¡Hola! ¿Cómo los trata la vida el día de hoy?
Este domingo nos tocará echarle un vistazo a algunas, ya no tan "fantasmales", aventuras de Fate :p
Disclaimer: MSLN Ni sus personajes me pertenecen. Todo el crédito a sus respectivos autores.
Extra: Vivir de nuevo.
- Entonces Fate ¿Cómo te sientes hoy?
Estaban nuevamente en el consultorio del doctor, a pesar de que no se sentía enferma. La silla era incómoda, y también hacía mucho frío. Podía sentir el frío a pesar de que su mamá le había puesto antes de salir su chaqueta favorita.
Su mamá estaba sentada junto a ella, en otra de las incomodísimas sillas que el doctor tenía en su oficina. La mujer mayor, de amables ojos verdes y curioso color de cabello, había tomado una de sus manos como si quisiera darle seguridad, pero no entendía por qué la cara de su madre adoptiva mostraba tanta angustia.
Desde la última vez que la habían citado al colegio su madre tenía esa actitud. Aún no entendía por qué, en el colegio, su maestra había armado tanto alboroto por un dibujo.
¿O quizá había sido porque, en vez de dibujar solo a su madre, también había dibujado a otra mujer con la que solía soñar?
No, seguramente era porque le había dicho a su maestra que, esa otra mujer, era su amiga.
Solo había visto a esa mujer en sus sueños, pero le parecía muy amable, y también era muy bonita. Soñar con ella se sentía un poco extraño, porque a pesar de que hablaba con la mujer de cabello cobrizo por largo rato, y se reían y encendían un televisor que parecía estar desactualizado, en su cabeza su voz se escuchaba más grave, como si ella misma fuera alguien mayor.
Le gustaba soñar con esa mujer, porque se sentía tan real. Casi como si fuese algo que estuviese recordando. No reconocía la casa con la que soñaba. Era muy distinta a la amplia casa de dos plantas en donde vivía con su madre adoptiva. Pero, cada vez que soñaba con esa diminuta sala, se levantaba con una gran sonrisa.
Luego de la citación en el colegio su madre la había llevado al médico. El doctor le había preguntado varias veces quién era esa mujer que había dibujado, si la conocía o se había visto con ella. Todo eso mientras la examinaba físicamente con un nivel de detalle que la hacía sentir incómoda.
Ella solo insistía en que veía a la mujer en sueños, pero nunca la había visto estando despierta.
Le habían preguntado si sabía el nombre de la mujer, pero el largo interrogatorio ya la había fastidiado, y algo dentro de su corazón le hizo pensar que quizá lo mejor era que se guardara para sí misma esa información.
Claro que sabía su nombre. En sus sueños, lo había pronunciado.
Su amiga se llamaba Nanoha. Pero eso no se los diría.
Así que le siguió el juego al doctor, contestando todas las preguntas del hombre y guardándose ese único detalle.
- Algunos niños tienen una gran imaginación señora Harlaown, sobre todo en edades similares a las de Fate - le explicó el hombre a su madre, quién parecía sacarse un peso de encima con esa información - Por lo demás parece una niña sana, así que es posible que la pequeña Fate solo esté pasando por una etapa excesivamente imaginativa ¿No es así, Fate?
Fate, en su incómoda silla, se apresuró a asentir intentando mostrar una sonrisa.
- Por ahora, creo que no es necesario preocuparse - continuó el doctor - Si la situación empeora quizá podríamos considerar algún tratamiento, con bajas dosis, pero como está en edad escolar y me comenta que tiene un buen comportamiento en la casa y en la escuela, creo que sería más prudente dejar que pase el tiempo. Tal vez considerar alguna actividad extracurricular sea adecuado, para que pueda enfocarse en algo distinto.
Su madre intercambió algunas palabras más con el doctor y, luego de expresarle su agradecimiento, la tomó de la mano y salieron caminando de la clínica. La mujer mayor respiraba aliviada, y se veía más tranquila de lo que la había notado en días.
- ¿Qué te parece si nos detenemos a tomar un helado antes de regresar a casa? - le preguntó, mientras le acomodaba mejor uno de los lazos que sujetaban su cabello.
Fate solo asintió, feliz de que la mujer hubiese retomado su habitual semblante sereno.
Quizá tenía que esconder sus dibujos por un tiempo.
- 7 años después -
Fate estaba frustrada.
Estaba frustrada y estaba harta de intentar entender los sueños que la acechaban desde hace algún tiempo y que, una vez entró en la adolescencia, se habían vuelto aún más frecuentes e intensos.
Aún, después de tantos años, seguía soñando con la misma mujer de cabello cobrizo. Tiempo después, en sus sueños también empezaron a aparecer otras personas. Ahora, a veces también soñaba que se reunían con una mujer de corta estatura y con picante sentido del humor llamada Hayate, quién parecía ser bastante cercana a Nanoha. También, había soñado con una mujer de largos cabellos plateados, cuyos ojos eran de un color similar a los suyos, y que su sola presencia inspiraba calma.
A esas otras dos mujeres tampoco las había visto en la vida real. Muchas veces creía que se estaba volviendo loca.
Pero sus sueños seguían sintiéndose extremadamente reales. Parecían recuerdos. ¿Cómo podía recordar algo que nunca había vivido?
