el matrimonio ahorraría un cuarto para los otros pacientes que llegaban. La noticia causaba sensación porque jamás se había dado un descarrilamiento en ese sector, muchos fueron llevados de nuevo a Chicago. Otros se quedaron en las clínicas pequeñas de los alrededores, era tantos los heridos que se saturaban y movían a otros lugares.
La pareja permanecía en la habitación sin responder, hasta que ella despertaba y una enfermera la tranquilizaba, - No se preocupe, su esposo se encuentra estable, no pierda la calma, él la cubrió y llevo la peor parte, desconociendo como, ella se ponía de pie, y besaba su mano agradecida por haberla protegido, sin saber aun que tenía esposo y mucho menos que estaban ambos tan mal.
El despertaba días después y el medico lo orientaba, su mirada estaba algo dañada, su cabeza recibió muchos golpes y su esposa no se había despegado de él en ningún momento. - Gracias, no recuerdo que sucedió, no sé qué paso, realmente no sé nada. - Así es, tranquilo, usted protegió a su mujer y no está embarazada, así que ella también se recuperará pronto, mientras continúen juntos todo les irá bien. - Gracias doctor, ¿en qué habitación esta mi… esposa? - Aquí en la suya, desde que los trajeron los hemos mantenido juntos, no encontramos sus identificaciones, no han traído nada para ustedes aun, esperamos sus maletas y que sean identificados. - Quiero ver a mi… mujer. - Casi no ha dormido, tuvimos que ponerle un sedante, ella está bien, vea, usted aun no puede caminar. Movían una cortina y el rostro golpeado de una joven estaba girado hacia la cama de él, dormía con ambas manos unidas, se hallaba desaliñada, con sus cabellos sueltos desperdigados por la almohada, se veía demacrada y le mostraban las lesiones, una en la cabeza, otra en su espalda. Y el poseía muchas por todo el cuerpo. - Supongo doctor, que estar con vida es lo importante. - La mayoría de los pasajeros fallecieron. Supone bien que ustedes hayan sobrevivido.
Pasados lo días, por fin coincidían en estar despiertos, uno se consolaba con el otro, al no recordar ninguno sus nombres, ni el lugar donde vivían, por lo que continuaban en el hospital, había llegado la maleta de ella y en su maleta decían que era enfermera, de nombre Candy White, a lo que, les informaban que vivía en un departamento en Chicago y ambos recibían su domicilio. Candy agradecía por la llegada de su maleta tenían a donde ir, un vehículo los llevaba pagándoles indemnización y gastos, así como médicos, hospitales y todo cuanto necesitaran hasta que ambos recordaran bien sus obligaciones.
En la casa estaba todo muy austero, en la ropa de él había algo de dinero, pero le dieron mucho más cuando la administración de los ferrocarriles los indemnizaba por los daños recibidos, a lo que le informaban que él estaba registrado como Albert Andrew, pero que el apellido no estaba oficialmente. Asegurando que ambos eran White, como su mujer.
Había una sola cama en el departamento, él estaba más lastimado que ella y lo cuidaba procurándolo en todo, después de saber que él la amaba tanto que la había protegido a costa de su vida. Candy compraba cosas en alimentos y detalles porque en su casa casi no tenían nada, así que le trataba de cocinar algo, a lo que el agradecía lo que hiciera, era amable y cuidadoso, como ella estaba lastimada, les llevaban cosas los vecinos y comentaban que era un milagro que haya sobrevivido, llegar con su reciente esposo era una sorpresa, pues ella casi no tenía a nadie, siempre estaba solita, al salir de viaje trajo a su marido, a quien apreciaban porque desde que había llegado, el edificio era muy visitado, con doctores particulares, enfermeras y atenciones muy importantes para la pareja.
Con el paso de los días ella comenzaba a recordar, pero no recordaba su matrimonio, por lo que le daba pena lastimar a su pareja que tanto la amaba, ella continuaba cuidándolo con mucho esmero. En el pasaba algo similar, recordaba su antiguo hogar, los sirvientes y una noche, la discusión tan grande con la voz de su padre, como él había huido y ahora lo comprendía, estaba con una mujer a la que él amaba y había dejado ese hogar por irse con ella. La vio dormida en un sillón para no lastimarlo, el mueble era viejo y en mal estado, con caballerosidad la tomaba y la llevaba con él hasta su cama aun a costa de usar una muleta de apoyo, besaba su frente y confirmaba,
- No te preocupes, veré que nada te falte, gracias por estar a mi lado. Candy al sentir que era levantada a mitad de la noche, despertaba y escuchar esa declaración la dejaba desarmada, su marido, novio o lo que fuera estaba muy enamorado de ella, no podía decirle que no lo recordaba, pero cariñosamente, le daba un beso en la mejilla y se dejaba abrazar para dormir.
En Dinamarca, los planes estaban corriendo, por fin ubicaban a la persona que había realizado el cambio de las niñas, con una botella de licor y engaños por fin sacaban la verdad y lo emborrachaban, para decir que había sido enviada a América, en un orfanato alejado, austero y escondido en el bosque, donde nadie lo investigara, era un lugar lejano de la ciudad, ahí la había abandonado, no la lastimo ni le había causado daño, solo la había abandonado porque no pudo cumplir con la orden de eliminarla. Eso le daba esperanzas a la reina Carolina, quien ahora mandaba a su personal de confianza para encontrarla. Algunos de ellos sabían que en su brazo tenía su marca de nacimiento, mientras que la marca de la hija del vizconde tenía una quemada que estratégicamente habían realizado para su engaño donde supuestamente la habían rescatado.
