Disclaimer: Sólo sé que no son míos.

¡Hola! Publiqué Cuidarás de mí en noviembre del 2020. Regreso tres años después con seis nuevos capítulos. La historia terminaba en el capítulo anterior, pero supongo que con el tiempo acabé dándole vueltas a la cabeza a seguirlo un poco más. Han influido muchas cosas: comentarios muy graciosos, peticiones de continuación o de algo más explícito, una idea que descarté para rebajar un poco el tono del fic (y que no sale hasta el capítulo 9), en el Izuku del canon hablando de crepes... Quiero aclarar que han pasado tres años y eso, creo yo, se nota. Leer bajo responsabilidad propia, por favor. También he de decir que estos capítulos son más explícitos que los anteriores (no habría manera de continuarlos, si no) y que en realidad contienen ¿tres? arcos: este capítulo inicial, que hace de puente, otro para explotar la parte más explícita de tres capítulos y un par más donde el rol de cuidados se intercambie que, además, fungen como epílogo. Los iré publicando según los vaya corrigiendo, sin ningún horario en particular. En fin, ¡allá van!

Trigger Warning: Referencias sexuales y escatológicas.


Confusión

A pesar de que Recovery Girl había asegurado que cuando se reincorporasen al día siguiente a las clases Izuku habría recuperado la movilidad en los brazos, este tenía sus dudas. Había pasado una noche mucho peor que las dos anteriores. Con los brazos descansando en sendos cabestrillos, le fue totalmente imposible descansar encima de Katsuki, abrazado por él para evitar que rodase fuera de la cama y se cayese, tal y como le había prometido por la tarde. Descansar bocabajo era incómodo y al cabo de un rato acababa siendo doloroso, pues tenía los brazos cruzados por delante del pecho. Exasperado y adormilado, Katsuki había tratado de convencerle de estar bocarriba, pero eso no lo ayudó a conciliar el sueño. Después, había intentado dormir de lado, y Katsuki estuvo dispuesto a rodearle con los brazos, pero le dolía el brazo sobre el que se apoyaba.

Para ese momento de la noche, Katsuki estaba cabreado y frustrado, con su malhumor exacerbado por la falta de sueño. Al final pudieron dormir algunas horas antes de que el despertador los desvelase de forma definitiva cuando Katsuki dejó a Izuku durmiendo bocarriba y tiró una almohada al suelo, cubriéndose con una sábana mientras gruñía disgustado. Sin embargo, por la mañana la falta de descanso era tan notoria en las ojeras de sus párpados como en los de Izuku. Se levantaron tan temprano que Iida no tuvo tiempo de disgustarse, como el día anterior, pues ambos estaban en pie antes que cualquiera del resto de sus compañeros.

La mañana no mejoró cuando Izuku necesitó hacer uso del retrete para algo más que orinar, algo a lo que ya se había acostumbrado a que Katsuki le ayudase. Había confiado en poder aguantar hasta el momento en el que hubiese recuperado la movilidad de los brazos, tal y como había prometido Recovery Girl y así poder solventarlo por su cuenta, pero quizá a causa de la mala noche que había pasado, o por lo abundante de las comidas que Katsuki había cocinado los días anteriores, las ganas que había sentido al despertar evolucionaron a un dolor de tripa durante el desayuno y se convirtieron en una necesidad imperiosa cuando todos los demás se marcharon a recibir las clases matinales.

Mientras Izuku trataba de pensar en una forma de gestionarlo, demasiado avergonzado para permitir que Katsuki se hiciera cargo de esa parte de sus cuidados también, este estaba pulverizando el suelo a pisotones mientras arrastraba a Izuku tras de sí desde el dormitorio hasta el comedor y luego en dirección a las duchas, exteriorizando su mal humor por el cansancio con tan poca sutileza que ninguno de sus amigos había osado bromear con él durante el desayuno.

El rostro malhumorado de Katsuki cuando Izuku mencionó que necesitaba hacer una visita al retrete, demasiado urgido a hacerlo cuanto antes y dispuesto a buscar una solución por su cuenta cuando el alivio le permitiese pensar, se ensombreció más al comprender lo que ocurría. Y, para bochorno de Izuku, que sólo podía desear que la tierra se lo tragase durante el todo el proceso, se empeñó en hacerse cargo de esa parte también, antes de guiarlo hacia las duchas y desnudarlo.