Su curiosidad la había llevado a utilizar a escondidas el computador de la casa, con el navegador en modo incógnito para evitar levantar sospechas. Necesitaba saber si a alguien más le pasaba lo mismo que a ella.
Había sido en una de esas noches, a una hora bien absurda de la madrugada, cuando dio con un concepto que no había visto antes.
Vidas pasadas.
¿Acaso sus sueños finalmente eran recuerdos de algo que había vivido hace mucho tiempo?
No tenía a nadie con quién hablar de eso. Después del incidente con el dibujo que había hecho de Nanoha, años atrás, ese tema se había convertido en un asunto delicado que prefería no tocar nuevamente con su madre. Lo que menos quería era que la mujer empezara a preocuparse de nuevo por su culpa, y mucho menos por ideas que estaba sacando de Internet y de las que no tenía absoluta certeza de que fuesen posibles.
Tampoco le estaba ayudando mucho el hecho de qué, a su edad, se le estaban empezando a revolucionar las hormonas.
Hace algunos años se había inscrito en el club de atletismo, así que, después de clases, usualmente tenía que quedarse en la escuela algunos días de la semana para practicar. Amaba correr. Mientras corría podía despejar su mente, y cualquier miedo se disipaba siempre que estuviese enfocada solo en el dolor de sus músculos por el esfuerzo, o en el ardor de su respiración cuando estaba al límite. Pero correr significaba sudar. Y sudar significaba ir a los vestidores a cambiarse para poder irse a casa.
Cuando todos sus compañeros de clases empezaban a hablar de citas, ella empezó a darse cuenta de que no podía evitar sonrojarse cuando alguna de sus agraciadas compañeras se cambiaba de ropa muy cerca de ella. Aunque intentaba no mirar, muchas veces sus ojos se desviaban solos sin que pudiese hacer mucho para evitarlo.
Fue allí cuando empezó a caer en cuenta de que, quizás, le gustaban más las chicas que los chicos.
Y cuando Ginga, un día a solas en los vestidores, la besó a manera de juego, confirmó completamente sus sospechas.
Definitivamente le gustaban más las chicas.
Aunque lo de Ginga había sido poco más que un juego adolescente que se repitió solo unas pocas veces más, esa acción cambió completamente el curso de los sueños que había tenido hasta esa fecha.
Cuando antes solo soñaba que hablaba largamente con la joven llamada Nanoha, ahora soñaba que se besaban, muchísimo. Soñaba que se besaban como si no existiese el mañana, hasta que respirar se le hacía difícil y su corazón empezaba a latir desbocado de la emoción.
Y luego despertaba y se encontraba sola en su habitación, aún con la sensación en su boca de los labios que no había probado, agitada y con un cosquilleo en su interior que la hacía avergonzarse, mientras que la alarma del reloj le recordaba que lo más sensato era darse un buen baño con agua helada a menos de que quisiera que su madre se diera cuenta de que algo le pasaba.
Estaba harta. ¿Cómo rayos no podía dejar de pensar en alguien con quién no se había visto nunca?
Como último recurso, había decidido que le pediría auxilio a los dioses para resolver su problema. Su familia no era particularmente religiosa, pero en vista de que intentar hablar del tema con sus amigos en la escuela era prácticamente exponerse a que la tacharan de loca, y que no estaba dispuesta a preocupar a su madre con su calentura adolescente, lo único que a esas alturas se le ocurría era elevar una plegaria al más allá para que los sueños pararan de una vez por todas.
O para recibir una señal. Para entender por fin qué demonios era lo que pasaba con ella.
Fue así como había decidido saltarse la práctica de atletismo de esa tarde, para ir a un templo que había encontrado en Internet y que según la ubicación del mapa no le quedaba tan lejos de la escuela si tomaba el transporte público. Incluso había sopesado la idea de irse caminando, pero luego de llegar al inicio de la escalinata del templo y comprobar que era incluso más larga y empinada de lo que había imaginado, agradeció haber tomado la decisión de usar el autobús para ahorrar energía.
Cuando llegó a la cima del templo estaba agotada.
No era un día extremadamente caluroso, pero el esfuerzo físico la había hecho sudar, y le estaba costando recuperar el aliento. Apenas su respiración se normalizó fue hasta la zona de peticiones y, luego de rebuscar en los bolsillos de su mochila para encontrar algunas monedas, las lanzó hasta la cajetilla palmeando luego sus manos, para elevar una plegaria silenciosa con la máxima cantidad de fe que podía albergar una adolescente en problemas.
Cuando sintió que había pedido lo suficiente, se dejó caer pesadamente en una de las bancas que habían dispuesto en el templo para que los asistentes descansaran. Cerca de la banca, el agua de una pequeña fuente atraía a algunos pajaritos desde los árboles cercanos, que aprovechaban de juguetear y refrescarse con el frío líquido.
No pudo evitar distraerse con la visión de los pequeños animales emplumados, mientras sentía la suave brisa que se colaba entre los árboles golpeando ligeramente su rostro.
Era todo tan tranquilo.
- Es una tarde bastante pacífica ¿Verdad?
¡Conocía esa voz!