En Europa, la búsqueda de manera discreta iniciaba, William Albert había huido y su última pista lo dejaba con un barco rumbo a américa, por lo que enviaban al personal asistente del príncipe, con la idea de que no volvieran sin él.
Los viajes llevaban su tiempo, pero los trasportes ferroviarios agradecían que los lastimados sobrevivientes no demandaran, dándoles una casa nueva, una cantidad de efectivo para que iniciaran como indemnización, sobre todo un posible trabajo en la ferroviaria para que estuvieran con un ingreso cuando se recuperaran.
Candy estaba muy agradecida, aseguraba que era enfermera y cuidaba de su esposo, no le faltaba alimentos y estaba abusando de no recordar, pero era la primera vez que gozaba de alimentación constante, de la compañía de su pareja quien todavía continuaba con heridas que lo dejaban sin dormir, gritaba por la noche al recordar tal vez los golpes que había recibido, ella lo apreciaba tanto u gracias a él se encontraba con vida.
La pequeña casa era toda una monada, diferente al departamento frío y pequeño, ese lugar era muy cálido y tranquilo, cercano estaba la estación de ferrocarriles, donde le iban a dar trabajo a Albert en cuanto pudiera caminar, ella como su mujer lo ayudaba en todo, mientras que él continuaba usando muletas, ella permanecía cuidándolo y protegiéndolo de no caer, mostrándose ante él jovial, sonriente y optimista, comían juntos y siempre tenía temas de conversación agradables, desde el comienzo dormían juntos, pero el todavía no podía moverse del todo y ella solo se acurrucaba cayendo totalmente confiada en sus brazos para descansar tranquila, la joven rubia lentamente sin darse cuenta se iba enamorado de su supuesta pareja, mientras que el analizaba que no tenía nada para ofrecerle, aun así ella continuaba a su lado.
- Candy, aun no puedo recordar mucho, me da pena ser un mal esposo. - Tampoco recuerdo, pero me da gusto no estar sola, estar a tu lado es lo mejor que me pudo haber pasado, aun no te he agradecido el haberme protegido en ese accidente tan horrible, lo último que recuerdo es que estaba dormida. - Creo que también dormía, por suerte estábamos juntos y pude abrazarte. El médico me aseguro apenas despertaba que no estabas embarazada, que todo estaba en orden y que estaríamos bien. Ella se apenaba por el comentario y respondía evadiendo la mirada, - Gracias a ti, otras personas no tuvieron nuestra suerte, leí en el periódico que muchos han demandado a los ferrocarriles y esperaban que nosotros también lo hiciéramos, pero fuiste muy caballeroso con ese hombre al decir que estaba con vida tu mujer y eso era suficiente para ti, me dio tanta ternura, luego una enfermera del hospital dijo que eras un romántico, con ese comentario, también lo creo. - Me da gusto saberte contenta. He sido muy mal paciente, aun no puedo caminar sin las muletas y me has tenido muy consentido. - Te lo mereces, tenerte a mi lado me hace muy feliz, Albert. -A mí también me hace feliz, aunque siento que, aun no recuerdo todo, estoy en blanco recuerdo voces, gritos, enfados, pero luego tu voz, tu sonrisa me hace sentir tranquilo. - Me alegro, al menos es una buena virtud para curar, sonreír tiene su magia, los niños en el hospital se curan más rápido con una sonrisa. - ¿En serio? - Por supuesto, debes sonreír mucho, para que pronto te cures y te sientas mejor, estoy segura de que pronto esas voces tendrán rostros y recordaras todo, tal vez entonces me ayudes a mí también a recordar… - ¿Que deseas recordar? - Tal vez, ¿cómo me propusiste matrimonio? Debió ser muy bonito, con lo romántico que eres. - Bueno, pues te debí haber dicho lo importante que eres para mí, lo dulce que sonríes, tu mirada tan brillante, tu precioso rostro tan colmado de pequitas, como si te hubieran salpicado cuando naciste. -¡Oh, Albert! Definitivamente eres adorable, ver mis pecas como dulces, eso sí es increíble, pensé que me las cubriría con maquillaje. -No por Dios, claro que no, te hacen ver tan bella, original y única, jamás te hagas nada. - ¿Entonces lo que más te gusta de mí, son mis pecas? - No, Candy. Lo que más me gusta eres tú. El la miraba admirado sus rizos, su color en el iris de su mirada, la carnosidad de sus labios para finalizar besaba sus manos, causando en ella una total admiración al ser un hombre transparente en su forma de verla y tratarla.
Sin esperarlo, el rubio tocaba su boca y le daba un beso tan entregado que los dejaba sumidos en un anhelo que no se imaginaban que, con solo besarse, fuera así de bello, que mientras le acariciaba el rostro para tomar con mayor ímpetu sus labios, su brazo la tomara a ella para acercarla y acomodarla junto a él, ajustándola sin soltarla, hasta probar el encantamiento que tenían en esos momentos.
CONTINUARA…
RETO OCTOBERT DEL 15 DE OCTUBRE 2020 / 31 ALBERT AVENTURAS ALSS
HISTORIAS DE ALBERT Y CANDY
deseando sea de su agrado, continuaremos esta historia dependiendo de las 31 historias
para continuar con mas y más finales, agradeciendo no tomar mis escritos de manera completa o parcial para otras plataformas, audios, etc.
Un Abrazo a la Distancia
Mayra Exitosa