—Deku, ¿qué carajos te ocurre ahora? —Estaban sentados en el mismo sofá que las mañanas anteriores, repasando el temario que, suponían, sus compañeros estaban dando en el aula, pero Izuku era incapaz de concentrarse y llevaba más de media hora ensimismado, mirando el libro sin verlo y sin darse cuenta de que Katsuki le había hecho gestos en un par de ocasiones para saber si debería pasar ya la página.

—¡N-nada! —se apresuró a decir Izuku, sonrojándose y tratando, sin éxito, de sonar convincente. La expresión del rostro de Katsuki todavía tenía tintes airados y sus ojos rojos centellearon al taladrarle con la mirada, entornando los párpados con sospecha.

—¿Es porque necesitas ir al baño de nuevo?

—¡No! —dijo Izuku, un tanto demasiado rápido, sonrojándose al instante. Katsuki esbozó una mueca de incredulidad, sin apartar la mirada de él.

Acongojado, Izuku agachó la cabeza para concentrarse de nuevo en el libro. Katsuki parecía estar a punto de decir algo, porque se removía, nervioso, pero al final resopló y no dijo nada hasta que, casi una hora después, se levantó bruscamente del sofá y anunció que iba a preparar la comida. Al cabo de unos minutos el sonido del cuchillo sobre la tabla al partir verdura a un ritmo fuerte y veloz resonaba en toda la sala.

En lugar de acompañarlo, como los días anteriores, Izuku se quedó sentado en el sofá. El nudo en su pecho se había intensificado y notaba los ojos húmedos. Parpadeó para evitar que las lágrimas, que en realidad llevaban toda la mañana amenazando con caer de sus ojos, no se derramasen, fracasando cuando una de ellas se deslizó, abrasadora, por su mejilla. Si le hubiesen preguntado, no habría sabido explicar si estaba llorando por sentirse humillado al tener que utilizar el retrete con ayuda de Katsuki, obligándolo a soportar el proceso y limpiarlo después, porque este seguía de un humor terrible y se había mostrado constantemente molesto o, sencillamente, porque estaba agotado tras una noche sin apenas descanso.

O por todo a la vez.

Los pasos de Katsuki sonaron, anunciando que estaba regresando a la sala. Izuku se secó el rostro, frotándose la mejilla contra la tela de la camiseta de su hombro. Aun así, Katsuki se quedó mirándolo con un gesto de contrariedad, de pie y con el ceño fruncido. Consciente de que su rostro era un libro abierto para Katsuki y que tenía las emociones a flor de piel, Izuku desvió la mirada, esquivando sus brillantes ojos rojos.

—Está bien, Deku. Me vas a decir qué te pasa —dijo Katsuki, hablando con voz fuerte.

«Que me gustaron los besos de ayer, pero luego no hubo más», pensó Izuku. De repente, todas las demás cosas que se le habían ocurrido antes perdieron importancia.

El día anterior todo había ocurrido muy deprisa y despacio al mismo tiempo. De pronto, Katsuki no era tan brusco, ni tampoco estaba tan enfadado. Sus ojos rojos brillaban con algo que Izuku podía identificar en su propio estómago, cosquilleándole con emoción. Estaban los besos, por supuesto. Izuku no había podido dejar de pensar en ellos. Pero tampoco en los recuerdos de los dedos callosos de Katsuki acariciándolo, en su cuerpo debajo de él frotándose con el suyo y sus fuertes y musculosos brazos aprisionándolo para atraerlo más cerca de sí.

Izuku nunca había besado a nadie. De hecho, hasta poco antes de ingresar en la U.A, la cantidad de chicas con las que había hablado había sido prácticamente nula. Aunque se había acostumbrado a conversar con Uraraka y Tsuyu, tenía la sensación de que se habían invertido los roles y lo que le costaba ahora era hablar con Katsuki. Algo irónico, teniendo en cuenta que habían charlado más tiempo y con más sinceridad en las ultimas setenta y dos horas que en los dos años previos.