Se giró de golpe solo para encontrarse con unos cálidos ojos burdeos mirándola con interés. La mujer, con su largo cabello plateado suelto, la miraba con una amplia sonrisa plasmada en su rostro. Sus ropas eran distintas al conjunto de sacerdotisa que solía vestir en sus sueños, cambiando esa vestimenta por una falda caqui y una sencilla blusa blanca, pero seguía estando rodeada por esa aura de serenidad con la que la recordaba.
Se veía ligeramente mayor, pero estaba completamente segura de que era una de las mujeres con las que había soñado. De manera inconsciente, se pellizcó un brazo.
- Me da gusto verte otra vez, Fate - dijo la mujer.
¡No era un sueño!
- ¡Rein! - exclamó, levantándose de golpe.
Sin pensarlo, se abalanzó hacia Rein, abrazándola como si la mujer se pudiese desvanecer en cualquier instante. Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas sin que pudiese hacer nada para detenerlas, mientras se aferraba a la señal que le había pedido a los dioses.
Estaba allí. Rein estaba allí, real, de carne y hueso. No era un sueño, nunca había sido solo un sueño.
Eran recuerdos de cosas que ya había vivido.
- Vaya Fate, no te recordaba tan cariñosa - comentó Rein, divertida ante la actitud de la adolescente - ¿Te parece si nos sentamos? Creo que tenemos mucho de qué hablar.
A Fate le costó muchísimo recuperar el control de sus emociones, más de lo que le hubiese gustado admitir, pero no podía parar de sollozar tan fácil. Se sentía casi como una liberación, luego de tantos años de permanecer en silencio para no preocupar a nadie, y sin entender bien aún qué era lo que le sucedía. Era un peso que había cargado sobre sus hombros por tanto tiempo, que sentir que se lo habían quitado de encima le producía un alivio infinito.
Pero Rein definitivamente seguía siendo esa calma en medio de la tempestad en la vida real, tal y como la recordaba en los múltiples sueños que había tenido.
- Entonces, nunca fue un sueño - murmuró Fate, intentaba recuperar el ritmo habitual de su respiración - ¿Nos conocemos desde antes, cierto? ¿Otra vida, puede ser?
Rein la miró con ternura, mientras le acomodaba un mechón rubio tras la oreja.
- Tu caso siempre fue atípico Fate - dijo crípticamente Rein - Eres el primer caso de reencarnación que he visto con mis propios ojos, pero no puedo decir que me sorprende. Siempre tuve esa corazonada, de que nos veríamos otra vez. Me causa mucha curiosidad también. ¿Te costó mucho regresar? ¿Cómo fue? ¿Siempre supiste que habías nacido de nuevo?
Fate hizo su mejor intento en explicar la aparición de sus sueños, y como se habían estado repitiendo a lo largo de los años, agregando más fragmentos con el paso del tiempo. Le comentó de su confusión acerca de lo que le sucedía, y Rein escuchó atentamente cada una de sus palabras, sin juzgarla o interrumpirla ni una sola vez.
- Así que hasta hace poco no habías pensado en la posibilidad de qué, todos esos sueños, se tratasen de una vida anterior ¿No? - comentó Rein, con interés - Debí suponer que los dioses no te la iban a dejar tan fácil. Ya es poco común que te hayan hecho regresar tan pronto. Usualmente pasan varias generaciones, por eso hay tan pocos registros en la historia.
- ¿Puedes confirmar que es real, cierto? Es decir, todo esto ¿Realmente nos conocemos de otra vida? - preguntó Fate, esperanzada.
Rein, pensativa, meditó bien sus palabras antes de contestarle a Fate, quién la miraba casi rogando por una pizca de confirmación a la cuál aferrarse. Se notaba a leguas que la chica buscaba respuestas para entender finalmente qué pasaba con ella, pero las circunstancias en las que se habían conocido eran algo complejas, y eso no sería sencillo de explicar. El hecho de que, por el relato de Fate, la rubia parecía recordar sólo algunos fragmentos de lo sucedido le daba a entender que quizá lo mejor era que, en vez de darle pie a que la joven se enfrascara en su pasado, era una mejor opción intentar guiarla para que estuviera más tranquila y pudiera disfrutar de la nueva oportunidad de vivir que tenía entre sus manos.
Aunque estaba segura de qué, con el pasar del tiempo, Fate terminaría encontrándose de nuevo con la persona que había marcado su destino.
Aún era muy joven.
- Ciertamente nos conocimos antes Fate - admitió Rein - Por un corto tiempo. Es complicado de explicar pero, más que en otra vida, nos conocimos en tu tiempo de transición. Te ayudé con algunos rituales en ese tiempo.
¿Transición? ¿Rituales?
Claro, su vestimenta. La Rein con la que soñaba casi siempre iba vestida como se vestían las sacerdotisas de los templos.
- ¡Oh! - exclamó Fate, con emoción - ¿Eres una sacerdotisa, verdad?
- Lo era - respondió Rein, con una sonrisa - Me retiré hace algunos años del sacerdocio activo. Aún hago algunos rituales tras bastidores, a petición de mi hermano, pero ahora trabajo en la administración del templo.
- ¡Pero si eras genial en lo que hacías! - no pudo evitar replicar Fate.
Ante el ímpetu de la adolescente rubia, Rein no pudo evitar sonreír.
- Mis dones seguirán conmigo hasta el fin de mis días Fate, pero no pude evitarlo - explicó Rein - Me retiré por amor.
