07 | Castillo Jurgens

El equipo japonés se encontraban sobrevolando el oscuro cielo de Alemania en un moderno helicóptero piloteado por Oliver, quién pese a la fuerte tormenta eléctrica que azotaba el lugar, no abandonaba su tranquila expresión, a diferencia del equipo japonés, quienes temían ser derribados por algún relámpago.

— Tranquilos chicos, es una pequeña turbulencia. — tranquilizó el rubio — Está lloviendo fuerte, pero llegaremos sin problemas. ¿Cierto, Oliver?

El Francés asintió a la par que realizaba una maniobra evasiva para esquivar los relámpagos. Aquel acto parecía formar parte del entretenimiento de los europeos.

— ¡Quiero bajar! — gimoteó un aterrado castaño, siendo ignorado por los presentes

Con el pasar de las horas, la tormenta empeoró provocando bruscos movimientos en la nave. Sin embargo, esto en ningún momento cambió el semblante calmado de los europeos, al menos hasta que un movimiento brusco hace que la ojiazul tropiece y sea sujetada por el bicolor, quedando ambos demasiado cerca, esto incomodó al Centurión de Roma, quien no pudo evitar ponerse serio.

— ¿Te encuentras bien? — preguntó el bicolor

— Sí. Lo... Lo lamento — respondió la ojiazul sin poder ocultar el rubor en sus pómulos, pues de alguna manera siempre parecía estar ahí para sostenerla.

— ¡Hey! Todo bien ahí?! — exclamó el rubio provocando que ambos se separen avergonzados, ante la divertida expresión de Oliver, quien no podía evitar centrar su atención en la acusadora mirada de Enrique hacia el bicolor, ciertamente era celoso y protector con su hermana.

Una vez que el helicóptero logra aterrizar en la azotea de un gótico castillo, los chicos se disponen a bajar, podían sentir la fuerte ventisca golpear sus rostros. Al descender del helicóptero fueron recibidos por un hombre de grueso bigote y gran porte, se trataba del mayordomo de la familia Jurgens.

— Joven Oliver, Joven Enrique, Señorita Aria, que sorpresa. — saludó el mayordomo — Es una gran sorpresa que hayan venido hasta aquí, sobre todo con este tiempo.

— No te preocupes, Gustav — esbozó Enrique, aduciendo que no era la primera vez que surcaban un trayecto similar — Robert sabía que vendríamos. Le dije que traigo a alguien que debería conocer.

Al oír esto, Tyson se presentó siendo escaneado meticulosamente por el mayordomo, quién al terminar su inspección cree que se encuentra ahí por trabajo, ciertamente la imágen de aquel grupo difería mucho de la mayoría de las amistades del joven Robert.

— Vino a luchar — aclaró Oliver

— Así es, competirán en el torneo mundial. — comentó la ojiazul — Robert lo conoce.

ABADÍA VALKOV

Dentro de una lúgubre habitación monitoreada por los hombres de Valkov, un pelirrojo de orbes zafiro se encontraba entrenando con su bestia bit, un imponente lobo plateado cuya ventisca destrozaba todos los obstáculos a su paso, su poder era descomunal.

— Nivel 34 finalizado, señor.

— No está mal — elogia Valkov, centrando sus penetrantes orbes en aquella helada ventisca — Retírate, Tala.

— Sí, señor.

El pelirrojo procede a salir de aquella Cámara de entrenamiento donde yacía una extensa cantidad de blades destrozados. Pronto comenzaría el Torneo Ruso y se apoderarían de todas las bestias bit. Le darían la victoria a Biovolt. No se admitían errores, así que debían estar preparados. Al llegar a la puerta de salida observa a los guardias llevarse a un chico a las celdas de castigo.

— No por favor! Señor deme otra oportunidad! — exclamó pero sus gritos fueron silenciados por una fuerte bofetada.

Todo aquel que no resistiera, no era útil. Sólo los fuertes sobrevivían en aquel caótico lugar donde día a día se luchaba por subsistir, no estaba permitido la derrota. Todos eran huérfanos, no tenían voz o donde ir, pero estar en ese lugar era mejor que terminar en la calle, sabían dónde querían llegar pero sobre todo, dónde no querían volver.

CASTILLO JURGENS

Dentro de un elegante y amplio despacho, un joven de púrpura cabellera se encontraba terminando una partida de ajedrez contra un antiguo compañero.

— Jake Mate. — sentenció aniquilando la pieza del tablero del escocés.

— ¡Me harté! Son 7 partidas seguidas y no he ganado una sola vez! — espetó un chico de rojizos cabellos castaños y fiero semblante.

— Lo sé — admitió arrogante el mayor para posteriormente decir con falso pesar — que lastima, Johnny.

Aquello encendió aún más la competitividad en el escocés, quién se acomoda en el asiento, dispuesto a seguir.

— Entonces hagámoslo otra vez — espetó arrogante dispuesto a ir por la octava partida pero antes que pudiera poner una mano sobre el tablero alguien toca la puerta. Se trataba de Gustav.