Y, desde luego, nunca antes nadie había metido la mano dentro de los calzoncillos de Izuku para acariciarle como Katsuki había hecho el día anterior, manteniendo a Izuku sentado encima de su regazo con el otro brazo. Sonrojado, Izuku estaba agradecido de que, al menos, Katsuki estuviera detrás de él y no hubiera podido verle el rostro jadeante y ruborizado cuando todo su cuerpo vibró de placer. Aunque, en cualquier caso, se lo había visto después, cuando había necesitado levantarse para limpiarse la mano y al propio Izuku. Este se había disculpado, avergonzado, pero Katsuki se había burlado con una sonrisa jactanciosa.

Ahora, esa sonrisa jactanciosa, su chulería atrevida y las palabras bonitas de la tarde anterior se habían disipado en el habitual malhumor del otro chico. No había habido besos la noche anterior, cuando ya estaban a solas en el cuarto. Izuku había pensado que era porque Katsuki estaba más serio tras haber estado cenando los dos en la misma mesa que Kirishima, Sero, Ashido y Kaminari, pero no le encontraba la lógica. Tampoco los hubo por la mañana, aunque a Izuku le habría gustado besar de nuevo su mejilla, al menos, cuando despertaron. Ni hubo conversaciones íntimas y personales al amparo de la oscuridad que los conectasen e hiciesen sentir más cercanos.

—Joder, Izuku, necesito saber qué te pasa para poder cuidarte —insistió Katsuki, suavizando un poco el tono. O, más bien, dejando que cierto matiz desesperado empapase sus palabras. Izuku apretó los labios, pero fue inútil: varias lágrimas se deslizaron por sus mejillas sin poder hacer nada.

La idea traicionera de que la transición al malhumor se produjo justo después, precisamente, de que Katsuki le acariciase hasta el éxtasis, había estado agazapada en la mente de Izuku durante toda la mañana, carcomiéndolo. La de que, quizá, Katsuki se había arrepentido de esa parte. Que sólo había sido algo que el otro chico estimaba como una tarea de cuidado más. Una que quizá le había resultado tan desagradable como ayudarlo a limpiarse esa misma mañana, soportando una situación incómoda y maloliente. Una que no querría repetir, a pesar de que para Izuku fue tan especial que, si no había pensado más en lo que hicieron, era por la noche leonina de insomnio y duermevela que ambos habían pasado.

—¿Izuku? —No había duda, la voz de Katsuki estaba impregnada de angustia y pánico. Y, sobre todo, de incomprensión.

—Lo siento —musitó Izuku, y las dos palabras hicieron que sus lágrimas se desatasen con más fuerza y un sollozo se le atascase en la garganta.

—¿Son los brazos? ¿Te duelen? La vieja dijo que estaban mucho mejor, pero si te duelen, deberíamos ir a verla y… —se interrumpió al ver que Izuku negaba con la cabeza. Sí le dolían los brazos, ya fuese por la postura en cabestrillo, cruzados sobre su pecho o por la mala noche, pero no era para tanto. No quería ir a ver a Recovery Girl por eso, no cuando ya tenía cita con la heroína al día siguiente—. ¿Entonces?

—No tiene que ver con mis brazos —dijo Izuku, incapaz de pensar en alguna manera de evitar una conversación que ya había empezado.

—Ya sé que no tiene que ver con tus brazos, no soy idiota —dijo Katsuki con brusquedad, frunciendo más el ceño.

—Es… Siento lo de esta mañana —murmuró Izuku, creyendo que empezar por ahí era una buena forma de evitar las partes más espinosas de sus preocupaciones.

—¿El qué? ¡Ah! —Los ojos de Katsuki se abrieron de par en par al comprender. Suavizando la expresión del rostro, se sentó al lado de Izuku en el sofá, vuelto hacia él para poder mirarlo a la cara, que este insistía en mantener cabizbaja—. No lo entiendo bien. Pero tú sabes que no quería incomodarte, ¿no? No es muy diferente a ayudarte a mear o limpiarte en la ducha.

Izuku se encogió de hombros. Evidentemente, había sido una situación incómoda, pues realmente había creído que iba a poder evitarla, pero de pronto la perspectiva de Katsuki le ha restado peso.

—Ayer ya hablamos de esto, joder —insistió Katsuki.