¿Por amor?
Ante la mención de esa palabra, Fate no pudo evitar sonrojarse.
Las cosas que uno hacía por amor.
El recuerdo de los labios de la cobriza solo hizo que su sonrojo aumentara. Su cabeza, de pronto, había empezado a trazar las líneas que, con el shock de haberse encontrado con Rein, estaba pasando por alto. Si la otrora sacerdotisa estaba en ese lugar, eso solo quería decir que también era posible que Hayate también lo estuviera.
Y también Nanoha.
- ¿Puedo hacerte otra pregunta? - se apresuró a inquirir Fate, intentando que su hablar no sonara tan atropellado por la prisa.
- Claro Fate, puedes preguntarme lo que quieras - contestó Rein - No sé si pueda darte todas las respuestas que necesitas, pero haré el intento.
- ¿Hayate también está aquí?
- Si con aquí te refieres al templo, no - respondió la mujer, con una sonrisa divertida - Si te refieres a la ciudad sí, Hayate sigue en Uminari.
- ¿Y Nanoha?
El nerviosismo en la voz de Fate al pronunciar el nombre de Nanoha fue algo que Rein no pudo pasar por alto.
Aún podía recordar esa visión que tuvo antes de que el fantasma de Fate cruzara el umbral que separaba al plano físico del mundo de los muertos. Ese delgado hilo rojo, habitualmente invisible, que entrelaza el destino de las almas. Ella, que solo había sido capaz de verlo esa vez, supo desde entonces con esa señal que Fate regresaría, tarde o temprano, a reencontrarse con su destino. Había guardado esa certeza en su corazón, y esa tarde estaba sentada justo al lado de esa confirmación.
Se detuvo un momento para mirar mejor a la jovencísima Fate que tenía a su lado. Anteriormente había conocido a una versión adulta de Fate, pero, por las mejillas redondeadas de la rubia que estaba viendo en ese momento, y con su cuerpo aún en desarrollo, esta nueva versión de su fantasmal amistad parecía estar apenas en plena adolescencia.
El tiempo se había reiniciado para Fate, pero para ella, Hayate y Nanoha, el tiempo había seguido su curso. Eran adultas.
Y Nanoha estaba casada. En un matrimonio al que ya no le veía mucho futuro, pero casada al fin y al cabo.
Pero, el sonrojo de Fate, y el leve temblor de su voz, le daban indicios de que la adolescente que tenía a su lado estaba viendo a Nanoha como un potencial interés amoroso.
O podían ser esos sentimientos latentes de su pasado, despertando de su letargo en esa nueva vida.
Al fin y al cabo, Nanoha era su destino. Pero Fate aún era muy joven.
- ¿Cuántos años tienes Fate? - consultó la mujer, detallándola con la mirada.
- Tengo catorce - respondió Fate, suspirando.
Al contestarle, Fate pareció haberse dado cuenta de lo que sucedía.
Rein lucía mayor que en sus recuerdos. Aunque no podía negar que era una mujer preciosísima, no era la misma joven sacerdotisa que había visto en sus sueños. En la vida real, la mujer tendría que estar ya fácilmente en sus treinta.
Siguiendo esa lógica, eso también aplicaba para Nanoha.
Y ella solo tenía catorce.
Rein también se percató rápidamente de la sombra que acaparó el, hasta hace algunos minutos luminoso, ánimo de Fate. Por eso, posó una de sus manos sobre el hombro de la rubia, apretándolo suavemente para capturar la atención de la adolescente.
Parece que, en esta otra vida, Fate también necesitaría un poco de ayuda.
- Nanoha está bien - afirmó Rein - Pero aún eres muy joven. Entiendes eso ¿Verdad?
- Sí… Lo entiendo - resopló Fate.
- Algunas cosas solo ocurren cuando llega el momento correcto. Solo tenemos que esperar un poco más - agregó Rein, con su habitual sabiduría - Y ahora bien, cuéntame ¿Qué tal te va en las clases?
Durante esa tarde hablaron por largo rato. Rein le preguntó cosas triviales de su vida, y también Fate aprovechó para hacer que la mujer le confirmara alguna que otra anécdota acerca de cosas que había soñado. A pesar de que, para Fate, era evidente que la mujer saltaba olímpicamente ciertos temas, y pensaba muy bien cuánto decirle, se sentía muy bien tener a alguien con quién hablar de eso que la había preocupado tanto.
Y, cuando empezaba a caer la tarde y Fate se dió cuenta de que ya se le estaba haciendo algo tarde para regresar a casa, Rein le hizo prometer que la visitaría en el templo de vez en cuando.
Fate estaba segura de que no sería la única vez que iría a conversar con la otrora sacerdotisa, aunque también estaba segura de que la mujer no le soltaría nada acerca de Hayate, o de Nanoha.
Se sentía bien, haberse encontrado con una vieja amiga.
- 2 años después -
- Harlaown ¡Sal conmigo, por favor!
La práctica de atletismo había terminado hace bastante rato. Los pocos estudiantes que quedaban por allí a esas horas eran aquellos que estaban aún utilizando la biblioteca para estudiar, o los que estaban ordenando las áreas que usaban para las actividades de los clubes. Por eso, la terraza de la secundaria, usualmente llena durante los recesos, estaba en esos momentos prácticamente vacía, salvo por dos personas.