— Disculpe, joven — dijo haciendo una reverencia — pero hay personas que desean verlo.

— Hazlos pasar, Gustav.

En ese momento, el mayordomo procedió a abrir una gran puerta de color caoba, dejando entrar primero a los europeos, provocando que el escocés se ruborizara al recabar en la presencia de cierta ojiazul.

— Hola, Robert — saludó con calidez la europea

— Aria! Que gusto verlos. — esbozó con genuina emoción el mayor, caminando hacía ellos — Te creía en Suiza.

— Regresé hace poco.

— Decidimos venir a verte y trajimos a unos amigos con nosotros. — acotó Oliver a la par que la ojiazul se aproximaba a la mesa donde se encontraba situado el escocés

— ¿No me vas a saludar, Johnny? — Preguntó la europea

— No sabía que vendrías. — esbozó tratando de ocultar aquel rubor sobre sus pómulos

— Quería darles una sorpresa. — sonrió provocando que el escocés desviará la mirada hacia otro lado. No lo admitiría pero la había echado de menos. — Parece que lo hice.

Al ver aquella interacción, el Centurión no pudo evitar sonreír con burla llamando la atención de ambos.

— Disculpa la intromisión. No sabíamos que tenías compañía, Robert — acotó señalando al escocés — pero no creo que importe, es sólo Johnny.

Ante lo dicho, el escocés no pudo evitar girar su rostro en notorio enfado.

— Déjalo, Enrique — regañó la europea

— ¡Vamos! Déjame divertirme un poco — pidió el rubio — es más divertido cuando estás tú.

Los Bladebreakers no pudieron evitar observar con extrañeza aquella interacción, ciertamente parecía que habían olvidado su presencia.

— Perdonen, debí presentarlos — se disculpó Oliver al recabar en el semblante perturbado del equipo japonés

— No permitan que su imagen de chico rudo los engañe — acotó acercándose al capitán del equipo asiático, a quién hacía ademán de presentarle al escocés — Él es el campeón de Reino Unido, Johnny McGregor.

— Johnny McGregor?! — exclamó con asombro el castaño — El mundialmente famoso Clan McGregor, de las tierras altas?!

— Johnny tienes un admirador — animó Oliver pero el escocés únicamente se limitó a cruzarse de brazos en su asiento, observando meticulosamente a aquellos chicos, preguntándose. "Quiénes eran y por qué Aria los trataba con tanta familiaridad?"

— No me importa. — espetó con seriedad — No es nadie, no tengo tiempo para seres anónimos, además. ¿Qué demonios está haciendo aquí?

Antes que el Francés pudiera decir algo para suavizar lo dicho por su temperamental amigo, un fuerte ruido se hace presente, este provenía de la chimenea, dónde aparece un muy empolvado Tyson atravesando el pequeño fuego que calentaba la habitación, asustando a su paso a la ojiazul, quien se sostiene del cuerpo del bicolor producto de la impresión. Al percatarse de su acción, la europea se disculpa separándose con un fuerte rubor en los pómulos, ciertamente no era la primera vez que se veían en una situación similar. Sin embargo, el bicolor únicamente se limitó a hacer un gesto, en señal que no importaba, sin percatarse que al otro extremo de la habitación el escocés observaba con notoria molestia la escena, lo que más lo enfadaba era presenciar aquel rubor en los pómulos de la ojiazul. Por otro lado, el equipo japonés ayudaban a su ahumado amigo a ponerse de pie para que pudiera presentarse ante Robert, quien no parecía recordarlo.

— Soy Tyson, del barco — aclaró acomodando su empolvado gorro

— Espera... Acaso no luchamos y saliste perdedor? — sin duda un mal inicio para entablar una conversación, menos un reencuentro, pero esto no detendría al japonés, no cuando había evadido una guillotina para verlo

— Permíteme hacer la presentación. — intervino Oliver sugiriendo un lugar más cómodo para todos, como el gran salón, por lo que una vez estuvieron en aquel recinto de la familia Jurgens, el francés termina de explicar la situación a su anfitrión, quien parecía analizar en silencio sus palabras.

— Permítame entender bien esto, Oliver — espetó Robert — Cuando dijiste que vendrías con unos amigos, te referías a ellos. ¿No es así? — preguntó señalando a los Bladebreakers, a lo que el francés asintió.

— ¿Sucede algo? — cuestionó un muy confundido Tyson

— Oliver dijo que traería a un experto Blader, así que perdona mi decepción cuando te vi. — alegó con seriedad el alemán, causando una risa burlesca por parte del escocés, quién se encontraba echado sobre un mullido sofá.

— Te dije que Oliver se estaba burlando de ti. Personalmente nunca aprecié el criterio de Oliver — espetó observando arrogante al equipo japonés — disculpa si perdiste el tiempo, niño.