—Pero…

—No hay peros, joder. Te prometí que te iba a cuidar. —Volvió a fruncir el ceño—. Dijiste que te gustaba que te cuidase.

—Sí, pero…

—¿Tú qué habrías hecho en mi lugar?

—¡No es lo mismo! —Katsuki lo fulminó con la mirada, exasperado. Izuku se rindió. «Sí es lo mismo», pensó. «Sin duda alguna, habría ayudado y limpiado a Katsuki sin ningún tipo de incomodidad, sólo porque se trata de él. No es que se hubiese convertido en una tarea agradable ni va a arder en deseos de tener que llevarla a cabo jamás, pero la habría hecho diligentemente. Por Katsuki. Tal y como él lo ha hecho por mí».

—Ha. —La expresión de Katsuki se destensó a una sonrisa petulante, delatando que, una vez más, había comprendido más de los murmullos de Izuku de lo que este habría deseado—. ¿Entonces es eso? ¿Estabas rallado sólo porque te he limpiado el culo?

—¡Kacchan! —Izuku se ruborizó, pero había levantado el rostro hacia Katsuki, escandalizado, que celebró esa pequeña victoria ensanchando la sonrisa y expandiendo los brazos sobre el respaldo del sofá.

—Que sepas que no, no es agradable limpiarte el culo, Deku. Comerás gloria, pero cagas mierda —repitió, sólo para molestarlo. Izuku bajó la mirada, pero esta vez pretendía esconder una avergonzada carcajada—. ¿Qué? No es mentira. Pero eso no significa que me parezca mal. Sólo significa que preferiría tocarte el culo en otro contexto.

«¿Kacchan quiere tocarme el culo?», pensó Izuku, abriendo los ojos de par en par. No tenía mucha experiencia en relaciones, como tampoco creía que la tuviese Katsuki, pero le resultaba obvio a qué se refería. Al fin y al cabo, su curiosidad había sido suficiente para investigar en su momento cómo funcionaba el sexo entre dos personas, tuviesen los genitales que tuviesen.

—¿Es sólo eso? ¿No hay más? —dijo Katsuki, mirándolo con atención. De nuevo, Izuku vio ante él al mismo chico que la tarde anterior. Al que había tenido cuidado y consideración a la hora de enjabonarlo en la ducha. Al que lo había vestido. Al que lo había abrazado mientras dormía, sujetándolo contra su cuerpo. Había temido, sin fundamento, que Katsuki lo tratase de forma diferente delante de sus compañeros que a solas y sin embargo no había sido así, recordando que lo explosivo de su humor también era parte de su personalidad—. Tienes que hablar conmigo, Deku. No puedo adivinar qué necesitas. Y no hablo de tus brazos —advirtió, antes de que Izuku respondiese.

—Tengo que hablar para poder cuidarte, ¿verdad? —Katsuki entrecerró los ojos al escuchar la pregunta. Izuku no supo expresarlo mejor, pero pareció que el otro chico comprendía, porque asintió, un tanto reticente.

—Supongo que sí. Podríamos decirlo así.

Izuku se lamió los labios, pensativo. No sabía bien por dónde comenzar. Ahora que la ansiedad le permitía pensar, empezaba a estar convencido de que el malhumor de Katsuki no tenía que ver con él. Descartada también la incomodidad en el cuarto de baño, la mente de Izuku siguió martilleando con una preocupación en particular.

—Me gustó besarte. —Katsuki hinchó el pecho y esbozo una media sonrisilla presuntuosa, orgulloso—. Y también… lo que hicimos después. Bueno, hiciste. ¿A… a ti te…?

—No te atrevas a insinuar que no me gustó, Deku idiota —lo interrumpió Katsuki, entrecerrando los ojos en una muda y burda amenaza.

—Es que después… No… No…

—Después llegaron todos los demás de clase —dijo Katsuki, señalando la obviedad. Luego puso los ojos en blanco, suspirando profundamente—. Joder, Deku.

—¿Qué? —preguntó Izuku, un tanto distraído por la admisión de Katsuki de que le gustó acariciarle la tarde anterior.

—¿Estabas preocupado porque querías que te hiciera otra?