Ella, y la persona que le hablaba solemnemente con un profundo sonrojo.
Fate miró con sorpresa a la compañera de clases que tenía frente a ella. A pesar de haberse ganado una buena reprimenda en la secundaria por haberse teñido el cabello de rosa, Signum era una de las estrellas del equipo de atletismo. De profundos ojos azules, era también un poco más alta que Fate, y la estampa de seguridad y seriedad que usualmente tenía la había hecho bastante popular entre las chicas de la secundaria. Para muchas, su actitud era tan correcta y respetuosa que era lo más parecido a un caballero de brillante armadura que habían conocido.
En las prácticas, Signum le ayudaba a sacar lo mejor de sí misma. Era más rápida que su compañera de equipo, pero en cada movimiento de la pelirosa se encontraba impregnada una dosis de fuerza y seguridad que la dejaba sin habla, y eran cosas contra las cuales no podía competir con simple velocidad. Fate la admiraba.
Y ahora, en esa terraza, estaba escuchando las palabras que más de la mitad de la población estudiantil femenina de la secundaria deseaba escuchar.
Signum era atractiva, eso no podía negarlo. La práctica continua la mantenía en una condición física envidiable, y mirarla directo a esos ojos azules era prácticamente como estar mirando el cielo. Ella la admiraba profundamente, y sentía un gran cariño por su compañera. Era una amiga muy querida y, en otras circunstancias, le hubiese encantado poder corresponderle.
Pero no podía.
Esperaba a alguien más.
- Signum, me honra profundamente tu propuesta - dijo Fate, mirándola - Sabes que te aprecio, muchísimo. Eres una amiga muy importante para mi, pero… Lo siento, no puedo corresponderte de la misma manera. Yo… - admitió - Ya estoy esperando por alguien.
Signum soltó un largo suspiro, mientras asentía.
- Entiendo - murmuró - Yo… Perdona por incomodarte.
- Descuida Signum, no pasa nada - le aseguró Fate - Eres una persona maravillosa, y estoy segura de que conocerás a alguien qué sabrá apreciar lo maravillosa que eres - agregó, extendiendo su mano - ¿Amigas?
Una mano estrechó la suya firmemente. No había reproche en esos ojos azules.
Definitivamente Signum era un caballero.
- Amigas - repitió Signum, con una sonrisa - Harlaown, espero… Espero que esa persona no te haga esperar tanto.
Ante ese comentario, Fate no pudo evitar soltar una risita.
- Yo también espero lo mismo - admitió.
- 1 año después -
Colocó la pesada caja en el suelo, arrodillándose junto a la misma para así poder ordenar mejor los productos de la caja en la parte inferior del estante. El turno había transcurrido con tranquilidad en la tienda de conveniencia donde trabajaba desde hace un par de meses, por lo que había aprovechado de surtir nuevamente las góndolas de la tienda, mientras otro compañero se mantenía atento en la caja registradora.
Al terminar con esa caja podría tomarse el descanso reglamentario, así que se dio prisa en rellenar esa sección de la góndola. Una vez terminó su tarea tomó la caja vacía en una de sus manos y se levantó. Estaba a punto de girarse cuando la presencia de una persona llamó su atención.
Al otro extremo del pasillo, en donde estaban los productos refrigerados, una mujer de cabello castaño parecía haberse quedado absorta mirando la sección de bebidas. Con un formal vestido azul marino, y unos tacones que le daban algunos centímetros extra, la mujer sencillamente se veía imponente, a pesar de que Fate aún seguía siendo más alta. Una de sus manos permanecía puesta sobre una lata púrpura, mientras permanecía ensimismada en sus pensamientos.
Fate conocía muy bien esa lata. Esa marca de soda de uva seguía siendo una de sus favoritas en esa nueva vida.
También conocía muy bien a la mujer que sostenía la lata.
Casi como si pudiera sentir que alguien la miraba, la castaña salió de su estupor y se giró, encontrándose con la atenta mirada de Fate.
Apenas sus ojos celestes la detallaron, su cara fue perdiendo color. De la impresión, se tambaleó momentáneamente, y tuvo que sostenerse rápidamente de la puerta del refrigerador para no perder el equilibrio. Se había puesto tan pálida que parecía un papel.
Como si hubiese visto un fantasma.
Luego de unos pocos segundos que parecieron horas, la mujer recuperó su compostura y le sonrió amablemente.
- ¡Disculpa! - se apresuró a decir - Me asustaste. Te pareces mucho a alguien que conocí hace años.
- Hola Hayate - saludó Fate inocentemente.
Su sonrisa solo se ensanchó cuando, ante el sonido de su nombre, Hayate abrió aún más los ojos completamente sorprendida.
- ¿Q-qué? - balbuceó Hayate - ¿Pero cómo…? ¿Tú?
Fate solo la miró, esperando a que la mujer pudiera sobreponerse un poco de la sorpresa. Casi con timidez, Hayate se acercó a ella antes de pronunciar el nombre que tenía atorado en la garganta.
- ¿Fate? - preguntó la mujer, con voz temblorosa.
- Sí Hayate - respondió Fate - Soy la misma Fate que conociste. Bueno, no exactamente la misma. Es decir, ahora vivo. Es un poco complicado de explicar.