— Por qué no explicas lo que quieres decir, Johnny? — preguntó un divertido Oliver provocando que los Bladebreakers los observen con atención, en verdad no entendían el actuar de los europeos, en especial aquella interacción.

— No lo tomen en serio — calmó la europea aduciendo que no debían preocuparse, después de todo el escocés era un chico muy sarcástico

A medida que la conversación avanzaba, el heredero de los Jurgens se rehúsa a tener una batalla contra el japonés, aduciendo que no está a su altura, pues la esencia del beyblade radicaba en eliminar al rival de forma permanente. Una vez derrotado, este dejaba de existir.

— ¿Cómo puedo luchar contra alguien que no existe? — se cuestionó intentando marcharse pero es detenido por la firme voz del de gorra, quien lo reta aduciendo que el campeón de Europa tenía miedo de enfrentarlo, esto pareció despertar la competitividad del alemán, quien lo observa retador — Hagámoslo.

— ¿Cómo es que eso siempre funciona? — susurró la europea recordando la forma en que el japonés logró convencer a su hermano de tener una batalla.

Ante lo dicho, el bicolor no pudo evitar hacer una mueca de burla, pues de alguna forma su escandaloso compañero siempre lograba salirse con la suya. Al llegar al cuarto de armaduras de la familia Jurgens, el capitán del equipo japonés procede a dejar pasar primero a la europea, quien caminaba a su lado, siendo observado a una corta distancia por un serio escocés, quien procede a esbozar una sonrisa retadora.

— Como podrán ver vengo de una larga línea de caballeros. Cuyo espíritu sagrado ha dado lugar a todas nuestras victorias, incluyendo este castillo, su poder a pasado de generación en generación — explicó Robert mostrando el espíritu sagrado que le había sido heredado, en el interior de su blade podía apreciarse a un gigantesco hipogrifo — Yo controlo su poder, nunca he perdido, ni jamás perderé una batalla.

Al oír aquello, la ojiazul no pudo evitar observarlo con reproche, otra vez aquella actitud.

"Yo controlo su poder"

Cuánto odiaba esa palabra. Sin embargo, la voz de Johnny logra sacarla de sus pensamientos, como de costumbre se burlaba de la cantidad de veces que había escuchado aquella historia. Sin más, el alemán había terminado por llegar a su límite, hastiándose de la insistencia del japonés, quién lo reta secundado por dos compañeros de su equipo. Por otro lado, al percatarse que aquella situación estaba por salirse de control, la europea procede a observar con inquietud al bicolor, quién a pesar de lo ocurrido permanecía imperturbable.

— No dirás nada al respecto? — preguntó la rubia

— No tengo por qué — sentenció cruzándose de brazos.

Aquella ajena actitud la hizo sonreír, no había duda que el ruso japonés era un blader muy centrado, más racional que emocional. Debía admitir que aquello le agradaba.

— Me intrigas — admitió ocasionando que el bicolor la observe fijamente — No es una queja.

Al ver aquella interacción entre ambos, el escocés no pudo evitar chasquear la lengua e intervenir.

— Así que todos quieren pelear — espetó con burla — Bueno, qué tal si hacemos que este enfrentamiento sea más interesante? — preguntó llamando la atención de los presentes, en especial de la europea, quien voltea a verlo interrogante. — Si uno de ustedes me gana podrá llegar a Robert — sentenció con porte serio — pero como eso no sucederá, por ahora tú serás mi próxima víctima. — retó señalando al capitán del equipo japonés, quien lo observaba con indiferencia

Todos observan con sorpresa la escena, Johnny había retado a Kai, pero lejos de obtener la reacción que esperaba, el bicolor procede a rechazar el desafío.

— ¿Qué? — cuestionó un incrédulo Johnny

— Dije "No, gracias" No tengo tiempo para jugar con personas como tú, Johnny. — acotó dispuesto a marcharse, dejando atrás a un muy humillado escocés

— Para ser alguien que no habla mucho, habla muy rudo — admitió Enrique

— Puso a Johnny en su lugar — felicitó Oliver provocando una sonrisa en la europea, en verdad aquel chico la intrigaba. Sin embargo, esto sólo logró enfurecer más al escocés, quién observaba con recelo como aquel proletario llamaba la atención de Aria.

— Quieres jugar rudo, ¿verdad? Bien, acabas de cruzar la línea! — exclamó el escocés, no estaba dispuesto a permitir que aquel chico lo dejara en ridículo.

— Parece que alguien perdió la clase de control de la ira. — esbozó con burla el bicolor dispuesto a abandonar aquel recinto, pero se detiene al sentir el impacto de un guante golpeando su espalda.

— Johnny! — reclamó la europea al recabar en el semblante iracundo del escocés, quién para sorpresa del equipo japonés, no dejaba de señalar al bicolor, ante esto, el francés decide intervenir aclarando que Johnny a solicitado un duelo, aduciendo que lanzar un guante era una costumbre antigua

— Acepto — Espetó con rudeza el bicolor provocando que la ojiazul los observe con preocupación.

Continuará…