—¿Qué? ¡No! ¡O sea, sí! ¡Quiero decir…! —Izuku se interrumpió porque había intentado mover los brazos, nervioso, delante de él, para gesticular de forma defensiva, pero el dolor le hizo callarse. Katsuki, en cambio, se rio entre dientes, divertido por la situación—. Es que no sabía si querías que te besase.

—¿Quieres que nos besemos delante de los demás?

—¡No! ¡O sea, no quiero decir que…! ¿Tú quieres que nos besemos delante de los demás?

—Claro que no, joder. Lo que tú y yo hagamos es cosa nuestra. Aunque si tú quieres…

—No —negó Izuku, que eso sí lo tenía claro—. No por ahora, al menos. Pero estabas de mal humor y yo creí que…

—Ah… joder…. —suspiró Katsuki, recostándose contra el respaldo del sofá y desviando la mirada. «Se siente culpable», comprendió Izuku. «Cree que es él quien ha hecho algo mal»—. No es culpa tuya. Antes de cenar, el pelo pincho estuvo contándome ayer lo que habían hecho en clase.

—Se supone que no debemos saberlo.

—Eijiro no es como Iida, haber escogido mejores amigos —se burló Katsuki. Izuku contratacó arrugando la nariz en un pitorreo infantil—. Dieron una clase práctica con el grupo B. Y salimos mal parados. Si tú y yo hubiésemos estado ahí, les habríamos dado una paliza. Lo siento, eso me puso de mal humor. —Izuku se quedó congelado, porque era la primera vez que escuchaba a Katsuki disculparse con él de una forma tan franca—. No dormir tampoco ha ayudado, pero no debí pagar mi frustración contigo.

—No importa —aseguró Izuku.

—Sí importa. Prometí que cuidaría de ti. Tratarte bien forma parte de ello.

—Nadie puede estar de buen humor todo el tiempo, Kacchan —dijo Izuku, pensando que, además, en su caso el Don debía influir bastante en ello.

—Yo no he dicho eso —negó Katsuki, todavía serio—. Pero sí debí haberte dicho cómo me sentía, igual que te lo he exigido yo a ti ahora.

—Para cuidarnos —dijo Izuku. Katsuki asintió. Ambos se quedaron en silencio unos minutos, inmersos cada uno en sus propios pensamientos. Izuku respiraba mucho más tranquilo. El rostro de Katsuki ya no parecía tan hostil como esa mañana, más similar a la expresión que tenía el día anterior mientras descansaban en el sofá tras la comida. Las manos de Katsuki reposaban sobre sus rodillas, relajadas, y a Izuku le pesaba tener los brazos en cabestrillo, porque de pronto recordó que la gente que se besaba también se tomaba de las manos.

—Así que querías besarme, ¿eh? —se burló Katsuki. Izuku se sonrojó, bajando la mirada—. Venga, vamos a comer. Después podemos tirarnos en el sofá un rato, como ayer. —La sola posibilidad hizo que el pene de Izuku respondiese desde el interior de sus calzoncillos, pero afortunadamente Katsuki no pareció percatarse de ello.

Mientras Katsuki servía arroz en los cuencos, poniendo estos encima de las bandejas, Izuku se alzó sobre las puntas de los pies para apoyar la barbilla sobre su hombro y ver cómo lo hacía, igual que el día anterior. La comisura del labio de Katsuki se estiró hacia arriba, satisfecho, e Izuku depositó un beso leve en su mejilla.

—A mí no me parece mal que quieras tocarme el culo, si es lo que te apetece. —Katsuki lo miró, descolocado y divertido, con una expresión incrédula. Izuku se sonrojó. No se había parado a pensar antes de hablar, así que se apresuró a aclararlo—. En la ducha, por ejemplo. Así te aseguras de que esté limpio. —Con una carcajada, Katsuki le sujetó las mejillas y le devolvió el beso, esta vez en los labios, igual de corto, pero más brusco, más intenso y más posesivo.

—De acuerdo, Deku idiota —asintió y, antes de coger la bandeja para llevarlas a la mesa, bajó una mano para tocarle el culo a Izuku, por encima de la ropa, más un pellizco que una palmada, un instante tan fugaz como el beso. A Izuku no le dio tiempo a protestar, porque se había puesto tan rojo que notaba la cara caliente, como constató la carcajada de Katsuki, que lo empujó para que se sentase a la mesa.