- ¡Ay mi Madre! - exclamó Hayate.
Acto seguido, su humanidad se encontró atrapada entre los brazos de Hayate, quién la abrazaba tan fuerte que le estaba costando respirar. La conmoción de la mujer era tan evidente que incluso su compañero, desde la caja registradora, la miraba con una ceja alzada.
- ¡Oh por Dios! Creo que voy a llorar - reconoció Hayate, soltándola de su agarre momentáneamente, solo para sostener el rostro de Fate y así poder detallarla mejor - Pero tú... Si yo te vi cuando… ¡Y estás igualita!
- Hayate cálmate - le pidió Fate, viendo como su compañero de trabajo le hacía un gesto que insinuaba algo indecente - ¿Te parece si hablamos afuera mejor? Ya puedo tomarme el break del turno.
- Sí, claro. Espera - dijo la mujer, acercándose nuevamente a las bebidas y tomando otra de las sodas - Pago por esto y nos vemos afuera.
Fate aprovechó de desarmar rápidamente la caja de cartón que tenía en su mano, para dejarla en el área de reciclaje mientras Hayate terminaba de pagar por las bebidas en la caja. Una vez la mujer salió del local, Fate se apresuró a seguirla, no sin antes avisarle a su compañero.
- Vice, tomaré mi break ahora. Y ni se te ocurra hacer ese gesto otra vez - lo amenazó, mirándolo duramente mientras lo apuntaba con el dedo - Es una vieja amiga.
- Está bien, como tú digas - murmuró el muchacho, encogiéndose de hombros - Pero si no te gusta me la puedes presen…
La puerta de la tienda, al cerrarse, silenció las palabras de Vice.
Hayate ya la esperaba afuera, recostada de una baranda mientras le hacía señas para que se acercara. Cuando Fate se acercó le ofreció una de las latas, que tomó gustosa. Era bastante obvio que la mujer estaba controlando su emoción para no atiborrarla de preguntas desde el primer segundo.
- Espero que tu break dure mil horas, porque necesito respuestas Fate, muchas respuestas - empezó a decir Hayate, abriendo su lata de soda y dándole un sorbo - ¿Cómo pasó? Es decir ¿Cómo es que estás aquí de nuevo? Ah, espero te siga gustando esa soda.
- Sí, aún me gusta, no te preocupes - contestó Fate - Creo que el gusto se me quedó de la vida anterior.
- Cada cierto tiempo compro una, cuando me entra la nostalgia ¿Sabes? ¡Hasta te lloré! - admitió la mujer, dándole un golpecito en el hombro - Y resulta que estás aquí otra vez ¡Dios! Me debo haber visto tan tonta.
- ¡Ouch! Eso dolió
- Y si no empiezas a hablar te voy a dar otro, Fate. Así que habla, ahora.
- Es aún confuso - intentó explicar Fate - Digamos que tengo algunos recuerdos del tiempo que pasé aquí, antes de nacer de nuevo. No lo recuerdo todo, solo fragmentos, pero sí te recuerdo a ti, a Rein y también a Nanoha. Por mucho tiempo pensé que eran solo sueños que tenía, aunque se sentían extremadamente reales. Fue después de encontrarme con Rein que empecé a entender un po…
- ¡Espera un momento! - la interrumpió de pronto Hayate - ¿Dijiste Rein?
Hayate la miraba con los ojos entrecerrados, atenta a su respuesta. Era imposible no sentirse intimidada con la cara tan seria que había puesto la mujer, aun cuando Fate le sacaba fácilmente una cabeza de altura.
- Eh ¿Sí? - respondió Fate, visiblemente nerviosa - Rein me ha estado ayudando. ¿Pasó algo con ella?
- ¡Argh! Esa condenada mujer ¡Lo supo todo este tiempo! - gruñó la castaña molesta - Pero espérate a que llegue a la casa ¡Me va a tener que escuchar!
- ¿Vives con Rein? - preguntó perpleja
- ¡Pfff claro Fate! Si estamos casadas - contestó Hayate, como si fuese lo más obvio del mundo, levantando su mano izquierda para que pudiese ver el anillo que rodeaba su dedo anular.
Ah, por supuesto, ahora lo recordaba. Rein le había dicho que se había retirado por amor, pero en tanto tiempo que llevaban hablando nunca se le había ocurrido preguntarle directamente acerca de eso. Cuando intentaba tocar el tema de manera sutil, la mujer solía hacerse de oídos sordos y redirigir su atención hacia otros temas. Considerando que estaba casada con Hayate, era muy probable que hubiese evitado tocar ese tema para no despertar las ansias de Fate acerca de ese otro reencuentro.
- Uff, vaya que me hizo sufrir esa mujer - continuó - Me tuvo revoloteando a su alrededor por años hasta que al fin me dio el sí. Pero valió la pena, después de haberla conocido era imposible que pudiese fijarme realmente en alguien más.
- ¡Felicitaciones! - la congratuló Fate - Ahora que lo pienso, en mis recuerdos a veces era bastante obvio que ella te gustaba, por como la veías.
- Sí ¿Verdad?. A veces pensaba que solo quería verme sufrir un poco, como si estuviese pagando un karma o algo así. Que se yo. Rein sabe cosas que los demás no sabemos. Desde hace años aprendí a no cuestionar su sabiduría porque esa mujer siempre tiene la razón - admitió Hayate - Me imagino que por eso no quiso decirme nada acerca de que habías regresado. Tendrá sus razones pero eso no va a evitar que le haga una pataleta nivel Dios cuando llegue a la casa. ¡Mira que haberme ocultado algo tan importante!
- No seas tan dura con ella Hayate - rogó Fate, dándole unos tragos a su bebida - Rein solo intentaba ayudar. Cuando hablamos siempre me dice que tengo que tener paciencia, y que todas las cosas llegan a su debido tiempo.
- Eso es tan típico de Rein.
- Por cierto, en vista de que estamos encontrándonos de nuevo, quería preguntarte. ¿Aún sigues hablando con Nanoha?
Fate había intentado hacer esa pregunta de la manera más casual posible pero, para Hayate, que ya estaba acostumbrada a leer entre líneas a las personas por el cargo que tenía en su trabajo, el lenguaje corporal de la rubia solo le indicaba que la muchacha estaba extremadamente nerviosa.
Se detuvo un momento para evaluar qué tan complicada estaba la situación en esos momentos. Si Fate le estaba preguntando eso era porque Rein, así como no le había dado información de ella a la rubia, seguramente tampoco le había dicho absolutamente nada acerca de Nanoha. Y para Hayate era bastante obvio por qué su esposa había decidido guardar silencio.
Nanoha, aunque no lo admitiera en voz alta, seguía profundamente enamorada de Fate. Sí, era verdad que su mejor amiga se había casado con un muchacho que parecía un buen sujeto, y que irónicamente también era rubio y se comportaba de manera correcta. En el fondo, incluso podría considerar que Yuuno se parecía ligeramente a Fate en algunos aspectos y, si eso entraba en la ecuación, podría jurar que esa era una de las razones por las cuales su amiga finalmente decidió casarse con él.
Eso había sido hace algunos años. Ahora Nanoha estaba divorciada. Con una hija pequeña, pero divorciada al fin y al cabo.
Sin embargo, aunque Nanoha estuviese divorciada, el tiempo no se había detenido para ella. Si sacaba algunas cuentas rápidas, por el tiempo que había pasado desde la transición de Fate y la apariencia actual de la rubia, con suerte la muchacha apenas y había alcanzado la mayoría de edad. Y Nanoha era ya una mujer adulta, hecha y derecha.
Quizá Rein tenía algo de razón en hacerla esperar un poco más.
- Nanoha se casó hace algunos años - soltó de golpe.
- Ah - murmuró Fate, bajando la mirada.
La tristeza de la rubia era tan evidente, que hasta Hayate se sentía un poco mal por haberle soltado esa información de manera tan brusca. Tal vez era mejor darle un poco de esperanza.
- Y también se divorció, hace un tiempo - agregó Hayate.
- ¿Ah sí? - preguntó Fate, mirándola con interés.
- Ella todavía no ha podido olvidarte ¿Sabes?
Una sonrisa iluminó el rostro de la rubia, y Hayate no pudo evitar contagiarse con esa sonrisa. Era prácticamente la cara que había visto en Nanoha hace años, cuando le contó que Fate había correspondido sus sentimientos.
Definitivamente eran tal para cual, pero aún era muy pronto.
- Yo tampoco la he olvidado - confesó Fate.
- Lo sé - afirmó Hayate - Tu cara me lo dice. Cuéntame ¿Ya eres mayor de edad?
- No, aún no - negó la rubia, suspirando - Cumplo 18 en algunos meses.
- Entiendo. Entonces ¿Crees que puedas esperar un poco más? Seguramente Nanoha se alegrará muchísimo al verte, pero aún eres muy joven. Si Rein te sugirió esperar estoy segura de que…
El rítmico sonido de un teléfono celular interrumpió su conversación. Hayate, rebuscando rápidamente en su bolso, ubicó su teléfono y, luego de leer rápidamente algo en la pantalla, se apresuró a guardarlo.
- Lo siento Fate, el trabajo llama, debo irme ahora o si no me van a matar.
- Tranquila Hayate ¡Me alegró mucho verte!
- Espera, ni creas que te me vas a escapar tan fácil.
En uno de los bolsillos interiores de su pequeño bolso, Hayate ubicó una tarjeta de presentación y se la extendió a Fate.
- Ese de allí es mi número de teléfono personal - explicó Hayate, mientras le entregaba la tarjeta - Cuando llegues a tu casa ¡Llámame! En serio, tenemos mucho de qué hablar, y también tenemos que vernos otra vez. ¡Muchas veces más! Me niego a que Rein siga acaparando toda tu atención. Me llamarás ¿Cierto?
- Seguro Hayate. Te llamo en la noche.
- ¡Perfecto! En esas quedamos entonces. ¡Ven acá otra vez! - exclamó Hayate, antes de abrazarla fuertemente de nuevo - Estaré esperando tu llamada. ¡Pórtate bien!
Mientras observaba como Hayate caminaba en dirección hacia su automóvil, Fate fijó nuevamente su atención en la tarjeta que sostenía firmemente en su mano.
El tiempo había pasado, pero algunas personas definitivamente no cambiaban.
- 3 años después -
Le había tocado levantarse temprano ese día. En otras ocasiones hubiese estado positivamente cansada por tener que madrugar, pero ese día estaba especialmente llena de energía. Había conseguido un trabajo inicial en un kínder que, si bien no era el trabajo con la mejor paga del planeta, para apenas haberse graduado recientemente era un buen comienzo. Además, siempre había sido bastante buena con el manejo de los niños, así que estaba segura de que sobreviviría a ese primer día siempre y cuando alguno de los niños no le pegara un chicle en el cabello al primer descuido.
Tenía la seguridad de que, ese día, sería un día maravilloso.
Aprovechó el haberse levantado temprano para preparar algo para comer, e incluso tuvo tiempo suficiente para desayunar con calma junto a su madre. Lindy, su madre adoptiva, se notaba tremendamente orgullosa de ella, y se ofreció a llevarla hasta su nuevo trabajo, pero considerando que la señora también tenía que irse a su trabajo casi al extremo contrario de a dónde Fate se dirigía, rechazó el ofrecimiento y optó por tomar el tren.
El kínder en el que empezaría a trabajar quedaba si acaso a unas pocas cuadras de una de las estaciones de tren que estaban normalmente en su ruta, así que, considerando el tráfico que solía haber por las mañanas en esa hora, tomar ese método de transporte era la opción más inteligente. Mientras iba rumbo al trabajo, su teléfono celular sonó por la llegada de algunos mensajes.
Rein, quién le deseaba el mejor de los éxitos en el inicio de una nueva etapa de su vida. Siempre tan solemne.
Y Hayate, quién le deseaba muchísima suerte, y le preguntaba si estaba preparada para lo increíble que sería ese nuevo comienzo.
Ante el último mensaje no pudo evitar soltar una risita. Hayate se había mostrado excesivamente complacida cuando le había contado que había conseguido ese trabajo. Si Fate sentía que estaba emocionada, Hayate parecía estarlo aún más. La hiperactiva mujer había estado mandándole mensajes de ánimo durante toda la semana anterior y, aunque ya estaba acostumbrada al carácter intenso de la castaña, a veces se preguntaba cómo Rein era capaz de seguirle el ritmo a esa incansable señora.
Una vez en el kínder, y luego de las presentaciones de rigor, su día no pudo transcurrir de mejor manera. Sí, era verdad que algunos niños podían ser más difíciles que otros, pero en particular, la clase que le había tocado asistir era bastante tranquila, y con las palabras correctas había logrado que los niños se enfocaran en las actividades que tenían pautadas para ese día. Por las historias de terror que había escuchado antes de las personas que se dedicaban a la enseñanza escolar, estaba predispuesta a encontrarse con una clase más terrible.
También, era cierto que cerca del final del día de clases estaba cansada de seguirles el ritmo, pero estaba segura de que, alguna otra asistente de kinder en el mundo, seguramente a esa hora estaba intentando limpiarse alguna cantidad obscena de mocos de su pechera, y esa asistente no había sido ella, así que todo estaba bien.
Había salido al patio para recoger el resto de los juguetes que había utilizado en su clase, cuando escuchó que la coordinadora del kínder la llamó.
Y cuando se giró, y vio a la persona que estaba junto a la coordinadora, estaba segura de que su corazón se había detenido momentáneamente.
Allí estaba, con su piel de porcelana y ese cabello cobrizo que, en sus sueños, había recorrido con sus dedos tantas veces. Sus ojos purpúreos conectados con su mirar borgoña, como si el tiempo para ellas nunca hubiese pasado, y estuviesen mirándose en una calurosa tarde de verano, con ganas de entrelazar sus manos pero sin poder hacerlo en público sin causar un alborto. Esos labios entreabiertos que había poseído tantas veces, tanto que aún sentía la sensación de ellos sobre los suyos.
El tiempo había pasado pero, cuando la veía, realmente no estaba viendo a la mujer elegante que parecía comerse el mundo con ese vestido crema y tacones de infarto.
Estaba viendo a Nanoha, su Nanoha.
Su nombre salió de la boca de Nanoha, casi tembloroso. Un susurro tímido que se atrevía a preguntarle al viento si la persona que veía era aquel mismo fantasma del que se había enamorado perdidamente tantos años atrás.
Y Fate solo pudo gritar el nombre de Nanoha en respuesta, mientras corría hacia ella con el corazón acelerado, imposible de contener todo lo que sentía en ese momento.
Todos los años de espera, terminaron en ese momento.
- ¡Al fin te encontré! - exclamó, aferrándose a Nanoha, y sintiendo por fin su calor, después de tantos años.
Su más íntimo sueño se había hecho realidad.
N/A: A veces creo que necesito a alguien con la sabiduría de esa Rein en mi vida.
Nadaoriginal: AH! Ese es el poder de la magia de la ficción jajajaja. Mira, en cuanto a Yuuno... Es que pobre hombre, en serio, siempre le toca ser el malo jajaja, casi que termina por ser siempre "el gato rompe hogares" x'D Así que esta vez me puse la mano en el corazón y opté por permitirle ser un muchacho normal. Uff y la pobre Nanoha se merecía ya una sonrisita de la vida después de haber pasado tanto trabajo! Me alegra mucho saber que este trabajo te haya gustado :D Qué tengas un excelente domingo!
Muchas gracias a todxs por leer! Nos vemos el próximo domingo con el epílogo :)
